Ciencia y Salud con la llave de las Escrituras |


Ciencia y Salud con la llave de las Escrituras

by Mary Baker Eddy




Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Juan 8:32


No hay nada bueno ni malo, sino que el pensar lo hace así.

Shakespeare


¡Oh! Tú has oído mi oración, Y ¡me has bendecido!

Esta es Tu sublime promesa: — Tú aquí, y en todas partes.

Mary Baker G. Eddy



Table of Contents




Página vii


Prefacio


1 Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el
 día de hoy está lleno de bendiciones. El pastor vigilante
3 contempla los primeros tenues rayos del alba antes de que lle-
 gue el pleno resplandor de un nuevo día. Así brilló la pálida
 estrella para los pastores profetas; sin embargo, atravesó la
6 noche, y llegó donde, envuelto en tierno amparo, se hallaba el
 niño de Belén, el heraldo humano del Cristo, la Verdad, quien
 había de aclarar al entendimiento oscurecido el camino de
9 la salvación mediante Cristo Jesús, hasta que a través de una
 noche de error alborearan los rayos de la mañana y brillara la
 estrella guiadora del ser. Los Magos fueron guiados a con-
12  templar y a seguir este lucero matutino de la Ciencia divina,
 que ilumina el camino hacia la armonía eterna.

 La hora de los pensadores ha llegado. La Verdad, inde-
15 pendiente de doctrinas y sistemas honrados por el tiempo,
 llama al portal de la humanidad. La conformidad con el
 pasado y el frío convencionalismo del materialismo se están
18 desmoronando. La ignorancia de lo que es Dios ya no es la
 pasadera hacia la fe. La única garantía de obediencia es una
 comprensión correcta de Él, a quien conocer correctamente
21  es la Vida eterna. Aunque los imperios caigan, “reinará
 Jehová para siempre”.

 Un libro introduce pensamientos nuevos, pero no puede
24 hacer que sean rápidamente comprendidos. Es la tarea
 del pionero robusto derribar el alto roble y cortar el tosco
 granito. Las épocas futuras deben declarar lo que el pionero
27 ha logrado.

 Desde que la autora descubrió el poder de la Verdad en


Página viii


1 el tratamiento tanto de la enfermedad como del pecado, su
 sistema ha sido puesto a prueba plenamente, y no se le ha
3 encontrado deficiencia alguna; mas para alcanzar las alturas
 de la Ciencia Cristiana, el hombre tiene que vivir en obedien-
 cia al Principio divino de esta Ciencia. Para desarrollar todo
6 el poder de esta Ciencia, las discordias del sentido corporal
 tienen que ceder a la armonía del sentido espiritual, así como
 la ciencia de la música corrige los tonos falsos y da dulce
9 concordancia a los sonidos.

 La teología y la física enseñan que tanto el Espíritu
 como la materia son reales y buenos, mientras que el hecho
12  es que el Espíritu es bueno y real, y la materia es lo opuesto
 del Espíritu. La pregunta: ¿Qué es la Verdad?, es contestada
 mediante la demostración, sanando tanto la enfermedad
15  como el pecado; y esta demostración enseña que la curación
 cristiana confiere el máximo de salud y produce los mejores
 hombres. Sobre esta base la Ciencia Cristiana tendrá una
18 lucha justa. La enfermedad ha sido combatida durante
 siglos por los médicos usando remedios materiales; pero se
 suscita la pregunta: ¿Hay menos enfermedades debido a estos
21  médicos? Un rotundo “No” es la respuesta que se deduce de
 dos hechos conexos: la reputada longevidad de los antedilu-
 vianos y la rápida multiplicación y creciente virulencia de las
24 enfermedades desde el diluvio.

 En la obra Retrospección e Introspección, de la autora, se
 puede encontrar un bosquejo biográfico que narra las expe-
27 riencias que la guiaron, en el año 1866, al descubrimiento del
 sistema que ella denominó Ciencia Cristiana. Ya en 1862,
 empezó a escribir y dar a sus amigos los resultados de su
30 estudio de las Escrituras, pues la Biblia fue su único maestro;
 pero estas composiciones eran crudas: los primeros pasos de
 un niño en el recién descubierto mundo del Espíritu.


Página ix


1 También comenzó a anotar sus pensamientos sobre el
 tema principal, mas estas notas eran sólo balbuceos infantiles
3 acerca de la Verdad. Un niño sorbe el mundo exterior con
 los ojos y se regocija con lo que sorbe. Está tan seguro de la
 existencia del mundo como lo está de la suya; sin embargo,
6 no puede describir el mundo. Halla unas pocas palabras y
 con estas, balbuciente, trata de comunicar su sentir. Más
 tarde, la lengua expresa pensamientos más definidos, aunque
9 todavía imperfectamente.

 Así ocurrió con la autora. Como cierto poeta dice de sí
 mismo, ella “balbucía en versos, porque le venían los versos”.
12  Ciertos ensayos escritos en esa fecha temprana están todavía
 en circulación entre sus primeros alumnos, pero son débiles
 intentos de exponer el Principio y la práctica de la curación
15  cristiana, y no son exposiciones completas ni satisfactorias
 de la Verdad. Hoy, aunque regocijándose en algún progreso,
 todavía se considera una discípula bien dispuesta a la puerta
18 celestial, aguardando la Mente de Cristo.

 Su primer folleto sobre la Ciencia Cristiana fue registrado
 como propiedad literaria en 1870; pero no apareció impreso
21  hasta 1876, porque la autora había comprendido que esta
 Ciencia tenía que ser demostrada mediante la curación, antes
 de que una obra sobre el tema pudiera estudiarse con prove-
24 cho. Sin embargo, desde 1867 hasta 1875, algunos ejemplares
 circularon entre sus amistades.

 Antes de escribir esta obra, Ciencia y Salud, la autora
27 hizo cuantiosos apuntes con exposiciones sobre las Escrituras
 que nunca han sido publicados. Esto fue durante los años
18 67 y 1868. Estos esfuerzos muestran su comparativa
30 ignorancia del estupendo problema de la Vida que ella tenía
 hasta ese momento, y la forma gradual en que llegó por fin a
 su solución; pero ella los valora como una madre o un padre


Página x


1 puede atesorar los recuerdos del crecimiento de un hijo, y no
 desearía que fueran alterados.

3 La primera edición de Ciencia y Salud fue publicada
 en 1875. Varios libros sobre la curación mental han sido
 publicados desde entonces, la mayoría de ellos incorrectos
6 en teoría y llenos de plagios de Ciencia y Salud. Ellos consi-
 deran la mente humana como un agente sanador, mientras
 que esta mente no es un factor en el Principio de la Ciencia
9 Cristiana. Unos pocos libros, sin embargo, que están basa-
 dos en esta obra, son útiles.

 La autora no ha comprometido la conciencia para
12  acomodarla a la corriente general de pensamiento, sino que
 ha dado franca y honradamente el texto de la Verdad. No
 ha hecho ningún esfuerzo por embellecer, elaborar, o tratar
15  en todos sus detalles un tema tan infinito. Mediante miles
 de casos debidamente autenticados de curaciones, ella y sus
 alumnos han comprobado el valor de sus enseñanzas. Estos
18 casos en su mayoría habían sido abandonados por incurables
 por los médicos que los atendían. Pocos inválidos recurren
 a Dios hasta que todos los apoyos físicos han fallado, porque
21  se tiene muy poca fe en Su disposición y poder para sanar la
 enfermedad.

 El Principio divino de la curación es comprobado en la
24 experiencia personal de cualquier buscador sincero de la
 Verdad. Su propósito es bueno, y su práctica es más segura
 y más potente que la de cualquier otro método de sanidad.
27 El pensamiento cristiano ecuánime es el alcanzado más
 rápidamente por la Verdad, y convencido por ella. Sólo están
 en desacuerdo con su método aquellos que no entienden
30 lo que la autora quiere decir, o que percibiendo la verdad,
 no vienen a la luz para que sus obras no sean reprendidas.
 Ninguna pericia intelectual es necesaria en los estudiantes,
33  mas una sana moral es sumamente deseable.


Página xi


1 Muchos imaginan que los fenómenos de la curación física
 en la Ciencia Cristiana presentan sólo una fase de la acción
3 de la mente humana y que de dicha acción resulta, en alguna
 manera inexplicada, la curación de las enfermedades. Por
 el contrario, la Ciencia Cristiana explica racionalmente que
6 todos los otros métodos de la patología son los frutos de la fe
 humana en la materia, de la fe en el funcionamiento, no del
 Espíritu, sino de la mente carnal que tiene que ceder ante la
9 Ciencia.

 La curación física de la Ciencia Cristiana resulta
 ahora, como en el tiempo de Jesús, de la operación del Principio
12  divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su
 realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural
 y tan necesariamente como las tinieblas dan lugar a la
15  luz y el pecado a la reforma. Ahora, como entonces, estas
 obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente
 naturales. Son la señal de Emanuel, o “Dios con nosotros”,
18 una influencia divina siempre presente en la consciencia
 humana y repitiéndose a sí misma, viniendo ahora como fue
 prometida antaño:

21 A pregonar libertad a los cautivos [del sentido],
 Y vista a los ciegos;
 A poner en libertad a los oprimidos.

24 Cuando Dios llamó a la autora para proclamar Su
 Evangelio a esta época, también vino el encargo de plantar
 y regar Su viña.

27 La primera escuela de la Ciencia Cristiana de la cura-
 ción-Mente fue inaugurada por la autora con un solo alumno
 en Lynn, Massachusetts, alrededor de 1867. En 1881, ella
30 abrió el Colegio de Metafísica de Massachusetts, en Boston,
 con la autorización del Estado, por haberse aprobado una
 ley relativa a las facultades, la cual le permitió establecer


Página xii


1 legalmente esta institución con propósitos médicos. No se
 concedieron licencias para tales instituciones a los Científicos
3 Cristianos después de 1883, y hasta esa fecha, el suyo era el
único colegio de este carácter que se había establecido en los
 Estados Unidos, donde la Ciencia Cristiana fue introducida
6 por primera vez.

 Durante siete años más de cuatro mil estudiantes fueron
 enseñados por la autora en este colegio. Mientras tanto,
9 era ella pastora de la primera Iglesia de Cristo, Científico,
 que se estableció; Presidenta de la primera Asociación de
 Científicos Cristianos, la cual se reunía mensualmente;
12  editora de sus propias obras; y (durante parte de este tiempo)
 la única directora y editora del Christian Science Journal,
 la primera publicación periódica difundida por los Científicos
15  Cristianos. Ella cerró el colegio el 29 de octubre de 1889, en
 el auge de su prosperidad, con una profunda convicción de
 que los dos años siguientes de su vida debían ser dedicados
18 a la preparación de la revisión de Ciencia y Salud, la cual fue
 publicada en 1891. Retuvo su licencia para el colegio, y como
 su Presidenta, la reabrió en 1899 como institución auxiliar de
21  su iglesia. Hasta el 10 de junio de 1907, ella nunca había leído
 este libro completa y consecutivamente con el fin de elucidar
 el idealismo que en él expresó.

24 En el espíritu del amor de Cristo, —como quien “todo
 lo espera, todo lo soporta”, y se regocija en llevar consuelo
 a los afligidos y curación a los enfermos— ella dedica estas
27 páginas a los honestos buscadores de la Verdad.

          Mary Baker Eddy




Página 1


Capítulo 1 — La oración



Porque de cierto os digo
que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar,
y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice,
lo que diga le será hecho.
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando,
creed que lo recibiréis,
y os vendrá.
Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros Le pidáis. — Cristo Jesús.


1 La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es
  una fe absoluta en que todas las cosas son posibles
3 para Dios, una comprensión espiritual de Él, un amor
 abnegado. A pesar de lo que otros puedan decir o pensar
 sobre este tema, hablo por experiencia. La oración, la
6 vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación del
 yo, son los medios de la gracia de Dios para lograr todo lo
 que ha sido hecho con éxito para la cristianización y la
9 salud del género humano.


 Los pensamientos inexpresados no son desconocidos
 para la Mente divina. El deseo es oración; y ninguna
12 pérdida puede ocurrir por confiar a Dios nuestros deseos,
 para que puedan ser moldeados y exaltados antes de que
 tomen forma en palabras y en obras.



Página 2



1 ¿Cuáles son los motivos de la oración? ¿Oramos para
 mejorarnos a nosotros mismos o para beneficiar a aquellos
3 que nos oyen, para iluminar el infinito o para
 ser oídos por los hombres? ¿Somos beneficia-
 dos mediante la oración? Sí, el deseo que parte hambriento
6 de justicia es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a
 nosotros vacío.


 Dios no es movido por el aliento de la alabanza para
9 hacer más de lo que ya ha hecho, ni puede el infinito hacer
 menos que conceder todo el bien, ya que Él es
 sabiduría y Amor invariables. Podemos hacer
12 más para nosotros mismos mediante peticiones humildes
 y fervientes, pero el que es todo-Amor no las otorga simple-
 mente por la falsa alabanza, pues Él ya sabe todo.


15 La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero
 tiende a ponernos en armonía con ella. La bondad logra
 la demostración de la Verdad. Una petición para que Dios
18 nos salve no es todo lo que se requiere. El mero hábito
 de suplicar a la Mente divina, como uno suplica a un ser
 humano, perpetúa la creencia en Dios como humanamente
21 circunscrito, un error que impide el crecimiento espiritual.


 Dios es Amor. ¿Podemos pedirle que sea más? Dios es la
 inteligencia. ¿Podemos informar a la Mente infinita de algo
24 que no comprende ya? ¿Esperamos cambiar la El estándar
 perfección? ¿Suplicaremos por más junto a la
 fuente abierta, que está vertiendo más de lo que aceptamos?
27 El deseo inexpresado sí nos acerca más al origen de toda
 existencia y bienaventuranza.


 Pedir a Dios que sea Dios es una vana repetición. Dios
30 es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”; y Aquel que es



Página 3



1 inmutablemente justo hará lo justo sin que se Le recuerde lo
 que es de Su incumbencia. La sabiduría del hombre no es
3 suficiente para justificar que él aconseje a Dios.


 ¿Quién se pararía ante una pizarra y oraría al principio
 de la matemática para que resolviera el problema? La regla
6 ya está establecida, y es nuestra tarea hallar la
 solución. ¿Le pediremos al Principio divino de espiritual
 toda bondad que haga Su propio trabajo? Su obra está hecha,
9 y sólo tenemos que aprovechar la regla de Dios con el fin de
 recibir Su bendición, la cual nos capacita para ocuparnos de
 nuestra propia salvación.


12 El Ser Divino tiene que ser reflejado por el hombre, de lo
 contrario, el hombre no es la imagen y semejanza del paciente,
 tierno y verdadero, el Único “del todo amable”*; mas com-
15 prender a Dios es la obra de la eternidad, y exige la absoluta
 consagración de los pensamientos, las energías y los deseos.


 ¡Cuán vacías son nuestras concepciones de la Deidad!
18 Teóricamente admitimos que Dios es bueno, omnipotente,
 omnipresente, infinito, y luego tratamos de dar Ingratitud
 información a esta Mente infinita. Suplicamos en la oración
21 un perdón inmerecido y una efusión generosa de beneficios.
 ¿Estamos realmente agradecidos por el bien ya recibido?
 Entonces aprovecharemos las bendiciones que tenemos, y así
24 estaremos capacitados para recibir más. La gratitud es mucho
 más que una expresión verbal de agradecimiento. Las accio-
 nes expresan más gratitud que las palabras.


27 Si no estamos agradecidos por la Vida, la Verdad y el
 Amor, y sin embargo damos gracias a Dios por todas las
 bendiciones, somos insinceros e incurrimos en la censura
30 aguda que nuestro Maestro dirige a los hipócritas. En tal caso,
 la única oración aceptable es poner el dedo sobre los labios y
 recordar nuestras bendiciones. Mientras el corazón está
 *Según Versión Moderna de la Biblia



Página 4



1 lejos de la Verdad y el Amor divinos, no podemos ocultar la
 ingratitud de las vidas estériles.


3 Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente
 de crecer en gracia, expresada en paciencia, mansedumbre,
 amor y buenas obras. Guardar los mandamien-
6 tos de nuestro Maestro y seguir su ejemplo es
 nuestra deuda justa con él y la única evidencia digna de
 nuestra gratitud por todo lo que él ha hecho. La adoración
9 exteriorizada no es suficiente de por sí para expresar gratitud
 leal y sentida, ya que él ha dicho: “Si me amáis, guardad mis
 mandamientos”.


12 La lucha habitual por ser siempre buenos es oración
 incesante. Sus motivos se manifiestan en las bendiciones que
 traen, bendiciones que, aun sin ser reconocidas con palabras
15 audibles, atestiguan que somos dignos de ser partícipes del
 Amor.


 Simplemente pedir que podamos amar a Dios nunca
18 nos hará amarlo; pero el anhelo de ser mejores y más
 santos, expresado en la vigilancia diaria y en el Vigilancia,
 esfuerzo por asimilar más del carácter divino,
21 nos moldeará y formará de nuevo, hasta que despertemos a
 Su semejanza. Alcanzamos la Ciencia del cristianismo a
 través de la demostración de la naturaleza divina; pero en
24 este mundo malvado será “vituperado vuestro bien”, y la
 paciencia tiene que traer experiencia.


 La oración audible nunca puede hacer las obras de la
27 comprensión espiritual, la cual regenera; mas la oración
 silenciosa, la vigilancia, y la obediencia devota
 nos capacitan para seguir el ejemplo de Jesús.
30 Las oraciones largas, la superstición y los credos cercenan las
 fuertes alas del amor, y revisten la religión de formas huma-
 nas. Cualquier cosa que materialice la adoración estorba el



Página 5



1 crecimiento espiritual del hombre y le impide que demuestre
 su poder sobre el error.


3 El pesar por haber obrado mal no es sino un paso hacia
 la reforma y el paso más fácil de todos. El próximo y gran
 paso requerido por la sabiduría es la prueba de Pesar y
6 nuestra sinceridad, a saber, la reforma. Con este reforma
 fin somos puestos bajo el peso de las circunstancias. La
 tentación nos incita a repetir la falta, y la congoja viene como
9 resultado de lo que se ha hecho. Así será siempre, hasta que
 aprendamos que no hay descuento en la ley de la justicia y
 que tenemos que pagar hasta “el último cuadrante”. Con
12 la medida que medís “os volverán a medir”, y estará llena
 “y rebosando”.


 Santos y pecadores reciben su pleno galardón, pero no
15 siempre en este mundo. Los seguidores de Cristo bebieron
 su copa. La ingratitud y la persecución la llenaron hasta
 el borde; pero Dios derrama las riquezas de Su amor en el
18 entendimiento y los afectos, dándonos fuerzas de acuerdo con
 nuestra necesidad actual. Los pecadores florecen “como laurel
 verde”; pero, mirando más lejos, el Salmista pudo ver su fin:
21 la destrucción del pecado por medio del sufrimiento.


 La oración no ha de ser utilizada como una confesión para
 cancelar el pecado. Tal error impediría la verdadera religión.
24 El pecado es perdonado sólo en la medida en que Cancelación
 es destruido por el Cristo, la Verdad y la Vida.


 Si la oración nutre la creencia de que el pecado
27 es cancelado, y que el hombre se vuelve mejor meramente por
 orar, la oración es un mal. Empeora quien continúa en el
 pecado porque se imagina que ha sido perdonado.


30 Un apóstol dice que el Hijo de Dios [Cristo] vino para “des­
 hacer las obras del diablo”. Debiéramos seguir a Lo diabólico
 nuestro Ejemplo divino, y buscar la destrucción destruido
33 de todas las obras malévolas, el error y la enfermedad incluidos.



Página 6



1 No podemos evadir la penalidad que corresponde al pecado.
 Las Escrituras dicen que si negamos al Cristo, “él también
3 nos negará”.


 El Amor divino corrige y gobierna al hombre. Los
 hombres pueden perdonar, pero sólo este Principio divino
6 reforma al pecador. Dios no está separado de
 la sabiduría que concede. Tenemos que aprove-
 char al máximo los talentos que Él nos da. Apelar a Él para
9 que perdone nuestro trabajo mal hecho o que dejamos sin
 hacer, implica la vana suposición de que nada tenemos que
 hacer sino pedir perdón, y que después quedaremos libres
12 para repetir la falta.


 Causar sufrimiento como resultado del pecado es el medio
 para destruir el pecado. Todo supuesto placer en el pecado
15 proporcionará más de su equivalente de dolor, hasta que la
 creencia en la vida material y en el pecado sea destruida. Para
 alcanzar el cielo, la armonía del ser, tenemos que comprender
18 el Principio divino del ser.


 “Dios es Amor”. Más que esto no podemos pedir, más
 arriba no podemos mirar, más lejos no podemos ir. Suponer
21 que Dios perdona o castiga el pecado, según sea Misericordia
 solicitada o no Su misericordia, es malentender sin parcialidad
 el Amor y hacer de la oración la válvula de escape para el
24 mal obrar.


 Jesús exponía y reprendía el pecado antes de echarlo
 fuera. De una mujer enferma dijo que Satanás la había atado,
27 y a Pedro le dijo: “Me eres tropiezo”. Vino a
 enseñar y a mostrar a los hombres cómo destruir divina
 el pecado, la enfermedad y la muerte. Del árbol que no da
30 fruto, dijo: “Es cortado”.


 Muchos creen que cierto magistrado, que vivió en la
 época de Jesús, dejó este registro: “Su reprensión es temible”.
33 El lenguaje enérgico de nuestro Maestro confirma esta
 descripción.



Página 7



1 La única frase cortés que tenía para el error era: “¡Quítate
 de delante de mí, Satanás!” Otra evidencia aún más conclu-
3 yente de que la reprensión de Jesús era aguda y penetrante se
 halla en sus propias palabras, que mostraban la necesidad de
 tan enérgica expresión, cuando echaba fuera los demonios y
6 sanaba a los enfermos y a los pecadores. La renuncia al error
 priva al sentido material de sus falsas pretensiones.


 La oración audible es impresionante; da al pensamiento
9 solemnidad y elevación momentáneas. Pero ¿produce algún
 beneficio duradero? Profundizando en estas
 cosas, hallamos que “un celo... no conforme a
12 ciencia” ocasiona una reacción desfavorable al crecimiento
 espiritual, a la resolución sobria y a la percepción sana de los
 requerimientos de Dios. Los motivos de la oración verbal tal
15 vez abarquen demasiado amor por los aplausos como para
 inducir o alentar el sentimiento cristiano.


 La sensación física, no el Alma, produce el éxtasis y la
18 emoción materiales. Si el sentido espiritual siempre guiara
 a los hombres, surgirían de los momentos
 extá­ticos una experiencia más elevada y una
21 vida mejor, con abnegación más devota y pureza. Ventilar los
 sentimientos fervorosos de satisfacción propia nunca hace a
 un cristiano. Dios no es influenciado por el hombre. El
24 “oído divino” no es un nervio auditivo. Es la Mente que todo
 lo oye y todo lo sabe, para quien cada necesidad del hombre
 es siempre conocida y por quien será satisfecha.


27 El peligro de la oración es que puede meternos en tenta-
 ción. Debido a ella es posible que nos volvamos hipócritas
 involuntarios, expresando deseos que no son
30 reales y consolándonos en medio del pecado


 con el recuerdo de que hemos orado al res-
 pecto, o que tenemos la intención de pedir perdón algún día.
33 La hipocresía es fatal para la religión.



Página 8



1 Una oración verbosa puede producir una sensación
 apacible de justificación propia, aunque hace del pecador un
3 hipócrita. Nunca necesitamos desesperar por un corazón
 honesto; pero hay poca esperanza para aquellos que se
 enfrentan sólo espasmódicamente con su maldad y luego
6 buscan ocultarla. Sus oraciones son índices que no corres-
 ponden con sus caracteres. Mantienen una confraternidad
 secreta con el pecado, y Jesús dijo que tales exteriorizaciones
9 eran “semejantes a sepulcros blanqueados... llenos... de toda
 inmundicia”.


 Si un hombre, aunque aparentemente fervoroso y entre-
12 gado a la oración, es impuro y por tanto insincero, ¿cuál debe
 de ser el comentario acerca de él? Si alcanzara
 la excelsitud de su oración, no habría ocasión
15 para comentarios. Si sentimos la aspiración, la humildad, la
 gratitud y el amor que nuestras palabras expresan, esto Dios
 lo acepta; y es sabio no tratar de engañarnos ni a nosotros
18 mismos ni a los demás, porque “nada hay encubierto, que no
 haya de ser manifestado”. Las profesiones de fe y las oracio-
 nes audibles son como la caridad en cierto aspecto: cubren
21 “multitud de pecados”. Orar para tener humildad, cualquiera
 sea el fervor de la expresión, no siempre significa que se la
 desea. Si damos la espalda a los pobres, no estamos prepara-
24 dos para recibir la recompensa de Aquel que bendice a los
 pobres. Confesamos tener un corazón muy malvado, y
 pedimos que nos sea puesto al descubierto, pero ¿no sabemos
27 ya más de este corazón de lo que estamos dispuestos a dejar
 que vea nuestro prójimo?


 Debiéramos examinarnos a nosotros mismos para saber
30 cuáles son los afectos y propósitos del corazón, porque sólo de
 este modo podemos saber lo que honestamente Escudriñando
 somos. Si un amigo nos informa de una falta,
33 ¿escuchamos pacientemente la reprensión y damos crédito a
 lo que se dice? ¿No damos más bien gracias porque no somos



Página 9



1 “como los otros hombres”? Durante muchos años la autora
 ha estado muy agradecida por las reprensiones merecidas.
3 Lo malo está en la censura inmerecida, en la falsedad que no
 hace ningún bien a nadie.


 La prueba de toda oración yace en la respuesta a estas
6 preguntas: ¿Amamos mejor a nuestro prójimo debido a este
 ruego? ¿Seguimos con el viejo egoísmo, satisfe-
 chos con haber orado por algo mejor, aunque no de la aspiración
9 aportemos evidencia de la sinceridad de nuestras peticiones
 viviendo coherentemente con nuestra oración? Si el egoísmo
 ha dado lugar a la bondad, consideraremos sin egoísmo a
12 nuestro prójimo, y bendeciremos a los que nos maldicen;
 pero nunca cumpliremos con este gran deber simplemente
 pidiendo que así sea hecho. Hay una cruz que tomar antes de
15 que podamos gozar de los frutos de nuestra esperanza y
 nuestra fe.


 ¿Amas “al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
18 tu alma, y con toda tu mente”? Este mandato incluye mucho,
 hasta la renuncia a toda sensación, afecto y
 adoración meramente materiales. Este es El
21 Dorado del cristianismo. Entraña la Ciencia de la Vida
 y reconoce sólo el control divino del Espíritu, en el cual el
 Alma es nuestro amo, y el sentido material y la voluntad
24 humana no tienen lugar.


 ¿Estáis dispuestos a dejar todo por el Cristo, por la Verdad,
 y así ser contados entre los pecadores? ¡No! ¿Deseáis real-
27 mente lograr este punto? ¡No! ¿Por qué enton-
 ces hacer largas oraciones al respecto y pedir
 ser cristianos, ya que no tenéis interés en seguir las huellas de
30 nuestro amado Maestro? Si no estáis dispuestos a seguir su
 ejemplo, ¿por qué orar con los labios para ser partícipes de su
 naturaleza? La oración coherente es el deseo de hacer el bien.



Página 10



1 La oración significa que deseamos andar, y que andaremos,
 en la luz mientras la recibamos, aun con huellas sangrientas,
3 y que esperando pacientemente en el Señor, dejaremos que
 nuestros verdaderos deseos sean recompensados por Él.


 El mundo tiene que crecer hasta la comprensión espiritual
6 de la oración. Si somos lo suficientemente buenos como para
 sacar provecho de la copa de pesares terrenales de Jesús,
 Dios nos sostendrá en estos pesares. Hasta que no estemos
9 así divinamente calificados y dispuestos a beber su copa,
 millones de vanas repeticiones jamás derramarán sobre la
 oración la unción del Espíritu en demostración de poder y
12 “con las señales que la [siguen]”. La Ciencia Cristiana revela la
 necesidad de vencer el mundo, la carne y el mal, y de destruir
 así todo error.


15 Buscar no es suficiente. Es esforzarnos lo que nos capacita
 para entrar. Los logros espirituales abren la puerta a una
 comprensión más elevada de la Vida divina.


18 Una de las formas de adoración en el Tíbet consiste en
 llevar una máquina de rezar por las calles, y detenerse en las
 puertas para ganar un penique desgranando
21 una oración. Mas la vanguardia del progreso
 ha pagado por el privilegio de la oración el precio de la
 persecución.


24 La experiencia nos enseña que no siempre recibimos las
 bendiciones que pedimos en la oración. Hay cierta interpreta-
 ción equivocada acerca del origen y los medios


27 de toda bondad y bienaventuranza, o cierta-
 mente recibiríamos aquello que pedimos. Las Escrituras dicen:
 “Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros
30 deleites”. Aquello que deseamos y pedimos no es siempre lo
 que más nos conviene recibir. En este caso el Amor infinito no
 otorgará la petición. ¿Pides a la sabiduría que sea misericor-
33 diosa y que no castigue el pecado? Entonces “[pides] mal”.



Página 11



1 Sin castigo, el pecado se multiplicaría. La oración de Jesús:
 “Perdónanos nuestras deudas” especificó también los térmi-
3 nos del perdón. Cuando perdonó a la mujer adúltera le dijo:
 “Vete, y no peques más”.


 A veces un magistrado remite la pena, pero puede que
6 esto no sea un beneficio moral para el criminal y, a lo sumo,
 sólo salva al criminal de una forma de castigo.
 La ley moral, que tiene el derecho de absolver o de la pena
9 condenar, siempre exige restitución antes que los mortales
 puedan subir “más arriba”. El quebrantamiento de la ley trae
 el castigo con el fin de imponer este progreso.


12 El mero perdón jurídico (y no hay otro, porque el
 Principio divino jamás perdona nuestros pecados o equivoca-
 ciones hasta que son corregidos) deja al trasgre-
15 sor libre para repetir la falta, si en verdad ya no aniquila


 ha sufrido lo suficiente por el vicio como para
 darle la espalda con aversión. La Verdad no concede perdón
18 al error, sino que lo borra de la manera más eficaz. Jesús
 sufrió por nuestros pecados, no para anular la sentencia
 divina por el pecado de un individuo, sino porque el pecado
21 trae sufrimiento inevitable.


 Las peticiones traen a los mortales sólo los resultados
 de la propia fe de los mortales. Sabemos que un deseo de
24 santidad es un requisito para ganar la santidad; Deseo de
 pero si deseamos la santidad por encima de
 todo lo demás, sacrificaremos todo por ella. Tenemos que
27 estar dispuestos a hacer esto, para que podamos andar con
 seguridad por el único camino práctico hacia la santidad.
 La oración no puede cambiar la Verdad inalterable, ni
30 puede la oración sola darnos una comprensión de la Verdad;
 mas la oración, unida a un deseo ferviente y habitual de
 conocer y de hacer la voluntad de Dios, nos traerá a toda la
33 Verdad. Tal deseo tiene poca necesidad de la expresión
 audible. Se expresa mejor en el pensamiento y en la vida.



Página 12



1 “La oración de fe salvará al enfermo”, dicen las Escrituras.
 ¿Qué es esta oración sanadora? Una mera petición de que
3 Dios sane a los enfermos no tiene poder para
 ganar más de la presencia divina de lo que está los enfermos
 siempre a mano. El efecto beneficioso de tal oración por los
6 enfermos está en la mente humana, haciéndola obrar más
 poderosamente sobre el cuerpo por medio de una fe ciega en
 Dios. Esto, sin embargo, es una creencia que echa fuera otra,
9 una creencia en lo desconocido que echa fuera una creencia
 en la enfermedad. No es ni la Ciencia ni la Verdad lo que
 obra mediante la creencia ciega, ni es la comprensión humana
12 del Principio divino sanador como era manifestado en Jesús,
 cuyas oraciones humildes eran declaraciones profundas y
 concienzudas de la Verdad, de la semejanza del hombre con
15 Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor.


 La oración a un Dios corpóreo afecta a los enfermos
 como un medicamento, el cual no tiene eficacia propia, sino
18 que pide prestado su poder a la fe y a la creencia humanas.
 El medicamento no hace nada, porque no tiene inteligencia.
 Es una creencia mortal, no el Principio o el Amor divinos, lo
21 que causa que un medicamento sea aparentemente venenoso
 o sanativo.


 La costumbre corriente de orar por el restablecimiento de
24 los enfermos encuentra ayuda en la creencia ciega, mientras
 que la ayuda debiera venir de la comprensión iluminada. Los
 cambios en las creencias pueden seguir indefinidamente,
27 pero ellos son la mercancía del pensamiento humano, y no el
 producto de la Ciencia divina.


 ¿Interviene la Deidad en favor de cierto adorador, y no
30 ayuda a otro que ofrece la misma medida de oración? Si los
 enfermos se restablecen porque oran o porque
 se ora por ellos audiblemente, sólo los que


33 piden (per se o por delegado) debieran sanarse.
 En la Ciencia divina, donde las oraciones son mentales,



Página 13



1 todos pueden aprovechar a Dios como “pronto auxilio en
 las tribulaciones”. El Amor es imparcial y universal en su
3 adaptación y en sus concesiones. Es la fuente abierta que
 exclama: “A todos los sedientos: Venid a las aguas”.


 En la oración en público a menudo vamos más allá de
6 nuestras convicciones, más allá del punto de vista honesto
 del deseo ferviente. Si no anhelamos en secreto Exagera­ciones
 y no luchamos abiertamente por lograr todo lo en público
9 que pedimos, nuestras oraciones son “vanas repeticiones”,
 tales como las que usan los gentiles. Si nuestras peticiones
 son sinceras, nos esforzamos por lo que pedimos; y nuestro
12 Padre, que ve en lo secreto, nos recompensará abiertamente.
 ¿Puede la mera expresión pública de nuestros deseos incre-
 mentarlos? ¿Ganamos el oído omnipotente más pronto
15 mediante palabras que mediante pensamientos? Aunque la
 oración sea sincera, Dios conoce nuestra necesidad antes de
 que se la digamos a Él o a nuestros semejantes. Si abrigamos
18 el deseo honesta y callada y humildemente, Dios lo bende-
 cirá, y correremos menos riesgo de abrumar nuestras aspira-
 ciones verdaderas con un torrente de palabras.


21 Si oramos a Dios como a una persona corpórea, esto nos
 impedirá renunciar a las dudas y temores humanos que
 acompañan tal creencia, y así no podemos captar La ignorancia
24 las maravillas elaboradas por el Amor infinito e
 incorpóreo, para quien todas las cosas son posibles. Debido
 a la ignorancia humana acerca del Principio divino, el Amor,
27 el Padre de todos es representado como un creador corpóreo;
 por esto los hombres se reconocen a sí mismos como mera-
 mente físicos, y son ignorantes acerca del hombre como
30 imagen o reflejo de Dios, y de la existencia incorpórea y
 eterna del hombre. El mundo del error es ignorante acerca del
 mundo de la Verdad —está ciego a la realidad de la existen-
33 cia del hombre— porque el mundo de lo sensorio no tiene
 conocimiento de que la vida está en el Alma, no en el cuerpo.



Página 14



1 Si estamos sensoriamente con el cuerpo y consideramos
 la omnipotencia como una persona corpórea y material cuyo
3 oído quisiéramos ganar, no estamos “ausentes
 del cuerpo” y “presentes con el Señor”* en la
 demostración del Espíritu. No podemos “servir a dos seño-
6 res”. Estar “presentes con el Señor”* es tener, no meros
 éxtasis emotivo o fe, sino la real demostración y comprensión
 de la Vida como son reveladas en la Ciencia Cristiana. Estar
9 “con el Señor” es obedecer la ley de Dios, estar gobernados
 absolutamente por el Amor divino, por el Espíritu, no por la
 materia.


12 Toma consciencia por un solo momento de que la Vida
 y la inteligencia son puramente espirituales —ni están en la
 materia ni son de ella— y el cuerpo entonces no Consciencia
15 proferirá ninguna queja. Si estás sufriendo por espirituali­zada
 una creencia en la enfermedad, repentinamente te encontra-
 rás bien. El pesar se convierte en gozo cuando el cuerpo es
18 controlado por la Vida, la Verdad y el Amor espirituales. De
 ahí la esperanza que concede la promesa de Jesús: “El que en
 mí cree, las obras que yo hago, él las hará también;... porque
21 yo voy al Padre”, —[porque el Ego está ausente del cuerpo
 y presente con la Verdad y el Amor]. La Oración del Señor
 (el Padre Nuestro) es la oración del Alma, no del sentido
24 material.


 Enteramente separada de la creencia y el sueño de la
 vida material, está la Vida divina, revelando la comprensión
27 espiritual y la consciencia del señorío del hombre sobre
 toda la tierra. Esta comprensión echa fuera el error y sana
 a los enfermos, y con ella puedes hablar “como quien tiene
30 autoridad”.


 “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta,
 *Según Versión Moderna de la Biblia



Página 15



1 ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
 secreto te recompensará en público”.


3 Así habló Jesús. El aposento simboliza el santuario del
 Espíritu, cuya puerta se cierra al sentido pecaminoso mas deja
 entrar la Verdad, la Vida y el Amor. Cerrada para Santuario
6 el error, está abierta para la Verdad, y viceversa. espiritual
 El Padre en secreto es invisible a los sentidos físicos, pero
 Él sabe todas las cosas y recompensa según los motivos, no
9 según el discurso. Para entrar en el corazón de la oración,
 la puerta de los sentidos que yerran tiene que estar cerrada.
 Los labios deben estar mudos y el materialismo silencioso,
12 para que el hombre pueda tener audiencia con el Espíritu,
 el Principio divino, el Amor, que destruye todo error.


 Para orar correctamente, debemos entrar en el aposento
15 y cerrar la puerta. Debemos cerrar los labios y silenciar
 los sentidos materiales. En el santuario callado Invocación
 de las aspiraciones sinceras, debemos negar el
18 pecado y declarar la totalidad de Dios. Debemos resolvernos
 a tomar la cruz, y con corazones honestos salir a trabajar y
 velar por la sabiduría, la Verdad y el Amor. Debemos “orar
21 sin cesar”. Tal oración es respondida en la medida en que
 llevemos nuestros deseos a la práctica. El mandato del
 Maestro es que oremos en secreto y dejemos que nuestras
24 vidas atestigüen nuestra sinceridad.


 Los cristianos se regocijan en belleza y abundancia
 secretas, ocultas para el mundo, pero conocidas de Dios.
27 El olvido de uno mismo, la pureza y el afecto
 son oraciones constantes. La práctica no la
 profesión, la comprensión no la creencia, ganan el oído y la
30 diestra de la omnipotencia y seguramente hacen descender
 bendiciones infinitas. Ser digno de confianza es el funda-
 mento de la fe iluminada. Sin una capacitación para la
33 santidad, no podemos recibir la santidad.



Página 16



1 Un gran sacrificio de las cosas materiales tiene que prece-
 der a este entendimiento espiritual avanzado. La oración más
3 elevada no es una de fe meramente; es demos-
 tración. Tal oración sana la enfermedad, y debe más elevada
 destruir el pecado y la muerte. Distingue entre la Verdad que
6 es impecable y la falsedad del sentido pecaminoso.


 Nuestro Maestro enseñó a sus discípulos una breve ora-
 ción, que llamamos en su honor la Oración del Señor (el Padre
9 Nuestro). Nuestro Maestro dijo: “Vosotros, pues,
 oraréis así”, y luego dio esa oración que cubre
 todas las necesidades humanas. Hay, por cierto, algunas
12 dudas entre los eruditos de la Biblia sobre si la última línea no
 fue añadida a la oración por algún copista posterior; pero esto
 no afecta el significado de la oración en sí.


15 En la frase: “Líbranos del mal”, el original dice apro-
 piadamente: “Líbranos del maligno”. Esta lectura fortalece
 nuestra comprensión científica de la petición, porque la
18 Ciencia Cristiana nos enseña que “el maligno”, o el único mal,
 no es sino otro nombre para la primera mentira y todos los
 mentirosos.


21 Sólo a medida que nos elevamos por encima de toda
 sensación material y de todo pecado, podemos alcanzar la
 celestial aspiración y consciencia espiritual que están indica-
24 das en la Oración del Señor (el Padre Nuestro) y que sanan
 instantáneamente a los enfermos.


 Permítaseme dar aquí lo que entiendo que es el sentido
27 espiritual de la Oración del Señor (el Padre Nuestro):
 Padre nuestro que estás en los cielos,


 Nuestro Padre-Madre Dios, todo-armonioso,
30 Santificado sea Tu nombre.


 Único adorable.
 Venga Tu reino.


33 Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente.



Página 17



1 Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.


 Capacítanos para saber que —como en el cielo, así


3 también en la tierra— Dios es omnipotente, supremo.
 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy;


 Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos;
6 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
 perdonamos a nuestros deudores.


 Y el Amor es reflejado en el amor;
9 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.


 Y Dios no nos mete en tentación, sino que nos libra del


 pecado, la enfermedad, y la muerte.
12 Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos
 los siglos.


 Porque Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad,


15 Amor, está sobre todo, y es Todo.





Page 18


Capítulo 2 — La expiación y la eucaristía




Pero los que son de Cristo han crucificado la carne
con sus pasiones y deseos. — Pablo.


Pues no me envió Cristo a bautizar,
sino a predicar el evangelio. — Pablo.


Porque os digo
que no beberé más del fruto de la vid,
hasta que el reino de Dios venga. — Jesús.


1 La expiación es la ejemplificación de la unidad del hombre
 con Dios, por la cual el hombre refleja la Verdad, la Vida
3 y el Amor divinos. Jesús de Nazaret enseñó y demostró la
 unidad del hombre con el Padre, y por esto le debemos
 homenaje sin fin. Su misión fue a la vez indivi-
6 dual y colectiva. Él hizo bien la obra de la vida, divina
 no sólo en justicia para consigo mismo, sino por misericordia
 para con los mortales, para mostrarles cómo hacer la de ellos,
9 pero no para hacerla por ellos ni para eximirlos de ninguna
 responsabilidad. Jesús obró osadamente, en contra de la
 evidencia acreditada de los sentidos, en contra de los credos y
12 las prácticas farisaicos, y refutó a todos los oponentes con su
 poder sanador.


 La expiación de Cristo reconcilia al hombre con Dios, no
15 a Dios con el hombre; porque el Principio divino del Cristo
 es Dios, ¿y cómo puede Dios propiciarse a Sí
 mismo? El Cristo es la Verdad, que no alcanza humana
18 más allá de sí misma. La fuente no puede elevarse más
 alto que su origen. El Cristo, la Verdad, no podía conciliar
 ninguna naturaleza por encima de la suya, derivada del



Página 19



1 Amor eterno. Fue por tanto, el propósito de Cristo reconci-
 liar al hombre con Dios, no a Dios con el hombre. El Amor
3 y la Verdad no están en guerra con la imagen y semejanza
 de Dios. El hombre no puede exceder el Amor divino, y
 así expiar por sí mismo. Ni aun el Cristo puede reconciliar
6 la Verdad con el error, porque la Verdad y el error son
 irreconciliables. Jesús ayudó a reconciliar al hombre con
 Dios dando al hombre un sentido más acertado del Amor,
9 el Principio divino de las enseñanzas de Jesús, y este sentido
 más acertado del Amor redime al hombre de la ley de la
 materia, del pecado y de la muerte, por la ley del Espíritu, la
12 ley del Amor divino.


 El Maestro no se abstuvo de decir toda la verdad, decla-
 rando precisamente lo que destruiría la enfermedad, el pecado
15 y la muerte, aunque sus enseñanzas provocaron disensión en
 las familias y trajeron a las creencias materiales no la paz, sino
 una espada.


18 Toda angustia de arrepentimiento y sufrimiento, todo
 esfuerzo de reforma, todo pensamiento bueno y obra buena,
 nos ayudarán a comprender la expiación de Jesús Arrepenti­miento
21 por el pecado, y contribuirán a su eficacia; pero eficaz
 si el pecador continúa orando y arrepintiéndose, pecando y
 lamentándolo, tiene poca parte en la expiación —en el
24 a-una-miento con Dios— porque le falta el arrepentimiento
 práctico que reforma el corazón y capacita al hombre para
 hacer la voluntad de la sabiduría. Aquellos que no pueden
27 demostrar, por lo menos en parte, el Principio divino de las
 enseñanzas y de la práctica de nuestro Maestro, no tienen
 parte en Dios. Si vivimos en desobediencia a Él, no debiéra-
30 mos sentir seguridad, pese a que Dios es bueno.


 Jesús urgió el mandamiento: “No tendrás
 dioses ajenos delante de mí”, lo que puede


33 interpretarse: No tendrás creencia de que la Vida
 es mortal; no conocerás el mal, porque hay una sola Vida,



Página 20



1 a saber, Dios, el bien. Él dio “a César lo que es de César, y
 a Dios lo que es de Dios”. Por último, él no rindió ningún
3 homenaje a formas de doctrina ni a teorías de los hombres,
 sino que actuó y habló según se sentía movido, no por
 espíritus, sino por el Espíritu.


6 Al sacerdote ritualista y al fariseo hipócrita, Jesús dijo:
 “Los publicanos y las rameras van delante de vosotros al
 reino de Dios”. La historia de Jesús hizo un nuevo calendario
9 que llamamos la era cristiana; pero él no estableció adoración
 ritualista alguna. Sabía que los hombres pueden ser bauti-
 zados, participar de la eucaristía, apoyar al clero, observar
12 el día de reposo, hacer largas oraciones y, sin embargo, ser
 sensuales y pecaminosos.


 Jesús sobrellevó nuestras flaquezas; conocía el error de la
15 creencia mortal, y “por sus llagas [el rechazo del error]
 nosotros sanamos”.* “Despreciado y desechado Ejemplo
 entre los hombres”, devolviendo bendiciones
18 por maldiciones, enseñó a los mortales lo opuesto de ellos
 mismos, o sea, la naturaleza de Dios; y cuando el error sintió
 el poder de la Verdad, el azote y la cruz esperaban al gran
21 Maestro. Sin embargo, no se desvió de su camino, sabiendo
 bien que obedecer el mandato divino y confiar en Dios,
 ahorra desandar lo andado y recorrer de nuevo el sendero
24 que va del pecado a la santidad.


 La creencia material es lenta en reconocer lo que la
 realidad espiritual implica. La verdad es el centro de toda
27 religión. Ella ordena una segura entrada al reino Precepto
 del Amor. San Pablo escribió: “Despojémonos
 de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
30 paciencia la carrera que tenemos por delante”; esto es, ponga-
 mos a un lado el yo y el sentido materiales, y busquemos el
 Principio y la Ciencia divinos de toda curación.
 *Según Versión Moderna de la Biblia



Página 21



1 Si la Verdad está venciendo el error en tu andar y conver-
 sación diarios, finalmente puedes decir: “He peleado la buena
3 batalla... he guardado la fe”, porque eres un
 hombre mejor. Esto es tener nuestra parte en el moral
 a-una-miento con la Verdad y el Amor. Los cristianos no
6 continúan laborando y orando con la expectativa de que
 gracias a la bondad, el sufrimiento y el triunfo de otro,
 alcanzarán la armonía y la recompensa de este.


9 Si el discípulo está avanzando espiritualmente, está
 esforzándose por entrar. Se aparta constantemente del
 sentido material y mira hacia las cosas imperecederas del
12 Espíritu. Si es honesto, será fervoroso desde el comienzo y
 ganará un poco cada día en la dirección correcta, hasta que
 al fin acabe su curso con gozo.


15 Si mis amigos van a Europa, mientras voy rumbo a
 California, no estamos viajando juntos. Tenemos horarios
 distintos que consultar, rutas diferentes que
18 seguir. Nuestros caminos han divergido desde inarmónicos
 la salida misma, y tenemos poca oportunidad de ayudarnos
 los unos a los otros. Por el contrario, si mis amigos siguen
21 mi curso, tenemos las mismas guías ferroviarias, y nuestros
 intereses mutuos son idénticos; o, si sigo su itinerario, me
 ayudan, y nuestro compañerismo puede continuar.


24 Al simpatizar con la materia, el hombre mundano está a
 las órdenes del error y se sentirá atraído hacia el error.
 Es como un viajero que va hacia el oeste en un
27 viaje de placer. La compañía es fascinante y los zigzagueante
 placeres, excitantes. Después de seguir el sol durante seis días,
 se vuelve hacia el este en el séptimo, satisfecho con sólo imagi-
30 narse que su rumbo impreciso va en la dirección correcta.
 Poco después, avergonzado de su curso zigzagueante,



Página 22



1 quisiera pedir prestado el pasaporte a algún peregrino más
 sabio, pensando que con la ayuda de este, encontrará y
3 seguirá el buen camino.


 Si oscilamos como un péndulo entre el pecado y la
 esperanza de perdón —mientras el egoísmo y la sensualidad
6 causan constantes retrocesos— nuestro progreso Retrogradación
 moral será lento. Al despertar a las exigencias
 del Cristo, los mortales experimentan sufrimiento. Esto los
9 obliga, como a quienes se están ahogando, a hacer esfuerzos
 vigorosos por salvarse; y por medio del precioso amor del
 Cristo, estos esfuerzos son coronados con el éxito.


12 “Ocupaos en vuestra salvación”, es la exigencia de la Vida
 y el Amor, porque para este fin Dios obra con vosotros.
 “¡Negociad entre tanto que vengo!” Aguarda tu Aguarda
15 recompensa, y “no os canséis de hacer bien”.
 Si tus esfuerzos son acosados por situaciones atemorizantes y
 no recibes recompensa inmediata, no vuelvas al error, ni te
18 tornes perezoso en la carrera.


 Cuando el humo de la batalla se disipe, discernirás el bien
 que has hecho, y recibirás de acuerdo con tu merecimiento.
21 El Amor no se apresura a librarnos de la tentación, porque el
 propósito del Amor es que seamos probados y purificados.


 La liberación final del error, por la cual nos regocijamos
24 en la inmortalidad, la libertad ilimitada y el sentido sin
 pecado, no se alcanza por senderos de flores ni La redención
 ligando nuestra fe sin obras al esfuerzo vicario. no viene


27 Quienquiera que crea que la ira es justa o que la
 divinidad es apaciguada por el sufrimiento humano, no
 comprende a Dios.


30 La justicia requiere la reforma del pecador. La misericor-
 dia cancela la deuda solamente cuando la justicia lo aprueba.
 La venganza es inadmisible. La ira que sólo está apaciguada



Página 23



1 no está destruida, sino parcialmente consentida. La sabiduría
 y el Amor pueden requerir muchos sacrificios del yo para
3 salvarnos del pecado. Un solo sacrificio, por
 grande que sea, es insuficiente para pagar la
 deuda del pecado. La expiación requiere la constante inmo-
6 lación del yo por parte del pecador. Que la ira de Dios se
 desahogara sobre Su Hijo amado es divinamente innatural.
 Tal teoría es hecha por los hombres. La expiación es un
9 problema difícil en la teología, pero su explicación científica
 es que el sufrimiento es un error del sentido pecaminoso que
 la Verdad destruye, y que finalmente tanto el pecado como el
12 sufrimiento caerán a los pies del Amor eterno.


 La tradición rabínica decía: “Aquel que acepte una sola
 doctrina, firme en la fe, tiene el Espíritu Santo morando en
15 él”. Esta prédica recibe una fuerte reprensión
 en las Escrituras: “La fe sin obras está muerta”. y fe
 La fe, si es mera creencia, es como un péndulo que oscila
18 entre nada y algo, sin tener fijeza. La fe, avanzada hasta la
 comprensión espiritual, es la evidencia obtenida del Espíritu,
 que reprende toda clase de pecado y establece las reivindica-
21 ciones de Dios.


 En hebreo, en griego, en latín y en inglés, fe y las palabras
 correspondientes tienen estas dos definiciones: estar lleno de
24 confianza y ser digno de confianza. Una clase
 de fe confía a otros el bienestar propio. La otra mismo y


 clase de fe comprende el Amor divino y cómo
27 ocuparse de la propia “salvación con temor y temblor”.
 “¡Creo; ayuda mi incredulidad!” expresa la impotencia de
 una fe ciega; mientras que el mandato: “¡Cree... y serás salvo!”
30 exige una fe en uno mismo digna de confianza, que incluye la
 comprensión espiritual y confía todo a Dios.


 El verbo hebreo creer significa también ser firme o ser



Página 24



1 constante. Esto por cierto se aplica a la Verdad y al Amor
 comprendidos y practicados. La firmeza en el error nunca
3 nos salvará del pecado, la enfermedad y la muerte.


 El conocimiento de los textos originales, y la disposición
 para abandonar las creencias humanas (establecidas por
6 jerarquías e instigadas a veces por las peores
 pasiones de los hombres), abren el camino para sanadoras


 que la Ciencia Cristiana sea comprendida, y
9 hacen de la Biblia la carta de navegación de la vida, donde las
 boyas y las corrientes sanadoras de la Verdad están señaladas.


 Aquel a quien “el brazo del Señor” sea revelado creerá
12 nuestro mensaje, y se elevará a una renovación de vida con
 regeneración. Esto es tener parte en la expiación; Cambios
 esta es la comprensión, en la cual Jesús sufrió y radicales
15 triunfó. No está lejos el momento en que los puntos de vista
 teológicos comunes respecto a la expiación experimentarán
 un gran cambio, un cambio tan radical como el que se ha
18 efectuado en las opiniones populares sobre la predestinación
 y el castigo futuro.


 ¿Considera la teología erudita que la crucifixión de Jesús
21 fue principalmente para proporcionar un perdón fácil a todos
 los pecadores que lo pidan y estén dispuestos a Propósito de
 ser perdonados? ¿Encuentra el espiritismo que la crucifixión
24 la muerte de Jesús fue necesaria sólo para la presentación del
 Jesús material después de la muerte, como una prueba de que
 los espíritus pueden volver a la tierra? Entonces debemos
27 disentir de ambos.


 La eficacia de la crucifixión yació en el afecto y la bondad
 prácticos que demostró para la humanidad. La verdad había
30 sido vivida entre los hombres; pero hasta que no vieron que
 capacitaba a su Maestro para triunfar sobre la tumba, sus
 propios discípulos no pudieron admitir que tal aconteci-
33 miento fuera posible. Después de la resurrección, hasta el



Página 25



1 incrédulo Tomás tuvo que reconocer cuán completa fue la
 gran prueba de la Verdad y el Amor.


3 La esencia espiritual de la sangre es el sacrificio. La
 eficacia de la ofrenda espiritual de Jesús es infinitamente
 mayor de lo que se puede expresar por nuestro Carne y
6 sentido de la sangre humana. La sangre mate-


 rial de Jesús no fue más eficaz para limpiar del
 pecado cuando se derramó en el “madero maldito”, que
9 cuando corría por sus venas al estar diariamente en los
 negocios de su Padre. Su carne y sangre verdaderas eran su
 Vida; y en verdad comen su carne y beben su sangre los que
12 participan de esa Vida divina.


 Jesús enseñó el camino de la Vida por medio de la
 demostración, para que pudiéramos comprender cómo este
15 Principio divino sana a los enfermos, echa fuera Triunfo
 el error y triunfa sobre la muerte. Jesús presentó efectivo
 el ideal de Dios mejor de lo que podría hacerlo cualquier
18 hombre cuyo origen fuera menos espiritual. Por su obedien-
 cia a Dios, él demostró más espiritualmente que todos los
 demás el Principio del ser. De ahí la fuerza de su admoni-
21 ción: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.


 Aunque demostraba su control sobre el pecado y la
 enfermedad, el gran Maestro de ningún modo eximió a los
24 demás de dar las pruebas indispensables de su propia piedad.
 Trabajó para guiarlos, a fin de que pudiesen demostrar este
 poder como él lo hizo y comprender el Principio divino de
27 este poder. Una fe implícita en el Maestro y todo el amor
 emocional que podamos concederle, jamás nos harán por sí
 solos sus imitadores. Tenemos que ir y hacer lo mismo, de lo
30 contrario, no estamos aprovechando al máximo las grandes
 bendiciones por las que nuestro Maestro trabajó y sufrió para
 concedernos. La divinidad del Cristo fue manifestada en la
33 humanidad de Jesús.



Página 26



1 Aun cuando adoramos a Jesús, y el corazón rebosa de
 gratitud por lo que hizo por los mortales —caminando a solas
3 por su sendero de amor hasta el trono de gloria, Experiencia
 en silenciosa agonía explorando el camino para individual
 nosotros— pese a ello, Jesús no nos ahorra ni una sola
6 experiencia individual, si seguimos fielmente sus mandatos;
 y todos tienen que beber la copa del doloroso esfuerzo en
 proporción a su demostración del amor de Jesús, hasta que
9 todos son redimidos a través del Amor divino.


 El Cristo era el Espíritu al que Jesús aludió en sus propias
 declaraciones: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”; “Yo y
12 el Padre uno somos”. Este Cristo, o divinidad
 del hombre Jesús, era su naturaleza divina, la
 santidad que lo animaba. La Verdad, la Vida y el Amor divi­
15 nos le daban a Jesús autoridad sobre el pecado, la enfermedad
 y la muerte. Su misión fue revelar la Ciencia del ser celestial,
 comprobar lo que Dios es y lo que Él hace por el hombre.


18 Un músico demuestra la belleza de la música que enseña
 a fin de mostrar al alumno la manera de aprenderla, tanto por
 la práctica como por el precepto. La enseñanza Prueba en
21 y la práctica de la Verdad realizadas por Jesús
 entrañaban tal sacrificio que nos obligan a admitir que el
 Principio de estas era el Amor. Este fue el precioso signifi-
24 cado de la carrera impecable de nuestro Maestro y de su
 demostración de poder sobre la muerte. Él comprobó
 mediante sus obras que la Ciencia Cristiana destruye la
27 enfermedad, el pecado y la muerte.


 Nuestro Maestro no enseñó una mera teoría, doctrina
 o creencia. Fue el Principio divino de todo ser real lo que
30 enseñó y practicó. Su prueba del cristianismo no fue una
 forma o un sistema de religión y adoración, sino la Ciencia
 Cristiana, resolviendo la armonía de la Vida y el Amor.



Página 27



1 Jesús envió un mensaje a Juan el Bautista, cuya intención
 era comprobar fuera de toda duda que el Cristo había
3 venido: “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los
 ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los
 sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es
6 anunciado el evangelio”. En otras palabras: Decid a Juan lo
 que es la demostración del poder divino, e inmediatamente
 percibirá que Dios es el poder en la obra mesiánica.


9 Jesús comprobó que la Vida es Dios mediante su reapari-
 ción después de la crucifixión, en estricta conformidad con
 su declaración científica: “Destruid este templo Templo
12 [el cuerpo], y en tres días [Yo, el Espíritu] lo
 levantaré”. Es como si hubiera dicho: El Yo —la Vida, la
 sustancia y la inteligencia del universo— no está en la mate-
15 ria para ser destruido.


 Las parábolas de Jesús explican que la Vida jamás se
 mezcla con el pecado y la muerte. Él puso el hacha de la
18 Ciencia a la raíz del conocimiento material, para que estu-
 viera lista para derribar la falsa doctrina del panteísmo: que
 Dios, o la Vida, está en la materia o procede de ella.


21 Jesús envió una vez setenta discípulos, pero sólo once
 dejaron registros históricos deseables. La tradición le atri-
 buye otros doscientos o trescientos discípulos
24 que no dejaron nombre. “Muchos son llama-
 dos, y pocos escogidos”. Ellos cayeron de la gracia porque
 nunca comprendieron verdaderamente la instrucción de su
27 Maestro.


 ¿Por qué aquellos que profesan seguir a Cristo rechazan
 la religión esencial que vino a establecer? Los perseguidores
30 de Jesús dirigieron su ataque más fuerte precisamente contra
 este punto. Se esforzaron por mantenerlo a merced de la
 materia y matarlo de acuerdo con ciertas supuestas leyes
33 materiales.



Página 28



1 Los fariseos pretendían conocer y enseñar la voluntad
 divina, pero sólo obstaculizaban el éxito de la misión de Jesús.
3 Incluso muchos de sus alumnos le obstruían el Ayuda y
 camino. Si el Maestro no hubiera tenido ningún estorbo
 alumno ni enseñado las realidades no visibles de Dios, no
6 hubiera sido crucificado. La determinación de mantener el
 Espíritu en las garras de la materia es el perseguidor de la
 Verdad y el Amor.


9 Aun cuando se respete todo lo que es bueno en la Iglesia
 o fuera de ella, la consagración al Cristo tiene que ver más
 con la demostración que con la profesión. Honradamente,
12 no podemos aferrarnos a creencias ya superadas; y compren-
 der más acerca del Principio divino del Cristo imperecedero,
 nos capacita para sanar a los enfermos y triunfar sobre el
15 pecado.


 Ni el origen, el carácter, ni la obra de Jesús, fueron gene-
 ralmente comprendidos. Ni una sola parte constitutiva de su
18 naturaleza fue juzgada con acierto por el mundo Conceptos
 material. Ni siquiera su justicia y pureza impi-
 dieron que los hombres dijeran: Es un comilón y amigo de
21 los impuros, y Beelzebú es su patrón.


 ¡Recuerda, tú, mártir cristiano, que es suficiente si se te
 halla digno de desatar las sandalias de tu Maestro! Suponer
24 que la persecución por causa de la justicia perte-
 nece al pasado, y que hoy el cristianismo está en se prolonga
 paz con el mundo porque es honrado por sectas y sociedades,
27 es equivocar la naturaleza misma de la religión. El error se
 repite a sí mismo. Los desafíos enfrentados por los profetas,
 discípulos y apóstoles, “de los cuales el mundo no era digno”,
30 esperan, en alguna forma, a todo pionero de la verdad.


 Hay demasiado valor animal en la sociedad y no



Página 29



1 suficiente valor moral. Los cristianos tienen que tomar
 las armas contra el error en el hogar y fuera de él. Tienen
3 que combatir el pecado en sí mismos y en los
 demás, y continuar esta guerra hasta que hayan cristiana
 acabado su curso. Si mantienen la fe, tendrán la corona de
6 regocijo.


 La experiencia cristiana enseña a tener fe en lo correcto
 y a no creer en lo incorrecto. Nos ordena trabajar con
9 mayor celo en tiempos de persecución, porque entonces
 nuestra labor es más necesaria. Grande es la recompensa del
 sacrificio propio, aunque quizás nunca la recibamos en este
12 mundo.


 Hay una tradición que dice que Publio Léntulo escribió a
 las autoridades en Roma: “Los discípulos de Jesús creen que
15 él es el Hijo de Dios”. Aquellos instruidos en la La Paterni­dad
 Ciencia Cristiana han alcanzado la gloriosa
 percepción de que Dios es el único autor del hombre. La
18 Virgen‐madre concibió esta idea de Dios, y le dio a su ideal el
 nombre de Jesús, es decir, Josué, o Salvador.


 La iluminación del sentido espiritual de María silenció la
21 ley material y su orden de generación, y dio a luz a su hijo por
 la revelación de la Verdad, demostrando a Dios Concepción
 como el Padre de los hombres. El Espíritu Santo, espiritual
24 o Espíritu divino, cubrió con su sombra el sentido puro de la
 Virgen‐madre con el pleno reconocimiento de que el ser es
 Espíritu. El Cristo siempre moró como una idea en el seno
27 de Dios, el Principio divino del hombre Jesús, y la mujer
 percibió esta idea espiritual, aunque al principio levemente
 desarrollada.


30 El hombre como vástago de Dios, como la idea del
 Espíritu, es la evidencia inmortal de que el Espíritu es armo-
 nioso y el hombre es eterno. Jesús fue el vástago de la



Página 30



1 consciente comunión que María tuvo de sí misma con Dios.
 De ahí que él pudo dar una idea más espiritual de la vida que
3 otros hombres, y pudo demostrar la Ciencia del Amor, su
 Padre o el Principio divino.


 Nacido de una mujer, el advenimiento de Jesús a la carne
6 participó, en parte, de las condiciones terrenales de María,
 aunque estaba dotado del Cristo, el Espíritu
 divino, sin medida. Esto explica sus luchas en mostrador


9 Getsemaní y en el Calvario, y esto lo capacitó
 para ser el mediador, o mostrador del camino, entre Dios y los
 hombres. Si su origen y nacimiento hubiesen estado comple-
12 tamente apartados de la usanza de los mortales, Jesús no
 hubiera sido percibido por la mente mortal como “el camino”.


 Los rabinos y los sacerdotes enseñaron la ley mosaica que
15 decía: “Ojo por ojo”, y “El que derramare sangre de hombre,
 por el hombre su sangre será derramada”. No fue así como
 Jesús, el nuevo ejecutor para Dios, presentó la ley divina del
18 Amor, que bendice aun aquellos que la maldicen.


 Como el ideal individual de la Verdad, Cristo Jesús vino a
 reprender el error rabínico y todo pecado, enfermedad y
21 muerte: a señalar el camino de la Verdad y la
 Vida. Este ideal fue demostrado durante toda provechosas
 la carrera terrenal de Jesús, mostrando la diferencia entre los
24 vástagos del Alma y los del sentido material, los de la Verdad
 y los del error.


 Si hemos triunfado suficientemente sobre los errores del
27 sentido material como para permitir que el Alma mantenga el
 control, aborreceremos el pecado y lo reprobaremos bajo toda
 máscara. Sólo de este modo podemos bendecir a nuestros
30 enemigos, aunque ellos quizás no interpreten así nuestras
 palabras. No podemos escoger por nosotros mismos, sino
 que debemos ocuparnos en nuestra salvación de la manera
33 que Jesús enseñó. En mansedumbre y poder, se lo hallaba



Página 31



1 predicando el evangelio a los pobres. El orgullo y el temor
 no están capacitados para llevar el estandarte de la Verdad,
3 y Dios jamás lo pondrá en tales manos.


 Jesús no reconoció ningún vínculo con la carne. Dijo:
 “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es
6 vuestro Padre, el que está en los cielos”. Otra vez Los vínculos
 preguntó: “¿Quién es mi madre, y quiénes son


 mis hermanos?”, dando a entender que lo son
9 aquellos que hacen la voluntad de su Padre. No tenemos
 ningún registro de que llamara a hombre alguno por el
 nombre de padre. Reconocía al Espíritu, Dios, como el único
12 creador, y por tanto, el Padre de todos.


 Primero en la lista de los deberes cristianos, él enseñó a
 sus seguidores el poder sanador de la Verdad y el Amor. Él
15 no atribuyó ninguna importancia a las ceremo-
 nias muertas. Es el Cristo viviente, la Verdad
 práctica, lo que hace que Jesús sea “la resurrección y la vida”
18 para todos los que lo siguen con sus propias obras. Obede­
 ciendo sus preciosos preceptos —siguiendo su demostración
 en la medida en que la comprendamos— bebemos de su
21 copa, participamos de su pan, somos bautizados con su
 pureza; y finalmente descansaremos, nos sentaremos con él,
 en una plena comprensión del Principio divino que triunfa
24 sobre la muerte. Pues, ¿qué dice Pablo? “Todas las veces que
 comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
 anunciáis hasta que él venga”.


27 Refiriéndose al materialismo de la época, Jesús dijo:
 “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores
 adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. Otra Perspectiva
30 vez, previendo la persecución que acompañaría dolorosa
 la Ciencia del Espíritu, Jesús dijo: “Os expulsarán de las
 sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os



Página 32



1 mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque
 no conocen al Padre ni a mí”.


3 En la Roma antigua se requería que un soldado jurara
 lealtad a su general. La palabra latina para este juramento
 era sacramentum, la palabra en inglés sacra-
6 ment (sacramento) deriva de ella. Entre los
 judíos era una antigua costumbre que en una fiesta, el maes-
 tro de ceremonias pasara a cada convidado una copa de vino.
9 Pero la eucaristía no conmemora el juramento de un soldado
 romano, ni era el vino, servido en convites y usado en ritos
 judaicos, la copa de nuestro Señor. La copa indica su amarga
12 experiencia, la copa que oró para que pasase de él, aunque se
 inclinó en santa sumisión al decreto divino.


 “Mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo
15 partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi
 cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio,
 diciendo: Bebed de ella todos”.


18 El verdadero sentido se pierde espiritualmente, si el
 sacramento es confinado al uso de pan y de vino. Los discí-
 pulos habían comido, sin embargo, Jesús oró y
21 les dio pan. Esto hubiera sido absurdo en un
 sentido literal; pero en su significado espiritual fue natural y
 bello. Jesús oró; se retiró de los sentidos materiales para
24 refrescar su corazón con vistas más luminosas, con vistas
 espirituales.


 La Pascua, que Jesús celebró con sus discípulos en el mes de
27 Nisán, en la víspera de su crucifixión, fue un acontecimiento
 luctuoso, una cena triste tomada al declinar el
 día, en el crepúsculo de una gloriosa carrera
30 mientras las tinieblas descendían rápidamente en derredor;



Página 33



1 y esta cena puso fin para siempre al ritualismo de Jesús o sus
 concesiones a la materia.


3 Sus seguidores, tristes y silenciosos, previendo la hora de
 la traición a su Maestro, participaron del maná celestial que
 antaño había alimentado en el desierto a los
6 perseguidos seguidores de la Verdad. Su pan
 efectivamente descendió del cielo. Era la gran verdad del ser
 espiritual que sanaba a los enfermos y echaba fuera el error.
9 Su Maestro la había explicado toda antes, y ahora este pan los
 alimentaba y sostenía. Habían llevado este pan de casa en
 casa, partiéndolo (explicándolo) a los demás, y ahora los
12 confortaba a ellos mismos.


 Por esta verdad del ser espiritual, su Maestro estaba a
 punto de sufrir violencia y apurar hasta el fondo su copa de
15 pesar. Debía dejarlos. Con la gran gloria de una victoria
 eterna cubriéndolo con su sombra, dio gracias y dijo: “Bebed
 de ella todos”.


18 Cuando el elemento humano en él luchaba con el divino,
 nuestro gran Maestro dijo: “¡No se haga mi voluntad, sino la
 Tuya!”, a saber: No sea la carne, sino el Espíritu, La lucha
21 lo que esté representado en mí. Esta es la nueva santa
 comprensión del Amor espiritual. Da todo por el Cristo, o la
 Verdad. Bendice a sus enemigos, sana a los enfermos, echa
24 fuera el error, resucita a los muertos de sus delitos y pecados
 y predica el evangelio a los pobres, a los mansos de corazón.


 Cristianos, ¿estáis bebiendo su copa? ¿Habéis compar-
27 tido la sangre del Nuevo Pacto, las persecuciones que acom-
 pañan una comprensión nueva y más elevada
 de Dios? Si no es así, ¿podéis decir que habéis incisivas
30 conmemorado a Jesús en su copa? Todos los que comen
 pan y beben vino en memoria de Jesús, ¿están realmente



Página 34



1 dispuestos a beber su copa, tomar su cruz y dejar todo por el
 principio-Cristo? ¿Por qué atribuir entonces esta inspiración
3 a un rito muerto, en vez de mostrar, echando fuera el error y
 haciendo el cuerpo “santo, agradable a Dios”, que la Verdad
 ha venido al entendimiento? Si el Cristo, la Verdad, ha
6 venido a nosotros en la demostración, no se requiere ninguna
 otra conmemoración, pues la demostración es Emanuel, o
 Dios con nosotros; y si un amigo está con nosotros, ¿por qué
9 necesitamos rememoraciones de ese amigo?


 Si todos los que alguna vez compartieron el sacramento
 hubieran realmente conmemorado los sufrimientos de Jesús
12 y bebido de su copa, habrían revolucionado el
 mundo. Si todos los que buscan conmemorarlo del milenio
 por medio de símbolos materiales tomaran la cruz, sanaran a
15 los enfermos, echaran fuera los males y anunciaran el Cristo,
 o la Verdad, a los pobres —el pensamiento receptivo— trae-
 rían el reinado de los mil años.


18 Por todo lo que los discípulos experimentaron, se volvie-
 ron más espirituales y comprendieron mejor lo que el Maestro
 había enseñado. Su resurrección fue también la Confraternidad
21 resurrección de ellos. Los ayudó a elevarse a sí con Cristo
 mismos y a otros del embotamiento espiritual y de la creen-
 cia ciega en Dios a la percepción de posibilidades infinitas.
24 Necesitaban esta vivificación, pues pronto su querido Maestro
 se elevaría de nuevo en el reino espiritual de la realidad, y
 ascendería mucho más de lo que ellos podían percibir. Como
27 recompensa por su fidelidad, él iba a desaparecer para el
 sentido material en aquel cambio que desde entonces ha sido
 llamado la ascensión.


30 ¡Qué contraste entre la última cena de nuestro Señor y su
 último desayuno espiritual con sus discípulos
 en las radiantes horas matutinas, en la gozosa
33 reunión sobre la ribera del mar de Galilea! Su tristeza



Página 35



1 se había convertido en gloria, y la aflicción de sus discípulos
 en arrepentimiento, los corazones disciplinados y el orgullo
3 reprendido. Convencidos de la infructuosidad de su labor
 en las tinieblas y despertados por la voz de su Maestro,
 cambiaron sus métodos, se apartaron de las cosas materiales
6 y echaron su red a la derecha. Al discernir de una nueva
 manera al Cristo, la Verdad, en la ribera del tiempo, fueron
 capacitados para elevarse un tanto desde la sensación mortal,
9 o el entierro de la mente en la materia, hacia la renovación de
 la vida como Espíritu.


 Esta reunión espiritual con nuestro Señor, en el amanecer
12 de una nueva luz, es el alimento matutino que los Científicos
 Cristianos conmemoran. Ellos se inclinan ante el Cristo,
 la Verdad, para recibir más de su reaparición y comulgar
15 en silencio con el Principio divino, el Amor. Celebran la
 victoria de su Señor sobre la muerte, su probación en la carne
 después de la muerte, la ejemplificación de la probación
18 humana, y su ascensión espiritual y final sobre la materia, o
 la carne, cuando se elevó fuera de la vista material.


 Nuestro bautismo es una purificación de todo error.
21 Nuestra iglesia está edificada sobre el Principio divino, el
 Amor. Podemos unirnos a esta iglesia sólo a
 medida que nazcamos de nuevo en el Espíritu, espiritual
24 a medida que alcancemos la Vida que es Verdad y la Verdad
 que es Vida, produciendo los frutos del Amor, echando fuera
 el error y sanando a los enfermos. Nuestra eucaristía es la
27 comunión espiritual con el único Dios. Nuestro pan, “que
 desciende del cielo”, es la Verdad. Nuestra copa es la cruz.
 Nuestro vino, la inspiración del Amor, el trago que nuestro
30 Maestro bebió y encomendó a sus seguidores.


 El designio del Amor es reformar al pecador. Si aquí
 el castigo del pecador ha sido insuficiente para reformarlo,
33 el cielo del hombre bueno sería un infierno para el



Página 36



1 pecador. Aquellos que no conocen la pureza y el afecto por
 experiencia nunca pueden hallar la felicidad en la bendita
3 compañía de la Verdad y el Amor simplemente Propósito
 mediante la traslación a otra esfera. La Ciencia final
 divina revela la necesidad de sufrimiento suficiente, ya sea
6 antes o después de la muerte, para extinguir el amor al
 pecado. Condonar la pena correspondiente al pecado, sería
 como si la Verdad perdonara el error. Escapar del castigo no
9 está de acuerdo con el gobierno de Dios, puesto que la justicia
 es la sierva de la misericordia.


 Jesús soportó la afrenta a fin de poder derramar sus
12 tesoros caramente adquiridos sobre las vidas estériles.
 ¿Cuál fue su recompensa terrenal? Fue abandonado por
 todos, excepto por Juan, el discípulo amado, y unas pocas
15 mujeres que se inclinaron en silenciosa congoja a la sombra
 de su cruz. El precio terrenal de la espiritualidad en una
 época material y la gran distancia moral entre el cristianismo
18 y el sensualismo impiden que la Ciencia Cristiana goce del
 favor de los de pensamiento mundano.


 Una mente egoísta y limitada puede ser injusta, pero la
21 Mente ilimitada y divina es la ley inmortal de la justicia así
 como de la misericordia. Tan imposible es que Retribución
 los pecadores reciban su pleno castigo de este
24 lado de la tumba, como que este mundo conceda a los justos su
 plena recompensa. Es inútil suponer que los malvados puedan
 deleitarse en sus faltas hasta el último momento y luego ser
27 perdonados de repente y empujados al cielo, o que la mano del
 Amor se satisfaga con darnos sólo fatigas, sacrificios, cruces
 que llevar, desafíos multiplicados y el escarnio de nuestros
30 motivos a cambio de nuestros esfuerzos por obrar bien.


 La historia de la religión se repite a sí misma Sufrimiento
 en el sufrimiento de los justos por los injustos.
33 ¿Puede Dios, por lo tanto, pasar por alto la ley de la justicia



Página 37



1 que destruye la creencia llamada pecado? ¿No muestra la
 Ciencia que el pecado trae sufrimiento tanto hoy como ayer?
3 Los que pecan tienen que sufrir. “Con la medida con que
 medís, os será medido”.


 La historia está llena de registros de sufrimiento. “La
6 sangre de los mártires es la simiente de la Iglesia”. Los mortales
 tratan en vano de matar la Verdad con el acero Inevitable que
 o la hoguera, mas el error cae solamente ante la haya mártires
9 espada del Espíritu. Los mártires son los eslabones humanos
 que conectan una etapa con otra en la historia de la religión.
 Son los luminares de la tierra, que sirven para depurar y
12 rarefacer la atmósfera del sentido material e impregnar a la
 humanidad de ideales más puros. La consciencia de obrar
 bien trae su propia recompensa; pero no es en medio del
15 humo de la batalla que el mérito es visto y apreciado por los
 espectadores.


 ¿Cuándo aprenderán los que profesan ser seguidores de
18 Jesús a emularlo en todo y a imitar sus poderosas obras?
 Aquellos que procuraron el martirio de ese
 hombre justo gustosamente hubieran conver-
21 tido su sagrada carrera en una plataforma doctrinaria muti-
 lada. ¡Quieran los cristianos de hoy abrazar el significado
 más práctico de aquella carrera! Es posible —sí, es el deber y
24 el privilegio de todo niño, hombre y mujer— seguir, en cierto
 grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la
 Verdad y la Vida, de la salud y la santidad. Los cristianos
27 pretenden ser sus seguidores, pero ¿lo siguen de la manera
 que él mandó? Oíd estos imperativos mandatos: “¡Sed, pues,
 vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos
30 es perfecto!” “¡Id por todo el mundo y predicad el evangelio
 a toda criatura!” “¡Sanad enfermos!”


 ¿Por qué esta exigencia cristiana tiene tan poca inspiración



Página 38



1 para incitar a la humanidad a hacer el esfuerzo cristiano?
 Porque se les asegura a los hombres que este mandato estaba
3 destinado sólo a un período en particular y a un Enseñanzas
 número selecto de seguidores. Esta enseñanza de Jesús


 es aun más perniciosa que la antigua doctrina de
6 la predestinación, la elección de unos pocos para ser salva-
 dos, mientras los demás son condenados; y así será conside-
 rada, cuando el letargo de los mortales, producido por las
9 doctrinas hechas por los hombres, sea roto por las exigencias
 de la Ciencia divina.


 Jesús dijo: “Estas señales seguirán a los que creen:... sobre
12 los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. ¿Quién le
 cree? Se dirigía a sus discípulos, sin embargo, no dijo: “Estas
 señales os seguirán”, sino los seguirán, “a los que creen” en
15 todo tiempo venidero. Aquí la palabra manos se usa meta-
 fóricamente, como la palabra diestra se emplea en el texto:
 “La diestra de Jehová es sublime”. Expresa poder espiritual;
18 de otro modo la curación no habría podido efectuarse espi-
 ritualmente. En otra ocasión Jesús oró, no sólo por los doce,
 sino por todos los que creyeren “por la palabra de ellos”.


21 Jesús experimentó pocos de los placeres de los sentidos
 físicos, mas sus sufrimientos fueron los frutos de los pecados
 de otros, no de los suyos. El Cristo eterno, su yo Placeres
24 espiritual, jamás sufrió. Jesús trazó el sendero
 para los demás. Él develó el Cristo, la idea espiritual del
 Amor divino. A aquellos sepultados en la creencia del
27 pecado y del yo, que sólo vivían para el placer o la satisfac-
 ción de los sentidos, en sustancia les dijo: Teniendo ojos no
 veis, y teniendo oídos no oís; no sea que entendáis y os
30 convirtáis, y yo os sane. Él enseñó que los sentidos materia-
 les dejan fuera la Verdad y su poder sanador.



Página 39



1 Mansamente nuestro Maestro enfrentó el escarnio de su
 grandeza no reconocida. Sus seguidores soportarán afrentas
3 tales como las que él recibió hasta el triunfo
 final del cristianismo. Él ganó honores eternos. a la verdad
 Venció el mundo, la carne y todo error, comprobando así
6 la nada de estos. Llevó a cabo una completa salvación del
 pecado, la enfermedad y la muerte. Necesitamos a “Jesucristo,
 y a éste crucificado”. Debemos tener desafíos y negar el yo,
9 así como también tener gozos y victorias, hasta que todo el
 error sea destruido.


 La creencia educada de que el Alma está en el cuerpo
12 hace que los mortales consideren la muerte como un amigo,
 como una pasadera de la mortalidad a la inmor-
 talidad y la felicidad. La Biblia califica la muerte suicida
15 de enemigo, y Jesús venció la muerte y la sepultura en vez de
 ceder a ellas. Él era “el camino”. Para él, por lo tanto, la
 muerte no era el umbral que tenía que cruzar hacia la gloria
18 viviente.


 “Ahora”, clamó el apóstol: “He aquí ahora el tiempo
 aceptable; he aquí ahora el día de salvación”, queriendo decir,
21 no que es ahora que los hombres tienen que
 prepararse para la salvación o seguridad en un presente
 mundo futuro, sino que ahora es el momento de experimen-
24 tar esa salvación en espíritu y en vida. Ahora es el momento
 para que los así llamados dolores materiales y placeres
 materiales desaparezcan, pues ambos son irreales, por ser
27 imposibles en la Ciencia. Para romper este hechizo terrenal,
 los mortales tienen que adquirir la verdadera idea y el
 Principio divino de todo lo que realmente existe y gobierna el
30 universo armoniosamente. Este pensamiento se comprende
 lentamente, y el intervalo antes de lograrlo es acompañado de
 dudas y derrotas así como de triunfos.


33 ¿Quién cesará de cometer pecados mientras crea en los
 placeres del pecado? Una vez que los mortales admiten que



Página 40



1 el mal no confiere placer, se apartan de él. Elimina el error
 del pensamiento, y no aparecerá su efecto. El pensador
3 avanzado y cristiano devoto, percibiendo el
 alcance y la tendencia de la curación cristiana y castigo
 su Ciencia, las apoyará. Otro dirá: “Ahora vete; pero cuando
6 tenga oportunidad te llamaré”.


 La Ciencia divina ajusta la balanza como la ajustó Jesús.
 La Ciencia elimina el castigo sólo eliminando primero el
9 pecado que merece el castigo. Este es mi sentido del perdón
 divino, el cual comprendo que es el método de Dios para
 destruir el pecado. Si es cierto el dicho: “Mientras hay vida,
12 hay esperanza”, lo opuesto también es cierto: Mientras hay
 pecado, hay perdición. El sufrimiento de otro no puede
 reducir nuestra propia responsabilidad. ¿Hizo el martirio de
15 Savonarola menos criminales los crímenes de sus implacables
 enemigos?


 ¿Fue justo que Jesús sufriera? No; pero era inevitable,
18 porque de otro modo no podría habernos mostrado el
 camino y el poder de la Verdad. Si una carrera Sufrimiento,
 tan grande y buena como la de Jesús no pudo
21 evitar el destino de un criminal, los apóstoles menores de la
 Verdad pueden soportar la brutalidad humana sin murmu-
 rar, regocijándose de entrar en confraternidad con él por el
24 arco triunfal de la Verdad y el Amor.


 Nuestro Padre celestial, el Amor divino, exige que todos
 los hombres sigan el ejemplo de nuestro Maestro y sus
27 apóstoles y no que meramente adoren su perso-
 nalidad. Triste es que la frase servicio divino
 haya llegado tan generalmente a significar adoración pública
30 en vez de obras diarias.


 La naturaleza del cristianismo es pacífica y bendita,
 pero a fin de entrar en el reino, hay que echar el ancla de la



Página 41



1 esperanza más allá del velo de la materia en el Lugar
 Santísimo, en el que Jesús ha entrado antes que nosotros; y
3 este avance más allá de la materia ha de venir
 por las alegrías y los triunfos de los justos así
 como por sus pesares y aflicciones. Como nuestro Maestro,
6 tenemos que alejarnos del sentido material para entrar en el
 sentido espiritual del ser.


 Los inspirados por Dios avanzan con calma, aunque sea
9 con huellas sangrientas, y en el más allá segarán lo que ahora
 siembran. El hipócrita mimado es posible que
 tenga aquí una senda florida, pero no podrá
12 quebrantar para siempre la Regla de Oro y escapar del castigo
 merecido.


 Las pruebas de la Verdad, la Vida y el Amor que dio Jesús
15 echando fuera el error y sanando a los enfermos, completaron
 su misión terrenal; pero en la Iglesia cristiana
 esta demostración de curación se perdió tem-


18 pranamente, alrededor de tres siglos después de
 la crucifixión. Ninguna escuela antigua de filosofía, materia
 médica o teología escolástica enseñó ni demostró jamás la
21 curación divina de la Ciencia absoluta.


 Jesús previó la recepción que la Ciencia Cristiana tendría
 antes que fuera comprendida, pero esta presciencia no lo
24 obstaculizó. Cumplió su misión divina, y luego Logro
 se sentó a la diestra del Padre. Perseguidos de
 ciudad en ciudad, sus apóstoles aún siguieron haciendo
27 buenas obras, por las cuales fueron calumniados y apedrea-
 dos. Los ancianos escarnecieron la verdad enseñada por
 Jesús. ¿Por qué? Porque exigía más de lo que estaban dis-
30 puestos a poner en práctica. Les bastaba creer en una Deidad
 nacional; pero esa creencia, desde sus tiempos hasta los
 nuestros, jamás ha producido un discípulo que pudiera echar
33 fuera los males y sanar a los enfermos.



Página 42



1 La vida de Jesús comprobó divina y científicamente que
 Dios es Amor, mientras que los sacerdotes y los rabinos afirma­
3 ban que Dios es un gran potentado que ama y odia. La teología
 judaica no dio ningún indicio del amor invariable de Dios.


 La creencia universal en la muerte no es ninguna ventaja.
6 No puede tornar evidentes la Vida o la Verdad. Una creencia
 A la larga se verá que la muerte es un sueño
 mortal, que viene en las tinieblas y desaparece con la luz.


9 Para el “varón de dolores” los honorarios o la popularidad
 no constituían ningún peligro. Aunque con derecho al home-
 naje del mundo y supremamente autorizado
12 por la aprobación de Dios, su breve entrada
 triunfal en Jerusalén fue seguida por la deserción de todos,
 salvo unos pocos amigos que tristemente lo siguieron hasta el
15 pie de la cruz.


 La resurrección del gran demostrador del poder de Dios
 fue la prueba de su triunfo final sobre el cuerpo y la materia,
18 y proporcionó plena evidencia de la Ciencia
 divina, evidencia tan importante para los morta-
 les. La creencia de que el hombre tiene existencia o mente
21 separadas de Dios es un error que está muriendo. Jesús
 enfrentó este error con la Ciencia divina y comprobó su nada.
 Debido a la gloria maravillosa que Dios le había concedido a
24 Su ungido, la tentación, el pecado, la enfermedad y la muerte
 no encerraban ningún terror para Jesús. ¡Que pensaran los
 hombres que habían matado el cuerpo! Más tarde se los
27 mostraría inalterado. Esto demuestra que en la Ciencia
 Cristiana el hombre verdadero está gobernado por Dios
 —por el bien, no por el mal— y es por lo tanto, no un mortal,
30 sino un inmortal. Jesús había enseñado a sus discípulos la
 Ciencia de esta prueba. Él estaba aquí para capacitarlos para
 probar su dicho aún no comprendido: “El que en mí cree, las
33 obras que yo hago, él las hará también”. Ellos tenían que
 comprender más plenamente su principio-Vida, echando



Página 43



1 fuera el error, sanando a los enfermos y resucitando a los
 muertos, tal como en efecto lo comprendieron después de su
3 partida corporal.


 La magnitud de la obra de Jesús, su desaparición material
 ante los ojos de los discípulos y su reaparición, todo esto los
6 capacitó para comprender lo que Jesús había
 dicho. Hasta entonces sólo habían creído;
 ahora comprendían. El advenimiento de esta comprensión es
9 lo que significa el descenso del Espíritu Santo, aquel influjo
 de la Ciencia divina que iluminó el Día de Pentecostés y que
 está ahora repitiendo su antigua historia.


12 La última prueba de Jesús fue la más elevada, la más
 convincente, la más provechosa para sus alumnos. La malig-
 nidad de los brutales perseguidores, la traición Evidencia
15 y el suicidio del traidor, fueron anulados por el convincente
 Amor divino para la glorificación del hombre y de la verda-
 dera idea de Dios, que los perseguidores de Jesús habían
18 escarnecido y tratado de matar. La demostración final de la
 verdad que Jesús enseñó, y por la cual fue crucificado, abrió
 una nueva era para el mundo. Aquellos que lo mataron para
21 detener su influencia la perpetuaron y extendieron.


 Jesús se elevó más en la demostración a causa de la copa
 de amargura que bebió. La ley humana lo había condenado,
24 pero él estaba demostrando la Ciencia divina.
 Fuera del alcance de la barbarie de sus enemi-
 gos, actuaba bajo la ley espiritual en desafío a la materia y a la
27 mortalidad, y esa ley espiritual lo sostenía. Lo divino tiene
 que vencer lo humano en todo punto. La Ciencia que Jesús
 enseñó y vivió tiene que triunfar sobre todas las creencias
30 materiales acerca de la vida, la sustancia y la inteligencia, y la
 multitud de errores que emanan de tales creencias.


 El Amor tiene que triunfar sobre el odio. La Verdad y



Página 44



1 la Vida tienen que sellar la victoria sobre el error y la muerte,
 antes que puedan dejarse de lado las espinas por una corona,
3 que siga la bendición: “Bien, buen siervo y fiel”, y que la
 supremacía del Espíritu sea demostrada.


 El recinto solitario de la tumba le dio a Jesús un refugio
6 contra sus enemigos, un lugar en el cual resolver el gran
 problema del ser. Su trabajo de tres días en el
 sepulcro puso el sello de la eternidad sobre el
9 tiempo. Él comprobó que la Vida es imperecedera y que el
 Amor es el amo del odio. Hizo frente y dominó sobre la base
 de la Ciencia Cristiana, el poder de la Mente sobre la materia,
12 todas las pretensiones de la medicina, cirugía e higiene.


 No tomó medicamentos para aliviar la inflamación.
 No dependió del alimento o del aire puro para resucitar las
15 energías gastadas. No requirió la destreza de un cirujano
 para sanar las manos rasgadas y vendar el costado herido y
 los pies lacerados, para que pudiera usar esas manos para
18 quitarse el sudario y la mortaja, y para que pudiera emplear
 sus pies como antes.


 ¿Podría ser llamado sobrenatural para el Dios de la
21 naturaleza sostener a Jesús en su prueba de que el poder del
 hombre verdaderamente es derivado? Fue un
 método de cirugía más allá de la pericia mate-
24 rial, pero no fue un acto sobrenatural. Al contrario, fue un
 acto divinamente natural, por el cual la divinidad le trajo a
 la humanidad la comprensión de la curación-Cristo y reveló
27 un método infinitamente más elevado que el de la inventiva
 humana.


 Los discípulos de Jesús lo creyeron muerto mientras él
30 estuvo oculto en el sepulcro, cuando en realidad estaba vivo,
 demostrando dentro de la estrecha tumba el
 poder del Espíritu para anular el sentido mate-
33 rial y mortal. Paredes rocosas le obstaculizaban el paso, y una



Página 45



1 gran piedra tenía que ser removida de la entrada de la cueva;
 pero Jesús venció todos los obstáculos materiales, superó
3 todas las leyes de la materia, y salió de su lóbrego lugar de
 reposo coronado con la gloria de un éxito sublime, una
 victoria eterna.


6 Nuestro Maestro demostró plena y definitivamente la
 Ciencia divina en su victoria sobre la muerte y la tumba. Este
 hecho de Jesús fue para la iluminación de los
9 hombres y para la salvación del mundo entero
 del pecado, la enfermedad y la muerte. Pablo escribe: “Si
 siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte
12 [aparente] de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
 seremos salvos por su vida”. Tres días después de sepultado su
 cuerpo, habló con sus discípulos. Los perseguidores no
15 habían logrado ocultar la Verdad y el Amor inmortales en un
 sepulcro.


 ¡Gloria a Dios, y paz a los corazones que luchan! El Cristo
18 ha removido la piedra de la puerta de la esperanza y fe humanas,
 y mediante la revelación y la demostración de
 la vida en Dios, las ha elevado al a-una-miento
21 posible con la idea espiritual del hombre y su Principio divino,
 el Amor.


 Los primeros en ver a Jesús después de la resurrección y en
24 contemplar la prueba final de todo lo que él había enseñado,
 interpretaron equivocadamente ese aconteci-
 miento. Aun sus discípulos al comienzo lo
27 llamaron un espíritu, un fantasma o un espectro, pues creye-
 ron que su cuerpo estaba muerto. Su respuesta fue: “Un
 espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”.
30 La reaparición de Jesús no fue el retorno de un espíritu.
 Él presentó el mismo cuerpo que tenía antes de su crucifixión,
 y así glorificó la supremacía de la Mente sobre la materia.


33 Los discípulos de Jesús, no estando lo suficientemente



Página 46



1 avanzados como para comprender plenamente el triunfo de
 su Maestro, no llevaron a cabo muchas obras maravillosas
3 hasta que lo vieron después de su crucifixión y se dieron
 cuenta de que no había muerto. Esto los convenció de la
 veracidad de todo lo que él había enseñado.


6 En el camino a Emaús, los amigos de Jesús lo reconocie-
 ron por sus palabras, que hicieron arder sus corazones en
 ellos, y cuando partió el pan. El Espíritu divino, Inter­pretación
9 que así identificó a Jesús hace siglos, ha hablado espiritual
 por medio del Verbo inspirado, y por medio de este hablará
 en toda época y región. Es revelado al corazón receptivo, y se
12 ve de nuevo que está echando fuera el mal y sanando a los
 enfermos.


 El Maestro dijo claramente que lo físico no era Espíritu,
15 y después de su resurrección comprobó a los sentidos físicos
 que su cuerpo no fue cambiado hasta que él
 mismo ascendió, o, en otras palabras, se elevó
18 más aun en su comprensión del Espíritu, Dios. Para conven-
 cer a Tomás de esto, Jesús lo hizo examinar la señal de los
 clavos y la herida de la lanza.


21 El estado físico inalterado de Jesús, después de lo que
 pareció ser su muerte, fue seguido por su exaltación sobre
 todas las condiciones materiales; y esta exalta-
24 ción explicó su ascensión, y reveló inequívoca-
 mente un estado probatorio y progresivo más allá de la
 tumba. Jesús fue “el camino”; esto es, marcó el camino para
27 todos los hombres. En su demostración final, llamada la
 ascensión, que concluyó el registro terrenal de Jesús, él se
 elevó por encima del conocimiento físico de sus discípulos,
30 y los sentidos materiales no lo vieron más.


 Sus discípulos recibieron entonces el Espíritu Santo. Con
 esto se indica que, por todo lo que habían presenciado y
33 sufrido, fueron despertados a una comprensión más amplia



Página 47



1 de la Ciencia divina, hasta la interpretación y el discerni-
 miento espirituales de las enseñanzas y demostraciones
3 de Jesús, lo que les dio una tenue concepción de Poder como
 la Vida que es Dios. Ellos ya no midieron al


 hombre mediante el sentido material. Después
6 de obtener la verdadera idea de su Maestro glorificado, se
 volvieron mejores sanadores, no apoyándose más en la
 materia, sino en el Principio divino de su trabajo. El influjo
9 de luz fue repentino. Era a veces un poder abrumador como
 en el Día de Pentecostés.


 Judas conspiró contra Jesús. La ingratitud y el odio del
12 mundo hacia ese hombre justo llevaron a cabo la traición.
 El precio que exigió el traidor fue treinta piezas La conspi­ración
 de plata y la sonrisa de los fariseos. Él escogió
15 su momento, cuando el pueblo estaba en duda sobre las
 enseñanzas de Jesús.


 Se acercaba un período que había de revelar la distancia
18 infinita entre Judas y su Maestro. Judas Iscariote sabía esto.
 Sabía que la gran bondad de ese Maestro ponía un abismo
 entre Jesús y su traidor, y esta distancia espiritual inflamó la
21 envidia de Judas. La codicia por el oro reforzó su ingratitud,
 y por un tiempo apaciguó su remordimiento. Él sabía que el
 mundo, generalmente, ama más una mentira que la Verdad;
24 y así tramó la traición a Jesús para ganarse la estima popular.
 Su tenebroso complot se vino abajo, y con él cayó el traidor.


 La deserción de los discípulos a su Maestro en su última
27 lucha terrenal fue castigada; cada uno de ellos tuvo una
 muerte violenta excepto San Juan, de cuya muerte no tene-
 mos ningún registro.


30 Durante su noche de tristeza y gloria en el huerto, Jesús
 se dio cuenta del error absoluto de una creencia en cualquier



Página 48



1 posible inteligencia material. La congoja del abandono y los
 golpes de la ignorancia intolerante lo hirieron cruelmente.
3 Sus discípulos dormían. Él les dijo: “¿No habéis Getsemaní
 podido velar conmigo una hora?” ¿No podían
 velar con aquel que, esperando y luchando en silenciosa
6 agonía, mantenía sin una queja la guardia sobre un mundo?
 No hubo ninguna respuesta a ese anhelo humano, y así Jesús
 se volvió para siempre de la tierra al cielo, del sentido al
9 Alma.


 Recordando el sudor de agonía que cayó en santa bendi-
 ción sobre la hierba de Getsemaní, ¿murmurará el discípulo
12 más humilde o el más poderoso cuando beba de la misma
 copa, y pensará, o hasta deseará, escapar del suplicio exalta-
 dor con que el pecado se venga de su destructor? La Verdad
15 y el Amor conceden pocas palmas hasta la consumación de la
 obra de una vida.


 Judas tenía las armas del mundo. Jesús no tenía ninguna
18 de ellas, y no escogió los medios de defensa del mundo.
 “No abrió su boca”. El gran demostrador de
 la Verdad y el Amor guardó silencio ante la
21 envidia y el odio. Pedro hubiera herido a los enemigos de su
 Maestro, pero Jesús se lo prohibió, reprendiendo así el resen-
 timiento o valor animal. Le dijo: “Mete tu espada en la
24 vaina”.


 Pálido ante la presencia de su propia pregunta trascen-
 dental: “¿Qué es la Verdad?”, Pilato fue inducido a dar su
27 aquiescencia a las exigencias de los enemigos de La pregunta
 Jesús. Pilato ignoraba las consecuencias de su
 terrible decisión contra los derechos humanos y el Amor
30 divino, sin saber que estaba apresurando la demostración
 final de lo que la vida es y de lo que el verdadero conoci-
 miento de Dios puede hacer por el hombre.



Página 49



1 Las mujeres junto a la cruz podrían haber contestado la
 pregunta de Pilato. Ellas sabían lo que había inspirado su
3 devoción, dado alas a su fe, abierto los ojos de su comprensión,
 sanado a los enfermos, echado fuera el mal y llevado a los
 discípulos a decir a su Maestro: “Aun los demonios se nos
6 sujetan en tu nombre”.


 ¿Dónde estaban los setenta a quienes Jesús envió? ¿Fueron
 todos ellos conspiradores excepto once? ¿Habían olvidado al
9 gran exponente de Dios? ¿Tan pronto habían
 perdido de vista sus obras poderosas, sus fatigas, de los discípulos
 privaciones, sacrificios, su divina paciencia, valor sublime y
12 afecto no correspondido? ¡Oh!, ¿por qué no satisficieron su
 último anhelo humano con una señal de fidelidad?


 El manso demostrador del bien, el más elevado instructor
15 y amigo del hombre, enfrentó su destino terrenal a solas con
 Dios. No había allí mirada humana que se com-
 padeciera, ni brazo que salvara. Abandonado
18 por todos a quienes había bendecido, este fiel centinela de
 Dios en el más alto puesto de poder, encargado de la misión
 más grandiosa del cielo, estaba preparado para ser transfor-
21 mado por la renovación del Espíritu infinito. Él había de
 comprobar que el Cristo no está sujeto a condiciones materia-
 les, sino que está por encima del alcance de la ira humana y
24 puede, mediante la Verdad, la Vida y el Amor, triunfar sobre
 el pecado, la enfermedad, la muerte y la tumba.


 Los sacerdotes y los rabinos, ante quienes había andado
27 con mansedumbre, y aquellos a quienes había dado las más
 elevadas pruebas del poder divino, lo escarne-
 cieron en la cruz, mofándose: “A otros salvó,
30 a sí mismo no se puede salvar”. Estos escarnecedores, que
 torcieron “el derecho del hombre delante de la presencia del
 Altísimo”, consideraron a Jesús como “herido de Dios y abatido”.



Página 50



1 “Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante
 de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. “Su
3 generación ¿quién la contará?” ¿Quién decidirá qué son la
 verdad y el amor?


 El último momento supremo de escarnio, abandono,
6 tortura, junto con un concepto abrumador de la magnitud de
 su obra, arrancó de los labios de Jesús el grito
 terrible: “Dios mío, ¿por qué me has desampa-
9 rado?” Esta súplica desesperada, si hubiera sido hecha a un
 progenitor humano, impugnaría la justicia y el amor de un
 padre que se hubiera negado a dar una clara señal de su
12 presencia para sostener y bendecir a un hijo tan fiel. La
 súplica de Jesús fue dirigida tanto a su Principio divino, el
 Dios que es Amor, como a sí mismo, la idea pura del Amor.
15 ¿Lo habían desamparado la Vida, la Verdad y el Amor en su
 más alta demostración? Esta era una pregunta inquietante.
 ¡No! Tenían que permanecer en él y él en ellos, o aquella
18 hora hubiera quedado despojada de su poderosa bendición
 para la raza humana.


 Si su pleno reconocimiento de la Vida eterna hubiese
21 cedido por un momento ante la evidencia de los sentidos
 corporales, ¿qué hubiesen dicho sus acusadores? La Ciencia divina
 Precisamente lo que dijeron, que las enseñanzas malentendida
24 de Jesús eran falsas y que toda evidencia de que eran correc-
 tas fue destruida por su muerte. Pero este decir no pudo
 hacer que así fuera.


27 El peso de esa hora fue terrible, más allá de lo que huma-
 namente se puede concebir. La desconfianza de las mentes
 mortales, que no creían en el propósito de su
30 misión, fue un millón de veces más aguda que picota
 las espinas que penetraron su carne. La verdadera cruz,
 que Jesús cargó al subir la colina de dolor, fue el odio del
33 mundo a la Verdad y el Amor. Ni la lanza ni la cruz material



Página 51



1 arrancaron de sus fieles labios el grito lastimoso: “Eloi, Eloi,
 ¿lama sabactani?” Fue la posible pérdida de algo más impor-
3 tante que la vida humana lo que lo conmovió: la posible
 interpretación equivocada de la influencia más sublime de su
 carrera. Este temor añadió la gota de hiel a su copa.


6 Jesús hubiera podido apartarse de sus enemigos. Tenía el
 poder de renunciar a un sentido humano de la vida a cambio
 de su identidad espiritual a la semejanza de lo
9 divino; pero permitió que los hombres intenta- la Vida es


 ran la destrucción del cuerpo mortal para poder
 proporcionar la prueba de la vida inmortal. Nada podía
12 matar esta Vida del hombre. Jesús podía entregar su vida
 temporal en manos de sus enemigos; mas cuando su misión
 terrenal fue cumplida, se encontró que su vida espiritual,
15 indestructible y eterna, era para siempre la misma. Él sabía
 que la materia no tenía vida alguna y que la Vida verdadera
 es Dios; por tanto, era tan imposible separarlo de su Vida
18 espiritual como extinguir a Dios.


 Su ejemplo consumado fue para la salvación de todos
 nosotros, pero sólo haciendo las obras que él hizo y que
21 enseñó a los demás a hacer. Su propósito al
 sanar no era sólo restaurar la salud, sino demos- para nuestra


 trar su Principio divino. Él estaba inspirado por
24 Dios, por la Verdad y el Amor, en todo lo que decía y hacía.
 Los motivos de sus perseguidores eran el orgullo, la envidia,
 la crueldad y la venganza, infligidos al Jesús físico, pero
27 dirigidos contra el Principio divino, el Amor, que reprendía
 la sensualidad de ellos.


 Jesús no era egoísta. Su espiritualidad lo separaba de la
30 sensación e hizo que el materialista egoísta lo odiase; pero era
 esta espiritualidad lo que capacitaba a Jesús para sanar a los
 enfermos, echar fuera el mal y resucitar a los muertos.



Página 52



1 Desde su niñez se ocupaba de “los negocios de [su] Padre”.
 Sus intereses estaban muy lejos de los de ellos. Su amo era el
3 Espíritu; el amo de ellos era la materia. Él servía Los negocios
 a Dios; ellos servían a las riquezas. Sus afectos del Maestro
 eran puros; los de ellos eran carnales. Sus sentidos sorbían
6 la evidencia espiritual de la salud, la santidad y la vida; los
 sentidos de ellos atestiguaban lo opuesto, y absorbían la
 evidencia material del pecado, la enfermedad y la muerte.


9 Las imperfecciones e impurezas de ellos sentían la repren-
 sión continua de la perfección y pureza de Jesús. De aquí el
 odio del mundo hacia el justo y perfecto Jesús,
12 y la previsión del profeta de la recepción que el de la pureza
 error le daría. “Despreciado y desechado entre los hombres”
 fueron las palabras gráficas de Isaías concernientes al Príncipe
15 de Paz que había de venir. Herodes y Pilato hicieron a un lado
 sus viejas pendencias con el fin de unirse para afrentar y dar
 muerte al mejor hombre que jamás pisó la tierra. Hoy, como
18 antaño, el error y el mal de nuevo hacen causa común contra
 los exponentes de la verdad.


 El “varón de dolores” comprendió mejor que nadie la
21 nada de la vida e inteligencia materiales y la poderosa realidad
 de Dios, el bien, que incluye todo. Estos fueron Predicción
 los dos puntos cardinales de la curación-Mente, del Salvador
24 o Ciencia Cristiana, que lo armaron de Amor. El más alto
 representante terrenal de Dios, hablando de la capacidad
 humana para reflejar el poder divino, dijo proféticamente a
27 sus discípulos, hablando no sólo para su tiempo, sino para
 todos los tiempos: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él
 las hará también”; y “Estas señales seguirán a los que creen”.


30 Las acusaciones de los fariseos se contradecían a sí mismas
 tanto como su religión. El intolerante, el libertino, Acusaciones
 el hipócrita, llamaron a Jesús comilón y bebedor difamatorias
33 de vino. Dijeron: “Por Beelzebú... echa fuera los demonios”,



Página 53



1 y es “amigo de publicanos y de pecadores”. Esta última acu-
 sación era verídica, pero no en el sentido que ellos le daban.
3 Jesús no era un asceta. No ayunaba como los discípulos de
 Juan el Bautista; sin embargo, jamás vivió un hombre más
 alejado de apetitos y pasiones que el Nazareno. Él reprendió
6 a los pecadores de manera incisiva y sin titubear, porque era
 su amigo; de ahí la copa que bebió.


 La reputación de Jesús era exactamente lo opuesto a su
9 carácter. ¿Por qué? Porque el Principio divino y la práctica
 de Jesús fueron malentendidos. Él obraba en
 la Ciencia divina. Sus palabras y obras eran
12 desconocidas para el mundo, porque estaban por encima del
 sentido religioso del mundo y eran contrarias a este. Los
 mortales creían que Dios era humanamente poderoso en vez
15 del Amor divino e infinito.


 El mundo no podía interpretar con acierto el malestar
 que Jesús infundía y las bendiciones espirituales que podían
18 resultar de ese malestar. La Ciencia muestra
 la causa de la conmoción tan frecuentemente
 producida por la verdad, a saber, que esta conmoción pro-
21 viene de la gran distancia entre el individuo y la Verdad.
 Como Pedro, debiéramos llorar por la advertencia, en vez de
 negar la verdad o escarnecer el sacrificio que la bondad está
24 haciendo siempre para la destrucción del mal.


 Jesús llevó nuestros pecados en su cuerpo. Conocía los
 errores mortales que constituyen el cuerpo material, y podía
27 destruir esos errores; pero cuando Jesús sintió
 nuestras flaquezas, no había vencido todas


 las creencias de la carne o su sentido de vida
30 material, ni se había elevado a su demostración final del
 poder espiritual.


 Si él hubiera compartido las creencias pecaminosas de los



Página 54



1 demás, hubiera sido menos sensible a esas creencias. A través
 de la magnitud de su vida humana, él demostró la Vida
3 divina. Desde la amplitud de su afecto puro, definió el Amor.
 Con la afluencia de la Verdad, venció el error. El mundo no
 reconoció su justicia, porque no la veía; pero la tierra recibió
6 la armonía que su ejemplo glorificado introdujo.


 ¿Quién está listo para seguir sus enseñanzas y su ejemplo?
 Todos, tarde o temprano, tienen que plantarse en el Cristo, la
9 idea verdadera de Dios. El deseo de derramar
 liberalmente en graneros humanos vacíos o
 llenos de pecado, sus tesoros caramente adquiridos, fue lo
12 que inspiró el intenso sacrificio humano de Jesús. En testi-
 monio de su comisión divina, él presentó la prueba de que la
 Vida, la Verdad y el Amor sanan a los enfermos y a los
15 pecadores y triunfan sobre la muerte por medio de la Mente,
 no de la materia. Esta fue la prueba más elevada del Amor
 divino que pudo haber ofrecido. Sus oyentes no entendieron
18 ni sus palabras ni sus obras. No quisieron aceptar su mansa
 interpretación de la vida ni seguir su ejemplo.


 Su copa terrenal de amargura fue apurada hasta el fondo.
21 Sólo le quedaron unos pocos amigos sin pretensiones, cuya
 religión era algo más que un nombre. Tan vital Amistad
 era, que los capacitó para entender al Nazareno espiritual
24 y compartir la gloria de la vida eterna. Él dijo que aquellos
 que lo siguieran deberían beber de su copa, y la historia ha
 confirmado la predicción.


27 Si aquel hombre glorificado y semejante a Dios estuviera
 físicamente en la tierra hoy en día, algunos de los Injusticia hecha
 que ahora profesan amarlo, ¿no lo rechazarían? al Salvador
30 ¿No le negarían hasta los derechos humanos, si sustentara



Página 55



1 cualquier otro sentido del ser y de la religión distinto del de
 ellos? El siglo que avanza, desde un sentido sin vida acerca
3 del Dios invisible, hoy en día somete a comentarios y trato
 poco cristianos la idea de la curación cristiana encomendada
 por Jesús; pero esto no afecta las realidades invencibles.


6 Quizás la era cristiana inicial no trató a Jesús con más
 injusticia de la que los siglos posteriores le han concedido
 al Cristo sanador y a la idea espiritual del ser. Ahora que el
9 evangelio de la curación se predica de nuevo junto al camino,
 ¿no lo desdeña a veces el púlpito? Pero esa misión curativa,
 que presenta al Salvador en una luz más clara de lo que
12 las meras palabras pueden hacerlo, no puede quedar fuera
 del cristianismo, aunque sea nuevamente expulsada de la
 sinagoga.


15 La idea inmortal de la Verdad recorre los siglos, reuniendo
 bajo sus alas a enfermos y pecadores. Mi esperanza cansada
 trata de visualizar ese día feliz en que el hombre reconocerá
18 la Ciencia del Cristo y amará a su prójimo como a sí mismo,
 en que se dará cuenta de la omnipotencia de Dios y el poder
 sanador del Amor divino en lo que ha hecho y está haciendo
21 por la humanidad. Las promesas serán cumplidas. El tiempo
 para la reaparición de la curación divina es a través de todos
 los tiempos; y quienquiera que ponga su todo terrenal sobre el
24 altar de la Ciencia divina, bebe de la copa del Cristo ahora y
 es dotado del espíritu y del poder de la curación cristiana.


 En las palabras de San Juan: “Os dará otro Consolador,
27 para que esté con vosotros para siempre”. Este Consolador,
 yo entiendo, es la Ciencia Divina.





Página 56


Capítulo 3 — El matrimonio



Por tanto, lo que Dios juntó,
no lo separe el hombre.
En la resurrección ni se casarán
ni se darán en casamiento,
sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. — Jesús.


1 C uando nuestro gran Maestro vino a Juan para ser bauti-
 zado, este se sorprendió. Leyendo sus pensamientos, Jesús
3 agregó: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos
 toda justicia”. Las concesiones de Jesús (en ciertos casos) a los
 métodos materiales eran para el avance del bien espiritual.
6 El matrimonio es la provisión legal y moral para la genera-
 ción entre la especie humana. Hasta que se discierna que la
 creación espiritual está intacta, sea percibida y
9 comprendida, y el reino de Dios haya venido
 como en la visión del Apocalipsis —donde el sentido corporal
 de la creación fue echado fuera, y su sentido espiritual reve-
12 lado desde el cielo— el matrimonio continuará, sujeto a tales
 reglas morales que aseguren una virtud creciente.


 La infidelidad al pacto matrimonial es la plaga social
15 de todas las razas, “la pestilencia que anda en oscuridad,...
 la mortandad que en medio del día destruye”.
 El mandamiento: “No cometerás adulterio” no fidelidad
18 es menos imperativo que el que dice: “No matarás”.



Página 57



1 La castidad es el cemento de la civilización y el progreso.
 Sin ella no hay estabilidad en la sociedad, y sin ella uno no
3 puede lograr la Ciencia de la Vida.


 La unión de las cualidades masculinas y femeninas consti-
 tuye la compleción. La mente masculina alcanza un tono
6 más elevado por medio de ciertos elementos de Elementos
 la femenina, mientras que la mente femenina
 gana valor y fuerza por medio de las cualidades masculinas.
9 Estos diferentes elementos se conjuntan naturalmente los
 unos con los otros, y su armonía verdadera está en la unidad
 espiritual. Ambos sexos debieran ser amorosos, puros, tiernos
12 y fuertes. La atracción entre las cualidades nativas será
 perpetua sólo mientras sea pura y verdadera, trayendo dulces
 temporadas de renovación como la primavera que retorna.


15 La belleza, la riqueza o la fama son incompetentes para
 satisfacer las exigencias de los afectos, y nunca debieran tener
 preponderancia sobre las mejores reivindica-
18 ciones del intelecto, la bondad y la virtud. La
 felicidad es espiritual, nacida de la Verdad y el Amor. No es
 egoísta; por lo tanto, no puede existir sola, sino que requiere
21 que toda la humanidad la comparta.


 El afecto humano no es prodigado en vano, aunque no sea
 correspondido. El amor enriquece la naturaleza, engrande-
24 ciéndola, purificándola y elevándola. Las ráfagas Ayuda y
 invernales de la tierra pueden desarraigar las
 flores del afecto, y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura
27 de lazos carnales sirve para unir más estrechamente el pensa-
 miento con Dios, porque el Amor apoya el corazón que lucha
 hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar
30 sus alas hacia el cielo.


 El matrimonio es desdichado o feliz, según las desilusio-
 nes que entrañe o las esperanzas que cumpla. Hacer más feliz



Página 58



1 la existencia por medio de relaciones constantes con aquellos
 aptos para elevarla, debiera ser el motivo de la sociedad. La
3 unidad de espíritu da nuevas alas al gozo, de lo contrario las
 alas caídas del gozo se arrastran por el polvo.


 Las notas mal combinadas producen disonancia. Los
6 tonos de la mente humana pueden ser diferentes, pero tienen
 que concordar para combinarse debidamente.
 La ambición libre de egoísmo, los nobles moti-
9 vos de vida y la pureza, estos componentes del pensamiento,
 al mezclarse, constituyen individual y colectivamente la
 felicidad verdadera, la fuerza y la permanencia.


12 Hay libertad moral en el Alma. Nunca restrinjas a
 alguien el horizonte de sus miras nobles mediante la exigencia
 egoísta de todo su tiempo y sus pensamientos.
15 Con gozos adicionales, la benevolencia debiera libertad
 difundirse más. La mezquindad y los celos, que quisieran
 encerrar a una esposa o un esposo para siempre entre cuatro
18 paredes, no promoverán el dulce intercambio de la confianza
 y el amor; pero por otra parte, el deseo errátil de diversiones
 incesantes fuera del círculo del hogar es un mal augurio para
21 la felicidad del matrimonio. El hogar es el lugar más querido
 de la tierra, y debiera ser el centro, aunque no el límite, de
 los afectos.


24 Dijo la novia aldeana a su amado: “Dos no comen más
 juntos de lo que comen separados”. Esto es un indicio de que
 una esposa no debiera entregarse a vulgares
27 extravagancias o insensata ociosidad, porque
 otro responde a sus caprichos. La riqueza puede obviar la
 necesidad de trabajo arduo o la posibilidad de disgustos en las
30 relaciones conyugales, pero nada puede abolir las responsabi-
 lidades del matrimonio.


 “La que es casada se afana por... agradar a su marido”,



Página 59



1 dice la Biblia; y esto es lo más agradable de hacer. El matri-
 monio no debiera contraerse sin un pleno reconocimiento de
3 sus obligaciones permanentes por ambas partes. Deberes
 Cada uno debiera sentir la más tierna solicitud distintos
 por la felicidad del otro, y la atención y la aprobación mutuas
6 debieran acompañar todos los años de la vida matrimonial.


 Las concesiones mutuas a menudo mantendrán un pacto
 que de otro modo podría volverse insoportable. No debiera
9 requerírsele al hombre que participe en todas las molestias
 y responsabilidades de la economía doméstica, ni debiera
 esperarse que la mujer comprenda la economía política.
12 Cumpliendo las distintas exigencias de sus esferas unidas,
 sus preferencias debieran fundirse en dulce confianza y buen
 ánimo, cada compañero sosteniendo al otro, santificando así
15 la unión de intereses y afectos, en la cual el corazón encuentra
 paz y hogar.


 Las palabras tiernas y el cuidado desinteresado por lo que
18 promueve el bienestar y la felicidad de tu esposa comprobarán
 ser más beneficiosos para prolongar su salud
 y sus sonrisas que la indiferencia impasible o
21 los celos. Esposos, oíd esto y recordad cuán mínima es la
 palabra o el hecho que puede renovar los tiempos de vuestros
 primeros idilios.


24 Después de contraer matrimonio, es demasiado tarde para
 quejarse de incompatibilidad de caracteres. Un entendimiento
 mutuo debiera existir antes de esta unión y continuar para
27 siempre, porque el engaño es fatal para la felicidad.


 El voto nupcial nunca debiera ser anulado mientras sus
 obligaciones morales se mantengan intactas; pero la frecuencia
30 del divorcio muestra que lo sagrado de esta
 relación está perdiendo su influencia, y que
 equivocaciones fatales están minando sus fundamentos.
33 La separación nunca debiera ocurrir, y nunca ocurriría,



Página 60



1 si ambos, esposo y esposa, fueran genuinos Científicos
 Cristianos. La Ciencia inevitablemente eleva más alto el ser
3 en la escala de la armonía y la felicidad.


 Los gustos, motivos y aspiraciones afines son necesarios
 para la formación de un compañerismo feliz y permanente.
6 Lo bello en el carácter es también lo bueno,
 soldando indisolublemente los lazos del afecto.
 El afecto de una madre no se puede desligar de su hijo, porque
9 el amor de madre incluye la pureza y la constancia, ambas
 inmortales. Por lo tanto, el afecto materno perdura bajo
 cualquier dificultad.


12 Por la lógica de los acontecimientos aprendemos que sólo
 el egoísmo y la impureza son transitorios, y que la sabiduría
 finalmente separará lo que no ha juntado.


15 El matrimonio debiera mejorar la especie humana, convir-
 tiéndose en una barrera contra el vicio, una protección para la
 mujer, fuerza para el hombre y un centro para
18 los afectos. Esto, sin embargo, en la mayoría de los afectos
 los casos, no es su tendencia actual, ¿y por qué? Porque la
 educación de la naturaleza más elevada es desatendida, y otros
21 factores —la pasión, las diversiones frívolas, el adorno perso-
 nal, la ostentación y el orgullo— ocupan el pensamiento.


 Un oído desafinado llama a la disonancia armonía, al no
24 apreciar la concordancia. Así el sentido físico, al no discernir
 la verdadera felicidad del ser, la coloca sobre una Concordancia
 base falsa. La Ciencia corregirá la disonancia, y espiritual
27 nos enseñará las armonías más dulces de la vida.


 El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la
 humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y estaría
30 más segura en nuestro poder, si se buscara en el Alma. Sólo
 los goces más elevados pueden satisfacer los anhelos del



Página 61



1 hombre inmortal. No podemos circunscribir la felicidad a
 los límites del sentido personal. Los sentidos no confieren
3 goces verdaderos.


 Lo bueno en los afectos humanos ha de tener ascendiente
 sobre lo malo y lo espiritual sobre lo animal, o nunca se
6 alcanzará la felicidad. Lograr esta condición
 celestial mejoraría nuestra progenie, disminui-
 ría el crimen y daría objetivos más elevados a la ambición.
9 Todo valle de pecado tiene que ser alzado, y todo monte de
 egoísmo bajado, para que se prepare el camino de nuestro
 Dios en la Ciencia. Los hijos cuyos padres tienen pensamien-
12 tos celestiales heredan más intelecto, mentes más equilibra-
 das y constituciones más sanas.


 Si alguna circunstancia fortuita coloca a niños de
15 condiciones prometedoras en los brazos de padres toscos,
 a menudo estos bellos niños decaen y mueren
 pronto, cual flores tropicales nacidas entre
18 nieves alpinas. Si acaso viven hasta llegar a ser padres a su
 vez, es posible que reproduzcan en sus propios pequeños
 indefensos los rasgos más toscos de sus antepasados. ¿Qué
21 esperanza de felicidad, qué noble ambición, pueden inspirar
 al niño que herede propensiones que deben ser vencidas o lo
 reducirán a una ruina detestable?


24 ¿No es la propagación de la especie humana una respon-
 sabilidad mayor, un cargo más solemne, que el cultivo de
 tu jardín o la cría de ganado para aumentar tus rebaños
27 y manadas? Nada indigno de ser perpetuado debiera ser
 transmitido a los hijos.


 La formación de los mortales tiene que mejorar en gran
30 manera para avanzar la humanidad. La moral científica
 del matrimonio es la unidad espiritual. Si la propagación
 de una especie humana más elevada es un requisito para
33 alcanzar esta meta, entonces sus condiciones materiales



Página 62



1 sólo pueden ser permitidas con el propósito de engendrar.
 El feto debe guardarse mentalmente puro y el período de la
3 gestación tener la santidad de la virginidad.


 Toda la educación de los niños debiera ser tal que forme
 hábitos de obediencia a la ley moral y espiritual, con la cual el
6 niño pueda enfrentar y dominar la creencia en las así llama-
 das leyes físicas, una creencia que engendra la enfermedad.


 Si los padres crean en sus bebés un deseo de diversión
9 incesante, de ser alimentados, mecidos, de que se juegue con
 ellos o se les hable constantemente, esos padres La herencia
 no debieran, en años posteriores, quejarse de la tenida


12 irritabilidad o la frivolidad de sus hijos, que los
 padres mismos han ocasionado. Afanándoos menos “por
 vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber”,
15 menos “por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir”, hará
 mucho más por la salud de la generación que surge de lo que
 soñáis. Se debiera permitir a los niños que sigan siendo
18 niños en el conocimiento, y debieran llegar a ser hombres y
 mujeres sólo a través del crecimiento en la comprensión de la
 naturaleza más elevada del hombre.


21 No debemos atribuir más y más inteligencia a la materia,
 sino menos y menos, si queremos ser sabios y sanos. La
 Mente divina, que forma el capullo y la flor,
24 cuidará del cuerpo humano, así como viste el
 lirio; pero que ningún mortal interfiera en el gobierno de Dios
 imponiendo las leyes de los conceptos humanos que yerran.


27 La naturaleza más elevada del hombre no es gobernada
 por la más baja; si lo fuera, el orden de la sabiduría estaría
 revertido. Nuestros puntos de vista falsos sobre La ley supe­rior
30 la vida ocultan la armonía eterna, y producen
 los males de que nos quejamos. Porque los mortales creen en
 leyes materiales y rechazan la Ciencia de la Mente, esto no
33 hace que la materialidad sea lo primero y la ley superior



Página 63



1 del Alma lo postrero. Jamás pensarías que la franela es mejor
 para prevenir enfermedades pulmonares que la Mente que
3 todo lo controla, si comprendieras la Ciencia del ser.


 En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello,
 lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no
6 está, como el de los mortales, en el instinto
 bruto, ni pasa él por condiciones materiales
 antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es su fuente
9 primitiva y última del ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley
 de su ser.


 La ley civil establece diferencias muy injustas entre los
12 derechos de los dos sexos. La Ciencia Cristiana no propor-
 ciona precedente alguno para tal injusticia, y la Los derechos
 civilización la mitiga en cierta medida. Con
15 todo, es asombroso que la costumbre le conceda a la mujer
 menos derechos de los que le concede la Ciencia Cristiana o
 la civilización.


18 Nuestras leyes no son imparciales, por decir lo menos, en
 su discriminación de las personas, las propiedades y la patria
 potestad de los dos sexos. Si el derecho al voto
21 de la mujer va a remediar el mal, sin dar lugar a injusta
 dificultades de mayor magnitud, esperemos que sea otorgado.
 Un medio tan factible como racional de mejoramiento es, al
24 presente, la elevación de la sociedad en general y el logro de
 una raza más noble para que legisle, una raza que tenga
 miras y motivos más elevados.


27 Si un marido disoluto abandona a su esposa, ciertamente
 se le debiera permitir a la agraviada, y tal vez empobrecida
 mujer, cobrar su propio salario, firmar acuerdos comerciales,
30 poseer bienes inmuebles, depositar fondos y ser dueña de sus
 hijos libre de interferencia.



Página 64



1 La falta de justicia uniforme es un mal notorio causado
 por el egoísmo y la inhumanidad del hombre. Nuestros
3 antepasados practicaban su fe de la manera enseñada por el
 apóstol Santiago, cuando dijo: “La religión pura y sin mácula
 delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a
6 las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del
 mundo”.


 El orgullo, la envidia, o los celos parecen ser en la mayoría
9 de las ocasiones el maestro de ceremonias, que excluye el
 cristianismo primitivo. Cuando un hombre
 extiende una mano auxiliadora a alguna noble obstaculizada
12 mujer que está luchando sola con la adversidad, su esposa no
 debiera decir: “Nunca conviene interferir en los asuntos del
 prójimo”. A veces una esposa se ve impedida por un avari-
15 cioso tirano doméstico de dar la ayuda espontánea que su
 compasión y caridad quisieran ofrecer.


 El matrimonio debiera significar una unión de corazones.
18 Además, la hora viene de la que habló Jesús, cuando declaró
 que en la resurrección ya no se casarían ni se
 darían en casamiento, sino que el hombre sería progresivo
21 como los ángeles. Entonces el Alma se regocijará en lo suyo,
 en lo cual la pasión no tiene parte. Entonces la pureza de
 blanca vestidura unirá en una sola persona la sabiduría
24 masculina y el amor femenino, la comprensión espiritual y la
 paz perpetua.


 Hasta que se aprenda que Dios es el Padre de todos,
27 el matrimonio continuará. No permitan los mortales un
 desacato a la ley que pudiera llevar a un estado social peor
 que el que ahora existe. La honestidad y la virtud aseguran
30 la estabilidad del pacto matrimonial. El Espíritu reclamará
 al fin lo suyo —todo lo que realmente es— y las voces del
 sentido físico serán acalladas para siempre.



Página 65



1 La experiencia debiera ser la escuela de la virtud, y la
 felicidad humana debiera proceder de la naturaleza más
3 elevada del hombre. Quiera el Cristo, la Verdad, La bendición
 estar presente en todo altar nupcial para con-
 vertir el agua en vino y para dar a la vida humana una inspi-
6 ración por la cual la existencia espiritual y eterna del hombre
 pueda ser discernida.


 Si los fundamentos de los afectos humanos son coherentes
9 con el progreso, serán fuertes y duraderos. Los divorcios
 debieran advertir a la época sobre algún error
 fundamental en el estado conyugal. La unión
12 de los sexos sufre una temible discordia. Para alcanzar la
 Ciencia Cristiana y su armonía, la vida debiera ser conside-
 rada más metafísicamente.


15 Los diseminados poderes del mal, tan conspicuos hoy
 en día, se muestran en el materialismo y sensualismo de
 la época, luchando contra la era espiritual que
18 avanza. Contemplando la falta de cristianismo impotentes
 en el mundo y la impotencia de los votos para hacer feliz el
 hogar, la mente humana exigirá al fin un afecto más elevado.


21 Se producirá una fermentación como consecuencia de
 esta reforma, así como de muchas otras, hasta que obtenga-
 mos finalmente el claro filtrado de la verdad,
24 y queden la impureza y el error entre los sedi-
 mentos. La fermentación aun de los fluidos no es agradable.
 Una etapa de inestabilidad y de transición es, de por sí,
27 indeseable. El matrimonio, que alguna vez fue un hecho fijo
 entre nosotros, debe perder su resbaladiza base actual, y el
 hombre debe encontrar permanencia y paz adhiriéndose más
30 a lo espiritual.


 La quimicalización mental, que ha traído la infidelidad
 conyugal a la superficie, seguramente echará fuera este mal,
33 y el matrimonio llegará a ser más puro cuando se haya ido
 la escoria.



Página 66



1 Tienes razón, Shakespeare inmortal, gran poeta de la
 humanidad:


3 Dulce es el fruto de la adversidad;


 Que, como el sapo, feo y venenoso,


 Lleva en la frente joya de gran valor.


6 Los desafíos enseñan a los mortales a no apoyarse en un
 báculo material, una caña cascada, que traspasa el corazón.
 Apenas recordamos esto cuando brilla el sol de Pesar
9 la alegría y la prosperidad. El pesar es saluda-
 ble. A través de grandes tribulaciones entramos en el reino.
 Los desafíos son pruebas del cuidado de Dios. El desarrollo
12 espiritual no germina de la simiente sembrada en el terreno
 de esperanzas materiales, sino que cuando estas decaen, el
 Amor propaga de nuevo las alegrías más elevadas del Espíritu,
15 las cuales no tienen mácula terrenal. Cada etapa sucesiva de
 experiencia revela nuevas perspectivas de la bondad y del
 amor divinos.


18 En medio de la gratitud por la felicidad conyugal, bueno
 es recordar cuán efímeras son las alegrías humanas. En
 medio de la infelicidad conyugal, bueno es tener esperanza,
21 orar y esperar pacientemente a que la sabiduría divina señale
 el sendero.


 Marido y mujer jamás debieran separarse si no hay una
24 exigencia cristiana para ello. Es mejor esperar la lógica de los
 acontecimientos en lugar de que una esposa
 abandone precipitadamente a su marido o que
27 un marido abandone a su esposa. Si uno es mejor que el
 otro, como siempre tiene que ser el caso, el otro necesita ante
 todo buena compañía. Sócrates consideraba saludable la
30 paciencia bajo tales circunstancias, haciendo de su Jantipa
 una disciplina para su filosofía.


 El pesar tiene su recompensa. Nunca nos
33 deja donde nos encontró. La hornaza separa
 el oro de la escoria para que el metal precioso pueda ser



Página 67



1 grabado con la imagen de Dios. De la copa que nuestro Padre
 nos ha dado, ¿no hemos de beber y aprender las lecciones que
3 Él enseña?


 Cuando el océano es agitado por una tempestad, entonces
 las nubes amenazan, el viento silba por entre los tiesos oben-
6 ques, y las olas se levantan como montañas.
 Preguntamos al timonel: “¿Conoces tu curso?
 ¿Puedes timonear con seguridad en medio de la tempestad?”
9 Él contesta valientemente, pero aun el marino intrépido no
 está seguro de encontrarse a salvo; la ciencia náutica no se
 iguala a la Ciencia de la Mente. Sin embargo, actuando de
12 acuerdo con su más elevada comprensión, firme en el puesto
 del deber, el marino continúa bregando y espera el resultado.
 Así debiéramos conducirnos en el agitado mar del pesar.
15 Esperando y luchando, uno debiera aferrarse a la nave que
 naufraga, hasta que una propulsión irresistible precipite su
 perdición o la luz del sol alegre el mar embravecido.


18 La noción de que la naturaleza animal puede dar fuerza al
 carácter es demasiado absurda para tomarla en consideración,
 cuando recordamos que por ascendiente espiri-
21 tual nuestro Señor y Maestro sanó a los enfer-
 mos, resucitó a los muertos y hasta ordenó a los vientos y las
 olas que lo obedecieran. La gracia y la Verdad son mucho
24 más potentes que todos los otros medios y métodos.


 La falta de poder espiritual en la demostración limitada
 del cristianismo popular no silencia la labor de los siglos. La
27 consciencia espiritual, no la corporal, es la que se necesita.
 El hombre liberado del pecado, la enfermedad y la muerte
 presenta la verdadera semejanza o ideal espiritual.


30 Los sistemas de religión y medicina tratan sobre dolores
 y placeres físicos, mas Jesús reprendió el sufrimiento prove-
 niente de tal causa o efecto. Se aproxima la época en



Página 68



1 que la comprensión de la verdad del ser será la base de la
 religión verdadera. En la actualidad, los mortales progresan
3 lentamente por temor a ser considerados ridícu-
 los. Son esclavos de la moda, el orgullo y el


 sentido. Algún día comprenderemos cómo el
6 Espíritu, el gran arquitecto, ha creado a hombres y mujeres
 en la Ciencia. Debiéramos hastiarnos de lo efímero y falso y
 no atesorar nada que obstaculice nuestro yo más elevado.


9 Los celos son la tumba del afecto. La presencia de des-
 confianza, donde debiera haber confianza, marchita las flores
 del Edén y dispersa los pétalos del amor, haciéndolos perecer.
12 No te apresures a prestar el voto “hasta que la muerte nos
 separe”. Considera sus obligaciones, sus responsabilidades,
 su relación con tu crecimiento y con tu influencia sobre otras
15 vidas.


 Sólo conocí a una persona que creía en la partenogénesis;
 era soltera, un personaje encantador, sufría de demencia
18 incipiente, y un Científico Cristiano la sanó.
 He mencionado su caso a otros individuos, al
 echar mi pan sobre las aguas, y quizás esto haya hecho
21 meditar a los buenos, y a los malos tramar sus tontas insinua-
 ciones y mentiras, ya que a veces hasta las causas saludables
 provocan tales efectos. La perpetuación de las especies
24 florales por yemas o división de células es evidente, pero no
 doy crédito a la creencia de que la partenogénesis se aplica a
 la especie humana.


27 La Ciencia Cristiana presenta desarrollo, no acrecenta-
 miento; no manifiesta ningún crecimiento material de
 molécula a mente, sino una comunicación de
30 la Mente divina al hombre y al universo. En la de Dios,


 proporción en que la generación humana cese,
 los intactos eslabones del ser eterno y armonioso serán
33 espiritualmente discernidos; y el hombre, no de la tierra



Página 69



1 terrenal, sino coexistente con Dios, aparecerá. El hecho
 científico de que el hombre y el universo son desarrollados
3 en el Espíritu, y son por eso espirituales, está tan firmemente
 establecido en la Ciencia divina como lo está la prueba de
 que los mortales ganan el sentido de salud sólo a medida que
6 pierden el sentido de pecado y de enfermedad. Los mortales
 nunca pueden comprender la creación de Dios mientras
 creen que el hombre es un creador. Los hijos de Dios, ya
9 creados, serán conocidos sólo cuando el hombre encuentre la
 verdad del ser. Así es que el hombre verdadero e ideal apa-
 rece en la proporción en que el falso y material desaparece.
12 Ya no casarse o “darse en casamiento” no termina ni con la
 continuidad del hombre ni con su sentido de incremento del
 número en el plan infinito de Dios. Comprender espiritual-
15 mente que no hay sino un único creador, Dios, revela toda
 la creación, confirma las Escrituras, trae la dulce seguridad
 de que no hay separación, no hay dolor, y que el hombre es
18 imperecedero y perfecto y eterno.


 Si los Científicos Cristianos educan a sus propios vástagos
 espiritualmente, pueden educar a otros espiritualmente y no
21 estar en conflicto con el sentido científico de la creación de
 Dios. Algún día el hijo preguntará a su padre: “¿Guardas el
 Primer Mandamiento? ¿Tienes un solo Dios y creador, o es
24 el hombre un creador?” Si el padre le responde: “Dios crea
 al hombre por medio del hombre”, el hijo podría preguntar:
 “¿Enseñas que el Espíritu crea materialmente, o declaras
27 que el Espíritu es infinito y, por consiguiente, la materia está
 fuera de la cuestión?” Jesús dijo: “Los hijos de este siglo se
 casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos
30 por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre
 los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento”.





Página 70


Capítulo 4 — La Ciencia Cristiana versus el espiritismo




Y si os dijeren:
Preguntad a los encantadores y a los adivinos,
que susurran hablando, responded:
¿No consultará el pueblo a su Dios? — Isaías.


De cierto, de cierto os digo,
que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
Entonces los judíos le dijeron:
Ahora conocemos que tienes demonio. — Juan.

1 La existencia mortal es un enigma. Cada día es un misterio.
 El testimonio de los sentidos corporales no puede infor-
3 marnos qué es lo real y qué es lo ilusorio, pero las revelaciones
 de la Ciencia Cristiana abren la cerradura de los tesoros de la
 Verdad. Todo lo que es falso o pecaminoso jamás El Espíritu
6 puede entrar en la atmósfera del Espíritu. Hay único, infinito
 un único Espíritu. El hombre jamás es Dios, pero el hombre
 espiritual, creado a semejanza de Dios, refleja a Dios. En este
9 reflejo científico el Ego y el Padre son inseparables. La suposi-
 ción de que los seres corpóreos son espíritus, o que hay
 espíritus buenos y malos, es una equivocación.
12 La Mente divina mantiene todas las identidades, desde una
 brizna de hierba hasta una estrella, inconfundi-
 bles y eternas. Las preguntas son: ¿Qué son las
15 identidades de Dios? ¿Qué es el Alma? ¿Existe vida o alma en
 la cosa formada?



Página 71



1 Nada es real y eterno —nada es Espíritu— sino Dios y Su
 idea. El mal no tiene realidad. No es ni persona, lugar, ni
3 cosa, sino que es simplemente una creencia, una ilusión del
 sentido material.


 La identidad, o idea, de toda realidad continúa para
6 siempre; pero el Espíritu, o Principio divino de todo, no
 está en las formaciones del Espíritu. Alma es sinónimo de
 Espíritu, Dios, el Principio creativo, gobernante, infinito,
9 fuera de la forma finita, al cual las formas sólo reflejan.


 Cierra los ojos, y puede que sueñes que ves una flor, que
 la tocas y hueles. Así aprendes que la flor es un producto de
12 la así llamada mente, una formación del pensa-
 miento más bien que de la materia. Cierra los
 ojos nuevamente, y puede que veas panoramas, hombres y
15 mujeres. Así aprendes que también estos son imágenes que la
 mente mortal mantiene y desarrolla y que simulan la mente,
 la vida y la inteligencia. De los sueños también aprendes que
18 ni la mente mortal ni la materia es la imagen y semejanza de
 Dios, y que la Mente inmortal no está en la materia.


 Cuando la Ciencia de la Mente sea comprendida, se
21 encontrará que el espiritismo es esencialmente erróneo,
 que no tiene ninguna base ni origen científico,
 ninguna prueba ni poder fuera del testimonio
24 humano. Es el vástago de los sentidos físicos. No hay sen-
 sualidad en el Espíritu. Jamás pude creer en el espiritismo.


 La base y la estructura del espiritismo son igualmente
27 materiales y físicas. Sus espíritus son otras tantas cor-
 poralidades, limitadas y finitas en carácter y calidad. El
 espiritismo, por tanto, presupone que el Espíritu, que es
30 siempre infinito, es un ser corpóreo, una forma finita, una
 teoría contraria a la Ciencia Cristiana.



Página 72



1 No hay sino una única existencia espiritual: la Vida, de
 la cual el sentido corporal no puede tener conocimiento.
3 El Principio divino del hombre habla por medio del sentido
 inmortal. Si un cuerpo material —en otras palabras, el
 sentido mortal y material— fuera impregnado por el
6 Espíritu, ese cuerpo desaparecería para el sentido mortal,
 sería imperecedero. Una condición previa para estar en
 comunión con el Espíritu es ganar la vida espiritual.


9 Los así llamados espíritus no son nada más que comuni-
 cadores corpóreos. Tal como la luz destruye la oscuridad y
 en lugar de la oscuridad todo es luz, así (en la
12 Ciencia absoluta) el Alma, o Dios, es la única
 que da la verdad al hombre. La Verdad destruye la mortali-
 dad, y trae a luz la inmortalidad. La creencia mortal (el
15 sentido material de la vida) y la Verdad inmortal (el sentido
 espiritual) son la cizaña y el trigo, que no son unidas por el
 progreso, sino separadas.


18 La perfección no es expresada por medio de la imperfec-
 ción. El Espíritu no es puesto de manifiesto por medio de
 la materia, el antípoda del Espíritu. El error no es un tamiz
21 conveniente a través del cual pueda ser cernida la verdad.


 Como Dios, el bien, está siempre presente, se deduce
 en la lógica divina que el mal, el supuesto contrario del
24 bien, nunca está presente. En la Ciencia, el
 bien individual derivado de Dios, el infinito
 Todo-en-todo, puede fluir de los fallecidos a los mortales;
27 pero el mal no es comunicable ni científico. Un mortal
 pecador y terrenal no es la realidad de la Vida ni el medio
 por el cual la verdad pasa a la tierra. La alegría de la comu-
30 nicación se convierte en la burla del pecado, cuando el mal
 y el sufrimiento son comunicables. No es la comunión entre
 las personas, sino la ley divina la que comunica la verdad, la
33 salud y la armonía a la tierra y a la humanidad. Es tan
 imposible mezclar el fuego y la escarcha como el Espíritu y la



Página 73



1 materia. En ninguno de los dos casos el uno apoya el otro.


 El espiritismo llama material a una persona que vive en
3 este mundo, pero a otra, que ha muerto hoy pecadora y que
 supuestamente regresará a la tierra mañana, la denomina un
 espíritu. El hecho es que ni la una ni la otra es el Espíritu infi-
6 nito, porque el Espíritu es Dios, y el hombre es Su semejanza.


 La creencia de que un hombre, como espíritu, puede
 controlar a otro hombre, como materia, trastorna tanto la
9 individualidad como la Ciencia del hombre,
 porque el hombre es imagen. Dios controla al
 hombre, y Dios es el único Espíritu. Cualquier otro control o
12 atracción de un así llamado espíritu es una creencia mortal
 que debe conocerse por su fruto: la repetición del mal.


 Si el Espíritu, o Dios, se comunicara con los mortales o
15 los controlara por medio de la electricidad o cualquier otra
 forma de materia, el orden divino y la Ciencia del Espíritu
 omnipotente y omnipresente serían destruidos.


18 La creencia de que los cuerpos materiales vuelven al
 polvo, para resucitar en el más allá como cuerpos espirituales
 con sensaciones y deseos materiales, es inco-
21 rrecta. Igualmente incorrecta es la creencia de incorrectas
 que el espíritu está confinado dentro de un cuerpo finito y
 material, del cual es liberado por la muerte, y que, cuando es
24 liberado del cuerpo material, el espíritu retiene las sensacio-
 nes pertenecientes a ese cuerpo.


 Es una grave equivocación suponer que la materia es una
27 parte de la realidad de la existencia inteligente, o que el
 Espíritu y la materia, la inteligencia y la ausen-
 cia de inteligencia, pueden comunicarse entre


30 sí. Este error será destruido por la Ciencia.
 No puede hacerse de lo sensorio el vocero de lo espiritual,
 ni puede lo finito convertirse en el conducto de lo infinito.
33 No hay comunicación entre la así llamada existencia material



Página 74



1 y la vida espiritual, la cual no está sujeta a la muerte.


 Para estar en condiciones de comunicarse con el Espíritu,
3 las personas tienen que estar libres de los cuerpos orgánicos;
 y su regreso a un estado material, después de
 haberlo dejado, sería tan imposible como lo
6 sería la restauración de la bellota a su condición original, ya
 convertida en un brote que ha salido de la tierra. La semilla
 que ha germinado tiene una forma y un estado nuevos de
9 existencia. Cuando aquí o en el más allá la creencia de vida en
 la materia se extingue, el error que ha mantenido tal creencia
 se disuelve con la creencia, y nunca vuelve a su condición
12 antigua. Ninguna correspondencia ni comunión puede existir
 entre personas que están en sueños tan opuestos como la
 creencia de haber muerto y dejado un cuerpo material y la
15 creencia de vivir aún en un cuerpo orgánico y material.


 La oruga, transformada en un bello insecto, ya no es un
 gusano, ni vuelve el insecto a fraternizar con el gusano ni a
18 controlarlo. Semejante transformación regre-
 siva es imposible en la Ciencia. La oscuridad y sin puente
 la luz, la infancia y la madurez, la enfermedad y la salud, son
21 opuestas, creencias diferentes que jamás se amalgaman.
 ¿Quién dirá que la infancia puede expresar las ideas de la
 madurez, que la oscuridad puede representar la luz, que
24 estamos en Europa cuando nos encontramos en el hemisferio
 opuesto? No hay ningún puente a través de la sima que
 divide dos condiciones tan opuestas como la espiritual, o
27 incorpórea, y la física, o corpórea.


 En la Ciencia Cristiana jamás hay un paso retrógrado,
 jamás un regreso a posiciones superadas. Los así llamados
30 muertos y los vivos no pueden comunicarse, pues están en
 estados separados de existencia, o consciencia.



Página 75



1 Esta simple verdad pone al descubierto la suposición
 equivocada de que el hombre muere como materia pero que
3 vuelve a la vida como espíritu. Los así llama-
 dos muertos, a fin de reaparecer a aquellos que que no es


 están aún en la existencia reconocida por los
6 sentidos físicos, tendrían que ser tangibles y materiales
 —tener una investidura material— o los sentidos materiales
 no podrían reconocer a los así llamados muertos.


9 El espiritismo quisiera trasladar a los hombres desde el
 sentido espiritual de la existencia de regreso al sentido material
 de ella. Este tosco materialismo es científicamente imposible,
12 ya que para el Espíritu infinito no puede haber materia.


 Jesús dijo de Lázaro: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas
 voy para despertarle”. Jesús restableció a Lázaro mediante la
15 comprensión de que Lázaro nunca había muerto, Resucitando
 no mediante la admisión de que su cuerpo había a los muertos
 muerto y luego vuelto a vivir. Si Jesús hubiera creído que
18 Lázaro había vivido o muerto en su cuerpo, el Maestro
 hubiera estado en el mismo plano de creencia que aquellos
 que enterraron el cuerpo, y no hubiera podido resucitarlo.


21 Cuando puedes despertarte a ti mismo o a otros de la
 creencia de que todo tiene que morir, puedes entonces ejercer
 el poder espiritual de Jesús para reproducir la presencia de
24 aquellos que han creído haber muerto, pero no de otro modo.


 Hay un momento posible, en el que aquellos que viven en
 la tierra y aquellos llamados muertos, pueden comunicarse, y
27 ese es el momento que precede a la transición,
 el momento en que el eslabón entre sus creen-
 cias opuestas está siendo cortado. En el vestíbulo por el que
30 pasamos de un sueño a otro sueño, o cuando nos desperta-
 mos del sueño de la tierra a las grandes verdades de la Vida,
 los que se están yendo tal vez oigan la bienvenida gozosa de



Página 76



1 aquellos que se han ido antes. Los que se están yendo puede
 que susurren esta visión, nombren la faz que les sonríe y la
3 mano que los llama, así como alguien ante el Niágara, con los
 ojos abiertos únicamente a esa maravilla, olvida todo lo
 demás y expresa en voz alta su embeleso.


6 Cuando el ser sea comprendido, la Vida será reconocida
 no como material ni finita, sino como infinita, como Dios, el
 bien universal; y la creencia de que la vida, o
9 mente, estuvo alguna vez en una forma finita,
 o el bien en el mal, será destruida. Entonces se comprenderá
 que el Espíritu nunca entró en la materia y, por tanto, nunca
12 fue resucitado de la materia. Cuando ha avanzado al ser
 espiritual y a la comprensión de Dios, el hombre ya no puede
 comunicarse con la materia; ni puede retornar a ella, como
15 tampoco un árbol puede retornar a su semilla. Ni parecerá
 que el hombre es corpóreo, sino que será una consciencia
 individual, caracterizada por el Espíritu divino como idea,
18 no materia.


 Las creencias de sufrimiento, pecado y muerte son irreales.
 Cuando la Ciencia divina sea universalmente comprendida,
21 ellas no tendrán poder sobre el hombre, porque el hombre es
 inmortal y vive por autoridad divina.


 El gozo impecable —la perfecta armonía e inmortalidad
24 de la Vida, que posee belleza y bondad divinas ilimitadas sin
 un solo placer o dolor corporal— constituye el
 único hombre verdadero e indestructible, cuyo inmateriales
27 ser es espiritual. Este estado de existencia es científico y está
 intacto, una perfección discernible sólo para aquellos que
 tienen la comprensión final del Cristo en la Ciencia divina.
30 La muerte jamás puede apresurar este estado de existencia,
 porque hay que vencer la muerte y no someterse a ella, antes
 que aparezca la inmortalidad.


33 El reconocimiento del Espíritu y la infinitud no viene



Página 77



1 repentinamente aquí o en el más allá. El piadoso Policarpo
 dijo: “No puedo pasar de repente del bien al mal”. Tampoco
3 otros mortales logran el cambio del error a la verdad de un
 solo salto.


 La existencia continúa siendo una creencia del sentido
6 corporal hasta que la Ciencia del ser es alcanzada. El error trae
 en sí su propia destrucción tanto aquí como en el La segunda
 más allá, pues la mente mortal crea sus propias muerte
9 condiciones físicas. La muerte ocurrirá en el próximo plano de
 existencia así como en este, hasta que la comprensión espiritual
 de la Vida sea alcanzada. Entonces, y no hasta entonces, será
12 demostrado que “la segunda muerte no tiene potestad”.


 El período requerido para que este sueño de vida material,
 que lleva en sí sus así llamados placeres y dolores, se desva-
15 nezca de la consciencia, “nadie sabe... ni el Hijo, Un sueño
 sino el Padre”. Este período será de mayor o
 menor duración, de acuerdo con la tenacidad del error. ¿Qué
18 ventaja tendría, entonces, para nosotros o para los fallecidos,
 prolongar el estado material y así prolongar la ilusión, ya sea
 de un alma inerte o de un sentido que peca y sufre, una así
21 llamada mente encadenada a la materia?


 Aun si las comunicaciones de los espíritus con la cons-
 ciencia mortal fueran posibles, tales comunicaciones dismi-
24 nuirían maravillosamente más con cada etapa
 avanzada de la existencia. Los fallecidos se
 elevarían gradualmente por encima de la ignorancia y la
27 materialidad, y los espiritistas superarían sus creencias en el
 espiritismo material. El espiritismo relega a los así llamados
 muertos a un estado parecido al de capullos malogrados, a
30 un purgatorio desdichado, donde las oportunidades para el
 mejoramiento de los fallecidos se reducen hasta convertirse en
 nada y ellos vuelven a sus antiguos puntos de vista materiales.



Página 78



1 La flor que se marchita, el capullo malogrado, el roble
 nudoso, la bestia feroz —al igual que las discordias de
3 la enfermedad, el pecado y la muerte— son
 innaturales. Son las falsedades del sentido, las
 cambiantes desviaciones de la mente mortal; no son las
6 realidades eternas de la Mente.


 ¡Cuán irrazonable es la creencia de que estamos consu-
 miendo la vida y apresurándonos hacia la muerte, y que al
9 mismo tiempo nos estamos comunicando con
 la inmortalidad! Si los fallecidos están en con-
 cordancia con la mortalidad, o materia, no son espirituales,
12 sino que deben ser todavía mortales, que pecan, sufren y
 mueren. Entonces, ¿por qué recurrir a ellos —aun si fuera
 posible la comunicación— por pruebas de la inmortalidad
15 y aceptarlos como oráculos? Las comunicaciones deducidas
 de la ignorancia son de tendencia perniciosa.


 El espiritismo con sus acompañamientos materiales
18 destruiría la supremacía del Espíritu. Si el Espíritu llena
 todo el espacio, no necesita ningún método material para la
 transmisión de mensajes. El Espíritu no necesita de cables
21 ni de electricidad para ser omnipresente.


 El Espíritu no es materialmente tangible. ¿Cómo puede
 entonces comunicarse con el hombre por medio de efectos
24 materiales eléctricos? ¿Cómo pueden la majes-
 tad y la omnipotencia del Espíritu perderse?
 Dios no está en la mezcolanza donde la materia cuida de la
27 materia, donde el espiritismo hace muchos dioses, y se
 pretende que el hipnotismo y la electricidad sean los agentes
 del gobierno de Dios.


30 El Espíritu bendice al hombre, pero el hombre no sabe
 “de dónde viene”. Por medio de aquel, los enfermos son
 sanados, los afligidos son consolados y los pecadores son
33 reformados. Estos son los efectos de un único Dios uni­
 versal, el bien invisible que mora en la Ciencia eterna.



Página 79



1 El acto de describir la enfermedad —sus síntomas, locali-
 zación y letalidad— no es científico. Prevenir a la gente
3 contra la muerte es un error que tiende a asustar Pensamiento
 a muerte a aquellos que ignoran que la Vida es


 Dios. Podrían citarse miles de casos en que le
6 fue restituida la salud al paciente al cambiar sus pensamientos
 sobre la muerte.


 Un método mental científico es más saludable que el uso
9 de medicamentos, y tal método mental produce salud perma-
 nente. La Ciencia debe recorrer todo el terreno Hipótesis
 y desenterrar cada semilla sembrada por el error. falaces
12 El espiritismo confía en creencias e hipótesis humanas. La
 Ciencia Cristiana elimina estas creencias e hipótesis por
 medio de una comprensión más elevada de Dios, pues la
15 Ciencia Cristiana, basándose en el Principio divino, no en las
 personalidades materiales, en su revelación de la inmortali-
 dad, introduce la armonía del ser.


18 Jesús echaba fuera los espíritus malos, o creencias falsas.
 El apóstol Pablo exhortó a los hombres a que tuvieran la Mente
 que hubo en Cristo. Jesús hizo su propia obra por medio del
21 Espíritu único. Él dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo
 trabajo”. Jamás describía la enfermedad, por lo que se puede
 deducir de los Evangelios, sino que sanaba la enfermedad.


24 El sanador que no es científico dice: “Estás enfermo. Tu
 cerebro está fatigado, y debes descansar. Tu cuerpo está débil
 y debe ser fortalecido. Sufres de postración
27 nerviosa y necesitas tratamiento”. La Ciencia
 objeta a todo esto, luchando por los derechos de la inteligencia
 y afirmando que la Mente controla el cuerpo y el cerebro.


30 La ciencia-Mente enseña que los mortales no tienen por qué
 can­sarse “de hacer bien”. Ella disipa la fatiga
 que pudie­ra resultar de hacer lo bueno. Dar no divina
33 nos empobrece en el servicio de nuestro Hacedor, ni retener



Página 80



1 nos enriquece. Tenemos fuerzas en proporción a nuestra
 comprensión de la verdad, y nuestras fuerzas no disminuyen
3 por proclamar la verdad. Una taza de café o de té no es el
 equivalente de la verdad, ya sea para inspirar un sermón o
 para apoyar la resistencia corporal.


6 Una comunicación atribuida al extinto Teodoro Parker
 dice lo siguiente: “Jamás hubo, ni habrá jamás, un espíritu
 inmortal”. Sin embargo, la misma revista
9 que contiene esta frase repite semanalmente
 la aserción de que las comunicaciones de los espíritus son
 nuestras únicas pruebas de la inmortalidad.


12 No abrigo ninguna duda respecto a la humanidad y
 filantropía de muchos espiritistas, pero no puedo coincidir
 con sus puntos de vista. Es el misticismo lo que El misticismo
15 da al espiritismo su fuerza. La Ciencia disipa el no es científico
 misterio y explica los fenómenos extraordinarios; pero la
 Ciencia jamás traslada los fenómenos del dominio de la
18 razón al reino del misticismo.


 No debiera parecer misterioso que la mente, sin la ayuda
 de las manos, pueda mover una mesa, cuando ya sabemos
21 que es el poder mental lo que mueve tanto la
 mesa como la mano. Hasta el “planchette”
 —el juguete francés que hace años divirtió a tanta gente—
24 confirmó el control de la mente mortal sobre su sustrato,
 llamado materia.


 Es la mente mortal la que convulsiona su sustrato, la
27 materia. Estos movimientos surgen de la volición de la
 creencia humana, pero no son ni científicos ni racionales.
 La mente mortal produce la inclinación de la mesa tan
30 ciertamente como hace poner la mesa para comer, y cree
 que esta maravilla emana de los espíritus y la electricidad.
 Esta creencia se basa en la convicción generalizada de que
33 la mente y la materia cooperan tanto visible como invisible-
 mente y que, por consiguiente, la materia es inteligente.



Página 81



1 No hay tanta evidencia para comprobar la comunicación
 entre los así llamados muertos y los vivos como la hay para
3 mostrar a los enfermos que la materia sufre y
 tiene sensación; sin embargo, esta última evi-
 dencia es destruida por la ciencia-Mente. Si los espiritistas
6 comprendieran la Ciencia del ser, su creencia en la práctica
 de los médium desaparecería.


 A lo sumo y basado en sus propias teorías, el espiritismo
9 sólo puede comprobar que ciertos individuos tienen una
 existencia que continúa después de la muerte y Ninguna prueba
 que mantienen su afiliación con la carne mortal; de inmortalidad
12 pero este hecho no ofrece ninguna certeza de la vida eterna.
 La aserción de un hombre de que es inmortal no comprueba
 que lo sea, como tampoco la afirmación opuesta, de que es
15 mortal, comprobaría que la inmortalidad es una mentira.
 El caso tampoco mejora cuando supuestos espíritus enseñan
 la inmortalidad. La Vida, el Amor, la Verdad, es la única
18 prueba de la inmortalidad.


 El hombre a semejanza de Dios, como es revelado en la
 Ciencia, no puede evitar ser inmortal. Aunque parece que la
21 hierba se seca y la flor se marchita, ellas reapare-
 cen. Borra los signos que expresan los números, taciones


 silencia los tonos de la música, entrega a los
24 gusanos el cuerpo llamado hombre y, no obstante, el
 Principio divino, productor, gobernante sigue viviendo —en
 el caso del hombre tan ciertamente como en el caso de los
27 números y la música— a pesar de las así llamadas leyes de la
 materia que definen al hombre como mortal. Aunque la
 desarmonía que resulta del sentido material oculta la armonía
30 de la Ciencia, la desarmonía no puede destruir el Principio
 divino de la Ciencia. En la Ciencia, la inmortalidad del
 hombre depende de la de Dios, el bien, y ocurre como una
33 consecuencia necesaria de la inmortalidad del bien.


 Es evidente que en algún sitio hay alguien que debe
 haber conocido a la persona fallecida que se supone es el



Página 82



1 que comunica, y es tan fácil leer los pensamientos distantes
 como los cercanos. Pensamos en un amigo ausente tan
3 fácilmente como pensamos en uno presente.
 No es más difícil leer la mente ausente de lo
 que es leer la presente. Chaucer escribió hace siglos, no
6 obstante, aún leemos su pensamiento en sus versos. ¿Qué es
 el estudio de los clásicos, sino el discernimiento de las mentes
 de Homero y Virgilio, de cuya existencia personal quizás
9 dudemos?


 Si los fallecidos han logrado alcanzar la vida espiritual, no
 pueden retornar a la existencia material, porque se trata de
12 diferentes estados de consciencia, y una persona
 no puede existir en dos estados diferentes de


 consciencia al mismo tiempo. Cuando dormi-
15 mos no nos comunicamos con el que sueña a nuestro lado a
 pesar de su proximidad física, porque ambos estamos o bien
 inconscientes o vagando en nuestros sueños por diferentes
18 laberintos de consciencia.


 De la misma manera se deduciría que, aun si nuestros
 amigos fallecidos estuvieran cerca de nosotros y se hallaran
21 en un estado tan consciente de existencia como antes del
 cambio que llamamos muerte, su estado de consciencia ten-
 dría que ser diferente del nuestro. Nosotros no estamos en
24 su estado, ni están ellos en el reino mental en que moramos
 nosotros. La comunicación entre ellos y nosotros se vería
 impedida por esta diferencia. Los estados mentales son de tal
27 modo desiguales, que la intercomunicación es tan imposible
 como lo sería la de un topo con un ser humano. Diferentes
 sueños y diferentes despertares denotan consciencias diferen-
30 tes. Deambulando por Australia, ¿buscamos la ayuda de los
 esquimales en sus viviendas de nieve?


 En un mundo de pecado y sensualidad que se apresura
33 hacia un mayor desarrollo de poder, es sabio considerar



Página 83



1 seriamente si es la mente humana o la Mente divina la que lo
 está influenciando a uno. Lo que los profetas de Jehová
3 hicieron, los adoradores de Baal no lo lograron; sin embargo,
 el artificio y el engaño pretendieron que podían igualar la
 obra de la sabiduría.


6 Sólo la Ciencia puede explicar los increíbles elementos
 buenos y malos que están saliendo ahora a la superficie.
 Los mortales tienen que encontrar refugio en la Verdad a fin
9 de escapar del error de estos postreros días. Nada es más
 antagónico a la Ciencia Cristiana que una creencia ciega sin
 comprensión, pues tal creencia oculta la Verdad y construye
12 sobre el error.


 Los milagros son imposibles en la Ciencia, y aquí la Ciencia
 está en desacuerdo con las religiones populares. La manifesta-
15 ción científica del poder proviene de la natu-
 raleza divina y no es sobrenatural, ya que la
 Ciencia es una explicación de la naturaleza. La creencia de que
18 el universo, incluyendo el hombre, está gobernado en general
 por leyes materiales, pero que ocasionalmente el Espíritu hace
 a un lado estas leyes, esta creencia menosprecia la sabiduría
21 omnipotente, y da a la materia precedencia sobre el Espíritu.


 Es contrario a la Ciencia Cristiana suponer que la vida es
 material u orgánicamente espiritual. Entre la Ciencia Cristiana
24 y todas las formas de superstición está firme-
 mente establecida una gran sima, tan infran-
 queable como aquella entre el hombre rico y Lázaro. Existe la
27 lectura de la mente mortal y la lectura de la Mente inmortal.
 Esta última es una revelación del propósito divino a través de la
 comprensión espiritual, por medio de la cual el hombre alcanza
30 el Principio divino y la explicación de todas las cosas. La
 lectura de la mente mortal y la lectura de la Mente inmortal
 son puntos de vista marcadamente opuestos, desde los cuales la
33 causa y el efecto son interpretados. El acto de leer la mente
 mortal investiga y toca únicamente las creencias humanas.



Página 84



1 La Ciencia es inmortal y no coordina ni con las premisas ni
 con las conclusiones de las creencias mortales.


3 Los antiguos profetas obtenían su previsión desde un
 punto de vista espiritual e incorpóreo, no por presagiar el
 mal ni por confundir la realidad con la ficción, Previsión
6 prediciendo el futuro desde una base de corpo-
 ralidad y de creencias humanas. Cuando están lo suficiente-
 mente avanzados en la Ciencia como para estar en armonía
9 con la verdad del ser, los hombres involuntariamente llegan a
 ser videntes y profetas, no controlados por demonios, espíri-
 tus, ni semidioses, sino por el Espíritu único. Es la prerroga-
12 tiva de la Mente divina y siempre presente, y del pensamiento
 que está en concordancia con esta Mente, conocer el pasado,
 el presente y el futuro.


15 Estar familiarizado con la Ciencia del ser nos capacita
 para comunicarnos más ampliamente con la Mente divina,
 para prever y predecir los acontecimientos que conciernen
18 al bienestar universal, para estar divinamente inspirados, sí,
 para alcanzar el ámbito de la Mente ilimitada.


 Comprender que la Mente es infinita, no es limitada por
21 la corporalidad, no dependiente del oído y del ojo para oír o
 ver ni de los músculos y de los huesos para la
 locomoción, es un paso hacia la ciencia-Mente, ilimitada
24 por medio de la cual discernimos la naturaleza y la existencia
 del hombre. Esta verdadera concepción del ser destruye la
 creencia del espiritismo en su mismo comienzo, pues sin la
27 concesión de que hay personalidades materiales llamadas
 espíritus, el espiritismo no tiene base alguna sobre la cual
 construir.


30 Todo lo que sabemos correctamente del Espíritu viene
 de Dios, el Principio divino, y se aprende mediante el Cristo
 y la Ciencia Cristiana. Si esta Ciencia ha sido
33 aprendida a fondo y asimilada debidamente,
 podemos conocer la verdad más exactamente de lo que puede



Página 85



1 el astrónomo leer las estrellas o calcular un eclipse. Esta
 lectura por la Mente es lo opuesto de la clarividencia. Es la
3 iluminación de la comprensión espiritual que demuestra la
 capacidad del Alma, no la del sentido material. Este sentido-
 Alma viene a la mente humana cuando esta se somete a la
6 Mente divina.


 Tales intuiciones revelan todo lo que constituye y perpe-
 túa la armonía, capacitándolo a uno para hacer el bien, pero
9 no el mal. Alcanzarás la Ciencia perfecta de la Valor de
 curación cuando seas capaz de leer la mente
 humana de esta manera y discernir el error que quieres
12 destruir. La samaritana dijo: “Venid, ved a un hombre que
 me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?”


 Está registrado que Jesús, en cierta ocasión en que
15 viajaba con sus discípulos, conoció “los pensamientos de
 ellos”, los leyó científicamente. De igual manera discernía la
 enfermedad y sanaba a los enfermos. Por el mismo método,
18 acontecimientos de gran importancia fueron predichos con
 anticipación por los profetas hebreos. Nuestro Maestro
 reprendió la falta de este poder cuando dijo: “¡Hipócritas! que
21 sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los
 tiempos no podéis!”


 Tanto los judíos como los gentiles pueden haber tenido
24 sentidos corporales agudos, pero los mortales necesitan el
 sentido espiritual. Jesús sabía que esa generación La hipocresía
 era mala y adúltera, que buscaba lo material más condenada
27 que lo espiritual. Sus estocadas contra el materialismo eran
 cortantes pero necesarias. Él nunca escatimó a la hipocresía
 la más severa condenación. Dijo: “Esto era necesario hacer,
30 sin dejar de hacer aquello”. El gran Maestro conocía tanto la
 causa como el efecto, sabía que la verdad se comunica a sí
 misma pero que nunca imparte el error.



Página 86



1 Una vez Jesús preguntó: “¿Quién... me ha tocado?”
 Suponiendo que esta pregunta era ocasionada por el con-
3 tacto físico solo, sus discípulos respondieron:
 “La multitud te aprieta”. Jesús sabía, lo que
 otros no, que no era la materia, sino la mente mortal cuyo
6 toque pedía ayuda. Al reiterar su pregunta, le respondió la fe
 de una mujer enferma. La percepción inmediata que él tuvo
 de esta llamada mental ilustró su espiritualidad. El concepto
9 equivocado de los discípulos sobre el hecho puso al descubierto
 su materialidad. Jesús poseía más susceptibilidad espiritual
 que los discípulos. Los opuestos provienen de direcciones
12 contrarias, y producen resultados disímiles.


 Los mortales desarrollan imágenes de pensamiento.
 Estas puede que parezcan ser apariciones al ignorante; pero
15 son misteriosas sólo porque es inusual ver
 pensamientos, aunque siempre podemos sentir pensamiento
 su influencia. Las casas embrujadas, las voces espectrales, los
18 ruidos extraños y las apariciones producidas en sesiones a
 oscuras, o bien entrañan artificios de embaucadores, o son
 imágenes y sonidos desarrollados involuntariamente por la
21 mente mortal. La vista es una cualidad del sentido físico
 tanto como la sensación. Entonces, ¿por qué es más difícil
 ver un pensamiento que sentirlo? Sólo la educación deter-
24 mina la diferencia. En realidad no hay ninguna.


 Los retratos, los cuadros de paisajes, los facsímiles de
 escritos, las peculiaridades de expresión, las frases que se
27 recuerdan, todo esto puede obtenerse del pensa-
 miento pictórico y de la memoria, tan fácilmente explicados
 como de los objetos perceptibles por medio de los sentidos.
30 La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo
 que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos. Los
 cuadros son formados mentalmente antes que el artista
33 pueda llevarlos al lienzo. Así es con todas las concepciones



Página 87



1 materiales. Los adivinadores del pensamiento perciben estos
 cuadros del pensamiento. Los copian o los reproducen, aun
3 cuando se hayan perdido de la memoria de la mente en que
 se pueden descubrir.


 No es necesario que el pensamiento o que la persona que
6 mantiene el cuadro transferido esté individual y consciente-
 mente presente. Aunque los individuos hayan
 fallecido, su ambiente mental permanece para
9 ser discernido, descrito y transmitido. Aunque los cuerpos
 estén separados por leguas y sus asociaciones olvidadas, sus
 asociaciones flotan en la atmósfera general de la mente
12 humana.


 Los escoceses llaman a dicha visión “segunda vista”,
 cuando realmente es la primera vista en lugar de la segunda,
15 pues presenta hechos primordiales a la mente
 mortal. La Ciencia lo capacita a uno para leer
 la mente humana, pero no como un clarividente. Lo capacita
18 a uno para sanar por medio de la Mente, pero no como un
 mesmerista.


 La mina nada sabe de las esmeraldas dentro de sus rocas;
21 el mar nada sabe de las gemas dentro de sus cavernas, de los
 corales, de los afilados arrecifes, de los grandes Secretos
 barcos que flotan en su seno, o de los cuerpos
24 que yacen sepultados en sus arenas; sin embargo, todos estos
 están allí. No supongas que un concepto mental desaparece
 porque no piensas en él. El concepto verdadero jamás se
27 pierde. Las fuertes impresiones producidas en la mente
 mortal por la amistad o por cualquier sentimiento intenso
 son duraderas, y los adivinadores del pensamiento pueden
30 percibir y reproducir estas impresiones.


 La memoria puede reproducir voces por mucho tiempo
 silenciosas. Sólo tenemos que cerrar los ojos, y Amigos
33 surgen figuras ante nosotros que están a miles
 de millas de distancia o que han desaparecido completamente



Página 88



1 de la vista y del sentido físico, y esto sin estar soñando dormi-
 dos. Cuando soñamos despiertos podemos recordar aquello
3 que expresó el poeta Tennyson como deseo del corazón:


 el toque de una mano desaparecida,


6 La mente puede hasta tener conocimiento de la presencia de
 un sabor y de un olor, cuando ningún manjar toca el paladar
 y ningún aroma llega a la nariz.


9 ¿Cómo pueden distinguirse las ideas verdaderas de las
 ilusiones? Aprendiendo el origen de cada una. Las ideas son
 emanaciones de la Mente divina. Los pensamien-
12 tos, que proceden del cerebro o de la materia,
 son brotes de la mente mortal; son creencias mortales y
 materiales. Las ideas son espirituales, armoniosas y eternas.
15 Las creencias proceden de los así llamados sentidos materiales,
 que en ciertas ocasiones se supone que son materia-sustancia
 y en otras son llamadas espíritus.


18 Amar al prójimo como a uno mismo es una idea divina;
 pero esta idea jamás puede ser vista, sentida ni comprendida
 por medio de los sentidos físicos. Excita el órgano de la vene-
21 ración o de la fe religiosa, y el individuo manifiesta adoración
 profunda. Excita la tendencia opuesta, y él blasfema. Estos
 efectos, sin embargo, no proceden del cristianismo ni son
24 fenómenos espirituales, pues ambos emanan de la creencia
 mortal.


 La elocuencia repite el eco de las melodías de la Verdad y el
27 Amor. Eso se debe más bien a la inspiración que a la erudición.
 Muestra las posibilidades derivadas de la Mente La elocuencia
 divina, aunque se dice que es un don obtenido


30 mediante el estudio de libros o recibido por el
 impulso de los espíritus de los fallecidos. Cuando la elocuen-
 cia procede de la creencia de que el espíritu de un fallecido



Página 89



1 está hablando, ¿quién puede decir lo que la médium sin ayuda
 es capaz de saber o expresar? Este fenómeno solamente
3 muestra que las creencias de la mente mortal están desatadas.
 Olvidando su ignorancia, en la creencia de que otra mente
 está hablando por medio de ella, la médium puede volverse
6 inusitadamente elocuente. Al tener más fe en otros que en sí
 misma, y creer que otra persona posee su lengua y su mente,
 habla con soltura.


9 Destruye su creencia en la ayuda exterior, y su elocuencia
 desaparece. Vuelven las antiguas limitaciones de su creencia.
 Dice: “Soy incapaz de usar palabras que deslumbran, porque
12 no tengo instrucción”. Este ejemplo común confirma la
 palabra de las Escrituras respecto a un hombre: “Cual es su
 pensamiento en su corazón, tal es él”. Si uno cree que no
15 puede ser un orador sin haber estudiado o sin una condición
 sobreañadida, el cuerpo responde a esta creencia, y la lengua
 que antes era elocuente enmudece.


18 La Mente no depende necesariamente de procesos educa-
 tivos. Posee de por sí toda la belleza y la poesía, y el poder de
 expresarlas. El Espíritu, Dios, es oído cuando
21 los sentidos están en silencio. Todos somos
 capaces de hacer más de lo que hacemos. La influencia o
 acción del Alma confiere una libertad que explica los fenó-
24 menos de la improvisación y el fervor de los labios incultos.


 La materia no es inteligente ni creativa. El árbol no es el
 autor de sí mismo. El sonido no es el que origina la música,
27 y el hombre no es el padre del hombre. Caín
 muy naturalmente concluyó que si la vida
 estaba en el cuerpo, y el hombre la daba, el hombre tenía el
30 derecho de quitarla. Este incidente muestra que la creencia de
 que hay vida en la materia fue “homicida desde el principio”.


 Si la semilla es necesaria para producir trigo, y el trigo



Página 90



1 para producir harina, o si un animal puede originar otro,
 ¿cómo podemos entonces explicar su origen primario?
3 ¿Cómo fueron multiplicados los panes y los peces en las
 riberas de Galilea, y eso también sin harina o mónada de
 donde el pan o el pez pudieran venir?


6 La órbita de la tierra y la línea imaginaria llamada ecua-
 dor no son sustancia. El movimiento y la posición de la tierra
 son sostenidos por la Mente sola. Despójate del La Mente es
9 pensamiento de que pueda haber sustancia en
 la materia, y encontrarás que los movimientos y transiciones
 ahora posibles para la mente mortal son igualmente posibles
12 para el cuerpo. Entonces el ser será reconocido como espiri-
 tual, y la muerte será obsoleta, aunque ahora algunos insistan
 en que la muerte es el preludio necesario para la inmortalidad.


15 En sueños volamos a Europa y nos encontramos con un
 amigo lejano. El espectador ve el cuerpo en la cama, pero el
 supuesto habitante de ese cuerpo lo lleva por el Engaños
18 aire y sobre el océano. Esto muestra las posibi-
 lidades del pensamiento. Los que consumen opio y hachís
 viajan lejos mentalmente y hacen maravillas, sin embargo,
21 sus cuerpos permanecen en un sitio. Esto muestra lo que son
 la mentalidad y el conocimiento mortales.


 Admitir para uno mismo que el hombre es la propia
24 semejanza de Dios, libera al hombre para dominar la idea
 infinita. Esta convicción cierra la puerta a la
 muerte y la abre de par en par hacia la inmor-
27 talidad. La comprensión y el reconocimiento del Espíritu
 tienen que venir finalmente, y sería mejor que aprovechára-
 mos al máximo nuestro tiempo resolviendo los misterios del
30 ser por medio de una comprensión del Principio divino. Al
 presente no sabemos lo que el hombre es, pero ciertamente
 sabremos esto cuando el hombre refleje a Dios.



Página 91



1 El Revelador (el autor del Apocalipsis) nos habla de “un
 cielo nuevo y una tierra nueva”. ¿Te has figurado alguna vez
3 este cielo y esta tierra, habitados por seres bajo el control de la
 sabiduría suprema?


 Liberémonos de la creencia de que el hombre está separado
6 de Dios, y obedezcamos solamente al Principio divino, la
 Vida y el Amor. He aquí el gran punto de partida para todo
 crecimiento espiritual verdadero.


9 Es difícil para el pecador aceptar la Ciencia divina, porque
 la Ciencia expone que él es nada; pero cuanto más pronto el
 error sea reducido a su nada nativa, tanto más
12 pronto aparecerá la gran realidad del hombre y del hombre
 será comprendido su ser genuino. La destrucción del error de
 ningún modo es la destrucción de la Verdad o la Vida, sino
15 que es el reconocimiento de ellas.


 Absortos en el yo material, discernimos y reflejamos sólo
 de manera tenue la sustancia de la Vida, o Mente. La negación
18 del yo material ayuda al discernimiento de la individualidad
 espiritual y eterna del hombre, y destruye el conocimiento
 erróneo obtenido de la materia o por medio de lo que se
21 denomina los sentidos materiales.


 Ciertos postulados erróneos deben ser considerados aquí
 a fin de que las realidades espirituales puedan
24 ser mejor comprendidas.


 El primer postulado erróneo de la creencia es que la
 sustancia, la vida y la inteligencia son algo separado de Dios.


27 El segundo postulado erróneo es que el hombre es tanto
 mental como material.


 El tercer postulado erróneo es que la mente es tanto mala
30 como buena; cuando en realidad la Mente verdadera no puede
 ser mala ni el instrumento del mal, porque la Mente es Dios.


 El cuarto postulado erróneo es que la materia es inteligente



Página 92



1 y que el hombre tiene un cuerpo material que es parte de sí
 mismo.


3 El quinto postulado erróneo es que la materia encierra en
 sí misma lo concerniente a la vida y la muerte, que la materia
 no solamente es capaz de experimentar placer y dolor, sino
6 también capaz de impartir estas sensaciones. De la ilusión
 que este último postulado implica resulta la descomposición
 de los cuerpos mortales en lo que se llama muerte.


9 La mente no es una entidad dentro del cráneo con el
 poder de pecar ahora y para siempre.


 En los antiguos cuadros bíblicos, vemos una serpiente
12 enroscada alrededor del árbol del conocimiento y hablando
 con Adán y Eva. Esto representa la serpiente
 en el acto de recomendar a nuestros primeros
15 padres el conocimiento del bien y del mal, un conocimiento
 obtenido de la materia, o mal, en vez del Espíritu. La repre-
 sentación es todavía gráficamente exacta, pues el concepto
18 común del hombre mortal —una parodia del hombre de
 Dios— es un producto del conocimiento humano o sensuali-
 dad, un mero brote del sentido material.


21 Pon el error al descubierto, y él vuelve la mentira contra ti.
 Hasta que el hecho concerniente al error —o sea, su nada—
 aparezca, la exigencia moral no será satisfecha, y Poder
24 se carecerá de la capacidad para reducir el error opositor
 a la nada. Debiéramos ruborizarnos por llamar verdadero lo
 que sólo es una equivocación. El fundamento del mal se
27 asienta sobre una creencia en algo aparte de Dios. Esta
 creencia tiende a apoyar dos poderes opuestos, en vez de
 urgir solamente las reivindicaciones de la Verdad. La equivo-
30 cación de pensar que el error puede ser real, cuando es
 meramente la ausencia de la verdad, conduce a una creencia
 en la superioridad del error.


33 ¿Dices que aún no ha llegado la hora de reconocer el Alma



Página 93



1 como sustancial y capaz de controlar el cuerpo? Recuerda a
 Jesús, que hace casi diecinueve siglos demostró el poder del
3 Espíritu y dijo: “El que en mí cree, las obras que Privilegio
 yo hago, él las hará también”, y que también
 expresó: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
6 adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”.
 “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
 salvación”, dijo Pablo.


9 La lógica divina y la revelación coinciden. Si creemos lo
 contrario, podemos estar seguros de que nuestra Lógica y
 lógica está errada o de que hemos interpretado revelación
12 mal la revelación. El bien nunca causa el mal, ni crea nada
 que pueda causar el mal.


 El bien no crea una mente susceptible de causar el
15 mal, porque el mal es el error opositor y no la verdad de la
 creación. La electricidad destructiva no es el producto del
 bien infinito. Cualquier cosa que contradiga la naturaleza
18 verdadera del Esse divino, aunque la fe humana pueda
 revestirlo con ropajes angelicales, no tiene fundamento.


 La creencia de que el Espíritu es finito a la vez que infi-
21 nito ha oscurecido toda la historia. En la Ciencia Cristiana,
 Espíritu, como un nombre propio, es el nombre Derivados
 del Ser Supremo. Significa cantidad y calidad,


24 y se aplica exclusivamente a Dios. Los deriva-
 dos calificativos de la palabra espíritu se refieren únicamente
 a calidad, no a Dios. El hombre es espiritual. Él no es Dios,
27 el Espíritu. Si el hombre fuera el Espíritu, entonces los
 hombres serían espíritus, dioses. Un espíritu finito sería
 mortal, y este es el error incorporado en la creencia de que lo
30 infinito puede estar contenido en lo finito. Esta creencia
 tiende a nublar nuestra comprensión del reino de los cielos y
 del reino de la armonía en la Ciencia del ser.



Página 94



1 Jesús enseñó que existe un único Dios, un único Espíritu,
 que hace al hombre a imagen y semejanza de Sí mismo, del
3 Espíritu, no de la materia. El hombre refleja la
 Verdad, la Vida y el Amor infinitos. La natura-
 leza del hombre, así comprendida, incluye todo lo que está
6 implícito en los vocablos “imagen” y “semejanza” como se
 usan en las Escrituras. La declaración verdaderamente
 cristiana y científica sobre la personalidad y sobre la relación
9 del hombre con Dios, con la demostración que la acompa-
 ñaba, enfureció a los rabinos, y ellos dijeron: “¡Crucifícale!
 ¡crucifícale!... según nuestra ley debe morir, porque se hizo a
12 sí mismo Hijo de Dios”.


 Los imperios y naciones orientales deben sus falsos
 gobiernos a los conceptos erróneos acerca de la Deidad que
15 allí prevalecen. La tiranía, la intolerancia y el derrama-
 miento de sangre, dondequiera que se encuentren, surgen de
 la creencia de que el infinito está formado según el modelo
18 de la personalidad, la pasión y el impulso mortales.


 El progreso de la verdad confirma sus reivindicaciones,
 y nuestro Maestro confirmó sus palabras mediante sus obras.
21 Su poder sanador provocaba rechazo, ingrati-
 tud y traición, que surgían de la sensualidad.
 De los diez leprosos a quienes Jesús sanó, sólo uno volvió
24 para dar gracias a Dios, es decir, para reconocer el Principio
 divino que lo había sanado.


 Nuestro Maestro leía fácilmente los pensamientos de
27 la humanidad, y este discernimiento era lo que mejor lo
 capacitaba para dirigir correctamente esos pensamientos;
 pero ¿qué se diría en esta época de un blasfemador infiel
30 que insinuara que Jesús usaba su poder incisivo para causar
 daño? Nuestro Maestro leía la mente mortal sobre una base
 científica, la de la omnipresencia de la Mente. Una aproxi-
33 mación a este discernimiento indica crecimiento espiritual
 y unión con las capacidades infinitas de la Mente única.
 Jesús no podía dañar a nadie con su lectura por la Mente.



Página 95



1 El efecto de su Mente era siempre el de sanar y salvar, y esta
 es la única Ciencia genuina de leer la mente mortal. Sus
3 sagrados motivos y propósitos fueron tergiver-
 sados por los pecadores de aquella época, como espiritual
 lo serían hoy en día si Jesús estuviera presente. Pablo dijo:
6 “El ocuparse del Espíritu es vida”. Nos acercamos a Dios,
 o la Vida, en proporción a nuestra espiritualidad, nuestra
 fidelidad a la Verdad y al Amor; y en esa misma proporción
9 conocemos toda necesidad humana y somos capaces de
 discernir el pensamiento de los enfermos y los pecadores con
 el propósito de sanarlos. Ninguna clase de error puede
12 ocultarse de la ley de Dios.


 Quienquiera que alcance este punto de cultura moral y
 bondad no puede dañar a otros, y tiene que hacerles bien.
15 La mayor o menor capacidad de un Científico Cristiano para
 discernir el pensamiento científicamente, depende de su
 genuina espiritualidad. Esta manera de leer la mente no es
18 clarividencia, pero es importante para el éxito en la curación,
 y es una de las características especiales de la misma.


 Vemos con agrado el aumento del conocimiento y el fin
21 del error, porque aun la inventiva humana debe tener su día,
 y queremos que ese día sea sucedido por la
 Ciencia Cristiana, por la realidad divina. La
24 medianoche predice el amanecer. Guiados por una estrella
 solitaria en medio de la oscuridad, los Magos de antaño
 predijeron el mesiazgo de la Verdad. ¿Se le cree al sabio de
27 hoy, cuando contempla la luz que anuncia el amanecer eterno
 del Cristo y describe su fulgor?


 Arrullado por ilusiones estupefacientes, el mundo está
30 dormido en la cuna de la infancia, pasando las horas entre
 sueños. El sentido material no revela las reali-
 dades de la existencia; pero el sentido espiritual espiritual
33 eleva la consciencia humana hasta la Verdad eterna. La



Página 96



1 humanidad avanza lentamente desde el sentido pecaminoso
 hasta la comprensión espiritual; la renuencia a aprender todas
3 las cosas correctamente ata con cadenas a la cristiandad.


 El Amor señalará finalmente la hora de la armonía, y
 seguirá la espiritualización, porque el Amor es Espíritu.
6 Antes que el error sea totalmente destruido,
 habrá interrupciones de la rutina material


 general. La tierra se tornará lúgubre y deso-
9 lada, pero el verano y el invierno, la sementera y la siega
 (aunque en formas cambiadas), continuarán hasta el fin,
 hasta la espiritualización final de todas las cosas. “La hora
12 más oscura precede al amanecer”.


 Este mundo material ya está convirtiéndose en la arena
 para las fuerzas en conflicto. De un lado habrá discordia y
15 consternación; del otro lado habrá Ciencia y
 paz. La desintegración de las creencias mate-
 riales tal vez parezca ser hambre y pestilencia, miseria y
18 congoja, pecado, enfermedad y muerte, que asumen nuevas
 fases hasta que aparece su nada. Estas perturbaciones conti-
 nuarán hasta el fin del error, cuando toda la discordancia
21 será absorbida por la Verdad espiritual.


 El error mortal desaparecerá en una quimicalización
 moral. Esta fermentación mental ha comenzado, y con-
24 tinuará hasta que todos los errores de creencia cedan a la
 comprensión. La creencia es mudable, pero la comprensión
 espiritual es inmutable.


27 A medida que esta consumación se acerque, el que haya
 modelado su curso de acuerdo con la Ciencia divina perdurará
 hasta el fin. A medida que el conocimiento
30 material disminuya y la comprensión espiri-
 tual aumente, los objetos verdaderos serán percibidos mental-
 mente en vez de materialmente.


33 Durante este conflicto final, mentes malignas se esforza-
 rán por encontrar medios con los cuales causar más mal;



Página 97



1 pero aquellos que disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán
 el crimen. Ayudarán a expulsar el error. Mantendrán la ley
3 y el orden, y gozosamente esperarán la certeza de la perfec-
 ción final.


 En realidad, cuanto más se acerca la simulación del error
6 a la verdad y la así llamada materia se asemeja a su esencia, la
 mente mortal, más impotente se vuelve el error Semejanzas
 como una creencia. Según la creencia humana, peligrosas
9 el rayo es violento y la corriente eléctrica veloz, sin embargo,
 en la Ciencia Cristiana el vuelo de uno y la descarga de la
 otra se volverán inofensivos. Cuanto más destructiva se
12 vuelva la materia, tanto más aparecerá su nada, hasta que la
 materia alcance su cenit mortal en la ilusión y desaparezca
 para siempre. Cuanto más se aproxima una creencia falsa a
15 la verdad sin traspasar el límite donde, habiendo sido des-
 truida por el Amor divino, deja de ser aun una ilusión, tanto
 más madura se vuelve para la destrucción. Cuanto más
18 material la creencia, tanto más obvio su error, hasta que el
 Espíritu divino, supremo en su dominio, domina toda la
 materia, y el hombre es hallado a la semejanza del Espíritu,
21 su ser original.


 Los hechos más evidentes atraen contra sí mismos el
 mayor número de falsedades, porque sacan el error de su
24 escondite. Se requiere valor para enunciar la verdad; pues
 cuanto más levante su voz la Verdad, más alto gritará el error,
 hasta que su sonido inarticulado sea silenciado para siempre
27 en el olvido.


 “Dio Él Su voz, se derritió la tierra”. Esta frase de las
 Escrituras indica que toda la materia desaparecerá ante la
30 supremacía del Espíritu.


 El cristianismo está demostrando de nuevo la Vida que es
 Verdad, y la Verdad que es Vida, mediante la
33 obra apostólica de echar fuera el error y sanar a todavía


 los enfermos. La tierra no tiene compensación
 para las persecuciones que acompañan un nuevo paso en



Página 98



1 el cristianismo; pero la recompensa espiritual de los perse-
 guidos está asegurada en la elevación de la existencia por
3 encima de la discordia mortal y en el don del Amor divino.


 El profeta de hoy contempla en el horizonte mental las
 señales de estos tiempos, la reaparición del cristianismo que
6 sana a los enfermos y destruye el error, y ninguna Presagios
 otra señal será dada. El cuerpo no puede ser
 salvado sino por medio de la Mente. Una era material
9 interpreta mal la Ciencia del cristianismo, porque es la
 influencia sanadora del Espíritu (no de los espíritus), la cual
 los sentidos materiales no pueden comprender, pues sólo
12 puede percibirse espiritualmente. Los credos, las doctrinas
 y las hipótesis humanas no expresan la Ciencia Cristiana;
 mucho menos pueden demostrarla.


15 Más allá de las frágiles premisas de las creencias humanas,
 por encima del apresamiento de los credos que está cediendo,
 la demostración de la curación cristiana por la
18 Mente se yergue como una Ciencia revelada y
 práctica. Es imperiosa a través de todas las épocas como la
 revelación por Cristo de la Verdad, la Vida y el Amor, la que
21 permanece inviolada para que todos los hombres la compren-
 dan y la practiquen.


 Durante siglos —sí, desde siempre— la ciencia natural
24 no ha sido considerada como parte de ninguna religión, sin
 exceptuar el cristianismo. Aun ahora las multi- La ciencia


 tudes consideran que lo que llaman ciencia no
27 tiene ninguna conexión adecuada con la fe y la religión
 piedad. El misterio no amortaja las enseñanzas de Cristo, y
 ellas no son teóricas y fragmentarias, sino prácticas y com-
30 pletas; y al ser prácticas y completas, no están privadas de su
 vitalidad esencial.


 El camino por el cual se aprende la inmortalidad y la vida
33 no es eclesiástico, sino cristiano, no es humano, sino divino,



Página 99



1 no es físico, sino metafísico, no es material, sino científicamente
 espiritual. La filosofía, la ética y la superstición humanas no
3 ofrecen ningún Principio divino demostrable
 por el cual los mortales puedan escapar del
 pecado; sin embargo, escapar del pecado es lo que la Biblia
6 exige. “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”,
 dice el apóstol, y en seguida añade: “Porque Dios es el que en
 vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena
9 voluntad” (Filipenses 2:12, 13). La Verdad ha proporcionado
 la llave del reino, y con esta llave la Ciencia Cristiana ha
 abierto la puerta de la comprensión humana. Nadie puede
12 forzar la cerradura ni entrar por alguna otra puerta. Las
 enseñanzas comunes son materiales y no espirituales. La
 Ciencia Cristiana enseña sólo aquello que es espiritual y
15 divino, y no lo humano. La Ciencia Cristiana es infalible y
 Divina; el sentido humano de las cosas yerra porque es
 humano.


18 Aquellos individuos, que adoptan la teosofía, el espiri-
 tismo, o el hipnotismo, quizás posean naturalezas por encima
 de otros que rechazan sus creencias falsas. Por consiguiente,
21 mi contienda no es con el individuo, sino con el falso sistema.
 Amo a la humanidad y continuaré laborando y perseverando.


 Las corrientes calmas, poderosas, de la verdadera espiri-
24 tualidad, cuyas manifestaciones son la salud, la pureza y la
 inmolación del yo, tienen que profundizar la experiencia
 humana, hasta que se vea que las creencias de la existencia
27 material son una flagrante imposición, y el pecado, la
 enfermedad y la muerte den lugar eterno a la demostración
 científica del Espíritu divino y del hombre de Dios, espiritual
30 y perfecto.





Página 100


Capítulo 5 — El magnetismo animal desenmascarado




Porque del corazón salen los malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Estas cosas son las que contaminan al hombre. — Jesús.


1 El mesmerismo o magnetismo animal fue dado a conocer
 por primera vez por Mesmer en Alemania, en 1775.
3 Según la Enciclopedia Americana, él consideraba esta así
 llamada fuerza, la cual él decía que podía ser
 ejercida por un organismo viviente sobre otro,
6 como un medio para aliviar la enfermedad. Sus proposicio-
 nes eran las siguientes:


 “Existe una influencia mutua entre los cuerpos celestes,
9 la tierra y las cosas animadas. Los cuerpos animales son
 susceptibles a la influencia de este agente, que se disemina a
 través de la sustancia de los nervios”.
12 En 1784, el gobierno francés ordenó a la facultad de
 medicina de la Universidad de París que investigara la teoría
 de Mesmer e informara sobre ella. De acuerdo con esta
15 orden se designó una comisión, y Benjamín Franklin fue
 uno de sus miembros. Esta comisión informó al gobierno lo
 siguiente:
18 “Con respecto a la existencia y utilidad del magnetismo
 animal, hemos llegado a la conclusión unánime de que no
 hay prueba de la existencia del fluido magnético animal;



Página 101



1 de que los efectos violentos, que se observan en la práctica
 pública del magnetismo, se deben a manipulaciones, o a la
3 excitación de la imaginación y las impresiones producidas
 sobre los sentidos; y de que hay un hecho más para registrar
 en la historia de los errores de la mente humana, y un impor-
6 tante experimento sobre el poder de la imaginación”.


 En 1837, se nombró una comisión de nueve personas,
 entre quienes se encontraban Roux, Bouillaud y Clarividencia,
9 Cloquet, que examinó durante varias sesiones
 los fenómenos exhibidos por un reputado clarividente. Su
 informe expuso los resultados como sigue:


12 “Los hechos prometidos por Monsieur Berna [el magne­
 tizador] como concluyentes y como adaptados para aclarar
 cuestiones fisiológicas y terapéuticas, no son, por cierto, conclu­
15 yentes a favor de la doctrina del magnetismo animal, y nada
 tienen en común ni con la fisiología ni con la terapéutica”.


 Este informe fue adoptado por la Real Academia de
18 Medicina de París.


 Las observaciones hechas por la autora acerca de la acción
 del magnetismo animal la convencen de que no Conclusiones
21 es un agente curativo, y que sus efectos sobre
 aquellos que lo practican, y sobre sus sujetos que no se resisten
 a él, conducen a la muerte moral y física.


24 Si el magnetismo animal parece aliviar o curar las
 enfermedades, esta apariencia es engañosa, ya que el error no
 puede eliminar los efectos del error. El malestar bajo el error
27 es preferible al bienestar. En ningún caso es el efecto del
 magnetismo animal, recientemente llamado hipnotismo, otra
 cosa que el efecto de la ilusión. Cualquier aparente beneficio
30 derivado de él, es proporcional a la fe que uno tenga en la
 magia esotérica.



Página 102



1 El magnetismo animal no tiene ningún fundamento
 científico, puesto que Dios gobierna todo lo que es real,
3 armonioso y eterno, y Su poder no es ni animal Mera
 ni humano. Siendo su base una creencia y esta negación
 una creencia animal, en la Ciencia el magnetismo animal,
6 mesmerismo o hipnotismo es una mera negación que no
 posee inteligencia, poder ni realidad, y en el sentido es un
 concepto irreal de la así llamada mente mortal.


9 Sólo hay una atracción real, la del Espíritu. La aguja que
 apunta hacia el polo simboliza este poder que todo lo abarca
 o la atracción de Dios, la Mente divina.


12 Los planetas no tienen más poder sobre el hombre que
 sobre su Hacedor, puesto que Dios gobierna el universo; pero
 el hombre, reflejando el poder de Dios, tiene dominio sobre
15 toda la tierra y sus huestes.


 Las formas menos intensas del magnetismo animal están
 desapareciendo, y sus aspectos agresivos se están dando a
18 conocer. Los telares del crimen, escondidos en Agentes
 los rincones oscuros del pensamiento mortal,
 están tejiendo a toda hora redes más complicadas y sutiles.
21 Tan secretos son los métodos actuales del magnetismo
 animal que entrampan la época sumiéndola en la indolencia,
 y producen precisamente la apatía sobre el asunto que el
24 criminal desea. Lo siguiente es un extracto del Boston Herald:


 “El mesmerismo es un problema que no se presta a fácil
 explicación y desarrollo. Implica el ejercicio de un control
27 despótico, y es mucho más probable que su poseedor abuse
 de él, en vez de emplearlo de otro modo para el individuo o la
 sociedad”.


30 La humanidad tiene que aprender que el mal no es poder.
 Su así llamado despotismo no es sino una fase de la nada. La
 Ciencia Cristiana arrasa el reino del mal, y preeminentemente



Página 103



1 promueve el afecto y la virtud en las familias y, por consi-
 guiente, en la comunidad. El Apóstol Pablo se refiere a la
3 personificación del mal como “el dios de este
 siglo”, y además la define como lo vergonzoso y mental
 como astucia. “Sin” [palabra que en inglés significa pecado]
6 era el dios de la luna de los asirios.


 La destrucción de las pretensiones de la mente mortal
 mediante la Ciencia, por la cual el hombre puede Liberación
9 escapar del pecado y la mortalidad, bendice a


 toda la familia humana. Como en el principio,
 sin embargo, esta liberación no se manifiesta científicamente
12 en el conocimiento tanto del bien como del mal, pues este
 último es irreal.


 Por otra parte, la ciencia-Mente está completamente
15 separada de todo conocimiento a medias y no pertinente,
 porque la ciencia-Mente es de Dios y demuestra el Principio
 divino, llevando a cabo los propósitos del bien solamente.
18 El máximo del bien es el Dios infinito y Su idea, el Todo-en-
 todo. El mal es una mentira supuesta.


 Tal como se denomina en la Ciencia Cristiana, el magne-
21 tismo animal o hipnotismo es el término específico para el
 error, o mente mortal. Es la creencia falsa de que El género
 la mente está en la materia, y que es tanto mala del error
24 como buena; que el mal es tan real como el bien y más
 poderoso. Esta creencia no tiene ni una sola cualidad de la
 Verdad. O es ignorante o es maliciosa. La forma maliciosa
27 del hipnotismo acaba en idiotez moral. Las verdades de la
 Mente inmortal sostienen al hombre, y aniquilan las fábulas
 de la mente mortal, cuyas pretensiones insustanciales y
30 llamativas, cual tontas polillas, queman sus propias alas y se
 reducen a polvo.


 En realidad, no hay mente mortal y, consecuentemente,
33 no hay transferencia del pensamiento mortal y Transferencia
 de la fuerza de voluntad. La vida y el ser son de de pensa­miento
 Dios. En la Ciencia Cristiana, el hombre no puede hacer



Página 104



1 daño, puesto que los pensamientos científicos son pensa-
 mientos verdaderos, que pasan de Dios al hombre.


3 Cuando tanto la Ciencia Cristiana como el magnetismo
 animal sean comprendidos, como lo serán en fecha no
 distante, se verá por qué la autora de este libro ha sido tan
6 injustamente perseguida y calumniada por lobos vestidos de
 ovejas.


 Agassiz, el célebre naturalista y autor, sabiamente ha dicho:
9 “Toda gran verdad científica pasa por tres etapas. Primero,
 la gente dice que está en conflicto con la Biblia. Después,
 dice que ya se había descubierto antes. Por último, dice que
12 siempre la había creído”.


 La Ciencia Cristiana va hasta el fondo de la acción men-
 tal, y revela la teodicea que indica lo correcto de toda acción
15 divina, como la emanación de la Mente divina, La perfección
 y el consiguiente error de la así llamada acción del gobierno


 opuesta: el mal, el ocultismo, la nigromancia, el
18 mesmerismo, el magnetismo animal, el hipnotismo.


 La medicina de la Ciencia es la Mente divina; y la desho-
 nestidad, la sensualidad, la falsedad, la venganza, la malicia,
21 son propensiones animales y de ningún modo
 las cualidades mentales que sanan a los enfer-
 mos. El hipnotizador emplea un error para destruir otro.
24 Si él cura la enfermedad por medio de una creencia, y una
 creencia originalmente causó la enfermedad, es un caso en
 que el error mayor vence el menor. Después de eso, este error
27 mayor ocupa el terreno y deja el caso peor que antes que
 fuera apresado por el error más fuerte.


 Nuestros tribunales consideran la evidencia para compro-
30 bar tanto el móvil como la ejecución de un
 crimen. ¿No está claro que tiene que ser la


 mente humana lo que impulsa el cuerpo a
33 cometer un acto malvado? ¿No es la mente mortal el asesino?



Página 105



1 Las manos, sin la mente mortal que las dirija, no podrían
 cometer un asesinato.


3 Los tribunales y jurados juzgan y sentencian a los mor-
 tales para refrenar el crimen, para evitar hechos de violencia
 o para castigarlos. Decir que estos tribunales
6 no tienen jurisdicción sobre la mente carnal o
 mortal sería contradecir precedentes y admitir que el poder
 de la ley humana está restringido a la materia, mientras que
9 la mente mortal, el mal, que es el delincuente verdadero,
 desafía la justicia y es recomendada a la clemencia. ¿Puede la
 materia cometer un crimen? ¿Puede la materia ser castigada?
12 ¿Puedes separar la mentalidad del cuerpo sobre el cual los
 tribunales tienen jurisdicción? La mente mortal, no la
 materia, es el criminal en todos los casos; y la ley humana
15 juzga el crimen con acierto, y los tribunales dictan sentencia
 razonablemente, de acuerdo con el móvil.


 Cuando nuestras leyes finalmente tomen conocimiento
18 del crimen mental y cesen de aplicar fallos legales solamente
 para castigar actos físicos, estas palabras del
 Juez Parmenter, de Boston, se harán históricas: importante
21 “No veo razón para que la metafísica no sea tan importante
 para la medicina como para la mecánica o la matemática”.


 Quienquiera que usa sus poderes mentales desarrollados
24 como un criminal escapado para cometer nuevas atrocidades
 según se le presenta la oportunidad, nunca está El mal
 a salvo. Dios lo arrestará. La justicia divina lo desatado
27 maniatará. Sus pecados serán piedras de molino colgadas de
 su cuello, sumergiéndolo en las profundidades de la ignomi-
 nia y la muerte. La agravación del error predice su perdición
30 y confirma el viejo axioma: “Aquel a quien los dioses quieren
 destruir, primero lo vuelven loco”.


 La distancia entre la práctica médica común El mal uso del
33 y la Ciencia Cristiana es de muchas leguas en la poder mental
 línea de luz; pero pasar del uso de medicamentos inanimados



Página 106



1 al mal uso criminal de la fuerza de voluntad humana en la
 curación es caer del nivel humano común al mismo lodo de
3 la iniquidad, obrar en contra del curso libre de la honestidad y
 la justicia, y resistir en vano la corriente que fluye hacia el cielo.


 Como nuestra nación, los Estados Unidos, la Ciencia
6 Cristiana tiene su Declaración de Independencia. Dios ha
 dotado al hombre con derechos inalienables,
 entre los cuales están el gobierno de sí mismo,


9 la razón y la conciencia. El hombre se gobierna
 a sí mismo debidamente sólo cuando es guiado correctamente
 y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos.


12 Los derechos del hombre son invadidos cuando se inter-
 fiere en el orden divino, y el trasgresor mental incurre en la
 penalidad divina que este delito merece.


15 Que esta época, que juzga la Ciencia Cristiana, sancione
 sólo aquellos métodos que sean demostrables en la Verdad
 y conocidos por sus frutos, y clasifique todos
18 los demás como lo hizo San Pablo en su gran
 epístola a los Gálatas, cuando escribió lo siguiente:


 “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulte-
21 rio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
 enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
 herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas
24 semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como
 ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no
 heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor,
27 gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
 templanza; contra tales cosas no hay ley”.





Página 107


Capítulo 6 — La ciencia, la teología, la medicina




Mas os hago saber, hermanos,
que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre;
pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno,
sino por revelación de Jesucristo. — Pablo.


 El reino de los cielos es semejante a la levadura
que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina,
hasta que todo fue leudado. — Jesús.


1 En el año 1866, descubrí la Ciencia del Cristo o las leyes
 divinas de la Vida, la Verdad y el Amor, y
3 nombré mi descubrimiento Ciencia Cristiana.




 Dios con Su gracia me había estado preparando
 durante muchos años para la recepción de esta revelación final
6 del Principio divino absoluto de la curación mental científica.


 Este Principio apodíctico señala hacia la revelación de
 Emanuel, “Dios con nosotros”, la eterna presencia soberana,
9 que libra a los hijos de los hombres de todo
 mal “de que es heredera la carne”. Por medio


 de la Ciencia Cristiana, se inspira la religión y
12 la medicina con una naturaleza y esencia más divinas; nuevas
 alas son dadas a la fe y a la comprensión, y los pensamientos
 vuelven inteligentemente en amistad con Dios.
15 Al sentir tan perpetuamente la falsa consciencia de que
 la vida es inherente al cuerpo, y no obstante
 recordar que en realidad Dios es nuestra Vida,


18 bien podemos temblar ante la perspectiva de
 aquellos días en los cuales tengamos que decir: “No tengo en
 ellos contentamiento”.



Página 108



1 ¿De dónde me vino esta convicción celestial, una convic-
 ción antagónica al testimonio de los sentidos físicos? Según
3 San Pablo, era “el don de la gracia de Dios que me [había sido]
 dado según la operación de Su poder”. Era la ley divina de la
 Vida y el Amor, revelándome el hecho demostrable de que la
6 materia no posee ni sensación ni vida; que las experiencias
 humanas muestran la falsedad de todas las cosas materiales; y
 que los anhelos inmortales, “el precio de aprender el amor”,
9 establecen la verdad evidente de que la única que sufre es la
 mente mortal, pues la Mente divina no puede sufrir.


 Llegué a mis conclusiones dejando que la evidencia de esta
12 revelación se multiplicara con certeza matemática y que la
 demostración menor comprobara la mayor, así Evidencia
 como el producto de tres multiplicado por tres demostrable
15 es igual a nueve comprueba en forma concluyente que tres
 veces tres billones tiene que ser nueve billones, ni una frac-
 ción más ni una unidad menos.


18 Cuando evidentemente me encontraba cerca de los confi-
 nes de la existencia mortal, estando ya en la sombra del valle
 de muerte, aprendí estas verdades en la Ciencia La luz que
21 divina: que todo ser verdadero está en Dios, la


 Mente divina, y que la Vida, la Verdad y el Amor
 son todopoderosos y están siempre presentes; que lo opuesto
24 de la Verdad —llamado error, pecado, enfermedad, dolencia,
 muerte— es el falso testimonio del falso sentido material de
 que hay mente en la materia; que este falso sentido desarrolla,
27 en creencia, un estado subjetivo de la mente mortal que esta
 misma así llamada mente denomina materia, excluyendo así
 el verdadero sentido del Espíritu.


30 Mi descubrimiento, de que la mal llamada
 mente, mortal y que yerra, produce todo el


 organismo y la acción del cuerpo mortal, puso
33 mis pensamientos a trabajar por nuevos conductos y me guió



Página 109



1 a mi demostración de la proposición de que la Mente es
 Todo y la materia es nada, como factor principal en la
3 ciencia-Mente.


 La Ciencia Cristiana revela de modo incontrovertible
 que la Mente es Todo-en-todo, que las únicas realidades
6 son la Mente y la idea divina. Este gran hecho, Evidencia
 sin embargo, no se ve apoyado por la evidencia científica
 sensible, hasta que su Principio divino es demostrado en la
9 curación de los enfermos y queda así comprobado que es
 absoluto y divino. Una vez vista esta prueba, no es posible
 llegar a ninguna otra conclusión.


12 Durante tres años después de mi descubrimiento, busqué
 la solución de este problema de la curación-Mente, escudriñé
 las Escrituras y leí pocas otras cosas, me man-
15 tuve alejada de la sociedad y dediqué tiempo y
 energías al descubrimiento de una regla positiva.
 La búsqueda fue dulce, calma, y animada con la esperanza,
18 no egoísta ni deprimente. Yo sabía que el Principio de toda
 acción-Mente armoniosa es Dios, y que las curaciones cristia-
 nas primitivas eran producidas mediante una fe santa y
21 enaltecedora; pero tenía que conocer la Ciencia de esta
 curación, y llegué a conclusiones absolutas mediante la
 revelación divina, la razón y la demostración. La revelación
24 de la Verdad en el entendimiento me vino gradualmente y
 evidentemente por medio del poder divino. Cuando una
 nueva idea espiritual es traída a la tierra, la palabra profética
27 de Isaías nuevamente es cumplida: “Un niño nos es nacido,...
 y se llamará su nombre Admirable”.


 Jesús dijo una vez de sus lecciones: “Mi doctrina no es
30 mía, sino de Aquel que me envió. El que quiera hacer la
 voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo
 hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16, 17).


33 Las tres grandes verdades del Espíritu: la omnipotencia,



Página 110



1 la omnipresencia y la omnisciencia —el Espíritu que posee
 todo el poder, llena todo el espacio, constituye toda la Ciencia—
3 contradicen para siempre la creencia de que la
 materia pueda ser real. Estas verdades eternas


 revelan la existencia primigenio como la reali-
6 dad radiante de la creación de Dios, en la cual todo lo que Él
 ha hecho es declarado bueno por Su sabiduría.


 Fue así que contemplé, como nunca antes, la terrible
9 irrealidad llamada el mal. La equipolencia de Dios sacó a luz
 otra gloriosa proposición: la perfectibilidad del hombre y el
 establecimiento del reino de los cielos en la tierra.


12 Al seguir estas indicaciones de la revelación científica, la
 Biblia fue mi único libro de texto. Las Escrituras se ilumina-
 ron; la razón y la revelación se reconciliaron, y
15 después la verdad de la Ciencia Cristiana fue
 demostrada. Ni pluma ni lengua humana me enseñaron la
 Ciencia contenida en este libro, Ciencia y Salud; y ni lengua
18 ni pluma pueden derrocarla. Quizás este libro sea distorsio-
 nado por críticas superficiales o por estudiantes descuidados
 o maliciosos, y quizás sus ideas sean temporariamente mal
21 usadas y tergiversadas; pero la Ciencia y la verdad contenidas
 en él permanecerán para siempre para ser discernidas y
 demostradas.


24 Jesús demostró el poder de la Ciencia Cristiana para
 sanar mentes y cuerpos mortales. Pero este poder se perdió
 de vista, y debe ser otra vez espiritualmente
27 discernido, enseñado y demostrado de acuerdo ción perdida


 con el mandato de Cristo, “con las señales que
 [lo siguen]”. La Ciencia de este poder tiene que ser compren-
30 dida por todos aquellos que creen en Cristo y entienden
 espiritualmente la Verdad.


 No existe ninguna analogía entre las vagas hipótesis del



Página 111



1 agnosticismo, el panteísmo, la teosofía, el espiritismo o el mile­
 narismo y las verdades demostrables de la Ciencia Cristiana;
3 y encuentro que la voluntad, o la razón senso-
 ria de la mente humana, se opone a la Mente
 divina como es expresada por medio de la Ciencia divina.


6 La Ciencia Cristiana es natural, pero no física. La Ciencia
 de Dios y el hombre no es más sobrenatural que la ciencia de
 los números, aunque al apartarse del reino de
9 lo físico, como tiene que hacerlo la Ciencia de


 Dios, el Espíritu, algunos puedan negarle su
 derecho al nombre de Ciencia. El Principio de la metafísica
12 divina es Dios; la práctica de la metafísica divina es la utiliza-
 ción del poder de la Verdad sobre el error; sus reglas demues-
 tran su Ciencia. La metafísica divina revierte las hipótesis
15 pervertidas y físicas respecto a la Deidad, así como las explica-
 ciones de la óptica rechazan la imagen incidental o invertida y
 muestran lo que esta imagen invertida debe representar.


18 Un premio de cien libras, ofrecido por la Universidad de
 Oxford, Inglaterra, para el mejor ensayo sobre ciencias natu-
 rales —un ensayo destinado a contrarrestar la
21 tendencia de la época a atribuir efectos físicos a pertinente
 causas físicas, más bien que a una causa espiritual definitiva—
 es uno de los muchos incidentes que muestran que la Ciencia
24 Cristiana satisface el anhelo de espiritualidad de la raza
 humana.


 Después de un detenido examen de mi descubrimiento y
27 su demostración en la curación de los enfermos, se me hizo
 evidente este hecho: que la Mente gobierna el
 cuerpo, no parcialmente sino enteramente.
30 Sometí mi sistema metafísico de tratar la enfermedad a las
 pruebas prácticas más amplias. Desde entonces este sistema
 ha ganado terreno gradualmente, y comprobó ser, siempre que



Página 112



1 se empleó científicamente, el agente curativo más eficaz en la
 práctica médica.


3 ¿Existe más de una escuela de Ciencia Cristiana? La
 Ciencia Cristiana es demostrable. Hay, por consiguiente, un
 único método en su enseñanza. Aquellos que se apartan de
6 este método pierden el derecho a pertenecer a
 su escuela, y se adhieren a la escuela socrática,


 la platónica, la espenceriana o alguna otra
9 escuela. Esto quiere decir que adoptan y se adhieren a algún
 sistema particular de opiniones humanas. Aunque estas
 opiniones puedan tener destellos ocasionales de divinidad,
12 que han tomado prestado de esa Ciencia verdaderamente
 divina que se aparta de los sistemas hechos por los hombres,
 permanecen, no obstante, enteramente humanas en su origen
15 y tendencia y no son científicamente cristianas.


 Del infinito Uno en la Ciencia Cristiana procede un
 Principio y su idea infinita, y con esta infinitud vienen reglas
18 espirituales, leyes, y su demostración, que, como Principio
 el gran Dador, son las mismas “ayer, y hoy, y por invariable
 los siglos”; porque así son caracterizados el Principio divino
21 de la curación y la idea-Cristo en la epístola a los Hebreos.


 Cualquier teoría de la Ciencia Cristiana, que se aparta
 de lo que ya se ha declarado y comprobado que es verdad,
24 no ofrece ningún fundamento sobre el cual
 establecer una escuela genuina de esta Ciencia. fundamentos


 Además, si alguna así llamada nueva escuela
27 pretende ser la Ciencia Cristiana y, sin embargo, usa los
 descubrimientos de otro autor sin darle a ese autor el recono-
 cimiento debido, tal escuela es errónea, por cuanto inculca el
30 quebrantamiento de ese mandamiento divino en el decálogo
 hebreo: “No hurtarás”.


 Dios es el Principio de la metafísica divina. Puesto que



Página 113



1 hay un único Dios, sólo puede haber un único Principio
 divino de toda Ciencia; y tiene que haber reglas fijas para la
3 demostración de este Principio divino. La letra El Principio y
 de la Ciencia llega abundantemente a la huma-
 nidad hoy en día, pero su espíritu solamente viene poco a
6 poco. La parte vital, el corazón y alma de la Ciencia Cristiana,
 es el Amor. Sin esto, la letra no es más que el cuerpo muerto
 de la Ciencia, sin pulso, frío, inanimado.


9 Las proposiciones fundamentales de la metafísica divina
 se resumen en las cuatro proposiciones siguientes, para mí,
 evidentes por sí mismas. Aunque se reviertan, se Proposiciones
12 encontrará que estas proposiciones concuerdan reversibles
 en declaración y prueba, mostrando matemáticamente su
 relación exacta con la Verdad. De Quincey dice que la mate-
15 mática no tiene fundamento que no sea puramente metafísico.


 1. Dios es Todo-en-todo.


 2. Dios es el bien. El bien es la Mente.


18 3. Dios, el Espíritu, al ser todo, nada es materia.


 4. La Vida, Dios, el bien omnipotente, niegan la muerte,
 el mal, el pecado, la enfermedad. La enfermedad, el pecado,
21 el mal, la muerte, niegan el bien, el Dios omnipotente, la Vida.


 ¿Cuál de las negaciones en la cuarta proposición es verda-
 dera? Ambas no son, no pueden ser, verdaderas. De acuerdo
24 con las Escrituras, encuentro que Dios es veraz, pero “todo
 hombre [mortal] mentiroso”.


 La metafísica divina de la Ciencia Cristiana, como el
27 método en la matemática, comprueba la regla por inversión.
 Por ejemplo: No hay dolor en la Verdad, y no hay Inversiones
 verdad en el dolor; no hay nervio en la Mente, y metafísicas
30 no hay mente en el nervio; no hay materia en la Mente, y no
 hay mente en la materia; no hay materia en la Vida, y no hay
 vida en la materia; no hay materia en el bien, y no hay bien en
33 la materia.



Página 114



1 La usanza clasifica ambos, el mal y el bien juntos, como
 mente; por lo tanto, para ser comprendida, la autora denomina
3 mente mortal a la enferma y pecadora humani-
 dad, queriendo decir con este término la carne de la mente


 opuesta al Espíritu, la mente humana y el mal
6 en contraste con la Mente divina, o la Verdad y el bien. La
 definición, que no es espiritualmente científica, de la mente,
 está basada en la evidencia de los sentidos físicos, la cual
9 hace muchas mentes y llama a la mente tanto humana como
 divina.


 En la Ciencia, la Mente es una, e incluye noúmeno y
12 fenómenos, Dios y Sus pensamientos.


 Mente mortal es un solecismo del lenguaje, y entraña un
 uso impropio de la palabra mente. Puesto que la Mente es
15 inmortal, la frase mente mortal implica algo
 que no es verdadero y por tanto, irreal; y la
 manera en que la frase es usada para enseñar la Ciencia
18 Cristiana, tiene la finalidad de designar aquello que no tiene
 existencia verdadera. Por cierto, si pudiera sugerirse una
 palabra o frase más adecuada, se usaría; pero al expresar la
21 nueva lengua tenemos que recurrir a veces a la antigua e
 imperfecta, y el vino nuevo del Espíritu tiene que ser vertido
 en los odres viejos de la letra.


24 La Ciencia Cristiana explica toda causa y todo efecto
 como mentales, no físicos. Levanta del Alma y del cuerpo el
 velo del misterio. Muestra la relación científica La causalidad
27 del hombre con Dios, desenreda las ambigüe-
 dades entrelazadas del ser y libera el pensamiento aprisionado.
 En la Ciencia divina, el universo, incluyendo el hombre, es
30 espiritual, armonioso y eterno. La Ciencia muestra que lo que
 se denomina materia no es más que el estado subjetivo de lo
 que la autora denomina mente mortal.


33 Aparte de la oposición usual a todo lo nuevo, el único



Página 115



1 gran obstáculo para la recepción de esa espiritualidad, por
 medio de la cual viene la comprensión de la ciencia-Mente, es
3 lo inadecuado de los términos materiales para
 las declaraciones metafísicas, y la consiguiente
 dificultad de expresar ideas metafísicas de tal manera de
6 hacerlas comprensibles a cualquier lector, quien no haya
 demostrado personalmente la Ciencia Cristiana como está
 expuesta en mi descubrimiento. Job dice: “El oído prueba las
9 palabras, como el paladar gusta lo que uno come”. La gran
 dificultad es dar la impresión correcta cuando se retraducen
 los términos materiales a la lengua espiritual original.


12 Traducción científica de la Mente inmortal
 Dios: El Principio, la Vida, la Verdad, el Amor,


15 Hombre: La idea espiritual de Dios, individual,


 Idea: Una imagen en la Mente; el objeto


18 inmediato de la comprensión. —Webster.


 Traducción científica de la mente mortal


21 Físico. Creencias malas, pasiones y apetitos, temor, voluntad
 depravada, justificación propia, orgullo, envidia,


 engaño, odio, venganza, pecado, enfermedad,
24 malestar, muerte.


  Segundo Grado: Las creencias malas desapareciendo.
 Moral. Humanidad, honradez, afecto, compa-
27 sión, esperanza, fe, mansedumbre, templanza.



Página 116



1 Tercer Grado: Comprensión.
 Espiritual. Sabiduría, pureza, comprensión espiritual, poder
3 espiritual, amor, salud, santidad.


 En el tercer grado la mente mortal desaparece, y el hombre
 como la imagen de Dios aparece. La Ciencia revierte de tal
6 manera la evidencia ante los sentidos humanos El universo
 corporales que confirma en nuestros corazones espiritual
 esta declaración de las Escrituras: “Los primeros serán postre-
9 ros, y los postreros, primeros”, para que Dios y Su idea puedan
 ser para nosotros lo que la divinidad realmente es y necesaria-
 mente tiene que ser: aquello que todo lo incluye.


12 Una perspectiva correcta de la Ciencia Cristiana y de su
 adaptación a la curación incluye muchísimo más de lo que se
 ve a primera vista. Las obras sobre metafísica
15 dejan sin tocar el punto más importante. Jamás la Ciencia
 colocan la corona del Mesías sobre el poder de la Mente, ni
 obtienen la victoria sobre los enemigos físicos —o sea, la
18 extinción de toda creencia en la materia, el mal, la enfermedad
 y la muerte— ni insisten sobre el hecho de que Dios es todo y
 que, por tanto, la materia no es más que una imagen en la
21 mente mortal.


 La Ciencia Cristiana enfatiza enérgicamente el pensamiento
 de que Dios no es corpóreo, sino incorpóreo, esto Personalidad
24 es, sin cuerpo. Los mortales son corpóreos, pero divina
 Dios es incorpóreo.


 Como las palabras persona y personal se usan común e
27 ignorantemente, a menudo conducen, cuando son aplicadas
 a la Deidad, a concepciones confusas y erróneas acerca de
 la divinidad y su distinción de la humanidad. Si el término
30 personalidad, al aplicarlo a Dios, significa personalidad infi-
 nita, entonces Dios es Persona infinita, en el sentido de per-
 sonalidad infinita, pero no en el sentido inferior. Una Mente
33 infinita en una forma finita es una absoluta imposibilidad.



Página 117



1 El término individualidad también está expuesto a obje-
 ciones, porque un individuo puede ser uno de una serie, uno
3 de muchos, como un hombre individual, un caballo indivi-
 dual; mientras que Dios es Uno, no uno de una serie, sino uno
 solo y sin equivalente.


6 Dios es Espíritu; por tanto, el lenguaje del Espíritu tiene
 que ser, y es, espiritual. La Ciencia Cristiana no atribuye
 naturaleza ni significación físicas al Ser Supremo El lenguaje
9 o a Su manifestación; sólo los mortales hacen
 esto. El lenguaje esencial de Dios es mencionado en el último
 capítulo del Evangelio de Marcos como la nueva lengua, cuyo
12 significado espiritual es logrado mediante “las señales que la
 siguen”.


 Ni oído oyó, ni labio habló, el lenguaje puro del Espíritu.
15 Nuestro Maestro enseñaba la espiritualidad por símiles y
 parábolas. Como un estudiante de lo divino,
 él revelaba a Dios a los hombres, ilustrando y
18 demostrando la Vida y la Verdad en sí mismo y por su poder
 sobre los enfermos y los pecadores. Las teorías humanas son
 inadecuadas para interpretar el Principio divino entrañado en
21 los milagros (las maravillas) efectuados por Jesús y especial-
 mente en su poderosa, suprema, incomparable y triunfal
 salida de la carne.


24 La evidencia obtenida de los cinco sentidos físicos sólo
 se relaciona con la razón humana; y debido a
 la opacidad a la luz verdadera, la razón humana de los sentidos
27 refleja de manera tenue y transmite débilmente las obras
 y palabras de Jesús. La Verdad es una revelación.


 Jesús ordenó a sus discípulos que se guardasen de la
30 levadura de los fariseos y de los saduceos, la que La levadura de
 definió como doctrinas humanas. Su parábola la Verdad
 de la “levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas



Página 118



1 de harina, hasta que todo fue leudado”, da impulso a la
 inferencia de que la levadura espiritual significa la Ciencia
3 del Cristo y su interpretación espiritual, inferencia muy por
 encima de las aplicaciones meramente eclesiásticas y forma-
 les de la ilustración.


6 ¿No indicaba esta parábola una enseñanza moral con una
 profecía, prediciendo el segundo advenimiento del Cristo, la
 Verdad, a la carne, escondido en sagrado secreto del mundo
9 visible?


 Los siglos pasan, pero esta levadura de la Verdad está
 siempre activa. Tiene que destruir la masa entera del error,
12 y ser así eternamente glorificada en la libertad espiritual del
 hombre.


 En su significado espiritual, la Ciencia, la Teología y la
15 Medicina son los medios del pensamiento divino, los cuales
 incluyen leyes espirituales que emanan del poder Lo humano
 y de la gracia invisibles e infinitos. La parábola y lo divino


18 quizás significa que estas leyes espirituales,
 pervertidas por un sentido material y perverso de la ley, están
 metafísicamente representadas por tres medidas de harina, es
21 decir, tres modalidades del pensamiento mortal. En todas las
 formas mortales del pensamiento, el polvo es dignificado
 como el estado natural de los hombres y de las cosas, y las
24 modalidades del movimiento material son honradas con el
 nombre de leyes. Esto continúa hasta que la levadura del
 Espíritu cambia enteramente el pensamiento mortal, como el
27 fermento cambia las propiedades químicas de la harina.


 Las definiciones de la ley material, como son dadas por
 las ciencias naturales, representan un reino necesariamente
30 dividido contra sí mismo, porque estas defini-
 ciones describen la ley como física, no espiritual. tradicciones
 Por tanto, contradicen los decretos divinos y violan la ley del
33 Amor, en la cual la naturaleza y Dios son uno y el orden
 natural del cielo desciende a la tierra.



Página 119



1 Cuando dotamos la materia con un vago poder espiritual
 —esto es, cuando lo hacemos en nuestras teorías, pues es claro
3 que no podemos realmente dotar la materia con Dilema
 lo que no posee ni puede poseer— negamos al
 Todopoderoso, porque tales teorías conducen a una de dos
6 cosas. O bien presuponen la evolución por sí misma y la
 autonomía de la materia, o suponen que la materia es el
 producto del Espíritu. Aceptar la primera proposición de este
9 dilema y considerar la materia como un poder en sí y de por
 sí, es dejar al creador fuera de Su propio universo; mientras
 que aceptar la otra proposición del dilema y considerar a Dios
12 como creador de la materia, no sólo es hacerlo responsable de
 todos los desastres, físicos y morales, sino enunciarlo como su
 fuente, haciéndolo culpable así de mantener un perpetuo
15 desgobierno en la forma y bajo el nombre de ley natural.


 En un sentido Dios es idéntico a la naturaleza, pero esta
 naturaleza es espiritual y no está expresada en la materia. El
18 legislador, cuyo rayo paraliza o postra de muerte Dios y la
 al niño en oración, no es el ideal divino del Amor naturaleza
 omnipresente. Dios es el bien natural, y es representado sólo
21 por la idea de la bondad; mientras que el mal debiera ser
 considerado como innatural, porque es opuesto a la natura-
 leza del Espíritu, Dios.


24 Al observar la salida del sol, uno encuentra que contradice
 la evidencia ante los sentidos creer que la tierra está en movi-
 miento y el sol inmóvil. Tal como la astronomía El sol y
27 revierte la percepción humana del movimiento el Alma
 del sistema solar, así la Ciencia Cristiana revierte la aparente
 relación entre el Alma y el cuerpo y hace el cuerpo tributario
30 de la Mente. Así es con el hombre, que no es sino el servidor
 humilde de la Mente en reposo, aunque al sentido finito le



Página 120



1 parezca de otra manera. Pero jamás comprenderemos esto
 mientras admitamos que el alma está en el cuerpo o la mente
3 en la materia, y que el hombre está incluido en lo carente de
 inteligencia. El Alma, o el Espíritu, es Dios, inmutable y
 eterna; y el hombre coexiste con el Alma, Dios, y la refleja,
6 porque el hombre es la imagen de Dios.


 La Ciencia revierte el falso testimonio de los sentidos
 físicos, y mediante esta reversión los mortales llegan a los
9 hechos fundamentales del ser. Entonces inevi-
 tablemente surge la pregunta: ¿Está un hombre testimonio
 enfermo si los sentidos materiales indican que está bien de
12 salud? ¡No!, pues la materia no puede establecer condiciones
 para el hombre. ¿Y está bien si los sentidos dicen que está
 enfermo? Sí, está sano en la Ciencia en la cual la salud es lo
15 normal y la enfermedad es lo anormal.


 La salud no es una condición de la materia, sino de la
 Mente; ni pueden los sentidos materiales dar testimonio
18 confiable sobre el tema de la salud. La Ciencia
 de la curación-Mente muestra que es imposible los sentidos
 que algo que no sea la Mente pueda dar testimonio verídico
21 o exhibir el estado verdadero del hombre. Por lo tanto, el
 Principio divino de la Ciencia, revirtiendo el testimonio de
 los sentidos físicos, revela que el hombre existe armoniosa-
24 mente en la Verdad, que es la única base de la salud; y así la
 Ciencia niega toda enfermedad, sana a los enfermos, derroca
 la falsa evidencia y refuta la lógica materialista.


27 Cualquier conclusión a favor o en contra, deducida de la
 supuesta sensación en la materia o de la supuesta conciencia
 que tiene la materia de la salud o la enfermedad, en lugar de
30 revertir el testimonio de los sentidos físicos, confirma ese
 testimonio como legítimo y así conduce a la enfermedad.


 Cuando Colón dio aliento más libre al
33 mundo, la ignorancia y la superstición encade-
 naron al viejo e intrépido navegante, y tuvo que enfrentar



Página 121



1 la deshonra y el hambre; pero aún más cruel hubiera sido su
 destino si su descubrimiento hubiese minado las inclinaciones
3 favoritas de una filosofía sensoria.


 Copérnico trazó el mapa del sistema estelar, y antes que
 él hablara, la astrografía era caótica, y el espacio celeste no
6 estaba correctamente explorado.


 Los magos caldeos leían en las estrellas el destino de los
 imperios y la fortuna de los hombres. Aunque ninguna
9 revelación más elevada que el horóscopo les fue Belleza
 desplegada en el empíreo, la tierra y el cielo
 brillaban, y pájaros y flores gozaban en la perenne y alegre luz
12 solar de Dios, dorada con la Verdad. Así tenemos la bondad y
 la hermosura para alegrar el corazón; pero el hombre, aban-
 donado a las hipótesis del sentido material inexplicadas por la
15 Ciencia, es como el cometa errante o la estrella desolada
 —“un fatigado buscador de un hogar que no se ve”.


 La rotación diaria de la tierra es invisible al ojo físico, y el
18 sol parece moverse de este a oeste, en vez de la tierra de oeste
 a este. Hasta que fue refutado por perspectivas Revelaciones
 más claras de los hechos imperecederos, este
21 falso testimonio de la vista engañó el juicio e indujo a conclu-
 siones falsas. La ciencia muestra que las apariencias son a
 menudo erróneas, y corrige estos errores por la simple regla
24 de que lo mayor controla lo menor. El sol es la inmovilidad
 central en lo que concierne a nuestro sistema solar, y la tierra
 gira alrededor del sol una vez al año, además de rotar sobre su
27 propio eje diariamente.


 Como queda así indicado, el orden astronómico imita la
 acción del Principio divino; y el universo, el reflejo de Dios, se
30 aproxima así más a la realidad espiritual, y se relaciona con la
 Ciencia divina tal como es manifestada en el eterno gobierno
 del universo.



Página 122



1 La evidencia de los sentidos físicos a menudo revierte la
 Ciencia verdadera del ser, y crea así un reino de discordia,
3 asignando poder aparente al pecado, la enferme-
 dad y la muerte; pero las grandes verdades de la opositor
 Vida, correctamente comprendidas, derrotan esta tríada de
6 errores, contradicen sus falsos testigos y revelan el reino de
 los cielos, el verdadero reino de la armonía en la tierra. La
 reversión de la Ciencia del Alma, por parte de los sentidos
9 materiales, fue expuesta de manera práctica hace mil nove-
 cientos años mediante las demostraciones de Jesús; sin
 embargo, estos así llamados sentidos todavía hacen la mente
12 mortal tributaria al cuerpo mortal, y designan ciertas partes
 de la materia, tales como el cerebro y los nervios, como las
 sedes del dolor y el placer, desde las cuales la materia informa
15 a esta así llamada mente su estado de felicidad o sufrimiento.


 El foco óptico es otra prueba de la ilusión del sentido
 material. En la retina del ojo, el cielo y las copas de los árboles
18 parecen unir las manos, las nubes y el océano,
 encontrarse y mezclarse. El barómetro —ese
 pequeño profeta de tormenta y bonanza que niega el testimo-
21 nio de los sentidos— señala buen tiempo en medio de nubes
 oscuras y lluvias torrenciales. La existencia está llena de
 ejemplos de ilusiones similares que todo pensador puede
24 recordar por sí mismo.


 Para el sentido material, el corte de la vena yugular quita
 la vida; pero para el sentido espiritual y en la
27 Ciencia, la Vida continúa inalterada y el ser es tual de la vida
 eterno. La vida temporal es un falso sentido de la existencia.


 Nuestras teorías cometen el mismo error con respecto al
30 Alma y al cuerpo que el que cometió Ptolomeo con respecto
 al sistema solar. Insisten en que el alma está en el cuerpo y
 que la mente, por tanto, es tributaria de la materia. La ciencia



Página 123



1 de la astronomía ha destruido la falsa teoría en cuanto a las
 relaciones de los cuerpos celestes, y la Ciencia Cristiana sin
3 duda destruirá el error mayor en cuanto a nues-
 tros cuerpos terrestres. Entonces aparecerán la ptolemaico


 idea y el Principio verdaderos del hombre. El
6 desacierto ptolemaico no pudo afectar la armonía del ser
 como lo hace el error con respecto al alma y al cuerpo, el cual
 revierte el orden de la Ciencia y asigna a la materia el poder
9 y la prerrogativa del Espíritu, de modo que el hombre se
 convierte en la criatura absolutamente más débil e inarmó-
 nica del universo.


12 La verdad de la Mente muestra de manera concluyente
 cómo es que la materia parece ser, pero no es.
 La Ciencia divina, elevándose por encima de
15 las teorías físicas, excluye la materia, resuelve las cosas en
 pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material por
 ideas espirituales.


18 El término Ciencia Cristiana fue introducido por la
 autora para designar el sistema científico de la curación divina.


 La revelación consiste en dos partes:


21 1. El descubrimiento de esta Ciencia divina de la cura­
 ción-Mente, mediante un sentido espiritual de las Escrituras
 y mediante las enseñanzas del Consolador, como fue prome-
24 tido por el Maestro.


 2. La prueba, por la demostración actual, de que los así
 llamados milagros de Jesús no pertenecían especialmente a
27 una dispensación ya terminada, sino que ilustraban un
 Principio divino en operación continua. La operación de este
 Principio indica la eternidad del orden científico y de la
30 continuidad del ser.


 La Ciencia Cristiana difiere de la ciencia
 material, pero no por eso es menos científica.
33 Al contrario, la Ciencia Cristiana es preeminentemente



Página 124



1 científica, pues está basada en la Verdad, el Principio de toda
 ciencia.


3 La ciencia física (así llamada) es conocimiento humano,
 una ley de la mente mortal, una creencia ciega, un Sansón
 despojado de su fuerza. Cuando a esta creencia La ciencia
6 humana le faltan organizaciones que la apoyen, física, una


 sus fundamentos desaparecen. Al no tener
 fuerza moral, base espiritual ni Principio santo propios, esta
9 creencia confunde el efecto con la causa y procura encontrar
 vida e inteligencia en la materia, limitando así la Vida y
 aferrándose a la discordia y la muerte. En una palabra, la
12 creencia humana es una conclusión ciega del razonamiento
 material. Este es un sentido mortal y finito de las cosas, que
 el Espíritu inmortal silencia para siempre.


15 El universo, lo mismo que el hombre, ha de ser interpre-
 tado mediante la Ciencia desde su Principio divino, Dios, y
 entonces puede ser comprendido; pero cuando Interpreta­ción
18 se explica sobre la base del sentido físico y se
 representa como sujeto a desarrollo, madurez y decadencia,
 el universo, lo mismo que el hombre, es, y tiene que continuar
21 siendo, un enigma.


 La adhesión, la cohesión y la atracción son propiedades
 de la Mente. Pertenecen al Principio divino y apoyan el
24 equilibrio de esa fuerza-pensamiento que lanzó Toda fuerza
 a la tierra en su órbita y dijo a la ola orgullosa:
 “Hasta aquí, y no más”.


27 El Espíritu es la vida, la sustancia y la continuidad de
 todas las cosas. Andamos sobre fuerzas. Retíralas, y la
 creación tiene que desplomarse. El conocimiento humano
30 las llama fuerzas de la materia; pero la Ciencia divina declara
 que pertenecen por entero a la Mente divina, son inherentes
 a esta Mente, y así las restituye a su justo lugar y clasificación.


33 Los elementos y las funciones del cuerpo físico y del



Página 125



1 mundo físico cambiarán a medida que la mente mortal cambie
 sus creencias. Lo que ahora se considera la mejor condición
3 para la salud orgánica y funcional del cuerpo
 humano, puede que ya no sea encontrada indis-
 pensable para la salud. Se hallará que las condiciones morales
6 siempre son armoniosas y saludables. Ni la inacción ni la
 acción excesiva orgánicas están fuera del control de Dios; y el
 hombre se encontrará normal y natural para el pensamiento
9 mortal transformado, y en consecuencia, más armonioso en
 sus manifestaciones de lo que era en los estados anteriores
 que la creencia humana creaba y sancionaba.


12 A medida que el pensamiento humano cambie de una
 etapa a otra de dolor consciente y de consciente ausencia de
 dolor, pesar y alegría —del temor a la esperanza y de la fe a
15 la comprensión— la manifestación visible será finalmente el
 hombre gobernado por el Alma, no por el sentido material.
 Al reflejar el gobierno de Dios, el hombre se gobierna a sí
18 mismo. Cuando está subordinado al Espíritu divino, el
 hombre no puede ser controlado por el pecado o la muerte,
 comprobando así que nuestras teorías materiales sobre las
21 leyes de la salud no tienen valor.


 Las estaciones vendrán y se irán con cambios de tiempo y
 ciclos, frío y calor, latitud y longitud. El agricultor encontrará
24 que estos cambios no pueden afectar sus cose-
 chas. “Como un vestido los mudarás, y serán
 mudados”. El marino tendrá dominio sobre la atmósfera y las
27 grandes profundidades, sobre los peces del mar y las aves del
 cielo. El astrónomo ya no mirará hacia las estrellas, mirará
 desde ellas hacia el universo; y el floricultor encontrará su flor
30 antes que la semilla.


 Así se comprobará finalmente que la materia es nada más
 que una creencia mortal, totalmente incapaz de afectar a un



Página 126



1 hombre mediante su supuesta acción orgánica o supuesta
 existencia. El error ya no se usará para declarar la verdad.
3 El problema de la nada, o del “polvo al polvo”,
 será resuelto, y la mente mortal estará desorde-
 nada y vacía, pues la mortalidad cesará cuando el hombre se
6 contemple a sí mismo como el reflejo de Dios, tal como el
 hombre ve su reflejo en un espejo.


 Toda Ciencia es divina. El pensamiento humano jamás
9 proyectó la más mínima parte del ser verdadero. La creencia
 humana ha buscado e interpretado a su manera Una falta de
 el eco del Espíritu, y así parece haberlo revertido originalidad
12 y repetido materialmente; pero la mente humana jamás
 produjo un tono verdadero ni emitió un sonido positivo.


 El punto en cuestión entre la Ciencia Cristiana por una
15 parte y la teología popular por la otra es este: ¿Explicará la
 Ciencia la causa y el efecto como si fueran tanto Preguntas
 naturales como espirituales? ¿O todo lo que esté antagónicas
18 más allá de la percepción de los sentidos materiales será
 llamado sobrenatural, y dejado a merced de hipótesis
 especulativas?


21 He presentado la Ciencia Cristiana y su aplicación al
 tratamiento de la enfermedad tal como las he descubierto.
 He demostrado por medio de la Mente los
24 efectos de la Verdad sobre la salud, la longevi-
 dad y la moral de los hombres; y no he encontrado nada en
 los sistemas antiguos o modernos sobre lo cual fundar el
27 mío, excepto las enseñanzas y las demostraciones de nuestro
 gran Maestro y las vidas de los profetas y apóstoles. La Biblia
 ha sido mi única autoridad. No he tenido ninguna otra guía
30 en el “recto y angosto camino” de la Verdad.


 Si la cristiandad se resiste a que la autora aplique la



Página 127



1 palabra Ciencia al cristianismo, o cuestiona el uso que ella
 hace de la palabra Ciencia, no por eso la autora perderá su fe
3 en el cristianismo ni perderá el cristianismo su Ciencia y
 influencia sobre ella. Si Dios, el Todo-en-todo, cristianismo
 es el creador del universo espiritual, incluyendo el hombre,
6 entonces todo lo que tenga derecho a ser clasificado como
 verdad, o Ciencia, tiene que estar comprendido en un conoci-
 miento o una comprensión de Dios, porque no puede haber
9 nada más allá de la divinidad ilimitable.


 Los términos Ciencia Divina, Ciencia Espiritual, Ciencia
 del Cristo o Ciencia Cristiana, o Ciencia solamente, son
12 empleados indistintamente por la autora, según Términos
 los requerimientos del contexto. Estos términos científicos
 sinónimos representan todo lo que se relaciona con Dios, la
15 Mente infinita, suprema, eterna. Puede decirse, sin embargo,
 que el término Ciencia Cristiana se relaciona especialmente
 con la Ciencia como es aplicada a la humanidad. La Ciencia
18 Cristiana revela a Dios, no como el autor del pecado, la
 enfermedad y la muerte, sino como el Principio divino, el Ser
 Supremo, la Mente, exento de todo mal. Enseña que la materia
21 es la falsedad, no la verdad, de la existencia; que los nervios,
 el cerebro, el estómago, los pulmones y demás, no tienen
 —como materia— ninguna inteligencia, vida, ni sensación.


24 No hay ciencia física, puesto que toda la verdad procede
 de la Mente divina. Por tanto, la verdad no es humana, y no
 es una ley de la materia, porque la materia no es No hay
27 un legislador. La Ciencia es una emanación de cien­cia física
 la Mente divina, y ella sola es capaz de interpretar a Dios
 correctamente. Tiene un origen espiritual, no material. Es
30 una expresión divina, el Consolador que guía a toda la verdad.


 La Ciencia Cristiana refuta lo que se llama ciencia natural,
 dado que esta está construida sobre las falsas hipótesis de que
33 la materia es su propia legisladora, que la ley está fundada



Página 128



1 sobre condiciones materiales, y que estas son definitivas y
 predominan sobre el poder de la Mente divina. El bien es
3 natural y primitivo. Para sí mismo no es milagroso.


 El término Ciencia, correctamente comprendido, se refiere
 únicamente a las leyes de Dios y a Su gobierno del universo,
6 inclusive del hombre. De esto se deduce que los La Ciencia
 hombres de negocios y los cultos eruditos han
 encontrado que la Ciencia Cristiana amplía su resistencia y
9 sus poderes mentales, amplía su percepción del carácter, les
 da agudeza y amplitud de comprensión, y una habilidad para
 exceder su capacidad ordinaria. La mente humana, imbuida
12 de esta comprensión espiritual, se vuelve más elástica, es
 capaz de mayor resistencia, se libera en cierto grado de sí
 misma y requiere menos reposo. Un conocimiento de la
15 Ciencia del ser desarrolla las habilidades y posibilidades
 latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento,
 dando a los mortales acceso a ámbitos más amplios y más
18 altos. Eleva al pensador a su ambiente nativo de discerni-
 miento y perspicacia.


 Un aroma se torna beneficioso y agradable sólo en la
21 proporción en que se esparza en la atmósfera circundante.
 Lo mismo sucede con nuestro conocimiento de la Verdad.
 Así como uno no reñiría con su prójimo por haberlo desper-
24 tado de una pesadilla cataléptica, tampoco debiera resistir la
 Verdad, que expulsa —sí, que destruye para siempre con el
 testimonio superior del Espíritu— la así llamada evidencia de
27 la materia.


 La Ciencia se relaciona con la Mente, no con la materia.
 Descansa sobre un Principio fijo y no sobre el juicio de
30 la sensación falsa. La suma de dos cantidades
 en matemática tiene que producir siempre el


 mismo resultado. Así es con la lógica. Si tanto
33 la proposición mayor como la menor de un silogismo son
 correctas, la conclusión, si es deducida debidamente, no



Página 129



1 puede ser falsa. Así, en la Ciencia Cristiana, no hay discor-
 dias ni contradicciones, porque su lógica es tan armoniosa
3 como el razonamiento de un silogismo correctamente plan-
 teado o el de una suma debidamente computada en aritmé-
 tica. La Verdad es siempre verídica, y no puede tolerar error
6 alguno en la premisa o en la conclusión.


 Si deseas conocer el hecho espiritual, lo puedes descubrir
 revirtiendo la fábula material, ya sea que la
9 fábula esté a favor o en contra, ya sea que esté
 de acuerdo con tus nociones preconcebidas o sea completa-
 mente contraria a ellas.


12 El panteísmo puede ser definido como una creencia en la
 inteligencia de la materia, una creencia que la Ciencia derroca.
 En esos días habrá “gran tribulación, cual no la Teorías
15 ha habido desde el principio del mundo”; y la
 tierra hará eco al clamor: “¿Has venido [Verdad] acá para
 atormentarnos antes de tiempo?” El magnetismo animal, el
18 hipnotismo, el espiritismo, la teosofía, el agnosticismo, el
 panteísmo y la infidelidad son antagónicos al ser verdadero y
 fatales para su demostración; como también lo son algunos
21 otros sistemas.


 Debemos abandonar la farmacéutica y emprender el
 estudio de la ontología: “la ciencia del ser verdadero”.
24 Debemos examinar en profundidad el realismo La ontología
 en vez de aceptar sólo el sentido exterior de las es necesaria
 cosas. ¿Podemos recoger melocotones de un pino, o aprender
27 de la discordia la concordia del ser? Sin embargo, así de
 racionales son algunas de las ilusiones predominantes a lo
 largo del sendero que la Ciencia tiene que recorrer en su
30 misión reformadora entre los mortales. El nombre mismo,
 ilusión, señala la nada.


 El sibarita puede que objete la poca importancia que
33 la autora da a los placeres de la mesa. El pecador ve, en el
 sistema enseñado en este libro, que las exigencias de



Página 130



1 Dios deben ser cumplidas. El intelecto mediocre se alarma por
 el constante recurrir a la Mente. El temperamento licencioso se
3 desanima dadas sus exiguas perspectivas espiri-
 tuales. Cuando todos los hombres son convida-
 dos a la fiesta, vienen las excusas. Uno tiene una labranza,
6 otro tiene negocios, y por lo tanto, no pueden aceptar.


 Es en vano hablar deshonestamente de la Ciencia divina,
 que destruye toda discordia, cuando tú puedes Excusas para
9 demostrar la realidad de la Ciencia. Es insen-
 sato dudar que la realidad esté en perfecta armonía con Dios,
 el Principio divino —si la Ciencia, cuando sea comprendida y
12 demostrada, destruirá toda discordia— ya que admites que
 Dios es omnipotente; porque de esta premisa se deduce que el
 bien y sus dulces armonías tienen todo el poder.


15 La Ciencia Cristiana, correctamente comprendida, liberaría
 la mente humana de las creencias materiales que luchan contra
 las realidades espirituales; y estas creencias
18 materiales tienen que ser negadas y echadas
 fuera para hacer lugar a la verdad. No puedes añadir nada al
 contenido de una vasija que ya está llena. Al esforzarse por
21 mucho tiempo por debilitar la fe del adulto en la materia y por
 inculcarle un grano de fe en Dios —un atisbo de la capacidad
 del Espíritu de hacer el cuerpo armonioso— la autora ha
24 recordado con frecuencia el amor de nuestro Maestro por los
 niños, y comprendido cuán cierto es que los que son como
 ellos pertenecen al reino celestial.


27 Si el pensamiento se sobresalta por la fuerza con que la
 Ciencia reivindica la supremacía de Dios, o la Verdad, y duda
 de la supremacía del bien, ¿no debiéramos, por el Todo mal es
30 contrario, asombrarnos de las vigorosas preten-
 siones del mal y dudar de ellas, y ya no pensar que es natural
 amar el pecado e innatural abandonarlo, ya no imaginar que
33 el mal está siempre presente y el bien ausente? La verdad



Página 131



1 no debiera parecer tan sorprendente e innatural como el
 error, y el error no debiera parecer tan real como la verdad.
3 La enfermedad no debiera parecer tan real como la salud.
 No hay error en la Ciencia, y nuestras vidas tienen que estar
 gobernadas por la realidad para estar en armonía con Dios,
6 el Principio divino de todo ser.


 Una vez destruida por la Ciencia divina, la falsa evidencia
 ante los sentidos corporales desaparece. De ahí la oposición
9 del hombre sensorio a la Ciencia del Alma y el
 significado de las Escrituras: “Los designios de la la carnalidad
 carne son enemistad contra Dios”. El hecho central de la Biblia
12 es la superioridad del poder espiritual sobre el poder físico.


 La teología


 ¿Debe venir la Ciencia Cristiana por medio de las iglesias
15 cristianas, como insisten algunas personas? Esta Ciencia ya
 ha venido, de la manera señalada por Dios,
 pero las iglesias no parecen estar preparadas
18 para recibirla, según el dicho de las Escrituras: “A lo suyo
 vino, y los suyos no le recibieron”. Una vez Jesús dijo: “Yo te
 alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escon-
21 diste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado
 a los niños. Sí, Padre, porque así Te agradó”. Como antaño,
 el espíritu del Cristo, que quita las ceremonias y las doctrinas
24 de los hombres, no es aceptado hasta que los corazones
 humanos son preparados para ello.


 La misión de Jesús confirmó la profecía, y explicó los así
27 llamados milagros de los tiempos antiguos como demostra-
 ciones naturales del poder divino, demostracio-
 nes que no fueron comprendidas. Las obras de y el Mesías
30 Jesús establecieron su derecho al mesiazgo. En respuesta
 a la pregunta de Juan: “¿Eres tú aquel que había de venir?”,



Página 132



1 Jesús contestó afirmativamente, enumerando sus obras en
 lugar de referirse a su doctrina, confiado en que esta exhibi-
3 ción del divino poder para sanar contestaría la pregunta
 plenamente. De ahí su respuesta: “Id, y haced saber a Juan
 las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los
6 leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
 resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y
 bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”. En otras
9 palabras, él dio su bendición a todo aquel que no negara que
 tales efectos, que vienen de la Mente divina, comprueban la
 unidad de Dios, el Principio divino que saca a luz toda
12 armonía.


 Los fariseos de antaño expulsaron de sus sinagogas la
 idea espiritual y al hombre que la vivía, y conservaron sus
15 creencias materialistas acerca de Dios. El sistema El Cristo
 de curación de Jesús no recibió ninguna ayuda rechazado
 ni aprobación de parte de otros sistemas de sanidad o religio-
18 sos, de doctrinas de la física o de la teología; y aún no ha sido
 generalmente aceptado. Hoy, como antaño, inconsciente de
 la reaparición de la idea espiritual, la creencia ciega le cierra
21 la puerta, y condena la curación de los enfermos y de los
 pecadores si se efectúa por medio de cualquier teoría que no
 sea material y doctrinal. Previendo este rechazo al idealismo,
24 a la verdadera idea de Dios —a esta salvación de todo error
 físico y mental— Jesús preguntó: “Cuando venga el Hijo del
 Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”


27 ¿Le confirieron las doctrinas de Juan el Bautista el poder
 para sanar o lo dotaron de la concepción más verdadera del
 Cristo? Una vez este justo predicador dirigió la Las dudas
30 atención de sus discípulos hacia Jesús, “el Cordero de Juan
 de Dios”; no obstante, después cuestionó seriamente las señales



Página 133



1 del advenimiento mesiánico y envió a Jesús la pregunta:
 “¿Eres tú aquel que había de venir?”


3 ¿Era mayor la fe de Juan que la de la samaritana?, la cual
 dijo: “¿No será éste el Cristo?” Hubo también
 cierto centurión de cuya fe Jesús mismo declaró: con las obras
6 “Ni aun en Israel he hallado tanta fe”.


 En Egipto, fue la Mente la que salvó a los israelitas de
 la creencia en las plagas. En el desierto, el agua brotó de la
9 peña en abundancia y el maná cayó del cielo. Los israelitas
 miraban a la serpiente de bronce, y al instante creían que
 quedaban sanados de las picaduras venenosas de las víboras.
12 Durante la prosperidad nacional, los milagros acompañaron
 los triunfos de los hebreos; pero cuando se apartaron de la
 idea verdadera, comenzó su desmoralización. Hasta en el
15 cautiverio entre naciones extranjeras, el Principio divino
 hizo maravillas para el pueblo de Dios en el horno de fuego
 ardiendo y en los palacios de los reyes.


18 El judaísmo era la antítesis del cristianismo, porque el
 judaísmo engendró la forma limitada de una religión nacional
 o tribal. Era un sistema finito y material, expre-
21 sado en teorías especiales concernientes a Dios, antagónico
 al hombre, a los métodos de sanidad, y a un culto religioso.
 Que se hizo “igual a Dios” fue una de las acusaciones de los
24 judíos contra aquel que plantó el cristianismo sobre el funda-
 mento del Espíritu, que enseñó según era inspirado por el
 Padre y que no quiso reconocer ninguna vida, inteligencia ni
27 sustancia fuera de Dios.


 La concepción judaica de Dios como Yahveh, Jehová, o
 solamente como un héroe poderoso y rey, no ha Conoci­mientos
30 cedido totalmente el lugar al verdadero conoci-
 miento de Dios. Los credos y los rituales no han lavado sus



Página 134



1 manos de las tradiciones rabínicas. Hoy en día el grito de
 las épocas pasadas se repite: “¡Crucifícale!” A cada paso de
3 avance, la verdad es aún enfrentada con espada y lanza.


 La palabra mártir, del griego, significa testigo; pero aque-
 llos que testificaban la Verdad eran tantas veces perseguidos
6 hasta la muerte, que finalmente la palabra mártir Testimonio de
 quedó limitada en su significado y así ha llegado los mártires
 a designar siempre a quien sufre por sus convicciones. La
9 nueva fe en el Cristo, la Verdad, despertó tanto odio en los
 opositores del cristianismo, que los seguidores de Cristo
 fueron quemados, crucificados, y perseguidos de otras
12 maneras; y fue así como los derechos humanos llegaron a ser
 santificados por el patíbulo y la cruz.


 Las doctrinas creadas por los hombres están decayendo.
15 No se han fortalecido en tiempos de tribulación. Desprovistas
 del poder-Cristo, ¿cómo pueden ilustrar las
 doctrinas de Cristo o los milagros de la gracia? poder-Cristo
18 Negar la posibilidad de la curación cristiana roba al cristia-
 nismo el elemento mismo que le dio fuerza divina y su éxito
 asombroso e inigualable en el siglo primero.


21 El verdadero Logos es evidentemente la Ciencia Cristiana,
 la ley natural de la armonía que vence la discordia, no porque
 esta Ciencia sea sobrenatural o preternatural, ni Base de los
24 porque sea una infracción de la ley divina, sino milagros
 porque es la ley inmutable de Dios, el bien. Jesús dijo: “Yo
 sabía que siempre me oyes”; y resucitó a Lázaro de entre los
27 muertos, calmó la tempestad, sanó a los enfermos, anduvo
 sobre las aguas. Hay autoridad divina para creer en la supe-
 rioridad del poder espiritual sobre la resistencia material.


30 Un milagro cumple con la ley de Dios, pero no viola esa
 ley. Este hecho parece en la actualidad más misterioso que el



Página 135



1 milagro mismo. El Salmista cantó: “¿Qué tuviste, oh mar, que
 huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? Oh montes,
3 ¿por qué saltasteis como carneros, y vosotros,
 collados, como corderitos? A la presencia de
 Jehová tiembla la tierra, a la presencia del Dios de Jacob”. El
6 milagro no introduce ningún desorden, sino que revela el
 orden primordial, estableciendo la Ciencia de la ley inmutable
 de Dios. Sólo la evolución espiritual es digna del ejercicio del
9 poder divino.


 El mismo poder que sana el pecado sana también la enfer-
 medad. Esta es “la hermosura de la santidad”: que cuando la
12 Verdad sana a los enfermos, echa fuera los
 males, y cuando la Verdad echa fuera el mal


 llamado enfermedad, sana a los enfermos.
15 Cuando Cristo echó fuera el demonio de la mudez, “aconteció
 que salido el demonio, el mudo habló”. Existe hoy en día el
 peligro de repetir la falta de los judíos por limitar el Santo de
18 Israel y preguntar: “¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?”
 ¿Qué no puede hacer Dios?


 Se ha dicho, y con razón, que el cristianismo tiene que ser
21 Ciencia, y que la Ciencia tiene que ser cristianismo, de lo
 contrario uno de los dos es falso e inútil; pero
 ninguno de los dos carece de importancia o de la Ciencia y el


24 verdad, y son iguales en la demostración. Esto
 comprueba que el uno es idéntico al otro. El cristianismo
 como Jesús lo enseñó no era un credo ni un sistema de cere-
27 monias ni un don especial de un Jehová ritualista; sino que
 era la demostración del Amor divino echando fuera el error y
 sanando a los enfermos, no meramente en el nombre del
30 Cristo, o la Verdad, sino en demostración de la Verdad, como
 tiene que ser el caso en los ciclos de la luz divina.



Página 136



1 Jesús estableció su iglesia y mantuvo su misión sobre el
 fundamento espiritual de la curación-Cristo. Enseñó a sus
3 seguidores que su religión tenía un Principio
 divino que podía echar fuera el error y sanar
 tanto a los enfermos como a los pecadores. Él no pretendió
6 tener inteligencia, acción, ni vida separadas de Dios. A pesar
 de la persecución que esto trajo sobre él, utilizó su poder
 divino para salvar a los hombres tanto corporal como
9 espiritualmente.


 La pregunta, tanto entonces como ahora, era: ¿Cómo
 sanaba Jesús a los enfermos? Su respuesta a esta pregunta
12 fue rechazada por el mundo. Él recurrió a sus
 discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el antiguo
 Hijo del Hombre?” Eso es: ¿Quién o qué es lo que así se
15 identifica con la expulsión de los demonios y la curación de
 los enfermos? Ellos contestaron: “Unos, Juan el Bautista;
 otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”.
18 A estos profetas se los consideraba muertos, y esta respuesta
 puede indicar que alguna gente creía que Jesús era un
 médium, controlado por el espíritu de Juan o de Elías.


21 Esta fantasía fantasmal fue repetida por Herodes mismo.
 Que un rey malvado y marido disoluto no tuviera en alto
 aprecio la Ciencia divina y la gran obra del Maestro, no era
24 sorprendente; porque, ¿cómo podía semejante pecador com-
 prender lo que los discípulos no entendían totalmente? Pero
 aun Herodes se preguntaba si Jesús estaba controlado por el
27 santo predicador. De ahí la aserción de Herodes: “A Juan yo
 le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste?” No era de admirarse
 que Herodes deseara ver al nuevo Maestro.


30 Los discípulos comprendieron a su Maestro mejor que
 otros; pero no comprendieron todo lo que dijo
 e hizo, o no lo hubieran interrogado tantas veces. dubitativos
33 Jesús pacientemente persistió en enseñar y demostrar la



Página 137



1 verdad del ser. Sus discípulos vieron este poder de la Verdad
 sanar a los enfermos, echar fuera el mal, resucitar a los
3 muertos; pero la finalidad de esta maravillosa obra no fue
 discernida espiritualmente, ni siquiera por ellos, hasta
 después de la crucifixión, cuando su inmaculado Maestro se
6 presentó ante ellos vencedor de la enfermedad, el pecado, la
 dolencia, la muerte y la tumba.


 Anhelando ser comprendido, el Maestro preguntó nueva-
9 mente: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Esta pregunta
 reiterada quería decir: ¿Quién o qué es lo que está capacitado
 para hacer esta obra tan misteriosa para la mente popular?
12 En su rechazo a la respuesta ya dada y en su reiteración de la
 pregunta, está claro que Jesús refutó por completo la estrecha
 opinión implícita en lo que ellos citaron que se decía de él
15 corrientemente.


 Con su impetuosidad usual, Simón contestó por sus
 hermanos, y su respuesta expuso una gran verdad: “¡Tú
18 eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!” Eso es: Una respues­ta
 El Mesías es lo que has proclamado, el Cristo, el divina
 espíritu de Dios, de la Verdad, la Vida y el Amor, que sana
21 mentalmente. Esta aserción le mereció la bendición de Jesús:
 “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
 reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”;
24 es decir, ¡el Amor te ha mostrado el camino de la Vida!


 Antes de esto, el impetuoso discípulo había sido llamado
 sólo por sus nombres comunes, Simón Barjonás, o hijo de
27 Jonás; pero entonces el Maestro le dio un nom-
 bre espiritual en estas palabras: “Y yo también


 te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca [el
30 significado de la palabra griega petros, o piedra] edificaré mi
 iglesia; y las puertas del Hades [el mundo de los muertos



Página 138



1 o el sepulcro] no prevalecerán contra ella”. En otras palabras,
 Jesús se proponía fundar su sociedad, no en el Pedro personal
3 como un mortal, sino en el poder de Dios que estaba detrás
 de la declaración de Pedro acerca del Mesías verdadero.


 Entonces le fue evidente a Pedro que la Vida, la Verdad y el
6 Amor divinos, y no una personalidad humana, era el sanador
 de los enfermos, y una roca, un fundamento
 firme en el reino de la armonía. Sobre esta base sublime
9 espiritualmente científica Jesús explicaba sus curaciones, las
 cuales parecían milagrosas a los extraños. Él mostró que las
 enfermedades no eran echadas fuera por la corporalidad, la
12 materia médica ni por la higiene, sino por el Espíritu divino,
 que echaba fuera los errores de la mente mortal. La supremacía
 del Espíritu era el fundamento sobre el cual Jesús edificaba.
15 Su resumen sublime indica la religión del Amor.


 Jesús estableció en la era cristiana el precedente para todo
 cristianismo, toda teología y curación. Los cristianos están
18 bajo órdenes tan directas ahora, como lo esta-
 ban entonces, de ser semejantes a Cristo, poseer con Jesús
 el espíritu-Cristo, seguir el ejemplo de Cristo, y sanar a los
21 enfermos así como a los pecadores. Le es más fácil al cristia-
 nismo echar fuera la enfermedad que el pecado, porque los
 enfermos están más dispuestos a deshacerse del dolor que los
24 pecadores a abandonar los así llamados pecaminosos placeres
 de los sentidos. Los cristianos pueden comprobar esto hoy
 tan fácilmente como fue comprobado hace siglos.


27 Nuestro Maestro dijo a todo seguidor: “¡Id por todo el
 mundo y predicad el evangelio a toda criatura!... ¡Sanad
 enfermos!... ¡Amarás a tu prójimo como a ti
30 mismo!” Era esta teología de Jesús lo que sanaba saludable
 a los enfermos y a los pecadores. Es su teología en este libro,
 y el significado espiritual de esta teología, lo que sana a los



Página 139



1 enfermos y hace que “deje el impío su camino, y el hombre
 inicuo sus pensamientos”. Era la teología de nuestro Maestro
3 lo que los impíos procuraban destruir.


 Desde el comienzo hasta el fin, las Escrituras están llenas
 de relatos del triunfo del Espíritu, la Mente, sobre la materia.
6 Moisés comprobó el poder de la Mente mediante Maravillas y
 lo que los hombres llamaron milagros; igual
 hicieron Josué, Elías y Eliseo. La era cristiana fue introducida
9 con señales y prodigios. Las reformas generalmente han sido
 acompañadas por el derramamiento de sangre y la persecu-
 ción, aun cuando el fin ha sido la luz y la paz; pero la reforma
12 actual, nueva, aunque antigua, en la fe religiosa, enseñará a
 los hombres a contener, paciente y sabiamente, la marea de
 amargura sectaria cada vez que suba.


15 Las decisiones por votos de los Concilios Eclesiásticos
 sobre lo que debe o no debe considerarse Sagrada Escritura;
 las equivocaciones manifiestas en las antiguas
18 versiones; las treinta mil variantes en el Antiguo oscurecida
 Testamento, y las trescientas mil en el Nuevo, estos hechos
 muestran cómo un sentido mortal y material penetró furti-
21 vamente en el divino registro, oscureciendo, en cierta
 medida, con su propio matiz las páginas inspiradas. Pero las
 equivocaciones no pudieron oscurecer enteramente la
24 Ciencia divina de las Escrituras, visible desde el Génesis
 hasta el Apocalipsis, ni dañar la demostración de Jesús, ni
 anular la obra curativa de los profetas, quienes previeron que
27 “la piedra que desecharon los edificadores” vendría a ser
 “cabeza del ángulo”.


 El ateísmo, el panteísmo, la teosofía y el agnosticismo se
30 oponen a la Ciencia Cristiana, como a la religión común;
 pero eso no quiere decir que el inválido pro-
 fano o ateo no pueda ser sanado por la Ciencia beneficiados
33 Cristiana. La condición moral de tal hombre exige el



Página 140



1 remedio de la Verdad más de lo que se necesita en la mayoría
 de los casos; y la Ciencia es más que usualmente eficaz en el
3 tratamiento de las dolencias morales.


 Nadie puede afirmar realmente que Dios es un ser corpó-
 reo. La Biblia Lo representa como diciendo: “No podrás ver Mi
6 rostro; porque no Me verá hombre, y vivirá”.
 No material, sino espiritualmente Lo conoce-
 mos como la Mente divina, como la Vida, la Verdad y el
9 Amor. Obedeceremos y adoraremos en la proporción en que
 comprendamos la naturaleza divina y Lo amemos con com-
 prensión, no luchando más acerca de la corporalidad, sino
12 regocijándonos en la afluencia de nuestro Dios. La religión
 será entonces del corazón y no de la cabeza. La humanidad
 ya no será tiránica y proscriptora por falta de amor, colando
15 mosquitos y tragando camellos.


 Adoramos espiritualmente sólo cuando dejamos de adorar
 materialmente. La devoción espiritual es el alma del cristia-
18 nismo. La adoración por medio de la materia
 es paganismo. Los rituales judaicos y otros no
 son sino símbolos y sombras de la adoración verdadera. “Los
21 verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
 verdad”.


 El Jehová de las tribus judías era un Dios ideado por el
24 hombre, propenso a la ira, al arrepentimiento y a la mutabili-
 dad humana. El Dios de la Ciencia Cristiana es el Antropo­
 Amor divino, universal, eterno, que no cambia, morfismo
27 y que no causa el mal, la enfermedad ni la muerte. Es sin
 dudas lamentablemente cierto que la Escritura más antigua
 está revertida. En el principio creó Dios al hombre a Su
30 imagen, a la imagen de Dios; pero los mortales quisieran
 procrear al hombre, y hacer a Dios a su propia imagen
 humana. ¿Qué es el dios de un mortal, sino un mortal
33 ampliado?



Página 141



1 Esto indica la distancia entre las religiones teológicas y
 ritualistas de todas las épocas y la verdad predicada por
3 Jesús. Se requiere más que profesión de fe para Se requiere
 la demostración cristiana. Pocos comprenden


 los preceptos divinos de Jesús para vivir y sanar
6 o se adhieren a ellos. ¿Por qué? Porque sus preceptos requieren
 que el discípulo se corte la mano derecha y se saque el ojo
 derecho, es decir, que deseche hasta las creencias y prácticas
9 más preciadas, que deje todo por el Cristo.


 Toda revelación (¡tal es el pensamiento popular!) debe
 proceder de las escuelas y por la línea de descendencia de
12 eruditos y eclesiásticos, como se corona a los
 reyes de una dinastía real. Al sanar a los enfer- monopolio


 mos y a los pecadores, Jesús dejó en claro el
15 hecho de que el efecto sanador resultaba de la comprensión
 del Principio divino y del espíritu-Cristo que gobernaba al
 Jesús corpóreo. Para este Principio no hay dinastía, no hay
18 monopolio eclesiástico. Su única cabeza coronada es la
 soberanía inmortal. Su único sacerdote es el hombre espiri-
 tualizado. La Biblia declara que todos los creyentes son
21 hechos “reyes y sacerdotes para Dios”. Los extraños no
 comprendieron entonces, ni comprenden ahora, este
 gobierno del Cristo; por consiguiente no pueden demostrar
24 el poder sanador de Dios. Ni puede esta manifestación del
 Cristo ser comprendida hasta que su Principio divino es
 científicamente entendido.


27 La adopción de la religión científica y de la curación divina
 disminuirá el pecado, la enfermedad y la muerte. Que nuestros
 púlpitos hagan justicia a la Ciencia Cristiana.
30 Que tenga una representación justa en la prensa. un cambio
 Dadle el lugar en nuestras instituciones de enseñanza ahora
 ocupados por la teología escolástica y la fisiología, y ella



Página 142



1 erradicará la enfermedad y el pecado en menos tiempo del
 que los viejos sistemas, ideados para dominarlos, han reque-
3 rido para establecerse y propagarse a sí mismos.


 Antiguamente, los seguidores del Cristo, o la Verdad,
 medían el cristianismo por su poder sobre la enfermedad, el
6 pecado y la muerte; pero las religiones modernas Dos
 generalmente omiten todos estos poderes menos rei­vindicaciones


 uno: el poder sobre el pecado. Debemos buscar
9 el manto indiviso, el Cristo íntegro, como nuestra primera
 prueba de cristianismo, porque sólo el Cristo, la Verdad,
 puede proporcionarnos la evidencia absoluta.


12 Si la suave palma de la mano, tendida para recibir un
 salario señorial, y el arte arquitectónico, que hace estremecer
 de belleza domo y espira, niegan la entrada al
15 pobre y al extraño, cierran al mismo tiempo la
 puerta al progreso. En vano el pesebre y la cruz relatan su
 historia al orgullo y la soberbia. La sensualidad paraliza la
18 mano derecha, y hace que la izquierda se desprenda de lo divino.


 Como en el tiempo de Jesús, también hoy en día la tiranía
 y el orgullo necesitan ser echados fuera del templo con azotes,
21 y la humildad y la Ciencia divina ser bienveni-
 das. Las fuertes cuerdas de la demostración
 científica, tal como Jesús las retorció y blandió, todavía son
24 necesarias para depurar los templos de su vano tráfico en la
 adoración mundana y hacerlos moradas dignas del Altísimo.


 La medicina


27 ¿Cuál fue la primera, la Mente o la medicina? Si la Mente
 fue la primera y era existente de por sí, entonces la Mente,
 no la materia, tiene que haber sido la primera
30 medicina. Al ser Dios Todo-en-todo, Él hizo la precedencia
 medicina; pero esa medicina era la Mente. No pudo haber
 sido la materia, que se aparta de la naturaleza y del carácter
33 de la Mente, Dios. La Verdad es el remedio de Dios para



Página 143



1 el error de toda clase, y la Verdad destruye sólo lo que no es
 verdadero. De ahí el hecho de que, tanto hoy como ayer, el
3 Cristo echa fuera los males y sana a los enfermos.


 Está claro que Dios no emplea los medicamentos o la
 higiene, ni los provee para uso del hombre; de otro modo
6 Jesús los hubiera recomendado y usado en sus
 curaciones. Los enfermos están más deplora-
 blemente perdidos que los pecadores, si los enfermos no
9 pueden confiar en la ayuda de Dios y los pecadores sí pue-
 den. La Mente divina jamás llamó medicina a la materia, y
 la materia requirió de una creencia material y humana antes
12 que pudiera ser considerada como medicina.


 Algunas veces la mente humana usa un error para reme-
 diar otro. Forzada a escoger entre dos dificultades, la mente
15 humana toma la menor para aliviar la mayor.
 Sobre esta base, salva de la inanición mediante es curativo
 el robo, y calma el dolor con anodinos. Admites que la mente
18 tiene cierta influencia sobre el cuerpo, pero concluyes que el
 estómago, la sangre, los nervios, los huesos, etc., mantienen la
 preponderancia de poder. Controlado por esta creencia,
21 continúas en la vieja rutina. Te apoyas en lo inerte y en lo que
 no es inteligente, sin darte cuenta jamás de cómo esto te priva
 de la superioridad disponible de la Mente divina. El cuerpo
24 no es controlado científicamente mediante una mente
 negativa.


 La Mente es la gran creadora, y no puede haber ningún
27 poder excepto aquel que es derivado de la Mente. Si la
 Mente fue la primera cronológicamente, es la
 primera potencialmente, y tiene que ser la
30 primera eternamente, entonces da a la Mente la gloria, el
 honor, el dominio y el poder debidos, por toda la eternidad,
 a su santo nombre. Los métodos de curación inferiores y
33 que no son espirituales tal vez traten de que la Mente y los
 medicamentos se coaliguen, pero los dos no se mezclarán



Página 144



1 científicamente. ¿Por qué desearíamos que lo hagan, puesto
 que nada bueno puede resultar de ello?


3 Si la Mente es lo primero y superior, confiemos en la
 Mente, que no necesita ninguna cooperación de poderes
 inferiores, aun si estos así llamados poderes fueran reales.


6 Nada es el escudero, cuando el rey está presente;


 Retírase la estrella, al alborear del sol la luz valiente.


 Las diversas creencias mortales formuladas en la filosofía
9 humana, la fisiología, la higiene, son principalmente predica-
 ciones de la materia, y ofrecen débiles destellos El Alma y
 de Dios, o la Verdad. Cuanto más material una el sentido
12 creencia, más obstinadamente tenaz su error; cuanto más
 fuertes son las manifestaciones de los sentidos corporales,
 más débiles las indicaciones del Alma.


15 La fuerza de voluntad humana no es Ciencia. La voluntad
 humana pertenece a los así llamados sentidos materiales, y su
 uso ha de ser condenado. Emplear la voluntad
18 para sanar a los enfermos no es la práctica


 metafísica de la Ciencia Cristiana, sino que es
 puro magnetismo animal. La fuerza de voluntad humana
21 puede infringir los derechos del hombre. Produce el mal
 continuamente, y no es un factor en el realismo del ser.
 La Verdad, y no la voluntad corporal, es el poder divino que
24 dice a la enfermedad: “Calla, enmudece”.


 Debido a que la Ciencia divina lucha con la así llamada
 ciencia física, así como la Verdad lucha con el error, las anti-
27 guas escuelas aún se oponen a ella. La ignoran-
 cia, el orgullo o el prejuicio cierran la puerta a
 todo lo que no está estereotipado. Cuando la Ciencia del ser
30 sea comprendida universalmente, cada hombre será su propio
 médico, y la Verdad será la panacea universal.


 Se pregunta hoy en día si los inspirados sanadores de la
33 antigüedad comprendían la Ciencia de la curación cristiana,



Página 145



1 o si captaban sus dulces tonos, como el músico innato capta
 los tonos de la armonía sin poder explicarlos. Tan divina-
3 mente imbuidos estaban ellos del espíritu de la Sanadores de
 Ciencia, que la falta de la letra no podía impe-
 dir su obra; y esa letra, sin el espíritu, hubiera hecho nula su
6 práctica.


 La lucha por el restablecimiento de los inválidos conti-
 núa, no entre métodos materiales, sino entre las mentes
9 mortales y la Mente inmortal. La victoria
 estará del lado del paciente sólo cuando la
 Mente inmortal, mediante el Cristo, la Verdad, subyugue la
12 creencia humana en la enfermedad. No importa qué
 método material uno adopte, ya sea la fe en los medicamen-
 tos, la confianza en la higiene o en otro medio curativo de
15 orden inferior.


 La curación científica tiene esta ventaja sobre otros
 métodos: que en ella la Verdad controla el error. De este
18 hecho surgen sus efectos tanto éticos como
 físicos. Por cierto, sus efectos éticos y físicos
 están indisolublemente conectados. Si hay algún misterio
21 en la curación cristiana, es el misterio que la piedad siempre
 presenta a los impíos, el misterio que siempre surge de la
 ignorancia acerca de las leyes de la Mente eterna e infalible.


24 Otros métodos se empeñan en enfrentar el error con
 el error, y así aumentan el antagonismo de una forma de
 materia contra otras formas de materia o error, La materia
27 y la guerra entre el Espíritu y la carne conti-
 núa. Debido a este antagonismo, la mente mortal tiene que
 debilitar continuamente el poder que ella misma se arroga.


30 La teología de la Ciencia Cristiana incluye la curación de
 los enfermos. El primer artículo de fe que nuestro Maestro



Página 146



1 planteó a sus alumnos fue el de sanar, y él comprobó su fe por
 sus obras. Los cristianos de la antigüedad eran sanadores.
3 ¿Por qué se ha perdido este elemento del cristia-
 nismo? Porque nuestros sistemas de religión
 están más o menos gobernados por nuestros sistemas de
6 medicina. La primera idolatría fue la fe en la materia. Las
 escuelas han hecho que la moda sea la fe en los medicamentos,
 más bien que la fe en la Deidad. Al confiar en la materia para
9 destruir su propia discordia, la salud y la armonía han sido
 sacrificadas. Tales sistemas están desprovistos de la vitalidad
 del poder espiritual, por el cual el sentido material se convierte
12 en siervo de la Ciencia y la religión se torna semejante al Cristo.


 La medicina material sustituye por medicamentos el poder
 de Dios —o sea, el poder de la Mente— para sanar el cuerpo.
15 El escolasticismo se aferra, para la salvación,
 a la persona, en vez de al Principio divino del


 hombre Jesús; y su Ciencia, el agente curativo
18 de Dios, es silenciada. ¿Por qué? Porque la verdad despoja
 los medicamentos materiales de su poder imaginario y reviste
 de supremacía el Espíritu. La Ciencia es el “extranjero que
21 está dentro de tus puertas”, no recordada, pese a que sus
 efectos enaltecedores comprueban prácticamente su origen y
 eficacia divinos.


24 La Ciencia divina deriva su sanción de la Biblia, y el origen
 divino de la Ciencia es demostrado por medio de la santa
 influencia de la Verdad al sanar la enfermedad


27 y el pecado. Este poder sanador de la Verdad
 tiene que haber sido muy anterior al período en como Dios
 que Jesús vivió. Es tan antiguo como el “Anciano de días”.
30 Vive a través de toda la Vida, y se extiende por todo el espacio.


 La metafísica divina está reducida ahora a un sistema, a
 una forma comprensible y adaptada al pensamiento de la



Página 147



1 época en que vivimos. Este sistema capacita al estudiante
 para demostrar el Principio divino, sobre el


3 cual estaba basada la obra sanadora de Jesús,
 y las reglas sagradas para su aplicación actual a la curación
 de la enfermedad.


6 A fines del siglo diecinueve demostré las reglas divinas
 de la Ciencia Cristiana. Estas fueron sometidas a la prueba
 práctica más amplia, y en todas partes, cuando se aplicaron
9 honestamente bajo circunstancias donde la demostración era
 humanamente posible, esta Ciencia demostró que la Verdad
 no había perdido nada de su eficacia divina y sanadora, aun
12 cuando habían transcurrido siglos desde que Jesús practicó
 estas reglas en las colinas de Judea y en los valles de Galilea.


 Aunque esta obra contiene la Ciencia completa de la
15 curación-Mente, jamás creas que puedes absorber el signifi-
 cado íntegro de la Ciencia mediante una simple Lectura y
 lectura de este libro. El libro necesita ser estu-
18 diado, y la demostración de las reglas de la curación científica
 te plantará firmemente sobre la base espiritual de la Ciencia
 Cristiana. Esta prueba te eleva por encima de los fósiles que
21 decaen de teorías ya anticuadas, y te capacita para comprender
 las realidades espirituales del ser hasta ahora no alcanzadas y
 aparentemente en penumbras.


24 Nuestro Maestro sanó a los enfermos, practicó la curación
 cristiana, y enseñó las generalidades del Principio divino de
 dicha curación a sus discípulos; pero no dejó
27 ninguna regla precisa para demostrar este


 Principio de la curación y prevención de la
 enfermedad. Esta regla habría de ser descubierta en la Ciencia
30 Cristiana. Un afecto puro se expresa en bondad, pero sólo la
 Ciencia revela el Principio divino de la bondad y demuestra
 sus reglas.


33 Jesús nunca habló de la enfermedad como peligrosa o difícil



Página 148



1 de sanar. Cuando sus discípulos le trajeron un caso que no
 habían podido sanar, él les dijo: “¡Oh generación incrédula!”,
3 dando a entender que el poder requerido para
 sanar estaba en la Mente. Él no recetaba medi-
 cinas, no exigía obediencia a las leyes materiales, sino que
6 obraba en abierta desobediencia a ellas.


 Ni la anatomía ni la teología jamás han descrito al hom-
 bre como creado por el Espíritu, como el hombre de Dios.
9 La primera explica que los hombres de los
 hombres, o “los hijos de los hombres”, son


 creados corporal en vez de espiritualmente y
12 como emergiendo de la más baja, en vez de la más elevada,
 concepción del ser. Tanto la anatomía como la teología
 definen al hombre como un ser físico y mental a la vez, y
15 dejan la mente a merced de la materia para toda función,
 formación y manifestación. La anatomía enfoca al hombre
 en todo punto materialmente. Pierde el Espíritu, abandona
18 el tono verdadero y acepta la discordia. La anatomía y la
 teología rechazan el Principio divino que produce al hombre
 armonioso, y se ocupan —la una totalmente, la otra princi-
21 palmente— de la materia, denominando hombre aquello que
 no es la contraparte, sino la falsificación, del hombre de
 Dios. Después la teología trata de explicar cómo hacer de
24 este hombre un cristiano, cómo, desde esta base de división
 y discordia, producir la concordia y la unidad del Espíritu y
 Su semejanza.


27 La fisiología exalta la materia, destrona la Mente y pre-
 tende gobernar al hombre mediante la ley material en vez de
 la espiritual. Cuando la fisiología no logra dar La fisiología
30 salud o vida mediante este proceso, ignora el
 Espíritu divino por considerarlo incapaz de prestar ayuda o
 no dispuesto a darla en momentos de necesidad física.
33 Cuando los mortales pecan, este gobierno de las escuelas los
 deja bajo la dirección de una teología que admite que Dios es
 el sanador del pecado pero no de la enfermedad, a pesar de



Página 149



1 que nuestro gran Maestro demostró que la Verdad podía
 salvar tanto de la enfermedad como del pecado.


3 La Mente supera los medicamentos tanto en la curación de
 la enfermedad como en la curación del pecado. El medio más
 excelente es la Ciencia divina en todos los casos. Desatinos y
6 ¿Es la materia médica una ciencia o un cúmulo desatinados
 de teorías humanas especulativas? La receta que tiene éxito en
 un caso fracasa en otro, y esto se debe a los diferentes estados
9 mentales de los pacientes. Estos estados no son comprendidos,
 y son dejados sin explicación excepto en la Ciencia Cristiana.
 La regla y la perfección de su operación nunca varían en la
12 Ciencia. Si no tienes éxito en algún caso, es porque no has
 demostrado suficientemente la vida del Cristo, la Verdad, en
 tu propia vida, porque no has obedecido la regla y comprobado
15 el Principio de la Ciencia divina.


 Un médico de la vieja escuela advirtió muy seriamente:
 “Sabemos que la mente afecta el cuerpo en cierto grado, y
18 aconsejamos a nuestros pacientes que tengan
 esperanza y buen ánimo y que tomen la menor vieja escuela
 cantidad de medicina posible; pero la mente jamás puede
21 curar dificultades orgánicas”. La lógica es deficiente, y los
 hechos la contradicen. La autora ha sanado enfermedades
 llamadas orgánicas con la misma facilidad con que ha sanado
24 enfermedades puramente funcionales, y sin ningún poder
 sino la Mente divina.


 Puesto que Dios, la Mente divina, gobierna todo, no parcial,
27 sino supremamente, pronosticar la enfermedad no dignifica la
 terapéutica. Todo lo que guía espiritualmente
 el pensamiento beneficia la mente y el cuerpo.
30 Necesitamos comprender las afirmaciones de la Ciencia
 divina, desechar la superstición y demostrar la verdad según
 el Cristo. Hoy en día casi no hay ciudad, pueblo o aldea,



Página 150



1 donde no se encuentren testigos y monumentos vivientes
 a la virtud y al poder de la Verdad, tal como son aplicados
3 mediante este sistema cristiano de sanar la enfermedad.


 Hoy en día, el poder sanador de la Verdad se demuestra
 extensamente como una Ciencia inmanente y eterna, en vez
6 de la exhibición de un fenómeno. Su adveni-
 miento es la nueva venida del evangelio: “En la principal
 tierra paz, buena voluntad para con los hombres”. Esta venida,
9 como fue prometida por el Maestro, es para su establecimiento
 como una dispensación permanente entre los hombres; pero
 la misión de la Ciencia Cristiana ahora, como en los tiempos
12 de sus primeras demostraciones, no es principalmente de
 curación física. Ahora, como entonces, señales y prodigios
 se efectúan en la curación metafísica de la enfermedad física;
15 pero estas señales son solamente para demostrar su origen
 divino, para atestiguar la realidad de la misión más elevada
 del poder-Cristo de quitar los pecados del mundo.


18 La ciencia (así llamada) de la física quisiera hacer creer a
 uno que tanto la materia como la mente están sujetas a la
 enfermedad, y eso, también, pese a las protestas Doctrina
21 del individuo y a que es contraria a la ley de la
 Mente divina. Este punto de vista humano infringe el libre
 arbitrio moral del hombre; y es tan evidentemente erróneo
24 para la autora, y lo será para todos los demás algún día
 futuro, como la prácticamente rechazada doctrina de la
 predestinación de las almas a la condenación o la salvación.
27 La doctrina de que la armonía del hombre está gobernada
 por condiciones físicas durante todos sus días terrenales, y
 que después él es expulsado de su propio cuerpo por la
30 acción de la materia —o sea, la doctrina de la superioridad
 de la materia sobre la Mente— se está desvaneciendo.


 Las huestes de Esculapio están inundando el mundo con
33 enfermedades, porque ignoran que la mente y el cuerpo



Página 151



1 humanos son mitos. Ciertamente, a veces tratan a los enfer-
 mos como si no hubiera más que un solo factor en el caso;
3 pero representan el cuerpo, no la mente, como
 este único factor. No es posible que la Mente
 infinita creara un remedio fuera de sí misma, pero la mente
6 humana, que yerra, que es finita, tiene una necesidad absoluta
 de algo más allá de sí misma para su redención y curación.


 Merecen gran respeto los motivos y la filantropía de la clase
9 más elevada de médicos. Sabemos que si ellos comprendieran
 la Ciencia de la curación-Mente, y poseyeran el Intenciones
 poder más amplio que ella confiere para benefi-
12 ciar al género humano física y espiritualmente, se regocijarían
 con nosotros. Aun esta sola reforma en la medicina liberaría
 finalmente a la humanidad de la terrible y opresiva esclavitud
15 impuesta ahora por teorías falsas, de la cual las multitudes
 gustosamente escaparían.


 La creencia mortal dice que la muerte ha sido ocasio-
18 nada por un susto. El temor jamás detuvo el ser y su acción.
 La sangre, el corazón, los pulmones, el cerebro, El hombre
 etc., no tienen nada que ver con la Vida, Dios.


21 Todas las funciones del hombre verdadero
 están gobernadas por la Mente divina. La mente humana no
 tiene poder para matar o curar, y no tiene control sobre el
24 hombre de Dios. La Mente divina, que hizo al hombre,
 mantiene Su propia imagen y semejanza. La mente humana
 se opone a Dios y hay que despojarse de ella, como declara
27 San Pablo. Todo lo que realmente existe es la Mente divina y
 su idea, y en esta Mente se encuentra que el ser entero es
 armonioso y eterno. El camino recto y estrecho es ver y
30 reconocer esta realidad, ceder a este poder y seguir las indica-
 ciones de la verdad.


 Tenemos pruebas abrumadoras de que la mente mortal
33 pretende gobernar todos los órganos del cuerpo mortal. Pero



Página 152



1 esta así llamada mente es un mito, y por su propio consenti-
 miento tiene que ceder a la Verdad. Empuñaría el cetro de un
3 monarca, mas es impotente. La Mente divina e La mente mortal
 inmortal le quita toda su supuesta soberanía, y destronada
 salva a la mente mortal de sí misma. La autora se ha esforzado
6 por hacer de este libro el Esculapio de la mente así como del
 cuerpo, para que pueda dar esperanza a los enfermos y sanar-
 los, aunque ellos no sepan cómo se efectúa la obra. La Verdad
9 tiene un efecto sanador, aunque no sea comprendida totalmente.


 La anatomía describe la acción muscular como producida
 por la mente en un caso y no en otro. Tales errores acosan
12 todas las teorías materiales, en las cuales una
 declaración contradice la otra una y otra vez.


 Se relata que en una ocasión Sir Humphry Davy
15 aparentemente curó un caso de parálisis simplemente intro-
 duciendo un termómetro en la boca del paciente. Hizo esto
 meramente para averiguar la temperatura del cuerpo del
18 paciente; pero el enfermo supuso que esta ceremonia era para
 sanarlo y, en consecuencia, se restableció. Un hecho como
 este ilustra nuestras teorías.


21 Las investigaciones y experimentos médicos de la autora
 habían preparado su pensamiento para la metafísica de la
 Ciencia Cristiana. Todo apoyo material le había Experimentos
24 fallado en su búsqueda de la verdad; y ahora ella médicos


 puede comprender por qué, y puede percibir los
 medios por los cuales los mortales son divinamente conduci-
27 dos hacia una fuente espiritual para la salud y la felicidad.


 Sus experimentos en homeopatía la habían hecho escéptica
 en cuanto a los métodos curativos materiales. Jahr enumera,
30 desde el aconitum hasta el zincum oxydatum,
 los síntomas generales, las señales característi-
 cas, que requieren diferentes remedios; pero frecuentemente



Página 153



1 el medicamento está atenuado a tal grado que no permanece
 ni un vestigio de él. Así aprendemos que no es el medica-
3 mento lo que expulsa la enfermedad o cambia alguno de los
 síntomas de la enfermedad.


 La autora ha atenuado natrum muriaticum (sal común
6 de mesa) hasta que no quedó ni una sola propiedad salina.
 La sal “se había hecho insípida”; y no obstante,
 con una gota de esa atenuación en un vaso de
9 agua, y una cucharadita del agua administrada a intervalos
 de tres horas, ella ha curado a un paciente que estaba entrando
 en la última etapa de fiebre tifoidea. La atenuación mayor y
12 más potente de la homeopatía se eleva por encima de la mate-
 ria hacia la mente. Este descubrimiento guía hacia más luz.
 De él se puede aprender que es o bien la fe humana o la Mente
15 divina el sanador, y que no hay eficacia en los medicamentos.


 Dices que un forúnculo es doloroso; pero eso es imposible,
 pues la materia sin la mente no es dolorosa. El forúnculo
18 simplemente manifiesta, mediante la inflama-
 ción y la hinchazón, una creencia en el dolor, y del dolor
 esta creencia es llamada forúnculo. Ahora administra men-
21 talmente a tu paciente una alta atenuación de la verdad, y esta
 pronto sanará el forúnculo. El hecho de que el dolor no puede
 existir donde no hay mente mortal para sentirlo, es una prueba
24 de que esta así llamada mente produce su propio dolor, es
 decir, su propia creencia en el dolor.


 Lloramos porque otros lloran, bostezamos porque ellos
27 bostezan, y tenemos viruela porque otros la tienen; pero
 la mente mortal, no la materia, contiene y es
 portadora de la infección. Cuando este conta-
30 gio mental sea comprendido, seremos más cuidadosos con
 nuestras condiciones mentales, y evitaremos el parloteo
 excesivo sobre la enfermedad, así como evitaríamos abogar
33 por el crimen. Ni la simpatía ni la sociedad deberían jamás



Página 154



1 tentarnos a abrigar el error en forma alguna, y por cierto que
 no deberíamos ser defensores del error.


3 La enfermedad, lo mismo que otras condiciones mentales,
 surge por asociación. Puesto que es una ley de la mente mor-
 tal que ciertas enfermedades debieran ser consideradas como
6 contagiosas, esta ley obtiene crédito a través de la asociación,
 evocando el temor que crea la imagen de la enfermedad y su
 consiguiente manifestación en el cuerpo.


9 Este hecho en la metafísica es ilustrado en el incidente
 que sigue: Se le hizo creer a un hombre que él ocupaba la
 cama donde un enfermo de cólera había muerto. Cólera
12 Inmediatamente se le presentaron los síntomas imaginario
 de esta enfermedad, y el hombre murió. El hecho fue que no
 se había contagiado de cólera por contacto material, porque
15 ningún enfermo de cólera había estado en esa cama.


 Si un niño está expuesto a contagio o infección, la madre
 se asusta y dice: “Mi hijo se va a enfermar”. La ley de la mente
18 mortal y los propios temores de la madre gobier-
 nan a su niño más de lo que la mente del niño
 se gobierna a sí misma, y producen los resultados mismos
21 que podrían haberse prevenido mediante la comprensión
 opuesta. Luego se cree que la exposición al contagio produjo
 el mal.


24 No es Científica Cristiana, y sus afectos requieren mejor
 dirección, esa madre que dice a su hijo: “Te ves enfermo”,
 “Te ves cansado”, “Necesitas descanso” o “Necesitas una
27 medicina”.


 Tal madre corre hacia su pequeña, que cree haberse
 lastimado la cara al caer sobre la alfombra, y le dice gimiendo
30 de manera más infantil que su hija: “Mamá sabe que te has
 hecho daño”. El método mejor y más eficaz que toda madre
 debiera adoptar es decir: “¡Oh, no hagas caso! No estás



Página 155



1 lastimada, así que no creas que lo estás”. Pronto la niña olvida
 el accidente y vuelve a jugar.


3 Cuando los enfermos se restablecen mediante el uso de
 medicamentos, es la ley de una creencia general, que culmina
 en fe individual, lo que sana; y conforme a esta El poder de los
6 fe serán los resultados. Aunque quites la con-


 fianza individual en el medicamento, todavía
 no has desligado el medicamento de la fe general. El quí-
9 mico, el botánico, el farmacéutico, el médico y la enfermera
 equipan la medicina con su fe, y las creencias que están en
 mayoría rigen. Cuando la creencia general atribuye al inani-
12 mado medicamento tal o cual efecto, el disentimiento indivi-
 dual o fe, a menos que descanse en la Ciencia, es sólo una
 creencia sostenida por una minoría, y tal creencia es gober-
15 nada por la mayoría.


 La creencia universal en la física pesa contra las elevadas
 y poderosas verdades de la metafísica cristiana. Esta creencia
18 general errónea, que sostiene la medicina y
 produce todos los resultados médicos, actúa
 contra la Ciencia Cristiana; y el porcentaje de poder del lado
21 de esta Ciencia tiene que preponderar en gran manera sobre
 el poder de la creencia popular a fin de sanar un solo caso de
 enfermedad. La mente humana obra más poderosamente
24 para contrarrestar las discordias de la materia y las enferme-
 dades de la carne, en la proporción en que pone menos peso
 en el platillo material o carnal de la balanza y más peso en el
27 platillo espiritual. La homeopatía disminuye el medicamento,
 pero la potencia del remedio aumenta a medida que el medi-
 camento desaparece.


30 El vegetarianismo, la homeopatía y la hidropatía han
 disminuido la medicación; pero si los medicamentos son
 un antídoto contra las enfermedades, ¿por
33 qué reducir el antídoto? Si los medicamentos de los


 son algo bueno, ¿está bien decir que cuanto
 menos cantidad se tome tanto mejor? Si los medicamentos



Página 156



1 poseen virtudes intrínsecas o cualidades curativas inteligen-
 tes, estas cualidades tienen que ser mentales. ¿Quién dio
3 nombres a los medicamentos, y qué los hizo buenos o malos,
 beneficiosos o perjudiciales, para los mortales?


 Un caso de hidropesía, desahuciado por los facultativos,
6 cayó en mis manos. Era un caso terrible. Se le habían
 practicado punciones, y no obstante, mientras
 yacía en la cama, la paciente parecía un barril.


9 Le receté la cuarta atenuación de argentum
 nitratum con ocasionales dosis muy atenuadas de sulphuris.
 Ella mejoró perceptiblemente. Como entonces yo creía un
12 tanto en las teorías corrientes de la práctica médica, y al
 enterarme de que su médico anterior había recetado estos
 remedios, empecé a temer que se agravaran los síntomas
15 debido a su uso prolongado, y así se lo dije a la paciente;
 pero ella no estaba dispuesta a dejar estos remedios mien-
 tras se estaba restableciendo. Entonces se me ocurrió darle
18 píldoras no medicinales y observar el resultado. Así lo hice,
 y continuó mejorando. Finalmente me dijo que dejaría su
 medicina por un día y se expondría a los efectos. Después
21 de probar esto, me informó que podría pasar dos días sin
 píldoras; pero al tercer día volvió a padecer y se alivió
 tomándolas. Así continuó, tomando las píldoras no medici-
24 nales —y recibiendo mis visitas ocasionales— pero sin
 emplear ningún otro medio, y fue curada.


 La metafísica, como se enseña en la Ciencia Cristiana,
27 es el próximo paso sublime más allá de la homeopatía. En
 la metafísica, la materia desaparece del remedio Sublime
 por completo, y la Mente toma su legítimo y
30 supremo lugar. La homeopatía toma muy en cuenta los



Página 157



1 síntomas mentales en su diagnóstico de la enfermedad.
 La Ciencia Cristiana se ocupa totalmente de la causa mental
3 al juzgar y destruir la enfermedad. Triunfa donde la homeo-
 patía fracasa, sólo porque su único Principio reconocido de la
 curación es la Mente, y toda la fuerza del elemento mental es
6 empleada mediante la Ciencia de la Mente, la cual jamás
 comparte sus derechos con la materia inanimada.


 La Ciencia Cristiana extermina el medicamento, y se
9 apoya en la Mente sola como Principio curativo, recono-
 ciendo que la Mente divina tiene todo el poder. La manera de
 La homeopatía mentaliza un medicamento con operar de


12 tal repetición de atenuaciones de pensamiento,
 que el medicamento llega a asemejarse más a la mente
 humana que al sustrato de esta así llamada mente, al cual
15 denominamos materia; y el poder de acción del medicamento
 es aumentado proporcionalmente.


 Si los medicamentos son parte de la creación de Dios, la
18 cual (según el relato del Génesis) Él declaró buena, entonces
 los medicamentos no pueden ser venenosos.
 Si Él pudiera crear medicamentos intrínseca-


21 mente malos, entonces jamás debieran usarse.
 Si es que Él crea medicamentos y los destina para uso médico,
 ¿por qué no los utilizó Jesús, y no los recomendó para el
24 tratamiento de la enfermedad? La materia no es creativa por
 sí misma, pues no es inteligente. Es la mente mortal que yerra
 la que confiere el poder que el medicamento parece poseer.


27 Los narcóticos aquietan la mente mortal, y así alivian el
 cuerpo; pero dejan tanto la mente como el cuerpo peores por
 esta sumisión. La Ciencia Cristiana afecta toda la corporali-
30 dad —a saber, la mente y el cuerpo— y presenta la prueba de
 que la Vida es continua y armoniosa. La Ciencia neutraliza
 el error y a la vez lo destruye. La humanidad mejora por esta
33 patología espiritual y profunda.



Página 158



1 Está registrado que la profesión de la medicina se originó
 en la idolatría entre los sacerdotes paganos, quienes rogaban
3 a los dioses que sanasen a los enfermos y desig-
 naron a Apolo como “el dios de la medicina”.


 Se supone que él dictó la primera receta, según
6 “Historia de cuatro mil años de medicina”. Aquí cabe desta-
 car que Apolo también fue considerado como el que enviaba
 la enfermedad, “el dios de la pestilencia”. Hipócrates se tornó
9 de la imagen de los ídolos a los medicamentos vegetales y
 minerales para sanar. Esto se consideró como un progreso
 en la medicina; pero lo que necesitamos es la verdad que sana
12 tanto la mente como el cuerpo. La historia futura de la
 medicina material quizás llegue a corresponderse con la de
 su dios material, Apolo, quien fue expulsado del cielo y
15 padeció grandes sufrimientos en la tierra.


 Los medicamentos, las cataplasmas y el aguardiente son
 estúpidos sustitutos de la dignidad y la potencia de la Mente
18 divina y su eficacia para sanar. Es lamentable
 guiar a los hombres a la tentación a través de
 los desvíos de este mundo desolado, victimizando al género
21 humano con recetas intoxicantes para los enfermos, hasta
 que la mente mortal adquiere un apetito cultivado por las
 bebidas fuertes, y hombres y mujeres se vuelven beodos
24 detestables.


 Las evidencias de progreso y de espiritualización nos
 saludan a cada paso. Los sistemas de medicación se están
27 desprendiendo de la materia y dejando entrar
 así el estrato más elevado de la materia: la mente de avance
 mortal. La homeopatía, un paso más avanzado que la alopa-
30 tía, está haciendo esto. La materia está saliendo de la medi-
 cina; y la mente mortal, de una mayor atenuación que el
 medicamento, está gobernando la píldora.


33 Una mujer en la ciudad de Lynn, Massachusetts, fue
 eterizada y murió como consecuencia de ello, aunque sus



Página 159



1 médicos insistieron en que sería peligroso hacer una opera-
 ción quirúrgica necesaria sin el éter. Después de la autopsia,
3 su hermana atestiguó que la fallecida protestó
 contra la inhalación del éter, y dijo que este la
 mataría, pero fue obligada a inhalarlo por sus médicos. Le
6 sujetaron las manos, y fue forzada a someterse. El caso se
 llevó a los tribunales. La evidencia resultó concluyente,
 pronunciándose el fallo de que la muerte había sido ocasio-
9 nada, no por el éter, sino por el temor a inhalarlo.


 ¿Es cirugía hábil o científica no tomar en cuenta las
 condiciones mentales y tratar a la paciente como si fuera sólo
12 materia sin mente, y como si la materia fuese el Las condicio­nes
 único factor a ser consultado? Si estos cirujanos mentales
 no científicos hubiesen entendido la metafísica, en cuenta
15 habrían considerado el estado mental de la mujer y no se
 habrían arriesgado a tal tratamiento. Hubieran calmado su
 temor o hubieran operado sin éter.


18 El resultado final comprobó que esta mujer de Lynn
 murió de los efectos producidos por la mente mortal, y no
 por la enfermedad o la operación.


21 Las escuelas médicas tratan de averiguar el estado del
 hombre recurriendo a la materia en vez de la Mente. Exami­
 nan los pulmones, la lengua y el pulso para
24 cerciorarse de cuánta armonía, o salud, la
 materia está permitiendo a la materia, cuánto dolor o placer,
 acción o estancamiento, una forma de materia está conce-
27 diendo a otra forma de materia.


 Ignorante del hecho de que la creencia del hombre produce
 la enfermedad y todos sus síntomas, el médico común está
30 propenso a aumentar la enfermedad con su propia mente,



Página 160



1 cuando debiera ocuparse de la tarea de destruirla mediante
 el poder de la Mente divina.


3 Los sistemas de la física actúan contra la metafísica, y
 viceversa. Cuando los mortales abandonan la base material
 de acción por la espiritual, los medicamentos pierden su
6 fuerza sanadora, porque no tienen ningún poder innato.
 Sin el apoyo de la fe que en él se pone, el inanimado medica-
 mento se vuelve impotente.


9 El movimiento del brazo es tan dependiente de la
 dirección de la mente mortal como lo son la acción orgánica
 y la secreción de las vísceras. Cuando esta así
12 llamada mente deja el cuerpo, el corazón se
 torna tan inerte como la mano.


 La anatomía considera que los nervios son necesarios
15 para transmitir el mandato de la mente al músculo y así
 causar la acción; pero ¿qué dice la anatomía
 cuando los tendones se contraen y se inmovili-
18 zan? ¿Ha cesado la mente mortal de hablarles, o les ha
 ordenado que sean impotentes? ¿Pueden los músculos, los
 huesos, la sangre y los nervios rebelarse contra la mente en un
21 caso y no en otro, y acalambrarse a pesar de la protesta mental?


 A menos que los músculos actúen por sí mismos en todo
 momento, nunca lo hacen, nunca son capaces de actuar en
24 contra de la dirección mental. Si los músculos pueden cesar
 de actuar y volverse rígidos de acuerdo con su preferencia
 —ser deformes o simétricos, según les plazca o les ordene la
27 enfermedad— tienen que dirigirse por sí mismos. ¿Por qué,
 entonces, consultar la anatomía para aprender cómo gobierna
 la mente mortal el músculo, si sólo vamos a aprender de la
30 anatomía que el músculo no es así gobernado?


 ¿Es el hombre un hongo material sin Mente La Mente sobre
 que lo ayude? ¿Es una coyuntura rígida o un
33 músculo contraído el resultado de una ley así como lo es la



Página 161



1 condición flexible y elástica de un miembro sano, y es Dios el
 legislador?


3 Dices: “Me he quemado el dedo”. Esta es una declaración
 exacta, más exacta de lo que supones; porque es la mente
 mortal, y no la materia, la que lo quema. La inspiración
6 sagrada ha creado estados mentales que han sido capaces de
 anular la acción de las llamas, como en el caso bíblico de los
 tres jóvenes hebreos cautivos, echados al horno babilónico;
9 mientras que un estado mental opuesto podría producir
 combustión espontánea.


 En 1880, el Estado de Massachusetts se negó a aceptar
12 un proyecto de ley tiránica que restringía la práctica de la
 medicina. Si los Estados hermanos siguen este Reglamentos
 ejemplo, en armonía con nuestra Constitución restrictivos
15 y Declaración de Derechos, violentarán menos aquel senti-
 miento inmortal de la Declaración de la Independencia:
 “El hombre está dotado por su Hacedor con ciertos derechos
18 inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la
 búsqueda de la felicidad”.


 Los estatutos opresivos de los Estados, referentes a la
21 medicina, hacen recordar a uno las palabras de la célebre
 Madame Roland, cuando se arrodilló ante una estatua de la
 Libertad, erigida cerca de la guillotina: “¡Oh Libertad, qué
24 crímenes se cometen en tu nombre!”


 El médico común, que examina los síntomas corporales,
 que dice al paciente que está enfermo y que trata el caso según
27 su diagnóstico físico, naturalmente induciría la La metafísica
 propia enfermedad que está tratando de curar,
 aunque no estuviese ya determinada por la mente mortal. Tales
30 equivocaciones inconscientes no ocurrirían, si esta vieja clase
 de filántropos buscara tan profundamente la causa y el efecto
 en la mente como en la materia. El médico se pone de acuerdo
33 con su “adversario pronto”, pero bajo términos diferentes



Página 162



1 de los del metafísico; pues el médico de la materia se pone de
 acuerdo con la enfermedad, mientras que el metafísico se
3 pone de acuerdo sólo con la salud y desafía la enfermedad.


 La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la
 Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra
6 como un alterante, neutralizando el error con
 la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa los
 humores, disuelve los tumores, relaja los músculos rígidos y
9 restaura la salud a los huesos cariados. El efecto de esta Ciencia
 es estimular la mente humana hacia un cambio de base, sobre
 la cual pueda ceder a la armonía de la Mente divina.


12 Los experimentos han aprobado el hecho de que la Mente
 gobierna el cuerpo, no sólo en un caso, sino en todos los casos.
 Las indestructibles facultades del Espíritu existen Éxito
15 sin las condiciones de la materia y también sin
 las creencias erróneas de una así llamada existencia material.
 Aplicando en la práctica las reglas de la Ciencia, la autora ha
18 restablecido la salud en casos de enfermedades tanto agudas
 como crónicas, en sus formas más graves. Se han cambiado
 las secreciones, se ha renovado la estructura, se han alargado
21 las extremidades encogidas, se ha devuelto la flexibilidad a
 las articulaciones anquilosadas, y los huesos cariados se han
 restaurado a su estado de salud. He restituido lo que se
24 denomina la sustancia perdida de los pulmones, y se han
 establecido organismos sanos donde la enfermedad era
 orgánica. La Ciencia Cristiana sana la enfermedad orgánica
27 tan seguramente como sana lo que se llama enfermedad
 funcional, pues sólo se requiere una comprensión más
 completa del Principio divino de la Ciencia Cristiana para
30 demostrar la regla más elevada.


 Con el respeto debido a los facultativos,
 ama­ble­mente cito al Dr. Benjamin Rush,


33 famo­so profesor de la práctica de la medicina
 de Filadelfia. Él declaró que “es imposible calcular el mal



Página 163



1 cometido por Hipócrates, primero por haber marcado la
 naturaleza con su nombre, y luego por haberla soltado sobre
3 los enfermos”.


 El Dr. Benjamin Waterhouse, catedrático de la Universidad
 de Harvard, declaró estar “harto del charlatanismo erudito”.


6 El Dr. James Johnson, cirujano de Guillermo IV, Rey de
 Inglaterra, dijo:


 “Declaro mi concienzuda opinión, fundada en prolongada
9 observación y reflexión, que si no hubiese un solo médico,
 cirujano, boticario, partero, químico farmacéutico, droguero,
 o medicamento sobre la faz de la tierra, habría menos enfer-
12 medad y menos mortalidad”.


 El Dr. Mason Good, un docto catedrático de Londres,
 dijo:


15 “Los efectos de la medicina en el organismo humano son
 dudosos en grado sumo; excepto, por cierto, que ya ha des-
 truido más vidas que la guerra, la peste y el hambre juntos”.


18 El Dr. Chapman, Profesor de los Institutos y Práctica
 de la Física en la Universidad de Pensilvania, en un ensayo
 publicado dijo:


21 “Consultando los registros de nuestra ciencia, no podemos
 evitar nuestra repugnancia ante la multitud de hipótesis que
 nos han sido impuestas en diferentes ocasiones. En ninguna
24 parte se hace mayor despliegue de imaginación; y tal vez
 una exhibición tan amplia de la inventiva humana pudiera
 halagar nuestra vanidad, si no estuviera más que compensada
27 por el panorama humillante de tanto absurdo, contradicción
 y falsedad. Tratar de armonizar las contradicciones de las
 doctrinas médicas es, por cierto, una tarea tan impracticable
30 como la de poner en orden los vapores fugaces a nuestro
 alrededor, o de reconciliar las antipatías fijas de la naturaleza
 que constantemente se repelen. Oscura y perpleja, nuestra



Página 164



1 errante carrera recuerda al Cíclope de Homero, andando a
 tientas alrededor de su cueva”.


3 Sir John Forbes, M.D., F.R.S., miembro del Real Colegio
 de Médicos de Londres, dijo:


 “Ninguna clasificación sistemática o teórica de las enferme-
6 dades o de los agentes terapéuticos, hasta ahora promulgada,
 es verdadera o remotamente parecida a la verdad, y ninguna
 puede adoptarse como una guía segura en la práctica”.


9 Es justo decir que, generalmente, la clase culta de los médi-
 cos se compone de hombres y mujeres espléndidos, por tanto,
 son más científicos que aquellos que falsamente pretenden
12 profesar la Ciencia Cristiana. Pero todos los sistemas huma-
 nos, basados en premisas materiales, carecen de la unción de
 la Ciencia divina. Mucho queda aún por decir y hacer antes
15 que toda la humanidad sea salvada y todos los microbios
 mentales de pecado y todos los gérmenes-pensamientos
 enfermizos sean exterminados.


18 Si tú o yo pareciéramos morir, no estaríamos muertos.
 El aparente deceso, causado por una mayoría de creencias
 humanas de que el hombre tiene que morir, o producido por
21 asesinos mentales, no refuta en lo más mínimo la Ciencia
 Cristiana; más bien evidencia la verdad de su proposición
 básica de que los pensamientos mortales gobiernan, en
24 creencia, la materialidad mal llamada vida en el cuerpo o en
 la materia. Pero permanece supremo el hecho eterno de que
 la Vida, la Verdad y el Amor salvan del pecado, la enfermedad
27 y la muerte. “Cuando esto corruptible se haya vestido de
 incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad
 [Ciencia divina], entonces se cumplirá la palabra que está
30 escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (San Pablo).





Página 165


Capítulo 7 — La fisiología



Por tanto os digo:
No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento,
y el cuerpo más que el vestido? — Jesús.


Envió Su palabra, y los sanó,
y los libró de su ruina. — Salmos.


1 La fisiología es una de las manzanas del “árbol del conoci-
 miento”.* El mal declaró que comer esta fruta abriría
3 los ojos del hombre y lo haría como un dios. En vez de hacer
 eso, cerró los ojos de los mortales al señorío sobre la tierra
 dado por Dios al hombre.
6 Medir la capacidad intelectual por el tamaño del cerebro,
 y la fuerza por el ejercicio de los músculos, es subyugar la
 inteligencia, hacer mortal la mente y colocar
9 esta así llamada mente a merced de la organi-
 zación material y de la materia carente de inteligencia.


 La obediencia a las así llamadas leyes físicas de la salud
12 no ha detenido la enfermedad. Las enfermedades se han
 multiplicado desde que las teorías materiales, hechas por los
 hombres, ocuparon el lugar de la verdad espiritual.
15 Dices que la indigestión, la fatiga, el insomnio, causan
 desórdenes de estómago y dolores de cabeza.
 Consultas entonces tu cerebro para recordar
18 qué te ha hecho daño, cuando tu remedio consiste en olvidar
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 166



1 todo eso; pues la materia no tiene sensación propia, y la
 mente humana es lo único que puede producir dolor.


3 Tal como piensa un hombre, así es él. La mente es lo
 único que siente, actúa o impide la acción. Ignorante de esto,
 o evadiendo la responsabilidad implícita, el esfuerzo sanador
6 se hace en el lado equivocado, y así se pierde el control
 consciente sobre el cuerpo.


 El mahometano cree en una peregrinación a la Meca para
9 la salvación de su alma. El médico común cree en su receta,
 y el farmacéutico cree en el poder de sus medica-
 mentos para salvar la vida de un hombre. La


12 creencia del mahometano es una ilusión reli-
 giosa, la del médico y el farmacéutico es una equivocación
 médica.


15 La mente humana que yerra es inarmónica en sí misma.
 De ella resulta el cuerpo inarmónico. Ignorar a Dios por
 considerarlo de poca utilidad en la enfermedad Salud al
18 es una equivocación. En vez de rechazarlo en


 momentos de problemas corporales, y esperar
 la hora de fortaleza para reconocerlo, debiéramos aprender
21 que Él puede hacer todas las cosas por nosotros tanto en la
 enfermedad como en la salud.


 No pudiendo recobrar la salud adhiriéndose a la fisiología
24 y la higiene, el inválido desesperado a menudo las abandona,
 y en su necesidad extrema y sólo como último recurso, se
 torna a Dios. El inválido tiene menos fe en la Mente divina
27 que en los medicamentos, el aire y el ejercicio, o hubiera
 recurrido primero a la Mente. El predominio del poder le es
 concedido a la materia por casi todos los sistemas de medi-
30 cina; pero cuando la Mente hace valer finalmente su dominio
 sobre el pecado, la enfermedad y la muerte, entonces se
 encuentra que el hombre es armonioso e inmortal.



Página 167



1 ¿Debiéramos implorar a un Dios corpóreo para que
 sane a los enfermos por Su voluntad personal, o debiéramos
3 comprender el Principio divino e infinito que sana? Si no nos
 elevamos más alto que la fe ciega, la Ciencia de la curación no
 es alcanzada, y la existencia-Alma, en lugar de la existencia–
6 sentido, no es comprendida. Entendemos la Vida en la Ciencia
 divina sólo a medida que vivimos por encima del sentido
 corporal y lo corregimos. La proporción en que aceptamos las
9 reivindicaciones del bien o las del mal determina la armonía
 de nuestra existencia, nuestra salud, nuestra longevidad y
 nuestro cristianismo.


12 No podemos servir a dos señores ni percibir la Ciencia
 divina con los sentidos materiales. Los medicamentos y la
 higiene no pueden usurpar con éxito el lugar
15 y el poder de la fuente divina de toda salud y
 perfección. Si Dios hizo al hombre a la vez bueno y malo, así
 tiene que permanecer el hombre. ¿Qué puede mejorar la obra
18 de Dios? Por otra parte, un error en la premisa tiene que
 aparecer en la conclusión. Para tener un único Dios y aprove-
 char el poder del Espíritu, debes amar a Dios supremamente.


21 “El deseo de la carne es contra el Espíritu”. La carne y el
 Espíritu no pueden unirse en acción más de lo que el bien
 puede coincidir con el mal. No es sabio tomar
24 una posición indecisa y a medias, o tratar de
 valerse igualmente del Espíritu y de la materia, de la Verdad y
 del error. Hay un único camino —a saber, Dios y Su idea—
27 que conduce al ser espiritual. El gobierno científico del
 cuerpo tiene que ser alcanzado por medio de la Mente divina.
 Es imposible ganar el control sobre el cuerpo por cualquier
30 otro medio. En este punto fundamental, el tímido conserva-
 durismo es absolutamente inadmisible. Sólo por medio de
 una confianza radical en la Verdad puede ser realizado el
33 poder científico de la curación.


 Sustituir una vida buena por buenas palabras, un carácter



Página 168



1 íntegro por una apariencia de rectitud, es un pobre subterfugio
 de los débiles y mundanos, quienes piensan que el estándar de
3 la Ciencia Cristiana es demasiado elevado para ellos.


 Si los platillos de una balanza están calibrados, quitar un
 solo peso de uno de los platillos da preponderancia al opuesto.
6 Cualquier influencia que pongas en el lado de
 la materia, la quitas de la Mente, que de otro


 modo preponderaría sobre todo lo demás. Tu
9 creencia milita contra tu salud, cuando debiera alistarse del
 lado de la salud. Cuando estás enfermo (según la creencia),
 corres apresurado tras los medicamentos, investigas las así
12 llamadas leyes materiales de la salud, y dependes de ellas para
 sanarte, a pesar de que ya te has metido en el pantano de la
 enfermedad precisamente mediante esta creencia falsa.


15 Debido a que los sistemas hechos por los hombres insis-
 ten en que el hombre se enferma, se torna inútil, sufre y
 muere, todo en consonancia con las leyes de
18 Dios, ¿hemos de creerlo? ¿Hemos de creer en
 una autoridad que niega el mandamiento espiritual de Dios
 relativo a la perfección, una autoridad que Jesús comprobó
21 que era falsa? Él hizo la voluntad del Padre. Sanó las enfer-
 medades desafiando lo que se llama ley material, pero de
 acuerdo con la ley de Dios, la ley de la Mente.


24 He discernido la enfermedad en la mente humana, y
 reconocido el temor que el paciente le tenía, meses antes que
 la así llamada enfermedad hiciera su aparición
27 en el cuerpo. Al ser la enfermedad una creencia, prevista
 una ilusión latente de la mente mortal, la sensación no apare-
 cería si el error de la creencia fuese enfrentado y destruido
30 por la verdad.


 Pongamos atención ahora a una palabra
 que se comprenderá mejor de aquí en adelante: cambiada
33 quimicalización. Por quimicalización quiero decir el proceso



Página 169



1 que la mente y el cuerpo mortales experimentan en el cambio
 de la creencia de una base material a una espiritual.


3 Cada vez que ha ocurrido un agravamiento de los sínto-
 mas debido a la quimicalización mental, he visto las señales
 mentales, dándome la certeza que el peligro
6 había pasado, antes que el paciente sintiera el
 cambio; y le he dicho al paciente: “Estás sano”, a veces para su
 desconcierto, cuando no lo creía. Pero siempre sucedía como
9 yo lo había predicho.


 Menciono estos hechos para mostrar que la enfermedad
 tiene un origen mental y mortal, que la fe en las reglas de la
12 salud o en los medicamentos engendra y fomenta la enferme-
 dad atrayendo la mente hacia el tema del malestar, excitando
 el temor a la enfermedad y medicinando el cuerpo para evi-
15 tarla. La fe depositada en estas cosas debiera encontrar apoyos
 más fuertes y una morada más elevada. Si comprendiésemos
 el control de la Mente sobre el cuerpo, no tendríamos ninguna
18 fe en los medios materiales.


 La Ciencia no sólo revela el origen de toda enfermedad
 como mental, sino que también declara que toda enfermedad
21 es sanada por la Mente divina. No puede haber La Mente es la
 curación excepto por esta Mente, por mucho que única sanadora
 confiemos en un medicamento o en cualquier otro medio
24 hacia el cual la fe o el esfuerzo humanos es dirigido. Es la
 mente mortal, no la materia, la que trae a los enfermos cual-
 quier bien que parezcan recibir de la materialidad. Pero los
27 enfermos jamás son sanados realmente excepto por medio del
 poder divino. Sólo la acción de la Verdad, la Vida y el Amor
 puede dar armonía.


30 Todo lo que enseña al hombre a tener otras leyes y a
 reconocer otros poderes que no sean la Mente
 divina es anticristiano. El bien que un medica-
33 mento venenoso parece hacer es un mal, pues roba al hombre



Página 170



1 la confianza en Dios, la Mente omnipotente y, según la
 creencia, envenena el organismo humano. La Verdad no es la
3 base de la teogonía. Los modos de la materia no forman ni un
 sistema moral ni uno espiritual. La discordia que exige méto-
 dos materiales es el resultado del ejercicio de la fe en los modos
6 materiales, la fe en la materia en lugar de la fe en el Espíritu.


 ¿Comprendía Jesús menos que Graham o Cutter las
 funciones orgánicas del hombre? Las ideas cristianas presen-
9 tan ciertamente lo que las teorías humanas
 excluyen: el Principio de la armonía del hom-
 bre. El texto: “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
12 eternamente” no sólo contradice los sistemas humanos, sino
 que indica la Verdad que se sostiene a sí misma y es eterna.


 Las exigencias de la Verdad son espirituales, y llegan al
15 cuerpo por medio de la Mente. El mejor intérprete de las
 necesidades del hombre dijo: “No os afanéis por vuestra vida,
 qué habéis de comer o qué habéis de beber”.


18 Si hay leyes materiales que impiden la enfermedad, enton-
 ces, ¿qué la causa? No la ley divina, pues Jesús sanaba a los
 enfermos y echaba fuera el error, siempre en oposición, nunca
21 en obediencia, a la física.


 La causalidad espiritual es la única cuestión a ser conside-
 rada, pues más que ninguna otra la causalidad espiritual se
24 relaciona con el progreso humano. La época
 parece preparada para abordar este tema, para
 reflexionar un tanto sobre la supremacía del Espíritu, y al
27 menos tocar el borde del manto de la Verdad.


 La descripción del hombre como puramente físico, o como
 material y espiritual a la vez —pero en todo caso dependiente
30 de su organización física— es la caja de Pandora, de la cual
 han salido todos los males, especialmente la desesperación.
 La materia, que toma en sus propias manos el poder divino y



Página 171



1 pretende ser una creadora, es una ficción, en la cual el paga-
 nismo y la lujuria son tan sancionados por la sociedad que la
3 humanidad ha contraído su contagio moral.


 Por medio del discernimiento del opuesto espiritual de la
 materialidad, o sea, el camino mediante el Cristo, la Verdad, el
6 hombre reabrirá con la llave de la Ciencia divina El paraíso
 las puertas del Paraíso que las creencias huma-
 nas han cerrado, y él mismo encontrará que no ha caído, que es
9 recto, puro y libre, que no necesita consultar almanaques sobre
 las probabilidades de su vida o del tiempo, que no necesita
 estudiar cerebrología para saber hasta qué punto es hombre.


12 El control de la Mente sobre el universo, incluyendo el
 hombre, ya no es una pregunta no respondida, sino que es
 Ciencia demostrable. Jesús ilustró el Principio
15 divino y el poder de la Mente inmortal sanando respondida
 la enfermedad y el pecado y destruyendo los fundamentos de
 la muerte.


18 Equivocando su origen y naturaleza, el hombre cree ser
 una combinación de materia y Espíritu. Cree que el Espíritu
 es tamizado a través de la materia, transpor-
21 tado por un nervio, expuesto a expulsión por
 la operación de la materia. ¡Lo intelectual, lo moral, lo
 espiritual —sí, la imagen de la Mente infinita— sujetos a lo
24 carente de inteligencia!


 No existe más afinidad entre la carne y el Espíritu que
 entre Belial y el Cristo.


27 Las así llamadas leyes de la materia no son sino falsas
 creencias de que la inteligencia y la vida están presentes donde
 la Mente no está. Estas falsas creencias son la causa promo-
30 tora de todo pecado y enfermedad. La verdad opuesta, de que
 la inteligencia y la vida son espirituales, nunca materiales,
 destruye el pecado, la enfermedad y la muerte.


33 El error fundamental reside en la suposición de que el
 hombre es un producto material y que el conocimiento del bien



Página 172



1 o del mal, que él tiene mediante los sentidos corporales, consti-
 tuye su felicidad o su desdicha.


3 Teorizar sobre el desarrollo del hombre de hongos a monos
 y de monos a hombres no conduce a nada en la Evolución
 dirección correcta y muchísimo en la incorrecta. sin Dios


6 El materialismo clasifica la especie humana como si se
 elevara desde la materia. ¿Cómo se mantiene entonces la
 especie material, si el hombre pasa a través de lo que llama-
9 mos muerte y la muerte es el Rubicón de la espiritualidad?
 El Espíritu no puede formar un eslabón verdadero en esta
 supuesta cadena del ser material. Pero la Ciencia divina revela
12 la eterna cadena de la existencia como ininterrumpida y
 enteramente espiritual; sin embargo, esto puede ser compren-
 dido sólo a medida que el sentido falso del ser desaparece.


15 Si el hombre fue primero un ser material, tiene que haber
 pasado a través de todas las formas de la materia para llegar a
 ser hombre. Si el cuerpo material es el hombre, Grados de
18 el hombre es una porción de materia, o polvo.
 Por el contrario, el hombre es la imagen y semejanza del
 Espíritu; y la creencia de que hay Alma en el sentido o Vida
21 en la materia se encuentra en los mortales, alias la mente
 mortal, a la cual se refiere el apóstol cuando dice que debemos
 “despojarnos del viejo hombre”.


24 ¿Qué es el hombre? ¿Es cerebro, corazón, sangre, huesos,
 etc., la estructura material? Si el hombre verdadero está en el
 cuerpo material, quitas una parte del hombre
27 cuando le amputas un miembro; el cirujano
 destruye la esencia del hombre y los gusanos la aniquilan. Pero
 la pérdida de un miembro o la lesión de un tejido a menudo
30 vivifica las cualidades de un hombre; y el infortunado lisiado
 tal vez demuestre más nobleza que el escultural atleta, ense-
 ñándonos por su impedimento mismo que “un hombre es un
33 hombre, a pesar de todo”.


 Cuando admitimos que la materia (el corazón, la sangre,



Página 173



1 el cerebro, actuando por medio de los cinco sentidos físicos)
 constituye el hombre, no vemos cómo puede
3 la anatomía distinguir entre la humanidad y


 lo animal, o determinar cuándo el hombre es
 verdaderamente hombre y ha progresado más allá de sus
6 progenitores animales.


 Cuando la suposición, de que el Espíritu está dentro de
 lo que crea y el alfarero está sujeto al barro, es
9 individualizada, la Verdad es reducida al nivel
 del error, y se requiere que lo sensible sea hecho manifiesto
 por medio de lo insensible.


12 Lo que se denomina materia no manifiesta nada sino
 una mentalidad material. Ni la sustancia del Espíritu ni la
 manifestación del Espíritu es obtenible mediante la materia.
15 El Espíritu es positivo. La materia es lo contrario del
 Espíritu, la ausencia del Espíritu. Para el Espíritu positivo
 pasar a través de una condición negativa sería la destrucción
18 del Espíritu.


 La anatomía declara que el hombre es estructural. La
 fisiología continúa esta explicación, midiendo la El hombre no
21 fuerza humana mediante los huesos y los tendo-
 nes, y la vida humana mediante la ley material. El hombre es
 espiritual, individual y eterno; la estructura material es mortal.


24 La frenología considera al hombre bribón u honesto
 según el desarrollo del cráneo; pero la anatomía, la fisiología,
 la frenología, no definen la imagen de Dios, el verdadero
27 hombre inmortal.


 La razón humana y la religión reconocen lentamente las
 realidades espirituales, y por eso continúan acudiendo a la
30 materia para eliminar el error que sólo la mente humana ha
 creado.


 Los ídolos de la civilización son mucho más fatales para
33 la salud y la longevidad que los ídolos de la barbarie. Los
 ídolos de la civilización despiertan menos fe que el budismo



Página 174



1 en una inteligencia suprema gobernante. Los esquimales
 restablecen la salud mediante encantamientos tan conscien-
3 temente como lo hacen los médicos civilizados mediante sus
 métodos más elaborados.


 ¿Es la civilización sólo una forma más elevada de idolatría,
6 para que el hombre tenga que inclinarse ante un cepillo para
 frotar la piel, ante franelas, baños, dietas, ejercicios y aire?
 Nada, salvo el poder divino, es capaz de hacer tanto por el
9 hombre como este puede hacer por sí mismo.


 Los pasos del pensamiento, al ascender por encima de los
 puntos de vista materiales, son lentos, y presagian una larga
12 noche al viajero; pero los ángeles de Su presencia Ascensión del
 —las intuiciones espirituales que nos dicen que pensamiento
 “la noche está avanzada, y se acerca el día”— son nuestros
15 guardianes en las tinieblas. Quienquiera que abra el camino
 en la Ciencia Cristiana es un peregrino y forastero que traza
 la senda a generaciones aún por nacer.


18 El trueno del Sinaí y el Sermón del Monte van tras las
 épocas y las sobrepasarán, reprendiendo en su curso todo error
 y proclamando el reino de los cielos en la tierra. La Verdad está
21 revelada. Sólo necesita ser practicada.


 La creencia mortal es lo único que capacita a un medica-
 mento para curar dolencias mortales. La anatomía admite
24 que la mente está en alguna parte del hombre,
 aunque fuera de la vista. Entonces, si un indivi-
 duo está enfermo, ¿por qué tratar sólo el cuerpo y administrar
27 una dosis de desesperación a la mente? ¿Por qué declarar que
 el cuerpo está enfermo y describir esta enfermedad a la mente,
 paladeándola cual dulce manjar y manteniéndola ante el
30 pensamiento tanto del médico como del paciente? Debiéramos
 comprender que la causa de la enfermedad se encuentra en la
 mente humana y mortal, y que su curación viene de la Mente
33 divina e inmortal. Debiéramos impedir que las imágenes de la



Página 175



1 enfermedad tomen forma en el pensamiento, y debiéramos
 borrar los esbozos de la enfermedad ya formulados en la
3 mente de los mortales.


 Cuando haya menos recetas médicas, y se piense menos
 en los temas de sanidad, habrá mejores constitu-
6 ciones y menos enfermedades. Antiguamente,
 ¿quién oyó hablar alguna vez de dispepsia, meningitis cere-
 broespinal, fiebre del heno y alergia a las rosas?


9 ¡Qué ultraje a la hermosura de la naturaleza decir que
 una rosa, la sonrisa de Dios, puede producir sufrimiento!
 El gozo de su presencia, su belleza y fragancia, debieran elevar
12 el pensamiento y disipar cualquier sentido de temor o fiebre.
 Es profano imaginar que el perfume del trébol y el hálito del
 heno recién cortado puedan causar inflamación glandular,
15 estornudos y punzadas nasales.


 Si un pensamiento fortuito denominándose dispepsia,
 hubiese tratado de tiranizar a nuestros antepasados, habría
18 sido rechazado por la independencia y laborio-
 sidad de ellos. Entonces la gente disponía de


 menos tiempo para el egoísmo, los mimos y las
21 conversaciones malsanas de sobremesa. La cantidad exacta
 de alimento que el estómago podía digerir no se discutía de
 acuerdo con Cutter ni era relacionada con las leyes sanitarias.
24 La creencia de un hombre en aquellos días no era tan rigurosa
 sobre los jugos gástricos. “Experimentos médicos”, de Beau­
 mont, no gobernaba la digestión.


27 La atmósfera húmeda y la gélida nieve enrojecían las
 mejillas saludables de nuestros antepasados, pero ellos nunca
 se daban el lujo de tener los bronquios inflama- Creencias


30 dos. Eran tan inocentes como Adán, antes de
 que comiera el fruto del falso conocimiento,
 respecto a la existencia de tubérculos y comprimidos, pulmo-
33 nes y píldoras.


 “Donde la ignorancia es bendición, es tonto ser sabio”,



Página 176



1 dice el poeta inglés, y hay verdad en su sentir. La acción de la
 mente mortal sobre el cuerpo no era tan perjudicial antes que
3 las inquisitivas Evas modernas emprendieran el Nuestras Evas
 estudio de obras médicas y los Adanes pusilá-
 nimes atribuyeran su propia caída y la suerte de su descen-
6 dencia a la debilidad de sus mujeres.


 La costumbre primitiva de no afanarse por el alimento
 dejaba libres el estómago y los intestinos para funcionar en
9 obediencia a la naturaleza, y daba al evangelio una oportuni-
 dad para manifestarse en sus gloriosos efectos sobre el cuerpo.
 No se hacía desfilar un horrible cortejo de enfermedades ante
12 la imaginación. Había menos libros sobre la digestión y más
 “sermones en piedras, y el bien en todas las cosas”. Cuando
 el mecanismo de la mente humana dé lugar a la Mente
15 divina, el egoísmo y el pecado, la enfermedad y la muerte,
 perderán su punto de apoyo.


 El temor humano a los miasmas cargaría de enfermedades
18 el aire del Edén, y agobiaría a la humanidad con males super-
 puestos y conjeturales. La mente mortal es el peor enemigo
 del cuerpo, mientras que la Mente divina es su mejor amigo.


21 ¿Deberían todos los casos de enfermedades orgánicas
 ser tratados por un médico común, y debería el Científico
 Cristiano recurrir a la verdad sólo en los casos
24 de histeria, hipocondría y alucinación? Una


 enfermedad no es más real que otra. Toda enfer-
 medad es el resultado de la educación, y la enfermedad no
27 puede llevar sus nocivos efectos más allá del camino trazado
 por la mente mortal. Se supone que es la mente humana, no
 la materia, la que siente, sufre, goza. De ahí que los tipos
30 determinados de enfermedades agudas están tan prontos a
 ceder ante la Verdad como los tipos menos definidos y las
 formas crónicas de enfermedad. La Verdad trata el contagio
33 más maligno con perfecta seguridad.



Página 177



1 La mente humana produce lo que se denomina enferme-
 dad orgánica tan ciertamente como produce la histeria, y
3 tiene que renunciar a todos sus errores, enfer-
 medades y pecados. He demostrado esto más


 allá de todo reparo. La evidencia del poder
6 sanador de la Mente divina y de su absoluto control es para
 mí tan cierta como la evidencia de mi propia existencia.


 La mente y el cuerpo mortales son uno. Ninguno existe
9 sin el otro, y ambos tienen que ser destruidos por la Mente
 inmortal. La materia, o el cuerpo, no es sino
 un concepto falso de la mente mortal. Esta así
12 llamada mente construye su propia superestructura, de la cual
 el cuerpo material es la parte más tosca; pero desde el princi-
 pio hasta el fin, el cuerpo es un concepto sensorio y humano.


15 En la alegoría bíblica de la creación material, Adán, o el
 error, que representa la teoría errónea de que hay vida e inteli-
 gencia en la materia, tuvo que poner nombres a Los efectos de
18 todo lo que era material. Estos nombres indica-
 ban las propiedades, cualidades y formas de la materia. Pero
 una mentira, lo opuesto de la Verdad, no puede dar nombres
21 a las cualidades y los efectos de lo que se denomina materia, y
 crear las así llamadas leyes de la carne, ni puede una mentira
 mantener, en ninguna dirección, la preponderancia de poder
24 contra Dios, el Espíritu y la Verdad.


 Si una dosis de veneno es ingerida por equivocación y
 el paciente muere, aunque médico y paciente
27 están esperando resultados favorables, te pre-


 guntas: ¿fue la creencia humana lo que causó
 esta muerte? Por cierto que sí, y tan directamente como si el
30 veneno hubiera sido tomado intencionalmente.


 En tales casos unas pocas personas creen que la poción
 tomada por el paciente es inofensiva, pero la vasta mayoría



Página 178



1 de la humanidad, aunque no sepa nada de este caso parti-
 cular ni de esta persona en especial, cree que el arsénico, la
3 estricnina, o cualquier droga empleada, es venenosa, porque
 es clasificada como un veneno por la mente mortal. Por
 consiguiente, el resultado está controlado por la mayoría de
6 opiniones, no por la minoría infinitesimal de opiniones en el
 aposento del enfermo.


 La herencia no es una ley. La causa remota o creencia
9 en la enfermedad no es peligrosa por su prioridad y la
 conexión de los pensamientos mortales pasados con los
 presentes. La causa predisponente y la causa ocasional son
12 mentales.


 Quizás un adulto tenga una deformidad producida antes
 de su nacimiento por el miedo de su madre. Cuando es
15 arrebatado de la creencia humana y basado en la Ciencia o
 la Mente divina, para la cual todas las cosas son posibles, ese
 caso crónico no es difícil de curar.


18 La mente mortal, actuando desde la base de sensación en
 la materia, es magnetismo animal; pero esta así llamada
 mente, de la cual procede todo el mal, se contra-
21 dice a sí misma, y tiene que ceder finalmente a


 la Verdad eterna, o la Mente divina, expresada
 en la Ciencia. En proporción a nuestra comprensión de la
24 Ciencia Cristiana, somos liberados de la creencia en la heren-
 cia, de que hay mente en la materia o magnetismo animal; y
 desarmamos el pecado de su poder imaginario en proporción
27 a nuestra comprensión espiritual del estado del ser inmortal.


 Por ignorar los métodos y la base de la curación meta-
 física, es posible que intentes unirla con el hipnotismo, el
30 espiritismo, la electricidad; pero ninguno de estos métodos
 puede ser mezclado con la curación metafísica.


 Quienquiera que alcance la comprensión de la Ciencia



Página 179



1 Cristiana en su verdadero significado efectuará las curas
 instantáneas de las cuales ella es capaz; pero esto sólo puede
3 hacerse tomando la cruz y siguiendo al Cristo en la vida diaria.


 La Ciencia puede sanar a los enfermos que no están en
 presencia de sus sanadores, así como a aquellos presentes,
6 pues el espacio no es obstáculo para la Mente. Pacientes
 La Mente inmortal sana lo que el ojo no ha visto; ausentes
 pero la capacidad espiritual de comprender el pensamiento y
9 sanar mediante el poder-Verdad se gana sólo en la medida en
 que el hombre se encuentra, no justificándose a sí mismo,
 sino reflejando la naturaleza divina.


12 Todo método médico tiene sus defensores. La preferencia
 de la mente mortal por cierto método crea una demanda por
 ese método, y entonces el cuerpo parece reque-
15 rir tal tratamiento. Incluso puedes educar un


 caballo sano a tal grado en fisiología, que se
 resfriará sin su manta, mientras que el animal salvaje, dejado
18 a sus instintos, aspira el viento con deleite. La epizootia es
 una afección desarrollada humanamente, de la cual un
 caballo salvaje tal vez jamás padecería.


21 Los tratados sobre anatomía, fisiología y salud, sostenidos
 por lo que se llama ley material, son los pro-
 motores de las dolencias y las enfermedades.
24 No debiera ser proverbial que mientras sigas leyendo obras
 médicas seguirás enfermándote.


 El ama de casa diligente —que estudia su libro de Jahr
27 con píldoras y polvos homeopáticos en mano, lista para
 hacerte sudar, mover el intestino o dormir— sin darse cuenta
 está sembrando las semillas de la confianza en la materia,
30 y los miembros de su familia quizás pronto cosechen los
 efectos de esta equivocación.


 Tanto las descripciones de las enfermedades que hacen



Página 180



1 los médicos como los anuncios de la charlatanería son fuentes
 prolíficas de enfermedades. Puesto que la mente mortal es el
3 labrador del error, debiera enseñársele a no dañar el cuerpo y
 a desarraigar su falsa siembra.


 El paciente que sufre trata de sentirse satisfecho cuando
6 ve ocupados a los que procuran sanarlo, y su fe en los esfuer-
 zos de ellos es una ayuda, en cierto modo, para El punto de vista
 ellos y para él; pero en la Ciencia, uno debe
9 comprender la ley resucitadora de la Vida. Esta es la semilla
 dentro de sí misma que da fruto según su género, de la que se
 habla en el Génesis.


12 Los médicos no debieran comportarse como si la Mente no
 existiera, ni sostener que toda causalidad es la materia en vez de
 la Mente. Por ignorar que la mente humana gobierna el cuerpo,
15 su fenómeno, quizás el inválido añada, sin darse cuenta, más
 temor al reservorio mental ya desbordante de esa emoción.


 Los médicos no debieran implantar la enfermedad en el
18 pensamiento de sus pacientes, como lo hacen tan frecuente-
 mente, declarando que la enfermedad es un
 hecho inamovible, aun antes de disponerse a


21 desarraigar la enfermedad mediante la fe mate-
 rial que ellos inspiran. En lugar de proporcionar temor al
 pensamiento, debieran tratar de corregir este elemento
24 turbulento de la mente mortal mediante la influencia del Amor
 divino que echa fuera el temor.


 Cuando el hombre es gobernado por Dios, la Mente
27 siempre presente que entiende todas las cosas, el hombre sabe
 que para Dios todas las cosas son posibles. El único camino
 hacia esta Verdad viviente, que sana a los enfermos, se halla
30 en la Ciencia de la Mente divina como fue enseñada y demos-
 trada por Cristo Jesús.


 Para reducir la inflamación, disolver un tumor, o curar la
33 enfermedad orgánica, he encontrado que la Verdad divina



Página 181



1 es más potente que todos los remedios inferiores. ¿Y por qué
 no, puesto que la Mente, Dios, es la fuente y la condición de
3 toda existencia? Antes de decidir que el cuerpo, La decisión
 la materia, sufre un desarreglo, uno debiera
 preguntar: “¿Quién eres tú, para que alterques con el Espíritu?
6 ¿Puede la materia hablar por sí misma, o es de ella que mana
 la vida?” La materia, que no puede ni sufrir ni gozar, no tiene
 asociación con el dolor y el placer, pero la creencia mortal sí
9 tiene tal asociación.


 Cuando manipulas a los pacientes, confías en la electrici-
 dad y en el magnetismo más que en la Verdad;
12 y por esa razón, empleas la materia en vez de la no es científica
 Mente. Debilitas o destruyes tu poder cuando recurres a
 cualquier otro medio excepto el espiritual.


15 Es insensato declarar que manipulas a los pacientes pero
 que no das importancia a la manipulación. Si esto es así, ¿por
 qué manipular? En realidad, manipulas porque ignoras los
18 efectos perniciosos del magnetismo, o no eres lo suficiente-
 mente espiritual como para depender del Espíritu. En cual-
 quiera de los casos debes mejorar tu condición mental hasta
21 que finalmente logres la comprensión de la Ciencia Cristiana.


 Si eres demasiado material como para amar la Ciencia
 de la Mente y estás satisfecho con buenas palabras en vez
24 de buenos efectos, si te apegas al error y temes
 confiar en la Verdad, entonces se presenta de
 nuevo la pregunta: “Adán, ¿dónde estás tú?” Es innecesario
27 recurrir a algo que no sea la Mente para convencer a los
 enfermos de que estás haciendo algo por ellos, porque si son
 sanados, generalmente lo saben y quedan satisfechos.


30 “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
 corazón”. Si tienes más fe en los medicamentos que en la
 Verdad, esta fe te inclinará hacia el lado de la materia y el error.
33 Cualquier poder hipnótico que puedas ejercer disminuirá



Página 182



1 tu capacidad para llegar a ser un Científico Cristiano, y
 viceversa. El acto de sanar a los enfermos sólo por medio
3 de la Mente divina, de echar fuera el error con la Verdad,
 muestra tu posición como un Científico Cristiano.


 Las exigencias de Dios se dirigen sólo al pensamiento;
6 pero las pretensiones de la mortalidad, y las que son denomi-
 nadas leyes de la naturaleza, pertenecen a la
 materia. ¿Cuáles, entonces, hemos de aceptar
9 como legítimas y capaces de producir el más elevado bien
 humano? No podemos obedecer tanto a la fisiología como al
 Espíritu, porque uno destruye absolutamente el otro, y uno u
12 otro tiene que ser supremo en los afectos. Es imposible obrar
 desde dos puntos de vista distintos. Si lo intentamos, pronto
 “estimaremos al uno y menospreciaremos al otro”.


15 Las hipótesis de los mortales son antagónicas a la Ciencia
 y no pueden mezclarse con ella. Esto les es claro a los que
 sanan a los enfermos sobre la base de la Ciencia.


18 El gobierno de la Mente sobre el cuerpo debe reempla-
 zar las así llamadas leyes de la materia. La obediencia a
 la ley material impide la plena obediencia a la
21 ley espiritual, la ley que vence las condiciones
 materiales y pone la materia bajo los pies de la Mente. Los
 mortales ruegan a la Mente divina que sane a los enfermos,
24 e inmediatamente excluyen la ayuda de la Mente usando
 medios materiales, obrando así en contra de sí mismos y de
 sus oraciones y negando la capacidad otorgada por Dios al
27 hombre para demostrar el poder sagrado de la Mente. Las
 súplicas por medicamentos y leyes de salud proceden de
 algún triste incidente, o si no, de la ignorancia acerca de la
30 Ciencia Cristiana y su poder trascendente.


 Admitir que la enfermedad es una condición sobre la
 cual Dios no tiene control es suponer que el poder omnipo-
33 tente es impotente en algunas ocasiones. La ley del Cristo,



Página 183



1 o la Verdad, hace todas las cosas posibles para el Espíritu;
 pero las así llamadas leyes de la materia tratarían de inutilizar
3 el Espíritu, y exigir obediencia a códigos materialistas, apar-
 tándose así de la base de un único Dios, un único legislador.
 Suponer que Dios constituye leyes de desarmonía es una
6 equivocación; las discordias no tienen apoyo de la naturaleza
 o de la ley divina, por más que se diga lo contrario.


 ¿Puede el agricultor, de acuerdo con la creencia, producir
9 una cosecha sin sembrar la semilla y esperar su germinación
 según las leyes de la naturaleza? La respuesta es no, y sin
 embargo, las Escrituras nos informan que el pecado, o el
12 error, causó primero la condenación del hombre a labrar
 la tierra, e indican que la obediencia a Dios eliminará esta
 necesidad. La Verdad jamás hizo necesario el error, ni ideó
15 una ley para perpetuar el error.


 Las supuestas leyes que resultan en cansancio y enferme-
 dad no son Sus leyes, pues la legítima y única acción posible
18 de la Verdad es la producción de la armonía.
 Las leyes de la naturaleza son leyes del Espíritu; naturaleza son


 pero los mortales comúnmente reconocen como
21 ley aquello que oculta el poder del Espíritu. La Mente divina
 legítimamente le exige al hombre toda su obediencia, afecto
 y fuerza. No se hace reserva para lealtad menor alguna.
24 La obediencia a la Verdad le da al hombre poder y fuerza.
 La sumisión al error provoca la pérdida de poder.


 La Verdad echa fuera todos los males y métodos materia-
27 listas con la verdadera ley espiritual, la ley que da vista a los
 ciegos, oído a los sordos, voz a los mudos, pies
 a los cojos. Si la Ciencia Cristiana no honra la
30 creencia humana, honra la comprensión espiritual; y sólo la
 Mente única tiene derecho a ser honrada.



Página 184



1 Las así llamadas leyes de la salud son simplemente leyes de
 la creencia mortal. Al ser erróneas las premisas, las conclusio-
3 nes son equivocadas. La Verdad no hace leyes para regular la
 enfermedad, el pecado y la muerte, pues estos son desconocidos
 para la Verdad y no debieran ser reconocidos como realidad.


6 La creencia produce los resultados de la creencia, y las
 penalidades que impone duran tanto como la creencia y
 son inseparables de ella. El remedio consiste en sondar el
9 problema hasta el fondo, en encontrar y echar fuera, mediante
 negación, el error de creencia que produce un desorden
 mortal, nunca honrando la creencia errónea con el título de
12 ley ni prestándole obediencia. La Verdad, la Vida y el Amor
 son las únicas exigencias legítimas y eternas sobre el hombre,
 y son legisladores espirituales que imponen la obediencia por
15 medio de estatutos divinos.


 Controlado por la inteligencia divina, el hombre es armo-
 nioso y eterno. Cualquier cosa gobernada mediante una creen-
18 cia falsa es discordante y mortal. Decimos que Leyes de la
 el hombre sufre por los efectos del frío, del calor, creencia humana
 de la fatiga. Esto es una creencia humana, no la verdad del
21 ser, pues la materia no puede sufrir. Sólo la mente mortal
 sufre, no porque una ley de la materia ha sido transgredida,
 sino porque una ley de esta así llamada mente ha sido desobe-
24 decida. He demostrado esto como una regla de la Ciencia
 divina al destruir la ilusión del sufrimiento producido por lo
 que se denomina una ley física fatalmente quebrantada.


27 Una mujer, a quien curé de tuberculosis, siempre respiraba
 con gran dificultad cuando el viento era del este. Me senté a
 su lado en silencio por unos momentos. Comenzó a respirar
30 suavemente. Las inspiraciones eran profundas y naturales.
 Le pedí entonces que mirara la veleta. Miró y vio que seña-
 laba exactamente hacia el este. El viento no había cambiado,



Página 185



1 pero su pensamiento acerca de él sí y por eso su dificultad para
 respirar había desaparecido. El viento no había producido la
3 dificultad. Mi tratamiento metafísico cambió la acción de su
 creencia sobre los pulmones, y jamás volvió a sufrir a causa
 de los vientos del este, sino que su salud le fue restablecida.


6 Ningún sistema de higiene, excepto la Ciencia Cristiana,
 es puramente mental. Antes de que este libro fuera publicado,
 otros libros estaban en circulación, los cuales
9 trataban sobre “medicina mental” y “curación


 por la mente”, obrando mediante el poder de
 las corrientes magnéticas de la tierra para regular la vida y la
12 salud. Tales teorías y tales sistemas de la así llamada curación
 por la mente, que han surgido, son tan materiales como los
 sistemas predominantes de medicina. Tienen su nacimiento
15 en la mente mortal, la cual presenta una concepción humana
 en nombre de la Ciencia para igualar la Ciencia divina de la
 Mente inmortal, así como los hechiceros de Egipto se esfor-
18 zaron por emular las maravillas hechas por Moisés. Tales
 teorías no tienen relación con la Ciencia Cristiana, la cual
 descansa sobre la concepción de que Dios es la única Vida,
21 sustancia e inteligencia, y excluye la mente humana como
 factor espiritual en la obra sanadora.


 Jesús echó fuera el mal y sanó a los enfermos, no sólo sin
24 medicamentos, sino sin hipnotismo, el cual es el Jesús y
 reverso del poder ético y patológico de la Verdad. el hipnotismo


 La práctica mental errónea puede parecer por un tiempo
27 que beneficia a los enfermos, pero el restablecimiento no es
 permanente. Esto se debe a que los métodos erróneos actúan
 sobre y mediante el estrato material de la mente humana,
30 llamado cerebro, el cual es sólo una consolidación mortal de
 la mentalidad material y sus supuestas actividades.


 Un paciente bajo la influencia de la mente mortal es sanado



Página 186



1 solamente quitando la influencia de esta mente sobre él,
 vaciando su pensamiento del estímulo y de la
3 reacción falsos de la fuerza de voluntad y llenán-
 dolo con las divinas energías de la Verdad.


 La Ciencia Cristiana destruye las creencias materiales
6 mediante la comprensión del Espíritu, y la minuciosidad de
 este trabajo determina la salud. Las fuerzas mentales humanas
 que yerran sólo pueden hacer daño bajo cualquier nombre
9 o pretexto con que se empleen; pues el Espíritu y la materia,
 el bien y el mal, la luz y las tinieblas, no pueden mezclarse.


 El mal es una negación, porque es la ausencia de la
12 verdad. Es nada, porque es la ausencia de algo. El mal es negativo
 Es irreal, porque presupone la ausencia de Dios, y se destruye


 el omnipotente y omnipresente. Todo mortal
15 debe aprender que no hay poder ni realidad en el mal.


 El mal se impone a sí mismo. Dice: “Soy una entidad real,
 dominando el bien”. Esta falsedad debiera despojar el mal de
18 toda pretensión. El único poder del mal es el de destruirse a
 sí mismo. Jamás puede destruir ni un ápice del bien. Todo
 intento del mal por destruir el bien es un fracaso, y sólo ayuda
21 a castigar perentoriamente al que hace el mal. Si concedemos
 la misma realidad a la discordia que a la armonía, la discordia
 tiene sobre nosotros una demanda tan duradera como la que
24 tiene la armonía. Si el mal es tan real como el bien, el mal
 es también inmortal. Si la muerte es tan real como la Vida,
 la inmortalidad es un mito. Si el dolor es tan real como la
27 ausencia del dolor, ambos tienen que ser inmortales; y si es
 así, la armonía no puede ser la ley del ser.


 La mente mortal es ignorante de sí misma, o jamás podría
30 engañarse a sí misma. Si la mente mortal supiera cómo ser
 mejor, sería mejor. Puesto que tiene que creer
 en algo aparte de sí misma, entroniza la materia ignorante
33 como deidad. La mente humana ha sido una idólatra desde



Página 187



1 el comienzo, teniendo otros dioses y creyendo en algo más
 que en la única Mente.


3 Como los mortales no comprenden ni siquiera la existen-
 cia mortal, cuán ignorantes deben ser de la Mente que todo
 lo sabe y de Sus creaciones.


6 Aquí puedes ver cómo el así llamado sentido material
 crea sus propias formas de pensamiento, les da nombres
 materiales, y luego las adora y les teme. Con ceguedad
9 pagana, le atribuye a algún dios o medicina materiales una
 capacidad más allá de sí mismo. Las creencias de la mente
 humana la roban y la esclavizan y luego imputan este resul-
12 tado a otra personificación ilusoria, llamada Satanás.


 Las válvulas del corazón, que se abren y cierran para el
 pasaje de la sangre, obedecen el mandato de la
15 mente mortal tan directamente como lo hace
 la mano, que, según se admite, es movida por la voluntad.
 La anatomía acepta la causa mental de la última acción, pero
18 no de la primera.


 Decimos: “Mi mano lo ha hecho”. ¿Qué es este mi, sino
 la mente mortal, la causa de toda acción materialista? Toda
21 acción voluntaria, así como la mal denominada involuntaria,
 del cuerpo mortal está gobernada por esta así llamada mente,
 no por la materia. No hay acción involuntaria. La Mente
24 divina incluye toda acción y volición, y el hombre en la
 Ciencia está gobernado por esta Mente. La mente humana
 intenta clasificar la acción como voluntaria e involuntaria, y
27 sufre por el intento.


 Si suprimes esta mente que yerra, el cuerpo material y
 mortal pierde toda apariencia de vida o acción, y entonces
30 esta así llamada mente dice de sí misma que
 está muerta; pero la mente humana aún man-
 tiene en creencia un cuerpo, por medio del cual actúa y que
33 ante la mente humana parece vivir, un cuerpo igual al que
 tenía antes de la muerte. Este cuerpo es desechado sólo a



Página 188



1 medida que la mente mortal que yerra cede ante Dios, la
 Mente inmortal, y el hombre es hallado a Su imagen.


3 Lo que se denomina enfermedad no existe. No es ni mente
 ni materia. La creencia de pecado, la cual se ha hecho terrible
 en fuerza e influencia, es un error inconsciente Pensamientos
6 al comienzo, un pensamiento embrionario sin


 motivo; pero después gobierna al así llamado
 hombre. Pasiones, apetitos depravados, deshonestidad, envi-
9 dia, odio, venganza, maduran y derivan en acciones, sólo para
 pasar de la vergüenza y la congoja a su castigo final.


 La existencia mortal es un sueño de dolor y placer en la
12 materia, un sueño de pecado, enfermedad y muerte; y es como
 el sueño que tenemos cuando dormimos, en
 el cual cada uno reconoce que su condición es
15 enteramente un estado mental. Tanto en el sueño despierto
 como en el dormido, el soñador piensa que su cuerpo es
 material y que el sufrimiento está en ese cuerpo.


18 La sonrisa del que duerme indica la sensación producida
 físicamente por el placer de un sueño. Del mismo modo, el
 dolor y el placer, la enfermedad y la ansiedad, son trazados en
21 los mortales por señales inequívocas.


 La enfermedad es un producto del error que surge de la
 ignorancia o del temor mortales. El error ensaya el error.
24 Lo que causa la enfermedad no puede curarla. La tierra de
 cultivo de la enfermedad es la mente mortal, y tienes una
 abundante o escasa cosecha de enfermedades, de acuerdo con
27 las semillas de temor. El pecado y el temor a la enfermedad
 deben ser desarraigados y echados fuera.


 Cuando la oscuridad cubre la tierra, los sentidos físicos
30 no tienen evidencia inmediata del sol. Los ojos El sentido cede a
 humanos no saben dónde está el astro del día,
 ni si existe. La astronomía da la información deseada res-
33 pecto al sol. Los sentidos humanos o materiales ceden a



Página 189



1 la autoridad de esta ciencia, y están dispuestos a dejar a la
 astronomía la explicación de la influencia del sol sobre la
3 tierra. Si los ojos no ven el sol durante una semana, aún
 creemos que existen la luz y el calor solares. La ciencia (en
 este caso llamada natural) eleva el pensamiento humano
6 por encima de las teorías más rudimentarias de la mente
 humana, y echa fuera un temor.


 De igual manera los mortales no debieran negar el poder
9 de la Ciencia Cristiana para establecer la armonía y explicar
 el efecto de la mente mortal sobre el cuerpo, aunque no se
 vea la causa, como tampoco debieran negar la existencia de
12 la luz solar cuando el astro diurno desaparece, o dudar que el
 sol ha de reaparecer. Los pecados ajenos no debieran hacer
 sufrir a los hombres buenos.


15 Llamamos material al cuerpo; pero es tan ciertamente la
 mente mortal, de acuerdo con su grado, como lo es el cerebro
 material, el cual se supone que proporciona la
18 evidencia de todos los pensamientos o cosas
 mortales. La mente mortal humana, por una perversión
 inevitable, hace que todas las cosas partan desde el pensa-
21 miento mortal más bajo en lugar del más elevado. Lo reverso
 es el caso con todas las formaciones de la Mente divina
 inmortal. Ellas proceden de la fuente divina; y por eso, al
24 investigarlas, ascendemos constantemente en el ser infinito.


 De la mente mortal proviene la reproducción de la espe-
 cie humana, primero la creencia en la materia inanimada, y
27 después en la animada. Según el pensamiento
 mortal, el desarrollo de la mente mortal embrio-
 naria comienza en la parte inferior y basal del cerebro, y por
30 evolución continúa en una escala ascendente, manteniéndose
 siempre en la línea directa de la materia, porque la materia es
 la condición subjetiva de la mente mortal.



Página 190



1 Luego tenemos la formación de la así llamada mente mor-
 tal embrionaria, después los hombres mortales o los mortales,
3 todo esto pese a que la materia es una creencia, ignorante de sí
 misma, ignorante de lo que se supone que produce. El mortal
 dice que un germen inconsciente e inanimado está produciendo
6 mortales, tanto el cuerpo como la mente; y sin embargo, ni una
 mente mortal ni la Mente inmortal es hallada en el cerebro o
 en otra parte de la materia o en los mortales.


9 Esta creencia humana embrionaria y materialista, llamada
 hombre mortal, a su vez se llena a sí misma con La estatura
 pensamientos de dolor y placer, de vida y muerte, humana
12 y se organiza a sí misma en cinco así llamados sentidos, los
 cuales muy pronto miden la mente por el tamaño de un
 cerebro y el volumen de un cuerpo, denominado hombre.


15 El nacimiento, el crecimiento, la madurez y el deterioro
 humanos son como la hierba que brota de la tierra con
 bellas hojas verdes, para después marchitarse y La fragilidad
18 volver a su nada nativa. Esta apariencia mortal humana
 es temporal; nunca se une con el ser inmortal, sino que final-
 mente desaparece, y se encuentra que el hombre inmortal,
21 espiritual y eterno, es el hombre verdadero.


 El bardo hebreo, influenciado por los pensamientos
 mortales, pulsó así su lira con aires melancólicos sobre la
24 existencia humana:


 El hombre, como la hierba son sus días;


 Florece como la flor del campo,


27 Que pasó el viento por ella, y pereció,


 Cuando la esperanza se elevó más alto en el corazón humano,
30 el cantó:


 En cuanto a mí, veré Tu rostro en justicia;


 Estaré satisfecho cuando despierte a Tu semejanza.


 · · · · · · · ·


33 Porque contigo está el manantial de la vida;


 En Tu luz veremos la luz.



Página 191



1 El cerebro no puede dar ninguna idea del hombre de Dios.
 No puede tener conocimiento de la Mente. La materia no es
3 el órgano de la Mente infinita.


 A medida que los mortales renuncien a la ilusión de que
 hay más de una Mente, más de un Dios, el hombre a seme-
6 janza de Dios aparecerá, y este hombre eterno no incluirá en
 esa semejanza elemento material alguno.


 A medida que se encuentra que una base de vida mate-
9 rial y teórica es una comprensión equivocada de la existen-
 cia, el Principio espiritual y divino del hombre El nacimiento
 alborea en el pensamiento humano, y lo guía
12 “donde estaba el niño”, es decir, al nacimiento de una idea
 antigua y nueva a la vez, al sentido espiritual del ser y de lo que
 la Vida incluye. Así toda la tierra será transformada por la
15 Verdad en sus alas de luz, ahuyentando las tinieblas del error.


 El pensamiento humano tiene que liberarse de la mate-
 rialidad y esclavitud que se ha impuesto a sí
18 mismo. No se debiera preguntar más a la cabeza, espiritual
 al corazón o a los pulmones: ¿Qué perspectivas de vida tiene
 el hombre? La Mente no está indefensa. La inteligencia no
21 enmudece ante lo carente de inteligencia.


 Por su propia volición, ni una brizna de hierba brota, ni
 un vástago retoña en el valle, ni una hoja despliega sus lindas
24 formas, ni una flor surge de su celda enclaustrada.


 La Ciencia del ser revela al hombre y la inmortalidad
 como basados en el Espíritu. El sentido físico define al
27 hombre mortal como basado en la materia, y desde esta
 premisa infiere la mortalidad del cuerpo.


 Los sentidos ilusorios tal vez imaginen afinidades
30 con sus opuestos; pero en la Ciencia Cristiana, la Verdad
 jamás se mezcla con el error. La Mente no
 tiene ninguna afinidad con la materia y por
33 consiguiente, la Verdad es capaz de echar fuera los males
 de la carne. La Mente, Dios, exhala el aroma del Espíritu,



Página 192



1 la atmósfera de la inteligencia. La creencia de que una
 sustancia pastosa dentro del cráneo es la mente es un escar-
3 nio a la inteligencia, un remedo de la Mente.


 Somos Científicos Cristianos sólo a medida que abandona-
 mos nuestra confianza en lo que es falso y captamos lo verda-
6 dero. No somos Científicos Cristianos hasta que dejamos todo
 por el Cristo. Las opiniones humanas no son espirituales.
 Proceden de lo que oyen los oídos, de la corporalidad en
9 lugar del Principio, y de lo mortal en lugar de lo inmortal.
 El Espíritu no está separado de Dios. El Espíritu es Dios.


 El poder que yerra es una creencia material, una mal
12 llamada fuerza que es ciega, el vástago de la voluntad y no
 de la sabiduría, de la mente mortal y no de la
 inmortal. Es la catarata turbulenta, la llama
15 devoradora, el soplo de la tempestad. Es el relámpago y el
 huracán, todo lo que es egoísta, malvado, deshonesto e impuro.


 El poder moral y el espiritual pertenecen al Espíritu,
18 quien mantiene “los vientos en Sus puños”; y esta enseñanza
 concuerda con la Ciencia y la armonía. En la
 Ciencia, no puedes tener ningún poder opuesto verdadero
21 a Dios, y los sentidos físicos tienen que renunciar a su falso
 testimonio. Tu influencia a favor del bien depende del peso
 que eches en el platillo correcto de la balanza. El bien que
24 haces e incorporas te da el único poder obtenible. El mal no
 es poder. Es un escarnio a la fuerza, que muy pronto delata
 su debilidad y cae, para jamás levantarse.


27 Andamos en las huellas de la Verdad y el Amor al seguir el
 ejemplo de nuestro Maestro en la comprensión de la metafísica
 divina. El cristianismo es la base de la curación verdadera.
30 Todo lo que mantiene el pensamiento humano en línea con
 el amor abnegado recibe directamente el poder divino.


 Fui llamada a visitar al señor Clark en Lynn, quien había



Página 193



1 estado postrado en cama seis meses con una enfermedad de
 la cadera, causada por una caída sobre una estaca cuando
3 era muy niño. Al entrar en la casa me encontré La Mente sana
 con su médico, quien me dijo que el paciente se una enfermedad


 estaba muriendo. El médico acababa de sondar
6 la úlcera en la cadera, y dijo que el hueso tenía una caries de
 varios centímetros. Hasta me mostró la sonda, la cual eviden-
 ciaba la condición del hueso. El doctor salió. El señor Clark
9 yacía con los ojos fijos y sin vista. El sudor de la muerte
 humedecía su frente. Me acerqué a su cama. En unos pocos
 momentos su semblante cambió; la palidez de la muerte dio
12 paso a un color normal. Los párpados se cerraron suavemente
 y la respiración se hizo natural; estaba dormido. Como a los
 diez minutos abrió los ojos y dijo: “Me siento como un hombre
15 nuevo. Mi sufrimiento ha desaparecido por completo”. Era
 entre las tres y las cuatro de la tarde cuando esto tuvo lugar.


 Le dije que se levantara, se vistiera y cenara con su familia.
18 Así lo hizo. Al día siguiente lo vi en su jardín. Desde entonces
 no lo he visto, pero se me ha informado que a las dos semanas
 volvió al trabajo. La supuración de la llaga cesó, y la llaga fue
21 sanada. La condición enfermiza había sido continua desde
 que se lastimó de niño.


 Desde que se restableció, he sido informada que su médico
24 alega haberlo curado, y que su madre ha sido amenazada
 con reclusión en un manicomio por decir: “No fue ningún
 otro sino Dios y esa mujer quienes lo sanaron”. No puedo
27 confirmar la verdad de ese informe, pero lo que vi e hice por
 ese hombre, y lo que su médico dijo del caso, ocurrió tal como
 lo he narrado.


30 Me ha sido demostrado que la Vida es Dios y que el poder



Página 194



1 del Espíritu omnipotente no comparte su fuerza con la
 materia o con la voluntad humana. Recapacitando sobre esta
3 breve experiencia, no puedo dejar de percibir la coincidencia
 de la idea espiritual del hombre con la Mente divina.


 Un cambio en la creencia humana cambia todos los
6 síntomas físicos y determina que un caso mejore Cambio de
 o empeore. Cuando la creencia falsa de uno es creencia
 corregida, la Verdad envía un informe de salud por todo
9 el cuerpo.


 La destrucción del nervio auditivo y la parálisis del
 nervio óptico no son necesarias para asegurar la sordera y la
12 ceguera; pues si la mente mortal dice: “Estoy sorda y ciega”,
 lo estará, sin un nervio lesionado. Toda teoría opuesta a este
 hecho (según aprendí en la metafísica) presupondría que el
15 hombre, quien es inmortal en la comprensión espiritual, es
 un mortal en la creencia material.


 La historia auténtica de Kaspar Hauser es una indicación
18 útil sobre la fragilidad e inadecuación de la mente mortal.
 Comprueba, fuera de toda duda, que la educa-
 ción constituye esta así llamada mente, y que,
21 a su vez, la mente mortal se manifiesta a sí misma en el cuerpo
 mediante el falso sentido que imparte. Encarcelado en una
 mazmorra, donde ni luz ni sonido podían llegarle, Kaspar
24 tenía a la edad de diecisiete años todavía la mentalidad de
 una criatura, llorando y parloteando sin más inteligencia que
 un bebé, e ilustrando la descripción de Tennyson:


27 Una criatura llorando en la noche,


 una criatura llorando por la luz,


 y sin más lenguaje que un llanto.


30 Su caso comprueba que el sentido material es sólo una
 creencia formada por la educación sola. La luz que nos alegra



Página 195



1 le causaba a él una creencia de dolor intenso. Los ojos se le
 inflamaban con la luz. Después que al balbuceante muchacho
3 se le enseñó a decir unas pocas palabras, pidió que lo llevaran
 otra vez a su mazmorra y dijo que jamás sería feliz en otra
 parte. Fuera de la tétrica oscuridad y el frío silencio no
6 encontraba paz. Todo sonido lo convulsionaba de angustia.
 Todo lo que comía, excepto su pan negro, le producía vómitos
 violentos. Todo lo que a nuestros sentidos educados les da
9 placer, a él le causaba dolor por medio de esos mismos senti-
 dos entrenados en una dirección opuesta.


 El punto que cada uno debe decidir es, si es la mente mortal
12 o la Mente inmortal la causativa. Debiéramos
 abandonar la base de la materia por la Ciencia
 metafísica y su Principio divino.


15 Todo lo que proporciona la semblanza de una idea
 gobernada por su Principio nos incita a pensar. Por medio
 de la astronomía, la historia natural, la química, la música, la
18 matemática, el pensamiento pasa naturalmente del efecto de
 vuelta a la causa.


 Los estudios académicos apropiados son necesarios. La
21 observación, la inventiva, el estudio y el pensamiento original
 son expansivos y debieran promover el crecimiento de la mente
 mortal fuera de sí misma, fuera de todo lo que es mortal.


24 Es la maraña de barbarismos de la enseñanza lo que
 deploramos, el mero dogma, la teoría especulativa, la ficción
 nauseabunda. Las novelas, notables sólo por sus cuadros
27 exagerados, ideales imposibles y ejemplos de depravación,
 llenan a nuestros jóvenes lectores con gustos y sentimientos
 equivocados. El comercialismo literario está rebajando el
30 estándar intelectual para conformar el bolsillo y satisfacer
 una frívola demanda de diversión en vez de una de supera-
 ción. Los puntos de vista incorrectos rebajan el estándar de
33 la verdad.



Página 196



1 Si el conocimiento materialista es poder, no es sabiduría.
 No es más que una fuerza ciega. El hombre ha buscado
3 “muchas perversiones”, mas todavía no ha encontrado que
 es verdad que el conocimiento puede salvarlo de los terribles
 efectos del conocimiento. El poder de la mente mortal sobre
6 su propio cuerpo es poco comprendido.


 Es mejor el sufrimiento que despierta la mente mortal
 de su sueño carnal, que los falsos placeres que
9 tienden a perpetuar este sueño. Sólo el pecado destruido


 trae la muerte, pues el pecado es el único ele-
 mento de destrucción.


12 “Temed... a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo
 en el infierno”, dijo Jesús. Un estudio cuidadoso de este texto
 muestra que aquí la palabra alma significa un sentido falso o
15 consciencia material. El mandato fue una advertencia para
 guardarse, no de Roma, Satanás ni de Dios, sino del pecado.
 La enfermedad, el pecado y la muerte no son concomitantes
18 de la Vida o la Verdad. Ninguna ley los apoya. No tienen
 ninguna relación con Dios con la cual establecer su poder.
 El pecado hace su propio infierno, y la bondad su propio cielo.


21 Los libros que eliminan de la mente mortal la enfermedad
 —y borran así las imágenes y los pensamien-
 tos de enfermedad, en lugar de grabarlos con
24 descripciones contundentes y detalles médicos— ayudarán a
 disminuir la enfermedad y a destruirla.


 Más de un caso irremediable de enfermedad es inducido
27 por un solo examen post mórtem, no por infección ni
 por contacto con un virus material, sino por el temor a la
 enfermedad y por la imagen presentada ante la mente; es un
30 estado mental, que luego es delineado en el cuerpo.


 La prensa sin darse cuenta propaga muchos pesares y
 enfermedades entre la familia humana. Esto lo hace al dar



Página 197



1 nombres a las enfermedades y al publicar largas descripciones
 que reflejan nítidamente imágenes de enfermedad en el pensa-
3 miento. Un nombre nuevo para una dolencia
 afecta a la gente como un nombre parisiense


 para una vestimenta de moda. Todos se apre-
6 suran a obtenerla. La descripción minuciosa de una enfer-
 medad les cuesta a muchos el bienestar de sus días terrenales.
 ¡Qué precio por el conocimiento humano! Pero el precio no
9 excede el costo original. Dios dijo del árbol del conoci-
 miento, que produce el fruto del pecado, la enfermedad y la
 muerte: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”.


12 Cuanto menos se diga de la estructura y de las leyes
 físicas, y más se piense y se diga acerca de la ley Estándares más
 moral y espiritual, más elevado será el estándar elevados para


15 de vida y más serán alejados los mortales de la
 imbecilidad o de la enfermedad.


 Debiéramos dominar el temor en vez de cultivarlo. Fue
18 la ignorancia de nuestros antepasados en el área de los cono-
 cimientos, ahora difundidos en la tierra, lo que los hizo más
 resistentes que nuestros diestros fisiólogos, más honestos que
21 nuestros melifluos políticos.


 Se nos dice que el alimento simple que comían nuestros
 antepasados los ayudaba a mantenerse saludables, pero eso
24 es un error. Su dieta no curaría la dispepsia en Dieta y
 esta época. Con reglas de salud en la cabeza y
 los alimentos más digeribles en el estómago, aún así habría
27 dispépticos. Muchas de las constituciones físicas endebles de
 nuestros días jamás se robustecerán hasta que las opiniones
 individuales mejoren y la creencia mortal pierda alguna parte
30 de su error.


 La mente del doctor llega a la de su paciente. El doctor
 debiera reprimir su temor a la enfermedad, o su creencia en la
33 realidad y la fatalidad de esta dañará a sus pacientes aun más



Página 198



1 que su calomel y su morfina, pues el estrato más elevado de
 la mente mortal tiene en creencia más poder para dañar al
3 hombre que el sustrato, la materia. Un paciente Daño causado
 escucha el fallo del doctor como un criminal
 escucha su sentencia de muerte. El paciente puede parecer
6 calmado ante esto, pero no lo está. Su entereza quizás lo
 sostenga, pero su temor, que ya ha desarrollado la enfermedad
 que está ganando el dominio, es aumentado por las palabras
9 del médico.


 El doctor materialista, aunque humanitario, es un
 artista que delinea su pensamiento relativo a la enfermedad,
12 y luego completa sus dibujos con diseños de los La enfermedad
 libros de texto. Es mejor evitar que se forme la retratada
 enfermedad en la mente mortal y que después aparezca en el
15 cuerpo; pero hacer esto requiere atención. El pensamiento
 de enfermedad es formado antes que uno vea a un doctor y
 antes que el doctor se disponga a disiparla mediante un
18 contrairritante, quizás mediante un emplasto, mediante la
 aplicación de un cáustico o aceite de ricino, o mediante una
 operación quirúrgica. Por otra parte, dando otra dirección a
21 la fe, el médico prescribe medicamentos, hasta que la elastici-
 dad del pensamiento mortal fortuitamente causa una vigo-
 rosa reacción sobre sí mismo, y reproduce un cuadro de
24 formaciones saludables y armoniosas.


 La creencia del paciente es más o menos moldeada y
 formada por la creencia de su doctor en el caso, aunque el
27 doctor no diga nada para apoyar su teoría. Sus pensamientos
 y los de su paciente se entremezclan, y los pensamientos más
 fuertes dominan los más débiles. De ahí la importancia de
30 que los doctores sean Científicos Cristianos.


 Si bien los músculos del herrero están sumamente
 desarrollados, no se deduce que el ejercicio ha
33 producido este resultado o que el brazo que se la materia
 usa menos tiene que ser débil. Si la materia fuese la causa



Página 199



1 de la acción, y si los músculos, sin la volición de la mente
 mortal, pudieran levantar el martillo y golpear el yunque,
3 podría creerse que es cierto que el martilleo desarrolla los
 músculos. El martinete no aumenta de tamaño por el ejer-
 cicio. ¿Por qué no, ya que los músculos son tan materiales
6 como la madera y el hierro? Porque nadie cree que la mente
 está produciendo tal resultado en el martillo.


 Los músculos no obran por sí mismos. Si la mente no
9 los mueve, están inmóviles. De ahí la gran verdad de que la
 Mente sola desarrolla y fortalece al hombre por medio de su
 mandato, en razón de que ella exige poder y lo proporciona.
12 No es debido al ejercicio muscular, sino por causa de la fe del
 herrero en el ejercicio, que su brazo se vuelve más fuerte.


 Los mortales desarrollan sus propios cuerpos o los
15 enferman, según los influencien mediante la mente mortal.
 Saber si este desarrollo es producido consciente Temor latente
 o inconscientemente es de menor importancia
18 que un conocimiento del hecho. Las proezas del gimnasta
 comprueban que ha dominado latentes temores mentales.
 La devoción del pensamiento a un logro honesto hace el
21 logro posible. Las excepciones sólo confirman esta regla,
 comprobando que el fracaso es ocasionado por una fe dema-
 siado débil.


24 Si Blondin hubiese creído que era imposible caminar
 por la cuerda sobre los abismos de agua del Niágara, jamás
 podría haberlo hecho. Su creencia de que podía hacerlo dio a
27 sus fuerzas-pensamiento, llamadas músculos, la flexibilidad
 y el poder que el no científico pudiera atribuir a un aceite
 lubricante. Su temor debe haber desaparecido antes que su
30 poder de llevar a cabo su resolución pudiera aparecer.


 Cuando Homero cantaba acerca de los dioses griegos, el



Página 200



1 Olimpo estaba a oscuras, pero mediante sus versos los dioses
 adquirieron vida en la creencia de una nación. La adoración
3 pagana empezó con la musculatura, pero la ley Homero y
 del Sinaí elevó el pensamiento al cántico de
 David. Moisés hizo avanzar una nación a la adoración de Dios
6 en Espíritu en vez de materia, e ilustró las grandes capacidades
 humanas del ser concedidas por la Mente inmortal.


 Quienquiera que sea incompetente para explicar el Alma
9 haría bien en no emprender la explicación del cuerpo. La Vida
 es, siempre ha sido, y siempre será independiente Un mortal no
 de la materia; pues la Vida es Dios, y el hombre es el hombre
12 es la idea de Dios, no formado materialmente, sino espiritual-
 mente, y no sujeto a la descomposición y al polvo. El Salmista
 dijo: “Le hiciste señorear sobre las obras de Tus manos; todo
15 lo pusiste debajo de sus pies”.


 La gran verdad en la Ciencia del ser de que el hombre
 verdadero era, es, y siempre será perfecto, es incontrovertible;
18 pues si el hombre es la imagen, el reflejo, de Dios, no está
 invertido ni subvertido, sino que es recto y semejante a Dios.


 El supuesto antípoda del Espíritu divino e infinito es lo
21 así llamado alma o espíritu humanos, en otras palabras, los
 cinco sentidos, la carne que lucha contra el Espíritu. Estos
 así llamados sentidos materiales tienen que ceder al Espíritu
24 infinito, denominado Dios.


 San Pablo dijo: “Pues me propuse no saber entre
 vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”
27 (1 Cor. 2:2). La Ciencia Cristiana dice: Me propongo no
 saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este
 glorificado.





Página 201


Capítulo 8 — Los pasos de la Verdad



Señor, acuérdate del oprobio de Tus siervos;
oprobio de muchos pueblos,
que llevo en mi seno.
Porque Tus enemigos, oh Jehová, han deshonrado,
porque Tus enemigos han deshonrado
los pasos de Tu ungido. — Salmos.


1 El mejor sermón jamás predicado es la Verdad practicada
 y demostrada mediante la destrucción del pecado,
3 la enfermedad y la muerte. Sabiendo eso y
 sabiendo también que un único afecto sería
 supremo en nosotros y dirigiría nuestras vidas, Jesús dijo:
6 “Ninguno puede servir a dos señores”.


 No podemos edificar con seguridad sobre fundamentos
 falsos. La Verdad hace una nueva criatura, en quien las cosas
9 viejas pasan y “todas son hechas nuevas”. Las pasiones, el
 egoísmo, los falsos apetitos, el odio, el temor, toda sensualidad,
 ceden a la espiritualidad, y la superabundancia del ser está
12 del lado de Dios, el bien.


 No podemos llenar vasijas que ya están llenas. Primero
 deben ser vaciadas. Desnudemos el error.
15 Entonces, cuando soplen los vientos de Dios,
 no nos arrebujaremos con nuestros harapos.


 La manera de extraer el error de la mente mortal es verter
18 la verdad mediante inundaciones de Amor. La perfección
 cristiana no se logra sobre ninguna otra base.


 Injertar lo santo en lo profano, suponer que el pecado



Página 202



1 pueda ser perdonado sin que se lo abandone, es tan insensato
 como colar mosquitos y tragar camellos.


3 La unidad científica que existe entre Dios y el hombre
 tiene que ser forjada en la práctica de la vida, y la voluntad
 de Dios tiene que hacerse universalmente.


6 Si los hombres aportaran al estudio de la Ciencia de la
 Mente la mitad de la fe que conceden a los así llamados
 dolores y placeres del sentido material, no irían Estudio de
9 de mal en peor, hasta ser disciplinados con la
 prisión y el patíbulo; sino que toda la familia humana sería
 redimida por medio de los méritos del Cristo, por medio de
12 la percepción y la aceptación de la Verdad. Para este glorioso
 resultado la Ciencia Cristiana enciende la antorcha de la
 comprensión espiritual.


15 Fuera de esta Ciencia todo es mutable; mas el hombre
 inmortal, en concordancia con el Principio divino de su ser,
 Dios, ni peca ni sufre ni muere. Los días de
18 nuestro peregrinaje se multiplicarán en lugar
 de disminuir, cuando el reino de Dios venga en la tierra;
 porque el camino verdadero conduce a la Vida en vez de a la
21 muerte, y la experiencia terrenal revela la naturaleza finita
 del error y las capacidades infinitas de la Verdad, en las cuales
 Dios da al hombre señorío sobre toda la tierra.


24 Nuestras creencias acerca de un Ser Supremo contradicen
 la práctica que surge de ellas. El error abunda donde la Verdad
 debiera “sobreabundar”. Admitimos que Dios Creencia y
27 tiene poder absoluto, es “nuestro pronto auxilio práctica
 en las tribulaciones”, y sin embargo, confiamos en un medi-
 camento o en el hipnotismo para sanar la enfermedad, como
30 si la materia insensible o la mente mortal que yerra, tuviera
 más poder que el Espíritu omnipotente.


 La opinión común admite que un hombre puede res­
33 friarse al hacer el bien, y que este resfriado puede producir



Página 203



1 una enfermedad pulmonar fatal; como si el mal pudiera
 sojuzgar la ley del Amor e impedir la recompensa Segura
3 por hacer el bien. En la Ciencia del cristianismo, recompensa


 la Mente —la omnipotencia— tiene todo-poder,
 asigna segura recompensa a la justicia y muestra que la materia
6 no puede sanar ni hacer enfermar, crear ni destruir.


 Si comprendiésemos a Dios en vez de meramente creer en
 Él, esta comprensión establecería la salud. La acusación de
9 los rabinos: “Se hizo a sí mismo Hijo de Dios”,
 fue realmente la justificación de Jesús, pues
 para el cristiano el único espíritu verdadero es semejante a
12 Dios. Este pensamiento incita a una adoración y una abnega-
 ción más exaltadas. La percepción espiritual revela las
 posibilidades del ser, destruye la confianza en todo lo que no
15 sea Dios y así hace al hombre la imagen de su Hacedor de
 hecho y en verdad.


 Estamos propensos a creer ya sea en más de un Gobernante
18 Supremo o en algún poder inferior a Dios. Nos imaginamos
 que la Mente puede ser aprisionada en un cuerpo sensorio.
 Cuando el cuerpo material se ha desintegrado, cuando el mal
21 ha sobrecargado la creencia de vida en la materia y la ha
 destruido, entonces los mortales creen que el Principio
 imperecedero, o Alma, escapa de la materia y sigue viviendo;
24 pero esto no es cierto. La muerte no es una pasadera hacia
 la Vida, la inmortalidad y la bienaventuranza. Suicidio y
 El así llamado pecador es un suicida. El pecado pecado
27 mata al pecador y seguirá matándolo en tanto continúe
 pecando. La espuma y la furia del vivir ilegítimo y del terror
 y la tristeza del morir debieran desaparecer en las riberas del
30 tiempo; entonces las olas del pecado, del pesar y de la muerte
 baten en vano.


 Dios, el bien divino, no mata a un hombre con el fin de
33 darle Vida eterna, pues Dios solo es la vida del hombre. Dios



Página 204



1 es al mismo tiempo el centro y la circunferencia del ser.
 Es el mal que muere; el bien no muere.


3 Todas las formas del error apoyan las falsas conclusiones
 de que hay más de una Vida, que la historia material es tan
 real y viviente como la historia espiritual, que
6 el error mortal es tan definitivamente mental


 como la Verdad inmortal; y que hay dos entida-
 des y seres separados y antagónicos, dos poderes —a saber,
9 el Espíritu y la materia— que resultan en una tercera persona
 (el hombre mortal), quien lleva a cabo las ilusiones del
 pecado, la enfermedad y la muerte.


12 Se admite que el primer poder es el bien, una inteligencia
 o Mente denominada Dios. El segundo así llamado poder,
 el mal, es la desemejanza del bien. No puede, por tanto, ser
15 mente aunque así se lo llame. El tercer poder, el hombre
 mortal, es una supuesta mezcla del primero y el segundo
 de esos poderes antagónicos, la inteligencia y la falta de
18 inteligencia, del Espíritu y la materia.


 Tales teorías son evidentemente erróneas. No pueden
 jamás resistir la prueba de la Ciencia. Juzgándolas por sus
21 frutos, son malas. ¿Cuándo comprenderán las
 épocas el Ego, y se darán cuenta de que no hay científicas
 más que un único Dios, una única Mente o inteligencia?


24 Las teorías falsas y que se imponen a sí mismas han dado
 a los pecadores la noción de que ellos pueden crear lo que
 Dios no puede, a saber, mortales pecadores a imagen de Dios,
27 así usurpando el nombre sin la naturaleza de la imagen o
 reflejo de la Mente divina; pero en la Ciencia nunca puede
 decirse que el hombre tiene una mente propia, distinta de
30 Dios, el todo Mente.


 La creencia de que Dios vive en la materia es panteísta.
 El error, que dice que el Alma está en el cuerpo, la Mente está
33 en la materia, y el bien está en el mal, debe desdecir eso y dejar



Página 205



1 de hacer tales declaraciones; de lo contrario, Dios continuará
 estando oculto para la humanidad, y los mortales pecarán
3 sin saber que están pecando, se apoyarán en la materia en
 lugar del Espíritu, tropezarán por la cojera, se caerán por la
 borrachera, se consumirán con enfermedades, todo por su
6 ceguera, su falso sentido acerca de Dios y el hombre.


 ¿Cuándo será desenmascarado el error de creer que hay
 vida en la materia y que el pecado, la enfermedad y la muerte
9 son creaciones de Dios? ¿Cuándo se compren-
 derá que la materia no tiene ni inteligencia, vida, perfecta
 ni sensación, y que la creencia opuesta es la fuente prolífica
12 de todo sufrimiento? Dios creó todo por medio de la Mente,
 e hizo todo perfecto y eterno. ¿Dónde está entonces, la
 necesidad de la recreación o la procreación?


15 Envueltos en las nieblas del error (el error de creer que
 la materia pueda ser inteligente para bien o mal), podemos
 obtener claras vislumbres de Dios sólo a medida Percepción
18 que las nieblas se disipan, o a medida que se


 disuelven hasta tal tenuidad que percibimos la
 imagen divina en alguna palabra o hecho que indica la idea
21 verdadera: la supremacía y realidad del bien, la nada e irreali-
 dad del mal.


 Cuando nos damos cuenta de que hay sólo una Mente,
24 la ley divina de amar a nuestro prójimo como a nosotros
 mismos es revelada; mientras que una creencia
 en muchas mentes gobernantes impide la incli-
27 nación normal del hombre hacia la Mente única, el Dios único,
 y guía el pensamiento humano por conductos opuestos
 donde reina el egoísmo.


30 El egoísmo inclina la balanza de la existencia humana
 hacia el lado del error, no hacia la Verdad. La negación de la
 unidad de la Mente arroja nuestro peso, no en el platillo del
33 Espíritu, Dios, el bien, sino en el de la materia.


 Cuando comprendemos plenamente nuestra relación con



Página 206



1 el Divino, no podemos tener ninguna otra Mente que la Suya,
 ningún otro Amor, sabiduría o Verdad, ningún otro sentido
3 de la Vida, y ninguna consciencia de la existencia de la
 materia o error.


 El poder de la voluntad humana debiera ser ejercido
6 únicamente en subordinación a la Verdad; de lo contrario,
 guiará mal el juicio y soltará las propensiones
 más bajas. Es de la incumbencia del sentido


9 espiritual gobernar al hombre. El pensamiento
 humano, material y que yerra, actúa perjudicialmente sobre
 el cuerpo y por medio de él.


12 La fuerza de voluntad es capaz de todo mal. Nunca
 puede sanar a los enfermos, porque es la oración del injusto;
 mientras que el ejercicio de los sentimientos —la esperanza,
15 la fe, el amor— es la oración del justo. Esta oración, gobernada
 por la Ciencia en vez de los sentidos, sana a los enfermos.


 En la relación científica entre Dios y el hombre, encontra-
18 mos que todo lo que bendice a uno bendice a todos, como lo
 mostró Jesús con los panes y los peces, por ser el Espíritu, no
 la materia, la fuente de provisión.


21 ¿Envía Dios la enfermedad, dando a la madre un hijo por
 el breve espacio de unos pocos años, y luego quitándoselo
 por medio de la muerte? ¿Está Dios creando de El nacimiento
24 nuevo lo que ya ha creado? Las Escrituras son


 terminantes sobre este punto, declarando que
 Su obra fue acabada, que nada es nuevo para Dios y que esa
27 obra era buena.


 ¿Puede haber nacimiento o muerte para el hombre, la
 imagen y semejanza espiritual de Dios? En lugar de enviar
30 la enfermedad y la muerte, Dios las destruye, y saca a luz la
 inmortalidad. La Mente omnipotente e infinita hizo todo e
 incluye todo. Esta Mente no comete equivocaciones y pos-
33 teriormente las corrige. Dios no hace que el hombre peque,
 esté enfermo o muera.


 Hay creencias malas, llamadas a menudo espíritus malos;



Página 207



1 pero estos males no son el Espíritu, pues no hay mal en el
 Espíritu. Puesto que Dios es Espíritu, el mal se hace más
3 aparente y detestable en la proporción en que
 avanzamos espiritualmente, hasta que desapa-
 rece de nuestras vidas. Este hecho comprueba nuestra posi-
6 ción, porque toda declaración científica en el cristianismo
 tiene su prueba. Un error en la declaración conduce a un
 error en la acción.


9 Dios no es el creador de una mente malvada. Por cierto,
 el mal no es la Mente. Tenemos que aprender que el mal es el
 horrible engaño e irrealidad de la existencia.
12 El mal no es supremo; el bien no está indefenso; del mal
 ni son primarias las así llamadas leyes de la materia y secun-
 daria la ley del Espíritu. Sin esta lección, perdemos de vista
15 al Padre perfecto, o el Principio divino del hombre.


 El cuerpo no es lo primero y el Alma lo último, ni es el
 mal más poderoso que el bien. La Ciencia del
18 ser repudia las imposibilidades evidentes de
 por sí, tal como la amalgamación de la Verdad y el error en
 causa o efecto. La Ciencia separa la cizaña del trigo al
21 tiempo de la siega.


 Sólo hay una única causa primaria. Por lo tanto, no puede
 haber efecto de ninguna otra causa, y no puede haber realidad
24 en nada que no proceda de esta causa grande y Una sola
 única. El pecado, la enfermedad, la dolencia y la causa primaria
 muerte no pertenecen a la Ciencia del ser. Ellos son los errores
27 que presuponen la ausencia de la Verdad, la Vida o el Amor.


 La realidad espiritual es el hecho científico en todas las
 cosas. El hecho espiritual, repetido en la acción del hombre
30 y de todo el universo, es armonioso y es el ideal de la Verdad.
 Los hechos espirituales no están invertidos; la discordia
 opuesta, que no tiene ninguna semejanza con la espiritualidad,
33 no es real. La única evidencia de esta inversión es obtenida



Página 208



1 del error supuesto, el cual no ofrece ninguna prueba de Dios,
 el Espíritu, o de la creación espiritual. El sentido material
3 define todas las cosas materialmente, y tiene un sentido finito
 de lo infinito.


 Las Escrituras dicen: “En Él vivimos, y nos movemos, y
6 tenemos nuestro ser”.* ¿Qué es entonces este aparente poder,
 independiente de Dios, que causa la enfermedad Autoridad
 y la cura? ¿Qué es, sino un error de creencia,


9 una ley de la mente mortal, equivocada en todo
 sentido, abrazando el pecado, la enfermedad y la muerte? Es el
 antípoda mismo de la Mente inmortal, de la Verdad y de la ley
12 espiritual. No está de acuerdo con la bondad del carácter de
 Dios que Él haga enfermar al hombre, luego deje que el hombre
 se sane a sí mismo; es absurdo suponer que la materia pueda
15 tanto causar la enfermedad como curarla o que el Espíritu,
 Dios, produzca la enfermedad y deje el remedio a la materia.


 John Young, de Edimburgo, escribe: “Dios es el padre de
18 la mente y de nada más”. Tal declaración es la “voz del que
 clama en el desierto” de las creencias humanas y prepara
 el camino de la Ciencia. Aprendamos de lo real y eterno, y
21 preparémonos para el reino del Espíritu, el reino de los cielos,
 el reino y gobierno de la armonía universal, que no puede
 perderse ni permanecer invisible para siempre.


24 La Mente, no la materia, es causalidad. Un cuerpo mate-
 rial sólo expresa una mente material y mortal. Un hombre
 mortal posee este cuerpo, y lo hace armonioso La enferme­dad
27 o discordante de acuerdo con las imágenes de


 pensamiento grabadas en él. Abrazas tu cuerpo
 en tu pensamiento, y debieras delinear en él pensamientos
30 de salud, no de enfermedad. Debieras expulsar todos los
 pensamientos de enfermedad y pecado y de otras creencias
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 209



1 incluidas en la materia. El hombre, al ser inmortal, tiene una
 vida perfecta e indestructible. Es la creencia mortal lo que
3 hace el cuerpo discordante y enfermo en la proporción en
 que la ignorancia, el temor o la voluntad humana gobierna a
 los mortales.


6 La Mente, suprema sobre todas sus formaciones y gober-
 nándolas todas, es el sol central de sus propios sistemas de
 ideas, la vida y la luz de toda su vasta creación; Totalidad de
9 y el hombre es tributario a la Mente divina. El
 cuerpo o la mente material y mortal no es el hombre.


 El mundo se desplomaría sin la Mente, sin la inteligencia
12 que mantiene los vientos en sus puños. Ni la filosofía ni el
 escepticismo pueden impedir la marcha de la Ciencia que
 revela la supremacía de la Mente. El inmanente sentido del
15 poder-Mente realza la gloria de la Mente. La cercanía, no la
 distancia, da encanto a esta vista.


 Los minerales compuestos o el conjunto de sustancias
18 que componen la tierra, las relaciones que las masas consti-
 tuyentes mantienen entre sí, las magnitudes,
 distancias y revoluciones de los cuerpos celes-
21 tes, no tienen importancia verdadera, cuando recordamos
 que todos ellos tienen que dar lugar al hecho espiritual por la
 traducción del hombre y el universo nuevamente al Espíritu.
24 En la proporción en que esto se haga, se encontrará que el
 hombre y el universo son armoniosos y eternos.


 Las sustancias materiales o formaciones terrenales, los
27 cálculos astronómicos y toda la parafernalia de las teorías
 especulativas, basadas en las hipótesis de leyes materiales, o
 de vida e inteligencia residentes en la materia, se desvanece-
30 rán finalmente, sorbidos en el cálculo infinito del Espíritu.


 El sentido espiritual es una capacidad consciente y cons-
 tante de comprender a Dios. Muestra la superioridad de la fe



Página 210



1 por las obras sobre la fe en las palabras. Sus ideas son expre-
 sadas sólo en “nuevas lenguas”; y estas son interpretadas
3 mediante la traducción del original espiritual al lenguaje que
 el pensamiento humano pueda comprender.


 El Principio y la prueba del cristianismo son discernidos
6 mediante el sentido espiritual. Están expuestos en las
 demostraciones de Jesús, que muestran —por
 su curación de los enfermos, expulsión de los


9 males y destrucción de la muerte, “el postrer
 enemigo que será destruido”— su desestimación de la materia
 y sus así llamadas leyes.


12 Sabiendo que el Alma y sus atributos eran manifestados
 eternamente por medio del hombre, el Maestro sanaba a los
 enfermos, daba vista a los ciegos, oído a los sordos, pies a los
15 cojos, sacando a luz así la acción científica de la Mente divina
 sobre mentes y cuerpos humanos y dando una mejor com-
 prensión del Alma y la salvación. Jesús sanaba la enfermedad
18 y el pecado mediante el mismo y único proceso metafísico.


 La expresión mente mortal realmente es un solecismo,
 pues la Mente es inmortal, y la Verdad traspasa el error
21 de la mortalidad como un rayo de sol penetra
 la nube. Debido a que, en obediencia a la ley
 inmutable del Espíritu, esta así llamada mente se destruye a
24 sí misma, la denomino mortal. El error siembra vientos y
 recoge torbellinos.


 Lo que se llama materia, al no tener inteligencia, no puede
27 decir: “Sufro, muero, estoy enferma o estoy bien”. Es la así
 llamada mente mortal la que proclama esto y
 a la que le parece que realiza sus pretensiones.
30 Para el sentido mortal, el pecado y el sufrimiento son reales,
 pero el sentido inmortal no incluye ningún mal ni pestilencia.
 Debido a que el sentido inmortal no tiene error de sentido,
33 no tiene sentido de error; por lo tanto no tiene un elemento
 destructivo.



Página 211



1 Si el cerebro, los nervios, el estómago, son inteligentes
 —si nos hablan, nos dicen su condición e informan cómo
3 se sienten— entonces el Espíritu y la materia, la Verdad y el
 error, se entremezclan y producen la enfermedad y la salud,
 el bien y el mal, la vida y la muerte; ¿y quién dirá si es la
6 Verdad o el error el mayor?


 Las sensaciones del cuerpo tienen que ser, o bien las
 sensaciones de una así llamada mente mortal o las de la
9 materia. Los nervios no son mente. ¿No es
 comprobable que la Mente no es mortal y que la tiene sensación
 materia no tiene sensación? ¿No es igualmente cierto que
12 la materia no aparece en la comprensión espiritual del ser?


 La sensación de enfermedad y el impulso de pecar
 parecen encontrarse en la mente mortal. Cuando brota una
15 lágrima, ¿no es esta así llamada mente la que produce el
 efecto visible en la glándula lacrimal? Sin la mente mortal,
 la lágrima no podría aparecer; y esta acción muestra la
18 naturaleza de todo lo así llamado causa y efecto materiales.


 Ya no debiera decirse en Israel que “los padres comieron
 las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera”.
21 La simpatía hacia el error debiera desaparecer. La Ciencia
 hace imposible la transmisión de pensamientos de una mente
 que yerra a otra.


24 Si es verdad que los nervios tienen sensación, que la
 materia tiene inteligencia, que el organismo material es lo
 que causa que los ojos vean y los oídos oigan,
27 entonces, cuando el cuerpo se desmaterializa,
 estas facultades tienen que perderse, porque su inmortalidad
 no está en el Espíritu; mientras que el hecho es que sólo por la
30 desmaterialización y espiritualización del pensamiento puede
 concebirse que estas facultades son inmortales.


 Los nervios no son la fuente del dolor o del placer. Sufrimos



Página 212



1 o gozamos en nuestros sueños, pero este dolor o placer no es
 comunicado por medio de un nervio. Un diente que ha sido
3 extraído a veces vuelve a doler en la creencia y el dolor parece
 estar en su antiguo lugar. Un miembro que ha sido ampu-
 tado ha continuado en la creencia causando dolor a su dueño.
6 Si la sensación de dolor en el miembro puede volver, puede
 prolongarse, ¿por qué no puede reaparecer el miembro?


 ¿Por qué ha de venir el dolor, en vez del placer, a este
9 sentido mortal? Porque el recuerdo del dolor es más vívido
 que el recuerdo del placer. He visto un intento inconsciente
 de rascar la punta de un dedo amputado hacía varios meses.
12 Cuando ya no está el nervio que decimos que había ocasio-
 nado el dolor, y el dolor aún persiste, se comprueba que la
 sensación está en la mente mortal, no en la materia. Revierte
15 el proceso; quita esta así llamada mente en vez de un pedazo
 de carne, y los nervios no tienen sensación.


 Los mortales tienen un método propio, que no es dirigido
18 ni sostenido por Dios. Producen una rosa por medio de
 semilla y tierra, y ponen la rosa en contacto con Falsedades
 los nervios olfatorios para olerla. En la presti-
21 digitación y el crédulo frenesí, los mortales creen que espíri-
 tus invisibles producen las flores. Sólo Dios crea y viste los
 lirios del campo, y esto lo hace por medio de la Mente, no de
24 la materia.


 Debido a que todos los métodos de la Mente no son
 comprendidos, decimos que los labios o las manos han de
27 moverse para comunicar el pensamiento, que
 las ondas del aire transmiten el sonido, y posi-


 blemente que otros métodos entrañan los así
30 llamados milagros. Las realidades del ser, su acción normal
 y el origen de todas las cosas son invisibles para el sentido
 mortal; mientras que los movimientos irreales e imitativos de la
33 creencia mortal, que quisieran revertir el método y la acción



Página 213



1 inmortales, son considerados como reales. Quienquiera que
 contradiga esta suposición de la mente mortal acerca de la
3 realidad es llamado un engañador, o se dice que está engañado.
 Se ha dicho de un hombre: “Cual es su pensamiento en su
 corazón, tal es él”; de ahí que como comprende espiritualmente
6 un hombre, tal es él en verdad.


 La mente mortal concibe alguna cosa como líquida o sólida
 y luego la clasifica materialmente. Los hechos inmortales y
9 espirituales existen aparte de esta concepción
 mortal y material. Dios, el bien, existe y se
 expresa por Sí mismo, aunque sea indefinible como un todo.
12 Cada paso hacia la bondad es un alejamiento de la materiali-
 dad y es una tendencia hacia Dios, el Espíritu. Las teorías
 materiales paralizan parcialmente esta atracción hacia el bien
15 infinito y eterno mediante una atracción opuesta hacia lo
 finito, temporario y discordante.


 El sonido es una impresión mental hecha en la creencia
18 mortal. El oído realmente no oye. La Ciencia divina revela
 que el sonido es comunicado mediante los sentidos del Alma,
 mediante la comprensión espiritual.


21 Mozart sentía más de lo que expresaba. El éxtasis de sus
 más grandiosas sinfonías jamás fue oído. Fue un músico
 superior a lo que el mundo conocía. Esto era


24 aún más notablemente cierto con respecto a
 Beethoven, quien por mucho tiempo fue irre-
 mediablemente sordo. Las melodías y los sones mentales de la
27 música más dulce superan el sonido del que se está consciente.
 La música es el ritmo de la cabeza y del corazón. La mente
 mortal es el arpa de muchas cuerdas, que emite discordancia
30 o armonía, según sea humana o divina la mano que la tañe.


 Antes que el conocimiento humano se hundiera profun-
 damente en un falso sentido de las cosas —en una creencia en
33 orígenes materiales que desechan la Mente única y la verdadera



Página 214



1 fuente del ser— es posible que las impresiones provenientes
 de la Verdad fueran tan claras como el sonido, y que llegaran
3 como sonido a los profetas primitivos. Si el medio para oír es
 enteramente espiritual, es normal e indestructible.


 Si la percepción de Enoc hubiera estado confinada en la
6 evidencia ante sus sentidos materiales, jamás hubiera podido
 “caminar con Dios” ni ser guiado a la demostración de la
 vida eterna.


9 Adán, representado en las Escrituras como formado del
 polvo, es una lección objetiva para la mente humana. Los
 sentidos materiales, igual que Adán, se originan Adán y
12 en la materia y vuelven al polvo: se comprueba los sentidos
 que no tienen inteligencia. Salen como entraron, porque aún
 son el error, no la verdad del ser. Cuando se aprenda que el
15 sentido espiritual, y no el material, transmite las impresiones
 de la Mente al hombre, entonces el ser será comprendido y se
 hallará que es armonioso.


18 Nos postramos ante la materia, y abrigamos pensamientos
 finitos acerca de Dios como el idólatra pagano. Los mortales
 se inclinan a temer y a obedecer lo que consi-
21 deran un cuerpo material más que a un Dios
 espiritual. Todo conocimiento material, tal como el primi-
 tivo “árbol del conocimiento”*, les multiplica sus dolores,
24 pues las ilusiones mortales quisieran robar a Dios, matar al
 hombre, y mientras tanto quisieran aderezar su mesa con
 bocados caníbales y dar las gracias.


27 ¡Qué sentido tan transitorio es la vista mortal, si pensamos
 que una herida en la retina puede acabar con el poder de la luz
 y del cristalino! Pero la vista verdadera o el
30 sentido verdadero no se pierde. Ni la edad ni los del Alma
 accidentes pueden interferir los sentidos del Alma, y no existen
 otros sentidos que sean verdaderos. Es evidente que el cuerpo,
33 como materia, no tiene sensación propia, y no hay olvido para
 el Alma y sus facultades. Los sentidos del Espíritu no tienen
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 215



1 dolor, y están siempre en paz. Nada puede ocultarles la
 armonía de todas las cosas y el poder y la permanencia de
3 la Verdad.


 Si el Espíritu, el Alma, pudiera pecar o perderse, entonces
 el ser y la inmortalidad se perderían, junto con todas las
6 facultades de la Mente; pero el ser no puede
 perderse mientras Dios exista. El Alma y la
 materia están necesariamente en desacuerdo debido a sus
9 naturalezas opuestas. Los mortales no conocen la realidad de
 la existencia, porque la materia y la mortalidad no reflejan las
 verdades del Espíritu.


12 La visión espiritual no está subordinada a altitudes
 geométricas. Todo lo que es gobernado por Dios jamás está,
 ni por un instante, privado de la luz y el poder de la inteligen-
15 cia y la Vida.


 A veces somos llevados a creer que la oscuridad es tan real
 como la luz; pero la Ciencia afirma que la oscuridad es sólo
18 un sentido mortal de la ausencia de la luz, a
 cuya llegada la oscuridad pierde la apariencia
 de realidad. Así el pecado y el pesar, la enfermedad y la
21 muerte, son la supuesta ausencia de la Vida, Dios, y huyen
 como fantasmas del error ante la verdad y el amor.


 Con su prueba divina, la Ciencia revierte la evidencia del
24 sentido material. Toda cualidad y condición de la mortalidad
 se pierde, sorbida en la inmortalidad. El hombre mortal es el
 antípoda del hombre inmortal en origen, en existencia y en su
27 relación con Dios.


 Porque comprendía la superioridad e inmortalidad del
 bien, Sócrates no temió el veneno de la cicuta. La fe misma de
30 su filosofía desdeñó el temor físico. Habiendo
 buscado el estado espiritual del hombre, reco-
 noció la inmortalidad del hombre. La ignorancia y la mali-
33 cia de aquella época hubieran matado al venerable filósofo



Página 216



1 a causa de su fe en el Alma y su indiferencia por el cuerpo.


 ¿Quién dirá que el hombre está vivo hoy, pero que puede
3 estar muerto mañana? ¿Qué es lo que ha motivado a la Vida,
 Dios, a tan extraños resultados? Aquí cesan las La serpiente,
 teorías, y la Ciencia devela el misterio y resuelve el error
6 el problema del hombre. El error muerde el calcañar de la
 verdad, pero no puede matar la verdad. La Verdad hiere la
 cabeza del error, destruye el error. La espiritualidad asedia
9 abiertamente el materialismo. ¿De qué lado estamos peleando?


 La comprensión de que el Ego es la Mente, y de que
 hay una sola Mente o inteligencia, comienza de inmediato
12 a destruir los errores del sentido mortal y a
 proporcionar la verdad del sentido inmortal.
 Esta comprensión hace el cuerpo armonioso; hace de los
15 nervios, los huesos, el cerebro, etc., siervos, en lugar de amos.
 Si el hombre es gobernado por la ley de la Mente divina, su
 cuerpo está en sumisión a la Vida, la Verdad y el Amor
18 eternos. La gran equivocación de los mortales es suponer
 que el hombre, la imagen y semejanza de Dios, es a la vez
 materia y Espíritu, a la vez bueno y malo.


21 Si la decisión se dejara a los sentidos corporales, el mal
 parecería ser el amo del bien, y la enfermedad ser la regla de
 la existencia, mientras que la salud parecería la excepción, la
24 muerte lo inevitable, y la vida una paradoja. Pablo preguntó:
 “¿Qué concordia [tiene] Cristo con Belial?” (2 Corintios 6:15).


 Cuando dices: “El cuerpo del hombre es material”, yo
27 digo con Pablo: Desea más bien “estar [ausente] del cuerpo,
 y [presente] al Señor”. Abandona tu creencia
 material de que hay mente en la materia, y ten
30 una sola Mente, a saber, Dios; porque esta Mente forma



Página 217



1 su propia semejanza. La pérdida de la identidad del hombre
 por medio del entendimiento que la Ciencia confiere es
3 imposible; y la noción de tal posibilidad es más absurda que
 concluir que los tonos musicales individuales se pierden en
 el origen de la armonía.


6 Las escuelas médicas pueden informarnos que la obra
 sanadora de la Ciencia Cristiana y la conversión cristiana y
 experiencia peculiares de Pablo —que comprue-
9 ban que la Mente se distingue científicamente de de Pablo
 la materia— son indicios de condiciones mentales y corpo-
 rales innaturales, incluso de catalepsia e histeria; sin
12 embargo si acudimos a las Escrituras, ¿qué leemos? Pues
 esto: “¡El que guarda mi palabra, nunca verá muerte!” y
 “¡De aquí en adelante a nadie conocemos según la carne!”


15 Que los métodos científicos son superiores a otros, se ve
 por sus efectos. Una vez que has vencido una condición
 enfermiza del cuerpo por medio de la Mente, esa La fatiga
18 condición jamás recurre, y has ganado un punto es mental
 en la Ciencia. Cuando la mentalidad dé reposo al cuerpo,
 la próxima tarea te fatigará menos, porque estás resolviendo
21 el problema del ser en la metafísica divina; y en la proporción
 en que comprendas el control que la Mente tiene sobre la así
 llamada materia, serás capaz de demostrar este control.
24 El remedio científico y permanente para la fatiga es aprender
 el poder de la Mente sobre el cuerpo o sobre cualquier ilusión
 de cansancio físico, y así destruir esta ilusión, porque la
27 materia no puede estar cansada y sobrecargada.


 Dices: “El trabajo me fatiga”. Pero ¿qué es este me?
 ¿Es músculo o mente? ¿Cuál es el que está cansado y habla
30 así? Sin la mente, ¿podrían los músculos estar cansados?
 ¿Hablan los músculos, o hablas tú por ellos? La materia no



Página 218



1 es inteligente. La mente mortal lleva a cabo la conversación
 falsa, y aquello que afirma el cansancio, produjo ese cansancio.


3 Tú no dices que una rueda está fatigada; y sin embargo, el
 cuerpo es tan material como la rueda. Si no fuera por lo que
 la mente humana dice del cuerpo, el cuerpo,
6 igual que la rueda inanimada, nunca se cansaría. se fatiga
 Tener consciencia de la Verdad nos descansa más que horas
 de reposo en la inconsciencia.


9 Se supone que el cuerpo dice: “Estoy enfermo”. Los infor-
 mes de la enfermedad pueden formar una coalición con los
 informes del pecado, y decir: “Soy la malicia, la
12 lujuria, el apetito, la envidia, el odio”. Lo que


 hace que tanto el pecado como la enfermedad
 sean difíciles de curar es que la mente humana es la pecadora,
15 reacia a corregirse a sí misma, y cree que el cuerpo puede
 enfermarse independientemente de la mente mortal y que la
 Mente divina no tiene jurisdicción sobre el cuerpo.


18 ¿Por qué orar por la recuperación de los enfermos, si no
 tienes fe en la buena voluntad y capacidad de Dios para
 sanarlos? Si crees en Dios, ¿por qué sustituyes
21 con medicamentos el poder del Todopoderoso, afín al pecado
 y empleas medios que conducen sólo a modos materiales de
 obtener ayuda, en vez de volverte en la hora de necesidad hacia
24 Dios, el Amor divino, que es un socorro siempre presente?


 Trata una creencia en la enfermedad como tratarías el
 pecado, con rechazo súbito. Resiste la tentación de creer en la
27 materia como si fuera inteligente, como si tuviera sensación o
 poder.


 Las Escrituras dicen: “Los que esperan a Jehová... correrán,
30 y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. El significado
 de ese pasaje no se pervierte al aplicarlo literalmente a los
 momentos de fatiga, porque lo moral y lo físico son como uno
33 en sus resultados. Cuando despertemos a la verdad del ser,



Página 219



1 toda enfermedad, dolor, debilidad, cansancio, pesar, pecado,
 muerte, serán desconocidos, y el sueño mortal cesará para
3 siempre. Mi método de tratar la fatiga se aplica a todas las
 dolencias corporales, puesto que la Mente debería ser, y es,
 suprema, absoluta y definitiva.


6 En matemática, no multiplicamos cuando debiéramos
 restar, y luego decimos que el producto es correcto. Tampoco
 podemos decir en la Ciencia que los músculos
9 dan fuerzas, que los nervios dan dolor o placer, y resultado
 o que la materia gobierna, y luego esperar que el resultado sea
 la armonía. No son los músculos, los nervios, ni los huesos,
12 sino la mente mortal la que hace que todo el cuerpo esté
 “enfermo, y todo el corazón desfallecido”*; mientras que la
 Mente divina sana.


15 Cuando esto sea entendido, nunca afirmaremos con
 respecto al cuerpo lo que no deseamos ver manifestado.
 No llamaremos débil al cuerpo, si lo queremos fuerte; porque
18 la creencia en la debilidad tiene que encontrarse en la mente
 humana antes de que pueda manifestarse en el cuerpo, y la
 destrucción de la creencia será la eliminación de sus efectos.
21 La Ciencia no incluye reino de discordia, sino que gobierna
 armoniosamente. “El deseo”, dice el poeta, “es siempre padre
 del pensamiento”.


24 Podemos oír una dulce melodía y, sin embargo, malenten-
 der la ciencia que la gobierna. Aquellos que son sanados a
 través de la Ciencia metafísica, al no comprender Comienzo
27 el Principio de la curación, pueden malenten-
 derlo, y atribuir su recuperación a un cambio de aire o de dieta,
 sin rendirle a Dios el honor debido a Él solo. La inmunidad
30 completa contra la creencia en el pecado, el sufrimiento y la
 muerte puede que no se alcance en este período, pero podemos
 esperar una disminución de estos males; y este comienzo
33 científico está en la dirección correcta.
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 220



1 Oímos decir: “Diariamente hago ejercicios al aire libre.
 Tomo baños fríos para vencer una predisposición a resfriarme;
3 y sin embargo, tengo continuos resfriados,
 catarros y tos”. Tales admisiones debieran
 abrirle los ojos a la gente sobre la ineficacia de la higiene
6 material, e inducir a los sufrientes a buscar la causa y la cura
 en otras direcciones.


 El instinto es mejor que la razón mal dirigida, como lo
9 declara la naturaleza misma. La violeta alza sus ojos azules
 para saludar la primavera temprana. Las hojas aplauden cual
 adoradoras incansables de la naturaleza. El pinzón de las
12 nieves canta y se remonta entre ráfagas de viento; no tiene
 catarro por haberse mojado las patas, y consigue una residen-
 cia de verano con más facilidad que un nabab. La atmósfera
15 de la tierra, más benigna que la atmósfera de la mente mortal,
 le deja a esta el catarro. Los resfriados, la tos y el contagio son
 engendrados únicamente por las teorías humanas.


18 La mente mortal produce sus propios fenómenos, y luego
 los atribuye a otra cosa, como un gatito que se
 mira en el espejo y piensa que ve otro gatito.


21 Una vez un clérigo adoptó una dieta de pan y agua para
 aumentar su espiritualidad. Al encontrar que su salud se
 debilitaba, abandonó su abstinencia, y aconsejó a otros que
24 nunca recurrieran a la dietética para crecer en gracia.


 La creencia de que el ayuno o la comida abundante mejora
 a los hombres moral o físicamente es uno de los frutos del
27 “árbol del conocimiento del bien y del mal”*,
 del cual Dios dijo: “No comeréis de él”. La
 mente mortal forma todas las condiciones del cuerpo mortal
30 y controla el estómago, los huesos, los pulmones, el corazón,
 la sangre, etc., tan directamente como la volición o la volun-
 tad mueve la mano.
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 221



1 Conocí a una persona que desde la niñez adoptó el sistema
 de Graham para curar la dispepsia. Durante muchos años,
3 sólo comió pan y verduras, y no bebió más que Inanición y
 agua. Habiéndose agravado su dispepsia, decidió dispepsia
 que su dieta debía ser más estricta, y de ahí en adelante tomó
6 sólo una comida cada veinticuatro horas, esta comida consis-
 tía en una sola rebanada delgada de pan, sin agua. Su médico
 también le recomendó que no mojara su reseca garganta
9 hasta después de tres horas de haber comido. Pasó muchos
 penosos años hambriento y débil, casi en estado de inanición,
 y finalmente decidió morir, habiendo agotado la pericia de
12 los médicos, quienes bondadosamente le informaron que su
 única alternativa era ciertamente la muerte. En este punto la
 Ciencia Cristiana lo salvó, y ahora goza de perfecta salud, sin
15 vestigio alguno del antiguo padecimiento.


 Él aprendió que el sufrimiento y la enfermedad eran
 las creencias que los mortales se imponen a sí mismos y no
18 las verdades del ser; que Dios jamás decretó la enfermedad,
 jamás promulgó una ley por la cual el ayuno debiera ser un
 medio de obtener la salud. De ahí que la casi inanición no
21 es aceptable para la sabiduría, y está igualmente lejos de la
 Ciencia, en la cual el ser está sostenido por Dios, la Mente.
 Estas verdades, al abrirle los ojos, le aliviaron el estómago,
24 y comió sin sufrimiento, “dando gracias a Dios”; pero nunca
 disfrutó de su alimento como había imaginado que lo haría
 cuando, aún esclavo de la materia, pensaba en las ollas de
27 carne de Egipto, sintiendo el hambre de la niñez y sin estar
 disciplinado por la negación del yo y la Ciencia divina.


 Esta comprensión recién nacida, de que ni los alimentos
30 ni el estómago, sin el consentimiento de la
 mente mortal, pueden hacer que uno sufra,
 trae consigo otra lección: que la gula es una ilusión sensual,



Página 222



1 y que este fantasma de la mente mortal desaparece a medida
 que comprendemos mejor nuestra existencia espiritual y
3 ascendemos la escala de la vida.


 Esta persona aprendió que el alimento afecta el cuerpo
 sólo porque la mente mortal tiene sus métodos materiales de
6 operación, uno de los cuales es creer que el alimento apro-
 piado suministra nutrición y fuerza al organismo humano.
 También aprendió que la mente mortal hace un cuerpo
9 mortal, en tanto que la Verdad regenera esa mente carnal y
 alimenta el pensamiento con el pan de la Vida.


 El alimento tuvo menos poder para ayudarlo o perjudi-
12 carlo después que se valió del hecho de que la Mente gobierna
 al hombre, y que también tuvo menos fe en los así llamados
 placeres y dolores de la materia. Afanándose menos por lo
15 que había de comer o beber, consultando menos el estómago
 y más a Dios sobre la economía de vivir, recuperó sus fuerzas
 y peso rápidamente. Por muchos años había sido mantenido
18 vivo, según se creía, sólo por haberse adherido más estric-
 tamente a la higiene y a los medicamentos y, sin embargo,
 seguía enfermo todo el tiempo. Entonces abandonó los
21 medicamentos y la higiene material y quedó sano.


 Aprendió que un dispéptico estaba muy lejos de ser la
 imagen y semejanza de Dios, lejos de “[señorear] en los peces
24 del mar, en las aves de los cielos, en las bestias”, si comer un
 trozo de carne animal podía dominarlo. Finalmente llegó a
 la conclusión de que Dios jamás hizo un dispéptico, mientras
27 que el temor, la higiene, la fisiología y la física habían hecho
 que él lo fuera, en contra de los mandatos de Dios.


 Al buscar una cura para la dispepsia, no consultes en
30 manera alguna la materia, y come lo que te
 pongan delante “sin preguntar nada por moti-
 vos de conciencia”. Tenemos que destruir la creencia falsa de
33 que la vida y la inteligencia están en la materia, y plantarnos



Página 223



1 en lo que es puro y perfecto. Pablo dijo: “Andad en el Espíritu,
 y no satisfagáis los deseos de la carne”. Tarde o temprano
3 aprenderemos que las cadenas de la capacidad finita del
 hombre son forjadas por la ilusión de que él vive en el cuerpo,
 no en el Alma, en la materia, no en el Espíritu.


6 La materia no expresa el Espíritu. Dios es el Espíritu
 infinito y omnipresente. Si el Espíritu es todo y está en
 todas partes, ¿qué es y dónde está la materia?
9 Recuerda que la verdad es mayor que el error, que el cuerpo
 y no podemos poner lo mayor dentro de lo menor. El Alma
 es el Espíritu, y el Espíritu es mayor que el cuerpo. Si el
12 Espíritu alguna vez estuvo dentro del cuerpo, el Espíritu sería
 finito, y por lo tanto, no podría ser Espíritu.


 La pregunta: “¿Qué es la Verdad?” convulsiona el mundo.
15 Muchos están prontos para dar respuesta a esta pregunta con
 la seguridad que proviene de la comprensión;
 pero son más los que están cegados por sus
18 antiguas ilusiones y tratan de “demorar la respuesta”. “Si el
 ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo”.


 Los esfuerzos del error para responder esta pregunta
21 mediante alguna ología son vanos. La racionalidad espiritual
 y el libre pensamiento acompañan la Ciencia que está aproxi-
 mándose y no pueden ser reprimidos. Ellos emanciparán a la
24 humanidad, y reemplazarán los métodos no científicos y las
 así llamadas leyes.


 Las campanadas que debieran despertar el pensamiento
27 adormecido de su sueño erróneo son parcialmente desoídas;
 pero la final trompeta no ha sonado, o esto no
 sería así. Maravillas, calamidades y pecados
30 abundarán mucho más a medida que la verdad urja a los
 mortales con sus reivindicaciones resistidas; pero la terrible
 osadía del pecado destruye el pecado, y presagia el triunfo de
33 la verdad. Dios hará que haya trastorno, hasta que “venga
 Aquel cuyo es el derecho”. La longevidad está aumentando



Página 224



1 y el poder del pecado disminuyendo, pues el mundo siente el
 efecto alterativo de la verdad a través de todos los poros.


3 A medida que las crudas huellas del pasado desaparezcan
 de los senderos del presente que se están disolviendo, com-
 prenderemos mejor la Ciencia que gobierna estos cambios,
6 y plantaremos nuestros pies en terreno más firme. Todo
 placer o dolor sensorio se destruye a sí mismo mediante el
 sufrimiento. Debiera haber progreso sin dolor, acompañado
9 de vida y paz en vez de discordia y muerte.


 En los registros de diecinueve siglos, hay muchas sectas
 pero no suficiente cristianismo. Siglos atrás, los fanáticos
12 religiosos estaban dispuestos a aclamar a un
 Dios antropomórfico y ataviar a Su represen-
 tante con pompa y esplendor; mas no fue esta la manera en
15 que apareció la verdad. Antaño fue la cruz el signo central
 de la verdad, y lo es hoy. El látigo moderno es menos mate-
 rial que el azote romano, pero es igualmente cortante. El frío
18 desdén, la resistencia obstinada, la oposición de las iglesias,
 de las leyes del estado y de la prensa, siguen siendo los pre-
 cursores del pleno aparecer de la verdad.


21 Un cristianismo más elevado y más práctico, que demues-
 tra justicia y satisface las necesidades de los mortales en la
 enfermedad y en la salud, se halla a la puerta de esta época,
24 pidiendo ser admitido. ¿Vas a abrir o a cerrar la puerta a este
 ángel visitante, quien llega en la quietud de la mansedumbre,
 como antaño vino al patriarca a mediodía?


27 La Verdad trae los elementos de la libertad. Sobre su
 estandarte está el lema inspirado por el Alma: “La esclavi-
 tud está abolida”. El poder de Dios libera al
30 cautivo. Ningún poder puede resistir el Amor
 divino. ¿Qué es este supuesto poder que se opone a Dios?



Página 225



1 ¿De dónde viene? ¿Qué es aquello que ata al hombre con
 cadenas de hierro al pecado, la enfermedad y la muerte?
3 Todo lo que esclavice al hombre es opuesto al gobierno
 divino. La Verdad hace libre al hombre.


 Puedes reconocer cuando la Verdad empieza a liderar
6 por el escaso número y la fidelidad de sus seguidores. Así es
 como la marcha del tiempo lleva hacia adelante Ordalías de
 el estandarte de la libertad. Los poderes de este la verdad
9 mundo lucharán, y ordenarán a sus centinelas que no dejen
 que la verdad trasponga la guardia hasta que se suscriba a sus
 sistemas; pero la Ciencia, no haciendo caso a las bayonetas
12 caladas, sigue su marcha. Siempre hay algún tumulto, pero
 hay quienes cierran filas alrededor del estandarte de la verdad.


 La historia de los Estados Unidos, como toda historia,
15 ilustra el poder de la Mente, y muestra que el poder humano
 es proporcional al modo correcto de pensar
 que incorpora. Unas pocas frases inmortales,
18 exhalando la omnipotencia de la justicia divina, han sido
 potentes como para romper cadenas despóticas y abolir el
 poste de azotar y el mercado de esclavos; pero la opresión no
21 terminó a causa del derramamiento de sangre, ni salió el soplo
 de la libertad de la boca del cañón. El Amor es el libertador.


 La abolición legal de la servidumbre no remunerada en
24 los Estados Unidos fue difícil; pero la abolición de la esclavi-
 tud mental es tarea más ardua. Las tendencias La esclavitud
 despóticas, inherentes a la mente mortal y que abolida
27 continuamente germinan en nuevas formas de tiranía, tienen
 que ser desarraigadas mediante la acción de la Mente divina.


 Hombres y mujeres de todas las regiones y las razas todavía
30 son esclavos del sentido material, ignorantes de cómo obtener
 su libertad. Los derechos del hombre fueron vindicados en
 una sola región y en el plano más bajo de la vida humana,



Página 226



1 cuando la esclavitud africana fue abolida en los Estados Unidos.
 Eso sólo fue un presagio de más pasos hacia la proscripción
3 de una esclavitud mundial, que se halla en planos más eleva-
 dos de la existencia y bajo formas más sutiles y depravadoras.


 La voz de Dios a favor del esclavo africano aún resonaba
6 en los Estados Unidos, cuando la voz del heraldo de esta
 nueva cruzada dio la nota tónica de la libertad
 universal, pidiendo un reconocimiento más
9 pleno de los derechos del hombre como Hijo de Dios, exi-
 giendo que las cadenas del pecado, la enfermedad y la muerte
 fueran removidas de la mente humana y que su libertad fuera
12 ganada, no mediante la guerra entre los hombres, no con
 bayoneta y sangre, sino mediante la Ciencia divina del Cristo.


 Dios ha construido una plataforma más elevada de dere-
15 chos humanos, y la ha construido sobre reivindicaciones más
 divinas. Estas reivindicaciones no son hechas
 por medio de códigos o credos, sino en demos-
18 tración de “en la tierra paz, buena voluntad para con los
 hombres”. Los códigos humanos, la teología escolástica, la
 medicina y la higiene materiales encadenan la fe y la com-
21 prensión espiritual. La Ciencia divina parte estas cadenas, y
 el derecho inherente del hombre de tributar homenaje sólo a
 su Hacedor se impone a sí mismo.


24 Vi ante mí a los enfermos, consumiendo años de servi-
 dumbre a un amo irreal en la creencia de que los gobernaba
 el cuerpo, en vez de la Mente.


27 A los lisiados, los sordos, los mudos, los ciegos, los
 enfermos, los sensuales, los pecadores, quise salvar de
 la esclavitud de sus propias creencias y de los
30 sistemas educativos de los faraones, quienes
 hoy, como antaño, mantienen a los hijos de Israel en servi-
 dumbre. Vi ante mí el terrible conflicto, el Mar Rojo y el
33 desierto; pero seguí avanzando con fe en Dios, confiando
 en la Verdad, el fuerte libertador, para que me guiara hacia



Página 227



1 la tierra de la Ciencia Cristiana, donde las cadenas caen y los
 derechos del hombre son plenamente conocidos y reconocidos.


3 Vi que la ley de la creencia mortal incluía todo error, y que
 así como las leyes opresoras son combatidas y se les enseña
 a los mortales su derecho a la libertad, así las
6 pretensiones de los sentidos que esclavizan


 deben ser negadas y reemplazadas. La ley de
 la Mente divina tiene que acabar con la servidumbre humana,
9 o los mortales continuarán sin conocer los derechos inaliena-
 bles del hombre y sujetos a una esclavitud sin esperanza,
 porque algunos educadores públicos permiten una ignorancia
12 respecto al poder divino, una ignorancia que es el fundamento
 de continua servidumbre y de sufrimiento humano.


 Al discernir los derechos del hombre, no podemos dejar de
15 prever el fin de toda opresión. La esclavitud no es el estado
 legítimo del hombre. Dios hizo libre al hombre. Libertad
 Pablo dijo: “Soy libre de nacimiento”.* Todos
18 los hombres debieran ser libres. “Donde está el Espíritu del
 Señor, allí hay libertad”. El Amor y la Verdad liberan, pero
 el mal y el error conducen al cautiverio.


21 La Ciencia Cristiana alza el estandarte de la libertad y
 exclama: “¡Seguidme! ¡Escapad de la esclavitud de la enfer-
 medad, del pecado y de la muerte!” Jesús trazó Estandarte
24 el camino. Ciudadanos del mundo, ¡aceptad la de la libertad
 “libertad gloriosa de los hijos de Dios”, y sed libres! Este es
 vuestro derecho divino. La ilusión del sentido material, y no
27 la ley divina, os ha atado, enredado vuestros miembros libres,
 mutilado vuestras capacidades, debilitado vuestro cuerpo, y
 desfigurado la tabla de vuestro ser.


30 Si Dios hubiese instituido leyes materiales para gobernar
 al hombre, la desobediencia a las cuales hubiera enfermado al
 hombre, Jesús no hubiera desestimado esas leyes, sanando en
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 228



1 directa oposición a ellas y en desafío a todas las condiciones
 materiales.


3 La transmisión de la enfermedad o de ciertas idiosincrasias
 de la mente mortal sería imposible si se aprendiera esta gran
 realidad del ser, a saber, que nada inarmónico
6 puede entrar en el ser, porque la Vida es Dios.
 La herencia es un tema prolífico para que la creencia mortal
 prenda sus teorías; pero si aprendemos que nada es real sino
9 lo justo, no tendremos herencias peligrosas, y los males de la
 carne desaparecerán.


 La esclavización del hombre no es legítima. Cesará cuando
12 el hombre tome posesión de su legado de libertad, su dominio
 dado por Dios sobre los sentidos materiales.
 Algún día los mortales impondrán su libertad


15 en el nombre de Dios Todopoderoso. Entonces
 controlarán sus propios cuerpos mediante la comprensión de
 la Ciencia divina. Al abandonar sus creencias actuales, recono-
18 cerán la armonía como la realidad espiritual y la discordancia
 como la irrealidad material.


 Si seguimos el mandato de nuestro Maestro: “No os afanéis
21 por vuestra vida”, jamás dependeremos de las condiciones, la
 estructura o el funcionamiento orgánico corpóreos, sino que
 seremos amos del cuerpo, dictaremos sus condiciones, y lo
24 formaremos y controlaremos con la Verdad.


 No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene
 todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es des-
27 honrar a Dios. El humilde Nazareno derrocó
 la suposición de que el pecado, la enfermedad


 y la muerte tienen poder. Él comprobó que
30 eran impotentes. El orgullo de los sacerdotes debió haberse
 sentido humillado cuando vieron que la demostración del
 cristianismo superaba la influencia de su fe muerta y de sus
33 muertas ceremonias.



Página 229



1 Si la Mente no es el amo del pecado, la enfermedad y la
 muerte, ellos son inmortales, pues ya está comprobado que
3 la materia no los ha destruido, sino que es su base y apoyo.


 Debiéramos vacilar antes de decir que Jehová peca o
 sufre; pero si el pecado y el sufrimiento son las realidades del
6 ser, ¿de dónde emanaron? Dios hizo todo lo
 que ha sido hecho, y la Mente significa Dios,
 la infinitud, no la finitud. No muy alejada de la infidelidad
9 está la creencia que une a tales opuestos como la enfermedad
 y la salud, la santidad y la impiedad, que llama a ambos los
 vástagos del espíritu, y al mismo tiempo admite que el Espíritu
12 es Dios, virtualmente declarándolo bueno en un caso y malo
 en el otro.


 Mediante consenso universal, la creencia mortal se ha
15 constituido a sí misma en una ley para atar a los mortales a
 la enfermedad, al pecado y a la muerte. Esta
 creencia generalizada es llamada equivocada-
18 mente ley material, y el individuo que la defiende está equi-
 vocado en la teoría y en la práctica. La así llamada ley de la
 mente mortal, conjetural y especulativa, es anulada por la ley
21 de la Mente inmortal, y una ley falsa debe ser pisoteada.


 Si Dios hace que el hombre enferme, la enfermedad debe
 ser buena, y su opuesto, la salud, debe ser mala, porque todo lo
24 que Él crea es bueno y perdurará para siempre. La enferme­dad
 Si la transgresión de la ley de Dios produce la


 enfermedad, es correcto enfermarse; y no podría-
27 mos si quisiéramos, y no debiéramos si pudiéramos, anular
 los decretos de la sabiduría. Es la transgresión de una
 creencia de la mente mortal, no de una ley de la materia ni
30 de la Mente divina, lo que causa la creencia en la enferme-
 dad. El remedio es la Verdad, no la materia, la verdad de que
 la enfermedad es irreal.



Página 230



1 Si la enfermedad es real, pertenece a la inmortalidad; si
 es verdadera, es parte de la Verdad. ¿Intentarías destruir, con
3 o sin medicamentos, una cualidad o condición de la Verdad?
 Pero si la enfermedad y el pecado son ilusiones, el desperta-
 miento de este sueño mortal, o ilusión, nos llevará a la salud,
6 la santidad y la inmortalidad. Este despertamiento es el
 eterno advenimiento del Cristo, el aparecimiento avanzado
 de la Verdad, que echa fuera el error y sana a los enfermos.
9 Esta es la salvación que viene a través de Dios, el Principio
 divino, el Amor, como fue demostrado por Jesús.


 Sería contrario a nuestras ideas más elevadas de Dios
12 suponerlo capaz de arreglar primero la ley y la causalidad
 con el fin de producir ciertos resultados malos, Dios nunca es
 y luego castigar a las indefensas víctimas de Su inco­herente
15 volición por hacer lo que no podían evitar hacer. El bien no es,
 no puede ser, el autor de pecados experimentales. Dios, el bien,
 es tan incapaz de producir la enfermedad como la bondad de
18 causar el mal y la salud de ocasionar la enfermedad.


 ¿Comete la sabiduría desatinos que más tarde deben
 ser rectificados por el hombre? ¿Produce una ley de Dios
21 la enfermedad, y puede el hombre poner esa
 ley bajo sus pies al sanar la enfermedad? De
 acuerdo con las Sagradas Escrituras, los enfermos jamás
24 son realmente sanados por los medicamentos, la higiene o
 cualquier otro método material. Estos meramente evaden
 la cuestión. Son jarabes calmantes para hacer dormir a los
27 niños, satisfacer la creencia mortal y calmar el temor.


 Creemos que estamos sanados cuando una dolencia
 desaparece, aunque es probable que reaparezca; pero
30 nunca sanamos completamente hasta que la
 probabilidad de enfermar es eliminada. Al
 ser la así llamada mente mortal, o mente de los mortales,
33 la causa remota, que predispone y es excitante de todo
 sufrimiento, la causa de la dolencia tiene que ser obliterada



Página 231



1 por medio del Cristo en la Ciencia divina, o los así llamados
 sentidos físicos obtendrán la victoria.


3 A menos que un mal sea debidamente enfrentado y entera-
 mente vencido por la Verdad, ese mal nunca será derrotado.
 Si Dios no destruye el pecado, la enfermedad y Destrucción
6 la muerte, ellos no son destruidos en la mente
 de los mortales, sino que parecen ser inmortales a esta así
 llamada mente. Lo que Dios no puede hacer, el hombre no
9 necesita intentarlo. Si Dios no sana a los enfermos, estos no
 son sanados, pues ningún poder inferior iguala el Todo‐poder
 infinito; pero Dios, la Verdad, la Vida, el Amor, sí sana a los
12 enfermos por medio de la oración del justo.


 Si Dios crea el pecado, si el bien produce el mal, si la
 verdad resulta en error, entonces la Ciencia y el cristianismo
15 están indefensos; pero no hay poderes ni leyes antagónicos,
 espirituales o materiales, creando y gobernando al hombre
 mediante una guerra perpetua. Dios no es el autor de las
18 discordias mortales. Por tanto, aceptamos la conclusión de que
 las discordias sólo tienen una existencia ficticia, son creencias
 mortales que la Verdad y el Amor divinos destruyen.


21 Mantenerte superior al pecado, porque Dios te hizo supe-
 rior al pecado y gobierna al hombre, es verdadera sabiduría.
 Temer el pecado es malentender el poder del


24 Amor y la Ciencia divina del ser en la relación
 del hombre con Dios, dudar de Su gobierno y
 no confiar en Su cuidado omnipotente. Mantenerte superior
27 a la enfermedad y la muerte es igualmente sabio, y está de
 acuerdo con la Ciencia divina. Es imposible temerlas cuando
 comprendes plenamente a Dios y sabes que no son parte de
30 Su creación.


 El hombre, gobernado por su Hacedor, no teniendo otra
 Mente —plantado en la declaración del Evangelista de que
33 “todas las cosas por Él [el Verbo de Dios] fueron hechas, y



Página 232



1 sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”— puede
 triunfar sobre el pecado, la enfermedad y la muerte.


3 Muchas teorías relativas a Dios y al hombre no hacen al
 hombre armonioso ni a Dios digno de ser amado. Las creen-
 cias que comúnmente abrigamos sobre la felici-
6 dad y la vida no proporcionan evidencia intacta poder divino
 y permanente de una u otra. Sólo en la Ciencia divina se
 encuentra la seguridad para las reivindicaciones del ser
9 armonioso y eterno.


 Las Escrituras nos informan que “todas las cosas son
 posibles para Dios”, todo lo bueno es posible para el Espíritu;
12 pero nuestras teorías prevalecientes prácticamente niegan
 esto, y hacen posible la curación sólo por medio de la materia.
 Estas teorías tienen que ser falsas, pues las Escrituras son
15 verdaderas. El cristianismo no es falso, mas las religiones
 que contradicen su Principio son falsas.


 En nuestra época, el cristianismo está demostrando de
18 nuevo el poder del Principio divino, como lo hizo hace más
 de mil novecientos años, sanando a los enfermos y triunfando
 sobre la muerte. Jesús jamás enseñó que los medicamentos,
21 el alimento, el aire y el ejercicio podían dar salud a un hombre,
 o que podían destruir la vida humana; ni ilustró estos errores
 mediante su práctica. Él atribuía la armonía del hombre a la
24 Mente, no a la materia, y jamás intentó anular la sentencia
 de Dios, la cual selló la condenación de Dios al pecado, la
 enfermedad y la muerte.


27 En el sagrado santuario de la Verdad hay voces de solemne
 significado, pero no les prestamos atención. Es sólo cuando
 los así llamados placeres y dolores del sentido
30 desaparecen de nuestras vidas, que encontramos que siguen
 señales indudables del entierro del error y de la resurrección
 a la vida espiritual.


33 No hay ni lugar ni oportunidad en la Ciencia para error de



Página 233



1 ninguna clase. Cada día nos exige pruebas más convincentes
 en lugar de profesiones de poder cristiano. Estas pruebas
3 consisten únicamente en la destrucción del
 pecado, la enfermedad y la muerte mediante
 el poder del Espíritu, como Jesús los destruía. Este es un
6 elemento de progreso, y el progreso es la ley de Dios, cuya ley
 exige de nosotros sólo lo que ciertamente podemos cumplir.


 En medio de la imperfección, la perfección es vista y
9 reconocida sólo gradualmente. Las épocas tienen que laborar
 lentamente hacia la perfección. Cuánto tiempo La perfección
 pasará antes que lleguemos a la demostración


12 del ser científico, nadie lo sabe, ni aun “el Hijo,
 sino el Padre”; pero la falsa pretensión del error continúa sus
 engaños hasta que la meta de la bondad es diligentemente
15 merecida y alcanzada.


 La sombra de Su diestra se posa ya sobre la hora. Tú que
 sabes discernir el aspecto del cielo —la señal material— cuánto
18 más debieras discernir la señal mental, y lograr La misión
 la destrucción del pecado y de la enfermedad,
 venciendo los pensamientos que los producen, y compren-
21 diendo la idea espiritual que los corrige y destruye. Revelar
 esta verdad fue la misión de nuestro Maestro para toda la
 humanidad, incluyendo los corazones que lo rechazaron.


24 Cuando los números han sido divididos de acuerdo con
 una regla fija, el cociente es tan incuestionable como las
 pruebas científicas que yo he hecho de los efectos Eficacia de
27 de la verdad en los enfermos. El hecho contrario la verdad
 relativo a cualquier enfermedad es requerido para curarla.
 Declarar la verdad tiene por objeto reprender y destruir el
30 error. ¿Por qué no ha de ser eficaz la verdad en cuanto a la
 enfermedad, la cual es sólo el resultado de la desarmonía?



Página 234



1 Las pociones espirituales sanan, mientras que las lociones
 materiales interfieren la verdad, así como el ritualismo y los
3 credos obstruyen la espiritualidad. Si confiamos en la materia,
 no confiamos en el Espíritu.


 Todo lo que inspire con sabiduría, Verdad o Amor —sea
6 una canción, un sermón o la Ciencia— bendice a la familia
 humana con migajas de consuelo de la mesa del Migajas de
 Cristo, alimentando a los hambrientos y dando consuelo
9 agua viva a los sedientos.


 Debiéramos familiarizarnos más con el bien que con el
 mal, y guardarnos de las creencias falsas con tanta vigilancia
12 como aseguramos nuestras puertas contra la
 intrusión de ladrones y asesinos. Debiéramos


 amar a nuestros enemigos y ayudarlos sobre
15 la base de la Regla de Oro; pero evitar echar perlas delante de
 aquellos que las pisotean, así robándose a sí mismos y a otros.


 Si los mortales mantuvieran una vigilancia adecuada
18 sobre la mente mortal, la cría de males que la infestan sería
 expulsada. Tenemos que comenzar con esta así Purificando
 llamada mente y vaciarla de pecado y enferme-
21 dad, o el pecado y la enfermedad jamás cesarán. Los códigos
 actuales de los sistemas humanos desilusionan al fatigado
 buscador de una teología divina, adecuada para la educación
24 correcta del pensamiento humano.


 El pecado y la enfermedad tienen que ser pensados antes
 de que puedan manifestarse. Tienes que controlar los pensa-
27 mientos malos en el primer momento, o ellos te controlarán
 en el segundo. Jesús declaró que mirar cosas prohibidas
 para codiciarlas era quebrantar un precepto moral. Él ponía
30 mucho énfasis en la acción de la mente humana, invisible a
 los sentidos.


 Los pensamientos y propósitos malos no tienen más
33 alcance ni hacen más daño de lo que la creencia de uno
 permite. Los malos pensamientos, las concupiscencias y los



Página 235



1 propósitos maliciosos no pueden ir, cual polen errante, de una
 mente humana a otra, encontrando alojamiento insospechado,
3 si la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa. Es
 mejor consentir que un médico infectado de viruela te asista
 que ser tratado mentalmente por alguien que no obedece los
6 requerimientos de la Ciencia divina.


 Los maestros de escuela y los lectores en las iglesias
 debieran ser elegidos tomando en cuenta su moral tan
9 directamente como su cultura o su capacidad
 para leer correctamente. Los semilleros del
 carácter debieran ser fuertemente guarnecidos con virtud.
12 Los exámenes escolares son unilaterales; no es tanto la
 educación académica como una cultura moral y espiritual,
 lo que lo eleva más a uno. Los pensamientos puros y enal-
15 tecedores del maestro, constantemente impartidos a los
 alumnos, llegarán más alto que los cielos de la astronomía;
 mientras que la mente envilecida e inescrupulosa, aunque
18 adornada con gemas de erudición, degradará los caracteres
 que debe instruir y elevar.


 Los médicos, a quienes recurren los enfermos en su
21 indefensión, debieran ser modelos de virtud. Debieran ser
 sabios guías espirituales hacia la salud y la
 esperanza. A los que tiemblan al borde de la
24 tumba, quienes no comprenden la Verdad divina que es la
 Vida y que perpetúa el ser, los médicos debieran ser capaces
 de enseñarla. Entonces, cuando el alma está dispuesta y la
27 carne es débil, los pies del paciente pueden ser plantados en
 la roca, Cristo Jesús, la idea verdadera del poder espiritual.


 Los clérigos, que son los que ocupan las atalayas del
30 mundo, debieran alzar el estandarte de la Verdad. Debieran
 elevar espiritualmente a sus oyentes de tal
 modo que les guste lidiar con una idea nueva y los clérigos
33 correcta y ampliar sus conceptos. El amor al cristianismo,



Página 236



1 más bien que el amor a la popularidad, debiera estimular
 la labor y el progreso clericales. La verdad debiera emanar
3 del púlpito, pero jamás ser estrangulada allí. Un privilegio
 especial se ha conferido al ministerio del evangelio. ¿Cómo
 ha de usarse? Sagradamente, en interés de la humanidad,
6 no de las sectas.


 ¿No es la reputación profesional y los emolumentos, en
 vez de la dignidad de las leyes de Dios, lo que muchos líderes
9 buscan? ¿No son los motivos inferiores los que inducen los
 ataques enfurecidos contra los individuos que reiteran las
 enseñanzas de Cristo, en apoyo de su prueba mediante el
12 ejemplo de que la Mente divina sana tanto la enfermedad
 como el pecado?


 Una madre es el educador más poderoso, ya sea a favor o
15 en contra del crimen. Sus pensamientos forman el embrión
 de otra mente mortal, e inconscientemente la
 moldean, ya sea por un modelo que le es odioso sabilidad de


18 o por medio de la influencia divina, “conforme
 al modelo que se te ha mostrado en el monte”. De ahí la
 importancia de la Ciencia Cristiana, de la cual aprendemos
21 acerca de la Mente única y la disponibilidad del bien como el
 remedio contra toda congoja.


 Los hijos debieran obedecer a sus padres; la insubordina-
24 ción es un mal que marchita los capullos del gobierno propio.
 Los padres debieran enseñar a sus hijos lo más
 temprano posible las verdades de la salud y la
27 santidad. Los niños son más dóciles que los adultos, y
 aprenden más fácilmente a amar las simples verdades que los
 harán felices y buenos.


30 Jesús amaba a los niños por estar libres del mal y por su
 receptividad al bien. Mientras la madurez está vacilando
 entre dos opiniones o batallando contra falsas creencias, la
33 juventud da pasos fáciles y rápidos hacia la Verdad.



Página 237



1 Una niñita, que ocasionalmente había escuchado mis
 explicaciones, se hizo una profunda herida en un dedo.
3 Pareció no darse cuenta. Al preguntársele sobre ello, con-
 testó ingenuamente: “No hay sensación en la materia”. Se fue
 corriendo, con ojos alegres, y añadió poco después: “Mamá,
6 el dedo no me duele”.


 Podrían haber pasado meses o años antes de que sus
 padres hicieran a un lado sus medicamentos, o alcanzasen
9 la altura mental que su hijita logró con tanta
 naturalidad. Las creencias y teorías más obsti-
 nadas de los padres a menudo ahogan la buena semilla en
12 sus mentes y en las de sus vástagos. La superstición, como
 “las aves del cielo”, arrebata la buena semilla antes que haya
 brotado.


15 A los niños debiera enseñárseles la curación-Verdad, la
 Ciencia Cristiana, entre sus primeras lecciones, y a evitar que
 hablen o abriguen teorías o pensamientos acerca La enseñanza
18 de la enfermedad. Para prevenir la experiencia de los niños
 del error y sus sufrimientos, mantén fuera de las mentes de
 tus hijos los pensamientos pecaminosos o enfermizos. Estos
21 últimos deben excluirse sobre el mismo principio que los
 anteriores. Esto hace la Ciencia Cristiana tempranamente
 accesible.


24 Algunos inválidos no están dispuestos a conocer las
 verdades o a oír acerca de la falacia de la materia y sus supues-
 tas leyes. Se entregan un poco más a sus dioses Inválidos
27 materiales, se aferran a una creencia de que hay engañados
 vida e inteligencia en la materia, y esperan que este error haga
 más por ellos de lo que están dispuestos a admitir que el
30 único Dios viviente y verdadero puede hacer. Impacientes
 con tus explicaciones, y no dispuestos a investigar la Ciencia
 de la Mente que los liberaría de sus padecimientos, abrazan
33 las creencias falsas y sufren las consecuencias engañosas.



Página 238



1 Los motivos y actos no son valorados correctamente antes de
 ser comprendidos. Es mejor esperar hasta que aquellos a quienes
3 deseas beneficiar estén preparados para la bendi-
 ción, pues la Ciencia está produciendo cambios espera
 tanto en el carácter personal como en el universo material.


6 Obedecer el mandato de las escrituras: “Salid de en medio
 de ellos, y apartaos”, es incurrir en el desagrado de la sociedad;
 pero este desagrado, más que las lisonjas, lo capacita a uno
9 para ser cristiano. Al perder su crucifijo, dijo la niña católica:
 “Nada me queda sino Cristo”. “Si Dios es por nosotros, ¿quién
 contra nosotros?”


12 Abandonar la Verdad en tiempos de persecución muestra
 que nunca comprendimos la Verdad. De la cámara nupcial de
 la sabiduría vendrá la advertencia: “No os
15 conozco”. Las oportunidades desaprovechadas desaprovechadas
 nos reprenderán cuando intentemos reclamar los beneficios
 de una experiencia que no hemos hecho nuestra, cuando
18 tratemos de cosechar lo que no hemos sembrado y deseemos
 entrar ilícitamente en las labores de otros. La Verdad a
 menudo permanece sin ser buscada, hasta que buscamos este
21 remedio para las congojas humanas porque estamos sufriendo
 duramente a causa del error.


 Los intentos de conquistar la sociedad y así ganar el domi-
24 nio sobre la humanidad, surgen de la debilidad mundana. El
 que deja todo por el Cristo renuncia a la popularidad y gana el
 cristianismo.


27 La sociedad es un jurado insensato que escucha sólo a una
 de las partes del caso. La justicia a menudo llega demasiado
 tarde para obtener el veredicto. Las personas
30 que tienen trabajo mental para hacer no tienen la intolerancia
 tiempo para murmurar acerca de leyes o testimonios falsos.
 Reconstruir la tímida justicia y colocar la verdad por encima
33 de la falsedad es obra del tiempo.


 La cruz es el emblema central de la historia. Es la
 estrella polar en la demostración de la curación cristiana,



Página 239



1 la demostración mediante la cual el pecado y la enfermedad
 son destruidos. Las sectas, que soportaron el látigo de sus
3 predecesores, azotan a su vez con él a aquellos que han
 avanzado más allá de los credos.


 Suprimamos la riqueza, la fama y las organizaciones
6 sociales, que no pesan ni una pizca en la balanza de Dios,
 y obtenemos unas perspectivas más claras del
 Principio. Disolvamos las camarillas, nivele-


9 mos la riqueza con la honestidad, dejemos que
 el mérito sea juzgado de acuerdo con la sabiduría y obtenemos
 mejores perspectivas de la humanidad.


12 El hombre malvado no es el gobernante de su prójimo
 honrado. Entiéndase que el triunfo en el error es derrota en
 la Verdad. El lema de la Ciencia Cristiana es bíblico: “Deje el
15 impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos”.


 Para constatar nuestro progreso, debemos saber dónde
 están puestos nuestros afectos y a quién reconocemos y
18 obedecemos como Dios. Si el Amor divino se
 nos hace más cercano, más amado y más real,
 la materia se está sometiendo al Espíritu. Los objetivos que
21 perseguimos y el espíritu que manifestamos revelan nuestro
 punto de vista, y muestran lo que estamos ganando.


 La mente mortal es la sede reconocida de los motivos
24 humanos. Forma los conceptos materiales y produce toda
 acción discordante del cuerpo. Si la acción
 procede de la Mente divina, la acción es armo-
27 niosa. Si viene de la mente mortal, que yerra, es discordante
 y acaba en pecado, enfermedad y muerte. Esas dos fuentes
 opuestas nunca se mezclan en el manantial o en la corriente.
30 La Mente perfecta emite perfección, pues Dios es la Mente.
 La mente mortal e imperfecta emite sus propias semejanzas,
 de las cuales dijo el sabio: “Todo es vanidad”.



Página 240



1 La naturaleza proclama la ley natural y espiritual y el
 Amor divino, pero la creencia humana interpreta mal la
3 naturaleza. Las regiones árticas, los trópicos
 soleados, las montañas gigantescas, los vientos
 alados, las olas poderosas, los valles verdes, las flores festivas
6 y los cielos gloriosos, todos señalan a la Mente, la inteligencia
 espiritual que reflejan. Los apóstoles florales son jeroglíficos
 de la Deidad. Los soles y planetas enseñan grandiosas leccio-
9 nes. Las estrellas embellecen la noche, y las pequeñas hojas
 giran naturalmente hacia la luz.


 En el orden de la Ciencia, en el cual el Principio está por
12 encima de lo que refleja, todo es una grandiosa armonía.
 Cambia esta declaración, supón que la Mente es Movimiento
 gobernada por la materia o que el Alma está en perpetuo
15 el cuerpo, y pierdes la nota tónica del ser y hay discordia
 continua. La Mente es movimiento perpetuo. Su símbolo es
 la esfera. Las rotaciones y revoluciones del universo de la
18 Mente continúan eternamente.


 Los mortales avanzan hacia el bien o hacia el mal a medida
 que el tiempo se desliza. Si los mortales no son progresivos,
21 los fracasos pasados serán repetidos hasta que Se exige
 toda labor equivocada sea borrada o rectificada. progreso
 Si ahora estamos satisfechos con obrar mal, tenemos que
24 aprender a detestar esto. Si ahora estamos contentos con la
 ociosidad, tenemos que descontentarnos con ella. Recuerda
 que la humanidad debe, tarde o temprano, ya sea por el
27 sufrimiento o por la Ciencia, ser convencida del error que
 hay que vencer.


 Al tratar de deshacer los errores del sentido, uno debe
30 pagar plena y honradamente hasta el último cuadrante,
 hasta que todo error sea finalmente sometido a la Verdad.
 El método divino de pagar el salario del pecado entraña
33 desenmarañar nuestros enredos y aprender por experiencia
 cómo distinguir entre el sentido y el Alma.



Página 241



1 “El Señor al que ama, disciplina”. El que conoce la
 voluntad de Dios o las exigencias de la Ciencia divina y
3 las obedece, incurre en la hostilidad de la envidia; y el que
 rehúsa obedecer a Dios es disciplinado por el Amor.


 Los tesoros sensuales están guardados “donde la polilla y
6 el orín corrompen”. La mortalidad es su perdición. El pecado
 los invade y les quita sus placeres fugaces. Los
 afectos del sensualista son tan imaginarios,
9 caprichosos e irreales como sus placeres. La falsedad, la
 envidia, la hipocresía, la malicia, el odio, la venganza y
 demás, roban los tesoros de la Verdad. Despojado de sus
12 vestiduras, ¡qué espectáculo tan burlesco es el pecado!


 La Biblia enseña la transformación del cuerpo mediante
 la renovación que hace el Espíritu. Quítese el significado
15 espiritual de las Escrituras, y esa compilación
 no puede hacer más por los mortales de lo que
 pueden los rayos de la luna derretir un río helado. El error
18 de los siglos es predicar sin practicar.


 La sustancia de toda devoción es el reflejo y la demostra-
 ción del Amor divino, que sanan la enfermedad y destruyen
21 el pecado. Nuestro Maestro dijo: “Si me amáis, guardad mis
 mandamientos”.


 Nuestra mira, un punto más allá de la fe, debiera ser
24 encontrar los pasos de la Verdad, el camino a la salud y la
 santidad. Debiéramos esforzarnos por alcanzar la altura
 del Horeb donde Dios es revelado; y la piedra angular de
27 toda construcción espiritual es la pureza. El bautismo por
 el Espíritu, que lava el cuerpo de todas las impurezas de la
 carne, significa que los de limpio corazón ven a Dios y están
30 acercándose a la Vida espiritual y su demostración.


 Es “más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja”,
 que entrar las creencias pecaminosas en el reino de los



Página 242



1 cielos, la armonía eterna. Por medio del arrepentimiento, el
 bautismo espiritual y la regeneración, los mortales se despojan
3 de sus creencias materiales y de su falsa indivi-
 dualidad. Es sólo una cuestión de tiempo hasta espiritual
 que “todos Me [conozcan a Mí, Dios], desde el más pequeño
6 de ellos hasta el más grande”. La negación de las pretensiones
 de la materia es un gran paso hacia las alegrías del Espíritu,
 hacia la libertad humana y el triunfo final sobre el cuerpo.


9 Hay un único camino que conduce al cielo, la armonía,
 y el Cristo en la Ciencia divina nos muestra este camino.
 Es no conocer otra realidad —no tener otra
12 consciencia de la vida— que el bien, Dios y Su
 reflejo, y elevarse sobre los así llamados dolores y placeres
 de los sentidos.


15 El amor propio es más opaco que un cuerpo sólido.
 En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por
 disolver con el solvente universal del Amor el adamante del
18 error —la voluntad propia, la justificación propia y el amor
 propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del
 pecado y la muerte.


21 El vestido de la Vida es la Verdad. Según la Biblia, las
 verdades del ser son comúnmente malinterpretadas, pues
 está escrito: “Repartieron entre sí mis vestidos,
24 y sobre mi ropa echaron suertes”. La Ciencia
 divina del hombre está tejida en una sola tela consistente, sin
 costura ni rasgón. La mera especulación o superstición no se
27 apropia de parte alguna del divino vestido, mientras que la
 inspiración restaura todas las partes del manto de justicia
 del Cristo.


30 Los postes indicadores de la Ciencia divina muestran
 el camino por el cual anduvo nuestro Maestro, y requie-
 ren de los cristianos las pruebas que él dio, en lugar de
33 mera profesiones de fe. Puede que ocultemos al mundo la



Página 243



1 ignorancia espiritual, pero jamás podemos tener buen éxito
 en la Ciencia y la demostración del bien espiritual por medio
3 de la ignorancia o la hipocresía.


 El Amor divino, que volvió inofensiva la víbora vene-
 nosa, que libró a los hombres del aceite hirviendo, del horno
6 de fuego ardiendo, de las fauces del león, puede Milagros
 sanar al enfermo en toda época y triunfar sobre antiguos


 el pecado y la muerte. Coronó las demostracio-
9 nes de Jesús con poder y amor no superados. Pero la misma
 “Mente... que hubo también en Cristo Jesús”* tiene que
 acompañar la letra de la Ciencia a fin de confirmar y repetir
12 las demostraciones antiguas de los profetas y apóstoles.
 Que esas maravillas no se repitan con mayor frecuencia
 hoy, proviene no tanto de la falta de deseo como de la falta
15 de crecimiento espiritual.


 El barro no puede replicar al alfarero. La cabeza, el
 corazón, los pulmones, y los miembros, no nos informan
18 que están mareados, enfermos, tuberculosos,
 o cojos. Si esta información es trasmitida, la
 mente mortal la transmite. Ni la Mente inmortal e infalible
21 ni la materia, el substrato inanimado de la mente mortal,
 pueden llevar a cabo tal telegrafía; pues Dios es “muy limpio...
 de ojos para ver el mal”, y la materia no tiene inteligencia ni
24 sensación.


 La Verdad no tiene consciencia del error. El Amor no tiene
 sentido del odio. La Vida no tiene asociación
27 con la muerte. La Verdad, la Vida y el Amor
 son una ley de aniquilación para todo lo que les es deseme-
 jante, porque no proclaman nada excepto a Dios.


30 La enfermedad, el pecado y la muerte no son los frutos
 de la Vida. Son discordias que la Verdad destruye. La
 perfección no vivifica la imperfección. Puesto que Dios
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 244



1 es bueno y la fuente de todo el ser, Él no produce deformidad
 moral o física; por tanto, tal deformidad no es real, sino una
3 ilusión, el espejismo del error. La Ciencia divina Deformidad y
 revela estas grandiosas verdades. Sobre la base perfección
 de ellas Jesús demostró la Vida, sin jamás temer ni obedecer
6 el error en forma alguna.


 Si dedujéramos todas nuestras concepciones acerca del
 hombre por lo que se ve entre la cuna y la tumba, la felicidad
9 y la bondad no tendrían morada en el hombre, y los gusanos
 lo despojarían de la carne; pero Pablo escribe: “La ley del
 Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
12 pecado y de la muerte”.


 El hombre que experimenta el nacimiento, la madurez y
 la decadencia es como las bestias y los vegetales, sujeto a leyes
15 de decadencia. Si el hombre fuera polvo en la
 primera etapa de su existencia, podríamos


 admitir la hipótesis de que retorna finalmente
18 a su condición primitiva; pero el hombre jamás fue ni más ni
 menos que hombre.


 Si el hombre se extingue en la muerte o surge de la mate­
21 ria hacia el ser, debe haber un instante en que Dios está sin
 Su completa manifestación, en que no hay pleno reflejo de la
 Mente infinita.


24 El hombre en la Ciencia no es ni joven ni viejo. No tiene
 nacimiento ni muerte. No es una bestia, un vegetal ni una
 mente migratoria. No pasa de la materia a la
27 Mente, de lo mortal a lo inmortal, del mal al


 bien o del bien al mal. Tales admisiones nos
 precipitan a las tinieblas y al dogma. Hasta la poesía de
30 Shakespeare representa la vejez como infancia, como
 indefensión y decadencia, en vez de asignar al hombre la
 grandeza eterna y la inmortalidad del desarrollo, el poder
33 y el prestigio.



Página 245



1 El error de pensar que estamos envejeciendo, y los bene-
 ficios de destruir esa ilusión, son ilustrados en un extracto
3 de la historia de una mujer inglesa, publicado en la revista
 médica llamada “The Lancet”, de Londres.


 Decepcionada en amores en su juventud, enloqueció y
6 perdió toda noción del tiempo. Creyendo que aún seguía
 viviendo el momento que la separó de su
 amado, sin notar los años, se paraba diaria-
9 mente ante la ventana esperando su llegada. En este estado
 mental permaneció joven. Al no tener consciencia del tiempo,
 literalmente no envejeció. Unos viajeros americanos la vieron
12 cuando tenía setenta y cuatro años, y supusieron que era una
 mujer joven. Ella no tenía en el rostro señal de preocupacio-
 nes, ninguna arruga ni canas, sino que la juventud se posaba
15 suavemente sobre sus mejillas y su frente. Al pedírseles que
 adivinaran su edad, aquellos no familiarizados con su histo-
 ria conjeturaban que debía tener menos de veinte años.


18 Este caso de juventud conservada nos proporciona un
 indicio útil, sobre el cual un Franklin podría trabajar con
 más certeza que cuando atrajo de las nubes al rayo cautivado.
21 Los años no la habían envejecido, porque no había advertido
 el paso del tiempo ni había pensado que estaba envejeciendo.
 Los resultados físicos de su creencia de que era joven mani-
24 festaron la influencia de tal creencia. No podía envejecer
 mientras se creyera joven, pues el estado mental gobernaba
 el físico.


27 Las imposibilidades nunca ocurren. Un solo caso como
 el anterior comprueba que es posible ser joven a los setenta
 y cuatro años; y lo primordial de esta ilustración demuestra
30 claramente que la decrepitud no obedece a ninguna ley, ni es
 una necesidad de la naturaleza, sino una ilusión.


 Lo infinito nunca comenzó ni jamás terminará. La Mente



Página 246



1 y sus formaciones jamás pueden ser aniquiladas. El hombre
 no es un péndulo, oscilando entre el mal y el bien, el gozo y
3 el pesar, la enfermedad y la salud, la vida y la
 muerte. La Vida y sus facultades no se miden
 por medio de calendarios. Lo perfecto y lo inmortal son la
6 semejanza eterna de su Hacedor. El hombre no es de ningún
 modo un germen material que surge de lo imperfecto y se
 esfuerza por alcanzar el Espíritu, por encima de su origen.
9 El arroyo no se eleva más alto que su fuente.


 Medir la vida por medio de años solares roba la juven-
 tud y da fealdad a la vejez. El sol radiante de la virtud y la
12 verdad coexiste con el ser. El estado completo del hombre
 es su eterno mediodía, no atenuado por un sol declinante.
 A medida que lo físico y material, el sentido transitorio de
15 belleza, se desvanece, el resplandor del Espíritu debiera
 alborear sobre el ánimo extasiado con glorias luminosas e
 imperecederas.


18 Jamás registres la edad. Los datos cronológicos no son
 parte de la vasta eternidad. Los registros de horario de
 nacimiento y defunción son otras tantas cons-
21 piraciones contra el estado completo de hom-
 bres y mujeres. Si no fuera por el error de medir y limitar
 todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de
24 setenta años y aún mantendría su vigor, lozanía y promesa.
 El hombre, gobernado por la Mente inmortal, es siempre
 bello y sublime. Cada año que pasa desarrolla sabiduría,
27 belleza y santidad.


 La Vida es eterna. Debiéramos descubrir esto y comenzar
 a demostrarlo. La Vida y la bondad son inmortales. Entonces
30 demos forma a nuestros puntos de vista de la
 existencia con belleza, lozanía y continuidad,


 más bien que con vejez y decrepitud.


33 Las creencias agudas y las crónicas reproducen sus propios



Página 247



1 tipos. La creencia aguda de la vida física aparece en un período
 remoto, y no es tan desastrosa como la creencia crónica.


3 He visto a la vejez recuperar dos de los elementos que
 había perdido: la vista y los dientes. Una mujer de ochenta
 y cinco años, a quien conocí, recobró la vista.
6 A otra mujer, a los noventa, le salieron nuevos
 dientes, incisivos, colmillos, premolares y un molar. Un
 hombre de sesenta años había conservado su dentadura
9 superior e inferior completa sin una caries.


 La belleza, así también como la verdad, es eterna; pero
 la belleza de las cosas materiales desaparece, evanescente y
12 fugaz como la creencia mortal. La costumbre,
 la educación y la moda dan forma a los están-
 dares transitorios de los mortales. La inmortalidad, exenta
15 de vejez o decadencia, tiene una gloria propia: el resplandor
 del Alma. Los hombres y las mujeres inmortales son mode-
 los del sentido espiritual, trazados por la Mente perfecta,
18 y reflejan aquellos conceptos más elevados de belleza que
 trascienden todo sentido material.


 El atractivo y la gracia son independientes de la materia.
21 El ser posee sus cualidades antes de ser percibidas humana-
 mente. La belleza es una cosa de la vida, que
 mora para siempre en la Mente eterna y refleja
24 los encantos de Su bondad en expresión, forma, contorno y
 color. Es el Amor el que pinta los pétalos con miríadas de
 matices, brilla en el cálido rayo de sol, traza en la nube el
27 arco de belleza, blasona la noche con gemas estelares y cubre
 la tierra de hermosura.


 Los adornos de la persona son pobres sustitutos para los
30 encantos del ser, que brillan resplandecientes y eternos sobre
 la vejez y la decadencia.


 La receta para la belleza es tener menos ilusión y
33 más Alma, retirarse de la creencia de dolor o placer en el



Página 248



1 cuerpo a la inmutable calma y gloriosa libertad de la armonía
 espiritual.


3 El Amor jamás pierde de vista la hermosura. Su halo se
 posa sobre su objeto. Uno se maravilla de que un amigo pueda
 parecer menos que bello. Los hombres y las
6 mujeres de edad más madura y mayor experien-
 cia debieran madurar en salud e inmortalidad, en lugar de
 caer en las tinieblas o la tristeza. La Mente inmortal alimenta
9 el cuerpo con frescura y belleza celestiales, suministrándole
 bellas imágenes de pensamiento y destruyendo las angustias
 del sentido que cada día lleva a una tumba más cercana.


12 El escultor se vuelve del mármol a su modelo a fin de
 perfeccionar su concepción. Todos somos escultores, elabo-
 rando variadas formas, moldeando y cincelando Escultura
15 el pensamiento. ¿Cuál es el modelo ante la mente mental
 mortal? ¿Es la imperfección, el gozo, el pesar, el pecado,
 el sufrimiento? ¿Has aceptado el modelo mortal? ¿Estás
18 reproduciéndolo? Entonces eres acosado en tu trabajo por
 escultores depravados y formas horribles. ¿No oyes a toda la
 humanidad hablar del modelo imperfecto? El mundo lo está
21 manteniendo ante tu vista continuamente. El resultado es
 que estás propenso a seguir esos patrones inferiores, limitar
 la obra de tu vida y adoptar en tu experiencia el diseño
24 anguloso y la deformidad de los modelos de la materia.


 Para remediar esto, debemos primero volver nuestra
 mirada en la dirección correcta, y luego seguir ese camino.
27 Debemos formar modelos perfectos en el pensa-
 miento y mirarlos continuamente, o nunca los
 tallaremos en vidas grandes y nobles. Dejemos que el
30 altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud,
 la santidad, el amor —el reino de los cielos— reinen en
 nosotros, y el pecado, la enfermedad y la muerte disminuirán
33 hasta que finalmente desaparezcan.



Página 249



1 Aceptemos la Ciencia, renunciemos a todas las teorías
 basadas en el testimonio del sentido, abandonemos los
3 modelos imperfectos y los ideales ilusorios; y tengamos
 así un único Dios, una única Mente, y ese único perfecto,
 produciendo Sus propios modelos de excelencia.


6 Dejemos que aparezcan el “varón y hembra” de la crea-
 ción de Dios. Sintamos la energía divina del Espíritu, que
 nos lleva a renovación de vida y no reconoce
9 ningún poder mortal ni material como capaz
 de destruir. Regocijémonos de que estamos sometidos a las
 divinas “autoridades... que hay”. Tal es la Ciencia verdadera
12 del ser. Cualquier otra teoría de la Vida, o Dios, es engañosa
 y mitológica.


 La Mente no es la autora de la materia, y la creadora
15 de ideas no es la creadora de ilusiones. O bien no hay
 omnipotencia, o la omnipotencia es el único poder. Dios es
 el infinito, y la infinitud jamás comenzó, jamás terminará y
18 no incluye nada desemejante a Dios. ¿De dónde, entonces,
 procede la materia, sin alma?


 La Vida, igual que el Cristo, es la misma “ayer, y hoy,
21 y por los siglos”. La organización y el tiempo nada tienen
 que ver con la Vida. Tú dices: “Yo soñé anoche”. Sueños
 ¡Qué equivocación es esa! El Yo es el Espíritu.
24 Dios nunca se adormece, y Su semejanza nunca sueña.
 Los mortales son los soñadores adánicos.


 El dormir y la apatía son fases del sueño de que la vida,
27 la sustancia y la inteligencia son materiales. El sueño noc-
 turno mortal está a veces más cerca de la verdad del ser que
 los pensamientos de los mortales cuando están despiertos.
30 El sueño nocturno tiene menos materia que lo acompañe.
 Se libera de algunas cadenas materiales. No alcanza los
 cielos, pero hace sus vuelos mundanos bastante etéreos.


33 El hombre es el reflejo del Alma. Es el opuesto directo
 de la sensación material, y existe un único Ego. Incurrimos



Página 250



1 en el error cuando dividimos el Alma en almas, multiplica-
 mos la Mente en mentes y suponemos que el error es mente,
3 después que la mente está en la materia y que la Desatinos
 materia es un legislador, que lo que no es inteli-
 gencia actúa como inteligencia, y que la mortalidad es la
6 matriz de la inmortalidad.


 La existencia mortal es un sueño; la existencia mortal
 no tiene entidad verdadera, pero dice: “Soy yo”. El Espíritu
9 es el Ego que jamás sueña, sino que comprende El Espíritu es
 todas las cosas; que jamás yerra y siempre está
 consciente; que jamás cree, sino que sabe; que jamás nace y
12 jamás muere. El hombre espiritual es la semejanza de este
 Ego. El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que
 viene del sol, el hombre, el producto de Dios, refleja a Dios.


15 El cuerpo y la mente mortales son uno, y ese uno es lla-
 mado hombre; pero un mortal no es el hombre, pues el hombre
 es inmortal. Puede que un mortal esté cansado La existencia
18 o dolorido, que goce o sufra, de acuerdo con el


 sueño que tenga mientras duerme. Cuando ese
 sueño se desvanece, el mortal se da cuenta de que no está
21 experimentando ninguna de estas sensaciones del sueño. Para
 el observador, el cuerpo yace indiferente, apacible e insensible,
 y la mente parece estar ausente.


24 Ahora bien, yo pregunto: ¿Hay más realidad en el sueño
 despierto de la existencia mortal que en el sueño dormido?
 No puede haberla, ya que todo lo que parece ser un hombre
27 mortal es un sueño mortal. Quita la mente mortal, y la mate-
 ria no tiene más sentido como hombre que el que tiene como
 árbol. Mas el hombre espiritual y verdadero es inmortal.


30 Sobre este escenario de la existencia prosigue la danza de
 la mente mortal. Los pensamientos mortales se persiguen
 unos a otros cual copos de nieve, y caen al suelo. La Ciencia
33 revela que la Vida no está a merced de la muerte, ni la
 Ciencia admitirá que la felicidad esté jamás a merced de las
 circunstancias.



Página 251



1 El error no es real, por lo tanto, no es más imperativo a
 medida que se apresura a la destrucción de sí
3 mismo. La así llamada creencia de la mente


 mortal que aparenta ser un absceso no debiera
 volverse más dolorosa antes de supurar, ni una fiebre agravarse
6 antes de cesar.


 El terror es tan grande en ciertas etapas de la creencia
 mortal como para conducir la creencia por nuevos senderos.
9 En la ilusión de la muerte, los mortales despier-
 tan al conocimiento de dos hechos: (1) que no
 están muertos; (2) que sólo han atravesado las puertas de
12 una nueva creencia. La Verdad resuelve la nada del error
 precisamente de estas maneras. La enfermedad, tanto como
 el pecado, es un error que únicamente el Cristo, la Verdad,
15 puede destruir.


 Debemos enterarnos cómo el género humano gobierna el
 cuerpo, si es mediante la fe en la higiene, en los medicamentos
18 o en la fuerza de voluntad. Debiéramos averi-
 guar si gobierna el cuerpo mediante la creencia la mente mortal
 en la necesidad de la enfermedad y la muerte, el pecado y el
21 perdón, o si lo gobierna por la comprensión más elevada de
 que la Mente divina perfecciona, actúa sobre la así llamada
 mente humana mediante la verdad, guía la mente humana
24 a renunciar a todo error, a descubrir que la Mente divina
 es la única Mente, y la sanadora del pecado, la enfermedad,
 la muerte. Este proceso de la comprensión espiritual más
27 elevada mejora a la humanidad hasta que el error desaparece,
 y no queda nada que merezca perecer o ser castigado.


 La ignorancia, como el mal intencional, no es Ciencia.
30 La ignorancia debe ser vista y corregida antes que podamos
 alcanzar la armonía. Las creencias inarmóni-
 cas que roban a la Mente, llamándola materia,
33 y deifican sus propias nociones, se aprisionan a sí mismas



Página 252



1 dentro de lo que ellas crean. Están en guerra con la Ciencia,
 y como dijo nuestro Maestro: “Si un reino está dividido
3 contra sí mismo, tal reino no puede permanecer”.


 La ignorancia humana acerca de la Mente y de las energías
 recuperadoras de la Verdad ocasiona el único escepticismo
6 respecto a la patología y teología de la Ciencia Cristiana.


 Cuando las falsas creencias humanas se enteran, aunque
 sea un poco, de su propia falsedad, empiezan a desaparecer.
9 Un conocimiento del error y de sus operaciones El hombre eterno
 debe preceder aquella comprensión de la Verdad reconocido
 que destruye el error, hasta que todo el error mortal y mate-
12 rial finalmente desaparece y la eterna verdad, el hombre
 creado por el Espíritu y del Espíritu, es comprendido y reco-
 nocido como la verdadera semejanza de su Hacedor.


15 La falsa evidencia del sentido material contrasta nota-
 blemente con el testimonio del Espíritu. El sentido material
 levanta su voz con la arrogancia de la realidad y dice:


18 Soy enteramente deshonesto, y nadie lo sabe. Puedo
 engañar, mentir, cometer adulterio, robar, asesinar, y eludo
 la detección mediante lisonjera villanía. Con
21 propensión animal, engaño en los sentimientos, del sentido
 fraudulencia en los propósitos, pienso hacer de mi corta vida
 un día de gala. ¡Qué cosa tan bonita es el pecado! ¡Cómo
24 triunfa el pecado, donde el buen propósito espera! El mundo
 es mi reino. Estoy entronizado en la suntuosidad de la mate-
 ria. Pero un toque, un accidente, la ley de Dios, pueden en
27 cualquier momento aniquilar mi paz, pues todos mis gozos
 imaginarios son fatales. Cual lava que estalla, me expando
 sólo para mi propia desesperación, y brillo con el resplandor
30 del fuego consumidor.


 El Espíritu, dando testimonio opuesto, dice:


 Yo soy el Espíritu. El hombre, cuyos sentidos son



Página 253



1 espirituales, es mi semejanza. Él refleja la comprensión infi-
 nita, pues Yo soy la Infinitud. La hermosura de la santidad,
3 la perfección del ser, la gloria imperecedera,
 todas son Mías, pues Yo soy Dios. Yo doy la
 inmortalidad al hombre, pues Yo soy la Verdad. Yo incluyo e
6 imparto toda felicidad, pues Yo soy el Amor. Yo doy vida, sin
 comienzo ni fin, pues Yo soy la Vida. Yo soy supremo y doy
 todo, pues Yo soy la Mente. Yo soy la sustancia de todo, pues
9 Yo soy el que soy.


 Espero, querido lector, estar guiándote a la comprensión
 de tus derechos divinos, la armonía que te es concedida por
12 el cielo, que, a medida que leas, veas que no hay Prerrogativas
 causa (fuera del sentido mortal y material, que


 yerra, que no es poder) capaz de enfermarte o
15 hacerte un pecador; y espero que estés venciendo este falso
 sentido. Conociendo la falsedad del así llamado sentido
 material, puedes imponer tu prerrogativa de vencer la creencia
18 en el pecado, la enfermedad o la muerte.


 Si crees en el mal y lo practicas a sabiendas, puedes inme-
 diatamente cambiar tu proceder y obrar bien. La materia no
21 puede presentar ninguna oposición a los esfuer-
 zos correctos contra el pecado o la enfermedad, correcto es


 porque la materia es inerte, sin mente. Así
24 también, si crees que estás enfermo, puedes alterar esta creen-
 cia y acción erróneas sin impedimento de parte del cuerpo.


 No creas en ninguna supuesta necesidad de pecar, enfer-
27 mar o morir, sabiendo (como debieras saber) que Dios jamás
 requiere obediencia a una así llamada ley material, puesto
 que no existe tal ley. La creencia en el pecado y la muerte es
30 destruida por la ley de Dios, la cual es la ley de la Vida y no de
 la muerte, de la armonía en vez de la discordia, del Espíritu
 en vez de la carne.


33 La exigencia divina: “Sed, pues, vosotros perfectos” es



Página 254



1 científica, y los pasos humanos que conducen a la perfección
 son indispensables. Son coherentes quienes, velando y orando,
3 pueden “correr, y no cansarse;... caminar, y no
 fatigarse”, quienes logran el bien rápidamente
 y mantienen su posición, o lo ganan lentamente y no se
6 rinden al desaliento. Dios requiere perfección, pero no hasta
 que se pelee la batalla entre el Espíritu y la carne y se logre la
 victoria. Dejar de comer, beber o vestirse materialmente
9 antes de que las verdades espirituales de la existencia se hayan
 ganado paso a paso, no es legítimo. Cuando esperamos
 pacientemente en Dios y buscamos con rectitud la Verdad,
12 Él endereza nuestra vereda. Los mortales imperfectos captan
 la perfección espiritual final lentamente; pero empezar bien y
 continuar la lucha de demostrar el gran problema del ser, es
15 hacer mucho.


 Durante las épocas sensuales, puede que la Ciencia
 Cristiana absoluta no sea alcanzada antes del cambio
18 llamado muerte, pues no tenemos el poder de demostrar lo
 que no comprendemos. Pero el yo humano debe ser evan-
 gelizado. Dios exige que aceptemos esta tarea con amor hoy
21 mismo, y que abandonemos lo material tan pronto como sea
 práctico, y nos ocupemos en lo espiritual, lo cual determina
 lo exterior y verdadero.


24 Si te aventuras sobre la tranquila superficie del error y
 simpatizas con el error, ¿qué perturbará las aguas? ¿Qué
 arrancará la máscara al error?


27 Si echas tu barca sobre las siempre agitadas pero saludables
 aguas de la verdad, encontrarás tempestades. De tu bien se
 hablará mal. Esto es la cruz. Tómala y llévala, La cruz
30 pues por medio de ella ganas y te ciñes la corona. y la corona
 Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres
 el huésped de Dios.





Página 255


Capítulo 9 — La creación



Firme es Tu trono desde entonces;
Tú eres eternamente. — Salmos.


Porque sabemos que toda la creación gime a una,
y a una está con dolores de parto hasta ahora;
y no sólo ella, sino que también nosotros mismos,
que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos,
esperando la adopción,
la redención de nuestro cuerpo. — Pablo.


1 La Verdad eterna está cambiando el universo. A medida
 que los mortales se desprenden de sus pañales mentales,
3 el pensamiento se expande en expresión. “Sea Teorías
 la luz” es la exigencia perpetua de la Verdad y el inadecuadas


 Amor, cambiando el caos en orden y la disonan-
6 cia en la música de las esferas. Las míticas teorías humanas
 de la creación, clasificadas antiguamente como la crítica más
 elevada, surgían de eruditos cultos en Roma y en Grecia, pero
9 ellos no aportaron ningún fundamento para las perspectivas
 exactas de la creación por la Mente divina.


 El hombre mortal ha hecho un pacto con sus ojos para
12 empequeñecer a la Deidad con concepciones
 humanas. En liga con el sentido material, los


 mortales adoptan perspectivas limitadas de
15 todas las cosas. Ningún hombre debiera afirmar que Dios es
 corpóreo o material.


 La forma humana, o finitud física, no puede ser hecha la
18 base de ninguna idea verdadera de la Deidad infinita. Ojo no
 vio el Espíritu, ni oído oyó Su voz.



Página 256



1 El progreso quita los grilletes humanos. Lo finito tiene
 que ceder a lo infinito. Al avanzar hacia un plano más alto
3 de acción, el pensamiento se eleva del sentido
 material al espiritual, de lo escolástico a lo
 inspirador, y de lo mortal a lo inmortal. Todas las cosas son
6 creadas espiritualmente. La Mente, no la materia, es la crea-
 dora. El Amor, el Principio divino, es el Padre y la Madre del
 universo, incluyendo el hombre.


9 La teoría de tres personas en un único Dios (es decir, una
 Trinidad personal o Tri-unidad) sugiere poli-
 teísmo, en lugar del único siempre presente
12 Yo soy. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.


 El eterno Yo soy no está restringido ni comprimido dentro
 de los límites estrechos de la humanidad física, ni puede ser
15 Él comprendido correctamente por medio de
 conceptos mortales. La forma precisa de Dios


 debe ser de poca importancia en comparación
18 con la pregunta sublime: ¿Qué es la Mente infinita o el Amor
 divino?


 ¿Quién es el que exige nuestra obediencia? Aquel que,
21 en el lenguaje de las Escrituras, “hace según Su voluntad en
 el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay
 quien detenga Su mano, y Le diga: ¿Qué haces?”


24 Ninguna forma ni combinación física es adecuada para
 representar el Amor infinito. Un sentido finito y material
 acerca de Dios conduce al formalismo y a la intolerancia;
27 enfría el espíritu del cristianismo.


 Una Mente ilimitada no puede proceder de limitaciones
 físicas. La finitud no puede presentar la idea o la vastedad de
30 la infinitud. Una mente que se origina en una
 fuente finita o material tiene que ser limitada y ilimitada
 finita. La Mente infinita es la creadora, y la creación es la



Página 257



1 imagen o idea infinita que emana de esta Mente. Si la Mente
 está dentro y fuera de todas las cosas, entonces todo es Mente;
3 y esta definición es científica.


 Si la materia, así llamada, es sustancia, entonces el Espíritu,
 la desemejanza de la materia, debe ser sombra; y la sombra no
6 puede producir la sustancia. La teoría de que
 el Espíritu no es la única sustancia y el único
 creador es heterodoxia panteísta, que resulta en enfermedad,
9 pecado y muerte; es la creencia en un alma corporal y una
 mente material, un alma gobernada por el cuerpo y una mente
 en la materia. Esta creencia es panteísmo superficial.


12 La Mente crea Su propia semejanza en ideas, y la sustancia
 de una idea está muy lejos de ser la supuesta sustancia de la
 materia carente de inteligencia. Por lo tanto, el Padre Mente
15 no es el padre de la materia. Los sentidos materiales y las
 concepciones humanas quisieran traducir las ideas espiri-
 tuales en creencias materiales, y quisieran decir que un Dios
18 antropomórfico, en lugar del Principio infinito —en otras
 palabras, el Amor divino— es el padre de la lluvia, quien
 “engendró las gotas del rocío”, quien saca “las constelaciones
21 de los cielos” y guía a “la Osa Mayor con sus hijos”.


 La mente finita manifiesta toda clase de errores, y com-
 prueba así que la teoría material de que hay mente en la
24 materia es el antípoda de la Mente. ¿Quién ha
 encontrado que la vida o el amor finitos son
 suficientes para responder a las exigencias de la miseria y
27 congoja humanas, para silenciar los deseos, para satisfacer las
 aspiraciones? La Mente infinita no puede estar limitada a una
 forma finita, o la Mente perdería su carácter infinito como el
30 Amor inagotable, la Vida eterna, la Verdad omnipotente.


 Se requeriría una forma infinita para contener la Mente
 infinita. Realmente, la frase forma infinita entraña una
33 contradicción de términos. El hombre finito no puede ser



Página 258



1 la imagen y semejanza del Dios infinito. Una concepción
 mortal, corpórea o finita de Dios no puede abarcar las glorias
3 de la Vida y del Amor ilimitados e incorpóreos. Lo físico infinito
 De ahí el insatisfecho anhelo humano por algo es imposible
 mejor, más elevado, más sagrado, de lo que proporciona una
6 creencia material en un Dios y un hombre físicos. La insufi-
 ciencia de esta creencia para proveer la idea verdadera com-
 prueba la falsedad de la creencia material.


9 El hombre es más que una forma material con una mente
 adentro, que tiene que escapar de su ambiente a Reflejo de
 fin de ser inmortal. El hombre refleja la infini-
12 tud, y este reflejo es la idea verdadera de Dios.


 Dios expresa en el hombre la idea infinita desarrollán-
 dose a sí misma para siempre, ampliándose y elevándose más
15 y más desde una base ilimitada. La Mente manifiesta todo lo
 que existe en la infinitud de la Verdad. No sabemos más del
 hombre como la verdadera imagen y semejanza divinas, de lo
18 que sabemos de Dios.


 El Principio infinito es reflejado por la idea infinita y la
 individualidad espiritual, pero los así llamados sentidos mate-
21 riales no tienen conocimiento ni del Principio ni de su idea.
 Las capacidades humanas son ampliadas y perfeccionadas
 en la proporción en que la humanidad gana la concepción
24 verdadera del hombre y de Dios.


 Los mortales tienen un sentido muy imperfecto del hombre
 espiritual y del alcance infinito de su pensamiento. A él le
27 pertenece la Vida eterna. Puesto que el hombre Permanencia
 jamás nace y jamás muere, le sería imposible,
 bajo el gobierno de Dios en la Ciencia eterna, caer de su
30 estado elevado.


 Por medio del sentido espiritual puedes discernir el
 corazón de la divinidad, y empezar así a comprender en la



Página 259



1 Ciencia el término genérico hombre. El hombre no está
 absorbido en la Deidad, y el hombre no puede
3 perder su individualidad, pues refleja la Vida


 eterna; ni es una idea aislada y solitaria, pues
 representa la Mente infinita, la suma de toda la sustancia.


6 En la Ciencia divina, el hombre es la imagen verdadera
 de Dios. La naturaleza divina fue expresada de la mejor
 manera en Cristo Jesús, quien proyectó sobre los mortales el
9 reflejo más veraz de Dios y elevó sus vidas más alto de lo que
 sus pobres modelos-pensamiento permitían, pensamientos
 que presentaban al hombre como caído, enfermo, pecador y
12 mortal. La comprensión a la manera de Cristo del ser cien-
 tífico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e
 idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base
15 del pensamiento y la demostración.


 Si el hombre fue alguna vez perfecto pero ha perdido
 ahora su perfección, entonces los mortales nunca han contem-
18 plado en el hombre la imagen refleja de Dios.
 La imagen perdida no es imagen. La semejanza divina no se


 verdadera no puede perderse en el reflejo divino.
21 Compren­diendo esto, Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos,
 como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.


 El pensamiento mortal transmite sus propias imágenes,
24 y forma sus vástagos de acuerdo con las ilusiones humanas.
 Dios, el Espíritu, obra espiritualmente, no
 materialmente. El cerebro o materia jamás
27 formó un concepto humano. La vibración no es inteligencia;
 por lo tanto, no es una creadora. Las ideas inmortales, puras,
 perfectas y perdurables, son transmitidas por la Mente divina
30 mediante la Ciencia divina, la cual corrige el error con la
 verdad y exige pensamientos espirituales, conceptos divinos,
 a fin de que ellos produzcan resultados armoniosos.


33 Si uno deduce sus conclusiones en cuanto al hombre



Página 260



1 desde la imperfección en lugar de la perfección, le es tan
 imposible arribar a la verdadera concepción o comprensión
3 del hombre y hacerse semejante a ella, como le es al escultor
 perfeccionar los contornos de su obra tomando un modelo
 imperfecto, o al pintor representar la figura y rostro de Jesús
6 mientras mantiene en el pensamiento el carácter de Judas.


 Las concepciones del pensamiento mortal, que yerra,
 tienen que dar lugar al ideal de todo lo que es perfecto
9 y eterno. A través de muchas generaciones las Descubri­miento
 creencias humanas irán alcanzando concepcio-
 nes más divinas, y el modelo perfecto e inmortal de la crea-
12 ción de Dios finalmente será visto como la única concepción
 verdadera del ser.


 La Ciencia revela la posibilidad de lograr todo lo bueno,
15 y pone a los mortales a trabajar para descubrir lo que Dios
 ya ha hecho; pero la falta de confianza en la propia capacidad
 para ganar el bien deseado y producir resultados mejores y
18 más elevados, a menudo impide que uno pruebe sus propias
 alas y asegura el fracaso desde el comienzo.


 Los mortales tienen que cambiar sus ideales a fin
21 de mejorar sus modelos. Un cuerpo enfermo
 es el resultado de pensamientos enfermos.


 La enfermedad, la dolencia y la muerte proce-
24 den del temor. El sensualismo desarrolla malas condiciones
 físicas y morales.


 El egoísmo y el sensualismo son educados en la mente
27 mortal por los pensamientos que se vuelven de continuo
 hacia uno mismo, por las conversaciones acerca del cuerpo
 y por la expectativa de obtener de él perpetuo placer o dolor;
30 y esta educación es a expensas del crecimiento espiritual.
 Si ataviamos el pensamiento con vestidos mortales, tiene
 que perder su naturaleza inmortal.


33 Si esperamos del cuerpo placer, encontramos dolor; si la
 Vida, encontramos muerte; si la Verdad, encontramos error;



Página 261



1 si el Espíritu, encontramos su opuesto, la materia. Ahora
 bien, revierte esta acción. Vuelve tu mirada del Los pensamientos
3 cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio son cosas
 de toda felicidad, armonía e inmortalidad. Mantén tu
 pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo
6 verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción
 en que ocupen tus pensamientos.


 El efecto de la mente mortal sobre la salud y la felicidad
9 se ve en esto: Si uno desvía la atención del cuerpo con un
 interés tan absorbente como para olvidarlo,
 el cuerpo no experimenta ningún dolor. Bajo
12 el fuerte impulso de un deseo de representar su papel, un
 renombrado actor estaba acostumbrado, noche tras noche, a
 subir al escenario y representar la parte que le correspondía,
15 andando de un lado a otro tan ágilmente como el miembro
 más joven de la compañía. Este anciano estaba tan lisiado
 que iba cojeando todos los días al teatro, y se sentaba dolorido
18 en su silla hasta que oía su señal de entrada en escena, una
 señal que lo hacía tan ajeno a su dolencia física como si
 hubiera inhalado cloroformo, aunque estaba en plena posesión
21 de sus así llamados sentidos.


 Separa el sentido del cuerpo, o materia, que sólo es una
 forma de creencia humana, y puedes aprender el significado
24 de Dios, o el bien, y la naturaleza de lo inmuta-
 ble e inmortal. Desprendiéndote de las muta-


 ciones del tiempo y del sentido, no perderás ni
27 los objetos ni los fines sólidos de la vida ni tu propia identidad.
 Fijando tu mirada en las realidades supernas, ascenderás
 hacia la consciencia espiritual del ser, tal como el pájaro que
30 ha salido del huevo y alisa sus alas para un vuelo en dirección
 al cielo.


 Debiéramos olvidar nuestro cuerpo al recordar el bien
33 y la raza humana. El bien exige al hombre cada hora, en



Página 262



1 la cual resolver el problema del ser. La consagración al bien no
 reduce la dependencia que el hombre tiene de Dios, sino que la
3 aumenta. La consagración tampoco disminuye El olvido
 las obligaciones del hombre hacia Dios, sino
 que muestra la necesidad suprema de cumplirlas. La Ciencia
6 Cristiana no le quita nada a la perfección de Dios, sino que Le
 atribuye a Él toda la gloria. Despojándose del “viejo hombre
 con sus hechos”, los mortales “se visten de inmortalidad”.


9 No podemos sondar la naturaleza y cualidad de la creación
 de Dios sumergiéndonos en los bajíos de la creencia mortal.
 Tenemos que revertir nuestros débiles aleteos —nuestros
12 esfuerzos por encontrar vida y verdad en la materia— y
 elevarnos por encima del testimonio de los sentidos materia-
 les, por encima de lo mortal hacia la idea inmortal de Dios.
15 Estas perspectivas más claras y elevadas inspiran al hombre
 semejante a Dios a alcanzar el centro y la circunferencia
 absolutos de su ser.


18 Job dijo: “De oídas Te había oído; mas ahora mis ojos Te
 ven”. Los mortales se harán eco del pensamiento de Job
 cuando los supuestos dolores y placeres de la
21 materia cesen de predominar. Entonces aban-
 donarán la evaluación falsa de la vida y la felicidad, de la
 alegría y el pesar, y alcanzarán la dicha de amar desinteresa-
24 damente, de trabajar pacientemente y de vencer todo lo que
 sea desemejante a Dios. Al partir desde un punto de vista
 más alto, uno se eleva espontáneamente, así como la luz
27 emite luz sin esfuerzo; pues “donde esté vuestro tesoro, allí
 estará también vuestro corazón”.


 El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso
30 del origen del hombre. Empezar correctamente es terminar
 correctamente. Todo concepto que parece
 empezar con el cerebro, empieza falsamente.
33 La Mente divina es la única causa o Principio de la existencia.
 La causa no existe en la materia, en la mente mortal, o en las
 formas físicas.



Página 263



1 Los mortales son egotistas. Se creen trabajadores inde-
 pendientes, autores personales y hasta creadores privilegiados
3 de algo que la Deidad no quiso o no pudo crear. El egotismo
 Las creaciones de la mente mortal son materia-
 les. Sólo el hombre espiritual, inmortal, representa la verdad
6 de la creación.


 Cuando el hombre mortal una sus pensamientos de la
 existencia con lo espiritual y trabaje únicamente como Dios
9 trabaja, ya no andará a tientas en las tinieblas
 ni se aferrará a la tierra porque no ha saboreado un falso creador
 el cielo. Las creencias carnales nos defraudan. Hacen del
12 hombre un hipócrita involuntario, que produce el mal cuando
 quisiera crear el bien, que forma deformidades cuando quisiera
 diseñar gracia y belleza, que hiere a quienes quisiera bendecir.
15 Se vuelve un creador falso de todas las cosas, que cree que
 es un semidiós. Su “contacto torna la esperanza en polvo, el
 polvo que todos hemos hollado”. En lenguaje bíblico él podría
18 decir: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
 eso hago”.


 Sólo puede haber un único creador, quien lo ha creado
21 todo. Cualquier cosa que parezca ser una creación nueva, es
 sólo el descubrimiento de alguna idea distante
 de la Verdad; o es una nueva multiplicación o
24 una división por sí mismo del pensamiento mortal, como
 cuando algún sentido finito atisba desde su claustro con
 asombro e intenta imitar el infinito.


27 La multiplicación de un sentido humano y mortal de las
 personas y las cosas no es creación. Un pensamiento sensual,
 cual átomo de polvo lanzado a la cara de la inmensidad
30 espiritual, es densa ceguedad en lugar de una consciencia
 científica, eterna de la creación.


 Las evanescentes formas de la materia, el cuerpo mortal



Página 264



1 y la tierra material, son los conceptos fugaces de la mente
 humana. Tienen su día antes que las realidades permanentes
3 y su perfección en el Espíritu aparezcan. Las
 crudas creaciones del pensamiento mortal


 finalmente tienen que dar lugar a las gloriosas
6 formas que a veces contemplamos en la cámara de la Mente
 divina, cuando el cuadro mental es espiritual y eterno. Los
 mortales tienen que mirar más allá de las formas evanescentes,
9 finitas, si quieren obtener el sentido verdadero de las cosas.
 ¿Dónde ha de fijarse la mirada sino en el reino inescrutable
 de la Mente? Tenemos que mirar hacia donde queremos
12 caminar, y debemos actuar como poseyendo todo poder
 derivado de Aquel en quien tenemos nuestro ser.


 A medida que los mortales obtengan perspectivas más
15 correctas de Dios y del hombre, innumerables objetos de la
 creación, que antes eran invisibles, se volverán
 visibles. Cuando comprendamos que la Vida es propia
18 el Espíritu, nunca en la materia ni de la materia, esta com-
 prensión se expandirá hasta su compleción propia, encon-
 trándolo todo en Dios, el bien, y sin necesitar ninguna otra
21 consciencia.


 El Espíritu y sus formaciones son las únicas realidades del
 ser. La materia desaparece bajo el microscopio del Espíritu.
24 El pecado no es sostenido por la Verdad, y la
 enfermedad y la muerte fueron vencidas por


 Jesús, quien comprobó que eran formas del
27 error. La vida y la bienaventuranza espirituales son las únicas
 evidencias por medio de las cuales podemos reconocer la
 existencia verdadera y sentir la paz inefable que viene de un
30 amor espiritual que lo absorbe todo.


 Cuando aprendamos el camino en la Ciencia Cristiana y
 reconozcamos el ser espiritual del hombre, contemplaremos
33 y comprenderemos la creación de Dios: todas las glorias de la
 tierra y del cielo y del hombre.


 El universo del Espíritu está poblado de seres espirituales,



Página 265



1 y su gobierno es la Ciencia divina. El hombre es el vástago,
 no de las más bajas, sino de las más elevadas cualidades de
3 la Mente. El hombre comprende la existencia
 espiritual en la proporción en que sus tesoros
 de Verdad y Amor son ampliados. Los mortales deben
6 gravitar hacia Dios, sus afectos y propósitos espiritualizarse
 —deben acercarse a interpretaciones más amplias del ser y
 ganar un sentido más apropiado del infinito— a fin de poder
9 despojarse del pecado y la mortalidad.


 Este sentido científico del ser, que abandona la materia por
 el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre
12 en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere
 al hombre una individualidad ampliada, una esfera de
 pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo,
15 una paz más elevada y más permanente.


 Los sentidos representan el nacimiento como inoportuno
 y la muerte como irresistible, como si el hombre fuera una
18 mala hierba que crece rápidamente o una flor
 marchitada por el sol y dañada por heladas
 intempestivas; pero esto es cierto sólo de un mortal, no de un
21 hombre a la imagen y semejanza de Dios. La verdad del ser
 es perenne, y el error es irreal y obsoleto.


 ¿Quién que ha sentido la pérdida de la paz humana no ha
24 ganado deseos más fuertes por el gozo espiritual? La aspira-
 ción al bien celestial nos viene aun antes que
 descubramos lo que pertenece a la sabiduría y


27 al Amor. La pérdida de esperanzas y placeres
 terrenales ilumina la senda ascendente de muchos corazones.
 Los dolores del sentido nos informan rápidamente que los
30 placeres del sentido son mortales y que el gozo es espiritual.


 Los dolores del sentido son saludables, si desarraigan
 las falsas creencias placenteras y trasplantan los afectos



Página 266



1 desde el sentido al Alma, donde las creaciones de Dios son
 buenas y “alegran el corazón”. Tal es la espada Decapitación
3 de la Ciencia, con la cual la Verdad decapita el del error
 error, la materialidad dando lugar a la individualidad y al
 destino más elevados del hombre.


6 ¿Sería la existencia sin amigos personales un vacío para ti?
 Entonces llegará el momento en que estarás solitario, privado
 de compasión; mas este aparente vacío ya está
9 colmado de Amor divino. Cuando llegue esta
 hora de desarrollo, aunque te aferres a un sentido de gozos
 personales, el Amor espiritual te forzará a aceptar lo que
12 mejor promueva tu crecimiento. Los amigos traicionarán y
 los enemigos calumniarán, hasta que la lección sea suficiente
 para exaltarte; pues “la necesidad extrema del hombre es la
15 oportunidad de Dios”. La autora ha experimentado la profe-
 cía antedicha y sus bendiciones. Así Él enseña a los mortales
 a abandonar su carnalidad y a ganar la espiritualidad. Esto
18 se logra mediante la abnegación. El Amor universal es el
 camino divino en la Ciencia Cristiana.


 El pecador crea su propio infierno haciendo el mal, y el
21 santo su propio cielo haciendo el bien. Las persecuciones
 opuestas del sentido material, ayudando al mal con el mal,
 engañarían a los mismos escogidos.


24 Los mortales deben seguir los dichos de Jesús y sus demos-
 traciones, las cuales dominan la carne. La Mente perfecta e
 infinita entronizada es el cielo. Las creencias
27 malévolas que se originan en los mortales son
 el infierno. El hombre es la idea del Espíritu; refleja la pre-
 sencia beatífica, llenando de luz el universo. El hombre es
30 imperecedero, espiritual. Está por encima de pecado o
 flaqueza. No atraviesa las barreras del tiempo hacia la vasta
 eternidad de la Vida, sino que coexiste con Dios y el universo.



Página 267



1 Todo objeto en el pensamiento material será destruido,
 pero la idea espiritual, cuya sustancia está en la Mente, es
3 eterna. Los vástagos de Dios no se originan
 en la materia o el polvo efímero. Están en el
 Espíritu, y son del Espíritu, la Mente divina, y continúan así
6 para siempre. Dios es uno. La totalidad de la Deidad es Su
 unidad. Genéricamente el hombre es uno, y específicamente
 hombre significa todos los hombres.


9 Se admite generalmente que Dios es Padre, eterno, creado
 por Sí mismo, infinito. Si esto es así, el Padre eterno debe
 haber tenido hijos con anterioridad a Adán. El gran Yo soy
12 hizo todo “lo que ha sido hecho”. Por lo tanto, el hombre y el
 universo espiritual coexisten con Dios.


 Los Científicos Cristianos comprenden que, en un
15 sentido religioso, tienen la misma autoridad para el apelativo
 madre, que para el de hermano o hermana. Jesús dijo:
 “Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está
18 en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”.


 Cuando son examinados bajo la luz de la Ciencia divina,
 los mortales presentan más de lo que se detecta en la superfi-
21 cie, ya que los pensamientos invertidos y las
 creencias erróneas tienen que ser falsificaciones


 de la Verdad. El pensamiento es tomado en
24 préstamo de una fuente más elevada que la materia, y por
 reversión, los errores sirven como postes indicadores hacia la
 Mente única, en la cual todo error desaparece en la Verdad
27 celestial. El manto del Espíritu es “blanco y resplandeciente”,
 como el vestido del Cristo. Aun en este mundo, por tanto,
 “en todo tiempo sean blancos tus vestidos”. “Bienaventurado
30 el varón que soporta [vence] la tentación; porque cuando
 haya resistido la prueba [se haya comprobado que es fiel],
 recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le
33 aman” (Santiago 1:12).





Página 268


Capítulo 10 — La Ciencia del ser



Lo que era desde el principio, lo que hemos oído,
lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado,
y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida...;
lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos,
para que también vosotros tengáis comunión con nosotros;
y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre,
y con Su hijo Jesucristo. — Juan, Primera Epístola.


Aquí estoy. No puedo obrar de otra manera;
¡Dios me auxilie! ¡Amén! — Martín Lutero.


1 En el mundo material, el pensamiento ha sacado a luz con
 gran rapidez muchas maravillas útiles. Con igual activi-
3 dad las veloces alas del pensamiento se han ido elevando
 hacia el reino de lo real, hacia la causa espiritual El reto
 de aquellas cosas inferiores que dan impulso a materialista
6 la investigación. La creencia en una base material, de la cual
 pueda ser deducida toda racionalidad, está cediendo lenta-
 mente a la idea de una base metafísica, volviéndose de la
9 materia hacia la Mente como la causa de todo efecto. Las
 hipótesis materialistas desafían la metafísica para enfrentarse
 en combate final. En este período revolucionario, como el
12 joven pastor con su honda, la mujer se adelanta para luchar
 contra Goliat.


 En esta lucha final por la supremacía, los sistemas semi-
15 metafísicos no proporcionan ayuda sustancial a la metafísica
 científica, pues sus argumentos están basados
 en los falsos testimonios de los sentidos mate-
18 riales así como en las realidades de la Mente. Estos sistemas



Página 269



1 semimetafísicos son todos por igual panteístas, y saben a
 pandemonio, una casa dividida contra sí misma.


3 Desde el comienzo hasta el fin, la supuesta coexistencia
 de la Mente y la materia y la mezcla del bien y el mal han sido
 el resultado de la filosofía de la serpiente. Las demostraciones
6 de Jesús separan la paja del trigo, y revelan la unidad y la
 realidad del bien, la irrealidad, la nada, del mal.


 La filosofía humana ha hecho a Dios semejante al hombre.
9 La Ciencia Cristiana hace al hombre semejante a Dios. Lo
 primero es error; lo último es verdad. La metafí-
 sica está por encima de la física, y la materia no divina
12 entra en las premisas o en las conclusiones metafísicas.
 Las categorías de la metafísica descansan sobre una sola
 base: la Mente divina. La metafísica resuelve las cosas en
15 pensamientos, y cambia los objetos del sentido por las ideas
 del Alma.


 Estas ideas son perfectamente reales y tangibles para
18 la consciencia espiritual, y tienen esta ventaja sobre los
 objetos y pensamientos del sentido material: son buenas y
 eternas.


21 El testimonio de los sentidos materiales no es ni absoluto
 ni divino. Por lo tanto, yo me planto sin reservas en las
 enseñanzas de Jesús, de sus apóstoles, de los
24 profetas, y en el testimonio de la Ciencia de la
 Mente. Otros fundamentos no hay. Todos los otros sistemas
 —sistemas basados entera o parcialmente en el conocimiento
27 obtenido por medio de los sentidos materiales— son cañas
 sacudidas por el viento, no casas edificadas sobre la roca.


 Las teorías que combato son estas: (1) que todo es mate-
30 ria; (2) que la materia se origina en la Mente, y
 es tan real como la Mente, poseyendo inteligen-
 cia y vida. La primera teoría, que la materia es todo, es tan



Página 270



1 razonable como la segunda, que la Mente y la materia coexis-
 ten y cooperan. Sólo una de las declaraciones siguientes
3 puede ser verdadera: (1) que todo es materia; (2) que todo es
 Mente. ¿Cuál de ellas es?


 La materia y la Mente son opuestas. Una es contraria a
6 la otra en su naturaleza y esencia mismas; por consiguiente,
 ambas no pueden ser reales. Si una es real, la otra debe ser
 irreal. Sólo mediante la comprensión de que no hay sino un
9 único poder —no dos poderes, la materia y la Mente— se llega
 a conclusiones científicas y lógicas. Pocos niegan la hipótesis
 de que la inteligencia, separada del hombre y de la materia,
12 gobierna el universo; y es generalmente admitido que esta
 inteligencia es la Mente eterna o el Principio divino, el Amor.


 Los profetas de antaño buscaban algo más elevado que
15 los sistemas de su época; de ahí su previsión
 de la nueva dispensación de la Verdad. Pero
 no sabían cuál sería la naturaleza precisa de la enseñanza y
18 demostración de Dios, la Mente divina, en Sus significados
 más infinitos, la demostración que iba a destruir el pecado, la
 enfermedad y la muerte, establecer la definición de la omni-
21 potencia y mantener la Ciencia del Espíritu.


 El orgullo del sacerdocio es el príncipe de este mundo. No
 tiene nada en el Cristo. La mansedumbre y la caridad poseen
24 autoridad divina. Los mortales piensan perversamente; por
 consiguiente son perversos. Tienen pensamientos enfermizos,
 y por eso se enferman. Si el pecado hace pecadores, sólo la
27 Verdad y el Amor pueden hacer que no lo sean. Si un sentido
 de malestar produce sufrimiento y un sentido de bienestar es
 un antídoto contra el sufrimiento, la enfermedad es mental,
30 no material. De ahí el hecho de que sólo la mente humana
 sufre, está enferma, y de que sólo la Mente divina sana.


 La vida de Cristo Jesús no fue milagrosa, sino que fue
33 inherente a su espiritualidad, la buena tierra donde la semilla



Página 271



1 de la Verdad brota y lleva mucho fruto. El cristianismo de
 Cristo es la cadena del ser científico que reaparece en todas
3 las épocas, mantiene su obvia correspondencia con las
 Escrituras y une todos los períodos en el designio de Dios.
 Ni la emasculación, la ilusión, ni la insubordinación existen
6 en la Ciencia divina.


 Jesús instruyó a sus discípulos sobre cómo sanar enfer-
 mos por medio de la Mente en lugar de la materia. Él sabía
9 que la filosofía, la Ciencia y la prueba del cristianismo estaban
 en la Verdad, que echa fuera toda desarmonía.


 En latín, la palabra traducida por discípulo significa
12 estudiante; y la palabra indica que el poder de sanar no era
 un don sobrenatural para esos estudiantes,
 sino el resultado de su cultivada comprensión
15 espiritual de la Ciencia divina, la cual su Maestro demos-
 traba sanando a los enfermos y a los pecadores. De ahí la
 aplicación universal de su dicho: “No ruego solamente por
18 éstos, sino también por los que han de creer en mí [compren-
 derme] por la palabra de ellos”.


 Nuestro Maestro dijo: “Mas el Consolador... os enseñará
21 todas las cosas”. Cuando la Ciencia del cristia-
 nismo aparezca, te guiará a toda la verdad. El


 Sermón del Monte es la esencia de esta Ciencia,
24 y la vida eterna, no la muerte de Jesús, es su resultado.


 Aquellos que están dispuestos a dejar sus redes o a
 echarlas a la derecha por la Verdad, tienen la oportunidad
27 ahora, como antaño, de aprender y practicar la Mensajero
 curación cristiana. Las Escrituras la contienen. celestial


 El significado espiritual de la Palabra imparte
30 este poder. Pero, como dice Pablo: “¿Cómo oirán sin haber
 quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren



Página 272



1 enviados?” Si enviados, ¿cómo predicarán, convertirán y
 sanarán a las multitudes, a menos que la gente oiga?


3 El sentido espiritual de la verdad tiene que ser obtenido
 antes que la Verdad pueda ser comprendida. Este sentido es
 asimilado sólo a medida que seamos honestos, La espiritua­lidad
6 abnegados, amorosos y mansos. En la tierra de de las Escrituras
 un “corazón bueno y recto” la semilla debe ser sembrada; de
 otro modo no lleva mucho fruto, pues el elemento grosero en
9 la naturaleza humana lo desarraiga. Jesús dijo: “Erráis, igno-
 rando las Escrituras”. El sentido espiritual de las Escrituras
 saca a luz el sentido científico, y es la nueva lengua mencionada
12 en el último capítulo del Evangelio de Marcos.


 La parábola del “sembrador”, que relató Jesús, muestra
 el cuidado que tuvo nuestro Maestro de no impartir a oídos
15 torpes y corazones toscos las enseñanzas espirituales que
 la torpeza y la tosquedad no podían aceptar. Leyendo los
 pensamientos de la gente, él dijo: “No deis lo santo a los
18 perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos”.


 Es la espiritualización del pensamiento y la cristianiza-
 ción de la vida diaria, en contraste con los resultados de la
21 horrible farsa de la existencia material; es la
 castidad y pureza, en contraste con las tenden-
 cias degradantes y la gravitación hacia lo terrenal del sensua-
24 lismo y de la impureza, lo que realmente atestigua el origen y
 la operación divinos de la Ciencia Cristiana. Los triunfos de
 la Ciencia Cristiana están registrados en la destrucción del
27 error y del mal, desde los cuales son propagadas las sombrías
 creencias de pecado, enfermedad y muerte.


 El Principio divino del universo tiene que interpretar
30 el universo. Dios es el Principio divino de todo lo que
 Lo representa y de todo lo que realmente existe. Dios, el Prin­cipio
 Sólo la Ciencia Cristiana, como fue demostrada de todo
33 por Jesús, revela el Principio natural y divino de la Ciencia.



Página 273



1 La materia y sus pretensiones de pecado, enfermedad y
 muerte son contrarias a Dios, y no pueden emanar de Él. No
3 hay verdad material. Los sentidos físicos no pueden tener
 conocimiento de Dios y de la Verdad espiritual. La creencia
 humana ha buscado muchas invenciones, pero ninguna
6 de ellas puede resolver el problema del ser sin el Principio
 divino de la Ciencia divina. Las deducciones de las hipótesis
 materiales no son científicas. Difieren de la Ciencia verdadera
9 porque no están basadas en la ley divina.


 La Ciencia divina revierte el falso testimonio de los senti-
 dos materiales, y así destruye los fundamentos
12 del error. De ahí la enemistad entre la Ciencia


 y los sentidos, y la imposibilidad de lograr una
 comprensión perfecta hasta que los errores del sentido son
15 eliminados.


 Las así llamadas leyes de la materia y de la ciencia médica
 jamás han hecho a los mortales sanos, armoniosos e inmor-
18 tales. El hombre es armonioso cuando es gobernado por el
 Alma. De ahí la importancia de comprender la verdad del
 ser, que revela las leyes de la existencia espiritual.


21 Dios nunca decretó una ley material para anular la ley
 espiritual. Si hubiera tal ley material, se opondría a la supre-
 macía del Espíritu, Dios, e impugnaría la sabi-
24 duría del creador. Jesús anduvo sobre las olas,
 alimentó a las multitudes, sanó a los enfermos y resucitó a los
 muertos en directa oposición a las leyes materiales. Sus actos
27 eran la demostración de la Ciencia, venciendo las falsas
 pretensiones del sentido o ley materiales.


 La Ciencia muestra que las opiniones y creencias mortales
30 y materiales conflictivas emiten los efectos del error en todo
 momento, pero esta atmósfera de la mente mortal no puede
 ser destructiva para la moral y la salud cuando es enfrentada



Página 274



1 pronta y persistentemente con la Ciencia Cristiana. La Verdad
 y el Amor son un antídoto contra este miasma mental, y así
3 vigorizan y sostienen la existencia. El cono-


 cimiento innecesario obtenido de los cinco
 sentidos es sólo temporal —la concepción de
6 la mente mortal, el vástago del sentido, no del Alma, el
 Espíritu— y simboliza todo lo que es malo y perecedero.
 Las ciencias naturales, como son comúnmente llamadas, no
9 son realmente naturales ni científicas, porque son deducidas
 de la evidencia de los sentidos materiales. Las ideas, por el
 contrario, nacen del Espíritu, y no son meras inferencias
12 deducidas de premisas materiales.


 Los sentidos del Espíritu moran en el Amor, y demuestran
 la Verdad y la Vida. Por lo tanto, el cristianismo y la Ciencia
15 que lo expone están basados en la comprensión
 espiritual, y suplantan las así llamadas leyes de


 la materia. Jesús demostró esta gran verdad.
18 Cuando lo que erróneamente llamamos los cinco sentidos
 físicos están mal dirigidos, son simplemente las creencias
 manifestadas de la mente mortal, que afirman que la vida,
21 la sustancia y la inteligencia son materiales, en lugar de
 espirituales. Estas creencias falsas y sus productos constitu-
 yen la carne, y la carne lucha contra el Espíritu.


24 La Ciencia divina es absoluta, y no permite una posición
 a medias al aprender su Principio y su regla, estableciéndola
 por medio de la demostración. La asociación
27 convencional, denominada materia y mente,
 jamás fue formada por Dios. La Ciencia y la comprensión,
 gobernadas por la Mente infalible y eterna, destruyen la
30 imaginaria coasociación, materia y mente, formada sólo para
 ser destruida de una manera y en un período aún desconoci-
 dos. Esta supuesta asociación ya es obsoleta, pues la materia,
33 examinada a la luz de la metafísica divina, desaparece.



Página 275



1 La materia no tiene vida que perder, y el Espíritu nunca
 muere. Una asociación de la mente con la materia ignoraría
3 la Mente omnipresente y omnipotente. Esto
 muestra que la materia no se originó en Dios,
 el Espíritu, y que no es eterna. Por consiguiente, la materia no
6 es ni sustancial, viviente ni inteligente. El punto de partida de
 la Ciencia divina es que Dios, el Espíritu, es Todo‐en‐todo, y
 que no hay otro poder ni otra Mente, que Dios es Amor, y por
9 lo tanto, es el Principio divino.


 Para comprender la realidad y el orden del ser en su Ciencia,
 tienes que empezar por considerar a Dios como el Principio
12 divino de todo lo que realmente es. El Espíritu, Sinónimos
 la Vida, la Verdad, el Amor, se combinan en uno, divinos
 y son los nombres bíblicos de Dios. Toda sustancia, inteligen-
15 cia, sabiduría, todo ser, toda inmortalidad, causa y todo efecto
 pertenecen a Dios. Estos son Sus atributos, las eternas mani-
 festaciones del Principio divino e infinito, el Amor. Ninguna
18 sabiduría es sabia, sino Su sabiduría; ninguna verdad es verda-
 dera, ningún amor es amoroso, ninguna vida es Vida, sino los
 que son divinos; ningún bien existe, sino el bien que Dios concede.


21 La metafísica divina, como es revelada a la comprensión
 espiritual, claramente muestra que todo es Mente, y que la
 Mente es Dios, omnipotencia, omnipresencia,
24 omnisciencia, es decir, todo poder, todo pre-
 sencia, todo Ciencia. Por lo tanto, todo es en realidad la
 manifestación de la Mente.


27 Nuestras teorías humanas y materiales están desprovistas
 de Ciencia. La verdadera comprensión de Dios es espiritual.
 Roba la victoria al sepulcro. Destruye la falsa evidencia que
30 desorienta el pensamiento y señala hacia otros dioses, u otros
 así llamados poderes, tales como la materia, la enfermedad,
 el pecado y la muerte, como superiores o contrarios al único
33 Espíritu.


 La Verdad, discernida espiritualmente, es científicamente
 comprendida. Echa fuera el error y sana a los enfermos.



Página 276



1 Tener un único Dios, una única Mente, desarrolla el
 poder que sana a los enfermos, y cumple estos dichos de las
3 Escrituras: “Yo soy Jehová tu Sanador”, y “Yo he Hermandad
 hallado rescate”.* Cuando los preceptos divinos universal
 son comprendidos, desarrollan el fundamento de la fraterni-
6 dad, en la cual una mente no está en guerra con otra, sino
 que todos tienen un único Espíritu, Dios, un único origen
 inteligente, de acuerdo con el mandato bíblico: “Tened dentro
9 de vosotros esa Mente que estaba también en Cristo Jesús”.*
 El hombre y su Hacedor están correlacionados en la Ciencia
 divina, y la consciencia verdadera sólo tiene conocimiento de
12 las cosas de Dios.


 Darse cuenta de que toda desarmonía es irreal presenta los
 objetos y pensamientos ante la vista humana en su luz verda-
15 dera, y los presenta como bellos e inmortales. La armonía en el
 hombre es tan real e inmortal como en la música. La discordia
 es irreal y mortal.


18 Si se admite que Dios es la Mente y Vida únicas, cesa
 de haber cualquier oportunidad para el pecado y la muerte.
 Cuando aprendemos en la Ciencia cómo ser
21 perfectos, así como nuestro Padre en los cielos
 es perfecto, el pensamiento es dirigido hacia conductos
 nuevos y saludables, a la contemplación de cosas inmortales
24 y en dirección opuesta a la materialidad, hacia el Principio del
 universo, incluyendo el hombre armonioso.


 Las creencias materiales y la comprensión espiritual jamás
27 se mezclan. La última destruye las primeras. La discordancia
 es la nada llamada error. La armonía es el algo llamado Verdad.


 La naturaleza y la revelación nos informan que lo igual
30 produce su igual. La Ciencia divina no recoge
 uvas de los espinos ni higos de los abrojos. La
 inteligencia jamás produce lo carente de inteligencia; pero
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 277



1 la materia siempre carece de inteligencia y, por lo tanto, no
 puede surgir de la inteligencia. A todo lo que es desemejante
3 a la Mente infalible y eterna, esta Mente dice: “Ciertamente
 morirás”; y en otra parte las Escrituras dicen que el polvo
 vuelve al polvo. Lo carente de inteligencia recae en su propia
6 irrealidad. La materia jamás produce la mente. Lo inmortal
 jamás produce lo mortal. El bien no puede resultar en el mal.
 Puesto que Dios mismo es el bien y es Espíritu, la bondad
9 y la espiritualidad tienen que ser inmortales. Sus opuestos,
 el mal y la materia, son el error mortal, y el error no tiene
 creador. Si la bondad y la espiritualidad son reales, el mal y
12 la materialidad son irreales y no pueden ser el resultado de
 un Dios infinito, el bien.


 La historia natural presenta los vegetales y los animales
15 como preservando sus especies originales, lo igual reprodu-
 ciendo su igual. Un mineral no es producido por un vegetal
 ni el hombre por el animal. En la reproducción, el orden
18 del género y de la especie es preservado en todo el ciclo de la
 naturaleza. Esto señala hacia la verdad espiritual y la Ciencia
 del ser. El error confía en una reversión de este orden, afirma
21 que el Espíritu produce la materia y que la materia produce
 todos los males de la carne, y por lo tanto que el bien es el
 origen del mal. Estas suposiciones contradicen hasta el orden
24 de la así llamada ciencia material.


 El reino de lo real es el Espíritu. La desemejanza del
 Espíritu es la materia, y lo opuesto de lo real no es divino, es
27 un concepto humano. La materia es un error
 de declaración. Este error en la premisa con-
 duce a errores en la conclusión en toda declaración en que
30 entra. Nada que podamos decir o creer respecto a la materia
 es inmortal, porque la materia es temporal y es por lo tanto
 un fenómeno mortal, un concepto humano, a veces bello,
33 siempre erróneo.



Página 278



1 ¿Es el Espíritu el origen o el creador de la materia?
 La Ciencia revela que nada hay en el Espíritu con lo cual
3 crear la materia. La metafísica divina explica
 la nada de la materia. El Espíritu es la única


 sustancia y la única consciencia reconocidas
6 por la Ciencia divina. Los sentidos materiales se oponen a
 esto, pero no hay sentidos materiales, pues la materia no tiene
 mente. En el Espíritu no hay materia, así como en la Verdad
9 no hay error, y en el bien ningún mal. Es una suposición
 falsa la noción de que exista verdadera materia‐sustancia, lo
 opuesto del Espíritu. El Espíritu, Dios, es infinito, todo.
12 El Espíritu no puede tener ningún opuesto.


 Que la materia es sustancial, o que tiene vida y sensación,
 es una de las falsas creencias de los mortales, y sólo existe en
15 una supuesta consciencia mortal. Por tanto, a Una única
 medida que nos aproximamos al Espíritu y a la causa suprema
 Verdad, perdemos la consciencia de la materia. La admisión
18 de que pueda haber sustancia material requiere otra admi-
 sión, a saber, que el Espíritu no es infinito y que la materia es
 creada por sí misma, existe por sí misma y es eterna. De esto
21 se deduciría que hay dos causas eternas, guerreando para
 siempre la una contra la otra; y sin embargo, decimos que el
 Espíritu es supremo y todo-presencia.


24 La creencia en la eternidad de la materia contradice la
 demostración de la vida como Espíritu, y lleva a la conclusión
 de que si el hombre es material, se originó en la materia y debe
27 retornar al polvo, lógica que comprobaría su aniquilación.


 Todo lo que denominamos pecado, enfermedad y muerte
 es una creencia mortal. Definimos la materia como error,
30 porque es lo opuesto de la vida, la sustancia y la La sustancia
 inteligencia. La materia, con su mortalidad, no es el Espíritu
 puede ser sustancial si el Espíritu es sustancial y eterno. ¿Cuál



Página 279



1 debiera ser la sustancia para nosotros, lo que yerra, cambia y
 muere, lo mutable y mortal, o lo infalible, inmutable e inmor-
3 tal? Un escritor del Nuevo Testamento describe claramente la
 fe, una cualidad de la mente, como “la certeza [la sustancia]*
 de lo que se espera”.


6 La perdición de la materia establece la conclusión de que
 la materia, el limo, o protoplasma, jamás se
 originó en la Mente inmortal, y por lo tanto,
9 no es eterna. La materia no es ni creada por la Mente ni para
 la manifestación y el apoyo de la Mente.


 Las ideas son tangibles y reales para la consciencia inmor-
12 tal, y tienen la ventaja de ser eternas. El Espíritu Perceptibilidad
 y la materia no pueden coexistir ni cooperar, y espiritual
 tan imposible es que el uno pueda crear la otra como que la
15 Verdad pueda crear el error, o viceversa.


 En la proporción en que desaparece la creencia de que
 la vida y la inteligencia están en la materia o que proceden
18 de ella, las verdades inmortales del ser son percibidas, y su
 única idea o inteligencia está en Dios. Al Espíritu se llega
 únicamente por medio de la comprensión y la demostración
21 de la Vida, la Verdad y el Amor eternos.


 Todo sistema de filosofía, doctrina y medicina humanas
 está más o menos infectado con la creencia panteísta de que
24 hay mente en la materia; pero esta creencia
 contradice de igual manera la revelación y
 el razonamiento correcto. Se llega a una conclusión lógica y
27 científica sólo mediante el conocimiento de que no hay dos
 bases del ser, la materia y la mente, sino una sola: la Mente.


 El panteísmo, partiendo de un sentido material acerca de
30 Dios, busca la causa en el efecto, el Principio en su idea, y la
 vida y la inteligencia en la materia.
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 280



1 En la infinitud de la Mente, la materia tiene que ser desco-
 nocida. Los símbolos y elementos de discordia y decadencia
3 no son productos del infinito, perfecto y eterno
 Todo. Del Amor y de la luz y la armonía que
 son la morada del Espíritu, sólo reflejos del bien pueden
6 venir. Todas las cosas bellas e inofensivas son ideas de la
 Mente. La Mente las crea y las multiplica, y el producto tiene
 que ser mental.


9 La creencia finita jamás puede hacer justicia a la Verdad
 en ningún sentido. La creencia finita limita todas las cosas,
 y quisiera comprimir la Mente, que es infinita, debajo del
12 hueso de un cráneo. Tal creencia no puede ni comprender
 ni adorar el infinito; y para acomodar su sentido finito de la
 divisibilidad del Alma y la sustancia, busca dividir el Espíritu
15 único en personas y almas.


 Por medio de este error, la creencia humana llega a tener
 “muchos dioses y muchos señores”. Moisés declaró como el
18 primero de los Diez Mandamientos de Jehová: Creencia en
 “¡No tendrás dioses ajenos delante de mí!” Pero muchos dioses
 contempla el celo de la creencia por establecer el error opuesto
21 de que hay muchas mentes. El argumento de la serpiente en
 la alegoría: “Seréis como dioses”* urge por todas las vías la
 creencia de que el Alma está en el cuerpo, y que el Espíritu
24 infinito, y la Vida, está en formas finitas.


 Correctamente comprendido, en lugar de poseer una forma
 material y sensible, el hombre tiene un cuerpo insensible; y
27 Dios, el Alma del hombre y de toda la existencia, El cuerpo
 siendo perpetuo en Su propia individualidad, insensible
 armonía e inmortalidad, imparte y perpetúa estas cualidades en
30 el hombre, por medio de la Mente, no de la materia. La única
 excusa para abrigar opiniones humanas y rechazar la Ciencia
 del ser es nuestra mortal ignorancia del Espíritu, ignorancia
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 281



1 que cede sólo a la comprensión de la Ciencia divina, la com-
 prensión mediante la cual entramos en el reino de la Verdad
3 en la tierra y aprendemos que el Espíritu es infinito y supremo.
 El Espíritu y la materia no se mezclan más que la luz y las
 tinieblas. Cuando uno aparece, el otro desaparece.


6 El error presupone que el hombre es mente y materia a
 la vez. La Ciencia divina contradice los sentidos corporales,
 reprende la creencia mortal, y pregunta: ¿Qué
9 es el Ego, cuál es su origen y cuál su destino?
 El Ego‐hombre es el reflejo del Ego‐Dios; el Ego‐hombre es
 la imagen y semejanza de la Mente perfecta, el Espíritu, el
12 Principio divino.


 El Ego único, la Mente única o el Espíritu único llamado
 Dios, es la individualidad infinita, que provee toda forma y
15 gracia y que refleja realidad y divinidad en el hombre espiri-
 tual e individual y en las cosas espirituales e individuales.


 La mente que se supone que existe en la materia o debajo
18 de un hueso del cráneo es un mito, un sentido mal concebido
 y una concepción falsa en cuanto al hombre y la Mente.
 Cuando nos despojemos del sentido falso a cambio del
21 verdadero, y veamos que el pecado y la mortalidad no tienen
 ni Principio ni permanencia, aprenderemos que el pecado y
 la mortalidad no tienen origen real o existencia legítima.
24 Son la nada nativa, de la cual el error trataría de simular la
 creación por medio de un hombre formado del polvo.


 La Ciencia divina no echa vino nuevo en odres viejos, el
27 Alma en la materia, ni lo infinito en lo finito. Nuestros falsos
 puntos de vista acerca de la materia perecen a
 medida que comprendemos las realidades del
30 Espíritu. La creencia vieja tiene que ser echada fuera o la idea
 nueva será derramada, y la inspiración, que ha de cambiar



Página 282



1 nuestro punto de vista, se perderá. Ahora, como antaño,
 la Verdad echa fuera los males y sana a los enfermos.


3 La verdadera Vida, o Mente, y su opuesto, las así llama-
 das vida y mente materiales, están representadas por dos
 símbolos geométricos: un círculo o una esfera y Representaciones
6 una línea recta. El círculo representa el infinito de la existencia
 sin comienzo ni fin; la línea recta representa lo finito, que
 tiene tanto comienzo como fin. La esfera representa el bien,
9 la individualidad o Mente que existe por sí misma y es
 eterna; la línea recta representa el mal, una creencia en una
 existencia material creada por sí misma y temporaria. La
12 Mente eterna y la existencia material y temporaria jamás se
 unen en la representación o en el hecho.


 Una línea recta no tiene cabida en una curva, y una curva
15 no se ajusta a una línea recta. En forma similar, la materia
 no tiene lugar en el Espíritu, y el Espíritu no
 tiene lugar en la materia. La Verdad no tiene
18 morada en el error, y el error no tiene apoyo en la Verdad.
 La Mente no puede entrar en lo carente de inteligencia y en
 la materia, ni puede lo carente de inteligencia llegar a ser
21 Alma. En ningún punto pueden estos opuestos mezclarse o
 unirse. Aunque parecen tocarse, uno sigue siendo una curva
 y el otro una línea recta.


24 No hay poder inherente en la materia; pues todo lo que
 es material es un pensamiento material, humano y mortal,
 siempre gobernándose erróneamente.


27 La Verdad es la inteligencia de la Mente inmortal. El error
 es la así llamada inteligencia de la mente mortal.


 Todo lo que indica la caída del hombre, o lo opuesto
30 de Dios o la ausencia de Dios, es el sueño‐Adán, que no es
 ni Mente ni hombre, pues no fue engendrado
 por el Padre. La regla de la inversión infiere del está invertida
33 error su opuesto, la Verdad; pero la Verdad es la luz que



Página 283



1 disipa el error. A medida que los mortales empiezan a
 comprender el Espíritu, abandonan la creencia de que hay
3 alguna existencia verdadera aparte de Dios.


 La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay
 inercia que retarde o detenga su acción perpetua y armoniosa.
6 La Mente es la misma Vida, Amor y sabiduría
 “ayer, y hoy, y por los siglos”. La materia y sus
 efectos —el pecado, la enfermedad y la muerte— son estados
9 de la mente mortal que accionan, reaccionan y luego se
 detienen. No son realidades de la Mente. No son ideas, sino
 ilusiones. El Principio es absoluto. No admite ningún error,
12 sino que se basa en la comprensión.


 Pero ¿qué dicen las teorías prevalecientes? Insisten en
 que la Vida, o Dios, es uno y lo mismo que la así llamada
15 vida material. Hablan de ambos, la Verdad y el error, como
 mente, y del bien y el mal como espíritu. Pretenden que es
 vida lo que no es sino un estado objetivo del sentido material
18 —tal como la vida estructural del árbol y del hombre mate-
 rial— y consideran que esta es la manifestación de la Vida
 única, Dios.


21 Esta creencia falsa acerca de lo que realmente constituye
 la vida detrae de tal manera del carácter y la naturaleza de
 Dios, que el verdadero sentido de Su poder se
24 pierde para todos los que se aferran a esta false-
 dad. El Principio divino, o Vida, no puede ser demostrado
 prácticamente en prolongación de días, como lo fue por los
27 patriarcas, a menos que la Ciencia de este Principio sea
 declarada con exactitud. Tenemos que recibir el Principio
 divino en el entendimiento, y vivirlo en la vida diaria; y a
30 menos que así lo hagamos, no podemos demostrar la Ciencia,
 así como no podemos enseñar e ilustrar la geometría lla-
 mando línea recta a una curva, o esfera a una línea recta.


33 ¿Residen la mentalidad, la inmortalidad y la consciencia



Página 284



1 en la materia? No es racional decir que la Mente es infinita,
 pero mora en lo finito —en la materia— o que la materia es
3 infinita y el medio de la Mente.


 Si Dios estuviera limitado al hombre o a la materia, o si
 lo infinito pudiera estar circunscrito a lo finito, Dios sería
6 corpóreo, y la Mente ilimitada parecería surgir La Mente nunca
 de un cuerpo limitado; pero esto es una impo-
 sibilidad. La Mente infinita no puede tener ningún punto de
9 partida, y no puede regresar a ningún límite. Nunca puede
 estar aprisionada, ni ser plenamente manifestada por medio
 de la corporalidad.


12 ¿Es la imagen y semejanza de Dios la materia, o un
 mortal, el pecado, la enfermedad y la muerte? ¿Puede la
 materia reconocer la Mente? ¿Puede la Mente
15 infinita reconocer la materia? ¿Puede lo infinito material


 morar en lo finito o conocer algo desemejante a
 lo infinito? ¿Puede la Deidad ser conocida por medio de los
18 sentidos materiales? ¿Pueden los sentidos materiales, que no
 reciben ninguna evidencia directa del Espíritu, dar testimonio
 correcto acerca de la vida, la verdad y el amor espirituales?


21 La respuesta a todas estas preguntas tiene que ser para
 siempre negativa.


 Los sentidos físicos no pueden obtener ninguna prueba de
24 Dios. No pueden ver el Espíritu con los ojos ni oírlo mediante
 los oídos, ni pueden tocar, saborear u oler el


 Espíritu. Hasta los más sutiles y mal llamados
27 elementos materiales están más allá del conoci-
 miento de estos sentidos, y son conocidos solamente por los
 efectos que comúnmente se les atribuyen.


30 Según la Ciencia Cristiana, los únicos sentidos verdaderos
 del hombre son espirituales, y emanan de la Mente divina.
 El pensamiento pasa de Dios al hombre, pero ni sensación ni
33 información pasa del cuerpo material a la Mente. La interco-
 municación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre.



Página 285



1 La materia no es sensible y no puede tener conocimiento del
 bien o del mal, del placer o del dolor. La individualidad del
3 hombre no es material. Esta Ciencia del ser se encuentra no
 sólo en el más allá, en lo que los hombres llaman Paraíso,
 sino aquí y ahora; es la gran verdad del ser para el tiempo y
6 la eternidad.


 ¿Qué es, entonces, la personalidad material que sufre,
 peca y muere? No es el hombre, la imagen y semejanza de
9 Dios, sino la falsificación del hombre, la seme-
 janza invertida, la desemejanza llamada pecado, humana
 enfermedad y muerte. La irrealidad de la pretensión de que
12 un mortal sea la imagen verdadera de Dios es ilustrada por
 las naturalezas opuestas del Espíritu y de la materia, la Mente
 y el cuerpo, pues una es inteligencia mientras que la otra es
15 carente de inteligencia.


 ¿Es Dios una personalidad física? El Espíritu no es físico.
 La creencia de que un cuerpo material sea el hombre es una
18 concepción falsa acerca del hombre. Ha llegado Concepciones
 el momento de que una concepción finita de lo materiales


 infinito y de un cuerpo material como el asiento
21 de la Mente dé lugar a un sentido más divino de la inteligen-
 cia y sus manifestaciones, a la mejor comprensión que la
 Ciencia da del Ser Supremo, o Principio divino, e idea.


24 Al interpretar a Dios como un Salvador corpóreo pero no
 como el Principio salvador, o el Amor divino, continuaremos
 buscando la salvación por medio del perdón y
27 no por medio de la reforma, y recurriendo a la


 materia en vez de al Espíritu para la curación
 de los enfermos. A medida que los mortales alcancen,
30 mediante el conocimiento de la Ciencia Cristiana, un sentido
 más elevado, buscarán aprender, no de la materia, sino del
 Principio divino, Dios, cómo demostrar el Cristo, la Verdad,
33 como el poder sanador y salvador.


 Es esencial comprender, en lugar de creer, lo que se



Página 286



1 relaciona más íntimamente con la felicidad del ser. Buscar la
 Verdad por medio de la creencia en una doctrina humana es
3 no comprender el infinito. No debemos buscar lo inmutable
 e inmortal mediante lo finito, mutable y mortal, y depender
 así de una creencia en lugar de la demostración, pues esto es
6 fatal para un conocimiento de la Ciencia. La comprensión
 de la Verdad da plena fe en la Verdad, y la comprensión
 espiritual es mejor que todos los holocaustos.


9 El Maestro dijo: “Nadie viene al Padre [el Principio divino
 del ser], sino por mí”, el Cristo, la Vida, la Verdad, el Amor;
 pues Cristo dice: “Yo soy el camino”. La causalidad física fue
12 puesta de lado desde el comienzo hasta el fin por este hombre
 original, Jesús. Él sabía que el Principio divino, el Amor, crea
 y gobierna todo lo que es real.


15 En sajón y en otras veinte lenguas, bien es el término para
 Dios. Las Escrituras declaran que todo lo que
 Dios hizo es bueno, como Él mismo, bueno en
18 Principio y en idea. Por lo tanto, el universo espiritual es
 bueno y refleja a Dios como Él es.


 Los pensamientos de Dios son perfectos y eternos, son
21 sustancia y Vida. Los pensamientos materiales y tempora-
 les son humanos, entrañan error, y puesto que
 Dios, el Espíritu, es la causa única, carecen de
24 una causa divina. Lo temporal y lo material no son, entonces,
 creaciones del Espíritu. No son sino las falsificaciones de lo
 espiritual y lo eterno. Los pensamientos transitorios son los
27 antípodas de la Verdad eterna, aunque (por la suposición de
 cualidades opuestas) el error tiene también que decir: “Soy
 verdadero”. Mas por decir esto, el error, la mentira, se des-
30 truye a sí mismo.


 El pecado, la enfermedad y la muerte están comprendidos
 en la creencia material humana, y no pertenecen a la Mente



Página 287



1 divina. Carecen de origen o existencia reales. No tienen ni
 Principio ni permanencia, sino que pertenecen, con todo lo
3 que es material y temporal, a la nada del error, que simula
 las creaciones de la Verdad. Todas las creaciones del Espíritu
 son eternas; pero las creaciones de la materia tienen que
6 retornar al polvo. El error supone que el hombre es mental y
 material a la vez. La Ciencia divina contradice este postulado
 y mantiene la identidad espiritual del hombre.


9 Llamamos error a la ausencia de la Verdad. La Verdad y
 el error son desemejantes. En la Ciencia, la Verdad es divina,
 y el Dios infinito no puede tener desemejanza.
12 Dios, la Verdad, ¿creó el error? ¡No! “¿Acaso
 alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y
 amarga?” Al estar Dios en todas partes e incluirlo todo, ¿cómo
15 puede estar ausente o sugerir la ausencia de la omnipresencia y
 la omnipotencia? ¿Cómo puede haber algo más que todo?


 Ni la comprensión ni la verdad acompañan el error, ni es
18 el error el producto de la Mente. El mal se llama a sí mismo
 algo, siendo que es nada. Dice: “Soy el hombre, pero no soy
 la imagen y semejanza de Dios”; mientras que las Escrituras
21 declaran que el hombre fue hecho a semejanza de Dios.


 El error es una creencia falsa y mortal; es una ilusión, sin
 identidad o fundamento espirituales, y no tiene existencia real.
24 La suposición de que la vida, la sustancia y la
 inteligencia están en la materia, o que proce-
 den de ella, es un error. La materia no es ni una cosa ni una
27 persona, sino meramente la suposición objetiva del opuesto
 del Espíritu. Los cinco sentidos materiales dan testimonio de
 la verdad y del error como si estuvieran unidos en una mente
30 a la vez buena y mala. Sus falsas evidencias cederán final-
 mente ante la Verdad, ante el reconocimiento del Espíritu y
 de la creación espiritual.


33 La Verdad no puede ser contaminada por el error. La



Página 288



1 declaración de que la Verdad es real necesariamente incluye
 la declaración correlativa de que el error, la desemejanza de la
3 Verdad, es irreal.


 La supuesta guerra entre la verdad y el error es sólo el
 conflicto mental entre la evidencia de los sentidos espirituales
6 y el testimonio de los sentidos materiales, y esta El gran
 guerra entre el Espíritu y la carne resolverá toda conflicto
 cuestión por medio de la fe en el Amor divino y la compren-
9 sión de ese Amor.


 La superstición y la comprensión jamás pueden combi-
 narse. Cuando los efectos definitivos, físicos y morales de la
12 Ciencia Cristiana sean plenamente comprendidos, el con-
 flicto entre la verdad y el error, la comprensión y la creencia,
 la Ciencia y el sentido material, presagiado por los profetas
15 e iniciado por Jesús, cesará, y reinará la armonía espiritual.
 Los relámpagos y truenos del error pueden destellar y resonar
 hasta que la nube sea despejada y el tumulto se extinga en la
18 distancia. Entonces las lluvias de la divinidad refrescan la
 tierra. Como dice San Pablo: “Por tanto, queda un reposo
 para el pueblo de Dios” (del Espíritu).


21 Las piedras principales en el templo de la Ciencia
 Cristiana han de encontrarse en los siguientes postulados:
 que la Vida es Dios, el bien, y no el mal; que el
24 Alma es impecable, y no ha de ser encontrada


 en el cuerpo; que el Espíritu no está, y no puede
 ser, materializado; que la Vida no está sujeta a la muerte; que
27 el hombre espiritual y verdadero no tiene nacimiento, ni vida
 material, ni muerte.


 La Ciencia revela las gloriosas posibilidades del hombre
30 inmortal, jamás limitado por los sentidos morta-
 les. El elemento‐Cristo en el Mesías lo hizo el Cristo
 Mostrador del camino, la Verdad y la Vida.


33 La Verdad eterna destruye lo que los mortales parecen
 haber aprendido del error, y la existencia verdadera del hombre



Página 289



1 como hijo de Dios sale a la luz. La Verdad demostrada es
 vida eterna. El hombre mortal jamás puede elevarse de los
3 escombros temporales del error, la creencia en el pecado,
 la enfermedad y la muerte, hasta que aprende que Dios es
 la única Vida. La creencia de que la vida y la sensación
6 están en el cuerpo debiera ser vencida por la comprensión
 de lo que constituye el hombre como la imagen de Dios.
 Entonces el Espíritu habrá vencido la carne.


9 Un mortal malvado no es la idea de Dios. Es poco más
 que la expresión del error. Suponer que el pecado, la con-
 cupiscencia, el odio, la envidia, la hipocresía,
12 la venganza, tienen vida en sí mismos, es una
 equivocación terrible. La Vida y la idea de la Vida, la Verdad
 y la idea de la Verdad, nunca hacen que los hombres enfermen,
15 sean pecadores o mortales.


 El hecho de que el Cristo, o la Verdad, venció y todavía
 vence la muerte comprueba que el “rey de los espantos” es
18 sólo una creencia mortal, o error, que la Verdad
 destruye con las evidencias espirituales de la


 Vida; y esto muestra que lo que parece ser la
21 muerte para los sentidos no es más que una ilusión mortal,
 pues para el hombre verdadero y el universo verdadero no
 hay proceso-muerte.


24 La creencia de que la materia tiene vida resulta, debido
 a la ley universal de la mente mortal, en una creencia en la
 muerte. De esa manera se supone que el hombre, el árbol y
27 la flor mueren; pero permanece el hecho de que el universo
 de Dios es espiritual e inmortal.


 El hecho espiritual y la creencia material de las cosas
30 son contradicciones; pero lo espiritual es verdadero, y por
 lo tanto, lo material tiene que ser falso. La Vida Vástagos
 no está en la materia. Por consiguiente, no puede espirituales
33 decirse que sale de la materia. La materia y la muerte son
 ilusiones mortales. El Espíritu y todas las cosas espirituales
 son lo verdadero y eterno.


36 El hombre no es el vástago de la carne, sino del Espíritu,
 de la Vida, no de la materia. Puesto que la Vida es Dios,



Página 290



1 la Vida tiene que ser eterna, existente por sí misma. La Vida
 es el eterno Yo soy, el Ser que era y es y será, a quien nada
3 puede borrar.


 Si el Principio, la regla y la demostración del ser del
 hombre no son comprendidos en lo más mínimo antes que
6 lo que se llama muerte sobrevenga a los morta-
 les, ellos no ascenderán espiritualmente en la
 escala de la existencia debido a esa sola experiencia, sino que
9 permanecerán tan materiales como antes de la transición,
 aún buscando la felicidad mediante un sentido material, en
 vez de un sentido espiritual de la vida, y por móviles egoístas
12 e inferiores. Que la Vida o Mente es finita y física, o que es
 manifestada por medio del cerebro y de los nervios, es falso.
 Por eso la Verdad viene a destruir este error y sus efectos: la
15 enfermedad, el pecado y la muerte. Es a los de la clase
 espiritual que se refieren las Escrituras: “La segunda muerte
 no tiene potestad sobre éstos”.


18 Si el cambio llamado muerte destruyera la creencia en el
 pecado, la enfermedad y la muerte, la felicidad se alcanzaría
 en el momento de la disolución y permanecería Purificación
21 para siempre; pero esto no es así. La perfección futura
 es ganada sólo mediante la perfección. Los que son injustos
 serán injustos todavía, hasta que en la Ciencia divina, el
24 Cristo, la Verdad, elimine toda ignorancia y todo pecado.


 El pecado y el error que nos poseen en el instante de
 la muerte no cesan en ese momento, sino que perduran hasta
27 la muerte de estos errores. Para ser completa-
 mente espiritual, el hombre tiene que ser impe-
 cable, y se torna así sólo cuando alcanza la perfección. El
30 asesino, aunque fuese muerto en el hecho, no por eso aban-
 dona el pecado. No es más espiritual por creer que su cuerpo
 murió y por darse cuenta de que su mente cruel no murió.
33 Sus pensamientos no son más puros hasta que el mal es
 desarmado por el bien. Su cuerpo es tan material como su
 mente, y viceversa.



Página 291



1 Las suposiciones de que el pecado es perdonado aunque
 no se abandone, que la felicidad puede ser genuina en medio
3 del pecado, que la así llamada muerte del cuerpo libera
 del pecado, y que el perdón de Dios es cualquier otra cosa
 excepto la destrucción del pecado, son graves equivocaciones.
6 Sabemos que todo será cambiado “en un abrir y cerrar de ojos”,
 cuando suene la final trompeta; pero esta última llamada de
 la sabiduría no puede venir hasta que los mortales ya hayan
9 cedido a cada llamada menor en el crecimiento del carácter
 cristiano. Los mortales no necesitan imaginarse que la
 creencia en la experiencia de la muerte los despertará a una
12 existencia glorificada.


 La salvación universal se basa en el progreso y la probación,
 y es inalcanzable sin ellos. El cielo no es una localidad, sino
15 un estado divino de la Mente en el cual todas
 las manifestaciones de la Mente son armonio-
 sas e inmortales, porque el pecado no está ahí y se encuentra
18 que el hombre no tiene justicia propia, sino que está en
 posesión de “la mente del Señor”, como dicen las Escrituras.


 “En el lugar que el árbol cayere, allí quedará”. Así leemos
21 en Eclesiastés. Este texto ha sido transformado en el pro-
 verbio popular: “Tal como cae el árbol, así tiene que quedar”.
 Tal como el hombre se duerma, así despertará. Tal como la
24 muerte encuentre al hombre mortal, así será él después de
 la muerte, hasta que la probación y el crecimiento efectúen
 el cambio necesario. La Mente jamás se convierte en polvo.
27 Ninguna resurrección de la tumba espera a la Mente o la
 Vida, pues la tumba no tiene poder sobre ninguna de las dos.


 Ningún juicio final espera a los mortales, pues el día del
30 juicio de la sabiduría viene a toda hora y conti-
 nuamente, esto es, el juicio por el cual el hombre del juicio
 mortal es despojado de todo error material. En cuanto al
33 error espiritual, no hay ninguno.



Página 292



1 Cuando la última falta mortal sea destruida, entonces
 sonará la final trompeta que terminará la batalla de la Verdad
3 contra el error y la mortalidad; “pero del día y la hora nadie
 sabe”. Aquí se detiene la profecía. La Ciencia divina sola
 puede abarcar las alturas y profundidades del ser y revelar lo
6 infinito.


 La Verdad será para nosotros “la resurrección y la vida”
 sólo a medida que destruya todo error y la creencia de que
9 la Mente, la única inmortalidad del hombre,
 pueda ser encadenada por el cuerpo, y la Vida
 ser controlada por la muerte. Un mortal pecador, enfermo y
12 que muere no es la semejanza de Dios, el perfecto y eterno.


 La materia es la creencia primitiva de la mente mortal,
 porque esta así llamada mente no tiene conocimiento del
15 Espíritu. Para la mente mortal, la materia es sustancial y el
 mal es real. Los así llamados sentidos de los mortales son
 materiales. De ahí que la así llamada vida de los mortales es
18 dependiente de la materia.


 Explicando el origen del hombre material y de la mente
 mortal, Jesús dijo: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje?
21 Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de
 vuestro padre el diablo [el mal], y los deseos de vuestro padre
 queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no
24 ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
 Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso,
 y padre de mentira”.


27 Esta mentalidad material y carnal, mal denominada
 mente, es mortal. Por tanto, el hombre sería aniquilado, si
 no fuera por la conexión indisoluble del hom-
30 bre verdadero y espiritual con su Dios, la cual
 Jesús sacó a luz. En su resurrección y ascensión, Jesús
 mostró que un hombre mortal no es la esencia verdadera del



Página 293



1 hombre, y que esta mortalidad material e irreal desaparece
 en presencia de la realidad.


3 La electricidad no es un fluido vital, sino la forma menos
 material de consciencia ilusoria, el vacío mental de la materia,
 que no forma eslabón alguno entre la materia
6 y la Mente, y que se destruye a sí misma. La
 materia y la mente mortal no son sino diferentes estratos de
 la creencia humana. El estrato más tosco es denominado
9 materia o cuerpo; el más etéreo es llamado mente. Esta así
 llamada mente y cuerpo es la ilusión denominada un mortal,
 una mente en la materia. En la realidad y en la Ciencia, ambos
12 estratos, la mente mortal y el cuerpo mortal, son falsos
 representantes del hombre.


 Los así llamados gases y fuerzas materiales son falsificacio-
15 nes de las fuerzas espirituales de la Mente divina, cuya poten-
 cia es la Verdad, cuya atracción es el Amor, cuya adhesión y
 cohesión son la Vida, perpetuando las realidades eternas del
18 ser. La electricidad es el agudo excedente de la materialidad
 que falsifica la verdadera esencia de la espiritualidad o verdad,
 siendo la gran diferencia que la electricidad no es inteligente,
21 mientras que la verdad espiritual es la Mente.


 No hay vana furia de la mente mortal —expresada
 en terremotos, vientos, olas, relámpagos, fuego, ferocidad
24 bestial— y esta así llamada mente es destruida Las fuerzas
 por sí misma. Las manifestaciones del mal, que falsificadas
 falsifican la justicia divina, son llamadas en las Escrituras
27 “la ira de Jehová”. En realidad, muestran la destrucción de
 sí mismo del error o la materia y señalan lo opuesto de la
 materia: la fuerza y permanencia del Espíritu. La Ciencia
30 Cristiana saca a luz la Verdad y su supremacía, la armonía
 universal, la totalidad de Dios, el bien, y la nada del mal.


 Los cinco sentidos físicos son las vías y los instrumentos



Página 294



1 del error humano, y se corresponden con el error. Estos
 sentidos indican la creencia humana común de que la vida,
3 la sustancia y la inteligencia son una uniso-
 nancia de la materia con el Espíritu. Esto es
 panteísmo, y lleva dentro de sí las semillas de todo error.


6 Si el hombre es tanto mente como materia, la pérdida
 de un dedo quitaría cierta cualidad y cantidad del hombre,
 porque la materia y el hombre serían uno.


9 La creencia de que la materia piensa, ve o siente no es
 más real que la creencia de que la materia goza y sufre.
 Esta creencia mortal, mal llamada hombre,
12 es el error, que dice: “La materia tiene inteli-
 gencia y sensación. Los nervios sienten. El cerebro piensa
 y peca. El estómago puede malhumorar a un hombre.
15 Una herida puede lisiar al hombre y la materia puede matarlo”.
 Este veredicto de los así llamados sentidos materiales victi-
 miza a los mortales, enseñados, como lo son por la fisiología
18 y la patología, a reverenciar los falsos testimonios, es decir,
 los errores que son destruidos por la Verdad mediante el
 sentido espiritual y la Ciencia.


21 Las líneas de demarcación entre el hombre inmortal,
 que representa el Espíritu, y el hombre mortal, que representa
 el error de que la vida y la inteligencia están en Placer
24 la materia, muestran que los placeres y dolores
 de la materia son mitos, y que la creencia humana en ellos es
 el padre de la mitología, en la cual la materia es representada
27 como dividida en dioses inteligentes. El yo genuino del
 hombre es reconocible sólo en lo que es bueno y verdadero.
 El hombre no es creado por sí mismo ni creado por los
30 mortales. Dios creó al hombre.


 El ebrio cree que hay placer en la embriaguez. El ladrón
 cree que gana algo robando, y el hipócrita que se está encu-
33 briendo. La Ciencia de la Mente corrige tales equivocaciones,
 pues la Verdad demuestra la falsedad del error.



Página 295



1 La creencia de que un miembro amputado duele en el lugar
 en que estuvo, como si la sensación pareciera
3 estar en los nervios que ya no están allí, es una
 prueba más de que no se puede confiar en el testimonio físico.


 Dios crea y gobierna el universo, incluyendo el hombre.
6 El universo está lleno de ideas espirituales, que Dios desarrolla,
 y ellas obedecen a la Mente que las crea. La
 mente mortal quisiera transformar lo espiritual son distintos


9 en lo material, y después recuperar el yo origi-
 nal del hombre a fin de escapar de la mortalidad de este error.
 Los mortales no son como los inmortales, creados a la propia
12 imagen de Dios; pero como el Espíritu infinito es todo, la
 consciencia mortal cederá finalmente ante la realidad cientí-
 fica y desaparecerá, y el verdadero sentido del ser, perfecto y
15 eternamente intacto, aparecerá.


 La manifestación de Dios a través de los mortales es
 como la luz que pasa a través del cristal de la ventana. La luz
18 y el cristal nunca se mezclan, pero como mate-
 ria, el cristal es menos opaco que las paredes.
 La mente mortal a través de la cual la Verdad aparece más
21 vívidamente es aquella que ha perdido mucha materialidad
 —mucho error— a fin de llegar a ser una mejor transparencia
 para la Verdad. Entonces, como una nube que se desvanece
24 en tenue vapor, ya no oculta el sol.


 Todo lo que es llamado pensamiento mortal está
 compuesto de error. La mente teórica es materia, llamada
27 cerebro, o consciencia material, lo diametral-
 mente opuesto a la Mente verdadera, o Espíritu. un mito
 La cerebrología enseña que los mortales son creados para
30 sufrir y morir. Además enseña que cuando el hombre está
 muerto, su alma inmortal es resucitada de la muerte y la
 mortalidad. Así es como el error teoriza que el espíritu nace
33 de la materia y regresa a la materia, y que el hombre resucita



Página 296



1 del polvo; mientras que la Ciencia revela la eterna verdad de
 que el hombre es el reflejo espiritual y eterno de Dios.


3 El progreso nace de la experiencia. Es la maduración del
 hombre mortal, mediante la cual lo mortal es abandonado
 por lo inmortal. Bien aquí o en el más allá, el
6 sufrimiento o la Ciencia tienen que destruir
 todas las ilusiones con respecto a la vida y la mente, y regene-
 rar el sentido y el yo materiales. El viejo hombre con sus
9 hechos debe ser desechado. Nada sensual o pecaminoso es
 inmortal. La muerte de un falso sentido material y la del
 pecado, no la muerte de la materia orgánica, es lo que revela
12 que el hombre y la Vida son armoniosos, reales y eternos.


 Los así llamados placeres y dolores de la materia perecen,
 y tienen que extinguirse ante el resplandor de la Verdad, del
15 sentido espiritual, y de la realidad del ser. La creencia mortal
 tiene que perder toda satisfacción en el error y el pecado para
 separarse de ellos.


18 Si es que los mortales aprenderán esto ahora o más tarde,
 y cuánto tiempo sufrirán los tormentos de la destrucción,
 depende de la tenacidad del error.


21 El conocimiento obtenido de los sentidos corporales
 conduce al pecado y la muerte. Cuando la evidencia del
 Espíritu y la materia, la Verdad y el error, parece Testimonio
24 mezclarse, descansa sobre fundamentos que el mezclado
 tiempo está deteriorando. La mente mortal juzga por el
 testimonio de los sentidos materiales, hasta que la Ciencia
27 oblitera este falso testimonio. Una creencia mejorada es un
 paso fuera del error, y ayuda a dar el paso siguiente y a
 comprender la situación en la Ciencia Cristiana.


30 La creencia mortal es una mentirosa desde el principio y
 no merece poder. Dice a los mortales: “¡Sois desdichados!” y



Página 297



1 ellos creen que lo son; y nada puede cambiar este estado, hasta
 que cambia la creencia. La creencia mortal dice: “¡Sois felices!”
3 y los mortales lo son; y ninguna circunstancia La creencia
 puede alterar la situación, hasta que la creencia es autócrata
 sobre este tema cambia. La creencia humana dice a los morta-
6 les: “¡Estáis enfermos!” y este testimonio se manifiesta en el
 cuerpo como enfermedad. Es tan necesario para una ilusión
 de salud, como para una ilusión de enfermedad, ser instruida
9 a salir de sí misma hacia la comprensión de lo que constituye
 la salud; pues un cambio tanto en una creencia de salud como
 en una creencia de enfermedad afecta la condición física.


12 La creencia errónea es destruida por la verdad. Cambia
 la evidencia, y desaparece aquello que antes parecía real a
 esta creencia falsa, y la consciencia humana se
15 eleva más alto. Así se alcanza la realidad del
 ser y se encuentra que el hombre es inmortal. El único hecho
 concerniente a cualquier concepto material es que no es ni
18 científico ni eterno, sino que está sujeto a cambio y disolución.


 La fe es más elevada y más espiritual que la creencia.
 Es un estado de crisálida del pensamiento humano, en
21 el cual la evidencia espiritual, contradiciendo
 el testimonio del sentido material, empieza a


 aparecer, y la Verdad, lo siempre-presente, va
24 siendo comprendida. Los pensamientos humanos tienen sus
 grados de comparación. Algunos pensamientos son mejores
 que otros. Una creencia en la Verdad es mejor que una
27 creencia en el error, pero ningún testimonio mortal está
 fundado sobre la roca divina. El testimonio mortal puede ser
 sacudido. Hasta que la creencia se convierte en fe, y la fe se
30 convierte en comprensión espiritual, el pensamiento humano
 tiene poca relación con lo real o divino.


 Una creencia mortal cumple sus propias condiciones. La



Página 298



1 enfermedad, el pecado y la muerte son las vagas realidades
 de las conclusiones humanas. La Vida, la Verdad y el Amor
3 son las realidades de la Ciencia divina. Amanecen en la fe y
 resplandecen en pleno fulgor en la comprensión espiritual.
 Así como una nube oculta el sol que no puede extinguir, así
6 la creencia falsa silencia por un tiempo la voz de la armonía
 inmutable, pero la creencia falsa no puede destruir la Ciencia
 armada de fe, esperanza y realización.


9 Lo que se denomina sentido material sólo puede infor-
 mar un sentido mortal y temporario de las cosas, mientras
 que el sentido espiritual puede dar testimonio
12 sólo de la Verdad. Para el sentido material, lo
 irreal es lo real hasta que este sentido es corregido por la
 Ciencia Cristiana.


15 El sentido espiritual, contradiciendo los sentidos materia-
 les, entraña intuición, esperanza, fe, comprensión, realización,
 realidad. El sentido material expresa la creencia de que la
18 mente está en la materia. Esta creencia humana, alternando
 entre un sentido de placer y dolor, esperanza y temor, vida
 y muerte, nunca traspasa el límite de lo mortal o lo irreal.
21 Cuando se logra lo real, que es anunciado por la Ciencia,
 la alegría ya no tiembla ni nos engaña la esperanza. Las
 ideas espirituales, como los números y las notas, parten del
24 Principio, y no admiten creencias materialistas. Las ideas
 espirituales conducen a su origen divino, Dios, y al sentido
 espiritual del ser.


27 Los ángeles no son seres humanos etéreos, desarrollando
 en sus alas cualidades animales; sino que son visitantes
 celestiales, que vuelan con alas espirituales,
30 no materiales. Los ángeles son pensamientos
 puros de Dios, alados con Verdad y Amor, sin importar cuál
 sea su individualismo. La conjetura humana confiere a los
33 ángeles sus propias formas de pensamiento, delineadas con
 contornos supersticiosos, haciéndolos criaturas humanas con



Página 299



1 plumas sugerentes; pero esto es sólo fantasía. No tiene tras
 ella más realidad que la que tiene el pensamiento del escultor
3 cuando esculpe su “Estatua de la Libertad”, que incorpora su
 concepción de una cualidad o condición invisible, pero que no
 tiene ninguna realidad física antecedente, salvo en la obser-
6 vación y en las “cámaras... de imágenes” propias del artista.


 Mis ángeles son pensamientos exaltados, que aparecen a
 la puerta de algún sepulcro, en el cual la creencia humana ha
9 enterrado sus más caras esperanzas terrenales. Nuestros
 Con blancos dedos señalan a lo alto, hacia una mensajeros


 confianza nueva y glorificada, hacia ideales más
12 elevados de la vida y sus gozos. Los ángeles son representan-
 tes de Dios. Estos seres de vuelo ascendente nunca conducen
 hacia el yo, el pecado o la materialidad, sino que guían hacia
15 el Principio divino de todo el bien, donde toda verdadera
 individualidad, imagen o semejanza de Dios, se reúne. Cuando
 les prestamos atención sincera a estos guías espirituales, se
18 quedan con nosotros, y hospedamos a “ángeles, sin saberlo”.*


 El conocimiento obtenido del sentido material está
 representado simbólicamente en las Escrituras por un árbol,
21 que da los frutos del pecado, la enfermedad y
 la muerte. ¿No debiéramos, entonces, juzgar
 el conocimiento así obtenido como falso y peligroso, ya que
24 “por el fruto se conoce el árbol”?


 La Verdad jamás destruye la idea de Dios. La Verdad es la
 sustancia espiritual y eterna, la cual no puede destruir el reflejo
27 correcto. El sentido corporal, o error, puede que parezca
 ocultar la Verdad, la salud, la armonía y la Ciencia, así como
 la niebla oculta el sol o la montaña; pero la Ciencia, el sol de la
30 Verdad, disipará la sombra y revelará las cumbres celestiales.


 Si el hombre fuese únicamente una criatura de los senti-
 dos materiales, no tendría Principio eterno y sería mutable
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 300



1 y mortal. La lógica humana está fuera de control cuando
 intenta sacar de la materia correctas conclusiones espiri-
3 tuales referentes a la vida. El sentido finito no
 tiene una apreciación verdadera del Principio
 infinito, Dios, o de Su imagen o reflejo infinito, el hombre.
6 El espejismo, que hace que árboles y ciudades parezcan estar
 donde no están, ilustra la ilusión del hombre material, quien
 no puede ser la imagen de Dios.


9 En la medida en que la declaración científica acerca del
 hombre es comprendida, puede ser comprobada y sacará a
 luz el verdadero reflejo de Dios: el hombre verdadero, o el
12 nuevo hombre (como lo expresa San Pablo).


 Lo temporal y lo irreal nunca tocan lo eterno y lo real. Lo
 mutable y lo imperfecto nunca tocan lo inmutable y perfecto.
15 Lo inarmónico y lo que se destruye a sí mismo La cizaña
 nunca tocan lo armónico y existente de por sí.
 Estas cualidades opuestas son la cizaña y el trigo, que jamás
18 se mezclan realmente, aunque (a la vista mortal) crezcan lado
 a lado hasta la cosecha; entonces, la Ciencia separa el trigo de
 la cizaña, mediante la comprensión de Dios como siempre
21 presente y del hombre como reflejando la semejanza divina.


 El Espíritu es Dios, el Alma; por lo tanto, el Alma no está
 en la materia. Si el Espíritu estuviera en la materia, Dios no
24 tendría representante, y la materia sería idén-
 tica a Dios. La teoría de que el alma, el espíritu, divino
 la inteligencia, habita en la materia es enseñada por las escue-
27 las. Esta teoría no es científica. El universo refleja y expresa
 la sustancia divina o Mente; por lo tanto, Dios es visto sólo en
 el universo espiritual y en el hombre espiritual, así como el
30 sol es visto en el rayo de luz que emana de él. Dios es reve-
 lado sólo en aquello que refleja la Vida, la Verdad y el Amor,



Página 301



1 sí, en aquello que manifiesta los atributos y el poder de Dios,
 así como la semejanza humana proyectada en el espejo repite
3 el color, la forma y la acción de la persona que está frente al
 espejo.


 Pocas personas comprenden lo que la Ciencia Cristiana
6 quiere decir con la palabra reflejo. Para sí mismo, el hombre
 mortal y material parece ser sustancia, pero su sentido de
 sustancia entraña error y por lo tanto es material, temporal.


9 Por otra parte, el hombre inmortal y espiritual es
 realmente sustancial, y refleja la sustancia eterna, o Espíritu,
 a la que los mortales aspiran. Él refleja lo divino, que
12 constituye la única entidad real y eterna. Este reflejo parece
 trascendental para el sentido mortal, porque lo sustancial del
 hombre espiritual trasciende la visión mortal y es revelado
15 únicamente por medio de la Ciencia divina.


 Puesto que Dios es sustancia y el hombre es la imagen
 y semejanza divina, el hombre debiera desear, y en realidad
18 posee, sólo la sustancia del bien, la sustancia del Imágenes e
 Espíritu, no de la materia. La creencia de que el ideas invertidas
 hombre tiene cualquier otra sustancia, o mente, no es espiri-
21 tual y quebranta el Primer Mandamiento: Tendrás un único
 Dios, una única Mente. Al hombre mortal le parece que él
 mismo es sustancia material, mientras que el hombre es
24 “imagen” (idea). El engaño, el pecado, la enfermedad y la
 muerte surgen del falso testimonio del sentido material, el
 cual, desde un punto de vista supuesto fuera de la distancia
27 focal del Espíritu infinito, presenta una imagen invertida de
 la Mente y la sustancia con todo puesto al revés.


 Esta falsedad presupone que el alma es un morador
30 insustancial dentro de formas materiales, y que el hombre
 es material en vez de espiritual. La inmortalidad no está



Página 302



1 limitada por la mortalidad. El Alma no está circunscrita
 por lo finito. El Principio no ha de ser encontrado en ideas
3 fragmentarias.


 El cuerpo y la mente materiales son temporales, pero
 el hombre verdadero es espiritual y eterno. La identidad
6 del hombre verdadero no se pierde, sino que
 es hallada mediante esta explicación; pues la
 consciente infinitud de la existencia y de toda identidad es
9 así discernida y permanece inalterada. Es imposible que el
 hombre pierda algo que es real, cuando Dios es todo y eter-
 namente suyo. La noción de que la mente está en la materia
12 y que los así llamados placeres y dolores, el nacimiento, el
 pecado, la enfermedad y la muerte de la materia, son reales, es
 una creencia mortal; y esta creencia es lo único que se perderá.


15 Continuando nuestra definición de hombre, recordemos
 que el hombre armonioso e inmortal ha existido eternamente,
 y siempre está más allá y por encima de la ilusión La definición
18 mortal de que pueda existir alguna vida, sustan-
 cia e inteligencia en la materia. Esta declaración está basada
 en la realidad, no en una fábula. La Ciencia del ser revela al
21 hombre como perfecto, así como el Padre es perfecto, porque
 el Alma, o la Mente, del hombre espiritual es Dios, el Principio
 divino de todo ser, y porque este hombre verdadero es gober-
24 nado por el Alma en vez del sentido, por la ley del Espíritu,
 no por las así llamadas leyes de la materia.


 Dios es Amor. Él es, por lo tanto, el Principio divino,
27 infinito, llamado Persona o Dios. La verdadera consciencia
 del hombre está en la semejanza mental con el Espíritu, no
 en una semejanza corporal o personal. Por cierto, el cuerpo
30 no presenta semejanza apropiada de la divinidad, aunque el
 sentido mortal gustosamente así nos lo quisiera hacer creer.


 Aun en la Ciencia Cristiana, la reproducción por medio
33 de las ideas individuales del Espíritu no es sino el reflejo del



Página 303



1 poder creativo del Principio divino de esas ideas. El reflejo,
 mediante manifestación mental, de las innumerables
3 formas de la Mente que pueblan el reino de lo
 real es controlado por la Mente, el Principio
 que gobierna el reflejo. La multiplicación de los hijos de Dios
6 no procede de ningún poder de propagación en la materia,
 es el reflejo del Espíritu.


 Las minucias de individualidades menores reflejan la
9 única individualidad divina y están comprendidas en el
 Espíritu y son formadas por el Espíritu, no por la sensación
 material. Todo lo que refleja la Mente, la Vida, la Verdad y
12 el Amor, es concebido y dado a luz espiritualmente; pero la
 declaración de que el hombre es concebido y desarrollado
 tanto espiritual como materialmente, o tanto por Dios como
15 por el hombre, contradice esta verdad eterna. Toda la vanidad
 de las épocas jamás puede hacer que ambos contrarios sean
 verídicos. La Ciencia divina pone el hacha a la raíz de la
18 ilusión de que la vida, o la mente, es formada por el cuerpo
 material, o que está en él, y la Ciencia finalmente destruirá esta
 ilusión mediante la destrucción por sí mismo de todo error y
21 mediante la comprensión bendita de la Ciencia de la Vida.


 La creencia de que el dolor y el placer, la vida y la muerte,
 la santidad y la impiedad, se mezclan en el
24 hombre —que el hombre mortal y material es
 la semejanza de Dios y que el hombre mismo es un creador—
 es un error fatal.


27 Dios, sin la imagen y semejanza de Sí mismo, no tendría
 entidad, sería una Mente inexpresada. No tendría testigo
 o prueba de Su propia naturaleza. El hombre
30 espiritual es la imagen o idea de Dios, una idea


 que no puede perderse ni ser separada de su
 Principio divino. Cuando la evidencia ante los sentidos
33 materiales cedió al sentido espiritual, el apóstol declaró que



Página 304



1 nada podía separarlo de Dios, del dulce sentido y presencia
 de la Vida y la Verdad.


3 La ignorancia y la creencia falsa, basadas en un sentido
 material de las cosas, son las que ocultan la belleza y la bondad
 espirituales. Comprendiendo esto, Pablo dijo:
6 “Ni la muerte, ni la vida,... ni lo presente, ni lo


 por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
 otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios”. Esta
9 es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no
 puede ser privado de su manifestación, u objeto; que el gozo
 no puede ser convertido en pesar, pues el pesar no es el amo
12 del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la
 materia nunca puede producir la mente ni la vida resultar en
 muerte. El hombre perfecto —gobernado por Dios, su
15 Principio perfecto— es impecable y eterno.


 La armonía es producida por su Principio, es controlada
 por él y permanece en él. El Principio divino es la Vida
18 del hombre. La felicidad del hombre no está, por La armonía
 lo tanto, a merced del sentido físico. La Verdad es natural
 no está contaminada por el error. La armonía en el hombre
21 es tan bella como en la música, y la discordancia es innatural,
 irreal.


 La ciencia de la música gobierna los tonos. Si los mor-
24 tales percibieran la armonía por medio del sentido material,
 perderían la armonía, si el tiempo o un accidente les robaran
 el sentido material. Para ser el amo de los acordes y las
27 disonancias, la ciencia de la música debe ser comprendida.
 Dejada a las decisiones del sentido material, la música está
 propensa a ser malinterpretada y perderse en la confusión.
30 Controlada por la creencia, en vez de la comprensión, la
 música es, tiene que ser, imperfectamente expresada. Así
 también el hombre, al no comprender la Ciencia del ser
33 —al rechazar el Principio divino de él como incompren­
 sible— queda abandonado a las conjeturas, dejado en



Página 305



1 las manos de la ignorancia, puesto a merced de las ilusiones,
 sujeto al sentido material que es discordancia. Un mortal
3 descontento, discordante, no es un hombre, como tampoco
 la discordancia es música.


 Un retrato en la cámara oscura o una cara reflejada en
6 el espejo no es el original, aunque se parezca a él. El hombre,
 a la semejanza de su Hacedor, refleja la luz
 central del ser, el Dios invisible. Así como no
9 hay corporalidad en la forma que aparece en el espejo, que
 no es más que un reflejo, así el hombre, como todas las cosas
 reales, refleja a Dios, su Principio divino, no en un cuerpo
12 mortal.


 El género también es una cualidad, no de Dios, sino una
 característica de la mente mortal. La verdad de que la ima-
15 gen de Dios no es un creador, aunque refleja la creación de
 la Mente, Dios, constituye la realidad subyacente del reflejo.
 “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os
18 digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que
 ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también
 lo hace el Hijo igualmente”.


21 Las imágenes invertidas presentadas por los sentidos,
 las refracciones de la materia como opuestas a la Ciencia
 del reflejo espiritual, son todas desemejantes al Imágenes
24 Espíritu, Dios. En la ilusión de la vida que está invertidas
 aquí hoy y que desaparece mañana, el hombre sería total-
 mente mortal, si no fuera que el Amor, el Principio divino
27 que se encuentra en la Ciencia divina, destruye todo error y
 saca a luz la inmortalidad. Puesto que el hombre es el reflejo
 de su Hacedor, no está sujeto a nacimiento, crecimiento,
30 madurez, decadencia. Estos sueños mortales son de origen
 humano, no divino.


 Los saduceos razonaban falsamente acerca de la resurrec-
33 ción, pero no tan ciegamente como los fariseos, que creían que



Página 306



1 el error era tan inmortal como la Verdad. Los fariseos
 pensaban que podían resucitar lo que es espiritual de lo que
3 es material. Primero pretendían que la vida
 resultara en muerte, y después recurrían a la
 muerte para reproducir la vida espiritual. Jesús les enseñó
6 cómo la muerte debía ser vencida mediante la Vida espiritual,
 y demostró esto más allá de todo reparo.


 La Vida demuestra la Vida. La inmortalidad del
9 Alma hace al hombre inmortal. Si Dios, quien es la Vida,
 fuera separado por un momento de Su reflejo,
 el hombre, durante ese momento no habría
12 divinidad reflejada. El Ego estaría inexpresado, y el Padre no
 tendría hijos, no sería Padre.


 Si la Vida o el Alma y su representante, el hombre, se
15 unen por un período y luego son separados como por una ley
 de divorcio, para ser unidos otra vez en alguna época futura
 e incierta y de una manera desconocida —y esta es en general
18 la opinión religiosa de la humanidad— nos quedamos sin
 una prueba racional de la inmortalidad. Pero el hombre no
 puede ser separado ni por un instante de Dios, si el hombre
21 refleja a Dios. Así la Ciencia comprueba que la existencia del
 hombre está intacta.


 La miríada de formas del pensamiento mortal, que
24 se manifiestan como materia, no son más claras ni más
 reales para los sentidos materiales de lo que son Formas-
 las formas creadas por el Alma para el sentido
27 espiritual, el cual conoce la Vida como permanente. Imper­
 turbada en medio del testimonio discordante de los sentidos
 materiales, la Ciencia, aún entronizada, está revelando a los
30 mortales el Principio inmutable, armonioso y divino, está
 revelando la Vida y el universo, siempre presentes y eternos.


 El hombre de Dios, creado espiritualmente, no es material
33 y mortal.


 El origen de toda la discordia humana fue el sueño-Adán,



Página 307



1 el sueño profundo en el cual se originó la ilusión de que
 la vida y la inteligencia procedieron de la materia y entraron
3 en ella. Este error panteísta, o esta así llamada El susurro
 serpiente, insiste aún en lo opuesto de la Verdad, de la serpiente
 diciendo: “Seréis como Dios”; es decir, yo haré el error tan
6 real y eterno como la Verdad.


 El mal todavía se afirma a sí mismo que es mente,
 y declara que hay más de una inteligencia o Dios. Dice:
9 “Habrá muchos señores y muchos dioses. Declaro que Dios
 hace mentes malas y espíritus malos, y que yo Lo ayudo. La
 Verdad se pondrá del lado contrario y será desemejante al
12 Espíritu. Pondré espíritu dentro de lo que llamo materia, y
 la materia parecerá tener tanta vida como Dios, el Espíritu,
 quien es la única Vida”.


15 Este error se ha comprobado a sí mismo que es un error.
 Se encuentra que su vida no es la Vida, sino sólo un sentido
 transitorio y falso de una existencia que ter-
18 mina en muerte. El error atribuye su mentira
 a la Verdad y dice: “El Señor la conoce. Él ha hecho mortal
 y material al hombre, de materia en vez de Espíritu”. Así
21 participa el error de su propia naturaleza y profiere sus
 propias falsedades. Si consideramos la materia como inteli-
 gente, y la Mente como buena y mala a la vez, todo pecado o
24 supuesto dolor y placer materiales parece normal, una parte
 de la creación de Dios, y así actúa contra nuestro curso hacia
 el Espíritu.


27 La Verdad no tiene comienzo. La Mente divina es el
 Alma del hombre, y da al hombre dominio sobre todas las
 cosas. El hombre no fue creado desde una base Estatutos
30 material, ni ordenado a obedecer leyes materia-
 les que el Espíritu nunca hizo; su esfera está en los estatutos
 espirituales, en la ley más elevada de la Mente.


33 Por encima del fragor, la oscuridad y el caos terribles
 del error, la voz de la Verdad todavía llama: “Adán, ¿dónde



Página 308



1 estás tú? Consciencia, ¿dónde estás? ¿Estás morando en la
 creencia de que la mente está en la materia, y que el mal es
3 mente, o estás en la fe viviente de que no hay
 y no puede haber sino un único Dios, y guar-
 dando Su mandamiento?” Hasta que no se aprenda la lección
6 de que Dios es la única Mente que gobierna al hombre, la
 creencia mortal tendrá miedo como lo tuvo al comienzo, y se
 esconderá de la pregunta: “¿Dónde estás tú?” Esta pregunta
9 terrible: “Adán, ¿dónde estás tú?” es respondida por la confe-
 sión de la cabeza, el corazón, el estómago, la sangre, los nervios,
 etc.: “Heme aquí, buscando felicidad y vida en el cuerpo, pero
12 encontrando sólo una ilusión, una mezcla de falsas pretensio-
 nes, falso placer, dolor, pecado, enfermedad y muerte”.


 Los patriarcas inspirados por el Alma oían la voz de la
15 Verdad, y hablaban con Dios tan conscientemente como un
 hombre habla con otro hombre.


 Jacob estaba solo, luchando con el error —contendiendo
18 con un sentido mortal de que la vida, la sustancia y la inteligen-
 cia existen en la materia con sus falsos placeres La lucha
 y dolores— cuando un ángel, un mensaje de la
21 Verdad y el Amor, se le apareció y descoyuntó el tendón, o
 fuerza, de su error, hasta que él vio su irrealidad; y la Verdad,
 al ser de tal modo comprendida, le dio fuerza espiritual en este
24 Peniel de la Ciencia divina. Entonces dijo el mensajero espiri-
 tual: “Déjame, porque raya el alba”; es decir, la luz de la Verdad
 y el Amor alborea sobre ti. Pero el patriarca, percibiendo su
27 error y su necesidad de ayuda, no se desprendió de esta luz
 gloriosa hasta que su naturaleza fue transformada. Al pregun-
 társele: “¿Cuál es tu nombre?”, Jacob contestó en seguida; y
30 entonces su nombre fue cambiado por el de Israel, pues “como
 un príncipe”* había prevalecido y tenido poder “con Dios y con
 los hombres”. Entonces Jacob pidió a su libertador: “Declárame
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 309



1 ahora tu nombre”; pero este apelativo no le fue revelado,
 pues el mensajero no era un ser corpóreo, sino una anónima
3 e incorpórea comunicación del Amor divino al hombre,
 la cual, para usar la palabra del Salmista, confortó su Alma,
 le dio el sentido espiritual del ser y reprendió su sentido
6 material.


 Así apareció el resultado de la lucha de Jacob. Él había
 vencido el error material con la comprensión del Espíritu y
9 del poder espiritual. Esto lo transformó. Ya
 no fue llamado Jacob, sino Israel, un príncipe
 de Dios, o un soldado de Dios, quien había peleado una
12 buena batalla. Él llegaría a ser el padre de aquellos que, con
 esfuerzos sinceros, siguieran su demostración del poder del
 Espíritu sobre los sentidos materiales; y los hijos de la tierra
15 que siguieran su ejemplo iban a ser llamados los hijos de
 Israel, hasta que el Mesías les diese un nombre nuevo. Si
 estos hijos se extraviaran, y olvidaran que la Vida es Dios, el
18 bien, y que el bien no está en los elementos que no son espiri-
 tuales —perdiendo así el poder divino que sana a los enfer-
 mos y a los pecadores— habrían de ser restituidos por medio
21 de grandes tribulaciones, para ser nombrados de nuevo en la
 Ciencia Cristiana y guiados a negar el sentido material, o la
 mente en la materia, así como lo enseña el evangelio.


24 La Ciencia del ser muestra que es imposible para el
 Espíritu o Alma infinitos estar en un cuerpo finito o para
 el hombre tener una inteligencia separada de su La Vida nunca
27 Hacedor. Es un error evidente de por sí suponer es estructural
 que pueda existir una realidad tal como la vida orgánica
 animal o vegetal, cuando esa así llamada vida siempre acaba
30 en muerte. La Vida jamás se extingue, ni por un momento.
 Por lo tanto, no es nunca estructural ni orgánica, y nunca es
 absorbida ni limitada por sus propias formaciones.



Página 310



1 El artista no está en su pintura. El cuadro es el pensa-
 miento del artista hecho objeto. La creencia humana imagina
3 que delinea el pensamiento sobre la materia,
 pero ¿qué es la materia? ¿Existió antes del


 pensamiento? La materia está hecha de la
6 supuesta fuerza-mente mortal; pero todo el poder es la Mente
 divina. El pensamiento finalmente será comprendido y visto
 en toda forma, sustancia y color, pero sin acompañamientos
9 materiales. El alfarero no está en el barro; o el barro tendría
 poder sobre el alfarero. Dios es Su propia Mente infinita, y
 expresa todo.


12 El día puede declinar y las sombras descender, pero la
 oscuridad huye cuando la tierra ha girado otra vez sobre su
 eje. El sol no es afectado por la revolución de
15 la tierra. Así la Ciencia revela el Alma como
 Dios, intocada por el pecado y la muerte, como la Vida e
 inteligencia central alrededor de la cual giran armoniosa-
18 mente todas las cosas en los sistemas de la Mente.


 El Alma no cambia. Comúnmente somos enseñados que
 hay un alma humana que peca y se pierde espiritualmente,
21 que el alma puede perderse, y sin embargo, ser
 inmortal. Si el Alma pudiera pecar, el Espíritu, imperecedera
 el Alma, sería carne en vez de Espíritu. Es la creencia de la
24 carne y del sentido material lo que peca. Si el Alma pecara,
 el Alma moriría. El pecado es el elemento de la destrucción
 propia, y la muerte espiritual es el olvido. Si hubiera pecado
27 en el Alma, la aniquilación del Espíritu sería inevitable. La
 única Vida es el Espíritu, y si el Espíritu perdiera la Vida que
 es Dios, el bien, entonces el Espíritu, que no tiene otra exis-
30 tencia, sería aniquilado.


 La Mente es Dios, y no se ve a Dios mediante el sentido
 material, porque la Mente es el Espíritu, que el sentido
33 material no puede discernir. No hay crecimiento, madurez,
 ni decadencia en el Alma. Estos cambios son las mutaciones



Página 311



1 del sentido material, las nubes variables de la creencia mortal,
 que ocultan la verdad del ser.


3 Lo que denominamos mente mortal o mente carnal,
 dependiente de la materia para manifestarse, no es la Mente.
 Dios es la Mente: todo lo que la Mente, Dios, es, o ha hecho,
6 es bueno, y Él hizo todo. Por tanto, el mal no fue hecho y no
 es real.


 El Alma es inmortal porque es el Espíritu, el cual no tiene
9 ningún elemento de destrucción propia. ¿Está el hombre
 perdido espiritualmente? No, sólo puede perder El pecado es
 un sentido material. Todo pecado es de la carne. sólo de la carne
12 No puede ser espiritual. El pecado existe aquí o en el más
 allá sólo mientras perdura la ilusión de que hay mente en la
 materia. Es un sentido de pecado, y no un alma pecaminosa,
15 lo que se pierde. El mal es destruido por el sentido del bien.


 A través de las falsas estimaciones de que el alma mora en
 el sentido y de que la mente mora en la materia, la creencia se
18 extravía hacia un sentido de pérdida o ausencia El Alma es
 temporarias del alma, la verdad espiritual. Este impecable
 estado de error es el sueño mortal de que la vida y la sustancia
21 existen en la materia, y es directamente opuesto a la realidad
 inmortal del ser. Mientras creemos que el alma puede pecar
 o que el Alma inmortal está en el cuerpo mortal, jamás
24 podemos comprender la Ciencia del ser. Cuando la humani-
 dad sí comprenda esta Ciencia, llegará a ser la ley de la Vida
 para el hombre, es decir, la ley más elevada del Alma, que
27 prevalece sobre el sentido material mediante la armonía y
 la inmortalidad.


 Los objetos conocidos por los sentidos físicos no tienen
30 la realidad de la sustancia. Ellos son únicamente lo que la
 creencia mortal los llama. La materia, el pecado y la mortali-
 dad pierden toda supuesta consciencia o pretensión de vida o
33 existencia a medida que los mortales desechan un sentido falso
 acerca de la vida, la sustancia y la inteligencia. Pero el hombre
 espiritual, eterno, no es tocado por estas fases de la mortalidad.



Página 312



1 Cuán cierto es que todo lo que se aprende por medio del
 sentido material ha de perderse, porque el así llamado cono-
3 cimiento es revertido por las verdades espiritua-
 les del ser en la Ciencia. Aquello que el sentido sentidos
 material llama intangible, se encuentra que es sustancia. Lo
6 que para el sentido material parece ser sustancia, se torna en
 nada, a medida que el sueño-sentido se desvanece y aparece
 la realidad.


9 Los sentidos consideran un cadáver, no como un hombre,
 sino simplemente como materia. La gente dice: “El hombre
 está muerto”; pero esta muerte es la partida de la mente de un
12 mortal, no de la materia. La materia aún está allí. La creen-
 cia de ese mortal de que debía morir ocasionó su partida; no
 obstante, dices que la materia ha causado su muerte.


15 Las personas se extasían ante el sentido de un Jehová
 corpóreo, aunque tengan apenas una chispa de amor en
 sus corazones; sin embargo, Dios es Amor, y
18 sin el Amor, Dios, la inmortalidad no puede
 aparecer. Los mortales tratan de creer sin comprender la
 Verdad; sin embargo, Dios es Verdad. Los mortales afirman
21 que la muerte es inevitable; pero el Principio eterno del
 hombre es la Vida siempre presente. Los mortales creen en
 un Dios personal y finito; aunque Dios es el Amor infinito,
24 que tiene que ser ilimitado.


 Nuestras teorías están basadas en premisas finitas, que
 no pueden penetrar más allá de la materia. Un sentido
27 personal acerca de Dios y de las aptitudes del
 hombre necesariamente limita la fe e impide la por el hombre
 comprensión espiritual. Divide la fe y la comprensión entre
30 la materia y el Espíritu, entre lo finito y lo infinito, y así se
 vuelve del Principio sanador, inteligente y divino hacia el
 medicamento inanimado.


33 El origen espiritual de Jesús y su demostración del
 Principio divino lo dotaron abundantemente y le dieron



Página 313



1 derecho de filiación en la Ciencia. Él era el hijo de una
 virgen. El término Cristo Jesús, o Jesús el Cristo (para dar
3 la completa y correcta traducción del griego),
 puede ser interpretado como “Jesús el ungido”, ungido
 Jesús el coronado por Dios o el hombre divinamente regio,
6 como se dice de él en el primer capítulo de Hebreos: —


 Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,


 Con óleo de alegría más que a tus compañeros.


9 Esto está de acuerdo con otro pasaje en el mismo capí-
 tulo, que se refiere al Hijo como “el resplandor de Su gloria
 [la de Dios], y la imagen expresa* [expresada] de Su sustancia
12 [la de la Mente infinita]”. Es de notarse que la frase “imagen
 expresa” en la versión corriente, en el Testamento griego, es
 carácter. Al usar esta palabra en su significado más elevado,
15 podemos suponer que el autor de esta notable epístola
 consideraba a Cristo como el Hijo de Dios, el reflejo regio
 del infinito; y la causa dada para la exaltación de Jesús, el
18 hijo de María, era que había “amado la justicia, y aborrecido
 la maldad”. En la traducción del extinto Dr. en Teología
 George R. Noyes, el pasaje se vuelve aun más claro: “Quien es
21 un resplandor de Su gloria, y una imagen de Su ser”.


 Jesús de Nazaret fue el hombre más científico que jamás
 pisó la tierra. Se sumergía bajo la superficie material de las
24 cosas y encontraba la causa espiritual. Para
 adecuarse a ideas inmaturas acerca del poder
 espiritual —pues la espiritualidad era poseída sólo en un
27 grado limitado hasta por sus discípulos— Jesús llamó al
 cuerpo, el que mediante el poder espiritual había resucitado
 de la tumba, “carne y huesos”. Para demostrar que su propia
30 sustancia era Espíritu y que el cuerpo no era más perfecto
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 314



1 a causa de la muerte ni menos material hasta la ascensión
 (su exaltación espiritual ulterior), Jesús esperó hasta que el
3 sentido mortal o carnal hubo renunciado a la creencia de
 materia‐sustancia, y el sentido espiritual hubo extinguido
 todos los anhelos terrenales. Así encontró el Ego eterno, y
6 comprobó que él y el Padre eran inseparables como Dios
 y Su reflejo u hombre espiritual. Nuestro Maestro alcanzó
 la solución del ser, demostrando la existencia de una única
9 Mente, sin una segunda o igual.


 Los judíos, quienes procuraron matar a este hombre de
 Dios, mostraron claramente que sus puntos de vista mate-
12 riales eran el origen de sus hechos malvados.
 Cuando Jesús habló de reproducir su cuerpo
 —sabiendo, como lo sabía, que la Mente era el arquitecto—
15 y dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”,
 pensaron que se refería al templo material de ellos en vez de
 a su cuerpo. Para tales materialistas, el hombre verdadero
18 parecía un espectro, invisible y desconocido, y el cuerpo, que
 pusieron en un sepulcro, parecía ser sustancia. Este materia-
 lismo perdió de vista al Jesús verdadero; pero la fiel María lo
21 vio, y representó para ella, más que nunca, la idea verdadera
 de la Vida y la sustancia.


 Debido a la creencia material y pecaminosa de los morta-
24 les, el Jesús espiritual les era imperceptible. Cuanto más alto
 su demostración de la Ciencia divina elevaba
 el problema del ser, y más claramente él procla-
27 maba las demandas del Principio, la Verdad y el Amor divi-
 nos de esta Ciencia, tanto más odioso se hacía a los pecadores
 y a aquellos que, dependiendo de doctrinas y leyes materiales
30 para salvarse del pecado y la enfermedad, se sometían a la
 muerte como si esta estuviera de acuerdo con la ley inevitable
 de la vida. Jesús comprobó mediante su resurrección que



Página 315



1 ellos estaban equivocados, y dijo: “Todo aquel que vive y cree
 en mí, no morirá eternamente”.


3 Ese dicho de nuestro Maestro: “Yo y el Padre uno somos”,
 lo separó de la teología escolástica de los rabinos. Su mejor
 comprensión de Dios era un reproche para
6 ellos. Él conocía una única Mente y no pre-
 tendía poseer ninguna otra. Sabía que el Ego era la Mente en
 vez del cuerpo, y que la materia, el pecado y el mal no eran la
9 Mente; y su comprensión de esta Ciencia divina le acarreó los
 anatemas de la época.


 Los opuestos y falsos puntos de vista de la gente les
12 ocultaron a su sentido la filiación de Cristo con Dios. Ellos
 no podían discernir la existencia espiritual de
 Cristo. Sus mentes carnales estaban enemista-
15 das con ella. Sus pensamientos estaban repletos de error
 mortal, en lugar de la idea espiritual de Dios como fue
 presentada por Cristo Jesús. Perdemos de vista la semejanza
18 de Dios debido al pecado, que oscurece el sentido espiritual
 de la Verdad; y percibimos esta semejanza sólo cuando
 sojuzgamos el pecado y comprobamos la herencia del hom-
21 bre, la libertad de los hijos de Dios.


 El origen y la comprensión espirituales de Jesús lo capa-
 citaron para demostrar las realidades del ser, para compro-
24 bar irrefutablemente cómo la Verdad espiritual La con­cepción
 destruye el error material, sana la enfermedad y inmaculada
 vence la muerte. La concepción divina de Jesús señaló hacia
27 esta verdad y presentó una ilustración de la creación. La
 historia de Jesús muestra que él fue más espiritual que todas
 las demás personalidades terrenales.


30 Revestido en parte de una figura humana (esto es, según
 parecía a la vista mortal), habiendo sido concebido por una
 madre humana, Jesús fue el mediador entre el Espíritu y
33 la carne, entre la Verdad y el error. Al explicar y demostrar



Página 316



1 el camino de la Ciencia divina, vino a ser el camino de
 salvación para todos los que aceptaron su palabra. De él los
3 mortales pueden aprender cómo escapar del
 mal. Al estar el hombre verdadero unido a su
 Hacedor por medio de la Ciencia, los mortales sólo necesitan
6 apartarse del pecado y perder de vista el yo mortal para
 encontrar el Cristo, el hombre verdadero y su relación con
 Dios, y para reconocer la filiación divina. El Cristo, la Verdad,
9 fue demostrado por medio de Jesús para comprobar el poder
 del Espíritu sobre la carne, para mostrar que la Verdad se
 manifiesta en sus efectos sobre la mente y el cuerpo humanos,
12 sanando la enfermedad y destruyendo el pecado.


 Jesús representó el Cristo, la verdadera idea de Dios. De
 ahí la guerra entre esta idea espiritual y la religión perfuncto-
15 ria, entre la clara visión espiritual y la ceguera Gobierno
 de la creencia popular, que llevó a la conclusión espiritual
 de que se podía matar la idea espiritual crucificando la carne.
18 La idea-Cristo, o el hombre-Cristo, se elevó más alto ante la
 vista humana debido a la crucifixión, y comprobó así que la
 Verdad era el amo de la muerte. El Cristo presenta al hombre
21 indestructible, a quien el Espíritu crea, constituye y gobierna.
 El Cristo ilustra esa fusión con Dios, su Principio divino, que
 da al hombre señorío sobre toda la tierra.


24 La idea espiritual de Dios, como fue presentada por
 Jesús, fue azotada en su persona, y el Principio de ella fue
 rechazado. Se tuvo por criminal a aquel hom-
27 bre que pudo comprobar el divino poder de
 Dios sanando a los enfermos, echando fuera los males,
 espiritualizando las creencias materialistas y resucitando a
30 los muertos, aquellos muertos en delitos y pecados, satisfe-
 chos con la carne, descansando sobre la base de la materia,
 ciegos a las posibilidades del Espíritu y su verdad correlativa.



Página 317



1 Jesús expuso cosas que habían estado “escondidas desde
 la fundación del mundo”, desde que el conocimiento material
3 usurpó el trono del divino Principio creativo, insistió en el
 poder de la materia, la fuerza de la falsedad, la insignificancia
 del espíritu, y proclamó un Dios antropomórfico.


6 Quienquiera que viva más la vida de Jesús en esta época,
 y declare mejor el poder de la Ciencia Cristiana, beberá de la
 copa de su Maestro. La resistencia a la Verdad
9 acosará sus pasos, e incurrirá en el odio de los
 pecadores, hasta que “la sabiduría [sea] justificada por sus
 hijos”. Estas santas bendiciones descansan sobre los seguido-
12 res de Jesús: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha
 aborrecido antes que a vosotros”; “He aquí yo estoy con
 vosotros todos los días”, eso es, no sólo en todos los tiempos,
15 sino de todas las maneras y condiciones.


 La individualidad del hombre no es menos tangible
 porque sea espiritual y porque su vida no esté a merced de la
18 materia. La comprensión de su individualidad espiritual hace
 al hombre más verdadero, más formidable en la verdad, y lo
 capacita para vencer el pecado, la enfermedad y la muerte.
21 Nuestro Señor y Maestro se presentó a sus discípulos después
 de su resurrección de la tumba, como el mismo Jesús a quien
 habían amado antes de la tragedia del Calvario.


24 Al materialista Tomás, que buscaba al Salvador ideal en
 la materia en vez de en el Espíritu, y que esperaba del testi-
 monio de los sentidos materiales y del cuerpo,
27 más que del Alma, una garantía de la inmorta-
 lidad, a él Jesús le proporcionó la prueba de que no había
 cambiado debido a la crucifixión. Para este discípulo lerdo y
30 dubitativo Jesús seguía siendo una realidad carnal, en tanto que
 el Maestro permaneciera como un habitante de la tierra. Nada
 sino una exhibición de materia podía hacer real la existencia



Página 318



1 para Tomás. Para él creer en la materia no era tarea ardua,
 pero concebir lo sustancial del Espíritu —saber que nada
3 puede borrar la Mente y la inmortalidad, en las cuales el
 Espíritu reina— le era más difícil.


 Los sentidos corporales definen las enfermedades
6 como realidades; pero las Escrituras declaran que Dios hizo
 todo, aun cuando los sentidos corporales estén Lo que originan
 diciendo que la materia causa la enfermedad y
9 que la Mente divina no puede o no quiere sanarla. Los senti-
 dos materiales originan y apoyan todo lo que es material,
 falso, egoísta o vil. Quisieran poner el alma en la tierra, la
12 vida en el limbo, y condenar todas las cosas a la decadencia.
 Debemos silenciar esta mentira del sentido material con la
 verdad del sentido espiritual. Debemos hacer cesar el error
15 que trajo la creencia de pecado y muerte y que quisiera
 borrar el sentido puro de la omnipotencia.


 ¿Es el enfermo más pecador que todos los demás? ¡No!,
18 pero mientras sea discordante, no es la imagen de Dios.
 Cansados de sus creencias materiales, de las
 que proviene tanto sufrimiento, los inválidos
21 se vuelven más espirituales, a medida que el error —o la
 creencia de que la vida está en la materia— cede a la realidad
 de la Vida espiritual.


24 La Ciencia de la Mente niega el error de que hay sensación
 en la materia, y sana con la Verdad. La ciencia médica trata la
 enfermedad como si la enfermedad fuera real, por lo tanto lo
27 correcto, e intenta curarla con la materia. Si la enfermedad es
 lo correcto es incorrecto sanarla. Los métodos materiales son
 temporarios, y no son adecuados para elevar a la humanidad.


30 El gobernante no está sometido al gobernado. En la
 Ciencia el hombre es gobernado por Dios, el Principio divino,
 así como los números son controlados y comprobados por
33 Sus leyes. La inteligencia no se origina en los números, sino
 que es manifestada por medio de ellos. El cuerpo no incluye



Página 319



1 el alma, sino que manifiesta mortalidad, un falso sentido
 acerca del alma. El engaño de que hay vida en la materia no
3 tiene relación con la Vida celestial.


 La Ciencia representa la enfermedad como error, como
 la materia versus la Mente, y el error revertido como coadyu-
6 vando en las realidades de la salud. Calcular las Introspección
 perspectivas de la vida de uno sobre una base
 material, infringiría la ley espiritual y guiaría mal la esperanza
9 humana. Tener fe en el Principio divino de la salud y compren-
 der espiritualmente a Dios sostiene al hombre bajo todas las
 circunstancias; mientras que el recurso inferior a la fe general
12 en los medios materiales (comúnmente llamados naturaleza)
 tiene que ceder ante la omnipotencia del Espíritu infinito.


 A través de los ciclos infinitos de la existencia eterna,
15 el Espíritu y la materia no coinciden ni en el hombre ni en
 el universo.


 Las diversas doctrinas y teorías que presuponen que
18 la vida y la inteligencia existen en la materia son otras tantas
 mitologías antiguas y modernas. El misterio, Dios,
 el milagro, el pecado y la muerte desaparecerán la Mente única
21 cuando sea bien comprendido que la Mente divina controla al
 hombre y que el hombre no tiene ninguna Mente sino Dios.


 La Ciencia divina enseñada en el lenguaje original de la
24 Biblia vino mediante inspiración, y necesita inspiración para
 ser entendida. De ahí la comprensión equi-
 vocada del significado espiritual de la Biblia,


27 y la interpretación equivocada de la Palabra,
 en algunos casos, por escritores sin inspiración, quienes sólo
 escribieron lo que un maestro inspirado había dicho. Una
30 palabra mal colocada cambia el sentido de la Ciencia de las
 Escrituras y la expone incorrectamente, como, por ejemplo,
 denominar el Amor como un atributo de Dios meramente; pero
33 podemos, mediante el uso especial y correcto de las mayúscu-
 las, hablar del amor del Amor, dando a entender con eso lo
 que el amado discípulo dio a entender en una de sus epístolas,



Página 320



1 cuando dijo: “Dios es amor”. De la misma manera podemos
 hablar de la verdad de la Verdad y de la vida de la Vida,
3 pues Cristo claramente dijo: “Yo soy el camino, y la verdad,
 y la vida”.


 Abundan las metáforas en la Biblia, y a menudo los nom-
6 bres expresan ideas espirituales. Los teólogos más distingui-
 dos de Europa y América están de acuerdo con Significado
 que las Escrituras tienen un significado tanto interior
9 espiritual como literal. El Diccionario Bíblico de Smith dice:
 “La interpretación espiritual de las Escrituras debe apoyarse
 tanto en lo literal como en lo moral”; y en el artículo sabio
12 sobre Noé, de la misma obra, el conocido texto del Génesis 6:3:
 “Y dijo Jehová: No contenderá Mi espíritu con el hombre para
 siempre, porque ciertamente él es carne”, es citado del origi-
15 nal hebreo como sigue: “Y dijo Jehová: Mi espíritu no regirá
 [o no será humillado] por siempre en los hombres, ya que no
 son [o, en su error no son] sino carne”. Aquí el texto original
18 claramente declara la verdad espiritual del ser, o sea, la exis-
 tencia eterna y armoniosa del hombre como imagen, idea, en
 vez de materia (por muy trascendental que tal pensamiento
21 parezca), y asegura que esta verdad no habrá de ser para
 siempre humillada por la creencia de que el hombre es carne
 y materia, porque según ese error el hombre es mortal.


24 La única interpretación importante de las Escrituras es
 la espiritual. Por ejemplo, el texto: “En mi carne he de ver a
 Dios”, da una profunda idea del poder divino
27 para sanar los males de la carne, y anima a los
 mortales a tener esperanza en Aquel que sana todas nuestras
 dolencias; mientras que este pasaje se cita continuamente como
30 si Job intentara manifestar que aunque la enfermedad y los
 gusanos destruyeran su cuerpo, sin embargo en los últimos
 días él se presentaría en perfección celestial ante Elohim,



Página 321



1 aún revestido con la carne material, una interpretación que
 es justo lo opuesto a la verdadera, como puede verificarse
3 estudiando el libro de Job. Como dice Pablo en su primera
 epístola a los Corintios: “La carne y la sangre no pueden
 heredar el reino de Dios”.


6 El Legislador hebreo, torpe de habla, desesperaba de
 hacer entender al pueblo lo que le iba a ser revelado a él.
 Cuando, guiado por la sabiduría a echar en tierra El temor a
9 su vara, vio que se convertía en una serpiente, la serpiente


 Moisés huyó de ella; pero la sabiduría lo mandó
 volver y tomar la serpiente, y entonces el temor de Moisés
12 desapareció. En este incidente se vio la realidad de la
 Ciencia. La materia fue mostrada como una creencia sola-
 mente. La serpiente, o el mal, bajo el mandato de la sabiduría,
15 fue destruida mediante la comprensión de la Ciencia divina,
 y esta prueba fue un báculo en el cual apoyarse. La ilusión
 de Moisés perdió el poder de alarmarlo, cuando descubrió
18 que lo que aparentemente había visto no era realmente sino
 una fase de la creencia mortal.


 Fue científicamente demostrado que la lepra era una
21 creación de la mente mortal y no una condición de la materia,
 cuando Moisés primero metió la mano en su La lepra
 seno y la sacó blanca como la nieve con la temida sanada
24 enfermedad, y después restableció su mano a su condición
 natural por el mismo simple proceso. Dios había mitigado
 el temor de Moisés con esta prueba en la Ciencia divina,
27 y la voz interior vino a ser para él la voz de Dios, que dijo:
 “Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de
 la primera señal, creerán a la voz de la postrera”. Y así fue
30 en los siglos siguientes, cuando la Ciencia del ser fue demos-
 trada por Jesús, quien mostró a sus discípulos el poder de la
 Mente al convertir el agua en vino, y les enseñó cómo tomar



Página 322



1 serpientes sin dañarse, cómo sanar enfermos y echar fuera
 los males como prueba de la supremacía de la Mente.


3 Cuando la comprensión cambie los puntos de vista
 acerca de la vida y la inteligencia de una base material a
 una base espiritual, ganaremos la realidad de
6 la Vida, el control del Alma sobre el sentido,
 y percibiremos el cristianismo, o la Verdad, en su Principio
 divino. Este ha de ser el punto culminante antes que se
9 llegue al hombre armonioso e inmortal y sus capacidades
 sean reveladas. Es sumamente importante —en vista del
 inmenso trabajo a ser realizado antes que este reconoci-
12 miento de la Ciencia divina pueda venir— volver nuestros
 pensamientos hacia el Principio divino, para que la creencia
 finita pueda estar preparada para renunciar a su error.


15 La sabiduría del hombre no encuentra satisfacción en
 el pecado, puesto que Dios ha sentenciado el pecado a sufrir.
 La necromancia de ayer prefiguró el mesme-
18 rismo y el hipnotismo de hoy. El ebrio piensa
 que disfruta su borrachera, y no puedes hacer que deje su
 embriaguez hasta que su sentido físico de placer ceda ante
21 un sentido superior. Entonces se aparta de sus copas, como
 el soñador sobresaltado que despierta de una pesadilla
 ocasionada por los dolores del sentido distorsionado. El
24 hombre a quien le agrada hacer el mal —que encuentra
 placer en ello y que se abstiene de hacerlo sólo por temor a
 las consecuencias— no es un hombre moderado ni un
27 religioso digno de confianza.


 Las dolorosas experiencias de la creencia en la supuesta
 vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes
30 angustias, nos hacen volver cual niños cansados Los usos del
 a los brazos del Amor divino. Entonces empeza-
 mos a conocer la Vida en la Ciencia divina. Sin este proceso de
33 deshabituación, “¿Descubrirás tú los secretos de Dios?” Es más
 fácil desear la Verdad que deshacerse del error. Los mortales



Página 323



1 tal vez busquen comprender la Ciencia Cristiana, pero no
 podrán cosechar de la Ciencia Cristiana las realidades del
3 ser sin luchar por ellas. Esta lucha consiste en el esfuerzo
 por abandonar el error de toda clase y por no poseer otra
 consciencia que el bien.


6 Las saludables reprensiones del Amor nos ayudan
 a progresar en nuestra jornada hacia la rectitud, la paz y
 la pureza, que son las señales del camino de la
9 Ciencia. Al contemplar las infinitas tareas de
 la verdad, hacemos una pausa, esperamos en Dios. Luego
 avanzamos, hasta que el pensamiento ilimitado se adelanta
12 extasiado, y a la concepción sin confines le son dadas alas
 para alcanzar la gloria divina.


 A fin de comprender más, tenemos que poner en práctica
15 lo que ya sabemos. Tenemos que recordar que la Verdad es
 demostrable cuando es comprendida, y que el
 bien no se comprende mientras no es demos-
18 trado. Si somos “fieles sobre poco”*, sobre mucho se nos
 pondrá; pero el talento que no se usa se deteriora y se pierde.
 Cuando los enfermos o los pecadores despierten para darse
21 cuenta de su necesidad de lo que no tienen, serán receptivos
 a la Ciencia divina, que gravita hacia el Alma y se aleja del
 sentido material, que aparta el pensamiento del cuerpo y
24 eleva la mente mortal incluso a la contemplación de algo
 mejor que la enfermedad o el pecado. La verdadera idea
 de Dios da la comprensión verdadera de la Vida y el Amor,
27 despoja el sepulcro de su victoria, quita todo pecado y el
 engaño de que hay otras mentes, y destruye la mortalidad.


 Los efectos de la Ciencia Cristiana se ven menos de lo
30 que se sienten. Es la “voz callada y suave”* de la Receptividad
 Verdad expresándose. O bien nos estamos ale­ como la de


 jando de esta expresión, o la estamos escuchando
33 y elevándonos. La disposición de llegar a ser como un niño y
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 324



1 dejar lo viejo por lo nuevo, torna el pensamiento receptivo a la
 idea avanzada. La alegría de abandonar las falsas señales del
3 camino y el regocijo al verlas desaparecer, esta es la disposi-
 ción que ayuda a acelerar la armonía final. La purificación del
 sentido y del yo es una prueba de progreso. “Bienaventurados
6 los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.


 A menos que la armonía y la inmortalidad del hombre
 se evidencien más, no estamos ganando la verdadera idea
9 de Dios; y el cuerpo reflejará lo que lo gobierna, El camino
 ya sea la Verdad o el error, la comprensión o la angosto
 creencia, el Espíritu o la materia. Por lo tanto, “vuelve ahora
12 en amistad con Él, y tendrás paz”. Está alerta, sé sobrio y
 vigilante. Recto y angosto es el camino que lleva a la compren-
 sión de que Dios es la única Vida. Es una guerra con la carne,
15 en la que tenemos que vencer el pecado, la enfermedad y la
 muerte, ya sea aquí o en el más allá, pero ciertamente antes
 que podamos alcanzar la meta del Espíritu, o la vida en Dios.


18 Pablo no fue al comienzo discípulo de Jesús, sino un
 perseguidor de los seguidores de Jesús. Cuando la verdad
 se le apareció por vez primera en la Ciencia,
21 Pablo fue cegado, y él sintió su ceguera; pero
 la luz espiritual pronto lo capacitó para seguir el ejemplo y
 las enseñanzas de Jesús, sanando a los enfermos y predicando
24 el cristianismo por toda Asia Menor, Grecia y hasta en la
 Roma imperial.


 Pablo escribe: “Si Cristo [la Verdad] no resucitó, vana
27 es entonces nuestra predicación”. Es decir, si la idea de la
 supremacía del Espíritu, que es la verdadera concepción del
 ser, no viene a tu pensamiento, no puedes ser beneficiado por
30 lo que digo.


 Jesús dijo en sustancia: “El que cree en mí, no morirá”.



Página 325



1 Es decir, quien percibe la verdadera idea de la Vida pierde su
 creencia en la muerte. Quien tiene la verdadera idea del bien
3 pierde todo sentido del mal, y en razón de esto
 va siendo introducido en las realidades impere-
 cederas del Espíritu. Tal persona permanece en la Vida, vida
6 no obtenida del cuerpo, incapaz de sustentar la vida, sino de
 la Verdad, que revela su propia idea inmortal. Jesús dio la
 idea verdadera del ser, que resulta en bendiciones infinitas
9 para los mortales.


 En Colosenses (3:4), Pablo escribe: “Cuando Cristo,
 vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
12 manifestados con él en gloria”. Cuando el ser
 espiritual sea comprendido en toda su perfec-
 ción, continuidad y poder, entonces se encontrará que el
15 hombre es la imagen de Dios. El significado absoluto de las
 palabras apostólicas es este: Entonces el hombre será encon-
 trado, a Su semejanza, perfecto como el Padre, indestructible
18 en la Vida, “escondido con Cristo en Dios”, con la Verdad en el
 Amor divino, donde el sentido humano no ha visto al hombre.


 Pablo tenía un sentido claro de las exigencias físicas y
21 espirituales de la Verdad sobre los mortales, cuando dijo:
 “Os ruego... que presentéis vuestros cuerpos en Se requiere
 sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es consagración
24 vuestro culto racional”. Pero el que es engendrado por las
 creencias de la carne y las sirve, jamás puede alcanzar en este
 mundo las alturas divinas de nuestro Señor. Viene el tiempo
27 en que el origen espiritual del hombre, la Ciencia divina que
 trajo a Jesús ante la presencia humana, será comprendido y
 demostrado.


30 Cuando en cualquier época se enuncia por primera vez,
 la Verdad, como la luz, “en las tinieblas resplandece, y las
 tinieblas no [la comprenden]”.* Un falso sentido de vida,
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 326



1 sustancia y mente, oculta las posibilidades divinas y encubre
 la demostración científica.


3 Si deseamos seguir el Cristo, la Verdad, debemos hacerlo
 en la forma señalada por Dios. Jesús dijo: “El que en mí cree,
 las obras que yo hago, él las hará también”.
6 El que quiera llegar a la fuente y encontrar el
 remedio divino para todo mal, no debe tratar de ascender la
 cuesta de la Ciencia por algún otro camino. Toda la natura-
9 leza enseña el amor de Dios al hombre, pero el hombre no
 puede amar a Dios supremamente y poner todo su afecto en
 cosas espirituales, mientras ama lo material o confía en ello
12 más que en lo espiritual.


 Debemos abandonar el fundamento de los sistemas
 materiales, por muy honrados que sean por el tiempo, si
15 queremos obtener el Cristo como nuestro único Salvador.
 No parcialmente, sino íntegramente, el gran sanador de la
 mente mortal es el sanador del cuerpo.


18 El propósito y el motivo de vivir rectamente pueden ser
 ganados ahora. Una vez alcanzado este punto, has comen-
 zado como debías. Has comenzado por la tabla de sumar
21 de la Ciencia Cristiana, y nada, salvo una mala intención,
 puede impedir tu avance. Al trabajar y orar con motivos
 verdaderos, tu Padre te abrirá el camino. “¿Quién os estorbó
24 para no obedecer a la verdad?”


 Saulo de Tarso contempló el camino —el Cristo, o la
 Verdad— sólo cuando su sentido incierto de lo justo cedió
27 ante un sentido espiritual, que es siempre justo. La conver­sión
 Entonces el hombre fue cambiado. El pensa-
 miento adoptó un punto de vista más noble, y su vida se
30 volvió más espiritual. Él se dio cuenta del mal que había
 hecho en perseguir a los cristianos, cuya religión no había
 comprendido, y en humildad tomó el nuevo nombre de
33 Pablo. Contempló por primera vez la idea verdadera del
 Amor, y aprendió una lección en la Ciencia divina.



Página 327



1 La reforma viene al comprender que no hay placer per-
 manente en el mal, y también al obtener un afecto por el bien
3 de acuerdo con la Ciencia, la cual revela la verdad inmortal
 de que ni el placer ni el dolor, ni los apetitos ni las pasiones,
 pueden existir en la materia o debido a ella, mientras que la
6 Mente divina puede destruir y destruye las creencias falsas
 de placer, dolor o temor y todos los apetitos pecaminosos de
 la mente humana.


9 ¡Qué triste espectáculo es la malicia, que encuentra
 placer en la venganza! El mal es a veces la concepción más
 elevada de lo justo que tiene un hombre, hasta La imagen
12 que su comprensión del bien se hace más fuerte. de la bestia
 Entonces pierde el placer en la maldad, y esta se torna en su
 tormento. El camino para escapar de la miseria del pecado
15 es cesar de pecar. No hay otro camino. El pecado es la
 imagen de la bestia que ha de ser borrada con el sudor de
 la agonía. Es una locura moral que se lanza a vociferar con
18 la medianoche y la tempestad.


 Para los sentidos físicos, las estrictas exigencias de la
 Ciencia Cristiana parecen perentorias; pero los Exigencias
21 mortales se están apresurando a aprender que perentorias
 la Vida es Dios, el bien, y que el mal no tiene en realidad
 lugar ni poder en la economía humana o en la divina.


24 El temor al castigo jamás hizo al hombre verdadera-
 mente honesto. Se requiere valor moral para enfrentar
 el mal y proclamar lo que es justo. Pero ¿cómo Valor
27 reformar al hombre que tiene más valor animal moral
 que moral, y que no tiene la idea verdadera del bien? Por
 medio de la consciencia humana, convence al mortal de su
30 equivocación al buscar medios materiales para alcanzar la
 felicidad. La razón es la facultad humana más activa. Deja
 que ella informe a los sentimientos y despierte el dormido
33 sentido de obligación moral del hombre, y gradualmente
 él aprenderá la nada de los placeres del sentido humano y



Página 328



1 la grandeza y felicidad de un sentido espiritual, que silencia
 lo material o corporal. Entonces él no sólo será salvado, sino
3 que está salvado.


 Los mortales suponen que pueden vivir sin bondad,
 cuando Dios es el bien y es la única Vida verdadera.
6 ¿Cuál es el resultado? Comprendiendo poco
 acerca del Principio divino que salva y sana,
 los mortales se liberan del pecado, la enfermedad y la muerte
9 sólo en creencia. Estos errores no son así realmente destrui-
 dos, y tienen por lo tanto que aferrarse a los mortales hasta
 que, aquí o en el más allá, ellos ganan la comprensión verda-
12 dera acerca de Dios en la Ciencia, que destruye los engaños
 humanos acerca de Él y revela las grandes realidades de Su
 totalidad.


15 Esta comprensión del poder del hombre, cuando está
 provisto por Dios, lamentablemente ha desaparecido de
 la historia cristiana. Durante siglos ha estado
18 latente, un elemento perdido del cristianismo.
 Nuestros misioneros llevan la Biblia a la India, pero ¿puede
 decirse que la explican prácticamente, como lo hacía Jesús,
21 cuando cientos de personas anualmente mueren allí debido
 a las mordeduras de las serpientes? Comprendiendo la ley
 espiritual y sabiendo que no hay ninguna ley material, Jesús
24 dijo: “Estas señales seguirán a los que creen:... tomarán en las
 manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará
 daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
27 La cristiandad hubiera hecho bien en creer y obedecer este
 dicho sagrado.


 La promesa de Jesús es perpetua. Si la hubiera hecho
30 sólo a sus discípulos inmediatos, el pasaje de las Escrituras
 diría vosotros, no los. El propósito de su gran obra se
 extiende a través del tiempo e incluye a la humanidad uni-
33 versal. Su Principio es infinito, alcanza más allá del límite



Página 329



1 de un solo período o de un limitado número de seguidores.
 A medida que el tiempo avance, los elementos sanadores del
3 cristianismo puro serán tratados con justicia; serán buscados
 y enseñados, y resplandecerán con toda la grandeza de la
 bondad universal.


6 Un poco de levadura leuda toda la masa. Un poco de
 comprensión de la Ciencia Cristiana comprueba la verdad
 de todo lo que digo de ella. Porque no puedes
9 andar sobre el agua y resucitar a los muertos,
 no tienes derecho a cuestionar el gran poder de la Ciencia
 divina en estas direcciones. Agradece que Jesús, quien fue
12 el verdadero demostrador de la Ciencia, hizo estas cosas
 y nos dejó su ejemplo. En la Ciencia podemos usar sólo lo
 que comprendemos. Tenemos que comprobar nuestra fe
15 mediante la demostración.


 No debiéramos demorarnos en la tempestad si el cuerpo
 se está helando, ni permanecer en las llamas devoradoras.
18 Hasta que uno sea capaz de prevenir los malos resultados,
 debiera evitar que ocurran. Desalentarse es asemejarse a
 un colegial que sólo sabe sumar, quien intenta resolver un
21 problema de Euclides, y niega la regla del problema porque
 fracasa en su primer esfuerzo.


 No hay hipocresía en la Ciencia. El Principio es impera-
24 tivo. No puedes burlarlo mediante la voluntad humana.
 La Ciencia es una exigencia divina, no humana. El error es
 Siempre en lo cierto, su Principio divino jamás destruido,


27 se arrepiente, sino que mantiene la demanda de
 la Verdad exterminando el error. El perdón de la miseri-
 cordia divina es la destrucción del error. Si los hombres
30 comprendieran que su verdadero origen espiritual es todo
 bienaventuranza, lucharían por tener acceso a lo espiritual y
 estarían en paz; pero cuanto más profundo es el error en que
33 está sumergida la mente mortal, tanto más intensa la oposi-
 ción a la espiritualidad, hasta que el error cede a la Verdad.


 La resistencia humana a la Ciencia divina se debilita en



Página 330



1 la proporción en que los mortales renuncian al error por
 la Verdad y la comprensión de la existencia reemplaza la
3 mera creencia. Hasta que la autora de este libro La perspectiva
 comprendió la vastedad de la Ciencia Cristiana, esperanzada
 la fijeza de las ilusiones mortales y el odio humano a la
6 Verdad, abrigó una ardiente esperanza de que la Ciencia
 Cristiana encontraría aceptación inmediata y universal.


 Cuando la siguiente plataforma sea comprendida y
9 la letra y el espíritu den testimonio, la infalibilidad de la
 metafísica divina será demostrada.


 I. Dios es infinito, la única Vida, sustancia, Espíritu
12 o Alma, la única inteligencia del universo, incluyendo el
 hombre. Ojo no vio a Dios ni a Su imagen y
 semejanza. Ni Dios ni el hombre perfecto
15 pueden ser discernidos mediante los sentidos materiales.
 La individualidad del Espíritu, o el infinito, es desconocida,
 y por consiguiente un conocimiento de él es dejado o bien a
18 conjeturas humanas o a la revelación de la Ciencia divina.


 II. Dios es lo que las Escrituras declaran que Él es:
 la Vida, la Verdad, el Amor. El Espíritu es el Principio divino,
21 y el Principio divino es el Amor, y el Amor es
 la Mente, y la Mente no es buena y mala a la vez, deíficas
 pues Dios es la Mente; por lo tanto, no hay en realidad sino
24 una única Mente, porque hay un único Dios.


 III. La noción de que tanto el mal como el bien son reales
 es un engaño del sentido material, que la Ciencia aniquila. El
27 mal es nada, es ninguna cosa, mente, ni ningún El mal
 poder. Tal como es manifestado por la huma-
 nidad representa una mentira, la nada pretendiendo ser algo,
30 representa la lujuria, la deshonestidad, el egoísmo, la envidia,
 la hipocresía, la calumnia, el odio, el robo, el adulterio, el
 asesinato, la demencia, la insania, la inanidad, el demonio,
33 el infierno, con todos los etcéteras que esa palabra incluye.



Página 331



1 IV. Dios es la Vida divina, y la Vida no está más limi-
 tada a las formas que la reflejan de lo que la sustancia lo está
3 en su sombra. Si la vida estuviera en el hombre La Vida es
 mortal o en las cosas materiales, estaría sujeta a la creadora
 las limitaciones de estos y acabaría en muerte. La Vida es
6 la Mente, la creadora reflejada en Sus creaciones. Si Dios
 morara dentro de lo que crea, no sería reflejado, sino absor-
 bido, y la Ciencia del ser se perdería para siempre a través de
9 un sentido mortal, que falsamente testifica un comienzo y
 un fin.


 V. Las Escrituras implican que Dios es Todo-en-todo.
12 De esto se deduce que nada posee realidad ni existencia
 excepto la Mente divina y Sus ideas. Las Escri­ La totalidad
 turas también declaran que Dios es Espíritu.
15 Por lo tanto, en el Espíritu todo es armonía, y no puede haber
 discordancia; todo es Vida, y no hay muerte. Todo en el
 universo de Dios Lo expresa a Él.


18 VI. Dios es individual, incorpóreo. Es el Principio
 divino, el Amor, la causa universal, el único creador, y no hay
 otra existencia de por sí. Él incluye todo, y es
21 reflejado por todo lo que es real y eterno y por
 nada más. Él llena todo el espacio, y es imposible concebir
 tal omnipresencia e individualidad excepto como el Espíritu
24 infinito o la Mente. Por lo tanto, todo es Espíritu y espiritual.


 VII. La Vida, la Verdad y el Amor constituyen la Persona
 trina y una, llamada Dios, esto es, el Principio triplemente
27 divino, el Amor. Ellos representan una trinidad La trinidad
 en unidad, tres en uno, lo mismo en esencia,
 aunque multiformes en función: Dios el Padre-Madre; el
30 Cristo la idea espiritual de filiación; la Ciencia divina o el Santo
 Consolador. Estos tres expresan en la Ciencia divina la triple



Página 332



1 naturaleza esencial del infinito. Indican también el Principio
 divino del ser científico, la inteligente relación de Dios con el
3 hombre y el universo.


 VIII. Padre-Madre es el nombre para la Deidad, que
 indica Su tierna relación con Su creación espiritual. Como
6 el apóstol lo expresó con aprobación, citando
 las palabras de un poeta clásico: “Porque linaje
 Suyo somos”.


9 IX. Jesús nació de María. El Cristo es la verdadera
 idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los
 hombres que habla a la consciencia humana.
12 El Cristo es incorpóreo, espiritual, sí, la imagen
 y semejanza divina, que disipa las ilusiones de los sentidos;
 el Camino, la Verdad y la Vida, que sana a los enfermos y
15 echa fuera los males, que destruye el pecado, la enfermedad
 y la muerte. Como dice Pablo: “Hay un solo Dios, y un solo
 mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.
18 El hombre corpóreo Jesús era humano.


 X. Jesús demostró el Cristo; comprobó que el Cristo
 es la divina idea de Dios, el Espíritu Santo,
21 o Consolador, que revela el Principio divino,
 el Amor, y conduce a toda la verdad.


 XI. Jesús era el hijo de una virgen. Fue designado para
24 hablar la palabra de Dios y para aparecer a los mortales en
 una forma de humanidad tal que ellos pudieran Cristo
 comprender así como percibir. María lo concibió Jesús
27 espiritualmente, pues sólo la pureza podía reflejar la Verdad
 y el Amor, que estaban tan claramente encarnados en el
 bueno y puro Cristo Jesús. Él expresó el tipo más elevado de
30 la divinidad que una forma carnal podía expresar en aquella
 época. En el hombre verdadero e ideal el elemento carnal no
 puede penetrar. Así es que el Cristo ejemplifica la coincidencia,



Página 333



1 o el acuerdo espiritual, entre Dios y el hombre a Su imagen.


 XII. La palabra Cristo no es propiamente un sinónimo
3 de Jesús, aunque comúnmente es empleada así. Jesús era
 un nombre humano, que llevaba en común con El Mesías
 otros niños y hombres hebreos, pues es idéntico o Cristo
6 al nombre de Josué, el renombrado caudillo hebreo. Por otra
 parte, Cristo no es tanto un nombre como el título divino de
 Jesús. El Cristo expresa la naturaleza espiritual, eterna de
9 Dios. El nombre es sinónimo de Mesías, y alude a la espiri-
 tualidad que es enseñada, ilustrada y demostrada en la vida
 de la cual Cristo Jesús era la encarnación. El nombre propio
12 de nuestro Maestro en griego era Jesús el Cristo; pero Cristo
 Jesús es el que mejor indica su semejanza a Dios.


 XIII. El advenimiento de Jesús de Nazaret marcó el
15 primer siglo de la era cristiana, pero el Cristo no tiene prin-
 cipio de años ni fin de días. A través de todas El Principio y
 las generaciones, tanto antes como después de la idea divinos
18 la era cristiana, el Cristo, como la idea espiritual —el reflejo
 de Dios— ha venido con alguna medida de poder y gracia a
 todos los que estaban preparados para recibir el Cristo, la
21 Verdad. Abraham, Jacob, Moisés y los profetas captaron
 gloriosas vislumbres del Mesías, o el Cristo, que bautizó a
 estos videntes con la naturaleza divina, la esencia del Amor.
24 La imagen divina, idea, o el Cristo, era, es y siempre será
 inseparable del Principio divino, Dios. Jesús se refirió a esta
 unidad de su identidad espiritual así: “Antes que Abraham
27 fuese, yo soy”; “Yo y el Padre uno somos”; “El Padre mayor es
 que yo”. El Espíritu único incluye todas las identidades.


 XIV. Con estas declaraciones Jesús quiso decir, no que



Página 334



1 el Jesús humano era o es eterno, sino que la idea divina o
 el Cristo lo era y lo es, y por tanto, antecedió a Abraham;
3 no que el Jesús corpóreo era uno con el Padre, Unidad
 sino que la idea espiritual, el Cristo, mora para espiritual
 siempre en el seno del Padre, Dios, desde el cual ilumina
6 el cielo y la tierra; no que el Padre es mayor que el Espíritu,
 que es Dios, pero sí mayor, infinitamente mayor, que el Jesús
 corpóreo, cuya carrera terrenal fue breve.


9 XV. El Cristo invisible era imperceptible a los así llama-
 dos sentidos personales, mientras que Jesús se manifestaba
 como una existencia corpórea. Esta personali-
12 dad dual de lo invisible y lo visible, lo espiritual del Hijo
 y lo material, el Cristo eterno y el Jesús corpóreo manifiesto
 en la carne, continuó hasta la ascensión del Maestro, cuando
15 el concepto humano, material, o Jesús, desapareció, mientras
 que el yo espiritual, o el Cristo, continúa existiendo en el
 orden eterno de la Ciencia divina, quitando los pecados del
18 mundo, tal como el Cristo siempre lo ha hecho, aun antes que
 el Jesús humano fuese encarnado para los ojos mortales.


 XVI. Este era “el Cordero que fue inmolado desde el
21 principio del mundo”, inmolado, esto es, según el testimonio
 de los sentidos corporales, pero imperecedero
 en la Mente deífica. El Revelador (el autor del
24 Apocalipsis) representa al Hijo del hombre como diciendo
 (Apocalipsis 1:17, 18): “Yo soy el primero y el último; y el que
 vivo, y estuve muerto [no comprendido]; mas he aquí que
27 vivo por los siglos de los siglos [la Ciencia me ha explicado]”.
 Esta es una declaración mística de la eternidad del Cristo, y
 también se refiere al sentido humano del Jesús crucificado.


30 XVII. Puesto que el Espíritu es Dios, no hay más que un
 único Espíritu, pues no puede haber sino un único infinito



Página 335



1 y por lo tanto, un único Dios. No hay ni muchos espíritus ni
 muchos dioses. No hay mal en el Espíritu, porque Dios es
3 Espíritu. La teoría de que el Espíritu es diferente El Espíritu
 de la materia, pero que tiene que pasar por ella, infinito
 o entrar en ella, para ser individualizado, reduciría a Dios a
6 depender de la materia y establecería una base para el
 panteísmo.


 XVIII. El Espíritu, Dios, ha creado todo en Sí mismo
9 y de Sí mismo. El Espíritu nunca creó la materia. No hay
 nada en el Espíritu de lo cual la materia pudiera La sustancia
 ser hecha, pues, como la Biblia declara, sin el
12 Logos, el Eón o el Verbo de Dios, “nada de lo que ha sido
 hecho, fue hecho”. El Espíritu es la sustancia única, el Dios
 infinito, invisible e indivisible. Las cosas espirituales y
15 eternas son sustanciales. Las cosas materiales y temporales
 son insustanciales.


 XIX. Puesto que el Alma y el Espíritu son uno, Dios y el
18 Alma son uno, y este uno jamás está encerrado en una mente
 limitada o en un cuerpo limitado. El Espíritu El Alma y
 es eterno, divino. Nada sino el Espíritu, el Alma, el Espíritu


21 puede desarrollar la Vida, porque el Espíritu es
 más que todo lo demás. Puesto que el Alma es inmortal, no
 existe en la mortalidad. El Alma tiene que ser incorpórea
24 para ser Espíritu, pues el Espíritu no es finito. Sólo perdiendo
 el sentido falso acerca del Alma podemos ganar el eterno
 desarrollo de la Vida como la inmortalidad sacada a luz.


27 XX. La Mente es el Principio divino, el Amor, y no puede
 producir nada desemejante al eterno Padre-Madre, Dios.
 La realidad es espiritual, armoniosa, inmuta-
30 ble, inmortal, divina, eterna. Nada que no sea
 espiritual puede ser real, armonioso o eterno. El pecado, la
 enfermedad y la mortalidad son los supuestos antípodas del
33 Espíritu, y tienen que ser contradicciones de la realidad.


 XXI. El Ego es imperecedero e ilimitado, pues los límites



Página 336



1 implicarían e impondrían ignorancia. La Mente es el Yo soy,
 o la infinitud. La Mente nunca entra en lo finito. La inteli-
3 gencia nunca penetra en lo carente de inteligen-
 cia, o materia. El bien nunca entra en el mal, lo divino
 ilimitado en lo limitado, lo eterno en lo temporal, ni lo
6 inmortal en la mortalidad. El Ego divino, o la individualidad
 divina, es reflejado en toda individualidad espiritual, desde lo
 infinitesimal hasta lo infinito.


9 XXII. El hombre inmortal era y es la imagen o idea de
 Dios, o sea, la expresión infinita de la Mente infinita, y el
 hombre inmortal es coexistente y coeterno con La verdadera
12 esa Mente. Él ha estado siempre en la Mente


 eterna, Dios; pero la Mente infinita nunca puede
 estar en el hombre, sino que es reflejada por el hombre.
15 La consciencia y la individualidad del hombre espiritual
 son reflejos de Dios. Son las emanaciones de Aquel que es
 la Vida, la Verdad y el Amor. El hombre inmortal no es ni
18 fue jamás material, sino siempre espiritual y eterno.


 XXIII. Dios es indivisible. Una porción de Dios no
 podría entrar en el hombre; ni podría la plenitud de Dios ser
21 reflejada por un sólo hombre, de ser así, Dios
 sería manifiestamente finito, perdería el carác-
 ter deífico y se convertiría en menos que Dios. La totalidad
24 es la medida del infinito, y nada menos puede expresar a Dios.


 XXIV. Dios, el Principio divino del hombre, y el hombre
 a semejanza de Dios son inseparables, armoniosos y eternos.
27 La Ciencia del ser proporciona la regla de la
 perfección y saca a luz la inmortalidad. Dios
 y el hombre no son lo mismo, pero en el orden de la Ciencia
30 divina, Dios y el hombre coexisten y son eternos. Dios es la
 Mente progenitora, y el hombre es el vástago espiritual de Dios.


 XXV. Dios es individual y personal en un sentido



Página 337



1 científico, pero no en ningún sentido antropomórfico. Por lo
 tanto, el hombre, al reflejar a Dios, no puede perder su indivi-
3 dualidad; pero como sensación material, o un El hombre
 alma en el cuerpo, los ciegos mortales sí pierden refleja al


 de vista la individualidad espiritual. La persona-
6 lidad material no es realismo; no es el reflejo o la semejanza
 del Espíritu, el Dios perfecto. El sensualismo no es felicidad,
 sino esclavitud. Para la verdadera felicidad, el hombre debe
9 armonizar con su Principio, el Amor divino; el Hijo debe
 estar en acuerdo con el Padre, en conformidad con el Cristo.
 Según la Ciencia divina, el hombre es en todo grado tan
12 perfecto como la Mente que lo forma. La verdad del ser hace
 armonioso e inmortal al hombre, mientras que el error es
 mortal y discordante.


15 XXVI. La Ciencia Cristiana demuestra que sólo los
 de limpio corazón pueden ver a Dios, como lo Pureza,
 enseña el evangelio. En proporción a su pureza la senda hacia


18 es perfecto el hombre; y la perfección es el orden
 del ser celestial que demuestra la Vida en el Cristo, el ideal
 espiritual de la Vida.


21 XXVII. La idea verdadera del hombre, como el reflejo
 del Dios invisible, es tan incomprensible para los sentidos
 limitados como lo es el Principio infinito del
24 hombre. El universo visible y el hombre mate-


 rial no son sino las pobres falsificaciones del
 universo invisible y del hombre espiritual. Las cosas eternas
27 (las verdades) son los pensamientos de Dios tal como existen
 en el reino espiritual de lo real. Las cosas temporales son los
 pensamientos de los mortales y son lo irreal, siendo lo
30 opuesto de lo real o lo espiritual y eterno.


 XXVIII. Somete la enfermedad, el pecado y la muerte
 a la regla de la salud y la santidad en la Ciencia La Verdad
33 Cristiana, y constatas que esta Ciencia es demos-
 trablemente cierta, pues sana a los enfermos y a los pecadores



Página 338



1 como no puede hacerlo ningún otro sistema. La Ciencia
 Cristiana, correctamente comprendida, conduce a la armonía
3 eterna. Saca a luz al único Dios vivo y verdadero y al hombre
 creado a Su semejanza; mientras que la creencia opuesta
 —de que el hombre se origina en la materia y tiene comienzo
6 y fin, de que es a la vez alma y cuerpo, a la vez bueno y
 malo, a la vez espiritual y material— termina en discordia
 y mortalidad, en el error que tiene que ser destruido por la
9 Verdad. La mortalidad del hombre material comprueba que
 el error ha sido injertado en las premisas y conclusiones de la
 humanidad material y mortal.


12 XXIX. La palabra Adán es del hebreo, adamah, que
 significa el color rojo de la tierra, el polvo, la nada. Separa
 el nombre (en inglés) Adam en dos sílabas, y se Adán no es el
15 lee a dam (un dique), o una obstrucción. Esto
 sugiere la idea de algo fluido, de la mente mortal en solución.
 Sugiere además, la idea de aquellas “tinieblas... sobre la faz
18 del abismo”, cuando la materia, o el polvo, fue considerada
 como el agente de la Deidad en la creación del hombre,
 cuando la materia, como lo que es maldito, se opuso al
21 Espíritu. Aquí a dam no es simplemente un juego de pala-
 bras; indica obstrucción, error, o sea, la supuesta separación
 entre el hombre y Dios, y el obstáculo que la serpiente, el
24 pecado, quisiera interponer entre el hombre y su creador.
 La disección y definición de las palabras, aparte de su deriva-
 ción metafísica, no es científica. Jehová declaró que la tierra
27 estaba maldita; y de esta tierra, o materia, surgió Adán, a
 pesar de que Dios había bendecido la tierra “por causa del
 hombre”. De esto se deduce que Adán no fue el hombre ideal
30 para quien la tierra fue bendecida. El hombre ideal fue reve-
 lado a su debido tiempo, y fue conocido como Cristo Jesús.



Página 339



1 XXX. La destrucción del pecado es el método divino
 del perdón. La Vida divina destruye la muerte, la Verdad
3 destruye el error y el Amor destruye el odio. Al
 ser destruido, el pecado no necesita otra forma divino
 de perdón. El perdón de Dios, al destruir cualquier pecado,
6 ¿no profetiza y entraña la destrucción final de todo pecado?


 XXXI. Puesto que Dios es Todo, no hay lugar para Su
 desemejanza. Dios solo, el Espíritu, creó todo y lo llamó
9 bueno. Por tanto, el mal, al ser contrario al
 bien, es irreal, y no puede ser el producto de


 Dios. Un pecador no puede sentirse alentado
12 por el hecho de que la Ciencia demuestra la irrealidad del
 mal, pues el pecador quisiera hacer una realidad del pecado,
 quisiera hacer real lo que es irreal, y acumular así “ira para el
15 día de la ira”. Se hace cómplice de una conspiración contra sí
 mismo, contra su propio despertar de la terrible irrealidad
 mediante la cual ha sido engañado. Sólo aquellos, quienes se
18 arrepienten del pecado y abandonan lo irreal, pueden com-
 prender cabalmente la irrealidad del mal.


 XXXII. Tal como la mitología de la Roma pagana ha
21 cedido a una idea más espiritual acerca de la Deidad, así
 cederán nuestras teorías materiales ante las
 ideas espirituales, hasta que lo finito dé lugar


24 a lo infinito, la enfermedad a la salud, el pecado
 a la santidad, y el reino de Dios venga “como en el cielo, así
 también en la tierra”. La base de toda salud, impecabilidad e
27 inmortalidad es la gran verdad de que Dios es la única Mente;
 y es necesario no meramente creer en esta Mente, sino que
 tiene que ser comprendida. Liberarse del pecado por medio
30 de la Ciencia es despojar el pecado de toda supuesta mente o
 realidad, y no admitir jamás que el pecado pueda tener
 inteligencia o poder, dolor o placer. Vences el error negando
33 su veracidad. Nuestras diversas teorías jamás perderán su



Página 340



1 poder imaginario para bien o para mal, hasta que no perda-
 mos nuestra fe en ellas y hagamos de la vida su propia prueba
3 de la armonía y de Dios.


 Este texto del libro de Eclesiastés (en inglés) transmite el
 pensamiento de la Ciencia Cristiana, especialmente cuando
6 la palabra deber, que no está en el original, es omitida:
 “Oigamos pues la conclusión de todo el asunto: Teme a Dios,
 y guarda Sus mandamientos: porque esto es el todo del deber
9 del hombre”.* En otras palabras: Oigamos pues la conclusión
 de todo el asunto: ama a Dios y guarda Sus mandamientos:
 porque esto es el todo del hombre a Su imagen y semejanza.
12 El Amor divino es infinito. Por lo tanto, todo lo que real-
 mente existe, está en Dios y es de Dios, y manifiesta Su amor.


 “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
15 El Primer Mandamiento es mi texto favorito. Demuestra la
 Ciencia Cristiana. Inculca la triunidad de Dios, el Espíritu,
 la Mente; significa que el hombre no tendrá otro espíritu
18 o mente sino Dios, el bien eterno, y que todos los hombres
 tendrán una única Mente. El Principio divino del Primer
 Mandamiento es la base de la Ciencia del ser, por la cual el
21 hombre demuestra la salud, la santidad y la vida eterna.
 Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las
 naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a
24 las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: “Amarás a
 tu prójimo como a ti mismo”; aniquila la idolatría pagana y
 la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales,
27 civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos;
 anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada
 que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido.
 *Según la versión King James de la Biblia





Página 341


Capítulo 11 — Algunas objeciones respondidas



Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?
Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? — Jesús.


Y si el espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús
mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales
por Su espíritu que mora en vosotros. — Pablo.


1 Las críticas severas hechas a este libro quisieran condenar
 a olvido la verdad, la cual está levantando a millares
3 de la indefensión a la fortaleza y elevándolos desde un
 cristianismo teórico a uno práctico. Estas críticas están
 generalmente basadas en frases sueltas o en cláusulas
6 separadas de su contexto. Aun las Escrituras, que crecen
 en belleza y coherencia de una sola gran raíz, parecen
 contradictorias cuando están sujetas a tal uso. Jesús dijo:
9 “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán
 a Dios” [la Verdad].


 En la Ciencia Cristiana la mera opinión no tiene valor.
12 La prueba es esencial para una estimación correcta de este
 tema. Las burlas a la aplicación de la palabra
 Ciencia al cristianismo no pueden impedir que
15 sea científico lo que está basado en el Principio divino,
 demostrado de acuerdo con una regla fija divina, y puesto
 a prueba. Los hechos que apoyan la Ciencia Cristiana son
18 tan absolutos y numerosos, que tergiversación y denuncia



Página 342



1 no pueden derribarla. Pablo alude a contiendas “sobre opinio-
 nes”. Ha sonado la hora en que la prueba y la demostración,
3 en lugar de la opinión y el dogma, sean llamadas a apoyar el
 cristianismo, “que hace sabio al sencillo”.


 En el resultado de ciertas condenas improcedentes a
6 la curación científica por la Mente, uno puede ver con pesar
 los tristes efectos que se producen en los enfer-
 mos por negar la Verdad. El que desacredita
9 esta Ciencia lo hace presuntuosamente, en la cara de la
 historia bíblica y en desafío al mandato directo de Jesús:
 “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”, mandato al
12 que le fue añadida la promesa de que sus discípulos echarían
 fuera los males y sanarían a los enfermos. Él ordenó a los
 setenta discípulos, al igual que a los doce, que sanaran a los
15 enfermos en cualquier ciudad en que fueran recibidos con
 hospitalidad.


 Si el cristianismo no es científico, y la Ciencia no es de
18 Dios, entonces no hay ley invariable, y la verdad se vuelve un
 accidente. ¿Podrá ser negado que un sistema
 que obra de acuerdo con las Escrituras tiene
21 autoridad bíblica?


 La Ciencia Cristiana despierta a los pecadores, reforma
 a los incrédulos y levanta del lecho de dolor a los inválidos
24 indefensos. Habla a los mudos las palabras de
 la Verdad, y ellos responden con regocijo. Hace las buenas obras
 que los sordos oigan, que los cojos anden y que los ciegos
27 vean. ¿Quién sería el primero en negar que las buenas obras
 son de naturaleza cristiana, cuando nuestro Maestro dice:
 “Por sus frutos los conoceréis”?


30 Si los Científicos Cristianos enseñaran o ejercieran la
 farmacia o la obstetricia de acuerdo con las teorías comunes,
 no serían denunciados, aun cuando sus tratamientos resulta-
33 ran en la muerte de un paciente. En tales casos se enseña a la



Página 343



1 gente a decir: Amén. ¿He de ser yo atacada entonces por
 sanar y por enseñar la Verdad como el Principio de la
3 curación, y por comprobar mis palabras con mis hechos?
 Santiago dijo: “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mos-
 traré mi fe por mis obras”.


6 ¿No es la mente finita ignorante del método de Dios?
 Esto hace que sea doblemente injusto impugnar y tergiversar
 los hechos, aunque, sin llevar esta cruz, uno no Experiencia
9 podría decir con el apóstol: “De ninguna cosa
 hago caso”. Los enfermos, los cojos y los ciegos elevan la
 mirada hacia la Ciencia Cristiana y la bendicen, y la Verdad
12 no le será ocultada para siempre mediante parodias injustas
 al sentido vivificado de la gente.


 Jesús arranca todo disfraz al error, cuando sus enseñan-
15 zas son plenamente comprendidas. Mediante parábolas y
 argumentos él explica la imposibilidad de que
 el bien produzca el mal; y también demuestra
18 esta gran verdad científicamente, comprobando con lo que
 erróneamente se llaman milagros, que el pecado, la enferme-
 dad y la muerte son creencias —errores ilusorios— que él
21 podía destruir y que destruyó.


 A veces pareciera como si la verdad fuera rechazada
 porque la mansedumbre y la espiritualidad son las condicio-
24 nes para aceptarla, mientras que la cristiandad generalmente
 exige tanto menos.


 Antiguamente, aquellos apóstoles que eran discípulos de
27 Jesús, como también Pablo, que no fue uno de sus discípu-
 los, sanaban a los enfermos y reformaban a los
 pecadores por medio de su religión. ¡De ahí la
30 equivocación que permite que palabras, en lugar de obras,
 sigan tales ejemplos! Quienquiera que mansa y concienzuda-
 mente sea el primero en avanzar adelante por la línea de la
33 curación evangélica, es a menudo considerado como un
 hereje.



Página 344



1 Se objeta a la Ciencia Cristiana que reclama que Dios es
 la única y absoluta Vida y Alma, y que el hombre es Su idea,
3 esto es, Su imagen. Debiera añadirse que esto
 se reclama para representar la condición nor-
 mal, saludable e impecable del hombre en la Ciencia divina,
6 y que se hace esta reclamación porque las Escrituras dicen
 que Dios ha creado al hombre a Su propia imagen y conforme
 a Su semejanza. ¿Es sacrílego suponer que la semejanza de
9 Dios no se encuentra en la materia, el pecado, la enfermedad
 y la muerte?


 Si fuera más plenamente comprendido que la Verdad
12 sana y que el error causa la enfermedad, los que se oponen a
 una Ciencia demostrable quizás se abstendrían La eficacia es
 misericordiosamente de sus tergiversaciones,
15 que dañan a los enfermos; y hasta que los enemigos de la
 Ciencia Cristiana no prueben su eficacia de acuerdo con las
 reglas que demuestran sus méritos o deméritos, sería justo
18 observar el precepto de las Escrituras: “No juzguéis”.


 Existen varios métodos de tratar la enfermedad, que
 no están incluidos en los sistemas comúnmente aceptados;
21 mas hay sólo uno que debiera ser presentado al El único mé­todo
 mundo entero, y ese es la Ciencia Cristiana que divino
 Jesús predicó y practicó y nos dejó como su precioso legado.


24 ¿Por qué debería uno negarse a investigar este método de
 tratar la enfermedad? ¿Por qué apoyar los sistemas populares
 de medicina, cuando el médico quizás sea un incrédulo y
27 quizás pierda noventa y nueve pacientes, en tanto que la
 Ciencia Cristiana sana a sus cien? ¿Es porque la alopatía y la
 homeopatía están más de moda y son menos espirituales?


30 En la Biblia la palabra Espíritu es tan comúnmente aplicada



Página 345



1 a la Deidad, que el Espíritu y Dios son considerados a menudo
 como términos sinónimos; y es así como son uniformemente
3 usados y comprendidos en la Ciencia Cristiana. La omni­potencia
 Al ser evidente que la semejanza del Espíritu no proclamada
 puede ser material, ¿no se deduce que Dios no puede estar en
6 Su desemejanza y obrar por medio de medicamentos para
 sanar a los enfermos? Cuando la omnipotencia de Dios sea
 predicada y Él sea proclamado como absoluto, los sermones
9 cristianos sanarán a los enfermos.


 A veces se dice, al criticar la Ciencia Cristiana, que la
 mente que se contradice a sí misma ni se conoce a sí misma
12 ni sabe lo que está diciendo. Por cierto que no
 es poca cosa conocerse a uno mismo; mas en
 esta obra mía no hay declaraciones contradictorias, al menos
15 ninguna que sea aparente para quienes comprenden sus
 proposiciones lo suficiente como para poder juzgarlas. Quien
 comprende la Ciencia Cristiana puede sanar a los enfermos
18 basándose en el Principio divino de la Ciencia Cristiana, y
 esta prueba práctica es la única evidencia posible de que uno
 sí comprende esta Ciencia.


21 Cualquier persona, que sea capaz de percibir la incon-
 gruencia entre la idea de Dios y la pobre humanidad, debiera
 ser capaz de discernir la diferencia (hecha por la Ciencia
24 Cristiana) entre el hombre de Dios, creado a Su imagen, y la
 raza pecadora de Adán.


 El apóstol dice: “Porque el que se cree ser algo, no siendo
27 nada, a sí mismo se engaña”. Este pensamiento acerca de
 la nada material humana, que la Ciencia inculca, encoleriza
 la mente carnal y es la causa principal del antagonismo de la
30 mente carnal.


 No es el propósito de la Ciencia Cristiana “educar a
 la idea de Dios, o darle un tratamiento por estar enferma”,



Página 346



1 como alega un crítico. Lamento que tal crítica confunda al
 hombre con Adán. Cuando se habla del hombre como creado
3 a imagen de Dios, no es del hombre mortal,
 pecador y enfermizo a quien se hace referencia, el hombre ideal
 sino al hombre ideal, que refleja la semejanza de Dios.


6 A veces se dice que la Ciencia Cristiana enseña la nada
 del pecado, la enfermedad y la muerte, y después enseña
 cómo esta nada ha de ser salvada y sanada. La
9 nada de la nada es evidente; pero necesitamos
 comprender que el error es nada, y que su nada no es salvada,
 sino que tiene que ser demostrada a fin de comprobar el algo
12 —sí, la totalidad— de la Verdad. Es evidente de por sí que
 somos armoniosos sólo a medida que dejamos de manifestar
 el mal o la creencia de que sufrimos a causa de los pecados de
15 otros. El descreimiento en el error destruye el error, y con-
 duce al discernimiento de la Verdad. No existen vacíos.
 ¿Cómo puede, entonces, esta demostración estar “llena de
18 falsedades dolorosas de contemplar”?


 Tratamos el error por medio de la comprensión de
 la Verdad, porque la Verdad es el antídoto contra el error.
21 Si un sueño cesa, se destruye a sí mismo, y se
 acaba el terror. Cuando alguien que sufre es


 convencido de que no hay realidad en su creen-
24 cia de dolor —porque la materia no tiene sensación, y por lo
 tanto, el dolor en la materia es una creencia falsa— ¿cómo
 puede seguir sufriendo? ¿Sientes el dolor de la extracción de
27 una muela, cuando crees que el gas óxido nitroso te ha
 dejado inconsciente? Sin embargo, en tu concepto, la muela,
 la operación, y los fórceps no han cambiado.


30 Las creencias materiales tienen que ser expulsadas
 para hacer lugar a la comprensión espiritual.
 No podemos servir a Dios y a las riquezas al
33 mismo tiempo; mas ¿no es esto lo que los débiles mortales
 están tratando de hacer? Pablo dice: “El deseo de la carne



Página 347



1 es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne”.
 ¿Quién está preparado para admitir esto?


3 Un crítico ha dicho que, para verificar esta maravillosa
 filosofía, la Ciencia Cristiana declara que todo lo que es mor-
 tal o discordante no tiene origen, existencia ni realidad. Nada
6 realmente tiene Vida, sino Dios, quien es la Vida infinita; por
 lo tanto, todo es Vida, y la muerte no tiene dominio. Este
 escritor infiere que si algo necesita ser medicinado tiene que
9 ser el Dios único, o Mente. Si hubiera declarado su silogismo
 correctamente, la conclusión habría sido que no queda nada
 que necesite ser medicinado.


12 Los críticos debieran considerar que el así llamado hombre
 mortal no es la realidad del hombre. Entonces contemplarían
 las señales de la venida del Cristo. El Cristo,
15 como la idea espiritual o verdadera de Dios,


 viene ahora, como antaño, predicando el evan-
 gelio a los pobres, sanando a los enfermos y echando fuera
18 los males. ¿Es el error lo que está restaurando un elemento
 esencial del cristianismo, a saber, la curación apostólica y
 divina? No; es la Ciencia del cristianismo lo que está restau-
21 rándola, y es la luz que resplandece en las tinieblas, y que las
 tinieblas no comprenden.


 Si la Ciencia Cristiana quita los dioses populares —el
24 pecado, la enfermedad y la muerte— es el Cristo, la Verdad,
 quien destruye estos males, y así comprueba la nada de ellos.


 El sueño de que la materia y el error son algo tiene que
27 ceder a la razón y a la revelación. Entonces los mortales
 contemplarán la nada de la enfermedad y el pecado, y el
 pecado y la enfermedad desaparecerán de la consciencia. Lo
30 armonioso aparecerá como real, y lo inarmónico como irreal.
 Estos críticos verán entonces que el error es, por cierto, la nada,



Página 348



1 que nos reprochan por llamar nada y a la cual no deseamos
 ni honrar ni temer.


3 Las teorías médicas admiten virtualmente la nada de las
 alucinaciones, a pesar de que las tratan como enfermedades;
 ¿y quién objeta esto? ¿No debiéramos, entonces, aprobar toda
6 curación que se efectúa haciendo aparecer la enfermedad
 como lo que realmente es: una ilusión?


 He aquí la dificultad: no se comprende, por lo general,
9 cómo una enfermedad puede ser tan engañosa como otra.
 Es una lástima que la facultad médica y el clero Toda enfermedad
 no hayan aprendido esto, pues Jesús estableció es un engaño
12 este hecho fundamental cuando los demonios, los engaños,
 fueron echados fuera y los mudos hablaron.


 ¿Somos irreverentes para con el pecado, o estamos atribu-
15 yendo demasiado poder a Dios, cuando Le adjudicamos Vida
 y Amor todopoderosos? Niego Su cooperación Eliminación de
 con el mal, porque deseo no tener fe en el mal o la enfermedad
18 en ningún poder excepto en Dios, el bien. ¿No está bien
 eliminar de la así llamada mente mortal aquello que, mientras
 permanezca en la mente mortal, se manifestará en formas de
21 pecado, enfermedad y muerte? En lugar de defender tenaz-
 mente los supuestos derechos de la enfermedad, mientras nos
 quejamos del sufrimiento que la enfermedad trae, ¿no sería
24 mejor abandonar la defensa, especialmente cuando al hacerlo
 puede mejorarse nuestra propia condición y la de otras
 personas también?


27 Jamás he supuesto que el mundo presenciaría inmediata-
 mente el fruto total de la Ciencia Cristiana, o que no se
 seguiría creyendo en el pecado, la enfermedad El fruto completo
30 y la muerte por un tiempo indefinido; pero esto aún está por venir
 sí afirmo: que, como resultado de enseñar la Ciencia
 Cristiana, la ética y la templanza han recibido un impulso, la
33 salud ha sido restablecida y la longevidad aumentada. Si tales



Página 349



1 son los frutos presentes, ¿cuál no será la cosecha, cuando esta
 Ciencia sea más generalmente comprendida?


3 Como Pablo preguntó a los incrédulos de antaño, así
 preguntan los rabinos de hoy respecto a nuestras curaciones
 y enseñanzas: “¿Con infracción de la ley deshon-
6 ras a Dios?” Sin embargo, nosotros tenemos el el evangelio
 evangelio, y nuestro Maestro anuló la ley material sanando
 en oposición a ella. Nos proponemos seguir el ejemplo del
9 Maestro. Debiéramos subordinar la ley material a la ley
 espiritual. Dos puntos esenciales de la Ciencia Cristiana son:
 que ni la Vida ni el hombre mueren, y que Dios no es el autor
12 de la enfermedad.


 La principal dificultad para transmitir con exactitud las
 enseñanzas de la Ciencia divina al pensamiento humano
15 yace en esto: como todos los demás idiomas, el El lenguaje es
 inglés es inadecuado para expresar las concep-
 ciones y proposiciones espirituales, porque uno se ve obligado
18 a usar términos materiales al tratar con ideas espirituales. La
 elucidación de la Ciencia Cristiana yace en su sentido espiri-
 tual, y este sentido debe ser ganado por sus discípulos a fin
21 de comprender el significado de esta Ciencia. De esta condi-
 ción surgió la profecía concerniente a los apóstoles cristianos:
 “Hablarán nuevas lenguas”.


24 Al hablar de las cosas del Espíritu mientras se mora en
 un plano material, generalmente deben ser empleados térmi-
 nos materiales. El pensamiento mortal no capta en seguida
27 el significado más elevado, y sólo puede hacerlo a medida
 que el pensamiento es enseñado a elevarse a la comprensión
 espiritual. Hasta cierto punto, esto es igualmente cierto de
30 todo aprendizaje, incluso del que es enteramente material.


 En la Ciencia Cristiana, se entiende que la sustancia es
 Espíritu, mientras que los que se oponen a la Ciencia Cristiana



Página 350



1 creen que la sustancia es materia. Piensan que la materia es
 algo y casi lo único, y que las cosas que pertenecen al Espíritu
3 son casi nada, o están muy alejadas de la expe-
 riencia diaria. La Ciencia Cristiana adopta el
 punto de vista exactamente opuesto.


6 Para comprender todos los dichos de nuestro Maestro
 como están registrados en el Nuevo Testamento, dichos
 infinitamente importantes, sus seguidores tienen Tanto obras
9 que crecer hasta llegar a la estatura del hombre como palabras
 en Cristo Jesús, que los capacita para interpretar su signifi-
 cado espiritual. Entonces saben cómo la Verdad expulsa el
12 error y sana a los enfermos. Las palabras de Jesús eran el
 producto de sus obras, y ambas tienen que ser entendidas.
 A menos que se comprendan las obras que sus palabras
15 explicaban, las palabras son ciegas.


 El Maestro se rehusaba con frecuencia a explicar sus
 palabras, porque era difícil en una época material compren-
18 der la Verdad espiritual. Él dijo: “El corazón de este pueblo
 se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han
 cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con
21 los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo
 los sane”.


 “[El] Verbo fue hecho carne”. La Verdad divina tiene
24 que ser conocida por sus efectos en el cuerpo tanto como
 en la mente, antes que la Ciencia del ser pueda El divino
 ser demostrada. De ahí su incorporación en el eslabón-vida
27 Jesús encarnado, aquel eslabón-vida que forma la conexión
 mediante la cual lo real alcanza lo irreal, el Alma reprende
 el sentido, y la Verdad destruye el error.


30 En la adoración judaica la Palabra era explicada material-
 mente, y el sentido espiritual era escasamente percibido. La



Página 351



1 religión que surgió de la semioculta historia israelita era
 pedante y carente de poder sanador. Cuando perdemos la
3 fe en el poder de Dios para sanar, no confiamos La Verdad es un
 en el Principio divino que demuestra la Ciencia pronto auxilio
 Cristiana, y entonces no podemos sanar a los enfermos.
6 Tampoco podemos sanar mediante la ayuda del Espíritu,
 si nos plantamos en una base material.


 La autora se hizo miembro de la Iglesia Congregacional
9 ortodoxa a edad temprana. Más tarde, aprendió que sus
 propias oraciones no conseguían sanarla, como tampoco
 las de sus devotos padres ni las de la iglesia; mas cuando el
12 sentido espiritual del credo fue discernido en la Ciencia del
 cristianismo, este sentido espiritual fue un pronto auxilio.
 Era la presencia viviente y palpitante del Cristo, la Verdad,
15 que sanaba a los enfermos.


 No podemos presentar la prueba práctica del cristianismo
 que Jesús requirió, mientras el error nos parece tan potente
18 y real como la Verdad, y mientras hacemos de
 un diablo personal y un Dios antropomórfico
 nuestros puntos de partida, especialmente si consideramos a
21 Satanás como un ser coigual en poder a la Deidad, si no
 superior a Él. Puesto que tales puntos de partida no son
 espirituales ni científicos, no pueden resolver la regla-Espíritu
24 de la curación cristiana, la cual comprueba la nada del error,
 la discordancia, al demostrar que la Verdad armoniosa es
 todo-inclusiva.


27 Los israelitas centraron sus pensamientos en lo
 material en su intento de adorar lo espiritual. Para ellos la
 materia era sustancia, y el Espíritu era sombra. Adoración
30 Creían adorar el Espíritu desde un punto de
 vista material, pero esto era imposible. Tal vez suplicaban a
 Jehová, mas sus oraciones no traían prueba alguna de que



Página 352



1 eran escuchadas, porque no comprendían suficientemente a
 Dios como para ser capaces de demostrar Su poder de sanar,
3 de hacer de la armonía la realidad y de la discordancia la
 irrealidad.


 Nuestro Maestro declaró que su cuerpo material no era
6 espíritu, evidentemente considerándolo una creencia mortal
 y material de carne y huesos, en tanto que los
 judíos adoptaron un punto de vista diametral-
9 mente opuesto. Para Jesús, no era la materialidad, sino la
 espiritualidad, la realidad de la existencia del hombre, mien-
 tras que para los rabinos lo espiritual era lo intangible e
12 incierto, si no lo irreal.


 ¿Diría una madre a su hijo, que está aterrorizado por
 fantasmas imaginarios y enfermo a consecuencia del temor:
15 “Yo sé que los fantasmas son reales. Existen y
 deben ser temidos; pero tú no debes temerlos”? son realidades


 Los niños, como los adultos, debieran temer una
18 realidad que puede dañarlos y que no comprenden, porque
 en cualquier momento pueden convertirse en sus víctimas
 indefensas; pero en vez de aumentar los temores de los
21 niños declarando que los fantasmas son reales, despiadados
 y poderosos, regando así las raíces mismas de la timidez
 infantil, debiera asegurarse a los niños que sus temores
24 son infundados, que los fantasmas no son realidades, sino
 creencias tradicionales, erróneas y creadas por los hombres.


 En resumen, debe decirse a los niños que no crean en los
27 fantasmas, porque no hay tales cosas. Si se destruye la creen-
 cia de que son reales, el terror a los fantasmas desaparecerá
 y la salud será restablecida. Entonces los motivos de alarma
30 se desvanecerán en la nada, y ya no parecerán ser dignos de
 temor o de honra. Para obtener un buen resultado, por cierto
 que no es irracional decir la verdad acerca de los fantasmas.



Página 353



1 Lo cristianamente científico real es lo sensorio irreal.
 El pecado, la enfermedad, todo lo que parece real al sentido
3 material, es irreal en la Ciencia divina. Los
 sentidos físicos y la Ciencia siempre han sido
 antagónicos, y continuarán siéndolo, hasta que el testimonio de
6 los sentidos físicos ceda enteramente ante la Ciencia Cristiana.


 ¿Cómo puede un cristiano, teniendo la evidencia más
 poderosa de la Verdad, que contradice la evidencia del error,
9 pensar en este último como real o verdadero, ya sea en forma
 de enfermedad o de pecado? Todos tienen que admitir que
 Cristo es “el camino, y la verdad, y la vida”, y que la Verdad
12 omnipotente ciertamente destruye el error.


 La época actual no ha dejado atrás por completo las
 creencias en fantasmas. Todavía se aferra más o menos a ellas.
15 El tiempo aún no ha alcanzado la eternidad,
 la inmortalidad, la realidad completa. Todo lo
 real es eterno. La perfección subyace la realidad. Sin perfec-
18 ción, nada es enteramente real. Todas las cosas continuarán
 desapareciendo, hasta que aparezca la perfección y se alcance
 la realidad. Tenemos que renunciar a lo espectral en todo
21 sentido. No debemos continuar admitiendo que la supersti-
 ción es algo, sino que debemos abandonar toda creencia en
 ella y ser sabios. Cuando aprendamos que el error no es real,
24 estaremos preparados para el progreso, “olvidando cierta-
 mente lo que queda atrás”.


 La tumba no ahuyenta el fantasma de la materialidad.
27 Mientras haya supuestos límites para la Mente, y esos límites
 sean humanos, los fantasmas parecerán continuar. La Mente
 es ilimitada. Jamás fue material. La verdadera idea del ser es
30 espiritual e inmortal, y de esto se deduce que todo lo que se
 desecha es el fantasma, alguna creencia irreal. Las creencias
 mortales no pueden ni demostrar el cristianismo ni com-
33 prender la realidad de la Vida.



Página 354



1 ¿Son las protestas de la Ciencia Cristiana en contra de la
 noción de que pueda haber vida, sustancia o mente materiales
3 “falsedades y absurdos totales”, como sostienen Guerra
 algunos? ¿Por qué entonces los cristianos tratan cristiana
 de obedecer las Escrituras y guerrear contra “el mundo, la
6 carne y el diablo”? ¿Por qué invocan la ayuda divina para
 poder dejar todo por el Cristo, la Verdad? ¿Por qué usan
 esta fraseología, y sin embargo niegan la Ciencia Cristiana,
9 cuando ella enseña precisamente este pensamiento? Las
 palabras de la Ciencia divina encuentran su inmortalidad en
 obras, porque su Principio sana a los enfermos y espiritualiza
12 a la humanidad.


 Por otra parte, los cristianos que se oponen a la Ciencia
 Cristiana ni dan ni ofrecen prueba alguna de que la religión
15 de su Maestro pueda sanar a los enfermos. Por La curación
 cierto que no es suficiente adherirse a dogmas omitida
 estériles e inconexos, derivados de las tradiciones de los
18 ancianos quienes han puesto su sello sobre ellas.


 La coherencia se ve más en el ejemplo que en el precepto.
 La incoherencia se muestra con palabras sin obras, que son
21 cual nubes sin lluvia. Si nuestras palabras no
 logran expresar nuestras obras, Dios redimirá
 esa debilidad, y de la boca de los niños Él perfeccionará la
24 alabanza. La noche de la materialidad está avanzada, y con
 el amanecer la Verdad despertará a los hombres espiritual-
 mente para que oigan y hablen la nueva lengua.


27 El pecado debiera volverse irreal para todos. Es en sí
 mismo incoherente, un reino dividido. Su supuesto realismo
 no tiene autoridad divina, y yo me regocijo en la comprensión
30 de esta gran verdad.


 Los que se oponen a la Ciencia divina deben Significado
 ser caritativos, si quieren ser cristianos. Si la
33 letra de la Ciencia Cristiana parece incoherente, ellos debieran



Página 355



1 ganar el significado espiritual de la Ciencia Cristiana, y
 entonces la ambigüedad desaparecerá.


3 La acusación de incoherencia en los métodos cristiana-
 mente científicos de tratar el pecado y la enfermedad es respon-
 dida mediante algo práctico, a saber, la prueba
6 de la utilidad de estos métodos; y las pruebas
 son mejores que meros argumentos u oraciones verbales que
 no demuestran ningún poder espiritual para sanar.


9 En cuanto al pecado y la enfermedad, la Ciencia Cristiana
 dice, en el lenguaje del Maestro: “Sígueme; deja que los muer-
 tos entierren a sus muertos”. Que la discordancia, cualquiera
12 sea su nombre y naturaleza, no se oiga más, y que el sentido
 armonioso y verdadero de la Vida y del ser tome posesión de
 la consciencia humana.


15 ¿Cuál es el valor relativo de las dos teorías en conflicto
 referentes a la curación cristiana? Una, de acuerdo con los
 mandatos de nuestro Maestro, sana a los enfermos. La otra,
18 la religión popular, rehúsa admitir que la religión de Cristo
 haya ejercido poder sanador sistemático alguno desde el siglo
 primero.


21 La declaración de que las enseñanzas de la Ciencia
 Cristiana expuestas en esta obra son “absolutamente falsas,
 y las falacias más notorias que jamás se hayan
24 ofrecido para ser aceptadas”, es una opinión
 debida enteramente a una comprensión equivocada, tanto del
 Principio divino como de la práctica de la Ciencia Cristiana,
27 y a la consiguiente incapacidad para demostrar esta Ciencia.
 Sin esta comprensión, nadie es capaz de criticar imparcial o
 correctamente, porque la demostración y la comprensión
30 espiritual son las inmortales notas tónicas de Dios, compro-
 badas como tales por nuestro Maestro y evidenciadas por los
 enfermos que son sanados y por los pecadores que son
33 reformados.


 Por extraño que sea, pedimos teorías materiales en apoyo



Página 356



1 a verdades espirituales y eternas, dado que las dos son tan
 antagónicas que el pensamiento material tiene que espiri-
3 tualizarse antes que la realidad espiritual sea
 alcanzada. La así llamada existencia material


 no ofrece evidencia alguna de la existencia
6 espiritual ni de la inmortalidad. El pecado, la enfermedad y
 la muerte no comprueban la entidad o la inmortalidad del
 hombre. La discordancia nunca puede establecer las realida-
9 des de la armonía. La materia no es el vestíbulo del Espíritu.


 Jesús razonaba prácticamente sobre este tema, y contro-
 laba la enfermedad, el pecado y la muerte sobre la base de
12 su espiritualidad. Comprendiendo la nada de
 las cosas materiales, él hablaba de la carne y el
 Espíritu como de los dos contrarios, como el error y la
15 Verdad, que no contribuyen de ninguna manera a la felicidad
 y existencia recíprocas. Jesús sabía que “el espíritu es el que
 da vida; la carne para nada aprovecha”.


18 No existe una asociación actual ni eterna entre el error y
 la Verdad, entre la carne y el Espíritu. Dios es tan incapaz de
 producir el pecado, la enfermedad y la muerte
21 como de experimentar estos errores. ¿Cómo es imposible
 posible, entonces, que Él haya creado al hombre para que
 estuviera sujeto a este trío de errores, el hombre que está
24 hecho a la semejanza divina?


 ¿Crea Dios de Sí mismo, del Espíritu, a un hombre mate-
 rial? ¿Procede el mal del bien? ¿Comete el Amor divino un
27 fraude contra la humanidad, al crear al hombre con incli-
 nación a pecar y luego castigándolo por ello? ¿Diría alguien
 que es sabio y bueno crear lo primitivo, y después castigar su
30 derivado?


 ¿Sigue lo subsecuente a su antecedente? Sí, lo hace.
 ¿Hubo pecado original que se creó a sí mismo? Entonces
33 debe haber habido más de un creador, más de un Dios.



Página 357



1 Con toda justicia, debemos admitir que Dios no castigará al
 hombre por hacer lo que Él creó al hombre capaz Dos creado­res
3 de hacer, y que sabía de antemano que el hombre infinitos,


 haría. Dios es “muy limpio... de ojos para ver el
 mal”. Sostenemos la Verdad, no aceptando, sino rechazando
6 una mentira.


 Jesús dijo del mal personificado que era “mentiroso, y
 padre de mentira”. La Verdad no crea una mentira, una
9 capacidad de mentir, ni un mentiroso. Si el género humano
 renunciara a la creencia de que Dios crea la enfermedad, el
 pecado y la muerte, o de que hace al hombre capaz de sufrir
12 a causa de esta tríada malévola, los fundamentos del error
 serían socavados y la destrucción del error estaría asegurada;
 pero si teóricamente dotamos a los mortales con la capacidad
15 creativa y la autoridad de la Deidad, ¿cómo nos atrevemos a
 intentar destruir lo que Él ha creado, o incluso a negar que
 Dios hizo malo al hombre e hizo bueno el mal?


18 La historia enseña que las nociones populares y falsas
 acerca del Ser Divino y de Su carácter se han originado en
 la mente humana. Puesto que en realidad no
21 hay sino un único Dios, una única Mente, las
 nociones erróneas acerca de Dios deben haberse originado
 en una suposición falsa, no en la Verdad inmortal, y ellas se
24 están desvaneciendo. Son falsas pretensiones, que finalmente
 desaparecerán, según la visión de San Juan en el Apocalipsis.


 Si lo que se opone a Dios es real, debe haber dos pode-
27 res, y Dios no es supremo e infinito. ¿Puede la Deidad ser
 todopoderosa si existe otra causa poderosa y
 creada por sí misma que domina a la humani-
30 dad? ¿Tiene el Padre “Vida en Sí mismo”, como dicen las
 Escrituras, y, de ser así, puede la Vida, o Dios, morar en el mal
 y crearlo? ¿Puede la materia expulsar la Vida, el Espíritu, y
33 derrotar así la omnipotencia?



Página 358



1 ¿Es el hacha del leñador, que destruye la así llamada vida
 de un árbol, superior a la omnipotencia? ¿Puede una bala de
3 plomo privar a un hombre de la Vida, es decir,
 de Dios, que es la Vida del hombre? Si Dios
 está a merced de la materia, entonces la materia es omnipo-
6 tente. Tales doctrinas son “confusión de confusiones”. Si dos
 declaraciones se contradicen directamente y una es verda-
 dera, la otra tiene que ser falsa. ¿Es así de contradictoria la
9 Ciencia?


 La Ciencia Cristiana, comprendida, coincide con las
 Escrituras y sostiene lógicamente y de manera demostrable
12 cada punto que presenta. De otro modo no sería Hechos
 Ciencia, y no podría presentar sus pruebas. La científicos


 Ciencia Cristiana no se compone ni de aforismos
15 contradictorios ni de las invenciones de aquellos que se
 mofan de Dios. Presenta el veredicto sereno y claro de la
 Verdad contra el error, expresado e ilustrado por los profetas,
18 por Jesús, por sus apóstoles, como está registrado en las
 Escrituras desde el comienzo hasta el fin.


 ¿Por qué las palabras de Jesús son citadas más frecuente-
21 mente para nuestra enseñanza que sus notables obras? ¿No
 será porque son pocos los que han ganado un verdadero
 conocimiento del gran significado de esas obras para el
24 cristianismo?


 A veces se dice: “Ten la certeza de que cualquier efecto
 que los Científicos Cristianos puedan producir en los enfer-
27 mos, resulta de haber despertado en los enfer-
 mos una creencia de que, en la curación de las
 enfermedades, estos sanadores tienen un maravilloso poder,
30 derivado del Espíritu Santo”. ¿Es posible que los miembros
 de las iglesias tengan más fe en algún Científico Cristiano, a
 quien quizás jamás han visto y contra quien se les ha preve-
33 nido, de la que tienen en sus propios pastores acreditados y



Página 359



1 ortodoxos, a quienes han visto y han sido enseñados a amar
 y a confiar en ellos?


3 Que trate cualquier clérigo de curar a sus amigos por
 la fe que en él tienen. ¿Los sanará esa fe? Sin embargo,
 los Científicos Cristianos tomarán los mismos casos y las
6 curaciones se efectuarán. ¿Se debe esto a que los pacientes
 tienen más fe en el Científico que en su pastor? He sanado
 a incrédulos cuya única objeción a este método era que yo,
9 como Científica Cristiana, creía en el Espíritu Santo, mien-
 tras que ellos, los pacientes, no lo hacían.


 Aun cuando afirmes que los sentidos materiales son
12 indispensables para la existencia o entidad del hombre, tienes
 que cambiar el concepto humano de la vida, y a la larga
 tienes que conocerte espiritual y científicamente. La eviden-
15 cia de la existencia del Espíritu, el Alma, es palpable sólo al
 sentido espiritual, y no es aparente a los sentidos materiales,
 que conocen únicamente aquello que es lo opuesto del Espíritu.


18 El verdadero cristianismo ha de ser honrado dondequiera
 que se encuentre, pero ¿cuándo llegaremos a la meta que esa
 palabra implica? De padres puritanos, la descu-
21 bridora de la Ciencia Cristiana recibió tempra-
 namente su educación religiosa. Durante su niñez, a menudo
 escuchaba con gozo estas palabras, que salían de los labios
24 de su santa madre: “Dios es capaz de restablecerte de la
 enfermedad”; y meditaba sobre el significado de aquel pasaje
 de las Escrituras que ella cita tan a menudo: “Y estas señales
27 seguirán a los que creen:... sobre los enfermos pondrán sus
 manos, y sanarán”.


 Un Científico Cristiano y un oponente son como dos
30 artistas. Uno dice: “Tengo ideales espirituales,
 indestructibles y gloriosos. Cuando otros los
 vean como yo los veo, en su verdadera luz y belleza —y sepan



Página 360



1 que estos ideales son reales y eternos porque emanan de la
 Verdad— descubrirán que nada se pierde y que todo se gana,
3 mediante una apreciación correcta de lo que es real”.


 El otro artista replica: “Malinterpretas mi experiencia.
 Yo no tengo ideales-mente, excepto aquellos que son a la vez
6 mentales y materiales. Es cierto que la materialidad hace
 estos ideales imperfectos y destructibles; sin embargo, yo no
 cambiaría los míos por los tuyos, porque los míos me dan
9 mucho placer personal, y no son tan chocantemente trascen-
 dentales. Requieren menos abnegación, y mantienen el Alma
 bien alejada de la vista. Además, no tengo ninguna intención
12 de perder mis viejas doctrinas u opiniones humanas”.


 Querido lector: ¿cuál cuadro-mente o pensamiento
 exteriorizado será real para ti, el material o el espiritual?
15 No puedes tener ambos. Estás manifestando tu Escoge
 propio ideal. Este ideal o es temporal o es eterno. tú hoy
 O bien el Espíritu o la materia es tu modelo. Si tratas de
18 tener dos modelos, entonces prácticamente no tienes ninguno.
 Cual el péndulo en un reloj, serás arrojado de un lado a otro,
 golpeando los costados de la materia y oscilando entre lo real
21 y lo irreal.


 Escucha la sabiduría de Job, según la excelente traducción
 del extinto Reverendo George R. Noyes, Doctor en Teología:


24 ¿Será el hombre mortal más justo que Dios?


 ¿Será el hombre más puro que su Hacedor?


 He aquí, Él no confía en Sus espíritus ministradores,


27 Y a Sus ángeles acusa de flaqueza.


 Antaño, los judíos condenaron a muerte al Profeta
 galileo, el mejor cristiano sobre la tierra, por la verdad que
30 habló y demostró, mientras que hoy, el judío y el cristiano
 pueden unirse en doctrina y religión sobre la base misma de
 las palabras y obras de Jesús. El judío cree que el Mesías o



Página 361



1 el Cristo no ha venido aún; el cristiano cree que Cristo es
 Dios. Aquí interviene la Ciencia Cristiana, explica estos pun-
3 tos doctrinales, cancela el desacuerdo y resuelve la cuestión.
 El Cristo, como la verdadera idea espiritual, es el ideal de
 Dios ahora y para siempre, aquí y en todas partes. El judío
6 que cree en el Primer Mandamiento es monoteísta; tiene un
 solo Dios omnipresente. Así el judío se une a la doctrina del
 cristiano de que Dios ha venido y está presente ahora y para
9 siempre. El cristiano que cree en el Primer Mandamiento es
 monoteísta. Así se une virtualmente a la creencia del judío
 en un único Dios, y reconoce que Jesucristo no es Dios,
12 como Jesús mismo lo declaró, sino que es el Hijo de Dios.
 Esta declaración de Jesús, comprendida, no está en conflicto
 de modo alguno con otro de sus dichos: “Yo y el Padre uno
15 somos”, esto es, uno en cualidad, no en cantidad. Así como
 una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno
 con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en
18 el ser. Las Escrituras dicen: “Porque en Él vivimos, y nos
 movemos, y tenemos nuestro ser”.*


 He revisado Ciencia y Salud sólo para dar una expresión
21 más clara y más plena de su significado original. Las ideas
 espirituales se desarrollan a medida que avanzamos. Una
 percepción humana de la Ciencia divina, por limitada que sea,
24 tiene que ser correcta para que pueda ser Ciencia y estar sujeta
 a la demostración. Un germen de la Verdad infinita, aunque
 sea lo más pequeño en el reino de los cielos, es la esperanza
27 más elevada en la tierra, pero será rechazado y denigrado
 hasta que Dios prepare el terreno para la siembra. Lo que al
 sembrarse da fruto inmortal, enriquece a la humanidad sólo
30 cuando es comprendido, de ahí las muchas interpretaciones
 que se han hecho de las Escrituras, y las revisiones necesarias
 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.
 *Según la versión King James de la Biblia





Página 362


Capítulo 12 — La práctica de la Ciencia Cristiana




¿Por qué te abates, oh alma mía [sentido],
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío. — Salmos.


Y estas señales seguirán a los que creen:
En mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes,
y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño;
sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. — Jesús.


1 Se relata en el capítulo séptimo del Evangelio de Lucas que
 Jesús fue una vez huésped de honor de cierto fariseo, de
3 nombre Simón, aunque era muy distinto de Simón el discípulo.
 Mientras estaban a la mesa, ocurrió un incidente insólito,
 como para interrumpir la escena festiva orien-
6 tal. Entró una “mujer extraña”.* Sin reparar en del evangelio
 el hecho de que le estaba prohibido entrar en tal lugar y
 alternar con tal sociedad, especialmente bajo las reglas severas
9 de la ley rabínica, tan categóricamente como si hubiera sido
 una paria hindú entremetiéndose en el hogar de un Brahmán
 de elevada casta, esta mujer (María Magdalena, como ha
12 sido llamada desde entonces) se acercó a Jesús. Según la
 costumbre de aquella época, él estaba recostado en un diván
 con la cabeza hacia la mesa y los pies descalzos en dirección
15 opuesta. Por lo tanto le fue fácil a la Magdalena acercarse
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 363



1 al diván por detrás y llegar a sus pies. Ella llevaba un frasco
 de alabastro conteniendo un costoso y fragante aceite, aceite
3 de sándalo quizás, que es de uso tan común en el Medio
 Oriente. Abriendo el frasco sellado, perfumó los pies de
 Jesús con el aceite, enjugándolos con su larga cabellera, que
6 caía suelta sobre sus hombros, como era costumbre entre las
 mujeres de su clase.


 ¿Desdeñó Jesús a la mujer? ¿Repelió su adoración? ¡No!
9 La miró con compasión. Pero esto no fue todo. Sabiendo lo
 que aquellos que lo rodeaban decían en sus
 corazones, especialmente su anfitrión —pre-
12 guntándose por qué, siendo un profeta, el enaltecido huésped
 no detectó en seguida la condición inmoral de la mujer y le
 ordenó que se marchara— sabiendo esto, Jesús los reprendió
15 con una breve historia o parábola. Él describió a dos deudo-
 res, uno de una suma grande y otro de una menor, quienes
 fueron liberados de sus obligaciones por su acreedor común.
18 “¿Cuál de ellos le amará más?”, fue la pregunta del Maestro a
 Simón el fariseo; y Simón respondió: “Aquel a quien perdonó
 más”. Jesús aprobó la respuesta, y así dio a todos una clara
21 lección, siguiéndola con aquella notable declaración a la
 mujer: “Tus pecados te son perdonados”.


 ¿Por qué resumió así él la deuda de la mujer con el
24 Amor divino? ¿Habíase ella arrepentido y reformado, y
 detectó el discernimiento de Jesús esta silen-
 ciosa elevación moral? Ella le bañó los pies con divino
27 sus lágrimas antes de ungirlos con el aceite. En ausencia de
 otras pruebas, ¿era su pesar suficiente evidencia para garan-
 tizar la expectativa de su arrepentimiento, reforma y creci-
30 miento en sabiduría? Ciertamente era alentador el mero
 hecho de que ella estaba mostrando su afecto por un hombre



Página 364



1 de indudable bondad y pureza, quien desde entonces ha sido
 considerado con toda justicia el mejor hombre que jamás pisó
3 esta tierra. La veneración de ella fue sincera, y fue manifes-
 tada a quien pronto, aunque ellos no lo sabían, iba a entregar
 su existencia mortal en favor de todos los pecadores, para que
6 mediante su palabra y sus obras pudieran ser redimidos de la
 sensualidad y del pecado.


 ¿Cuál fue el tributo más elevado a tan inefable afecto:
9 la hospitalidad del fariseo o la contrición de la Magdalena?
 Jesús contestó esta pregunta reprendiendo la
 justificación propia y declarando la absolución
12 de la penitente. Él incluso dijo que esta pobre mujer había
 hecho lo que su rico anfitrión había desatendido: lavar y
 ungir los pies de su huésped, una señal especial de la cortesía
15 oriental.


 Aquí se sugiere una pregunta solemne, una pregunta
 motivada por una de las necesidades de esta época. ¿Buscan
18 los Científicos Cristianos la Verdad como Simón buscó
 al Salvador, mediante el conservadurismo material y por
 homenaje personal? Jesús dijo a Simón que tales buscadores
21 como él daban poca recompensa a cambio de la purificación
 espiritual que venía por medio del Mesías. Si los Científicos
 Cristianos son como Simón, entonces también debe decirse
24 de ellos que aman poco.


 Por otra parte, ¿muestran su respeto por la Verdad, o el
 Cristo, mediante su arrepentimiento genuino, mediante sus
27 corazones quebrantados, expresados en man-
 sedumbre y afecto humano, como lo hizo esta
 mujer? Si es así, entonces puede decirse de ellos lo que Jesús
30 dijo de la visitante mal recibida: que en verdad aman mucho,
 porque mucho les es perdonado.


 Si el médico desconsiderado, la enfermera, la cocinera y



Página 365



1 el brusco visitante de negocios supieran de una manera
 compasiva las espinas que clavan en las almohadas de los
3 enfermos y de los que añoran el cielo y apartan La compasión
 la vista de la tierra —¡oh, si supieran!— saber
 esto haría mucho más por la curación de los enfermos y
6 la preparación de los que los asisten para la “llamada de
 medianoche”, que todas las exclamaciones de “¡Señor, Señor!”
 El benigno pensamiento de Jesús, que encuentra expresión
9 en palabras como: “No os afanéis por vuestra vida”, sanaría
 a los enfermos, y los capacitaría así para elevarse por encima
 de la supuesta necesidad de afanarse por el estado físico
12 y por medicinarse; mas si falta el afecto abnegado, y si el
 sentido común y los sentimientos humanitarios comunes
 son desatendidos, ¿qué cualidad mental queda para invocar
15 la curación del brazo extendido de la justicia?


 Si el Científico Cristiano llega a su paciente por medio
 del Amor divino, la obra sanadora será efectuada en una
18 sola visita, y la enfermedad se desvanecerá en
 su nada nativa, como el rocío ante el sol de la
 mañana. Si el Científico Cristiano posee suficiente afecto
21 semejante al del Cristo como para ganar su propio perdón,
 y tal elogio como el que la Magdalena obtuvo de Jesús,
 entonces es lo suficientemente cristiano como para practicar
24 científicamente y tratar a sus pacientes con compasión; y el
 resultado corresponderá con la intención espiritual.


 Si la hipocresía, la insensibilidad, la inhumanidad o el
27 vicio entraran en los aposentos de los enfermos por medio del
 supuesto sanador, convertirían, si fuera posible, La Verdad
 en una cueva de ladrones el templo del Espíritu profanada
30 Santo: el poder espiritual del paciente de resucitarse a sí
 mismo. El practicista no cristiano no está dando a la mente ni
 al cuerpo el gozo y la fortaleza de la Verdad. El pobre corazón
33 sufriente necesita su legítimo nutrimento, tal como la paz,



Página 366



1 la paciencia en las tribulaciones y un inestimable sentido de
 la bondad del amado Padre.


3 A fin de sanar a su paciente, el metafísico primero tiene
 que echar fuera de sí mismo los males morales y así lograr
 la libertad espiritual que lo capacitará para
6 echar fuera de su paciente los males físicos; pero morales deben


 no puede sanar, mientras su propia esterilidad
 espiritual lo priva de dar de beber al sediento y le impide
9 llegar al pensamiento de su paciente, esto es, mientras la
 penuria mental enfría su fe y su comprensión.


 El sanador que no tiene compasión por sus semejantes
12 es deficiente en afecto humano, y tenemos la justificación
 apostólica para preguntar: “El que no ama a su El sanador
 hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a verdadero
15 Dios a quien no ha visto?” Al no poseer este afecto espiri-
 tual, el sanador carece de fe en la Mente divina y no tiene
 ese reconocimiento del Amor infinito que es lo único que
18 confiere el poder sanador. Tales así llamados Científicos
 Cristianos colarán mosquitos, mientras tragan los camellos
 de la intolerante pedantería.


21 El sanador debe velar también para no ser abrumado
 por un sentido de la odiosidad del pecado y por el descubri-
 miento del pecado en sus propios pensamien-
24 tos. Los enfermos están aterrorizados por sus
 creencias enfermizas, y los pecadores debieran estar atemori-
 zados por sus creencias pecaminosas; mas el Científico
27 Cristiano estará calmo en la presencia tanto del pecado como
 de la enfermedad, sabiendo, como sabe, que la Vida es Dios
 y que Dios es Todo.


30 Si queremos abrir las puertas de su prisión a los enfermos,
 tenemos primero que aprender a vendar a los quebrantados
 de corazón. Si queremos sanar por el Espíritu, no debemos



Página 367



1 esconder el talento de la curación espiritual bajo el paño
 de su forma, ni sepultar la moral de la Ciencia Cristiana
3 en el sudario de su letra. La palabra tierna y el
 aliento cristiano que se da al inválido, la com-
 pasiva paciencia con sus temores y la eliminación de los
6 mismos, son mejores que hecatombes de copiosas teorías,
 discursos estereotipados y plagiados, y la limosna de argu-
 mentos, que no son sino otras tantas parodias de la Ciencia
9 Cristiana legítima, ardiente de Amor divino.


 Esto es lo que significa buscar la Verdad, el Cristo, no
 “por los panes y los peces”, ni como el fariseo, con la arro-
12 gancia de la jerarquía y el alarde de la erudi-
 ción, sino como María Magdalena, desde la
 cumbre de la consagración devota, con el óleo de la alegría
15 y el perfume de la gratitud, con lágrimas de arrepentimiento
 y con esos cabellos todos contados por el Padre.


 Un Científico Cristiano ocupa en esta época el lugar
18 del que Jesús habló a sus discípulos, cuando dijo: “Vosotros
 sois la sal de la tierra”. “Vosotros sois la luz del La sal
 mundo; una ciudad asentada sobre un monte no de la tierra
21 se puede esconder”. Velemos, trabajemos y oremos para que
 esta sal no pierda su salinidad, y esta luz no esté escondida,
 sino que irradie y resplandezca hacia la gloria del mediodía.


24 La Verdad infinita de la curación-Cristo ha venido a esta
 época por medio de una “voz callada y suave”*, por medio
 de expresiones silenciosas y de unción divina que vivifican y
27 aumentan los efectos beneficiosos del cristianismo. Anhelo
 ver la culminación de mi esperanza, a saber, los logros más
 elevados de los estudiantes en esta línea de luz.


30 Porque la Verdad es infinita, el error debería ser conocido
 como nada. Porque la Verdad es omnipotente en bondad, el
 error, lo opuesto de la Verdad, no tiene poder. El mal no es
 *Según la Versión Moderna de la Biblia



Página 368



1 sino el contrapeso de la nada. El mayor mal no es más
 que el opuesto supuesto del bien más elevado. La confianza
3 inspirada por la Ciencia descansa en el hecho
 de que la Verdad es real y el error es irreal.
 El error es un cobarde ante la Verdad. La Ciencia divina
6 insiste en que el tiempo comprobará todo esto. Tanto la
 verdad como el error se han acercado más que nunca a la
 comprensión de los mortales, y la verdad se volverá aún más
9 clara a medida que el error se destruya a sí mismo.


 Contra las creencias fatales de que el error es tan real
 como la Verdad, que el mal es igual al bien en poder, si no
12 superior, y que la discordancia es tan normal
 como la armonía, hasta la esperanza de libe-
 rarse de la esclavitud de la enfermedad y del pecado tiene
15 poca inspiración para alentar el esfuerzo. Cuando llegamos
 a tener más fe en la verdad del ser que en el error, más fe en
 el Espíritu que en la materia, más fe en vivir que en morir,
18 más fe en Dios que en el hombre, entonces ninguna suposi-
 ción material puede impedir que sanemos a los enfermos y
 destruyamos el error.


21 Que la Vida no depende de condiciones corporales es
 comprobado cuando aprendemos que la vida y el hombre
 sobreviven a este cuerpo. Ni el mal, la enfer-
24 medad ni la muerte pueden ser espirituales,


 y la creencia material en ellos desaparece en
 proporción a nuestro crecimiento espiritual. Porque la materia
27 no tiene consciencia o Ego, no puede obrar; sus condiciones
 son ilusiones, y estas falsas condiciones son la fuente de toda
 aparente enfermedad. Admite la existencia de la materia, y
30 admites que la mortalidad (y por consiguiente la enferme-
 dad) tiene un fundamento en la realidad. Niega la existencia
 de la materia, y puedes destruir la creencia en condiciones
33 materiales. Cuando desaparece el temor, el fundamento de la
 enfermedad se va. Una vez que el sanador por la mente cree



Página 369



1 en la realidad de la materia, está propenso a admitir también
 la realidad de todas las condiciones discordantes, y esto le
3 impide destruirlas. De ese modo no está capacitado para
 tratar las enfermedades con éxito.


 En la proporción en que la materia pierde para el sentido
6 humano toda entidad como hombre, en esa proporción el
 hombre se vuelve su amo. Él entra en un sen-
 tido más divino de los hechos, y comprende la
9 teología de Jesús como fue demostrada al sanar a los enfermos,
 resucitar a los muertos y andar sobre las olas. Todas estas
 obras manifestaron el control de Jesús sobre la creencia de
12 que la materia sea sustancia, que pueda ser el árbitro de la
 vida o el constructor de cualquier forma de existencia.


 Jamás leemos que Lucas o Pablo hicieran una realidad
15 de la enfermedad a fin de descubrir algún medio para sanarla.
 Jesús jamás preguntó si la enfermedad era aguda El trata­miento
 o crónica, y jamás recomendó prestar atención mediante


18 a las leyes sanitarias, jamás dio medicamentos,
 jamás oró para saber si era la voluntad de Dios que un hom-
 bre viviera. Él comprendía que el hombre, cuya Vida es Dios,
21 es inmortal, y sabía que el hombre no tiene dos vidas, una
 para ser destruida y la otra que ha de hacerse indestructible.


 Las artes profiláctica y terapéutica (es decir, la preventiva y
24 la curativa) pertenecen categóricamente a la Ciencia Cristiana,
 como se vería fácilmente, si la psicología, o la
 Ciencia del Espíritu, Dios, fuera comprendida.
27 Los métodos que no son científicos están llegando a un punto
 muerto. Limitados a la materia por su propia ley, ¿qué tienen
 de las ventajas de la Mente y la inmortalidad?


30 Nadie se cura físicamente en el error deliberado o por
 medio de él, como tampoco se salva moralmente en el
 pecado o por medio de él. Es un error hasta murmurar del
33 pecado o enfadarse por él. Para estar enteramente sano, el



Página 370



1 hombre debe mejorar tanto espiritual como físicamente.
 Para ser inmortales, tenemos que abandonar el sentido
3 mortal de las cosas, volvernos de la mentira de
 la creencia falsa hacia la Verdad, y recoger de la no hay curación
 Mente divina las verdades del ser. El cuerpo mejora bajo el
6 mismo régimen que espiritualiza el pensamiento; y si la salud
 no se manifiesta bajo este régimen, esto comprueba que el
 temor está gobernando el cuerpo. Esta es la ley de causa y
9 efecto, o una cosa produciendo su igual.


 La homeopatía proporciona a los sentidos la evidencia
 de que los síntomas, que podrían ser producidos por cierto
12 medicamento, son eliminados usando el mismo Una cosa
 medicamento que podría causar los síntomas.
 Esto confirma mi teoría de que la fe en el medicamento es
15 el único factor en la curación. La mente mortal produce, por
 medio de una creencia, el efecto que elimina mediante una
 creencia opuesta, pero usa la misma medicina en ambos casos.


18 Las realidades morales y espirituales de la salud, susurra-
 das al pensamiento, producen efectos muy directos y notables
 en el cuerpo. Un diagnóstico físico de la enfermedad —puesto
21 que la mente mortal tiene que ser la causa de la dolencia—
 tiende a inducir la enfermedad.


 De acuerdo tanto con el testimonio médico como con la
24 experiencia individual, es posible que un medicamento pierda
 finalmente su supuesto poder y no haga nada
 más por el paciente. El tratamiento higiénico


27 también pierde su eficacia. De igual manera,
 la charlatanería deja a la larga de inspirar la credulidad de
 los enfermos, y entonces cesan de mejorar. Estas lecciones
30 son provechosas. Ellas debieran naturalmente y de manera
 genuina cambiar nuestra base de la sensación a la Ciencia
 Cristiana, del error a la Verdad, de la materia al Espíritu.


33 Los médicos examinan el pulso, la lengua, los pulmones,



Página 371



1 para descubrir la condición de la materia, cuando en realidad
 todo es Mente. El cuerpo es el sustrato de la mente mortal,
3 y esta así llamada mente tiene que ceder final-
 mente al mandato de la Mente inmortal.


 Las disquisiciones sobre las enfermedades tienen un
6 efecto mental similar al producido en los niños al contarles
 historias de fantasmas en la oscuridad. Aquellos Los cuentos
 que no están instruidos en la Ciencia Cristiana de fantasmas


9 nada entienden realmente acerca de la existencia
 material. Se cree que los mortales están aquí sin su consenti-
 miento y que son retirados también involuntariamente, sin
12 saber por qué ni cuándo. Así como los niños atemorizados
 buscan por todas partes el fantasma imaginario, así la enferma
 humanidad ve peligros en todas direcciones, y busca alivio
15 por todos los medios excepto el correcto. La oscuridad induce
 el temor. El adulto, esclavizado por sus creencias, no com-
 prende su ser verdadero mejor que el niño; y el adulto tiene
18 que ser sacado de sus tinieblas, antes de que pueda librarse de
 los sufrimientos ilusorios que abundan en el crepúsculo. El
 camino en la Ciencia divina es el único camino para salir de
21 esta condición.


 Yo no desearía transformar al niño repentinamente en
 un hombre, ni que el niño de pecho siga siendo una criatura
24 toda la vida. Nada imposible pido al insistir en La Mente
 las reivindicaciones de la Ciencia Cristiana; pero imparte pureza,


 debido a que esta enseñanza está más avanzada
27 que la época, no debiéramos negar nuestra necesidad de su
 desarrollo espiritual. El género humano se mejorará por
 medio de la Ciencia y el cristianismo. De la necesidad de
30 elevar la raza nace el hecho de que la Mente puede hacerlo;
 pues la Mente puede impartir pureza en lugar de impureza,
 fuerza en lugar de debilidad y salud en lugar de enfermedad.
33 La Verdad es un alterante para todo el organismo, y puede
 “[sanarlo] completamente”.



Página 372



1 Recuerda: el cerebro no es mente. La materia no puede
 estar enferma, y la Mente es inmortal. El cuerpo mortal es
3 sólo una creencia mortal errónea de que la mente El cerebro no
 está en la materia. Lo que llamas materia fue
 originalmente el error en solución, la mente mortal elemental,
6 comparada por Milton con el “caos y la antigua noche”. Una
 teoría acerca de esta mente mortal es que sus sensaciones
 pueden reproducir al hombre, pueden formar sangre, carne
9 y huesos. La Ciencia del ser, en la que todo es la Mente divina,
 o Dios y Su idea, sería más clara en esta época, si no fuera por
 la creencia de que la materia es el medio del hombre, o que el
12 hombre puede entrar en su propio pensamiento incorporado,
 atarse con sus propias creencias, y luego llamar materiales sus
 trabas y denominarlas ley divina.


15 Cuando el hombre demuestre la Ciencia Cristiana de
 manera absoluta, será perfecto. No podrá pecar, sufrir, estar
 sujeto a la materia ni desobedecer la ley de Dios. Verdadero
18 Por tanto, será como los ángeles en el cielo. La éxito
 Ciencia Cristiana y el cristianismo son uno. ¿Cómo podemos,
 entonces, en el cristianismo así como en la Ciencia Cristiana,
21 creer en la realidad y el poder tanto de la Verdad como del
 error, tanto del Espíritu como de la materia, y esperar tener
 éxito con estos contrarios? La materia no se sostiene a sí
24 misma. Sus falsos apoyos fallan uno tras otro. La materia
 triunfa por un tiempo sólo exhibiéndose falsamente en las
 vestiduras de la ley.


27 “A cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo
 también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.
 En la Ciencia Cristiana, una negación de la
30 Verdad es fatal, mientras que un justo recono-
 cimiento de la Verdad y de lo que ha hecho por nosotros es
 una ayuda eficaz. Si el orgullo, la superstición o cualquier
33 error impiden el reconocimiento honrado de los beneficios
 recibidos, esto será un obstáculo para el restablecimiento de
 los enfermos y para el éxito de los estudiantes.



Página 373



1 Si somos cristianos en todas las cuestiones morales, pero
 estamos a oscuras en cuanto a la exención física que el cristia-
3 nismo incluye, entonces debemos tener más fe
 en Dios acerca de este tema y estar más atentos mucho más dócil


 a Sus promesas. Es más fácil curar la enferme-
6 dad más maligna de lo que es curar el pecado. La autora ha
 resucitado a los moribundos, en parte porque estaban dis-
 puestos a ser restablecidos, mientras que ha luchado largo
9 tiempo, y quizás en vano, para rescatar a algún alumno de
 un pecado crónico. En todas las formas de tratamiento
 patológico, los enfermos se restablecen más rápidamente de
12 la enfermedad que el pecador de su pecado. Sanar es más fácil
 que enseñar, si la enseñanza es impartida fielmente.


 El temor a la enfermedad y el amor al pecado son las
15 fuentes de la esclavitud del hombre. “El princi-
 pio de la sabiduría es el temor de Jehová”, pero del temor
 las Escrituras también declaran, por medio del pensamiento
18 exaltado de Juan, que “el perfecto Amor echa fuera el temor”.


 El temor ocasionado por la ignorancia puede ser curado;
 pero para eliminar los efectos del temor producido por el
21 pecado, tienes que elevarte por encima de ambos, el temor y
 el pecado. La enfermedad se expresa no tanto por los labios
 como por las funciones del cuerpo. Establece el sentido
24 científico de la salud y alivias el órgano oprimido. La inflama-
 ción, la descomposición o el depósito disminuirán, y el órgano
 incapacitado reanudará sus funciones saludables.


27 Cuando la sangre se precipita locamente por las venas o
 se arrastra lánguidamente por sus helados conductos, llama-
 mos enfermedad a estas condiciones. Esta es
30 una concepción equivocada. La mente mortal
 está produciendo la propulsión o la languidez, y comproba-
 mos que esto es así cuando por medios mentales la circulación
33 es cambiada, y vuelve a ese estándar que la mente mortal ha



Página 374



1 decidido que es esencial para la salud. Los anodinos, los
 contrairritantes y las sangrías jamás reducen la inflamación
3 científicamente, pero la verdad del ser, susurrada al oído de
 la mente mortal, traerá alivio.


 El odio y sus efectos sobre el cuerpo son eliminados por
6 el Amor. Debido a que la mente mortal parece estar cons-
 ciente, los enfermos preguntan: “¿Cómo puede La Mente
 mi mente causar una enfermedad en la cual


9 nunca pensé y de la cual nada sabía, hasta que
 apareció en mi cuerpo?” La autora ha contestado esta pre-
 gunta en su explicación de que la enfermedad se origina en
12 la creencia humana antes que sea conscientemente aparente
 en el cuerpo, el cual, de hecho, es el estado objetivo de la
 mente mortal, aun cuando es llamado materia. Esta ceguera
15 mortal y sus agudas consecuencias muestran nuestra necesi-
 dad de la metafísica divina. Por medio de la Mente inmortal,
 o la Verdad, podemos destruir todos los males que proceden
18 de la mente mortal.


 La ignorancia de la causa o de la inminencia de la
 enfermedad no es un argumento contra el origen mental de
21 la enfermedad. Confiesas tu ignorancia acerca del futuro y la
 incapacidad de preservar tu propia existencia, y esta creencia
 ayuda a la enfermedad en lugar de impedirla. Tal estado
24 mental induce la enfermedad. Es como caminar en la oscuri-
 dad al borde de un precipicio. No puedes olvidar la creencia
 de peligro, y tus pasos son menos firmes debido a tu temor y
27 a tu ignorancia acerca de la causa y el efecto mentales.


 El calor y el frío son productos de la mente mortal.
 El cuerpo, cuando es privado de la mente mortal, primero
30 se enfría, y después se resuelve en sus elemen-
 tos mortales primitivos. Nada que vive muere
 jamás, y viceversa. La mente mortal produce calor animal,
33 y luego lo expele al abandonar una creencia, o lo aumenta
 hasta el punto de su propia destrucción. Por lo tanto, es



Página 375



1 la mente mortal, no la materia, la que dice: “Me muero”.
 El calor saldría del cuerpo sin causar dolor, como el gas se
3 disipa en el aire cuando se evapora, si no fuera por la creencia
 de que la inflamación y el dolor deben acompañar la separa-
 ción de calor del cuerpo.


6 Los escalofríos y el calor son a menudo la forma en que se
 manifiesta la fiebre. Cambia el estado mental, y los escalofríos
 y la fiebre desaparecen. El médico de la vieja
9 escuela comprueba esto cuando su paciente
 dice: “Estoy mejor”, pero el paciente cree que la materia, no la
 mente, lo ha ayudado. El Científico Cristiano demuestra que
12 la Mente divina sana, mientras que el hipnotizador desposee
 al paciente de su individualidad a fin de controlarlo. Nadie
 se beneficia al ceder su mentalidad a algún despotismo o
15 malapráctica mental. Toda práctica mental que no es cientí-
 fica es errónea e impotente, y debiera ser comprendida y así
 volverla infructífera. El Científico Cristiano genuino aumenta
18 el poder mental y moral de su paciente, y acrecienta la espiri-
 tualidad de su paciente mientras lo restablece físicamente por
 medio del Amor divino.


21 La parálisis es una creencia de que la materia gobierna a
 los mortales, y que puede paralizar el cuerpo, inmovilizando
 ciertas partes del mismo. Destruye la creencia, Cura para
24 muestra a la mente mortal que los músculos no la parálisis
 tienen poder que perder, porque la Mente es suprema, y curas
 la parálisis.


27 Los enfermos de tuberculosis siempre muestran gran
 esperanza y valor, aun cuando se supone que están en
 peligro irremediable. Este estado de ánimo
30 parece anómalo, excepto para el experto en
 Ciencia Cristiana. Este estado mental no es comprendido,
 simplemente porque es una etapa de temor tan excesivo que
33 equivale a fortaleza. La creencia en la tuberculosis presenta



Página 376



1 al pensamiento mortal un estado sin esperanza, una imagen
 más aterradora que la mayoría de las otras enfermedades.
3 El paciente involuntariamente deja de contemplarla, pero
 aunque no sean reconocidos, el temor latente y la desespera-
 ción por restablecerse permanecen en el pensamiento.


6 Lo mismo ocurre con el pecado más grande. Es el más
 sutil, y realiza su obra casi engañado por sí mismo. Las enfer-
 medades consideradas peligrosas a veces provie-
9 nen de las creencias más recónditas, indefinidas insidiosos
 e insidiosas. Al pálido enfermo, de quien afirmas que se está
 agotando de consunción de la sangre, debería decírsele que la
12 sangre nunca dio la vida y nunca puede quitarla, que la Vida
 es el Espíritu, y que hay más vida e inmortalidad en un solo
 motivo bueno y una sola acción buena, que en toda la sangre
15 que jamás haya corrido por venas mortales y simulado un
 sentido corpóreo de vida.


 Si el cuerpo es material, no puede, por esa misma razón,
18 tener fiebre. Puesto que el así llamado cuerpo material es un
 concepto mental y está gobernado por la mente Remedio para
 mortal, manifiesta sólo lo que esa así llamada
21 mente expresa. Por consiguiente, el remedio eficaz es des-
 truir la creencia falsa del paciente, argumentando tanto
 silenciosamente como de forma audible los hechos verdade-
24 ros acerca del ser armonioso, presentando al hombre como
 sano en lugar de enfermo, y mostrando que es imposible que
 la materia sufra, que sienta dolor o calor, que esté sedienta o
27 enferma. Destruye el temor, y acabas con la fiebre. Algunas
 personas, mal instruidas en la Ciencia de la Mente, pregun-
 tan cuándo es seguro cortar la fiebre. Debes saber que en la
30 Ciencia no puedes cortar una fiebre después de admitir que
 tiene que seguir su curso. Temer y admitir el poder de la
 enfermedad es paralizar la demostración mental y científica.



Página 377



1 Si tu paciente cree que puede resfriarse, convéncelo
 mentalmente de que la materia no puede resfriarse, y que
3 el pensamiento gobierna esta predisposición. Si el pesar
 produce sufrimiento, convence al que sufre que la aflicción
 es a menudo la fuente del gozo, y que debería regocijarse
6 perpetuamente en el Amor siempre presente.


 Los inválidos huyen hacia climas tropicales para salvar
 sus vidas, mas no regresan mejor que cuando partieron.
9 Entonces es el momento de sanarlos por medio El clima es
 de la Ciencia Cristiana, y comprobar que pueden inofensivo
 estar sanos en todos los climas, cuando su temor al clima es
12 exterminado.


 A través de diferentes estados mentales, el cuerpo se vuelve
 repentinamente débil o anormalmente fuerte, mostrando que
15 la mente mortal es la que produce la fuerza o
 la debilidad. Una alegría o un pesar repentinos gobierna


 han causado lo que se denomina muerte instan-
18 tánea. Debido a que una creencia se origina sin ser percibida,
 el estado mental debiera ser vigilado continuamente para que
 no produzca ciegamente sus malos efectos. La autora jamás
21 conoció a un paciente que no se restableciera cuando la
 creencia en la enfermedad hubo desaparecido. Elimina el
 error principal o el temor que gobierna esta así llamada
24 mente inferior, y eliminas la causa de toda enfermedad como
 también la acción morbosa o excitada de cualquier órgano.
 También eliminas en esta forma las llamadas enfermedades
27 orgánicas tan fácilmente como los trastornos funcionales.


 La causa de toda así llamada enfermedad es mental, un
 temor mortal, una creencia o convicción equivocadas de que
30 la mala salud es necesaria y que tiene poder; también es un
 temor de que la Mente sea incapaz de defender la vida del
 hombre e incompetente para controlarla. Sin esta ignorante
33 creencia humana, ninguna circunstancia tiene poder en sí
 misma para producir sufrimiento. Es la creencia latente en la
 enfermedad, así como el temor a la enfermedad, lo que asocia



Página 378



1 la enfermedad con ciertas circunstancias y hace que las dos
 aparezcan conjuntadas, así como la poesía y la música son
3 reproducidas unidas por la memoria humana. La enferme-
 dad no tiene inteligencia. Sin darte cuenta te sentencias a ti
 mismo a sufrir. La comprensión de esto te capacitará para
6 conmutar esta condena propia y enfrentar toda circunstancia
 con la verdad. La enfermedad es menos que la mente, y la
 Mente puede controlarla.


9 Sin la así llamada mente humana, no puede haber inflama-
 ción ni acción tórpida de las funciones del organismo. Elimina
 el error, y destruyes sus efectos. Al mirar sin
12 miedo a los ojos de un tigre, Sir Charles Napier latente
 lo hizo retroceder acobardado a la selva. Un animal puede
 enfurecer a otro al mirarlo a los ojos, y ambos pelearán sin
15 motivo. La mirada de un hombre, fijada sin temor en una
 bestia feroz, a menudo hace que la bestia retroceda aterrori-
 zada. Este último hecho representa el poder de la Verdad
18 sobre el error, el poder de la inteligencia ejercido sobre las
 creencias mortales para destruirlas; mientras que el hipno-
 tismo y los ejercicios higiénicos y la medicación, adoptados
21 para curar la materia, son representados mediante dos bases
 materiales erróneas.


 La enfermedad no es una inteligencia capaz de disputar el
24 imperio de la Mente o destronar la Mente y tomar el gobierno
 en sus propias manos. La enfermedad no es un La enferme­dad
 poder material dado por Dios, ni constituido
27 por sí mismo, que contiende con astucia con la Mente y
 finalmente la conquista. Dios jamás dotó a la materia con
 poder para invalidar la Vida o helar la armonía con una
30 larga y fría noche de discordancia. Tal poder, sin el permiso
 divino, es inconcebible; y si tal poder pudiera ser divinamente
 dirigido, manifestaría menos sabiduría de la que usualmente
33 hallamos exhibida en los gobiernos humanos.



Página 379



1 Si la enfermedad puede atacar y controlar el cuerpo
 sin el consentimiento de los mortales, el pecado puede
3 hacer lo mismo, pues ambos son errores, decla-
 rados como socios en el comienzo. El Científico de la Mente
 Cristiano encuentra sólo efectos, donde el médico corriente
6 busca causas. La verdadera jurisdicción del mundo está en
 la Mente, que controla todo efecto y reconoce toda causalidad
 como conferida a la Mente divina.


9 Un criminal, con quien experimentaron ciertos estudian-
 tes ingleses, imaginó que se estaba desangrando, y murió
 debido a esa creencia, cuando era sólo un hilo de El poder de la
12 agua tibia lo que corría por su brazo. Si hubiera imaginación
 sabido que su sentido de que se desangraba era una ilusión,
 se hubiera elevado por encima de la creencia falsa. Que la
15 desesperanzada inválida, al examinar el tinte de su sangre
 en un pañuelo de batista, piense en el experimento de esos
 jóvenes de Oxford, quienes causaron la muerte de un
18 hombre, cuando ni una gota de su sangre fue derramada.
 Entonces, que aprenda la declaración opuesta acerca de la
 Vida como es enseñada en la Ciencia Cristiana, y compren-
21 derá que no se está muriendo debido al estado de su sangre,
 sino que está sufriendo por su creencia de que la sangre está
 destruyendo su vida. El así llamado fluido vital no afecta
24 la salud de la inválida, pero su creencia produce los resulta-
 dos mismos que ella teme.


 Las fiebres son errores de varios tipos. El pulso acelerado,
27 la lengua saburrosa, el calor febril, la piel reseca, el dolor
 de cabeza y de las extremidades, son cuadros
 trazados sobre el cuerpo por una mente mortal. efectos del temor
30 Las imágenes, retenidas en esta mente perturbada, atemori-
 zan el pensamiento consciente. A menos que el cuadro febril,
 trazado por millones de mortales y proyectado sobre el cuerpo
33 por la creencia de que la mente está en la materia y que la
 discordancia es tan real como la armonía, sea destruido por



Página 380



1 medio de la Ciencia, es posible que al fin se pose en algún
 pensamiento receptivo y se convierta en un caso de fiebre
3 que termine en una creencia llamada muerte, creencia que ha
 de ser conquistada finalmente por la Vida eterna. La Verdad
 es siempre vencedora. La enfermedad y el pecado caen por
6 su propio peso. La Verdad es la roca de los siglos, la cabeza
 del ángulo, “y sobre quien ella cayere, le desmenuzará”.


 Si contendemos a favor de la evidencia del pecado, de la
9 enfermedad o de la muerte, o si consentimos sus exigencias,
 virtualmente contendemos contra el control de Contienda
 la Mente sobre el cuerpo, y negamos el poder de mal dirigida
12 la Mente para sanar. Este método falso es como si el deman-
 dado alegara por el demandante en favor de una decisión que
 el demandado sabe que se volverá contra él mismo.


15 Los efectos físicos del temor ilustran su ilusión. Mirar un
 león encadenado, agazapado para saltar, no debiera aterrar a
 nadie. El cuerpo es afectado sólo por la creencia Beneficios de
18 de la enfermedad producida por una así llamada la metafísica
 mente ignorante de la verdad que encadena la enfermedad.
 Nada sino el poder de la Verdad puede evitar el temor al error
21 y comprobar el dominio del hombre sobre el error.


 Hace muchos años la autora hizo un descubrimiento
 espiritual, cuya evidencia científica se ha acumulado
24 para comprobar que la Mente divina produce
 en el hombre salud, armonía e inmortalidad.
 Gradualmente esta evidencia aumentará en ímpetu y clari-
27 dad, hasta que alcance el punto culminante de su declaración
 y prueba científicas. Nada es más descorazonador que creer
 que hay un poder opuesto a Dios, o el bien, y que Dios dota
30 de fuerza a este poder opositor para ser usado contra Él
 mismo, contra la Vida, la salud, la armonía.


 Toda ley de la materia o del cuerpo, que se supone gobierna



Página 381



1 al hombre, es anulada y derogada por la ley de la Vida, Dios.
 Ignorantes de los derechos que Dios nos ha dado, nos some-
3 temos a decretos injustos, y la influencia de la
 educación refuerza esta esclavitud. No estés


 más dispuesto a sufrir la ilusión de que estás
6 enfermo o de que alguna enfermedad se está desarrollando
 en el organismo, de lo que estás a ceder a una tentación
 pecaminosa basado en que el pecado tiene sus necesidades.


9 Al infringir alguna supuesta ley, dices que hay peligro.
 Este temor es el peligro e induce los efectos físicos. No pode-
 mos en realidad sufrir por quebrantar nada,
12 excepto una ley moral o espiritual. Las así
 llamadas leyes de la creencia mortal son destruidas por la
 comprensión de que el Alma es inmortal, y que la mente
15 mortal no puede legislar los tiempos, los períodos y los tipos
 de enfermedades de las que mueren los mortales. Dios es el
 legislador, pero Él no es el autor de códigos bárbaros. En la
18 Vida y el Amor infinitos no hay enfermedad, pecado ni
 muerte, y las Escrituras declaran que vivimos, nos movemos
 y tenemos nuestro ser* en el Dios infinito.


21 Piensa menos en los decretos de la mente mortal, y
 comprenderás más rápidamente el señorío que Dios ha dado
 al hombre. Tienes que comprender tu manera
24 de liberarte de las teorías humanas relativas a
 la salud, o nunca creerás que estás del todo libre de alguna
 dolencia. La armonía y la inmortalidad del hombre jamás
27 serán alcanzadas sin la comprensión de que la Mente no está
 en la materia. Expulsemos la enfermedad como a un pros-
 crito, y atengámonos a la regla de la armonía perpetua: la ley
30 de Dios. Es el derecho moral del hombre anular una sentencia
 injusta, una sentencia jamás infligida por la autoridad divina.


 Cristo Jesús rechazó el error que pretendía imponer
33 castigos por las transgresiones a las leyes físicas de la
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 382



1 salud; él anuló las supuestas leyes de la materia, opuestas a
 las armonías del Espíritu, carentes de autoridad Comienza
3 divina y que tienen sólo la aprobación humana bien
 como su sanción.


 Si la mitad de la atención que se presta a la higiene
6 se prestara al estudio de la Ciencia Cristiana y a la espiritua­
 lización del pensamiento, esto solo traería el
 reinado de los mil años. Los constantes baños
9 y fricciones para alterar las secreciones o eliminar exhalacio-
 nes malsanas de la epidermis reciben una útil reprensión en el
 precepto de Jesús: “No os afanéis... por el cuerpo”. Debemos
12 tener cuidado de no limpiar meramente el exterior del plato.


 El que ignora lo que es denominado leyes de higiene es
 más receptivo al poder espiritual y a la fe en un solo Dios que
15 el partidario de las supuestas leyes higiénicas,
 quien viene a enseñar al así llamado ignorante. ignorancia
 ¿No debiéramos, entonces, considerar la así llamada ley de
18 la materia como un canon “que más vale quebrantar que
 observar”? Un paciente muy versado en teorías médicas es
 más difícil de curar por medio de la Mente que uno que no
21 lo sea. Esto comprueba el dicho de nuestro Maestro: “El que
 no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.


 Alguien a quien rescaté de un aparente olvido espiritual,
24 en el que los sentidos lo habían sumido, me escribió: “Me
 hubiera muerto, si no hubiese sido por el glorioso Principio
 que usted enseña, que sostiene el poder de la Mente sobre
27 el cuerpo y me muestra la nada de los así llamados placeres
 y dolores del sentido. Los tratados que había leído y las
 medicinas que había tomado sólo me abandonaron a más
30 sufrimiento sin esperanzas y a la desesperación. La adhe-
 sión a la higiene fue inútil. La mente mortal necesitaba ser
 corregida. La dolencia no era corporal, sino mental, y fui



Página 383



1 sanado cuando encontré mi camino en la Ciencia Cristiana”.


 Necesitamos un cuerpo limpio y una mente limpia,
3 un cuerpo purificado por la Mente así como también lavado
 con agua. Uno dice: “Cuido bien mi cuerpo”.
 Para hacer esto, se requiere la influencia pura
6 y exaltadora de la Mente divina sobre el cuerpo, y el Científico
 Cristiano cuida mejor su cuerpo cuanto más lo deja fuera de
 su pensamiento, y, como el Apóstol Pablo, está deseoso más
9 bien de “estar [ausente] del cuerpo, y [presente] al Señor”.


 Un indicio puede ser obtenido del emigrante, cuyo des-
 aseo en nada afecta su felicidad, porque la mente y el cuerpo
12 descansan sobre una misma base. A la mente igualmente
 tosca no la intranquiliza el desaseo. Es el elemento nativo de
 tal mentalidad, la cual es simbolizada por su ambiente y no se
15 siente irritada por él; pero la impureza y la falta de aseo, que
 no perturban al hombre tosco, no podrían ser soportadas por
 el hombre refinado. Esto muestra que la mente tiene que estar
18 limpia para mantener el cuerpo en condiciones apropiadas.


 El adicto al tabaco, que masca o fuma veneno durante
 medio siglo, a veces te dice que la hierba le conserva la salud,
21 pero ¿esto hace que sea así? ¿Comprueba su
 aserción que el uso del tabaco es un hábito
 saludable y que debido a ello el hombre está mejor? Tales
24 casos sólo comprueban el efecto físico ilusorio de una creen-
 cia falsa, confirmando la conclusión bíblica concerniente al
 hombre: “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”.


27 El método de curar por medio de masajes —pellizcando
 y golpeando el pobre cuerpo, para ponerlo sensiblemente
 bien cuando debiera estar así insensiblemente— es otra
30 equivocación médica, que resulta de la noción común de
 que la salud depende de la materia inerte, en vez de la Mente.



Página 384



1 ¿Puede la materia, o lo que se llama materia, sentir u obrar
 sin la mente?


3 Debiéramos aliviar nuestra mente del deprimente
 pensamiento de que hemos infringido una ley material
 y que necesariamente debemos sufrir el castigo. Castigos
6 Tranquilicémonos con la ley del Amor. Dios
 nunca castiga al hombre por obrar bien, por labor honrada
 o por actos de bondad, aunque lo expongan a la fatiga, al
9 frío, al calor, al contagio. Si el hombre parece incurrir en
 un castigo a causa de la materia, esto es sólo una creencia
 de la mente mortal, no una promulgación de la sabiduría,
12 y el hombre únicamente tiene que iniciar su protesta contra
 esta creencia con el fin de anularla. Mediante esta acción del
 pensamiento y sus resultados sobre el cuerpo, el estudiante
15 comprobará para sí mismo, comenzando de a poco, las
 grandes verdades de la Ciencia Cristiana.


 Si la exposición a una corriente de aire cuando se está
18 transpirando es seguida de escalofríos, tos seca, influenza,
 síntomas de congestión pulmonar o indicios de No la materia,
 reumatismo inflamatorio, tu remedio-Mente es sino la Mente
21 seguro y eficaz. Si eres un Científico Cristiano, no es probable
 que tales síntomas sigan a la exposición; pero si crees en las
 leyes de la materia y sus efectos fatales cuando son transgre-
24 didas, no estás capacitado para atender tu propio caso o para
 destruir los malos efectos de tu creencia. Cuando se calme el
 temor y permanezca la convicción de que no has quebrantado
27 ninguna ley, ni el reumatismo, la tuberculosis ni ninguna otra
 enfermedad jamás resultará de la exposición a la intemperie.
 En la Ciencia este es un hecho establecido que toda la eviden-
30 cia ante los sentidos jamás puede anular.


 La enfermedad, el pecado y la muerte tendrán a la larga
 que acobardarse ante los derechos divinos de la inteli-
33 gencia, y entonces el poder de la Mente sobre todos los órga-
 nos y las funciones del organismo humano será reconocido.



Página 385



1 Es proverbial que Florence Nightingale y otros filántropos
 ocupados en labores humanitarias han sido capaces de expe-
3 rimentar, sin desfallecer, fatigas y exposiciones
 al peligro que personas comunes no podrían
 soportar. La explicación reside en el apoyo que ellos deriva-
6 ban de la ley divina, que se eleva por encima de la humana.
 La exigencia espiritual, al sofocar la material, provee la ener-
 gía y la resistencia que superan todo otro auxilio, e impide
9 el castigo que nuestras creencias quisieran unir a nuestras
 mejores acciones. Recordemos que la ley eterna de la justicia,
 si bien no puede anular jamás la ley que hace del pecado su
12 propio verdugo, exime al hombre de todos los castigos,
 excepto de aquellos que merezca por obrar mal.


 El trabajo pesado continuo, las privaciones, las exposi-
15 ciones al peligro, y toda clase de condiciones desfavorables,
 si están libres de pecado, pueden soportarse sin El trabajo
 sufrimiento. Sea cual fuere tu deber, lo puedes honrado
18 hacer sin hacerte daño. Si te haces un esguince en castigo
 muscular o te hieres en la carne, tu remedio está a mano.
 La mente decide si la carne ha de estar descolorida, dolorida,
21 hinchada e inflamada.


 Dices que no has dormido bien o que has comido dema-
 siado. Eres una ley para ti mismo. Al decir esto y creerlo,
24 sufrirás en proporción a tu creencia y tu temor. Nuestro sueño
 Tus sufrimientos no son el castigo por haber
 quebrantado una ley de la materia, pues es una ley de la
27 mente mortal lo que has desobedecido. Dices o piensas que,
 porque has comido pescado salado, tienes que estar sediento,
 y por consiguiente estás sediento, mientras que la creencia
30 opuesta produciría el resultado opuesto.


 Toda supuesta información, que procede del cuerpo o de
 la materia inerte como si el uno o la otra fueran inteligentes,



Página 386



1 es una ilusión de la mente mortal, uno de sus sueños. Date
 cuenta de que la evidencia de los sentidos no ha Testimonio
3 de ser aceptada en caso de enfermedad, como
 tampoco en caso de pecado.


 Expón el cuerpo a ciertas temperaturas, y la creencia dice
6 que podrías resfriarte y pescar un catarro; pero tal resultado
 no ocurre sin que la mente lo exija y lo pro-
 duzca. Mientras los mortales declaren que
9 ciertos estados atmosféricos producen catarro, fiebre, reuma-
 tismo o tuberculosis, esos efectos seguirán, no debido al clima,
 sino a la creencia. La autora ha sanado la enfermedad en
12 muchas ocasiones por medio de la acción de la Verdad sobre
 la mente de los mortales, y los correspondientes efectos de la
 Verdad sobre el cuerpo, como para no saber que esto es así.


15 Un mensaje disparatado, anunciando equivocadamente
 la muerte de un amigo, ocasiona el mismo pesar que traería
 la muerte verdadera del amigo. Piensas que tu
18 angustia es ocasionada por tu pérdida. Otro
 mensaje, corrigiendo la equivocación, sana tu pesar, y apren-
 des que tu sufrimiento fue meramente el resultado de tu
21 creencia. Así es con toda aflicción, enfermedad y muerte.
 Aprenderás a la larga que no hay causa para el pesar, y la
 sabiduría divina será entonces comprendida. El error, no la
24 Verdad, produce todo el sufrimiento en la tierra.


 Si un Científico Cristiano hubiera dicho, mientras pade-
 cías bajo la influencia de la creencia en el pesar: “No hay
27 causa para tu pesar”, no lo habrías compren-
 dido, aunque la exactitud de la aserción te
 hubiera sido comprobada más tarde. Así pues, cuando
30 nuestros amigos desaparecen de nuestra vista y nos lamenta-
 mos, esa lamentación es innecesaria y sin causa. Nos daremos



Página 387



1 cuenta de que esto es cierto cuando crezcamos en la compren-
 sión de la Vida y sepamos que no existe la muerte.


3 Porque la mente mortal se mantiene activa, ¿tiene que
 pagar el castigo con un cerebro reblandecido? ¿Quién se
 atreve a decir que la Mente verdadera puede
6 agotarse por exceso de trabajo? Cuando llega-


 mos al límite de nuestra resistencia mental,
 concluimos que la labor intelectual se ha prolongado lo
9 suficiente; pero cuando comprendemos que la Mente inmortal
 siempre está activa y que las energías espirituales no pueden
 agotarse, ni puede la así llamada ley material infringir los
12 poderes y recursos dados por Dios, podemos descansar en la
 Verdad, renovados por la certeza de la inmortalidad, opuesta
 a la mortalidad.


15 Nuestros pensadores no mueren prematuramente por
 desempeñar fielmente las funciones naturales del ser. Si los
 impresores y los autores tienen la vida terrenal
18 más corta, no es porque ocupen los puestos más es punible
 importantes y realicen las funciones más vitales en la sociedad.
 Quien hace el mayor bien no es el que sufre el castigo más
21 severo. Al adherirse a las realidades de la existencia eterna
 —en lugar de leer disertaciones sobre la incoherente suposición
 de que la muerte viene en obediencia a la ley de la vida, y que
24 Dios castiga al hombre por hacer el bien— uno no puede sufrir
 como resultado de cualquier obra de amor, sino que se forta-
 lece a causa de ella. Es una ley de la así llamada mente mortal,
27 mal denominada materia, la que causa todo lo discordante.


 La historia del cristianismo proporciona pruebas sublimes
 de la influencia sostenedora y del poder protector otorgados
30 al hombre por su Padre celestial, la Mente
 omnipotente, que da al hombre fe y entendi-
 miento con los cuales defenderse, no sólo de la tentación, sino
33 también del sufrimiento corporal.



Página 388



1 Los mártires cristianos fueron profetas de la Ciencia
 Cristiana. Por medio del poder de la Verdad divina que enal-
3 tece y consagra, ellos obtuvieron una victoria sobre los sentidos
 corporales, una victoria que sólo la Ciencia puede explicar.
 La estolidez, que es un estado resistente de la mente mortal,
6 sufre menos, sólo porque sabe menos de la ley material.


 El Apóstol Juan dio testimonio de la base divina de la
 Ciencia Cristiana cuando los crueles suplicios no lograron
9 destruir su cuerpo. Los idólatras, que creían en más de una
 mente, tenían “muchos dioses”, y pensaban que podían matar
 el cuerpo con la materia, independientemente de la mente.


12 Admite la hipótesis corriente de que el alimento es el
 nutrimento de la vida, y resulta la necesidad de otra admisión
 en el sentido opuesto: que el alimento tiene el
15 poder de destruir la Vida, Dios, por deficiencia es espiritual
 o exceso, por una calidad o una cantidad. Esta es una mues-
 tra de la naturaleza ambigua de todas las teorías materiales
18 de la salud. Se contradicen a sí mismas y se destruyen a sí
 mismas, constituyendo un “reino dividido contra sí mismo”,
 el cual es “asolado”. Si Jesús preparó alimento para sus
21 discípulos, este no puede destruir la vida.


 El hecho es que el alimento no afecta la Vida absoluta
 del hombre, y esto se hace evidente por sí mismo cuando
24 aprendemos que Dios es nuestra Vida. Porque Dios sostiene
 el pecado y la enfermedad no son cualidades
 del Alma, o la Vida, tenemos esperanza en la inmortalidad;
27 pero sería necio aventurarnos más allá de nuestra compren-
 sión actual, sería necio dejar de comer antes que ganemos
 la perfección y una clara comprensión del Espíritu viviente.
30 En ese día perfecto de la comprensión, ni comeremos para
 vivir ni viviremos para comer.


 Si los mortales piensan que el alimento perturba las fun-
33 ciones armoniosas de la mente y el cuerpo, debe abandonarse



Página 389



1 el alimento o este pensamiento, pues el castigo está unido
 a la creencia. ¿Cuál será? Si esta decisión se deja a la Ciencia
3 Cristiana, será a favor del control de la Mente
 sobre esta creencia y sobre toda creencia errónea, digestión
 o condición material. Cuanto menos sabemos de higiene o
6 pensamos en ella, menos predispuestos estamos a enfermar.
 Recuerda que no son los nervios ni la materia, sino la mente
 mortal, la que informa que los alimentos no se han digerido.
9 La materia no te informa de los desarreglos del cuerpo; se
 supone que lo hace. Este testimonio pseudo-mental puede
 ser destruido solamente por los mejores resultados de la
12 evidencia opuesta de la Mente.


 Nuestras teorías dietéticas primero admiten que el
 alimento sostiene la vida del hombre, y luego argumentan
15 la certeza de que el alimento puede matar al
 hombre. Este falso razonamiento es reprendido reprueban
 en las Escrituras por las metáforas sobre la fuente y el arroyo,
18 el árbol y su fruto, y el reino dividido contra sí mismo.
 Si Dios, como mantienen las teorías prevalecientes, ha insti-
 tuido leyes para que el alimento sostenga la vida humana,
21 Él no puede anular estas normas con una ley opuesta que
 haga el alimento perjudicial para la existencia.


 Los materialistas contradicen sus propias declaraciones.
24 Su creencia en las leyes materiales y en los castigos por
 la infracción de las mismas es el antiguo error Antigua
 de que hay fraternidad entre el dolor y el placer, confusión
27 el bien y el mal, Dios y Satanás. Esta creencia se tambalea
 hasta caer bajo el hacha de combate de la Ciencia.


 Un caso de convulsiones, producidas por indigestión,
30 se puso bajo mi observación. Según su creencia, la mujer
 padecía una enfermedad crónica del hígado, y estaba enton-
 ces sufriendo de una complicación de síntomas relacionados
33 con esta creencia. La sané en unos pocos minutos. En cierto



Página 390



1 momento habló de sí misma con desesperación. Un minuto
 después dijo: “He digerido todo el alimento y me gustaría
3 comer algo más”.


 No podemos negar que la Vida se sostiene a sí misma, y
 nunca debiéramos negar la eterna armonía del Alma, simple-
6 mente porque, para los sentidos mortales, hay
 aparente discordancia. Es nuestra ignorancia
 de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discor-
9 dancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía.
 La Verdad a la larga nos obligará a todos a cambiar los place-
 res y dolores de los sentidos por los goces del Alma.


12 Cuando los primeros síntomas de enfermedad aparez-
 can, impugna el testimonio de los sentidos materiales con
 la Ciencia divina. Deja que tu concepto más
15 elevado de justicia destruya el falso proceso de
 las opiniones mortales que tú llamas ley, y entonces no
 estarás confinado en un cuarto de enfermo ni postrado en
18 un lecho de dolor en pago del último cuadrante, el último
 castigo exigido por el error. “Ponte de acuerdo con tu adver-
 sario pronto, entre tanto que estás con él en el camino”. No
21 permitas que ninguna pretensión de pecado o de enfermedad
 crezca en el pensamiento. Deséchala con una permanente
 convicción de que es ilegítima, porque sabes que Dios no es
24 el autor de la enfermedad, así como no lo es del pecado. No
 tienes ninguna ley de Dios que apoye la necesidad del pecado
 o de la enfermedad, sino que tienes autoridad divina para
27 negar esa necesidad y sanar a los enfermos.


 “Ponte de acuerdo en que estarás en desacuerdo” con
 los síntomas iniciales de enfermedad crónica o aguda, ya sea
30 cáncer, tuberculosis o viruela. Enfrenta las
 etapas incipientes de la enfermedad con una


 oposición mental tan poderosa como la que
33 emplearía un legislador para rechazar la aprobación de una
 ley inhumana. Elévate en la fuerza consciente del espíritu



Página 391



1 de la Verdad para derribar los argumentos de la mente
 mortal, alias materia, dispuestos contra la supremacía del
3 Espíritu. Borra las imágenes del pensamiento mortal y sus
 creencias en la enfermedad y el pecado. Entonces, cuando
 seas entregado al juicio de la Verdad, el Cristo, el juez dirá:
6 “¡Estás sano!”


 En lugar de una ciega y calma sumisión a las etapas inci-
 pientes o avanzadas de la enfermedad, levántate en rebelión
9 contra ellas. Expulsa la creencia de que puedes
 experimentar un solo dolor intruso que no
 pueda ser eliminado por el poder de la Mente, y de esta
12 manera puedes prevenir el desarrollo del dolor en el cuerpo.
 Ninguna ley de Dios impide este resultado. Es un error sufrir
 por algo que no sean tus propios pecados. El Cristo, o la
15 Verdad, destruirá cualquier otro supuesto sufrimiento, y el
 verdadero sufrimiento por tus propios pecados cesará en la
 proporción en que cese el pecado.


18 La justicia es el significado moral de la ley. La injusticia
 declara la ausencia de la ley. Cuando se supone que el cuerpo
 dice: “Estoy enfermo”, jamás te confieses culpa-
21 ble. Puesto que la materia no puede hablar, tiene el error
 que ser la mente mortal la que habla; por consiguiente,
 enfrenta la intimación con una protesta. Si dices: “Estoy
24 enfermo”, te confiesas culpable. Entonces tu adversario te
 entregará al juez (la mente mortal), y el juez te sentenciará.
 La enfermedad no tiene inteligencia para declararse como
27 algo y anunciar su nombre. La mente mortal sola se senten-
 cia a sí misma. Por lo tanto, impón tus propios términos a
 la enfermedad, y sé justo contigo mismo y con los demás.


30 Contradice mentalmente toda queja del cuerpo, y elévate
 a la verdadera consciencia de la Vida como
 Amor, como todo lo que es puro y lleva los
33 frutos del Espíritu. El temor es la fuente de la enfermedad,



Página 392



1 y dominas el temor y el pecado por medio de la Mente divina;
 por lo tanto, es por medio de la Mente divina que vences la
3 enfermedad. Sólo mientras el temor o el pecado permanecen
 pueden producir la muerte. Para curar una dolencia corpo-
 ral, cada ley moral quebrantada debe ser tomada en cuenta
6 y el error ser reprendido. El temor, el cual es un elemento de
 toda enfermedad, tiene que ser echado fuera para reajustar
 la balanza a favor de Dios. Echar fuera el mal y el temor
9 permite que la verdad tenga más peso que el error. El único
 curso es tomar una actitud antagónica contra todo lo que se
 oponga a la salud, la santidad y la armonía del hombre, la
12 imagen de Dios.


 La afirmación física de la enfermedad debiera enfrentarse
 siempre con la negación mental. Cualquier beneficio que es
15 producido en el cuerpo tiene que ser expresado Ilusiones acerca
 mentalmente, y el pensamiento debiera mante-
 nerse firme en este ideal. Si crees en nervios inflamados y
18 débiles, estás propenso a un ataque de esa fuente. Lo llamarás
 neuralgia, pero nosotros lo llamamos una creencia. Si piensas
 que la tuberculosis es hereditaria en tu familia, estás pro-
21 penso al desarrollo de ese pensamiento en la forma llamada
 enfermedad pulmonar, a menos que la Ciencia te muestre lo
 contrario. Si decides que cierto clima o atmósfera es malsana,
24 así lo será para ti. Tus decisiones te dominarán, cualquiera
 sea la dirección que tomen.


 Revierte el caso. Sé el portero a la puerta del pensamiento.
27 Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen
 en resultados corporales, te controlarás armo-
 niosamente a ti mismo. Cuando esté presente
30 la condición que tú dices induce la enfermedad, ya sea aire,
 ejercicio, herencia, contagio o accidente, desempeña entonces
 tu oficio de portero y deja afuera estos pensamientos y
33 temores malsanos. Excluye de la mente mortal los errores
 nocivos; entonces el cuerpo no puede sufrir a causa de ellos.
 Lo concerniente al dolor o al placer tiene que venir por medio



Página 393



1 de la mente, y como un vigilante que abandona su puesto,
 admitimos la creencia intrusa, olvidando que mediante
3 la ayuda divina podemos prohibir esta entrada.


 El cuerpo parece actuar por sí mismo sólo porque
 la mente mortal es ignorante de sí misma, de sus propias
6 acciones y de sus resultados, ignorante de que
 la causa que predispone, remota y excitante de
 todos los efectos malos es una ley de la así llamada mente
9 mortal, no de la materia. La Mente es el amo de los sentidos
 corporales, y puede conquistar la enfermedad, el pecado y
 la muerte. Ejerce esta autoridad otorgada por Dios. Toma
12 posesión de tu cuerpo y gobierna sus sensaciones y acciones.
 Levántate en la fortaleza del Espíritu para resistir todo lo que
 sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de
15 esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divina-
 mente concedidos al hombre.


 Sé firme en tu comprensión de que la Mente divina
18 gobierna, y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno
 de Dios. No temas que la materia pueda doler,
 hincharse e inflamarse como resultado de una
21 ley de cualquier índole, cuando es evidente de por sí que la
 materia no puede tener dolor ni inflamarse. Tu cuerpo no
 sufriría más debido a la tensión o las heridas que el tronco
24 de árbol que cortas o el cable eléctrico que estiras, si no fuera
 por la mente mortal.


 Cuando Jesús declara que “la lámpara del cuerpo es el
27 ojo”, de cierto él quiere decir que la luz depende de la Mente,
 no de los complejos humores, los cristalinos, los músculos,
 el iris y la pupila, que constituyen el órgano visual.


30 El hombre nunca está enfermo, porque la Mente no
 está enferma y la materia no puede estarlo.
 Una creencia falsa es a la vez el tentador y el


33 tentado, el pecado y el pecador, la enfermedad
 y su causa. Es bueno estar calmado durante la enfermedad;



Página 394



1 estar esperanzado es aún mejor; pero comprender que la
 enfermedad no es real y que la Verdad puede destruir su
3 aparente realidad es lo mejor de todo, ya que esta compren-
 sión es el remedio universal y perfecto.


 Por conceder poder a la discordia, una gran mayoría de
6 médicos deprime la energía mental, que es el único poder
 recuperativo verdadero. El conocimiento de
 que podemos realizar el bien que deseamos,
9 estimula el organismo a actuar en la dirección que señala
 la Mente. La admisión de que cualquier condición corporal
 está más allá del control de la Mente desarma al hombre,
12 evita que él se ayude a sí mismo y entroniza la materia por
 medio del error. Para aquellos que están luchando con la
 enfermedad, tales admisiones son desalentadoras, tanto
15 como sería el consejo dado a un hombre que ha caído muy
 bajo en el mundo, de que no debiera tratar de elevarse por
 encima de sus dificultades.


18 La experiencia le ha comprobado a la autora la falacia
 de los sistemas materiales en general, que sus teorías son a
 veces perniciosas y que sus negaciones son mejores que sus
21 afirmaciones. ¿Pedirías a un hombre que se dejara vencer
 por las calamidades, asegurándole que todos los infortunios
 provienen de Dios, contra quien los mortales no debieran
24 contender? ¿Dirías a los enfermos que su condición no
 tiene esperanza, a menos que pueda ser auxiliada por un
 medicamento o el clima? ¿Son los medios materiales el
27 único refugio contra las contingencias fatales? ¿No hay
 permiso divino para conquistar toda clase de discordancia
 con la armonía, con la Verdad y el Amor?


30 Debiéramos recordar que la Vida es Dios, y que Dios
 es omnipotente. Al no comprender la Ciencia
 Cristiana, los enfermos tienen, por lo general,
33 poca fe en ella hasta que sienten su benéfica influencia. Esto
 muestra que la fe no es el sanador en tales casos. Los enfermos



Página 395



1 inconscientemente argumentan a favor del sufrimiento, en vez
 de hacerlo en contra del mismo. Admiten su realidad, cuando
3 debieran negarla. Debieran abogar en contra del testimonio
 de los sentidos engañosos, y mantener la inmortalidad del
 hombre y su eterna semejanza con Dios.


6 Al igual que el gran Ejemplo, el sanador debiera hablar
 a la enfermedad como quien tiene autoridad sobre ella,
 dejando que el Alma domine las falsas eviden-
9 cias de los sentidos corporales e imponga sus
 reivindicaciones sobre la mortalidad y la enfermedad.
 El mismo Principio sana tanto el pecado como la enfermedad.
12 Cuando la Ciencia divina venza la fe en una mente carnal, y
 la fe en Dios destruya toda fe en el pecado y en los métodos
 materiales de curación, entonces el pecado, la enfermedad y
15 la muerte desaparecerán.


 Las oraciones, en las cuales no se pide a Dios que sane
 al paciente, sino que se Le suplica que lo lleve hacia Él,
18 no benefician al enfermo. Una persona mal-
 humorada, quejumbrosa o falsa no debiera ser enfermedad
 enfermera. La enfermera debe ser alegre, ordenada, puntual,
21 paciente, llena de fe, receptiva a la Verdad y al Amor.


 Es charlatanería mental hacer de la enfermedad una
 realidad —considerarla como algo que se ve y se siente—
24 y luego tratar de curarla por medio de la Mente. Charlatanería
 Es tan erróneo creer en la existencia real de un mental
 tumor, un cáncer o pulmones deteriorados, mientras argu-
27 mentas contra su realidad, como lo es para tu paciente sentir
 estos males en la creencia física. La práctica mental, que
 considera la enfermedad como una realidad, fija la enferme-
30 dad en el paciente, y es posible que aparezca en una forma
 más alarmante.


 El conocimiento de que los lóbulos cerebrales no pueden
33 matar a un hombre ni afectar las funciones de la mente
 evitaría que el cerebro se enfermara, aunque una falta moral



Página 396



1 es, por cierto, la peor de las enfermedades. Uno jamás
 debiera mantener en la mente el pensamiento
3 de enfermedad, sino que debiera borrar del


 pensamiento todas las formas y los tipos de
 enfermedad, tanto por su propio bien como por el del paciente.


6 Evita hablar de enfermedades al paciente. No hagas
 indagaciones innecesarias acerca de lo que se siente o acerca
 de la enfermedad. Nunca alarmes con una
9 observación desalentadora sobre el restableci-
 miento, ni llames la atención hacia determinados síntomas
 como desfavorables; evita mencionar en voz alta el nombre
12 de la enfermedad. Jamás digas de antemano cuánto tendrás
 que luchar en un caso, ni alientes en el pensamiento del
 paciente la expectativa de empeoramiento antes que una
15 crisis haya pasado.


 La refutación del testimonio del sentido material no
 es una tarea difícil en vista de la admitida falsedad de este
18 testimonio. La refutación se vuelve ardua, no
 porque el testimonio del pecado o de la enfer-
 medad sea verídico, sino sólo por la tenacidad de la creencia
21 en su veracidad, debido a la fuerza de la educación y al peso
 abrumador de las opiniones del lado equivocado, todas ellas
 enseñando que el cuerpo sufre, como si la materia pudiera
24 tener sensación.


 En el momento oportuno explica a los enfermos el poder
 que sus creencias ejercen sobre sus cuerpos. Dales compren-
27 sión divina y saludable, con la cual combatir su Explicación
 sentido erróneo, y así borrar las imágenes de la saludable
 enfermedad de la mente mortal. Mantén claramente en el
30 pensamiento que el hombre es vástago de Dios, no del hom-
 bre; que el hombre es espiritual, no material; que el Alma es
 el Espíritu, fuera de la materia, nunca en ella, nunca dando al
33 cuerpo vida y sensación. Se rompe el sueño de enfermedad
 al comprender que la enfermedad es formada por la mente
 humana, no por la materia ni por la Mente divina.



Página 397



1 Al no percibir puntos metafísicos vitales, al no ver cómo
 la mente mortal afecta el cuerpo —al obrar en beneficio o
3 perjuicio de la salud, así como de la moral y la
 felicidad de los mortales— somos engañados en engañosos
 nuestras conclusiones y métodos. Arrojamos la influencia
6 mental en el lado erróneo, así perjudicando realmente a
 aquellos a quienes queremos bendecir.


 El sufrimiento es un estado tan mental como el placer.
9 Causas sufrimientos corporales y los aumentas al admitir su
 realidad y continuidad, tan directamente como Remedio para
 aumentas tus alegrías al creer que son reales y
12 continuas. Cuando ocurre un accidente, piensas o exclamas:
 “¡Estoy herido!” Tu pensamiento es más poderoso que tus
 palabras, más poderoso que el accidente mismo, para hacer
15 real la lesión.


 Ahora revierte el proceso. Declara que no estás herido y
 comprende el porqué, y encontrarás que los buenos efectos
18 resultantes están en proporción exacta a tu descreimiento en
 la física y a tu fidelidad a la metafísica divina, la confianza en
 que Dios es Todo, como declaran las Escrituras que Él es.


21 Para sanar a los enfermos, uno tiene que estar familia-
 rizado con las grandes verdades del ser. Los mortales son
 tan materiales en las horas en que están des-
24 piertos como cuando actúan, caminan, ven,
 oyen, gozan o sufren en sueños. Nunca podemos tratar la
 mente mortal y la materia por separado, porque se combinan
27 como una sola cosa. Desecha la creencia de que la mente
 está, incluso temporalmente, comprimida dentro del cráneo,
 y pronto te volverás más varonil o más femenil. Te compren-
30 derás a ti mismo y a tu Hacedor mejor que antes.



Página 398



1 Algunas veces Jesús llamaba una enfermedad por
 el nombre, como cuando le dijo al muchacho epiléptico:
3 “Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de
 él, y no entres más en él”. Se añade que “el
 espíritu [el error], clamando y sacudiéndole con violencia,
6 salió; y él quedó como muerto”, clara evidencia de que la
 dolencia no era material. Estos casos muestran las concesio-
 nes que Jesús estaba dispuesto a hacer a la ignorancia popular
9 de las leyes espirituales de la Vida. A menudo no daba
 nombre al trastorno que él sanaba. A la hija del principal de
 la sinagoga, que ellos decían que estaba muerta, pero de
12 quien él declaró: “No está muerta, sino que duerme”, le dijo
 simplemente: “Niña, a ti te digo, ¡levántate!” Al enfermo que
 tenía la mano seca, le dijo: “Extiende tu mano”, y esta “le fue
15 restaurada sana como la otra”.


 Se sabe que los remedios homeopáticos, que a veces no
 contienen ni una partícula de medicina, alivian los síntomas
18 de la enfermedad. ¿Qué produce el cambio? Es La acción
 la fe del médico y del paciente, la cual reduce los de la fe
 sufrimientos que uno se inflige a sí mismo y produce un
21 nuevo efecto sobre el cuerpo. De igual manera destruye tú
 la ilusión de placer en la embriaguez, y el deseo de bebidas
 alcohólicas desaparece. Los apetitos y las enfermedades
24 residen en la mente mortal, no en la materia.


 Así también la fe, cooperando con una creencia en los
 efectos sanadores del tiempo y la medicación, calmará el
27 temor y cambiará la creencia de enfermedad por una creen-
 cia de salud. Incluso una fe ciega elimina los padecimientos
 corporales por un tiempo, pero el hipnotismo cambia tales
30 dolencias en formas nuevas y más difíciles de enfermedad.
 La Ciencia de la Mente tiene que venir al rescate para lograr
 una cura radical. Entonces comprendemos el proceso.
33 Permanece el gran hecho de que el mal no es mente. El mal



Página 399



1 no tiene ningún poder, ninguna inteligencia, porque Dios es
 el bien y, por lo tanto, el bien es infinito, es Todo.


3 Dices que ciertas combinaciones materiales producen la
 enfermedad; pero si el cuerpo material causa la enfermedad,
 ¿puede la materia curar lo que la materia ha
6 causado? La mente mortal prescribe el medica-
 mento, y lo administra. La mente mortal planea el ejercicio, y
 somete el cuerpo a ciertos movimientos. Ningún gas gástrico
9 se acumula, ni una secreción ni combinación puede operar,
 fuera de la acción del pensamiento mortal, alias mente mortal.


 La así llamada mente mortal envía sus mensajes por todo
12 su cuerpo, pero esta así llamada mente es a la vez el mensa-
 jero y el mensaje de esta telegrafía. Los nervios Mecanismo
 son incapaces de hablar, y la materia no puede
15 responder a la Mente inmortal. Si la Mente es el único actor,
 ¿cómo puede ser automático el mecanismo? La mente mortal
 perpetúa su propio pensamiento. Construye una máquina, la
18 maneja y luego la llama material. Un molino en movimiento o
 la acción de una rueda hidráulica no es sino un derivado y una
 continuación de la primitiva mente mortal. Sin esta fuerza el
21 cuerpo está desprovisto de acción, y esta inercia muestra que
 la así llamada vida mortal es la mente mortal, no la materia.


 Hablando científicamente, no hay mente mortal de la
24 cual producir creencias materiales, que surgen de la ilusión.
 Esta mal llamada mente no es una entidad.
 Es sólo un sentido falso de la materia, ya que
27 la materia no es sensible. La única Mente, Dios, no contiene
 opiniones mortales. Todo lo que es real está incluido en esta
 Mente inmortal.


30 Nuestro Maestro preguntó: “¿Cómo puede alguno entrar
 en la casa del hombre fuerte, y saquear sus
 bienes, si primero no le ata?” En otras palabras: en una parábola
33 ¿Cómo puedo sanar el cuerpo sin empezar con la así llamada



Página 400



1 mente mortal, que controla directamente el cuerpo? Una vez
 destruida la enfermedad en esta así llamada mente, el temor
3 a la enfermedad desaparece, y por consiguiente, la enferme-
 dad es sanada por completo. La mente mortal es el “hombre
 fuerte”, que tiene que ser dominado antes que su influencia
6 sobre la salud y la moral pueda ser eliminada. Vencido este
 error, podemos despojar al “hombre fuerte” de sus bienes, a
 saber, del pecado y la enfermedad.


9 Los mortales obtienen la armonía de la salud sólo a
 medida que rechazan la discordia, reconocen la supremacía
 de la Mente divina y abandonan sus creencias
12 materiales. Erradica la imagen de la enferme-
 dad del pensamiento perturbado antes que haya tomado
 forma tangible en el pensamiento consciente, alias el cuerpo,
15 y evitas el desarrollo de la enfermedad. Esta tarea se vuelve
 fácil, si comprendes que toda enfermedad es un error, y que
 no tiene ni carácter ni tipo, excepto los que la mente mortal
18 le asigna. Elevando el pensamiento por encima del error, o la
 enfermedad, y contendiendo persistentemente por la verdad,
 destruyes el error.


21 Cuando eliminamos la enfermedad dirigiéndonos a la
 mente perturbada, sin prestarle atención al cuerpo, compro-
 bamos que el pensamiento solo es el que crea el La mente mortal
24 sufrimiento. La mente mortal rige todo lo que
 es mortal. Vemos en el cuerpo las imágenes de esta mente, así
 como en la óptica vemos pintada en la retina la imagen que se
27 vuelve visible a los sentidos. La acción de la así llamada mente
 mortal tiene que ser destruida por la Mente divina para sacar
 a luz la armonía del ser. Sin el control divino hay discordia,
30 manifestada como pecado, enfermedad y muerte.


 Las Escrituras claramente declaran la influencia perni-
 ciosa de los pensamientos pecaminosos sobre el cuerpo.
33 Incluso nuestro Maestro sintió esto. Está registrado que
 en ciertas localidades no realizó muchas obras importantes



Página 401



1 “a causa de la incredulidad de ellos” en cuanto a la Verdad.
 Cualquier error humano es su propio enemigo, y obra
3 contra sí mismo; no hace nada en la dirección
 correcta y mucho en la incorrecta. Si la así


 llamada mente está alimentando malas pasio-
6 nes y propósitos maliciosos, no es una sanadora, sino que
 engendra la enfermedad y la muerte.


 Si la fe en la verdad del ser, que impartes mentalmente
9 mientras estás destruyendo el error, causa una quimicaliza-
 ción (como cuando un álcali está destruyendo
 un ácido), es porque la verdad del ser tiene que opuestos
12 transformar el error con el fin de producir una manifestación
 más elevada. Esta fermentación no debiera agravar la enfer-
 medad, sino que debiera ser tan indolora para el hombre
15 como para un fluido, puesto que la materia no tiene sensa-
 ción y sólo la mente mortal siente y ve materialmente.


 Lo que denomino quimicalización es la agitación produ-
18 cida cuando la Verdad inmortal está destruyendo la creencia
 mortal errónea. La quimicalización mental trae el pecado
 y la enfermedad a la superficie, forzando las impurezas a
21 desaparecer, como en el caso de un fluido en fermentación.


 El único efecto producido por la medicina depende
 de la acción mental. Si la mente fuera separada del cuerpo,
24 ¿podrías producir algún efecto en el cerebro o
 en el cuerpo aplicando el medicamento a cual-
 quiera de ellos? ¿Eliminaría el medicamento la parálisis,
27 afectaría el organismo o restauraría la voluntad y la acción al
 cerebro y al cerebelo?


 Hasta que la época que avanza admita la eficacia y supre-
30 macía de la Mente, es mejor que los Científicos Cristianos
 dejen la cirugía y el ajustamiento de los huesos Cirugía
 fracturados o las dislocaciones en manos de un experta
33 cirujano, mientras el sanador mental se limita principalmente
 a la reconstrucción mental y a la prevención de la inflamación.



Página 402



1 La Ciencia Cristiana siempre es el cirujano más hábil, pero la
 cirugía es la rama de su método sanador que será reconocida
3 por último. Sin embargo, es justo decir que la autora ya tiene
 en su poder registros debidamente autenticados de curaciones,
 efectuadas por ella misma y sus alumnos mediante la cirugía
6 mental únicamente, de huesos fracturados, de articulaciones
 y vértebras dislocadas.


 Se aproxima el momento en que la mente mortal aban-
9 donará su base corpórea, estructural y material, en que la
 Mente inmortal y sus formaciones serán com-
 prendidas en la Ciencia, y las creencias materia- in­destructible


12 les no interferirán las realidades espirituales.
 El hombre es indestructible y eterno. Algún día se aprenderá
 que la mente mortal construye el cuerpo mortal con los mate-
15 riales mortales propios de esta mente. En la Ciencia, ninguna
 fractura ni dislocación pueden realmente ocurrir. Dices que
 los accidentes, las lesiones y las enfermedades matan al hom-
18 bre, pero esto no es cierto. La vida del hombre es la Mente.
 El cuerpo material manifiesta sólo lo que la mente mortal cree,
 ya sea un hueso fracturado, una enfermedad o un pecado.


21 Decimos que una mente humana puede influenciar a otra
 y de esta manera afectar el cuerpo, pero raramente recorda-
 mos que nosotros gobernamos nuestros pro-
24 pios cuerpos. El error, el mesmerismo —o
 hipnotismo, para usar el término actual— ilustra el hecho
 antes declarado. El hipnotizador quisiera hacer creer a sus
27 sujetos que no pueden obrar voluntariamente y conducirse
 como debieran. Si ceden a esta influencia, es porque su
 creencia no está mejor instruida por la comprensión espiri-
30 tual. De ahí la prueba de que el hipnotismo no es científico;
 la Ciencia no puede producir tanto el desorden como el
 orden. Se ha comprobado que el placer o el dolor involunta-
33 rios de la persona bajo el control hipnótico es una creencia
 sin una causa real.



Página 403



1 Es así que los enfermos, por medio de sus creencias,
 han inducido sus propias condiciones enfermizas. La gran
3 diferencia entre el mesmerismo voluntario y el
 involuntario es que el mesmerismo voluntario
 es inducido conscientemente y debe causar, y por cierto causa,
6 sufrimiento al perpetrador, mientras que el mesmerismo
 propio es inducido inconscientemente y el hombre a menudo
 aprende mediante sus errores. En el primer caso se com-
9 prende que la dificultad es una ilusión mental, mientras que
 en el segundo se cree que el infortunio es un efecto material.
 La mente humana es empleada para eliminar la ilusión en un
12 caso, pero se apela a la materia en el otro. En realidad, ambos
 tienen su origen en la mente humana, y pueden ser sanados
 sólo por la Mente divina.


15 Comandas la situación si entiendes que la existencia mortal
 es un estado de engaño propio y no la verdad del ser. La mente
 mortal está produciendo constantemente en el
18 cuerpo mortal los resultados de las opiniones
 falsas; y continuará haciéndolo, hasta que el error mortal sea
 privado de sus poderes imaginarios por la Verdad, la cual
21 barre la telaraña de la ilusión mortal. El estado más cristiano
 es el de rectitud y de comprensión espiritual, y este es el más
 apropiado para sanar a los enfermos. Nunca hagas surgir un
24 nuevo descubrimiento de los presagios sombríos acerca de la
 enfermedad para después darlo a conocer a tu paciente.


 La así llamada mente mortal produce todo lo que es
27 desemejante a la Mente inmortal. La mente humana deter-
 mina la naturaleza de un caso, y el practicista
 mejora o perjudica el caso en proporción a la
30 verdad o el error que influencie sus conclusiones. La con-
 cepción y el desarrollo mentales de la enfermedad no son
 comprendidos por el paciente, pero el sanador debiera estar



Página 404



1 familiarizado con la acción mental y su efecto a fin de juzgar
 el caso de acuerdo con la Ciencia Cristiana.


3 Si un hombre es un bebedor, un esclavo del tabaco o el
 sirviente especial de cualquiera de las miríadas de formas del
 pecado, enfrenta tú y destruye estos errores con Los apetitos han
6 la verdad del ser, mostrándole al que obra mal
 el sufrimiento que trae su sumisión a tales hábitos, y conven-
 ciéndolo de que no existe placer verdadero en los falsos
9 apetitos. Una mente corrupta se manifiesta en un cuerpo
 corrupto. La lujuria, la malicia y toda clase de mal son
 creencias enfermizas, y puedes destruirlas sólo destruyendo
12 los motivos perversos que las producen. Si el mal ha cesado
 en la mente mortal arrepentida, en tanto que sus efectos aún
 continúan en el individuo, puedes eliminar este desorden a
15 medida que la ley de Dios se cumple y la reforma cancela el
 delito. El pecador sano es el pecador empedernido.


 La reforma por la templanza, que se percibe por todo
18 los Estados Unidos, es el resultado de la curación metafísica,
 que corta todo árbol que no da buen fruto.
 Esta convicción, de que no hay placer verda-
21 dero en el pecado, es uno de los puntos más importantes en
 la teología de la Ciencia Cristiana. Despierta al pecador a
 este nuevo y verdadero punto de vista acerca del pecado,
24 muéstrale que el pecado no confiere ningún placer, y este
 conocimiento fortalece su valor moral y aumenta su capaci-
 dad para dominar el mal y amar el bien.


27 Sanar al enfermo y reformar al pecador son una y la misma
 cosa en la Ciencia Cristiana. Ambas curaciones requieren el
 mismo método y son inseparables en la Verdad. Pecado o temor,
30 El odio, la envidia, la deshonestidad, el temor la raíz de


 y demás, enferman al hombre, y ni la medicina
 material ni la Mente pueden ayudarlo de modo permanente,
33 ni siquiera en el cuerpo, a menos que lo mejore mentalmente,



Página 405



1 y lo libre así de sus destructores. El error básico es la mente
 mortal. El odio inflama las propensiones bestiales. La indul-
3 gencia con los motivos y propósitos malos hace de cualquier
 hombre, que esté por encima del tipo más bajo de humanidad,
 un sufridor sin esperanzas.


6 La Ciencia Cristiana ordena al hombre dominar las pro-
 pensiones, refrenar el odio con la bondad, vencer la lujuria con
 la castidad, la venganza con el amor, y vencer
9 el engaño con la honradez. Sofoca estos errores mentales
 en sus primeras etapas, si no deseas albergar un ejército de
 conspiradores contra la salud, la felicidad y el éxito. Ellos te
12 entregarán al juez, el árbitro de la verdad contra el error.
 El juez te entregará a la justicia, y la sentencia de la ley moral
 será ejecutada sobre la mente y el cuerpo mortales. Ambos
15 serán maniatados hasta que se pague el último cuadrante,
 hasta que hayas saldado tu cuenta con Dios. “Todo lo que
 el hombre sembrare, eso también segará”. El hombre bueno
18 puede vencer finalmente su temor al pecado. Esta es la
 necesidad del pecado: destruirse a sí mismo. El hombre
 inmortal demuestra el gobierno de Dios, el bien, en el cual
21 no hay poder para pecar.


 Sería mejor estar expuesto a todas las plagas de la tierra
 que soportar los efectos acumulativos de una conciencia
24 culpable. Estar consciente permanentemente
 de obrar mal tiende a destruir la capacidad de
 hacer el bien. Si el pecado no se deplora y no disminuye,
27 entonces se precipita a la perdición física y moral. Eres
 sometido por las penalidades morales en las que incurres y
 los males que ellas acarrean. Los dolores del sentido pecami-
30 noso son menos dañinos que sus placeres. La creencia en el
 sufrimiento material hace que los mortales se aparten de su
 error, que huyan del cuerpo hacia el Espíritu, y apelen a
33 fuentes divinas fuera de ellos mismos.



Página 406



1 La Biblia contiene la receta para toda curación. “Las
 hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”. Tanto el
3 pecado como la enfermedad son sanados por el Las hojas
 mismo Principio. El árbol simboliza el Principio de la sanidad
 divino del hombre, el cual es capaz de responder ante cual-
6 quier emergencia, ofreciendo salvación plena del pecado,
 la enfermedad y la muerte. El pecado se someterá a la Ciencia
 Cristiana cuando, en lugar de los modos y las formas, el poder
9 de Dios sea comprendido y demostrado en la curación de los
 mortales, tanto de la mente como del cuerpo. “El perfecto
 Amor echa fuera el temor”.


12 La Ciencia del ser quita el velo a los errores del sentido,
 y la percepción espiritual, ayudada por la Ciencia, alcanza la
 Verdad. Entonces el error desaparece. El pecado La en­fermedad
15 y la enfermedad disminuirán y parecerán menos disminuirá
 reales a medida que nos aproximemos al período científico,
 en el cual el sentido mortal es subyugado y todo lo que es
18 desemejante a la verdadera semejanza desaparece. El hombre
 moral no tiene temor de cometer un asesinato, y debiera estar
 igualmente libre de temor sobre el tema de la enfermedad.


21 Resiste el mal —el error de toda clase— y huirá de ti.
 El error se opone a la Vida. Podemos elevarnos, y finalmente
 nos elevaremos, a tal punto que aprovecharemos Resiste hasta
24 en toda dirección la supremacía de la Verdad
 sobre el error, de la Vida sobre la muerte y del bien sobre
 el mal, y este crecimiento continuará hasta que lleguemos a
27 la plenitud de la idea de Dios, y ya no temamos enfermar y
 morir. La desarmonía de cualquier clase entraña debilidad
 y sufrimiento, una pérdida de control sobre el cuerpo.


30 El apetito depravado por las bebidas alcohólicas, el tabaco,
 té, café, opio, es destruido sólo por medio del dominio de
 la Mente sobre el cuerpo. Este control normal
33 se gana mediante la fortaleza y la comprensión morbosos
 divinas. No hay placer en emborracharse, en convertirse en



Página 407



1 un tonto o en un objeto de aversión; sino que hay un agudo
 recuerdo de ello, un sufrimiento inconcebiblemente terrible
3 para el respeto de sí mismo del hombre. Lanzar bocanadas
 del repugnante humo del tabaco, o mascar una hoja que no
 es naturalmente atractiva para ninguna criatura excepto para
6 un detestable gusano, es, por decir lo menos, repulsivo.


 La esclavitud del hombre a los amos más implacables
 —la pasión, el egoísmo, la envidia, el odio y la venganza—
9 es conquistada sólo mediante una lucha enorme. Panacea
 Cada hora de retraso hace la lucha más severa.
 Si el hombre no triunfa sobre las pasiones, ellas destruyen su
12 felicidad, su salud y su condición de hombre. Aquí la Ciencia
 Cristiana es la panacea soberana, dando fortaleza a la debili-
 dad de la mente mortal —fortaleza de la Mente inmortal y
15 omnipotente— y elevando a la humanidad por encima de sí
 misma hacia deseos más puros, sí, hacia el poder espiritual y
 la buena voluntad para con los hombres.


18 Que el esclavo de deseos erróneos aprenda las lecciones
 de la Ciencia Cristiana, y vencerá esos deseos, y ascenderá un
 grado en la escala de la salud, la felicidad y la existencia.


21 Si el engaño dice: “He perdido la memoria”, contradilo.
 Ninguna facultad de la Mente se pierde. En la Ciencia, todo
 el ser es eterno, espiritual, perfecto, armonioso La memoria
24 en toda acción. Deja que el modelo perfecto
 esté presente en tus pensamientos en lugar de su opuesto
 desmoralizado. Esta espiritualización del pensamiento deja
27 entrar la luz, y trae la Mente divina, la Vida no la muerte, a
 tu consciencia.


 Hay muchas clases de demencia. Todo pecado es demen-
30 cia en diferentes grados. El pecado escapa a
 esta clasificación sólo porque su método de
 locura está en consonancia con la creencia mortal común.



Página 408



1 Toda clase de enfermedad es error, es decir, la enfermedad es
 la pérdida de la armonía. Este punto de vista no es alterado
3 por el hecho de que el pecado es peor que la enfermedad, y
 que muchos que están enfermos no reconocen ni descubren
 que la enfermedad es un error.


6 Existe una demencia universal de la así llamada salud,
 que confunde la fábula con la realidad en todo el reino de los
 sentidos materiales, pero esta locura general no puede, en
9 un diagnóstico científico, proteger el caso individual contra
 el nombre específico de demencia. Aquellos desventurados
 que han sido internados en manicomios no son sino tantos
12 ejemplos claramente definidos de los efectos dañinos de la
 ilusión sobre las mentes y los cuerpos mortales.


 La suposición de que podemos curar la demencia mediante
15 el empleo de purgantes y narcóticos es, en sí misma, una leve
 forma de demencia. ¿Pueden los medicamentos Las medi­cinas
 ir por decisión propia al cerebro y destruir la así y los lóbulos


18 llamada inflamación de las funciones trastorna-
 das, llegando de esta manera a la mente mortal por medio de
 la materia? Los medicamentos no afectan un cadáver, y la
21 Verdad no distribuye los medicamentos a través de la sangre,
 derivando de ellos un supuesto efecto sobre la inteligencia y
 los sentimientos. Una dislocación de la articulación del tarso
24 produciría la demencia tan perceptiblemente como lo haría
 la congestión del cerebro, si no fuera porque la mente mortal
 piensa que la articulación del tarso está menos íntimamente
27 conectada con la mente que el cerebro. Revierte la creencia,
 y los resultados serán perceptiblemente diferentes.


 El pensamiento inconsciente en el sustrato corpóreo
30 del cerebro no produce ningún efecto, y aquella condición
 del cuerpo que denominamos sensación en la
 materia es irreal. La mente mortal es ignorante error animado
33 de sí misma, ignorante de los errores que ella incluye y de sus



Página 409



1 efectos. La materia inteligente es una imposibilidad. Tal
 vez digas: “Pero si la enfermedad se encuentra en la materia,
3 ¿por qué insiste usted en que la enfermedad es formada por
 la mente mortal y no por la materia?” La mente mortal y el
 cuerpo se combinan en uno, y cuanto más se aproxima la
6 materia a su manifestación final —el error animado llamado
 nervios, cerebro, mente— tanto más prolífica es probable que
 se vuelva en pecado y en creencias-enfermedad.


9 La mente mortal inconsciente —alias materia, cerebro—
 no puede imponer términos a la consciencia ni decir: “Estoy
 enferma”. La creencia de que el sustrato incons-
12 ciente de la mente mortal, denominado cuerpo, del error
 sufre e informa la enfermedad independientemente de esta
 así llamada mente consciente, es el error que impide que los
15 mortales sepan cómo gobernar sus cuerpos.


 La así llamada mente mortal consciente es considerada
 como superior a su sustrato inconsciente, la materia, y lo más
18 fuerte jamás cede ante lo más débil, excepto
 por temor o elección. Lo viviente debiera ser
 gobernado por Dios solo. El hombre verdadero es espiritual
21 e inmortal, pero los así llamados “hijos de los hombres”,
 mortales e imperfectos, son falsificaciones desde el comienzo,
 a ser desechadas a cambio de la realidad pura. En la propor-
24 ción en que los mortales se dan cuenta de la Ciencia del
 hombre y buscan el modelo verdadero, se despojan de lo
 mortal y se revisten del hombre nuevo, u hombre verdadero.


27 No tenemos derecho a decir que la vida depende de
 la materia ahora, pero que no dependerá de ella después
 de la muerte. No podemos pasar aquí nues-
30 tros días ignorando la Ciencia de la Vida, y


 esperar encontrar más allá de la tumba un
 premio por esta ignorancia. La muerte no nos hará armo-
33 niosos e inmortales como una recompensa por la ignorancia.



Página 410



1 Si aquí no prestamos atención a la Ciencia Cristiana, que es
 espiritual y eterna, no estaremos preparados para la Vida
3 espiritual en el más allá.


 “Esta es la vida eterna”, dice Jesús —es, no será, y
 luego define la vida eterna como el conocimiento actual
6 de su Padre y de sí mismo —el conocimiento
 del Amor, la Verdad y la Vida. “Esta es la vida
 eterna: que Te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a
9 Jesucristo, a quien has enviado”. Las Escrituras dicen: “No
 sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale
 de la boca de Dios”, mostrando que la Verdad es la vida
12 verdadera del hombre; mas la humanidad se resiste a llevar
 a la práctica esta enseñanza.


 Cada desafío a nuestra fe en Dios nos hace más fuertes.
15 Cuanto más difícil parezca la circunstancia material a ser
 vencida por el Espíritu, tanto más fuerte debiera El Amor echa
 ser nuestra fe y tanto más puro nuestro amor.
18 El Apóstol Juan dice: “En el Amor no hay temor, sino que el
 perfecto Amor echa fuera el temor... El que teme, no ha sido
 perfeccionado en el Amor”. He aquí una proclamación
21 concreta e inspirada de la Ciencia Cristiana.


 El tratamiento mental ilustrado


 La Ciencia de la práctica mental no es susceptible al uso
24 indebido. El egoísmo no aparece en la práctica de la Verdad
 o Ciencia Cristiana. Si se abusa de la práctica
 mental, o si es usada de cualquier otro modo
27 excepto para promover la manera correcta de pensar y obrar,
 el poder de sanar mentalmente disminuirá, hasta que la
 capacidad sanadora del practicista se pierda por completo.
30 La práctica científica y cristiana comienza con la nota tónica



Página 411



1 de la armonía de Cristo: “¡No temáis!” Job dijo: “Me ha
 acontecido lo que yo temía”.


3 Mi primer descubrimiento respecto a la práctica de mis
 alumnos fue este: Si el alumno llamaba silenciosamente la
 enfermedad por el nombre, cuando argumen-
6 taba contra ella, por regla general el cuerpo
 respondía más rápidamente, tal como una persona responde
 más pronto cuando se pronuncia su nombre; pero esto era
9 porque el alumno no estaba perfectamente en consonancia
 con la Ciencia divina, y necesitaba los argumentos de la
 verdad como recordatorios. Si el Espíritu o el poder del
12 Amor divino dan testimonio de la verdad, este es el ultimá-
 tum, el modo científico, y la curación es instantánea.


 Está registrado que una vez Jesús preguntó el nombre de
15 una enfermedad, una enfermedad que los modernos llama-
 rían demencia. El demonio, o el mal, contestó
 que su nombre era Legión. Acto seguido, Jesús echa­dos fuera
18 echó fuera el mal, y el demente fue transformado y sanó al
 instante. Las Escrituras parecen dar a entender que Jesús
 hizo que el mal se viera a sí mismo y así se destruyera.


21 La causa promotora y el fundamento de toda enfermedad
 es el temor, la ignorancia o el pecado. La enfermedad siempre
 es inducida por un sentido falso mentalmente
24 hospedado, no destruido. La enfermedad es
 una imagen exteriorizada del pensamiento. El estado mental
 es llamado un estado material. Todo lo que se abriga en la
27 mente mortal como condición física se proyecta en el cuerpo.


 Siempre comienza tu tratamiento apaciguando el
 temor de los pacientes. Silenciosamente asegúrales de
30 su exención de enfermedad y peligro. Observa Alegato
 el resultado de esta simple regla de la Ciencia
 Cristiana, y encontrarás que alivia los síntomas de toda
33 enfermedad. Si logras eliminar el temor por completo,



Página 412



1 tu paciente es sanado. La gran verdad de que Dios gobierna
 todo amorosamente, que nunca castiga nada excepto el
3 pecado, es tu punto de partida, desde el cual avanzar y destruir
 el temor humano a la enfermedad. Mental y silenciosamente
 defiende el caso científicamente a favor de la Verdad. Puedes
6 variar los argumentos para enfrentar los síntomas peculiares
 o generales del caso que trates, pero persuádete en tu propia
 mente de manera absoluta acerca de la verdad que piensas o
9 dices, y serás el vencedor.


 Puedes llamar la enfermedad por el nombre cuando
 la niegues mentalmente; pero al nombrarla en voz alta, estás
12 expuesto en ciertas circunstancias a grabarla en Silencio
 el pensamiento. El poder de la Ciencia Cristiana elocuente
 y del Amor divino es omnipotente. Es de veras adecuado
15 para liberar de la sujeción de la enfermedad, del pecado y de
 la muerte y destruirlos.


 Para prevenir la enfermedad o para curarla, el poder
18 de la Verdad, del Espíritu divino, tiene que romper el sueño
 de los sentidos materiales. Para sanar por medio La insistencia
 de argumentos, encuentra el tipo de dolencia,
21 obtén su nombre y dispón tu argumento mental contra lo
 físico. Argumenta al comienzo mentalmente, no audible-
 mente, que el paciente no tiene ninguna enfermedad, y ajusta
24 el argumento de modo que destruya la evidencia de la enfer-
 medad. Insiste mentalmente en que la armonía es la realidad,
 y que la enfermedad es un sueño temporal. Percibe la presen-
27 cia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el
 cuerpo corresponda con las condiciones normales de la salud
 y la armonía.


30 Si se trata de un niño pequeño o un bebé, es necesario
 enfrentar el caso principalmente por medio del pensamiento de
 los padres, silenciosamente o en forma audible
33 sobre la base antes mencionada de la Ciencia
 Cristiana. El Científico Cristiano sabe que no puede haber
 enfermedad hereditaria, puesto que la materia no es inteligente



Página 413



1 y no puede transmitir inteligencia buena o mala al hombre,
 y que Dios, la Mente única, no produce dolor en la materia.
3 El acto de ceder los pensamientos de uno a la contemplación
 indebida de las necesidades o condiciones físicas induce esas
 mismas condiciones. Un solo requerimiento, más allá de lo
6 que es necesario para satisfacer las necesidades más simples
 del bebé, es perjudicial. La Mente regula la condición del
 estómago, los intestinos y el alimento, la temperatura de
9 niños y de adultos, y la materia no lo hace. Los puntos de
 vista prudentes o imprudentes de los padres y otras personas
 sobre estos temas producen buenos o malos efectos sobre la
12 salud de los niños.


 Los baños diarios de un bebé no son más naturales
 ni necesarios de lo que sería el proceso de sacar un pez del
15 agua todos los días y cubrirlo de tierra a fin de
 desarrollarlo más vigorosamente en su propio
 elemento. “La limpieza está próxima a lo divino”, pero
18 lavarse debiera tener como único propósito mantener limpio
 el cuerpo, y esto puede ser efectuado sin refregar toda su
 superficie diariamente. El agua no es el hábitat natural de la
21 humanidad. Insisto en la limpieza corporal por dentro y por
 fuera. No tolero ni una pizca de suciedad; pero al cuidar de
 un bebé uno no necesita lavar todo su cuerpecito cada día
24 para mantenerlo fragante como la flor recién abierta.


 Dar medicamentos a los bebés, observar cada síntoma
 de flatulencia y dirigir la mente constantemente hacia tales
27 indicios —esa mente que está cargada de ilusio-
 nes acerca de enfermedades, leyes de salud, y
 muerte— estas acciones transmiten imágenes mentales a los
30 pensamientos en desarrollo de los niños, y a menudo las
 imprimen allí, haciendo probable que en cualquier momento
 esos males sean reproducidos en las mismas dolencias temidas.
33 Un niño puede tener parásitos, si así lo dices, o cualquier
 otra enfermedad mantenida temerosamente en las creencias



Página 414



1 sobre su cuerpo. Así se echan los fundamentos de la creencia
 en la enfermedad y la muerte, y así la discordia es enseñada a
3 los niños.


 El tratamiento de la demencia es especialmente intere-
 sante. Por obstinado que sea el caso, cede más fácilmente
6 que la mayoría de las enfermedades a la acción Curación de
 saludable de la verdad, que contrarresta el error. la demencia
 Los argumentos a ser usados para curar la demencia son los
9 mismos que para otras enfermedades: es decir, la imposibili-
 dad de que la materia, el cerebro, pueda controlar o trastornar
 la mente, pueda sufrir o causar sufrimiento; también el hecho
12 de que la verdad y el amor establecerán un estado saludable,
 guiarán y gobernarán la mente mortal o el pensamiento del
 paciente, y destruirán todo error, llámese demencia, odio o
15 cualquier otra discordia.


 Para fijar la verdad firmemente en los pensamientos de tus
 pacientes, explícales la Ciencia Cristiana, pero no demasiado
18 pronto —no hasta que tus pacientes estén preparados para
 la explicación— para que no predispongas a los enfermos
 contra sus propios intereses inquietando y desconcertando su
21 pensamiento. El argumento del Científico Cristiano descansa
 sobre la base científicamente cristiana del ser. Las Escrituras
 declaran: “Jehová es Dios [el bien], y no hay otro fuera de Él”.
24 De igual manera, la armonía es universal, y la discordancia es
 irreal. La Ciencia Cristiana declara que la Mente es sustancia,
 también que la materia no siente ni sufre ni goza. Mantén
27 estos puntos firmemente a la vista. Ten presente la verdad del
 ser: que el hombre es la imagen y semejanza de Dios, en quien
 todo el ser está exento de dolor y es permanente. Recuerda
30 que la perfección del hombre es real e intachable, mientras
 que la imperfección es culpable, irreal, y no es producida por
 el Amor divino.


33 La materia no puede inflamarse. La inflamación es temor,



Página 415



1 un estado excitado de los mortales que no es normal.
 La Mente inmortal es la única causa; por consiguiente,
3 la enfermedad no es ni una causa ni un efecto.
 La Mente en todos los casos es el Dios eterno,
 el bien. El pecado, la enfermedad y la muerte no tienen
6 fundamentos en la Verdad. La inflamación, como una creen-
 cia mortal, acelera o impide la acción del organismo, porque
 el pensamiento se mueve rápida o lentamente, salta o se
9 detiene cuando contempla cosas desagradables, o cuando el
 individuo mira algún objeto que teme. La inflamación jamás
 aparece en una parte que el pensamiento mortal no alcanza.
12 Por eso es que los narcóticos alivian la inflamación. Acallan
 el pensamiento induciendo la estupefacción y recurriendo a
 la materia en lugar de la Mente. Los opiáceos no eliminan el
15 dolor en ningún sentido científico. Sólo hacen la mente
 mortal temporalmente menos temerosa, hasta que puede
 dominar una creencia errónea.


18 Observa cómo el pensamiento hace palidecer el rostro.
 O retarda la circulación o la acelera, volviendo pálidas o
 enrojecidas las mejillas. Del mismo modo el
21 pensamiento aumenta o disminuye las secrecio-
 nes, la acción de los pulmones, de los intestinos y del corazón.
 Los músculos, que se mueven rápida o lentamente y son
24 impulsados o paralizados por el pensamiento, representan la
 acción de todos los órganos del cuerpo humano, incluyendo
 el cerebro y las vísceras. Para eliminar el error que produce
27 el desorden, tienes que calmar e instruir la mente mortal con
 la Verdad inmortal.


 La eterización aparentemente hará que el cuerpo des-
30 aparezca. Antes que los pensamientos estén en pleno
 reposo, las extremidades se desvanecerán de
 la consciencia. De hecho, todo el cuerpo des-
33 aparecerá de la vista junto con los objetos circundantes,
 dejando que el dolor se destaque tan claramente como la
 cumbre de una montaña, como si fuera un miembro separado



Página 416



1 del cuerpo. Finalmente, el sufrimiento también desaparece.
 Este proceso muestra que el dolor está en la mente, pues la
3 inflamación no está suprimida; y la creencia de dolor pronto
 retornará, a menos que la imagen mental que ocasiona el
 dolor sea eliminada reconociendo la verdad del ser.


6 Una inyección hipodérmica de morfina es adminis-
 trada a un paciente, y a los veinte minutos el que sufre
 duerme tranquilamente. Para él ya no hay
9 ningún dolor. No obstante, cualquier médico
 —alópata, homeópata, botánico, ecléctico— te dirá que
 la causa material perturbadora no se ha eliminado, y que
12 cuando la influencia soporífera del opio se haya extinguido,
 el paciente volverá a sentir el mismo dolor, a no ser que
 la creencia que ocasiona el dolor entretanto haya sido cam-
15 biada. ¿Dónde está el dolor mientras duerme el paciente?


 El cuerpo material, al que llamas yo, es la mente mortal,
 y esta mente es material en sensación, así como el cuerpo,
18 que se ha originado de este sentido material y
 se ha desarrollado de acuerdo con él, es mate-
 rial. Este materialismo de progenitor e hijo está sólo en la
21 mente mortal, como lo comprueba el cuerpo muerto; porque
 cuando el mortal ha entregado su cuerpo al polvo, el cuerpo
 ya no es el progenitor, ni siquiera en apariencia.


24 Los enfermos no saben nada del proceso mental por
 el cual son debilitados, y casi nada del método metafísico
 por el cual pueden ser sanados. Si preguntan
27 acerca de su enfermedad, diles sólo lo que es
 mejor que sepan. Asegúrales que piensan demasiado en sus
 dolencias, y que ya han oído hablar demasiado sobre ese tema.
30 Aparta sus pensamientos de sus cuerpos hacia objetivos más
 elevados. Enséñales que su ser está sostenido por el Espíritu,



Página 417



1 no por la materia, y que encuentran salud, paz y armonía en
 Dios, el Amor divino.


3 Concede a los enfermos el mérito de que a veces saben
 más que sus sanadores. Apoya siempre su confianza en
 el poder de la Mente para sostener el cuerpo.
6 No digas nunca a los enfermos que tienen más
 valor que fuerza. Diles más bien, que su fuerza está en
 proporción a su valor. Si logras que los enfermos se den
9 cuenta de esta gran obviedad, no habrá reacción por los
 esfuerzos excesivos o las condiciones de excitación. Mantén
 las verdades de la Ciencia Cristiana: que el Espíritu es Dios,
12 y por lo tanto no puede estar enfermo; que lo que se deno-
 mina materia no puede estar enferma; que toda causalidad
 es la Mente, obrando por medio de la ley espiritual. Luego
15 mantén tu posición con la firme comprensión de la Verdad
 y el Amor, y triunfarás. Cuando silencias el testigo en contra
 de tu alegato, destruyes la evidencia, pues la enfermedad
18 desaparece. La evidencia ante los sentidos corporales no es
 la Ciencia del hombre inmortal.


 Para el que sana mediante la Ciencia Cristiana, la enferme-
21 dad es un sueño del cual el paciente necesita ser despertado.
 La enfermedad no debiera parecerle real al sana- Tiene que


 dor, puesto que es demostrable que la manera
24 de sanar al paciente es hacer que la enfermedad es irreal
 sea irreal para él. Para hacer esto, el sanador tiene que com-
 prender la irrealidad de la enfermedad en la Ciencia.


27 Explica en forma audible a tus pacientes, tan pronto
 como puedan soportarlo, el control absoluto que la Mente
 mantiene sobre el cuerpo. Muéstrales cómo la mente
30 mortal parece inducir la enfermedad por medio de ciertos
 temores y falsas conclusiones, y cómo la Mente divina
 puede sanar por medio de pensamientos opuestos. Da a tus
33 pacientes una comprensión fundamental para apoyarlos y



Página 418



1 protegerlos contra los efectos nocivos de sus propias conclu-
 siones. Muéstrales que la conquista sobre la enfermedad, así
3 como sobre el pecado, depende de que se destruya mental-
 mente toda creencia en el placer o en el dolor materiales.


 Aférrate a la verdad del ser en contraposición al error
6 de que la vida, la sustancia o la inteligencia puedan estar en
 la materia. Alega con una honesta convicción
 de la verdad y una clara percepción del efecto
9 invariable, infalible y seguro de la Ciencia divina. Entonces,
 si tu fidelidad llega sólo a la mitad de la verdad de tu alegato,
 sanarás a los enfermos.


12 Tiene que estar claro para ti que la enfermedad no es
 la realidad del ser como tampoco lo es el pecado. Este
 sueño mortal de enfermedad, pecado y muerte Argumentos
15 debiera cesar por medio de la Ciencia Cristiana. verídicos
 Entonces una enfermedad sería destruida tan fácilmente
 como otra. Cualquiera sea la creencia, si se emplean argu-
18 mentos para destruirla, la creencia tiene que ser repudiada,
 y la negación tiene que extenderse a la supuesta enfermedad
 y a cuanto decida su tipo y sus síntomas. La Verdad es
21 afirmativa, y confiere armonía. Toda lógica metafísica está
 inspirada por esta simple regla de la Verdad, que gobierna
 toda realidad. Mediante los argumentos verídicos que
24 emplees, y especialmente por el espíritu de Verdad y Amor
 que abrigues, sanarás a los enfermos.


 Incluye las creencias morales así como las físicas en
27 tus esfuerzos para destruir el error. Echa fuera toda clase
 de males. “Predicad el evangelio a toda cria-
 tura”. Declara la verdad a toda forma de error. moralidad
30 Tumores, úlceras, tubérculos, inflamaciones, dolores, coyun-
 turas deformadas, son sombras-sueños estando despierto,
 imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante
33 la luz de la Verdad.



Página 419



1 Una cuestión moral puede impedir el restablecimiento
 de los enfermos. El error en acecho, la lujuria, la envidia, la
3 venganza, la malicia o el odio perpetuarán o hasta crearán la
 creencia en la enfermedad. Los errores de toda clase tienden
 en esta dirección. Tu verdadero curso es destruir el enemigo,
6 y dejar el campo a Dios, la Vida, la Verdad y el Amor, recor-
 dando que sólo Dios y Sus ideas son reales y armoniosos.


 Si tu paciente sufre una recaída por cualquier causa,
9 enfrenta la causa mental y valientemente, sabiendo que
 no puede haber ninguna reacción en la Verdad. Las recaídas
 Ni la enfermedad misma, el pecado ni el temor son innecesarias
12 tienen el poder de causar una enfermedad o una recaída.
 La enfermedad no tiene inteligencia con la cual moverse de
 una parte a otra o transformarse de una forma en otra. Si la
15 enfermedad se mueve, la mente, no la materia, la mueve; por
 consiguiente, asegúrate de removerla. Enfrenta toda circuns-
 tancia adversa como su amo. Observa la mente en lugar del
18 cuerpo, para que nada que sea impropio para el desarrollo
 entre en el pensamiento. Piensa menos en las condiciones
 materiales y más en las espirituales.


21 La Mente produce toda acción. Si la acción procede de
 la Verdad, de la Mente inmortal, hay armonía; pero la mente
 mortal es propensa a cualquier fase de creencia. Vence
24 Una recaída no puede en realidad ocurrir en los las creencias


 mortales o en las así llamadas mentes mortales,
 pues existe una sola Mente, un solo Dios. Nunca temas al
27 que usa la malapráctica mental, al asesino mental, quien, en
 su intento de dominar al género humano, pisotea el Principio
 divino de la metafísica, pues Dios es el único poder. Para
30 sanar con éxito, tienes que conquistar tus propios temores así
 como los de tus pacientes, y elevarte a una consciencia más
 alta y más santa.


33 Si fuera necesario dar tratamiento contra una recaída,
 entiende que la enfermedad o sus síntomas no pueden cambiar



Página 420



1 de forma, ni ir de una parte a otra, porque la Verdad destruye
 la enfermedad. No hay metástasis, no hay interrupción de la
3 acción armoniosa, no hay parálisis. La Verdad, El gobierno
 no el error, el Amor, no el odio, el Espíritu, no verdadero del


 la materia, gobierna al hombre. Si los estudian-
6 tes no se sanan prontamente a sí mismos, debieran acudir sin
 demora a un Científico Cristiano experimentado para que los
 ayude. Si no están dispuestos a hacer esto para sí mismos,
9 sólo necesitan saber que el error no puede producir esta
 renuencia innatural.


 Enseña a los enfermos que no son víctimas indefensas,
12 pues si sólo aceptan la Verdad, pueden resistir la enfermedad
 y prevenirla, tan positivamente como la tenta-
 ción de pecar. Este hecho de la Ciencia Cristiana positiva
15 debiera explicarse a los inválidos cuando estén con un ánimo
 adecuado para recibirlo, cuando no estén predispuestos contra
 ello, sino que estén listos para aceptar la nueva idea. El hecho
18 de que la Verdad vence tanto la enfermedad como el pecado
 tranquiliza la esperanza deprimida. Imparte un estímulo
 saludable al cuerpo, y regula el organismo. Aumenta o dismi-
21 nuye la acción, según lo requiera el caso, mejor que cualquier
 medicamento, alterante o tónico.


 La Mente es el estímulo natural del cuerpo, pero la
24 creencia errónea, hasta en el mejor de los casos, no es promo-
 tora de la salud o la felicidad. Di a los enfermos Estímulo
 que pueden enfrentar la enfermedad sin temor, apropiado
27 si tan sólo se dan cuenta de que el Amor divino les da todo el
 poder sobre toda acción y condición físicas.


 Si fuera necesario sobresaltar la mente mortal para rom-
30 per su sueño de sufrimiento, di con vehemencia a tu paciente
 que tiene que despertar. Desvía su mirada de
 la falsa evidencia de los sentidos hacia las reali-
33 dades armoniosas del Alma y el ser inmortal. Dile que sufre



Página 421



1 sólo como sufren los dementes, a causa de creencias falsas.
 La única diferencia es que la locura implica la creencia en
3 un cerebro enfermo, mientras que las enfermedades físicas
 (así llamadas) surgen de la creencia de que otras partes del
 cuerpo están desordenadas. Desorden, o desarreglo, es una
6 palabra que transmite la verdadera definición de toda creencia
 humana en la mala salud, o la armonía perturbada. Si llegaras
 a sobresaltar así la mente mortal para eliminar sus creencias,
9 informa después al paciente tu motivo para esta conmoción,
 mostrándole que era para facilitar su restablecimiento.


 Si ocurre una crisis durante tu tratamiento, debes tratar
12 al paciente menos por la enfermedad y más por la perturba-
 ción o fermentación mentales, y sojuzgar los
 síntomas eliminando la creencia de que esta
15 quimicalización produce dolor o enfermedad. Insiste con
 vehemencia en el gran hecho que abarca todo: que Dios, el
 Espíritu, es todo, y que no hay otro fuera de Él. No hay
18 enfermedad. Cuando el supuesto sufrimiento desaparece de
 la mente mortal, no puede haber dolor; y cuando el temor es
 destruido, la inflamación disminuye. Calma la excitación
21 inducida a veces por la quimicalización, que es el efecto
 alterante producido por la Verdad sobre el error, y algunas
 veces explica tú los síntomas y sus causas al paciente.


24 No es más científicamente cristiano ver la enfermedad que
 experimentarla. Si quieres destruir el sentido de enfermedad,
 no debes aumentarlo deseando ver las formas
27 que asume ni empleando un solo remedio


 material para su alivio. Pervertir la ciencia-
 Mente es como aseverar que los productos de ocho multipli-
30 cado por cinco, y de siete por diez, son ambos cuarenta, y



Página 422



1 que su suma combinada es cincuenta, y luego llamar mate-
 mática el proceso. Jesús, más sabio que sus perseguidores,
3 dijo: “Si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién
 los echan vuestros hijos?”


 Si el lector de este libro observa una gran conmoción
6 a través de todo su organismo, y ciertos síntomas morales
 y físicos parecen agravarse, estos indicios son
 favorables. Que continúe leyendo, y el libro
9 vendrá a ser el médico, calmando el estremecimiento que la
 Verdad a menudo produce sobre el error cuando lo destruye.


 Los pacientes, poco familiarizados con la causa de esta
12 conmoción e ignorantes de que es un presagio favorable, tal
 vez se alarmen. Si tal fuera el caso, explícales la La enfermedad
 ley de esta acción. Así como cuando un ácido y neutralizada
15 un álcali se combinan y forman una tercera cualidad, así la
 química mental y moral cambia la base material del pensa-
 miento, dando más espiritualidad a la consciencia y haciendo
18 que dependa menos de la evidencia material. Estos cambios
 que se efectúan en la mente mortal sirven para reconstruir el
 cuerpo. De ese modo la Ciencia Cristiana, mediante la alqui-
21 mia del Espíritu, destruye el pecado y la muerte.


 Supongamos dos casos paralelos de una enfermedad de
 los huesos, ambos producidos de la misma manera y acompa-
24 ñados de los mismos síntomas. Un cirujano se Curación de
 emplea en un caso y un Científico Cristiano en los huesos


 el otro. El cirujano, sosteniendo que la materia
27 forma sus propias condiciones y las vuelve fatales en cierto
 punto, abriga temores y dudas acerca del resultado final de la
 lesión. Al no sostener las riendas de gobierno en sus propias
30 manos, cree que algo más poderoso que la Mente —es decir,
 la materia— gobierna el caso. Su tratamiento es, por lo tanto,
 tentativo. Este estado mental invita al fracaso. La creencia



Página 423



1 de que ha encontrado a su amo en la materia y tal vez no sea
 capaz de reparar el hueso, aumenta su temor; pero esta creen-
3 cia no debiera ser comunicada al paciente, ya sea verbalmente
 o de otra forma, pues este temor disminuye en gran manera
 la tendencia hacia un resultado favorable. Recuerda que la
6 creencia inexpresada a menudo afecta a un paciente sensible
 con más fuerza que el pensamiento expresado.


 El Científico Cristiano, al comprender científicamente
9 que todo es Mente, comienza con la causalidad mental, la
 verdad del ser, a destruir el error. Este correc-
 tivo es un alterante que llega a todas las partes
12 del organismo humano. Según las Escrituras, sondea “las
 coyunturas y los tuétanos”, y restaura la armonía del hombre.


 El médico de la materia trata la materia como su enemigo
15 y como su remedio. Considera que la dolencia se debilita
 o se fortalece de acuerdo con la evidencia que
 presente la materia. El metafísico, al hacer de
18 la Mente su base de operaciones sin tomar en cuenta la
 materia y al considerar la verdad y la armonía del ser como
 superiores al error y a la discordia, se ha fortalecido en vez
21 de debilitarse, para enfrentar el caso; y proporcionalmente
 fortalece a su paciente con el estímulo del valor y del poder
 consciente. Tanto la Ciencia como la consciencia obran
24 ahora en el orden del ser de acuerdo con la ley de la Mente,
 que por último impone su absoluta supremacía.


 La osificación, o cualquier otra condición anormal o
27 desarreglo del cuerpo, es tan directamente la acción de la
 mente mortal como lo es la demencia o locura. Formación
 Los huesos tienen sólo la sustancia del pensa-


30 miento que los forma. Son sólo fenómenos de
 la mente de los mortales. La así llamada sustancia del hueso es



Página 424



1 formada primero por la mente de los padres, por división
 propia. Pronto la criatura se vuelve una mente mortal sepa-
3 rada, individualizada, que toma posesión de sí misma y de sus
 propios pensamientos sobre los huesos.


 Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente
6 inmortal, y tenemos que abandonar la base
 mortal de la creencia y unirnos con la Mente


 única, a fin de cambiar la noción de la casuali-
9 dad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios
 y así sacar a luz la armonía.


 Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes,
12 puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección.


 En la práctica médica se objetaría si un médico adminis-
 trara un medicamento para contrarrestar los efectos de un
15 remedio recetado por otro médico. Es igual-
 mente importante en la práctica metafísica que opositora
 las mentes que rodean a tu paciente no actúen en contra de tu
18 influencia expresando continuamente opiniones que pudieran
 alarmar o desalentar, ya sea dando consejos antagónicos o por
 medio de pensamientos inexpresados que reposen sobre tu
21 paciente. Si bien es cierto que la Mente divina puede eliminar
 cualquier obstáculo, no obstante necesitas el oído de quien te
 escucha. Es más fácil hacerte oír mentalmente mientras otros
24 están pensando en tus pacientes o conversando con ellos, si
 comprendes la Ciencia Cristiana, la unidad y la totalidad del
 Amor divino; pero es conveniente estar a solas con Dios y los
27 enfermos cuando tratas la enfermedad.


 Para prevenir o curar la escrófula y otras así llamadas
 enfermedades hereditarias, debes destruir la creencia en
30 estas enfermedades y la fe en la posibilidad de
 su transmisión. Puede que el paciente te diga
 que tiene un humor en la sangre, una diátesis escrofulosa. Sus



Página 425



1 padres o algunos de sus antepasados más lejanos así lo creye-
 ron. La mente mortal, no la materia, induce esta conclusión
3 y sus resultados. Tendrás humores, mientras creas que son
 válvulas de seguridad o que no son extirpables.


 Si el caso a ser tratado mentalmente es de tuberculosis,
6 ataca los puntos más importantes incluidos (según la creen-
 cia) en esta enfermedad. Muestra que no es
 hereditaria; que la inflamación, los tubérculos,
9 la hemorragia y la descomposición son creencias, imágenes
 del pensamiento mortal sobrepuestas en el cuerpo; que no
 son la verdad del hombre; que deben ser tratadas como error
12 y expulsadas del pensamiento. Entonces estos males
 desaparecerán.


 Si el cuerpo está enfermo, esto es sólo una de las creencias
15 de la mente mortal. El hombre mortal será menos mortal
 cuando aprenda que la materia nunca sostuvo
 la existencia y que nunca puede destruir a Dios, formados de


18 que es la Vida del hombre. Cuando esto se
 comprenda, la humanidad será más espiritual y sabrá que
 nada hay que pueda consumirse, puesto que el Espíritu, Dios,
21 es Todo‐en‐todo. ¿Qué importa si la creencia es de tubercu-
 losis? Dios es más para un hombre que su creencia, y cuanto
 menos reconocemos la materia o sus leyes, más inmortalidad
24 poseemos. La consciencia construye un cuerpo mejor cuando
 la fe en la materia ha sido conquistada. Corrige la creencia
 material mediante la comprensión espiritual, y el Espíritu
27 te formará de nuevo. Jamás volverás a temer nada excepto
 ofender a Dios, y jamás creerás que el corazón o cualquier
 parte del cuerpo te puede destruir.


30 Si tienes pulmones sanos y bien desarrollados y quieres
 que continúen así, está siempre preparado para Mantenimiento
 protestar mentalmente contra la creencia opuesta de la salud
33 en la herencia. Desecha todas las nociones acerca de los



Página 426



1 pulmones, los tubérculos, la tisis hereditaria, o las enferme-
 dades originadas por cualquier circunstancia, y encontrarás
3 que la mente mortal, cuando es instruida por la Verdad, cede
 al poder divino, que conduce el cuerpo hacia la salud.


 La descubridora de la Ciencia Cristiana encuentra el
6 camino menos difícil cuando tiene la meta elevada siempre
 ante su pensamiento, que cuando cuenta los
 pasos al esforzarse por alcanzarla. Cuando el
9 objetivo es deseable, la expectativa acelera nuestro progreso.
 La lucha por alcanzar la Verdad lo hace a uno fuerte en lugar
 de débil, lo descansa en vez de fatigarlo. Si la creencia en la
12 muerte fuera obliterada, y se obtuviera el entendimiento de
 que no hay muerte, esto sería un “árbol de la vida”, conocido
 por sus frutos. El hombre debiera renovar sus energías y
15 esfuerzos, y ver la insensatez de la hipocresía, a la vez que
 aprende también la necesidad de ocuparse de su propia
 salvación. Cuando se aprenda que la enfermedad no puede
18 destruir la vida, y que los mortales no se salvan del pecado o
 de la enfermedad mediante la muerte, esta comprensión hará
 despertar a una renovación de vida. Dominará o un deseo
21 de morir o un terror a la tumba, y destruirá así el gran temor
 que acosa la existencia mortal.


 La renuncia a toda fe en la muerte y también al temor
24 a su aguijón elevaría el estándar de la salud y de la moral
 muy por encima de su elevación presente, y nos Estándar
 capacitaría para mantener en alto el estandarte cristiano
27 del cristianismo con una fe inquebrantable en Dios, en la
 Vida eterna. El pecado trajo la muerte, y la muerte desapare-
 cerá con la desaparición del pecado. El hombre es inmortal,
30 y el cuerpo no puede morir, porque la materia no tiene vida
 que entregar. Los conceptos humanos llamados materia,
 muerte, enfermedad, dolencia y pecado son todo lo que
33 puede ser destruido.



Página 427



1 Si es cierto que el hombre vive, este hecho jamás puede
 cambiar en la Ciencia a la creencia opuesta de que el hombre
3 muere. La Vida es la ley del Alma, es decir, la
 ley del espíritu de la Verdad, y el Alma jamás


 está sin su representante. Al ser individual del
6 hombre le es tan imposible morir o desaparecer en la incons-
 ciencia como le es al Alma, pues ambos son inmortales.
 Si el hombre cree en la muerte ahora, tendrá que descreer
9 en ella cuando aprenda que no hay realidad en la muerte,
 puesto que la verdad del ser es imperecedera. La creencia
 de que la existencia depende de la materia tiene que ser
12 enfrentada y dominada por la Ciencia, antes de que la Vida
 pueda ser comprendida y obtenida la armonía.


 La muerte no es sino otra fase del sueño de que la existen-
15 cia pueda ser material. Nada puede interferir con la armonía
 del ser ni poner fin a la existencia del hombre
 en la Ciencia. El hombre es el mismo tanto
18 después como antes de que sea fracturado un hueso o guillo-
 tinado el cuerpo. Si el hombre nunca ha de vencer la muerte,
 ¿por qué dicen las Escrituras: “El postrer enemigo que será
21 destruido es la muerte”? El tenor de la Palabra muestra que
 obtendremos la victoria sobre la muerte en la proporción en
 que venzamos el pecado. La gran dificultad yace en la
24 ignorancia de lo que es Dios. Dios, la Vida, la Verdad y el
 Amor hacen al hombre imperecedero. La Mente inmortal,
 que gobierna todo, debe ser reconocida como suprema tanto
27 en el así llamado reino físico como en el espiritual.


 Llamado al lecho de muerte, ¿qué remedio material
 tiene el hombre cuando todos esos remedios han fracasado?
30 El Espíritu es su último recurso, pero debiera
 haber sido su primer y único recurso. El sueño ni inacción
 de la muerte tiene que ser dominado por la Mente aquí o en el
33 más allá. El pensamiento despertará de su propia declaración
 material: “Estoy muerto”, para percibir este toque de clarín de



Página 428



1 la Verdad: “No hay muerte, no hay inacción, acción enfermiza,
 acción excesiva ni reacción”.


3 La Vida es real, y la muerte es la ilusión. Una demostra-
 ción de las verdades del Alma a la manera de Jesús resuelve las
 visiones oscuras del sentido material en armonía Apertura
6 e inmortalidad. El privilegio del hombre en este de la visión
 momento supremo es comprobar las palabras de nuestro
 Maestro: “El que guarda mi palabra, nunca verá muerte”.
9 Despojar el pensamiento de confianzas equivocadas y eviden-
 cias materiales a fin de que las verdades espirituales del ser
 puedan aparecer, este es el gran logro mediante el cual elimi-
12 naremos lo falso y daremos lugar a lo verdadero. Así podemos
 establecer en la verdad el templo, o cuerpo, “cuyo arquitecto
 y constructor es Dios”.


15 Debiéramos consagrar la existencia, no “al Dios no cono-
 cido” a quien adoramos “sin conocerle”, sino al arquitecto
 eterno, al Padre sempiterno, a la Vida que el
18 sentido mortal no puede perjudicar ni la creen-
 cia mortal destruir. Tenemos que darnos cuenta de la capaci-
 dad del poder mental de contrarrestar los conceptos humanos
21 erróneos y reemplazarlos con la vida que es espiritual, no
 material.


 Hay que sacar a luz la gran verdad espiritual de que el
24 hombre es, no será, perfecto e inmortal. Tenemos que mante-
 ner para siempre la consciencia de la existencia, La inmortali­dad
 y tarde o temprano, por medio del Cristo y de la actual
27 Ciencia Cristiana, tenemos que dominar el pecado y la muerte.
 La evidencia de la inmortalidad del hombre se volverá más
 aparente, a medida que las creencias materiales sean abando-
30 nadas y las realidades inmortales del ser sean admitidas.


 La autora ha sanado enfermedades orgánicas incurables,
 y devuelto la vida y la salud a los moribundos por medio de la
33 comprensión de que Dios es la única Vida. Es un pecado creer



Página 429



1 que algo pueda dominar la Vida omnipotente y eterna, y esta
 Vida tiene que ser sacada a luz mediante la comprensión de
3 que no hay muerte, así como mediante otras
 gracias del Espíritu. Debemos empezar, sin
 embargo, con las demostraciones más simples de control, y
6 cuanto más pronto empecemos mejor. La demostración final
 requiere tiempo para su realización. Al caminar, somos
 guiados por la vista. Miramos delante de nuestros pies, y si
9 somos sabios, miramos más allá de un solo paso en la línea
 del avance espiritual.


 El cadáver, abandonado por el pensamiento, se enfría
12 y descompone, pero jamás sufre. La Ciencia declara que el
 hombre está subordinado a la Mente. La mente El barro
 mortal afirma que la mente está subordinada al replicando


15 cuerpo, que el cuerpo muere, que tiene que ser
 enterrado y descomponerse en polvo; pero la afirmación de
 la mente mortal no es verídica. Los mortales despiertan del
18 sueño de la muerte con cuerpos invisibles para aquellos que
 creen que entierran el cuerpo.


 Si el hombre no existía antes de que la organización
21 material comenzara, no podría existir después que el cuerpo
 es desintegrado. Si vivimos después de la muerte Continuidad de
 y somos inmortales, debemos haber vivido antes la existencia
24 del nacimiento, pues si la Vida alguna vez tuvo algún
 comienzo, también tiene que tener un final, incluso de
 acuerdo con los cálculos de las ciencias naturales. ¿Crees esto?
27 ¡No! ¿Lo comprendes? ¡No! Por eso dudas de la declaración
 y no demuestras los hechos que entraña. Debemos tener fe
 en todos los dichos de nuestro Maestro, aun cuando no estén
30 incluidos en las enseñanzas de las escuelas y no sean general-
 mente comprendidos por nuestros profesores de ética.


 Jesús dijo (Juan 8:51): “El que guarda mi palabra, nunca
33 verá muerte”. Esa declaración no está limitada a la vida



Página 430



1 espiritual, sino que incluye todos los fenómenos de la exis-
 tencia. Jesús demostró esto, sanando a los moribundos y
3 resucitando a los muertos. La mente mortal
 tiene que separarse del error, tiene que despo-
 jarse de sí misma con sus hechos, y la naturaleza inmortal del
6 hombre, el ideal-Cristo, aparecerá. La fe debiera extender sus
 fronteras y fortalecer su base descansando en el Espíritu en
 lugar de la materia. Cuando el hombre abandone su creencia
9 en la muerte, avanzará más rápidamente hacia Dios, la Vida
 y el Amor. La creencia en la enfermedad y la muerte, tan
 ciertamente como la creencia en el pecado, tiende a excluir el
12 sentido verdadero de la Vida y la salud. ¿Cuándo despertará
 la humanidad a esta gran verdad en la Ciencia?


 Aquí presento a mis lectores una alegoría ilustrativa de
15 la ley de la Mente divina y de las supuestas leyes de la materia
 y la higiene, una alegoría en que el alegato de la Ciencia
 Cristiana sana al enfermo.


18 Supón que un caso mental estuviese siendo juzgado,
 como se juzgan los casos ante un tribunal. Un hombre es
 acusado de haber cometido el delito de dolencia Un caso mental
21 hepática. El paciente se siente enfermo, cavila, ante el tribunal
 y el juicio comienza. El Sentido Personal es el demandante.
 El Hombre Mortal es el acusado. La Creencia Falsa es
24 el abogado del Sentido Personal. Las Mentes Mortales,
 la Materia Médica, la Anatomía, la Fisiología, el Hipnotismo,
 la Envidia, la Codicia y la Ingratitud constituyen el jurado.
27 La sala del tribunal se llena de interesados espectadores,
 y el Juez Medicina preside.


 Emplazada la prueba del fiscal, uno de los testigos declara
30 así:—


 Represento las Leyes Sanitarias. Yo estaba presente ciertas
 noches en que el prisionero, o paciente, velaba a un amigo
33 enfermo. Aunque tengo la superintendencia de los asuntos huma-
 nos, fui personalmente ultrajado en aquellas ocasiones. Se me dijo



Página 431



1 que debía permanecer en silencio hasta que fuera citado para este
 juicio, cuando me sería permitido testificar en el caso. A pesar
3 de mis disposiciones en contra, el prisionero velaba al enfermo
 todas las noches de la semana. Cuando el mortal enfermo tenía
 sed, el prisionero le daba de beber. Durante todo este tiempo el
6 prisionero atendía sus labores diarias, alimentándose a intervalos
 irregulares, algunas veces yéndose a dormir inmediatamente
 después de una comida pesada. Por último cometió el delito de
9 dolencia hepática, lo cual consideré criminal, ya que se estima que
 esta transgresión se castiga con la pena de muerte. Por lo tanto
 arresté al Hombre Mortal en nombre del Estado (es decir,
12 el cuerpo) y lo eché en la cárcel.


 En el momento de ser arrestado, el prisionero llamó a la
 Fisiología, a la Materia Médica y al Hipnotismo para evitar su cas-
15 tigo. La lucha por parte de ellos fue larga. La Materia Médica fue
 la que resistió más tiempo, pero finalmente todos estos auxiliares
 se rindieron ante mí, las Leyes Sanitarias, y logré poner al Hombre
18 Mortal en riguroso confinamiento hasta que yo lo soltara.


 El testigo siguiente es llamado: —


 Soy la Lengua Saburrosa. Estoy cubierta de una capa desagra-
21 dable que me fue puesta la noche del ataque al hígado. La Secreción
 Morbosa hipnotizó al prisionero y tomó el control de su mente,
 sumiéndole en el desaliento.


24 Otro testigo sube al estrado y testifica: —


 Soy la Piel Cetrina. He estado seca, caliente y con escalofríos
 alternadamente desde la noche del ataque al hígado. He perdido
27 mi color saludable y me he vuelto desagradable a la vista, a pesar
 de que nada de mi parte ha ocasionado este cambio. Tomo mis
 baños diarios y desempeño mis funciones como de costumbre,
30 pero me veo privada de mi buena apariencia.



Página 432



1 El testigo siguiente testifica: —


 Soy el Nervio, el Comisionado Estatal del Hombre Mortal.
3 Conozco íntimamente al demandante, el Sentido Personal, y sé
 que es veraz y recto, mientras que el Hombre Mortal, el prisio-
 nero ante el tribunal, es capaz de falsear. Fui testigo del delito
6 de dolencia hepática. Sabía que el prisionero lo cometería, pues
 transmito los mensajes desde mi residencia en la materia, alias el
 cerebro, al cuerpo.


9 Otro testigo es llamado por el Tribunal del Error y
 dice: —


 Soy la Mortalidad, el Gobernador de la Provincia del Cuerpo,
12 en la cual reside el Hombre Mortal. En esta provincia hay un esta-
 tuto sobre las enfermedades, a saber, que aquel en cuya persona
 sea encontrada una enfermedad será tratado como un criminal y
15 castigado con la muerte.


 El Juez pregunta si por hacer el bien a su prójimo,
 es posible que el hombre enferme, transgreda las leyes y
18 merezca castigo, y el Gobernador Mortalidad responde
 afirmativamente.


 Otro testigo sube al estrado y testifica: —


21 Soy la Muerte. Fui llamada, poco después de haberse denun-
 ciado el delito, por el funcionario de la Junta de Sanidad, quien
 declaró que el prisionero lo había ultrajado, y que mi presencia
24 era requerida para confirmar su testimonio. Uno de los amigos
 del prisionero, la Materia Médica, estaba presente cuando llegué,
 y se esforzaba por ayudar al prisionero a escapar de las manos
27 de la justicia, alias la así llamada ley de la naturaleza; pero mi
 llegada con un mensaje de la Junta de Sanidad cambió el propó-
 sito de la Materia Médica, que decidió en el acto que el prisionero
30 debía morir.



Página 433



1 Terminado el testimonio en favor del demandante,
 el Sentido Personal, el Juez Medicina se pone de pie, y
3 con gran solemnidad se dirige al jurado de las
 Mentes Mortales. Analiza el delito, examina
 los testimonios y explica la ley relativa a la dolencia hepática.
6 Su conclusión es que las leyes de la naturaleza hacen que la
 enfermedad sea homicida. En cumplimiento de un estricto
 deber, su Señoría, el Juez Medicina, insta al jurado a no
9 permitir que su decisión sea distorsionada por las sugestio-
 nes irracionales, poco cristianas de la Ciencia Cristiana.
 El jurado debe considerar, en tales casos, sólo la declaración
12 del Sentido Personal contra el Hombre Mortal.


 A medida que el Juez prosigue, el prisionero se inquieta
 cada vez más. Su rostro cetrino palidece de espanto, y una
15 expresión de desesperación y muerte aparece en él. La causa
 es entregada al jurado. Sigue una breve deliberación, y el
 jurado pronuncia el fallo de “Culpable de dolencia hepática
18 en primer grado”.


 El Juez Medicina procede entonces a pronunciar la solemne
 sentencia de muerte al prisionero. Porque ha amado a su
21 prójimo como a sí mismo, el Hombre Mortal
 se ha hecho culpable de benevolencia en primer es sentenciado
 grado, y esto lo ha llevado a perpetrar el segundo delito,
24 la dolencia hepática, que las leyes materiales condenan como
 homicidio. Por este delito se sentencia al Hombre Mortal a
 ser torturado hasta morir. “Tenga Dios misericordia de tu
27 alma”, es la solemne peroración del Juez.


 El prisionero es entonces devuelto a su celda (su lecho de
 enfermo), y se manda a buscar la Teología Escolástica para
30 que prepare el atemorizado sentido de la Vida, Dios —sentido
 que tiene que ser inmortal— para la muerte.


 ¡Ah!, pero el Cristo, la Verdad, el espíritu de Vida y
33 el amigo del Hombre Mortal, puede abrir de par en par las



Página 434



1 puertas de esa prisión y poner en libertad al cautivo. Veloz
 en las alas del Amor divino, llega un mensaje: “Suspéndase
3 la ejecución; el prisionero es inocente”. La
 consternación llena el patio de la prisión.
 Algunos exclaman: “Es contrario a la ley y la justicia”. Otros
6 dicen: “La ley del Cristo reemplaza nuestras leyes; sigamos al
 Cristo”.


 Después de mucho debate y oposición, se obtiene per-
9 miso para un juicio ante el Tribunal del Espíritu, donde
 se permite que la Ciencia Cristiana comparezca Abogado
 como abogado del desdichado prisionero. Los
12 testigos, los jueces y el jurado, que estuvieron presentes
 anteriormente en el Tribunal del Error, son citados ahora a
 comparecer ante la corte de la Justicia y de la Verdad eterna.


15 Cuando se inicia la vista en la causa del Hombre Mortal
 versus el Sentido Personal, el abogado del Hombre Mortal
 contempla al prisionero con infinita ternura. Los ojos since-
18 ros y solemnes del abogado, iluminados por la esperanza y
 el triunfo, miran hacia lo alto. Luego la Ciencia Cristiana se
 vuelve de repente hacia el tribunal supremo e inicia el alegato
21 de la defensa: —


 El prisionero ante el tribunal ha sido sentenciado injusta-
 mente. Su juicio fue una tragedia, y es moralmente ilegal. El
24 Hombre Mortal no ha tenido ninguna defensa competente en
 la causa. Todos los testimonios han sido a favor del Sentido
 Personal, y pondremos al descubierto esta conspiración infame
27 contra la libertad y la vida del Hombre. El único testimonio
 válido en el caso muestra que el presunto delito jamás se ha
 cometido. No se ha probado que el prisionero sea “digno de
30 muerte o de prisión”.


 Su Señoría: el tribunal inferior ha sentenciado al Hombre
 Mortal a morir, pero Dios creó al Hombre inmortal y para que
33 responda sólo al Espíritu. Al negársele justicia al cuerpo, aquel



Página 435



1 tribunal encomendó el Espíritu inmortal del hombre a la miseri-
 cordia celestial, ¡el Espíritu que es Dios mismo y el único legislador
3 del Hombre! ¿Quién o qué ha pecado? ¿Ha sido el cuerpo o ha
 sido la Mente Mortal que ha cometido un hecho criminal? El abo-
 gado Creencia Falsa ha argumentado que el cuerpo debía morir, en
6 tanto que la Reverenda Teología quisiera consolar la Mente Mortal
 consciente, que es la única capaz de pecar y sufrir. El cuerpo no
 cometió delito alguno. El Hombre Mortal, en obediencia a una ley
9 más elevada, ayudó a su prójimo, una acción que debiera resultar
 en bien para sí mismo así como para los demás.


 La ley de nuestro Tribunal Supremo decreta que quienquiera
12 que pecare morirá; mas las buenas acciones son inmortales, tra-
 yendo gozo en vez de aflicción, placer en vez de dolor y vida en vez
 de muerte. Si se cometió el delito de dolencia hepática pisoteando
15 las Leyes Sanitarias, esto fue una buena acción, puesto que el
 representante de esas leyes está fuera de la ley, es un destructor de
 la libertad y los derechos del Hombre Mortal. Las Leyes Sanitarias
18 debieran ser condenadas a morir.


 Velar junto al lecho de dolor en el ejercicio de un amor que es
 “el cumplimiento de la ley” —hacer con los demás “lo que quisiereis
21 que ellos hicieren con vosotros”— esto no es una infracción de la
 ley, porque ninguna exigencia, humana o divina, justifica castigar
 a un hombre por obrar con justicia. Si los mortales pecan, nuestro
24 Juez Supremo decide con equidad qué castigo merece el pecado, y
 el Hombre Mortal puede sufrir sólo por su pecado. Por nada más
 puede él ser castigado, de acuerdo con la ley del Espíritu, Dios.


27 Entonces, ¿qué jurisdicción tenía su Señoría, el Juez Medicina,
 en este caso? A él podría yo decir, en el lenguaje de la Biblia:
 “¿Estás tú sentado para juzgar... conforme a la ley, y quebrantando
30 la ley... mandas golpear?” La única jurisdicción a la cual el
 prisionero puede someterse es la de la Verdad, la Vida y el Amor.
 Si ellos no lo condenan, tampoco el Juez Medicina lo condena; y
33 pido que al prisionero le sea devuelta la libertad de la cual ha sido
 privado injustamente.



Página 436



1 El testigo principal (el funcionario de las Leyes Sanitarias)
 declaró que fue testigo ocular de las buenas acciones por las
3 cuales el Hombre Mortal está bajo sentencia de muerte. Después
 de traicionarlo a manos de vuestra ley, el Agente de Sanidad
 desapareció, para reaparecer, sin embargo, en el juicio como un
6 testigo contra el Hombre Mortal y a favor del Sentido Personal,
 un asesino. Vuestro Tribunal Supremo debe reconocer que el
 prisionero, en la noche del presunto delito, estaba obrando con-
9 forme a la ley divina y en obediencia a la misma. De este estatuto
 depende toda la ley y el testimonio. Dar un vaso de agua fría en
 nombre del Cristo es un servicio cristiano. Al dar su vida por una
12 buena acción, el Hombre Mortal debiera hallarla nuevamente.
 Tales acciones llevan en sí su propia justificación y están bajo la
 protección del Altísimo.


15 Antes de la noche de su arresto, el prisionero llamó a dos
 supuestos amigos, la Materia Médica y la Fisiología, para que
 impidieran que él cometiera el delito de dolencia hepática, y lo
18 salvaran así del arresto. Mas ellos trajeron consigo a Temor, el
 alguacil, para precipitar el resultado que habían sido llamados a
 impedir. Fue el Temor quien esposó al Hombre Mortal y quien
21 ahora quisiera castigarlo. No habéis dejado al Hombre Mortal
 ninguna alternativa. Tiene que obedecer vuestra ley, temer sus
 consecuencias y ser castigado por su temor. Sus amigos lucharon
24 tenazmente por rescatar al prisionero del castigo que consideraban
 justamente merecido, pero fueron obligados a permitir que fuese
 detenido, procesado y condenado. Acto seguido el Juez Medicina
27  juzgó el caso, y concretamente exhortó al jurado, doce Mentes
 Mortales, a que declarara culpable al prisionero. Su Señoría
 sentenció al Hombre Mortal a morir por las obras mismas que la
30 ley divina ordena al hombre realizar. Así el Tribunal del Error
 interpretó la obediencia a la ley del Amor divino como desobe-
 diencia a la ley de la Vida. Pretendiendo proteger al Hombre
33 Mortal por hacer el bien, ese tribunal dictó una sentencia de
 muerte por el bien hacer.


 Uno de los testigos principales, el Nervio, testificó que él era



Página 437



1 un gobernador del Cuerpo, provincia en la cual reside el Hombre
 Mortal. También declaró que estaba íntimamente relacionado
3 con el demandante, y que sabía que el Sentido Personal era veraz;
 que conocía al Hombre, y que el Hombre fue hecho a la imagen de
 Dios, pero que era un criminal. Esta es una vil calumnia sobre el
6 Hacedor del hombre. Empaña el bello blasón de la omnipotencia.
 Indica malicia premeditada, una determinación de condenar al
 Hombre en interés del Sentido Personal. Ante el tribunal de la
9 Verdad, en presencia de la Justicia divina, ante el Juez de nuestro
 tribunal superior, el Tribunal Supremo del Espíritu, y ante los
 miembros de su jurado, los Sentidos Espirituales, proclamo que
12 este testigo, el Nervio, está privado de inteligencia y de verdad y es
 un testigo falso.


 El hombre destruido por sí mismo; el testimonio de la materia
15 respetado; la audiencia negada al Espíritu; el Alma considerada
 criminal aunque recomendada a la misericordia; el cuerpo
 indefenso e inocente torturado, estos son los registros terribles de
18 vuestro Tribunal del Error, y pido que el Tribunal Supremo del
 Espíritu revierta esta decisión.


 Aquí el abogado de la oposición, la Creencia Falsa,
21 llamó al orden a la Ciencia Cristiana por desacato al tri-
 bunal. Varios notables —la Materia Médica, la Anatomía,
 la Fisiología, la Teología Escolástica y la Jurisprudencia—
24 mocionaron la expulsión de la Ciencia Cristiana del tribunal
 por esa ilegalidad tan arbitraria. Declararon que la Ciencia
 Cristiana estaba trastornando los procedimientos judiciales
27 de un tribunal legalmente constituido.


 Pero el Juez Justicia del Tribunal Supremo del Espíritu
 invalidó sus mociones fundamentándose en que las prácticas
30 injustas no estaban permitidas en el tribunal de la Verdad, cuya
 categoría está por encima de la del Tribunal inferior del Error.


 El abogado, la Ciencia Cristiana, leyó entonces del
33 código supremo, la Biblia, ciertos pasajes sobre los Derechos



Página 438



1 del Hombre, advirtiendo que la Biblia era una autoridad
 mejor que la de Blackstone: —


3 Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
 semejanza; y señoree.


 He aquí os doy potestad... sobre toda fuerza del enemigo,
6 y nada os dañará.


 El que guarda mi palabra, nunca verá muerte.


 Entonces la Ciencia Cristiana probó que el testigo, el
9 Nervio, era un perjuro. En vez de ser un gobernador en
 la Provincia del Cuerpo, en la cual se dijo que el Hombre
 Mortal residía, el Nervio era un ciudadano insubordinado,
12 que presentaba falsas pretensiones al cargo y brindaba
 falso testimonio contra el Hombre. Volviéndose de repente
 hacia el Sentido Personal, a estas alturas callado, la Ciencia
15 Cristiana continuó: —


 Pido tu arresto en el nombre de Dios Todopoderoso, bajo la
 acusación de tres delitos distintos, a saber: perjurio, traición y
18 conspiración contra los derechos y la vida del hombre.


 Luego la Ciencia Cristiana continuó: —


 Otro testigo, igualmente inepto, dijo que la noche del delito
21 la Secreción Morbosa tendió sobre él una capa desagradable de
 saburra, aun cuando los hechos en el caso muestran que esta capa
 es una sustancia extraña, importada por la Creencia Falsa, el
24 abogado del Sentido Personal, que está en sociedad con el Error y
 contrabandea las mercancías del Error en el mercado sin la inspec-
 ción de los funcionarios del Alma. Cuando el Tribunal de la
27 Verdad emplazó a la Lengua Saburrosa para tomarle declaración,
 esta desapareció y jamás se supo de ella.


 La Secreción Morbosa no es importadora ni traficante de
30 capas, pero hemos oído a la Materia Médica explicar cómo se fabri-
 can estas capas, y sabemos que la Secreción Morbosa mantiene
 relaciones amistosas con la firma Sentido Personal, Error y Cía.,



Página 439



1 recibiendo pago de ellos e introduciendo sus productos en el
 mercado. Sépase también que la Creencia Falsa, el abogado del
3 demandante, el Sentido Personal, es un comprador para dicha
 firma. Fabrica para ella, mantiene un depósito de suministros y
 hace abundante publicidad para sus empleadores.


6 La Muerte testificó que estaba ausente de la Provincia del
 Cuerpo, cuando vino un mensaje de la Creencia Falsa ordenán-
 dole que tomara parte en el homicidio. Ante este requerimiento,
9 la Muerte acudió al lugar donde la dolencia hepática estaba en
 proceso, ahuyentando la Materia Médica, quien estaba entonces
 maniatando al prisionero en el intento por salvarlo. Por cierto
12 que la Materia Médica fue un partícipe mal orientado en la mala
 acción por la cual el Funcionario de Sanidad había detenido al
 Hombre Mortal, pese a que el Hombre Mortal era inocente.


15 La Ciencia Cristiana se volvió de los avergonzados tes-
 tigos, sus palabras destellando cual relámpagos en las caras
 perturbadas de estos dignatarios: la Teología Escolástica,
18 la Materia Médica, la Fisiología, el ciego Hipnotismo y el
 enmascarado Sentido Personal, y dijo: —


 Dios os golpeará, oh paredes blanqueadas, por perjudicar
21 en vuestra ignorancia al infortunado Hombre Mortal, quien
 buscó vuestra ayuda en su lucha contra la dolencia hepática y la
 Muerte. Vinisteis a rescatarle, sólo para imputarle un delito del
24 cual era inocente. Ayudasteis y apoyasteis el Temor y las Leyes
 Sanitarias. Traicionasteis al Hombre Mortal, al mismo tiempo
 que declarabais que la Enfermedad era el siervo de Dios y el justo
27 ejecutor de Sus leyes. Nuestros estatutos más elevados declaran
 que todos vosotros, testigos, jurados y jueces, sois delincuentes,
 que aguardan la sentencia que el Progreso General y el Amor
30 Divino pronunciarán.


 Enviamos a nuestros mejores detectives a toda localidad
 que se denuncia como acosada por la Enfermedad, mas al
33 visitar el lugar, encuentran que la Enfermedad jamás estuvo allí,



Página 440



1 pues le sería imposible eludir sus pesquisas. Vuestro Tribunal
 Material de Errores, cuando condenó al Hombre Mortal por
3 desobediencia a la higiene, fue manipulado por las untuosas
 maquinaciones del abogado, la Creencia Falsa, a quien la Verdad
 denuncia ante el tribunal supremo del Espíritu para que responda
6 por su delito. A la Secreción Morbosa se le enseña cómo hacer
 que el sueño embauque la razón antes de ofrecer a los mortales en
 sacrificio a sus falsos dioses.


9 Las Mentes Mortales fueron engañadas por vuestro abogado,
 la Creencia Falsa, y fueron influenciadas para que emitieran un
 veredicto que entregara al Hombre Mortal a la Muerte. Las bue-
12 nas acciones son transformadas en crímenes, a los cuales imponéis
 castigos; pero ninguna distorsión de la justicia puede transformar
 la desobediencia a las así llamadas leyes de la Materia en desobe-
15 diencia a Dios, o en un acto de homicidio. Aun el derecho penal
 considera que el homicidio, bajo el estrés de las circunstancias,
 es justificable. Pues, ¿qué mayor justificación puede tener una
18 acción que la de ser en beneficio del prójimo? ¿Por qué, entonces,
 en el nombre de la justicia ultrajada, sentenciáis al Hombre Mortal
 por atender las necesidades de su semejante en obediencia a la ley
21 divina? No podéis pisotear el decreto de la Corte Suprema. El
 Hombre Mortal tiene el derecho a apelar al Espíritu, Dios, quien
 condena sólo por el pecado.


24 Las falsas e injustas creencias de vuestros legisladores
 mentales humanos los compelen a promulgar leyes malvadas de
 enfermedades y demás, y luego a hacer que la obediencia a estas
27 leyes sea castigada como un crimen. En presencia del Legislador
 Supremo, compareciendo ante el tribunal de la Verdad, y de
 acuerdo con los estatutos divinos, yo repudio el falso testimonio
30 del Sentido Personal. Pido que se le prohíba entablar más deman-
 das contra el Hombre Mortal ante el Tribunal del Error Material.
 Apelo a las decisiones justas y equitativas del Espíritu divino para
33 restituir al Hombre Mortal los derechos de los que ha sido privado.


 Aquí el abogado defensor finalizó, y el Presidente
 del Tribunal Supremo, con aire benigno y majestuoso,



Página 441



1 comprendiendo y definiendo toda ley y toda evidencia,
 explicó, basándose en su código, la Biblia, que Exhorto del
3 cualquier así llamada ley, que pretenda castigar Presidente
 algo que no sea el pecado, es nula y sin validez.


 También decidió que al demandante, el Sentido Personal,
6 no le fuera permitido entablar ninguna demanda judicial
 ante el tribunal del Alma, sino que se le obligara a mantener
 silencio perpetuo, y en caso de tentación, a dar una fianza
9 considerable en garantía de buena conducta. Concluyó su
 exhorto de la manera siguiente: —


 Consideramos que el alegato de la Creencia Falsa no merece
12 una audiencia. Que caiga en el olvido lo que profiere la Creencia
 Falsa desde ahora y para siempre, “sin campanas, sin sepultura
 y sin cortejo”. Según nuestro estatuto, la Ley Material es men-
15 tirosa y no puede testificar contra el Hombre Mortal, ni puede
 el Temor arrestar al Hombre Mortal ni puede la Enfermedad
 encarcelarlo. Nuestra ley rehúsa reconocer al Hombre como
18 enfermo o moribundo, sino que lo considera para siempre como
 la imagen y semejanza de su Hacedor. Revirtiendo el testimonio
 del Sentido Personal y los decretos del Tribunal del Error a favor
21 de la Materia, el Espíritu decide a favor del Hombre y contra la
 Materia. Recomendamos, además, que la Materia Médica adopte
 la Ciencia Cristiana y que las Leyes Sanitarias, el Mesmerismo,
24 el Hipnotismo, la Hechicería Oriental y la Magia Esotérica sean
 ejecutados públicamente a manos de nuestro alguacil, el Progreso.


 La Corte Suprema decide a favor de la inteligencia, que
27 ninguna ley fuera de la Mente divina puede castigar o recompensar
 al Hombre Mortal. Vuestros jurados personales en el Tribunal del
 Error son mitos. Vuestro abogado, la Creencia Falsa, es un impos-
30 tor, que persuade a las Mentes Mortales a dictar un veredicto con-
 trario a la ley y al evangelio. El demandante, el Sentido Personal,
 está registrado en nuestro Libro de libros como un mentiroso.
33 Nuestro gran Maestro de jurisprudencia mental también se refiere
 a él como “homicida desde el principio”. No tenemos ningún juicio



Página 442



1 por enfermedad ante el Tribunal del Espíritu divino. Allí, el
 Hombre es considerado inocente de trasgredir las leyes físicas,
3 puesto que no hay tales leyes. Nuestro estatuto es espiritual,
 nuestro Gobierno es divino. “El Juez de toda la tierra, ¿no ha
 de hacer lo que es justo?”


6 El Jurado de los Sentidos Espirituales convino en
 seguida en dictar un veredicto, y por toda la vasta sala
 de la audiencia del Espíritu resonó el grito:
9 “Inocente”. Entonces el prisionero se levantó
 regenerado, fuerte, libre. Notamos que cuando estrechaba
 la mano de su abogado defensor, la Ciencia Cristiana, toda
12 su palidez y debilidad habían desaparecido. Su figura era
 erguida e imponente, su rostro resplandecía de salud y
 felicidad. El Amor divino había echado fuera el temor.
15 El Hombre Mortal, que ya no estaba enfermo ni preso, salió,
 sus pies “hermosos... sobre los montes”, como los de uno
 “que trae alegres nuevas”.


18 Ni el magnetismo animal ni el hipnotismo entran en la
 práctica de la Ciencia Cristiana, en la cual la verdad no puede
 ser revertida, sino que lo contrario del error es
21 verdadero. Una creencia mejorada no puede
 retroceder. Cuando el Cristo cambia una creencia de pecado
 o de enfermedad en una creencia mejor, entonces la creencia
24 se disuelve en comprensión espiritual, y el pecado, la enfer-
 medad y la muerte desaparecen. El Cristo, la Verdad, da a los
 mortales alimento y vestido temporarios hasta que lo mate-
27 rial, transformado con lo ideal, desaparece, y el hombre es
 vestido y alimentado espiritualmente. San Pablo dice:
 “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Jesús
30 dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le
 ha placido daros el reino”. Esta verdad es la Ciencia Cristiana.


 Científicos Cristianos, sed una ley para vosotros mismos
33 para que la malapráctica mental no pueda dañaros ni cuando
 dormís ni cuando estáis despiertos.





Página 443


Capítulo 13 — La enseñanza de la Ciencia Cristiana





Da al sabio,
y será más sabio;
enseña al justo,
y aumentará su saber. — Proverbios.


1 Cuando la descubridora de la Ciencia Cristiana es consul
 tada por sus seguidores sobre la conveniencia, ventaja
3 y coherencia de un estudio médico sistemático, El estudio
 ella trata de mostrarles que bajo circunstancias de la medicina
 comunes, recurrir a la fe en los medios corporales tiende a
6 impedir, a quienes hacen tal compromiso, la plena confianza
 en la Mente omnipotente como realmente poseedora de todo
 el poder. Si bien un curso de estudios médicos es a veces
9 severamente condenado por algunos Científicos Cristianos,
 ella piensa, como siempre lo ha pensado, que todos tienen
 el privilegio de ocuparse en su propia salvación según su
12 entendimiento, y que nuestro lema debiera ser el consejo del
 Maestro: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”.


 Si los pacientes no experimentan el poder sanador de
15 la Ciencia Cristiana, y piensan que pueden ser beneficiados
 mediante ciertos métodos físicos comunes de
 tratamiento médico, entonces el sanador por
18 la Mente debiera abandonar tales casos, y dejar a los inválidos
 en libertad para recurrir a cualquier otro sistema que crean
 que les proporcionará alivio. Así tales inválidos pueden apren-
21 der el valor del precepto apostólico: “Redarguye, reprende,
 exhorta con toda paciencia y doctrina”. Si los enfermos



Página 444



1 encuentran insatisfactorios estos recursos materiales, y no
 reciben ayuda de ellos, estos fracasos mismos puede que les
3 abran sus ciegos ojos. De algún modo, tarde o temprano,
 todos tienen que elevarse por encima de la materialidad, y
 el sufrimiento a menudo es el agente divino en esta elevación.
6 “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”,
 es el dictado de las Escrituras.


 Si los Científicos Cristianos alguna vez no llegan a recibir
9 ayuda de otros Científicos Cristianos —sus hermanos a
 quienes tal vez acudan— Dios seguirá guián-
 dolos hacia el uso correcto de medios tempora-
12 rios y medios eternos. Paso a paso, aquellos que en Él
 confían hallarán que “Dios es nuestro amparo y fortaleza,
 nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.


15 La autora aconseja a los estudiantes que sean caritativos
 y bondadosos, no sólo con las diferentes formas de religión
 y medicina, sino con aquellos que mantienen
18 estas opiniones diferentes. Seamos fieles en
 señalar el camino por medio del Cristo, como lo comprende-
 mos, pero también tengamos cuidado siempre de “juzgar con
21 justo juicio” y de no condenar jamás precipitadamente. “A
 cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también
 la otra”. Es decir: No temas que te hiera otra vez debido a tu
24 tolerancia. Si las sectas eclesiásticas o las escuelas médicas
 hacen oídos sordos a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana,
 entonces sepárate de estos opositores como lo hizo Abraham
27 cuando se separó de Lot, y di en tu corazón: “No haya ahora
 altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos,
 porque somos hermanos”. Los inmortales, o hijos de Dios en
30 la Ciencia divina, forman una sola familia armoniosa; pero
 los mortales, o los “hijos de los hombres” en el sentido
 material, son discordantes y a menudo falsos hermanos.


33 El maestro debe explicar a sus alumnos la Ciencia de la
 curación, especialmente su ética: que todo es Mente, y que



Página 445



1 el Científico Cristiano tiene que ajustarse a los requerimientos
 de Dios. Además el maestro tiene que capacitar concienzu-
3 damente a sus alumnos para que se defiendan
 del pecado, y se protejan contra los ataques del reglas explícitas
 supuesto asesino mental, quien intenta matar moral y física-
6 mente. Ninguna hipótesis sobre la existencia de otro poder
 debiera interponer dudas o temores que impidan la demos-
 tración de la Ciencia Cristiana. Desarrolla las energías y
9 capacidades latentes para el bien en tus alumnos. Enseña
 las grandes posibilidades del hombre dotado con la Ciencia
 divina. Enseña la peligrosa posibilidad de atrofiar, por medio
12 del pecado, la comprensión espiritual y la demostración de la
 Verdad, o por recurrir a medios materiales para sanar.
 Enseña la mansedumbre y el poder de una vida “escondida
15 con Cristo en Dios”, y no habrá ningún deseo de otros
 métodos sanadores. Oscureces y anulas la ley divina de la
 curación cuando pesas lo humano y lo divino en una misma
18 balanza, o limitas en cualquier dirección del pensamiento la
 omnipresencia y omnipotencia de Dios.


 La Ciencia Cristiana silencia la voluntad humana, calma
21 el temor con la Verdad y el Amor, e ilustra la acción espontá-
 nea de la energía divina en la curación de los
 enfermos. El egoísmo, la envidia, la pasión, el
24 orgullo, el odio y la venganza son echados fuera por la Mente
 divina que sana la enfermedad. La voluntad humana que hace
 y obra mentira, ocultando el Principio divino de la armonía,
27 es destructiva para la salud, y es la causa de la enfermedad
 más bien que su cura.


 Hay un gran peligro en enseñar sin discriminación
30 la curación-Mente, pasando así por alto la moral del alumno
 e interesándose sólo por los honorarios. Al
 recordar las palabras de Jefferson respecto a
33 la esclavitud: “Tiemblo, cuando recuerdo que Dios es justo”,
 la autora tiembla cada vez que ve a alguien que, por el mez-
 quino interés del dinero, enseña su conocimiento superficial



Página 446



1 del poder de la Mente, quizás comunicando su propia moral
 deficiente, y de esta manera comerciando sin piedad con una
3 comunidad que no está preparada para defenderse.


 Una lectura profunda de las obras de la autora sana las
 enfermedades. Si los pacientes a veces parecen empeorar
6 mientras leen este libro, el cambio puede provenir de la
 alarma del médico, o puede que indique la crisis de la enfer-
 medad. La perseverancia en la lectura cuidadosa del libro
9 generalmente ha curado por completo tales casos.


 Quienquiera que practique la Ciencia que la autora
 enseña, por medio de la cual la Mente derrama luz y curación
12 sobre esta generación, no puede dar tratamiento Exclusión de
 a nadie con motivos siniestros o maliciosos sin la malapráctica
 destruir su propio poder para sanar y su propia salud. El bien
15 tiene que dominar los pensamientos del sanador, o su demos-
 tración es prolongada, peligrosa e imposible en la Ciencia.
 Un motivo erróneo entraña fracaso. En la Ciencia de la cura-
18 ción-Mente es imperativo ser honesto, pues la victoria está
 del lado del bien inmutable. Comprender a Dios fortalece la
 esperanza, entroniza la fe en la Verdad y confirma las pala-
21 bras de Jesús: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días,
 hasta el fin del mundo”.


 Al resistir el mal, lo vences y compruebas su nada.
24 No son las banalidades humanas, sino las bienaventuranzas
 divinas las que reflejan la luz y el poder espiri-
 tuales que sanan a los enfermos. El ejercicio de vencida
27 la voluntad produce un estado hipnótico, nocivo para la
 salud y la integridad del pensamiento. Por tanto, es necesa-
 rio vigilar y estar en guardia contra esto. El encubrimiento
30 de la iniquidad impedirá la prosperidad y el triunfo final de
 cualquier causa. La ignorancia acerca del error a ser erradi-
 cado te expone a menudo a sus abusos.



Página 447



1 La ley celestial se quebranta al infringir el derecho
 individual del hombre de gobernarse a sí mismo. No tene-
3 mos ninguna autoridad en la Ciencia Cristiana, Los derechos
 y ningún derecho moral, para tratar de influen- humanos no han


 ciar los pensamientos de los demás, excepto
6 para beneficiarlos. En la práctica mental no debes olvidar
 que las opiniones humanas que yerran, los motivos egoístas
 contradictorios y los intentos ignorantes por hacer el bien,
9 pueden volverte incapaz de conocer o juzgar acertadamente
 la necesidad de tus semejantes. Por tanto, la regla es: sana a
 los enfermos cuando se solicite tu ayuda, y salva a las víctimas
12 de los asesinos mentales.


 La ignorancia, la astucia o la caridad falsa no ocultan el
 error para siempre; con el tiempo el mal se descubrirá y se
15 castigará a sí mismo. La acción recuperativa del Denuncia
 organismo, cuando está sostenida mentalmente el pecado sin


 por la Verdad, continúa naturalmente. Cuando
18 el pecado o la enfermedad —lo contrario de la armonía—
 parezca verídico al sentido material, comunica al paciente,
 sin alarmarlo ni desanimarlo, la verdad y la comprensión
21 espiritual que destruyen la enfermedad. Expón y denuncia
 las pretensiones del mal y de la enfermedad en todas sus
 formas, pero comprende que no hay realidad en ellas. Un
24 pecador no es reformado por asegurarle meramente que no
 puede ser un pecador porque no hay pecado. Para sofocar
 la pretensión del pecado, tienes que detectarla, arrancar la
27 máscara, señalar la ilusión, y así obtener la victoria sobre el
 pecado y comprobar de esta manera su irrealidad. Los
 enfermos no se sanan meramente declarando que no hay
30 enfermedad, sino sabiendo que no la hay.


 Un pecador teme arrojar la primera piedra. Puede
 que diga, como subterfugio, que el mal es irreal, pero para
33 saberlo, debe demostrar su declaración. Suponer que



Página 448



1 no hay pretensiones del mal y, sin embargo, consentirlas es
 una falta moral. La ceguedad y la justificación propia se
3 aferran a la iniquidad. Cuando el gemido del
 publicano se volvió al gran corazón del Amor,
 logró su humilde deseo. El mal que se encuentra en los
6 sentidos corporales, pero que el corazón condena, no tiene
 ningún fundamento; pero si el mal no se condena, no es
 negado y es fomentado. Bajo tales circunstancias, decir que
9 no hay mal es un mal en sí mismo. Cuando sea necesario, di
 la verdad concerniente a la mentira. Evadir la Verdad mutila
 la integridad y te arroja del pináculo.


12 La Ciencia Cristiana se eleva por encima de la evidencia
 de los sentidos corporales; pero si tú mismo no te has elevado
 por encima del pecado, no te felicites por tu
15 ceguera en cuanto al mal o por el bien que


 conoces y que no haces. Una postura desho-
 nesta está lejos de ser cristianamente científica. “El que
18 encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa
 y se aparta alcanzará misericordia”. Procura dejar en la mente
 de cada alumno la fuerte impresión de la Ciencia divina, un
21 elevado sentido de las calificaciones morales y espirituales
 requeridas para la curación, sabiendo bien que es imposible
 que el error, el mal y el odio logren los grandes resultados de
24 la Verdad y el Amor. Recibir o buscar enseñanzas opuestas
 a la Ciencia Cristiana absoluta siempre ha de impedir la
 demostración científica.


27 Si el alumno se adhiere estrictamente a las enseñanzas
 de la Ciencia Cristiana y no se aventura a quebrantar sus
 reglas, no puede dejar de tener éxito en la cura-
30 ción. Es Ciencia Cristiana hacer el bien, y nada a la rectitud
 menos que hacer el bien puede aspirar al nombre. Hablar
 bien y vivir mal es necio engaño, y quien más se perjudica
33 es uno mismo. Si tú mismo estás encadenado por el pecado,



Página 449



1 es difícil liberar a otro de las cadenas de la enfermedad.
 Con tus propias manos atadas, es arduo romper las cadenas
3 de otro. Un poco de levadura hace que toda la masa fermente.
 Un grano de la Ciencia Cristiana hace maravillas por los
 mortales, tan omnipotente es la Verdad, pero hay que ganar
6 más de la Ciencia Cristiana para continuar haciendo el bien.


 El mal que se hace a otro reacciona con mayor dureza
 sobre uno mismo. El bien ajusta la balanza tarde o temprano.
9 Piensa que es “más fácil pasar un camello por
 el ojo de una aguja”, que beneficiarte a ti mismo la balanza
 perjudicando a otros. El mercurio de la moral del hombre,
12 al subir o bajar, registra su capacidad sanadora y su aptitud
 para enseñar. Debieras practicar bien lo que sabes, y enton-
 ces avanzarás en proporción a tu honradez y fidelidad, cuali-
15 dades que aseguran el éxito en esta Ciencia; pero se requiere
 una comprensión más elevada para enseñar este tema debida
 y correctamente que para curar el caso más difícil.


18 El efecto pernicioso de las malas compañías se ve menos
 de lo que se siente. Debiéramos comprender la inoculación
 de malos pensamientos humanos y protegernos La inoculación
21 de ella. La primera impresión, hecha en una
 mente que es atraída o repelida de acuerdo al mérito o
 demérito personal, es un buen detector del carácter indivi-
24 dual. Ciertas mentes se encuentran sólo para separarse por
 repulsión simultánea. Son enemigos sin la ofensa preliminar.
 Los impuros están en paz con los impuros. Sólo la virtud es
27 una reprensión para el vicio. Un buen maestro de la Ciencia
 Cristiana mejora la salud y la moral de sus alumnos si los
 alumnos practican lo que se les enseña, y a menos que se
30 obtenga este resultado, el maestro es un Científico Cristiano
 sólo de nombre.



Página 450



1 Hay una clase numerosa de pensadores cuya intolerancia
 y presunción tergiversan todos los hechos a su conveniencia.
3 Su credo enseña la creencia en un Dios miste-
 rioso y sobrenatural, y en un diablo natural,
 todopoderoso. Otra clase, todavía más infortunada, es tan
6 depravada que parece ser inocente. Dicen una falsedad,
 mientras te miran mansamente a la cara, y jamás dejan de
 apuñalar a su benefactor en la espalda. Una tercera clase de
9 pensadores construye con mampostería firme. Son sinceros,
 generosos, nobles y por lo tanto, están abiertos a la aproxima-
 ción y al reconocimiento de la Verdad. Enseñar la Ciencia
12 Cristiana a tales personas no es tarea difícil. No se inclinan
 anhelantes al error, no gimen ante las exigencias de la Verdad,
 ni actúan como traidores por el rango y el poder.


15 Algunas personas ceden lentamente al toque de la Verdad.
 Pocas ceden sin una lucha, y muchas son renuentes a reco-
 nocer que han cedido; pero a menos que esta
18 admisión sea hecha, el mal se jactará de preva-
 lecer sobre el bien. El Científico Cristiano se ha alistado para
 disminuir el mal, la enfermedad y la muerte; y los vencerá al
21 comprender su nada y la totalidad de Dios, o el bien. La
 enfermedad no es para él una tentación menor que el pecado,
 y sana ambos al comprender el poder de Dios sobre ellos. El
24 Científico Cristiano sabe que son errores de creencia, que la
 Verdad puede destruir y destruirá.


 ¿Quién, que haya experimentado las peligrosas creencias
27 de que la vida, la sustancia y la inteligencia están separadas
 de Dios, puede decir que no hay error de creen-
 cia? Conociendo la pretensión del magnetismo falsas


30 animal, de que todo el mal se combina en la
 creencia de que hay vida, sustancia e inteligencia en la mate-
 ria, la electricidad, la naturaleza animal y la vida orgánica,



Página 451



1 ¿quién negará que estos son los errores que la Verdad tiene
 que aniquilar y aniquilará? Los Científicos Cristianos tienen
3 que vivir bajo la presión constante del mandato apostólico
 de salir del mundo material y apartarse de él. Tienen que
 renunciar a la agresión, a la opresión y al orgullo del poder.
6 El cristianismo, con la corona del Amor sobre su frente, tiene
 que ser la reina de sus vidas.


 Los estudiantes de la Ciencia Cristiana, que empiezan
9 con su letra y piensan tener éxito sin el espíritu, o bien harán
 naufragar su fe o serán desviados tristemente.
 No sólo tienen que buscar el camino estrecho
12 de la Vida, sino esforzarse por entrar en él, porque “ancha es
 la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y
 muchos son los que entran por ella”. El hombre camina en la
15 dirección hacia la que mira, y donde esté su tesoro, allí estará
 también su corazón. Si nuestras esperanzas y afectos son
 espirituales, vienen de lo alto, no de abajo, y dan como
18 antaño, los frutos del Espíritu.


 Todo Científico Cristiano, todo maestro concienzudo de
 la Ciencia de la curación-Mente, sabe que la voluntad humana
21 no es Ciencia Cristiana, y tiene que reconocer
 esto a fin de defenderse de la influencia de la
 voluntad humana. Se siente moralmente obligado a abrir los
24 ojos a sus alumnos para que puedan percibir la naturaleza y
 los métodos del error de toda clase, especialmente cualquier
 grado sutil del mal, que es engañado y engañador. Toda
27 malapráctica mental proviene de la ignorancia o de la malicia
 premeditada. Es la acción perjudicial de una mente mortal
 controlando otra por motivos erróneos, y es practicada con
30 fines equivocados o malignos.


 Muestra a tus alumnos que la malapráctica mental tiende a
 destruir el sentido moral, la salud y la vida humana. Enséñales



Página 452



1 cómo trancar la puerta de sus pensamientos contra este
 aparente poder, una tarea que no es difícil, cuando uno com-
3 prende que en realidad el mal no tiene ningún
 poder. El razonamiento incorrecto conduce al
 error en la práctica. El pensamiento erróneo debe ser dete-
6 nido antes que tenga ocasión de manifestarse.


 Andando en la luz, nos acostumbramos a la luz y la
 requerimos; no podemos ver en la oscuridad. Pero los ojos
9 acostumbrados a la oscuridad padecen con la
 luz. Cuando sobrepasas lo viejo, no debieras
 temer revestirte de lo nuevo. Tu curso de avance quizás
12 provoque envidia, pero también atraerá respeto. Cuando
 el error te confronte, no escatimes la reprensión o la explica-
 ción que destruye el error. Nunca respires una atmósfera
15 inmoral, excepto para tratar de purificarla. Es mejor el
 frugal refrigerio intelectual con el contento y la virtud, que
 el lujo de la erudición con el egotismo y el vicio.


18 El bien es radical. El maestro mismo tiene que conocer
 la verdad. Tiene que vivirla y amarla, o no puede impartirla
 a otros. Manchamos nuestros vestidos con el
21 conservadurismo, y luego tenemos que lavarlos infundadas
 hasta que queden limpios. Cuando el sentido espiritual de
 la Verdad revela sus armonías, no corres riesgos en la política
24 del error. Si esperas sanar simplemente repitiendo las pala-
 bras de la autora, hablando bien y obrando mal, te llevarás
 una desilusión. Tal práctica no demuestra la Ciencia por
27 la cual la Mente divina sana a los enfermos.


 Actuar por motivos pecaminosos destruye tu poder
 de sanar por el motivo correcto. Por otro lado, si tuvieras
30 la inclinación o el poder de practicar errónea-
 mente y luego adoptaras la Ciencia Cristiana,
 el poder erróneo sería destruido. Tú no niegas el derecho



Página 453



1 del matemático a distinguir lo correcto de lo incorrecto entre
 los ejemplos sobre la pizarra, ni dudas del músico cuando
3 distingue la armonía de la discordancia. De igual manera
 debiera admitirse que la autora entiende lo que está diciendo.


 El bien y el mal, la verdad y el error, lucharán en la mente
6 de los alumnos, hasta que la victoria descanse del lado de la
 verdad invencible. La quimicalización mental
 sigue a la explicación de la Verdad, y así se gana la victoria
9 una base más elevada; pero en algunos individuos los sínto-
 mas morbosos morales o físicos reaparecen constantemente.
 Jamás he presenciado efectos tan marcados por el uso de los
12 remedios materiales como por el uso de los espirituales.


 Enseña a tus alumnos que tienen que conocerse a sí
 mismos antes que puedan conocer a otros y atender las
15 necesidades humanas. La honestidad es poder Conocimiento
 espiritual. La deshonestidad es debilidad
 humana, que pierde el derecho a la ayuda divina. Descubres
18 el pecado, no para perjudicar, sino para bendecir al hombre
 corpóreo; y un motivo bueno tiene su recompensa. El pecado
 oculto es iniquidad espiritual en lugares elevados. El farsante
21 en esta Ciencia agradece a Dios que no haya mal, sin embargo,
 sirve al mal en nombre del bien.


 Debieras tratar la enfermedad mentalmente de la
24 misma manera que tratarías el pecado, excepto que no
 tienes que decir al paciente que está enfermo
 ni dar nombres a las enfermedades, porque tal
27 curso aumenta el temor, el fundamento de la enfermedad,
 e imprime más profundamente el cuadro mental erróneo.
 La medicina del Científico Cristiano es la Mente, la Verdad
30 divina que hace libre al hombre. Un Científico Cristiano
 nunca recomienda la higiene material, nunca manipula. No
 infringe los derechos de la mente ni tampoco puede practicar



Página 454



1 el magnetismo animal o hipnotismo. No se necesita añadir
 que el uso de tabaco o de bebidas alcohólicas no está en
3 armonía con la Ciencia Cristiana.


 Enseña a tus alumnos la omnipotencia de la Verdad,
 la cual ilustra la impotencia del error. La comprensión, aun
6 en cierto grado, del Todopoder divino destruye La impotencia
 el temor, y planta los pies en la senda verdadera, del odio
 la senda que conduce hacia la casa no hecha de manos,
9 “eterna, en los cielos”. El odio humano no tiene mandato
 legítimo ni reino. El Amor está entronizado. Que el mal
 o materia no tiene ni inteligencia ni poder es la doctrina de
12 la Ciencia Cristiana absoluta, y esta es la gran verdad que
 arranca todo disfraz al error.


 Quien comprende, en grado suficiente el Principio de
15 la curación-Mente, señala a sus alumnos el error así como
 la verdad, la práctica incorrecta así como la
 correcta. El amor a Dios y al hombre es el
18 verdadero incentivo tanto en la curación como en la ense-
 ñanza. El Amor inspira, ilumina, designa y va adelante en
 el camino. Los motivos correctos dan alas al pensamiento,
21 y fuerza y libertad a la palabra y a la acción. El Amor es
 sacerdotisa en el altar de la Verdad. Espera pacientemente
 a que el Amor divino se mueva sobre la faz de las aguas de
24 la mente mortal, y forme el concepto perfecto. La paciencia
 debe “[tener] su obra completa”.


 No despidas a tus alumnos al terminar el curso, pen-
27 sando que ya no tienes nada más que hacer por ellos. Que
 tus cuidados y consejos amorosos apoyen todos Continuidad
 sus débiles pasos, hasta que tus alumnos anden del interés
30 seguros por el camino recto y estrecho. La superioridad
 del poder espiritual sobre el sensorio es el punto central de
 la Ciencia Cristiana. Recuerda que la letra y el argumento
33 mental son sólo auxiliares humanos para ayudar a poner



Página 455



1 el pensamiento en concordancia con el espíritu de la Verdad
 y el Amor, que sana a los enfermos y los pecadores.


3 Un estado mental de condenación propia y culpa o una
 confianza vacilante y dubitativa en la Verdad son condiciones
 inadecuadas para sanar a los enfermos. Tales
6 estados mentales indican debilidad en vez de
 fuerza. De ahí la necesidad de que tú mismo seas recto para
 poder enseñar esta Ciencia de la curación. Tienes que utilizar
9 el poder moral de la Mente para poder andar sobre las olas
 del error y apoyar tus reivindicaciones mediante la demostra-
 ción. Si tú mismo estás perdido en la creencia de enfermedad
12 o pecado y en el temor a ellos, y si, conociendo el remedio, no
 usas las energías de la Mente en beneficio propio, puedes
 ejercer poco o ningún poder para ayudar a los demás. “Saca
15 primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
 sacar la paja del ojo de tu hermano”.


 El alumno que recibe sus conocimientos de la Ciencia
18 Cristiana, o curación metafísica, de un maestro humano,
 puede que esté equivocado en el juicio o en la
 demostración, pero Dios no puede equivocarse. concedido por


21 Dios escoge para el servicio más elevado a quien
 haya logrado una aptitud tal para ello que cualquier abuso de
 la misión se hace imposible. El Todo-sabio no concede Sus
24 cargos más elevados al indigno de ellos. Cuando Él comi-
 siona a un mensajero, es uno que está espiritualmente cerca
 de Él. Nadie puede hacer mal uso de este poder mental, si es
27 enseñado por Dios a discernirlo.


 Este punto importante en la Ciencia Cristiana no ha de
 pasarse por alto: que la misma fuente no puede echar a la vez
30 agua dulce y amarga. Cuanto más elevados
 tus logros en la Ciencia de la curación mental
 y en la enseñanza, tanto más imposible te será influenciar



Página 456



1 intencionalmente a la humanidad contrariamente a sus espe-
 ranzas y logros más elevados.


3 Enseñar o practicar en el nombre de la Verdad, pero en
 contra de su espíritu o reglas, es charlatanería peligrosísima.
 La estricta adhesión al Principio divino y a
6 las reglas del método científico ha asegurado
 el único éxito a los estudiantes de la Ciencia Cristiana. Esto
 solo les da derecho a la alta consideración de que la mayoría
9 de ellos disfruta en la comunidad, una reputación justificada
 por los resultados de sus esfuerzos. Quienquiera que afirme
 que hay más de un Principio y método de demostrar la
12 Ciencia Cristiana se equivoca en gran manera, por ignorancia
 o intencionalmente, y se aparta a sí mismo de la verdadera
 concepción de la curación por la Ciencia Cristiana y de la
15 posibilidad de demostrarla.


 Cualquier deshonestidad en tu teoría y práctica delata
 una tosca ignorancia del método de la curación-Cristo.
18 La Ciencia no hace concesiones a personas u
 opiniones. Tiene uno que permanecer en la


 moral de la verdad o no puede demostrar el
21 Principio divino. Mientras la materia sea la base de la prác-
 tica, la enfermedad no puede ser tratada eficazmente por el
 proceso metafísico. La Verdad hace la obra, y tienes tanto
24 que comprender el Principio divino de tu demostración
 como permanecer en él.


 Un Científico Cristiano requiere mi obra Ciencia y Salud
27 como su libro de texto, y así también todos sus alumnos y
 pacientes. ¿Por qué? Primero: Porque es la
 voz de la Verdad para esta época, y contiene
30 la declaración completa de la Ciencia Cristiana, o la Ciencia
 de la curación por la Mente. Segundo: Porque fue el primer
 libro conocido que contuvo una declaración minuciosa de la
33 Ciencia Cristiana. En consecuencia, dio las primeras reglas



Página 457



1 para demostrar esta Ciencia, y registró la Verdad revelada
 incontaminada por hipótesis humanas. Otras obras, que han
3 copiado de este libro sin darle el reconocimiento debido, han
 adulterado la Ciencia. Tercero: Porque este libro ha hecho
 más por el maestro y el alumno, por el sanador y el paciente,
6 de lo que han logrado otros libros.


 Desde que la luz divina de la Ciencia Cristiana alboreó
 por primera vez sobre la autora, jamás ha usado este recién
9 descubierto poder en ninguna dirección que ella La pureza
 temiese no haber comprendido correctamente. de la ciencia
 Su objetivo principal, desde que entró en este campo de acción,
12 ha sido el de prevenir el sufrimiento, no el de producirlo.
 Es evidente de por sí que científicamente no se puede curar
 y causar la enfermedad a la vez. En la leyenda del escudo,
15 que provocó una reyerta entre dos caballeros porque cada
 uno de ellos podía ver un solo lado del mismo, ambos lados
 eran bellos según su alcance; pero en la malapráctica mental,
18 prolífica en mal, no hay aspecto bueno, ni plateado ni dorado.


 La Ciencia Cristiana no es una excepción a la regla
 general de que no hay excelencia si no se trabaja en línea
21 recta. Uno no puede dispersar el fuego, y al
 mismo tiempo dar en el blanco. Seguir otras
 vocaciones y avanzar rápidamente en la demostración de esta
24 Ciencia no es posible. Al apartarse de la Ciencia Cristiana,
 algunos estudiantes recomiendan dietas e higiene. Hasta las
 practican, intentando con ello iniciar la curación que preten-
27 den completar con la Mente, ¡como si lo carente de inteligen-
 cia pudiera ayudar a la Mente! La demostración del Científico
 Cristiano descansa sobre un único Principio, y no debe ni
30 puede haber ninguna regla opuesta. Aplíquese este Principio
 a la cura de las enfermedades sin emplear otros medios.



Página 458



1 La charlatanería mental descansa sobre la misma plata-
 forma que cualquier otra charlatanería. El punto principal de
3 esta plataforma es la doctrina de que la Ciencia Charlatanería
 tiene dos principios asociados, uno bueno y el
 otro malo —uno espiritual, el otro material— y que estos dos
6 pueden obrar simultáneamente sobre los enfermos. Se supone
 que esta teoría favorece la práctica tanto desde el punto de
 vista mental como del material. Otro punto de la plataforma
9 es este: que el error finalmente tendrá el mismo efecto que la
 verdad.


 De ninguna manera es científicamente cristiano pensar en
12 ayudar al Principio divino de la curación o tratar de sostener
 el cuerpo humano hasta que la Mente divina
 esté preparada para atender el caso. La divini-
15 dad siempre está preparada. Semper paratus es el lema de
 la Verdad. Habiendo visto tanto sufrimiento debido a la
 charlatanería, la autora desea mantenerla fuera de la Ciencia
18 Cristiana. La espada de dos filos de la Verdad ha de revol-
 verse en toda dirección para guardar “el árbol de la vida”.


 El pecado hace embestidas mortales al Científico Cristiano
21 a medida que el ritualismo y el credo son llamados a ceder el
 lugar a la ley más elevada, pero la Ciencia ate-
 nuará la malicia mortal. El hombre científica-
24 mente cristiano refleja la ley divina, tornándose así en una ley
 para sí mismo. Él no comete violencia contra nadie. Tampoco
 es un falso acusador. El Científico Cristiano modela su curso
27 sabiamente, y es honesto y coherente al seguir las indicaciones
 de la Mente divina. Él tiene que comprobar, mediante su
 manera de vivir así como sanando y enseñando, que el camino
30 del Cristo es el único por el cual los mortales se salvan radical-
 mente del pecado y la enfermedad.


 El cristianismo hace que los hombres se vuelvan



Página 459



1 naturalmente de la materia al Espíritu, como la flor se vuelve
 de la oscuridad a la luz. El hombre entonces se apropia de
3 aquellas cosas que “ojo no vio, ni oído oyó”.
 Pablo y Juan tuvieron una clara comprensión
 de que, así como el hombre mortal no alcanza honores mun-
6 danos excepto mediante el sacrificio, de igual manera tiene
 que ganar las riquezas celestiales abandonando toda munda-
 nalidad. Entonces no tendrá nada en común con los afectos,
9 motivos y objetivos del mundano. No juzgues el avance futuro
 de la Ciencia Cristiana por los pasos ya dados, para que tú
 mismo no seas condenado por no haber dado el primer paso.


12 Cualquier intento de sanar a los mortales con la mente
 mortal que yerra, en vez de apoyarse en la omnipotencia
 de la Mente divina, se comprobará que es un
15 fracaso. Encomendar el mero proceso de la
 curación mental a los débiles mortales no instruidos ni
 refrenados por la Ciencia Cristiana, es como poner un cuchi-
18 llo afilado en las manos de un ciego o de un loco furioso,
 y soltarlo en las calles de una ciudad atestadas de gente.
 Animado por la malicia o por la ignorancia, un practicista
21 falso ocasionará daño, y la ignorancia es más dañina que la
 malignidad deliberada, cuando se desconfía de esta última
 y es frustrada en sus comienzos.


24 Para el sentido mortal la Ciencia Cristiana parece abs-
 tracta, pero el proceso es simple y los resultados son seguros si
 la Ciencia es comprendida. El árbol que da buen Resultados
27 fruto tiene que ser bueno. Guiado por la Verdad seguros
 divina y no por conjeturas, el teólogo (es decir, el estudiante
 —el expositor cristiano y científico— de la ley divina) trata
30 la enfermedad con resultados más seguros que cualquier otro
 sanador sobre la tierra. El Científico Cristiano debiera com-
 prender las reglas de la metafísica divina expuestas en esta



Página 460



1 obra, adherirse estrictamente a ellas, y apoyar su demostra-
 ción sobre esta base segura.


3 La ontología es definida como “la ciencia de los compo-
 nentes y las relaciones necesarios de todos los seres”, y ella
 subyace toda práctica metafísica. Nuestro
6 sistema de curación-Mente descansa sobre la
 comprensión de la naturaleza y esencia de todo el ser, sobre
 la Mente divina y las cualidades esenciales del Amor. Su
9 farmacia es moral, y su medicina es intelectual y espiritual,
 aun cuando se utilice para la curación física. Sin embargo,
 esta parte tan fundamental de la metafísica es la más difícil
12 de comprender y demostrar, porque para el pensamiento
 material todo es material, hasta que tal pensamiento es rectifi-
 cado por el Espíritu.


15 La enfermedad no es ni imaginaria ni irreal, esto es, para
 el sentido atemorizado y falso del paciente. La enfermedad
 es más que fantasía; es una sólida convicción.
18 Por lo tanto, tiene que ser tratada por medio
 de la comprensión correcta de la verdad del ser. Si los que
 conocen la Ciencia sólo superficialmente hacen mal uso de
21 la curación cristiana, esta se convierte en una tediosa genera-
 dora de daño. En lugar de efectuar científicamente una
 curación, inicia un despreciable fuego cruzado sobre todo
24 lisiado e inválido, abofeteándolos con la superficial y fría
 aserción: “No tienes nada”.


 Cuando la Ciencia de la Mente era una revelación reciente
27 para la autora, ella tenía que comunicar, al impartir esas
 grandes verdades, el matiz de las ideas espiritua-
 les desde su propia condición espiritual, y tuvo tempranas


30 que hacer esto oralmente mediante el exiguo
 conducto provisto por el lenguaje y mediante su manuscrito
 que circulaba entre los alumnos. A medida que las antiguas
33 creencias eran gradualmente expulsadas de su pensamiento, la
 enseñanza se volvía más clara, hasta que finalmente la sombra
 de viejos errores ya no se proyectó sobre la Ciencia divina.



Página 461



1 No mantengo que alguien pueda existir en la carne
 sin alimento ni vestido; pero sí creo que el hombre verda-
3 dero es inmortal y que vive en el Espíritu, no
 en la materia. La Ciencia Cristiana debe ser
 aceptada en esta época por inducción. Admitimos el todo,
6 porque una parte se ha comprobado y esa parte ilustra y
 comprueba el Principio entero. La Ciencia Cristiana puede
 ser enseñada sólo por aquellos que están moralmente adelan-
9 tados y espiritualmente dotados, pues no es superficial, ni es
 discernida desde el punto de vista de los sentidos humanos.
 Sólo por la iluminación del sentido espiritual puede arrojarse
12 sobre esta Ciencia la luz de la comprensión, porque la Ciencia
 revierte la evidencia ante los sentidos materiales y propor-
 ciona la interpretación eterna de Dios y el hombre.


15 Si crees que estás enfermo, ¿debieras decir: “Estoy
 enfermo”? No, pero a veces debieras dar a conocer tu creen-
 cia, si es esto un requisito para proteger a otros. Si cometes
18 un crimen, ¿debieras reconocer que tú mismo eres un
 criminal? Sí. Tus respuestas debieran ser distintas a causa
 de los distintos efectos que producen. Por lo general, admitir
21 que estás enfermo hace menos curable tu caso, mientras que
 reconocer tu pecado ayuda a destruirlo. Tanto el pecado
 como la enfermedad son el error, y la Verdad es su remedio.
24 La verdad en cuanto al error es que el error no es verdadero,
 por lo tanto, es irreal. Para comprobar científicamente
 el error o irrealidad del pecado, tienes que ver primero la
27 pretensión del pecado, y entonces destruirla. Mientras que,
 para comprobar científicamente el error o irrealidad de la
 enfermedad, mentalmente tienes que dejar de ver la enferme-
30 dad; entonces ya no la sentirás, y es destruida.


 La enseñanza sistemática y el crecimiento espiritual de
 los alumnos y su experiencia en la práctica son requisitos



Página 462



1 para una comprensión profunda de la Ciencia Cristiana.
 Algunos individuos asimilan la verdad más fácilmente que
3 otros, pero cualquier alumno, que se adhiere
 a las reglas divinas de la Ciencia Cristiana y
 embebe el espíritu del Cristo, puede demostrar la Ciencia
6 Cristiana, echar fuera el error, sanar a los enfermos y añadir
 continuamente a su caudal de comprensión espiritual,
 potencia, iluminación y éxito.


9 Si los alumnos salen a practicar las enseñanzas de la
 Verdad sólo en parte, dividiendo sus intereses entre Dios
 y las riquezas y sustituyendo la Verdad por sus
12 propios puntos de vista, inevitablemente cose-
 charán el error que siembren. Quienquiera que desee demos-
 trar la curación por la Ciencia Cristiana, tiene que atenerse
15 estrictamente a sus reglas, tener en cuenta cada declaración,
 y avanzar desde los rudimentos establecidos. No hay nada
 difícil ni penoso en esta tarea, cuando el camino está seña-
18 lado; pero sólo la renuncia al yo, la sinceridad, el cristianismo
 y la persistencia ganan el premio, como generalmente lo
 hacen en todas las actividades de la vida.


21 La anatomía, cuando es concebida espiritualmente, es el
 conocimiento mental de uno mismo, y consiste en la disección
 de los pensamientos para descubrir su calidad, La anatomía
24 cantidad y origen. ¿Son los pensamientos divi-
 nos o humanos? Esa es la pregunta importante. Esta rama
 del estudio es indispensable para la escisión del error. La
27 anatomía de la Ciencia Cristiana enseña cuándo y cómo
 sondar las heridas del egoísmo, la malicia, la envidia y el odio,
 que uno se inflige a sí mismo. Enseña a controlar la ambición
30 desenfrenada. Revela las sagradas influencias del altruismo,
 de la filantropía, del amor espiritual. Insta a gobernar el
 cuerpo tanto en la salud como en la enfermedad. El Científico
33 Cristiano, mediante la comprensión de la anatomía mental,



Página 463



1 discierne y combate la verdadera causa de la enfermedad.
 El médico de la materia anda a tientas entre fenómenos, que
3 fluctúan a cada instante bajo influencias no abarcadas en su
 diagnóstico, y así puede que tropiece y caiga en la oscuridad.


 Maestro y alumno debieran estar familiarizados también
6 con la obstetricia enseñada por esta Ciencia. Para asistir
 debidamente el nacimiento de la nueva criatura, Obstetricia
 o idea divina, debieras apartar el pensamiento
9 mortal de sus concepciones materiales de tal manera, que
 el nacimiento sea natural y sin peligro. Aunque acumule
 nuevas energías, esta idea no puede causar daño a su útil
12 recinto en el trabajo de parto del nacimiento espiritual.
 Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta
 verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo. La nueva
15 idea, concebida y nacida de la Verdad y el Amor, está vestida
 de blanco. Su comienzo será manso, su desarrollo robusto,
 y su madurez imperecedera. Cuando este nuevo nacimiento
18 tiene lugar, la criatura en la Ciencia Cristiana nace del
 Espíritu, nace de Dios, y no puede causar más sufrimiento
 a la madre. Por esto sabemos que la Verdad está aquí y ha
21 cumplido su obra perfecta.


 Decidir rápidamente cuál es el adecuado tratamiento
 para el error —ya sea que el error se manifieste en forma de
24 enfermedad, pecado o muerte— es el primer
 paso hacia la destrucción del error. Nuestro
 Maestro trataba el error por medio de la Mente. Jamás exigió
27 obediencia a las leyes de la naturaleza, si por estas se quiere
 decir que son leyes de la materia, ni tampoco usó medica-
 mentos. Hay una ley de Dios aplicable a la curación, y es una
30 ley espiritual en vez de material. Los enfermos no son sana-
 dos por medio de la inanimada materia o los medicamentos,
 como ellos creen que lo son. Tal aparente efecto médico o
33 acción médica es la de la así llamada mente mortal.


 Se le ha dicho a la autora: “El mundo es beneficiado



Página 464



1 por usted, pero siente su influencia sin verla. ¿Por qué no se
 da a conocer más ampliamente?” Si sus amigos supieran qué
3 poco tiempo ha tenido la autora para hacerse
 conocer públicamente, excepto por medio de
 sus laboriosas publicaciones —y cuánto tiempo y trabajo se
6 requieren aún para establecer las sublimes operaciones de
 la Ciencia Cristiana— ellos comprenderían por qué vive tan
 retirada. Otros no podrían tomar su lugar, aunque estuvie-
9 ran dispuestos a hacerlo. Por tanto, ella permanece sin ser
 vista en su puesto, no en busca de su propio engrandeci-
 miento, sino orando, velando y trabajando por la redención
12 del género humano.


 Si debido a una lesión o por cualquier otra causa, un
 Científico Cristiano fuese atacado por un dolor tan violento
15 que no pudiera darse un tratamiento mental a sí mismo
 —y los Científicos Cristianos no hubieran logrado aliviarlo—
 el sufridor podría llamar a un cirujano que le administraría
18 una inyección hipodérmica; entonces, al calmarse la creencia
 de dolor, él podría atender su propio caso mentalmente. Así
 es como “lo examinamos todo; y retenemos lo bueno”.


21 Al fundar un sistema patológico de cristianismo,
 la autora se ha esforzado por exponer el Principio divino,
 y no por exaltar la personalidad. Las armas de
24 la intolerancia, la ignorancia, la envidia, caen correcto y su


 ante un corazón honesto. Adulterar la Ciencia
 Cristiana la anula. La falsedad no tiene ningún fundamento.
27 “El asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan
 las ovejas”. Ni la deshonestidad ni la ignorancia fundaron
 jamás, ni pueden derribar, un sistema científico de ética.





Página 465


Capítulo 14 — Recapitulación




Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato,
renglón tras renglón, línea sobre línea,
un poquito allí, otro poquito allá. — Isaías.


1 Este capítulo es de la primera edición del libro de clase de
 la autora, cuyo título de propiedad literaria se obtuvo
3 en 1870. Después de ardua labor y de una acrecentada
 comprensión espiritual, ella revisó dicho tratado para esta
 obra en 1875. La Ciencia Cristiana absoluta impregna sus
6 declaraciones, para elucidar la metafísica científica.


 Pregunta. — ¿Qué es Dios?
9 Respuesta. — Dios es la Mente, el Espíritu, el Alma, el Principio,
 la Vida, la Verdad, el Amor, incorpóreos, divinos, supremos,
 infinitos.
12 Pregunta. — ¿Son sinónimos estos términos?
 Respuesta. — Lo son. Se refieren a un Dios único y absoluto.
 También tienen la intención de expresar la naturaleza, esencia
15 y plenitud de la Deidad. Los atributos de Dios son la justicia,
 la misericordia, la sabiduría, la bondad, y demás.
 Pregunta. — ¿Hay más de un Dios o Principio?
18 Respuesta. — No lo hay. El Principio y su idea es uno, y este
 uno es Dios, el Ser omnipotente, omnisciente y omnipresente,



Página 466



1 y Su reflejo es el hombre y el universo. Omni es tomado
 del adjetivo latino que significa todo. Por lo tanto, en Dios
3 se combina todo el poder o la potencia, toda la ciencia o el
 conocimiento verdadero, toda la presencia. Las variadas
 manifestaciones de la Ciencia Cristiana indican la Mente,
6 jamás la materia, y tienen un único Principio.
 Pregunta. — ¿Qué son los espíritus y las almas?
 Respuesta. — Para la creencia humana, son personalidades
9 constituidas de mente y materia, vida y muerte, verdad y
 error, bien y mal; pero estos pares de términos
 contrastantes representan contrarios que, como lo irreal
12 la Ciencia Cristiana revela, ni moran juntos ni se asimilan
 entre sí. La Verdad es inmortal; el error es mortal. La Verdad
 es ilimitada; el error es limitado. La Verdad es inteligente; el
15 error es carente de inteligencia. Además, la Verdad es real, y
 el error es irreal. Esta última declaración contiene el punto
 que admitirás con mayor renuencia, aunque desde el primero
18 al último es el que más importa comprender.


 El término almas o espíritus es tan impropio como el
 término dioses. Alma o Espíritu significa Deidad y nada más.
21 No hay alma finita ni espíritu finito. Alma o
 Espíritu significa una única Mente, y no puede redimida
 ser usado en plural. La mitología pagana y la teología judaica
24 han perpetuado la falacia de que la inteligencia, el alma y la
 vida pueden estar en la materia; y la idolatría y el ritualismo
 son el producto de todas las creencias elaboradas por el
27 hombre. La Ciencia del cristianismo viene con aventador en
 mano a separar la paja del trigo. La Ciencia declarará correc-
 tamente a Dios, y el cristianismo demostrará esta declaración
30 y su Principio divino, mejorando al género humano física,
 moral y espiritualmente.



Página 467



1 Pregunta. — ¿Cuáles son las exigencias de la Ciencia del Alma?
 Respuesta. — La primera exigencia de esta Ciencia es: “No
3 tendrás dioses ajenos delante de mí”. Este mí es el Espíritu.
 Por lo tanto, el mandato significa esto: No ten-
 drás ninguna inteligencia, ninguna vida, nin-
6 guna sustancia, ninguna verdad, ningún amor, salvo el que
 sea espiritual. La segunda es semejante: “Amarás a tu prójimo
 como a ti mismo”. Debiera entenderse plenamente que todos
9 los hombres tienen una única Mente, un único Dios y Padre,
 una única Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfec-
 cionará en la proporción en que este hecho se torne aparente,
12 cesarán las guerras y la verdadera hermandad del hombre
 será establecida. Al no tener otros dioses, al no recurrir a
 ninguna otra sino a la única Mente perfecta para que lo guíe,
15 el hombre es la semejanza de Dios, puro y eterno, y tiene esa
 Mente que estaba también en Cristo.


 La Ciencia revela que el Espíritu, el Alma, no está en el
18 cuerpo, y que Dios no está en el hombre, sino que es reflejado
 por el hombre. Lo mayor no puede estar en lo
 menor. La creencia de que lo mayor puede estar confinada


21 en lo menor es un error que hace mal. Este es
 un punto primordial en la Ciencia del Alma: que el Principio
 no está en su idea. El Espíritu, el Alma, no está confinado en
24 el hombre, y jamás está en la materia. Razonamos imperfec-
 tamente de efecto a causa cuando concluimos que la materia
 es el efecto del Espíritu; mas el razonamiento a priori muestra
27 que la existencia material es enigmática. El Espíritu da la
 idea mental verdadera. No podemos interpretar el Espíritu,
 la Mente, por medio de la materia. La materia ni ve ni oye
30 ni siente.


 Razonando de causa a efecto en la Ciencia de la Mente,
 comenzamos con la Mente, que ha de ser com-
33 prendida mediante la idea que la expresa y no
 puede aprenderse de su opuesto, la materia. Así llegamos a



Página 468



1 la Verdad, o inteligencia, que desarrolla su propia idea infalible
 y jamás puede estar coordinada con las ilusiones humanas.
3 Si el Alma pecase, sería mortal, pues el pecado es el yo de la
 mortalidad, porque se mata a sí mismo. Si la Verdad es inmor-
 tal, el error tiene que ser mortal, porque el error es desemejante
6 a la Verdad. Porque el Alma es inmortal, el Alma no puede
 pecar, pues el pecado no es la verdad eterna del ser.
 Pregunta. — ¿Cuál es la declaración científica del ser?
9 Respuesta. — No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia
 en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación
 infinita, pues Dios es Todo‐en‐todo. El Espíritu es la Verdad
12 inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real
 y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es
 Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el
15 hombre no es material; él es espiritual.
 Pregunta. — ¿Qué es la sustancia?
 Respuesta. — La sustancia es aquello que es eterno e incapaz
18 de manifestar discordia y decadencia. La Verdad, la Vida
 y el Amor son sustancia, como las Escrituras
 usan esta palabra en Hebreos: “La certeza
21 [la sustancia]* de lo que se espera, la convicción de lo que no
 se ve”. El Espíritu, el sinónimo de la Mente, el Alma, o Dios,
 es la única sustancia verdadera. El universo espiritual, inclu-
24 yendo el hombre individual, es una idea compuesta, que
 refleja la sustancia divina del Espíritu.
 Pregunta. — ¿Qué es la Vida?
27 Respuesta. — La Vida es el Principio divino, la Mente, el Alma,
 el Espíritu. La Vida no tiene comienzo ni fin. La La eternidad
 eternidad, no el tiempo, expresa el pensamiento de la Vida
30 de la Vida, y el tiempo no es parte de la eternidad. Uno cesa en
 la proporción en que la otra es reconocida. El tiempo es finito;
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 469



1 la eternidad es para siempre infinita. La Vida ni está en la
 materia ni es de ella. Lo que se denomina materia es descono-
3 cido para el Espíritu, el cual incluye en sí mismo toda la sus­
 tancia y es la Vida eterna. La materia es un concepto humano.
 La Vida es la Mente divina. La Vida no es limitada. La muerte
6 y lo finito son desconocidos para la Vida. Si la Vida alguna
 vez tuvo un comienzo, también tendría un final.
 Pregunta. — ¿Qué es la inteligencia?
9 Respuesta. — La inteligencia es omnisciencia, omnipresencia
 y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente
 infinita, del Principio trino y uno —la Vida, la Verdad y el
12 Amor— llamado Dios.
 Pregunta. — ¿Qué es la Mente?
 Respuesta. — La Mente es Dios. El exterminador del error es
15 la gran verdad de que Dios, el bien, es la Mente única, y que
 lo supuestamente opuesto de la Mente infinita
 —llamado diablo o mal— no es la Mente, no es sentido


18 la Verdad, sino el error, sin inteligencia o reali-
 dad. No puede haber sino una sola Mente, porque no hay
 sino un solo Dios; y si los mortales no reclamaran otra Mente
21 ni aceptaran ninguna otra, el pecado sería desconocido. No
 podemos tener sino una única Mente, si esa única es infinita.
 Sepultamos el sentido de infinitud cuando admitimos que,
24 aunque Dios es infinito, el mal tiene un lugar en esta infini-
 tud, pues el mal no puede tener lugar donde todo el espacio
 está ocupado por Dios.


27 Perdemos el elevado significado de la omnipotencia cuando,
 después de admitir que Dios, o el bien, es omnipresente y tiene
 todo el poder, creemos aún que hay otro poder, El único
30 denominado el mal. Esta creencia de que hay
 más de una mente es tan perniciosa para la teología divina
 como lo son la mitología antigua y la idolatría pagana. Con



Página 470



1 un único Padre, o sea, Dios, todos en la familia humana
 serían hermanos; y con una única Mente, y siendo esa Dios,
3 o el bien, la hermandad del hombre consistiría en Amor y
 Verdad, y tendría la unidad del Principio y el poder espiritual
 que constituyen la Ciencia divina. La supuesta existencia
6 de más de una mente fue el error básico de la idolatría. Este
 error suponía la pérdida del poder espiritual, la pérdida de
 la presencia espiritual de la Vida como Verdad infinita sin
9 ninguna desemejanza, y la pérdida del Amor como siempre
 presente y universal.


 La Ciencia divina explica la declaración abstracta de que
12 hay una única Mente por la siguiente proposición evidente
 por sí misma: Si Dios, o el bien, es real, entonces El estándar
 el mal, la desemejanza de Dios, es irreal. Y el


15 mal sólo puede parecer real dándole realidad a
 lo irreal. Los hijos de Dios tienen una única Mente. ¿Cómo
 puede el bien degenerar en el mal, cuando Dios, la Mente del
18 hombre, jamás peca? El estándar de la perfección fue origi-
 nalmente Dios y el hombre. ¿Ha rebajado Dios Su propio
 estándar, y ha caído el hombre?


21 Dios es el creador del hombre, y al permanecer perfecto el
 Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre,
 permanece perfecto. El hombre es la expresión Relación
24 del ser de Dios. Si hubo alguna vez un momento indestructible
 en que el hombre no expresó la perfección divina, entonces
 hubo un momento en que el hombre no expresó a Dios, y por
27 consiguiente, un tiempo en que la Deidad estuvo inexpre-
 sada, es decir, sin entidad. Si el hombre ha perdido la perfec-
 ción, entonces ha perdido su Principio perfecto, la Mente
30 divina. Si el hombre alguna vez existió sin este Principio
 perfecto o Mente, entonces la existencia del hombre fue
 un mito.


33 Las relaciones de Dios y el hombre, el Principio divino



Página 471



1 y la idea, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no
 conoce ninguna interrupción de la armonía ni retorno a ella,
3 sino que mantiene que el orden divino o la ley espiritual, en
 el cual Dios y todo lo que Él crea son perfectos y eternos, ha
 permanecido inalterado en su historia eterna.


6 La desemejanza de la Verdad —llamada error— lo opuesto
 de la Ciencia, y la evidencia ante los cinco sentidos corporales,
 no proporcionan ninguna indicación de las
9 grandes realidades del ser; así como estos así
 llamados sentidos no reciben ningún indicio de los movi-
 mientos de la tierra o de la ciencia de la astronomía, sino que
12 dan su aprobación a las proposiciones astronómicas bajo la
 autoridad de las ciencias naturales.


 Las verdades de la Ciencia divina debieran ser admitidas
15 —aun cuando la evidencia respecto a estas verdades no esté
 apoyada por el mal, por la materia o por el sentido material—
 porque la evidencia de que Dios y el hombre coexisten está
18 plenamente sostenida por el sentido espiritual. El hombre
 es, y eternamente ha sido, el reflejo de Dios. Dios es infinito,
 por lo tanto siempre presente, y no hay otro poder ni otra
21 presencia. Por consiguiente, la espiritualidad del universo
 es la única realidad de la creación. “Sea Dios veraz, y todo
 hombre [material] mentiroso”.
24 Pregunta. — ¿Benefician al hombre las doctrinas y los credos?
 Respuesta. — La autora se adscribió a un credo ortodoxo en su
 juventud, y trató de adherirse a él hasta que captó la primera
27 vislumbre de aquello que interpreta a Dios como La prueba de
 por encima del sentido mortal. Esta perspectiva la experiencia
 reprendió las creencias humanas, y dio el significado espiritual,
30 expresado por medio de la Ciencia, de todo lo que procede de
 la Mente divina. Desde entonces, su credo más elevado ha
 sido la Ciencia divina, la cual, reducida a la comprensión
33 humana, ella ha denominado Ciencia Cristiana. Esta Ciencia



Página 472



1 enseña al hombre que Dios es la única Vida, y que esta Vida
 es la Verdad y el Amor; que Dios ha de ser comprendido,
3 adorado y demostrado; que la Verdad divina echa fuera el
 supuesto error y sana a los enfermos.


 El camino que conduce a la Ciencia Cristiana es recto y
6 estrecho. Dios ha puesto Su marca sobre la Ciencia, hacién-
 dola coordinar con todo lo que es verdadero
 y sólo con aquello que es armonioso y eterno.
9 La enfermedad, el pecado y la muerte, siendo inarmónicos,
 no se originan en Dios ni pertenecen a Su gobierno. Su ley,
 correctamente comprendida, los destruye. Jesús proporcionó
12 pruebas de estas declaraciones.
 Pregunta. — ¿Qué es el error?
 Respuesta. — El error es una suposición de que el placer y
15 el dolor, que la inteligencia, la sustancia, la vida, existen en
 la materia. El error no es ni la Mente ni una de Materialidad
 las facultades de la Mente. El error es la con-
18 tradicción de la Verdad. El error es una creencia sin entendi-
 miento. El error es irreal porque no es verídico. Es aquello
 que parece ser y no es. Si el error fuera verídico, su verdad
21 sería error, y tendríamos un absurdo evidente por sí mismo,
 a saber, una verdad errónea. Así continuaríamos perdiendo
 el estándar de la Verdad.
24 Pregunta. — ¿No existe el pecado?
 Respuesta. — Toda la realidad está en Dios y Su creación, armo-
 niosa y eterna. Lo que Él crea es bueno, y Él hace todo lo que es
27 hecho. Por tanto, la única realidad del pecado, Irrealidades que
 la enfermedad o la muerte es el hecho terrible
 de que las irrealidades parecen reales a la creencia humana
30 que yerra, hasta que Dios las despoja de su disfraz. No son
 verídicas, porque no son de Dios. Aprendemos en la Ciencia



Página 473



1 Cristiana que toda desarmonía de la mente o del cuerpo
 mortales es una ilusión, que no posee ni realidad ni identidad
3 aunque parezca ser real y tener identidad.


 La Ciencia de la Mente acaba con todo el mal. La Verdad,
 Dios, no es el padre del error. El pecado, la enfermedad y la
6 muerte han de ser clasificados como efectos del El Cristo es la
 error. El Cristo vino para destruir la creencia
 de pecado. El principio‐Dios es omnipresente y omnipotente.
9 Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni
 tiene poder. El Cristo es la Verdad ideal, que viene a sanar la
 enfermedad y el pecado por medio de la Ciencia Cristiana, y
12 atribuye todo el poder a Dios. Jesús es el nombre del hombre
 que, más que todos los otros hombres, ha presentado el Cristo,
 la verdadera idea de Dios, sanando a los enfermos y los peca-
15 dores y destruyendo el poder de la muerte. Jesús es el hombre
 humano, y el Cristo es la idea divina; de ahí la dualidad de
 Jesús el Cristo.


18 En una época de despotismo eclesiástico, Jesús introdujo
 la enseñanza y la práctica del cristianismo, proporcionando
 la prueba de la verdad y el amor del cristianismo; Jesús no es
21 mas para alcanzar su ejemplo y poner a prueba Dios
 la Ciencia infalible de ese ejemplo de acuerdo con la regla que
 él estableció, sanando la enfermedad, el pecado y la muerte,
24 se requiere una comprensión mejor de Dios como el Principio
 divino, el Amor, más bien que de la personalidad o del
 hombre Jesús.


27 Jesús estableció lo que dijo por medio de la demostración,
 haciendo así que sus actos fueran de mayor importancia que
 sus palabras. Él comprobó lo que enseñó. Esto Jesús no fue
30 es la Ciencia del cristianismo. Jesús comprobó
 que el Principio, que sana a los enfermos y echa fuera el
 error, es divino. Pocos, sin embargo, excepto sus discípulos,
33 entendieron en lo más mínimo sus enseñanzas y las gloriosas



Página 474



1 pruebas de esas enseñanzas, a saber, que la Vida, la Verdad y
 el Amor (el Principio de esta Ciencia no reconocida) destru-
3 yen todo el error, el mal, la enfermedad y la muerte.


 El recibimiento concedido a la Verdad al comienzo de
 la era cristiana se repite hoy en día. Quienquiera que intro-
6 duzca la Ciencia del cristianismo será escarne-
 cido y azotado con cuerdas peores que aquellas rechazados
 que cortan la carne. Para la época ignorante en la cual apa-
9 rece por primera vez, la Ciencia parece ser una equivocación,
 de ahí la mala interpretación y el consiguiente maltrato que
 recibe. Las maravillas cristianas (y maravilla es el significado
12 simple de la palabra griega traducida como milagro en el
 Nuevo Testamento) serán malentendidas y mal empleadas
 por muchos, hasta que el glorioso Principio de estas maravillas
15 sea ganado.


 Si el pecado, la enfermedad y la muerte son tan reales
 como la Vida, la Verdad y el Amor, entonces todos ellos
18 deben de proceder de la misma fuente; Dios
 debe ser su autor. Ahora bien, Jesús vino a
 destruir el pecado, la enfermedad y la muerte; sin embargo,
21 las Escrituras afirman: “No he venido para destruir, sino
 para cumplir”.* ¿Es posible, entonces, creer que los males
 para cuya destrucción Jesús vivió sean verdaderos o el pro-
24 ducto de la voluntad divina?


 A pesar de la influencia santificante de la Verdad en la
 destrucción del error, ¿debe el error, no obstante, ser inmor-
27 tal? La Verdad preserva todo lo que es verídico. La Verdad
 Si el mal es real, la Verdad debe hacerlo así; pero destruye


 el error, no la Verdad, es el autor de lo irreal, y lo
30 irreal desaparece, mientras que todo lo que es real es eterno.
 El apóstol dice que la misión de Cristo es “deshacer las obras
 del diablo”. La Verdad destruye la falsedad y el error, pues la
33 luz y las tinieblas no pueden morar juntas. La luz extingue las
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 475



1 tinieblas, y las Escrituras declaran que “no habrá allí más
 noche”. Para la Verdad no hay error, todo es Verdad. Para el
3 Espíritu infinito no hay materia, todo es Espíritu, el Principio
 divino y su idea.
 Pregunta. — ¿Qué es el hombre?
6 Respuesta. — El hombre no es materia; no está constituido de
 cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las
 Escrituras nos informan que el hombre está
9 hecho a la imagen y semejanza de Dios. La


 materia no es esa semejanza. La semejanza del
 Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre
12 es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene
 que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana. El hombre es
 la idea, la imagen, del Amor; no es el físico. Es la compuesta
15 idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; el término
 genérico para todo lo que refleja la imagen y semejanza de
 Dios; la consciente identidad del ser como se encuentra en la
18 Ciencia, en la cual el hombre es el reflejo de Dios, o la Mente,
 y por tanto, es eterno; lo que no tiene mente separada de Dios;
 lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad;
21 lo que no posee ninguna vida, inteligencia ni poder creativo
 propios, sino que refleja espiritualmente todo lo que perte-
 nece a su Hacedor.


24 Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen,
 conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del
 mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra,
27 y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.


 El hombre es incapaz de pecar, enfermar y morir.
 El hombre verdadero no puede desviarse de
30 la santidad, ni puede Dios, por medio de quien no ha caído
 el hombre es desarrollado, engendrar la capacidad o liber-
 tad de pecar. Un pecador mortal no es el hombre de Dios.



Página 476



1 Los mortales son las falsificaciones de los inmortales. Son los
 hijos del maligno, o el mal único, que declara que el hombre
3 comienza en el polvo o como un embrión material. En la
 Ciencia divina, Dios y el hombre verdadero son inseparables
 como Principio divino e idea.


6 El error, urgido hasta sus límites finales, se destruye a sí
 mismo. El error cesará de pretender que el alma está en el
 cuerpo, que la vida y la inteligencia están en la
9 materia, y que esta materia es el hombre. Dios
 es el Principio del hombre, y el hombre es la idea de Dios.
 Por tanto, el hombre no es mortal ni material. Los mortales
12 desaparecerán, y los inmortales, o los hijos de Dios, aparece-
 rán como las verdades únicas y eternas del hombre. Los
 mortales no son hijos de Dios caídos. Jamás tuvieron un
15 estado perfecto de ser, el cual podría ser recuperado posterior-
 mente. Ellos fueron, desde el comienzo de la historia mortal,
 “concebidos en pecado y dados a luz en iniquidad”. La morta-
18 lidad finalmente es sorbida en la inmortalidad. El pecado, la
 enfermedad y la muerte tienen que desaparecer para dar lugar
 a las realidades que pertenecen al hombre inmortal.


21 Aprende esto, oh mortal, y busca sinceramente el estado
 espiritual del hombre, que está fuera de todo yo material.
 Recuerda que las Escrituras dicen del hombre
24 mortal: “El hombre, como la hierba son sus días; imperecedera
 florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella,
 y pereció, y su lugar no la conocerá más”.


27 Hablando de los hijos de Dios, no de los hijos de los
 hombres, Jesús dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros
 está”*; esto es, la Verdad y el Amor reinan en
30 el hombre verdadero, mostrando que el hombre de nosotros
 a imagen de Dios no ha caído y es eterno. Jesús contemplaba
 en la Ciencia al hombre perfecto, que a él se le hacía aparente
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 477



1 donde el hombre mortal y pecador se hace aparente a los
 mortales. En este hombre perfecto el Salvador veía la seme-
3 janza misma de Dios, y esta perspectiva correcta del hombre
 sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios
 está intacto, es universal, y que el hombre es puro y santo.
6 El hombre no es una morada material para el Alma; es espiri-
 tual él mismo. El Alma, al ser Espíritu, no se ve en nada que
 sea imperfecto ni material.


9 Todo lo que es material es mortal. Para los cinco senti-
 dos corporales, el hombre parece ser materia y mente unidas;
 mas la Ciencia Cristiana revela al hombre
12 como la idea de Dios, y declara que los sentidos jamás es


 corporales son ilusiones mortales que yerran.
 La Ciencia divina muestra que es imposible que un cuerpo
15 material, aunque entretejido con el estrato más elevado de la
 materia, mal denominado mente, sea el hombre, el hombre
 genuino y perfecto, la idea inmortal del ser, indestructible y
18 eterna. Si fuera de otra manera, el hombre sería aniquilado.
 Pregunta. — ¿Qué son el cuerpo y el Alma?
 Respuesta. — La identidad es el reflejo del Espíritu, el reflejo
21 en formas múltiples y variadas del Principio viviente, el Amor.
 El Alma es la sustancia, la Vida y la inteligencia El reflejo
 del hombre, que está individualizada, pero no
24 en la materia. El Alma jamás puede reflejar nada inferior al
 Espíritu.


 El hombre es la expresión del Alma. Los indios norteameri-
27 canos captaron algunas vislumbres de la realidad El hombre
 subyacente, cuando llamaron a cierto hermoso es inseparable


 lago “la sonrisa del Gran Espíritu”. Separado del
30 hombre, quien expresa el Alma, el Espíritu no tendría entidad;
 el hombre, divorciado del Espíritu, perdería su entidad. Pero no



Página 478



1 hay, no puede haber, tal división, porque el hombre es coexis-
 tente con Dios.


3 ¿Qué evidencia del Alma o de la inmortalidad tienes
 dentro de la mortalidad? Aun de acuerdo con las enseñanzas
 de las ciencias naturales, el hombre nunca ha
6 contemplado el Espíritu o el Alma saliendo de
 un cuerpo o entrando en él. ¿Qué base hay para la teoría de
 un espíritu que reside interiormente, excepto la pretensión de
9 la creencia mortal? ¿Qué se pensaría de la afirmación de que
 una casa estaba habitada, y por cierta clase de personas,
 cuando tales personas nunca se han visto entrar a la casa o
12 salir de ella, y no eran siquiera visibles a través de las venta-
 nas? ¿Quién puede ver un alma dentro del cuerpo?
 Pregunta. — ¿Piensa el cerebro, y sienten los nervios, y hay
15 inteligencia en la materia?
 Respuesta. — No, no si Dios es veraz y el hombre mortal un
 mentiroso. La aserción de que puede haber dolor o placer
18 en la materia es errónea. Es más armonioso
 el cuerpo aquel en el cual el desempeño de las
 funciones naturales es apenas perceptible. ¿Cómo puede la
21 inteligencia morar en la materia cuando la materia carece de
 inteligencia y los lóbulos cerebrales no pueden pensar? La
 materia no puede efectuar las funciones de la Mente. El error
24 dice: “Yo soy el hombre”; pero esta creencia es mortal y está
 lejos de ser verdadera. Desde el comienzo hasta el fin, todo lo
 que es mortal está compuesto de creencias humanas materia-
27 les y de nada más. Sólo es real aquello que refleja a Dios. San
 Pablo dijo: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde
 el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,... no con-
30 sulté... con carne y sangre”.


 Hombre mortal es realmente una frase que se contra-
 dice a sí misma, pues el hombre no es mortal, “ni tampoco



Página 479



1 puede [serlo]”; el hombre es inmortal. Si un hijo es el vástago
 del sentido físico y no del Alma, el hijo debe tener un origen
3 material, no espiritual. ¿Con qué verdad, enton-
 ces, podría cualquier madre expresar el regocijo inherente


 bíblico: “Por voluntad de Jehová he adquirido
6 varón”? Por el contrario, si algo viene de Dios, no puede ser
 mortal y material; tiene que ser inmortal y espiritual.


 La materia no es existente de por sí ni un producto
9 del Espíritu. Una imagen del pensamiento mortal, reflejada
 en la retina, es todo que el ojo contempla. La
 materia no puede ver, sentir, oír, gustar ni oler. de la materia
12 No se conoce a sí misma, no puede sentirse a sí misma, verse a
 sí misma ni comprenderse a sí misma. Quítese la así llamada
 mente mortal, que constituye el supuesto yo de la materia, y la
15 materia no puede tener conocimiento de la materia. Aquello
 que llamamos muerto, ¿alguna vez ve, oye, siente o usa alguno
 de los sentidos físicos?


18 “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra
 estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la
 faz del abismo”. (Génesis 1:1, 2). En la vasta
21 eternidad, en la Ciencia y verdad del ser, las
 únicas realidades son el Espíritu y sus innumerables creacio-
 nes. Las tinieblas y el caos son los opuestos imaginarios de la
24 luz, la comprensión y la armonía eterna, y son los elementos
 de la nada.


 Admitimos que el negro no es un color, porque no refleja
27 nada de luz. De igual modo al mal debiera negársele entidad
 o poder, porque no tiene ninguno de los matices El reflejo
 divinos. Pablo dice: “Porque las cosas invisibles espiritual
30 de Él... se hacen claramente visibles desde la creación del mundo,
 siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20).



Página 480



1 Cuando la sustancia del Espíritu aparece en la Ciencia
 Cristiana, la nada de la materia es reconocida. Donde está el
3 espíritu de Dios, y no hay lugar donde Dios no esté, el mal se
 vuelve nada, lo opuesto del algo del Espíritu. Si no hay reflejo
 espiritual, entonces sólo permanecen las tinieblas del vacío y
6 ningún indicio de los matices celestiales.


 Los nervios son un elemento de la creencia de que
 hay sensación en la materia, mientras que la materia está
9 desprovista de sensación. La consciencia, así
 como la acción, está gobernada por la Mente,
 está en Dios, el origen y el gobernador de todo lo que la
12 Ciencia revela. El sentido material tiene su reino separado
 de la Ciencia, en lo irreal. La acción armoniosa procede del
 Espíritu, Dios. La desarmonía no tiene Principio; su acción
15 es errónea y presupone que el hombre existe en la materia.
 La desarmonía quisiera hacer de la materia tanto la causa
 como el efecto de la inteligencia, o el Alma, intentando
18 separar así la Mente de Dios.


 El hombre no es Dios, y Dios no es el hombre. Además,
 Dios, o el bien, jamás hizo al hombre capaz de pecar. Es lo
21 opuesto del bien —es decir, el mal— lo que
 parece hacer a los hombres capaces de obrar
 mal. Por lo tanto, el mal no es sino una ilusión, y no tiene
24 base real. El mal es una creencia falsa. Dios no es su autor.
 El supuesto progenitor del mal es una mentira.


 La Biblia declara: “Todas las cosas por Él [el Verbo
27 divino] fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho,
 fue hecho”. Esta es la verdad eterna de la
 Ciencia divina. Si se comprendiera que el
30 pecado, la enfermedad y la muerte son nada, desaparecerían.
 Como el vapor se disuelve ante el sol, así el mal se desvane-
 cería ante la realidad del bien. Uno tiene que ocultar el otro.



Página 481



1 ¡Cuán importante es, entonces, escoger el bien como la
 realidad! El hombre es tributario de Dios, el Espíritu, y de
3 nada más. El ser de Dios es infinitud, libertad, armonía y
 felicidad sin límites. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay
 libertad”. Como los sumos sacerdotes de antaño, el hombre es
6 libre “para entrar en el Lugar Santísimo”, el reino de Dios.


 El sentido material jamás ayuda a los mortales a com-
 prender el Espíritu, Dios. Sólo por medio del sentido espiri-
9 tual el hombre comprende y ama la Deidad.
 Las diversas contradicciones a la Ciencia de
 la Mente por los sentidos materiales no cambian la Verdad
12 invisible, que permanece intacta para siempre. El fruto
 prohibido del conocimiento, contra el cual la sabiduría
 previene al hombre, es el testimonio del error, que declara
15 que la existencia está a merced de la muerte, y que el bien y
 el mal son capaces de entremezclarse. Este es el significado
 de las Escrituras concerniente a este “árbol de la ciencia del
18 bien y del mal”, este producto de la creencia material, del
 cual se dice: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”.
 Las hipótesis humanas primero suponen la realidad de la
21 enfermedad, el pecado y la muerte, y luego suponen la necesi-
 dad de estos males debido a su admitida realidad. Estos
 veredictos humanos son los procuradores de toda discordia.


24 Si el Alma peca, tiene que ser mortal. El pecado contiene
 los elementos de la destrucción propia. No puede sostenerse
 a sí mismo. Si el pecado es apoyado, Dios tiene El sentido y
27 que sostenerlo, y esto es imposible, puesto que
 la Verdad no puede apoyar el error. El Alma es el Principio
 divino del hombre y jamás peca, de ahí la inmortalidad del
30 Alma. En la Ciencia aprendemos que es el sentido material,
 no el Alma, lo que peca; y se hallará que es el sentido de
 pecado lo que se pierde, y no un alma pecadora. Al leer las



Página 482



1 Escrituras, la sustitución de la palabra sentido por alma da
 el significado exacto en la mayoría de los casos.


3 El pensamiento humano ha adulterado el significado de
 la palabra alma mediante la hipótesis de que el alma es una
 inteligencia tanto mala como buena, residente
6 en la materia. El uso apropiado de la palabra
 alma siempre puede obtenerse sustituyéndola por la palabra
 Dios, donde el significado deífico es requerido. En otros
9 casos, emplea la palabra sentido, y tendrás el significado
 científico. Como se usa en la Ciencia Cristiana, Alma es
 propiamente el sinónimo de Espíritu, o Dios; pero fuera de
12 la Ciencia, alma es idéntica a sentido, a sensación material.
 Pregunta. — ¿Es importante comprender estas explicaciones
 para sanar a los enfermos?
15 Respuesta. — Lo es, puesto que Cristo es “el camino” y la verdad
 echando fuera todo error. Jesús se llamó a sí mismo “el Hijo
 del Hombre”, mas no el hijo de José. Puesto
18 que la mujer no es sino una especie del género
 humano, él era literalmente el Hijo del Hombre. Jesús fue el
 concepto humano más elevado del hombre perfecto. Él era
21 inseparable del Cristo, el Mesías, la idea divina de Dios afuera
 de la carne. Esto capacitó a Jesús para demostrar su control
 sobre la materia. Los ángeles anunciaron a los Magos de
24 antaño este aparecimiento dual, y los ángeles lo susurran,
 por medio de la fe, a los corazones hambrientos en todas las
 épocas.


27 La enfermedad es parte del error que la Verdad echa
 fuera. El error no expulsa el error. La Ciencia Cristiana es
 la ley de la Verdad, que sana a los enfermos
30 sobre la base de la Mente única o Dios. No
 puede sanar de ningún otro modo, ya que la así llamada
 mente humana y mortal no es un sanador, sino que causa
33 la creencia en la enfermedad.



Página 483



1 Surge entonces la pregunta: ¿Cómo sanan los medicamen-
 tos, la higiene y el magnetismo animal? Se puede afirmar que
3 no sanan, sino que sólo alivian el sufrimiento
 temporalmente, permutando una dolencia por


 otra. Clasificamos la enfermedad como error,
6 la cual nada sino la Verdad, o la Mente, puede sanar, y esta
 Mente debe ser divina, no humana. La Mente trasciende a
 todo otro poder, y finalmente reemplazará todos los otros
9 medios en la curación. A fin de sanar por medio de la Ciencia,
 no debes ignorar las exigencias morales y espirituales de la
 Ciencia ni desobedecerlas. La ignorancia moral o el pecado
12 afecta tu demostración, e impide su aproximación al estándar
 de la Ciencia Cristiana.


 Después de su sagrado descubrimiento, la autora puso el
15 nombre “Ciencia” al cristianismo, el nombre “error” al sentido
 corporal, y el nombre “sustancia” a la Mente.
 La Ciencia ha llamado al mundo a combatir por adoptados


18 este asunto y su demostración, que sana a los
 enfermos, destruye el error y revela la armonía universal. A
 aquellos Científicos Cristianos naturales, los ancianos vene-
21 rables, y a Cristo Jesús, Dios ciertamente les reveló el espíritu
 de la Ciencia Cristiana, aunque no la letra absoluta.


 Debido a que la Ciencia de la Mente parece desacreditar
24 las escuelas científicas corrientes, que luchan sólo con obser-
 vaciones materiales, esta Ciencia ha encontrado La Ciencia
 oposición; pero si algún sistema honra a Dios,
27 debiera recibir ayuda, no oposición, de todos los pensadores.
 Y la Ciencia Cristiana sí honra a Dios como ninguna otra
 teoría Lo honra, y hace esto de la manera designada por Él,
30 haciendo muchas obras maravillosas por medio del nombre
 y la naturaleza divinos. Uno tiene que cumplir su misión sin
 timidez ni disimulo, pues para que esté bien hecha, la obra ha
33 de hacerse desinteresadamente. El cristianismo jamás estará



Página 484



1 basado sobre un Principio divino y por consiguiente jamás
 se hallará que es infalible, hasta que su Ciencia absoluta sea
3 alcanzada. Cuando esto se logra, ni el orgullo, el prejuicio,
 la intolerancia ni la envidia pueden arrasar sus fundamentos,
 porque está edificado sobre la roca, el Cristo.
6 Pregunta. — ¿Incluye la Ciencia Cristiana, o curación metafí-
 sica, la medicación, la higiene material, el mesmerismo, el
 hipnotismo, la teosofía o el espiritismo?
9 Respuesta. — Ninguno de estos está incluido en ella. En la
 Ciencia divina, las supuestas leyes de la materia ceden ante
 la ley de la Mente. Lo que se denomina cien-
12 cias naturales y leyes materiales son los estados sin mente
 objetivos de la mente mortal. El universo físico expresa los
 pensamientos conscientes e inconscientes de los mortales.
15 La fuerza física y la mente mortal son uno. Los medicamen-
 tos y la higiene se oponen a la supremacía de la Mente divina.
 Los medicamentos y la materia inerte son inconscientes, no
18 poseen mente. Ciertos resultados, que supuestamente proce-
 den de los medicamentos, son realmente causados por la fe en
 ellos que la falsa consciencia humana es educada a sentir.


21 El mesmerismo es la ilusión mortal, material. El magne-
 tismo animal es la acción voluntaria o involuntaria del error
 en todas sus formas; es el antípoda humano de El magnetismo
24 la Ciencia divina. La Ciencia tiene que triunfar animal es el error
 sobre el sentido material, y la Verdad sobre el error, poniendo
 así fin a las hipótesis incluidas en todas las teorías y prácticas
27 falsas.
 Pregunta. — ¿Es la materialidad el concomitante de la espiritua-
 lidad, y es el sentido material un preliminar necesario para la
30 comprensión y la expresión del Espíritu?



Página 485



1 Respuesta. — Si el error es necesario para definir o revelar
 la Verdad, la respuesta es sí; pero no de otro modo. Sentido
3 material es una frase absurda, pues la materia
 no tiene sensación. La Ciencia declara que la
 Mente, no la materia, ve, oye, siente, habla. Todo lo que
6 contradice esta declaración es el sentido falso, que siempre
 traiciona a los mortales arrastrándolos a la enfermedad, el
 pecado y la muerte. Si lo insignificante y lo malo aparecen,
9 sólo para desaparecer pronto debido a su inutilidad o su
 iniquidad, entonces estas visiones efímeras del error deberían
 ser obliteradas por la Verdad. ¿Por qué difamar la Ciencia
12 Cristiana por enseñar a los mortales cómo hacer que el pecado,
 la enfermedad y la muerte aparezcan más y más irreales?


 Emerge suavemente de la materia al Espíritu. No creas
15 que puedes frustrar la espiritualización final de todas las
 cosas, pero entra naturalmente al Espíritu por
 medio del mejoramiento de la salud y la moral
18 y como resultado del crecimiento espiritual. No la muerte,
 sino la comprensión de la Vida, hace al hombre inmortal.
 La creencia de que la vida pueda estar en la materia o el alma
21 en el cuerpo, y que el hombre proceda del polvo o de un
 óvulo, es el resultado del error mortal que el Cristo, o la
 Verdad, destruye cumpliendo la ley espiritual del ser, en
24 la cual el hombre es perfecto, así como el “Padre que está
 en los cielos es perfecto”. Si el pensamiento cede su dominio
 a otros poderes, no puede trazar en el cuerpo sus propias
27 bellas imágenes, sino que las borra y delinea agentes extra-
 ños, llamados enfermedad y pecado.


 Los dioses paganos de la mitología controlaban la guerra
30 y la agricultura tanto como los nervios controlan la sensación
 o los músculos miden la fuerza. Decir que
 la fuerza está en la materia es como decir que
33 la energía está en la palanca. La noción de que haya alguna



Página 486



1 vida o inteligencia en la materia no tiene fundamento en
 realidad, y no puedes tener fe en la falsedad cuando has
3 aprendido la verdadera naturaleza de la falsedad.


 Supón que les ocurre un accidente a los ojos, otro a los
 oídos, y así sucesivamente, hasta que todos los sentidos corpo-
6 rales son destruidos. ¿Qué remedio tiene el
 hombre? ¿Morir, para recobrar estos sentidos? el Alma
 Aun entonces tiene que adquirir comprensión espiritual
9 y sentido espiritual para poseer la consciencia inmortal.
 La escuela preparatoria de la tierra ha de aprovecharse al
 máximo. En realidad, el hombre nunca muere. La creencia
12 de que muere no establecerá su armonía científica. La muerte
 no es el resultado de la Verdad, sino del error, y un error no
 corregirá otro.


15 Jesús comprobó, por la señal de los clavos, que su cuerpo
 era el mismo tanto inmediatamente después de la muerte
 como antes de ella. Si la muerte restituye la
18 vista, el sonido y la fuerza al hombre, entonces
 la muerte no es un enemigo, sino un amigo mejor que la Vida.
 ¡Ay de la ceguedad de la creencia, que hace que la armonía
21 esté sujeta a la muerte y a la materia, y además supone que
 la Mente es incapaz de producir armonía! Mientras este error
 de la creencia permanezca, los mortales continuarán siendo
24 mortales en creencia, y estando sujetos al azar y a cambios.


 La vista, el oído, todos los sentidos espirituales del hom-
 bre, son eternos. No pueden perderse. Su realidad e inmor-
27 talidad están en el Espíritu y en la comprensión, Sensibilidad
 no en la materia, de ahí su permanencia. Si esto permanente
 no fuera así, el hombre sería rápidamente aniquilado. Si los
30 cinco sentidos corporales fuesen el medio a través del cual
 se comprendiera a Dios, entonces la parálisis, la ceguera y
 la sordera colocarían al hombre en una situación terrible,
33 donde estaría como aquellos que están “sin esperanza y sin
 Dios en el mundo”; mas de hecho, estas calamidades a menudo



Página 487



1 obligan a los mortales a buscar y hallar un sentido más elevado
 de la felicidad y la existencia.


3 La Vida es imperecedera. La Vida es el origen y la finali-
 dad del hombre, jamás es alcanzable por medio de la muerte,
 sino que se gana caminando por el sendero de
6 la Verdad, tanto antes como después de lo que
 se llama muerte. Hay más cristianismo en ver y oír espiri-
 tualmente que materialmente. Hay más Ciencia en el ejercicio
9 perpetuo de las facultades-Mente que en su pérdida. Ellas no
 pueden perderse mientras la Mente perdure. La comprensión
 de esto dio vista a los ciegos y oído a los sordos hace siglos, y
12 repetirá la maravilla.
 Pregunta. — Usted habla de creencia. ¿Quién o qué es lo
 que cree?
15 Respuesta. — El Espíritu es toda-sabiduría; esto excluye la
 necesidad de creer. La materia no puede creer, y la Mente
 comprende. El cuerpo no puede creer. El que
18 cree y la creencia son uno y son mortales. La
 evidencia cristiana está fundada sobre la Ciencia o Verdad
 demostrable, que emana de la Mente inmortal, y en realidad
21 no hay tal cosa como la mente mortal. La mera creencia es
 ceguedad sin Principio desde el cual explicar la razón de su
 esperanza. La creencia de que la vida es materia sensible e
24 inteligente es errónea.


 El Apóstol Santiago dijo: “Muéstrame tu fe sin tus obras,
 y yo te mostraré mi fe por mis obras”. La comprensión de
27 que la Vida es Dios, el Espíritu, prolonga nuestros días forta-
 leciendo nuestra confianza en la realidad imperecedera de
 la Vida, su omnipotencia e inmortalidad.


30 Esta fe descansa en un Principio comprendido. Este
 Principio restituye la salud a los enfermos, y trae a luz las



Página 488



1 fases perdurables y armoniosas de las cosas. El resultado de
 nuestras enseñanzas es su confirmación suficiente. Cuando,
3 con la convicción de estas instrucciones, eres
 capaz de expulsar una dolencia grave, la cura-


 ción muestra que comprendes esta enseñanza,
6 y por lo tanto, recibes la bendición de la Verdad.


 Las palabras en hebreo y griego a menudo traducidas por
 creencia difieren algo en su significado del expresado por el
9 verbo (en inglés) creer; tienen más bien el signifi-
 cado de fe, comprensión, confianza, constancia, firme confianza
 firmeza. De ahí que las Escrituras en nuestra versión corriente
12 a menudo aparentan aprobar y ratificar la creencia, cuando
 su propósito es recalcar la necesidad de comprender.
 Pregunta. — ¿Constituyen los cinco sentidos corporales el
15 hombre?
 Respuesta. — La Ciencia Cristiana sostiene con pruebas inmor-
 tales la imposibilidad de la existencia de algún sentido mate-
18 rial, y define estos así llamados sentidos como Todas


 creencias mortales, el testimonio de los cuales
 no puede ser verídico ni en cuanto al hombre ni de la Mente
21 en cuanto a su Hacedor. Los sentidos corporales no pueden
 tener conocimiento de la realidad espiritual ni de la inmorta-
 lidad. Los nervios no tienen más sensación, aparte de la que
24 la creencia les concede, que las fibras de una planta. La Mente
 sola posee todas las facultades, la percepción y la compren-
 sión. Por tanto, los dones mentales no están a merced de la
27 organización y la descomposición, pues de lo contrario los
 gusanos mismos podrían deshacer al hombre. Si fuera posible
 que los verdaderos sentidos del hombre se dañaran, el Alma
30 podría reproducirlos en toda su perfección; pero ellos no
 pueden ser perturbados ni destruidos, puesto que existen en
 la Mente inmortal, no en la materia.



Página 489



1 Cuanto menos mente hay manifestada en la materia,
 tanto mejor. Cuando la langosta, que no puede pensar, pierde
3 su pinza, la pinza vuelve a crecer. Si la Ciencia
 de la Vida fuese comprendida, se hallaría que
 los sentidos de la Mente jamás se pierden y que la materia no
6 tiene sensación. Entonces un miembro del cuerpo humano
 sería reemplazado tan fácilmente como la pinza de la langosta,
 no por un miembro artificial, sino por el genuino. Cualquier
9 hipótesis que supone que la vida está en la materia es una
 creencia impuesta por la educación. En la infancia esta creen-
 cia no es capaz de guiar la mano a la boca; y a medida que la
12 consciencia se desarrolla, esta creencia desaparece, cede ante
 la realidad de la Vida eterna.


 El sentido corporal defrauda y miente; quebranta todos
15 los mandamientos del Decálogo mosaico para satisfacer sus
 propias exigencias. ¿Cómo puede entonces,
 este sentido ser el conducto provisto por Dios
18 para dar al hombre bendiciones o comprensión divinas?
 ¿Cómo puede el hombre, quien refleja a Dios, ser depen-
 diente de medios materiales para saber, oír, ver? ¿Quién se
21 atreve a decir que los sentidos del hombre pueden ser algunas
 veces el medio para pecar contra Dios, y otras el medio para
 obedecer a Dios? Una respuesta afirmativa contradiría las
24 Escrituras, pues la misma fuente no puede echar a la vez agua
 dulce y amarga.


 Los sentidos corporales son el único origen del mal o
27 error. La Ciencia Cristiana muestra que son falsos, porque
 la materia no tiene sensación, y ninguna estruc-
 tura orgánica puede darle oído y vista ni hacer


30 de ella el medio de la Mente. Fuera del sentido
 material de las cosas, todo es armonía. Un sentido erróneo
 acerca de Dios, el hombre y la creación es una insensatez, una
33 falta de sentido. La creencia mortal haría los sentidos materia-
 les a veces buenos y a veces malos. Ella asegura a los mortales



Página 490



1 que hay placer verdadero en el pecado; pero las grandes
 verdades de la Ciencia Cristiana cuestionan este error.


3 La fuerza de voluntad no es sino un producto de la creen-
 cia, y esta creencia comete depredaciones sobre la armonía.
 La voluntad humana es una propensión animal, La fuerza de
6 no una facultad del Alma. Por tanto, no puede voluntad


 gobernar al hombre correctamente. La Ciencia animal
 Cristiana revela la Verdad y el Amor como las fuerzas motri-
9 ces del hombre. La voluntad —ciega, obstinada y temeraria—
 coopera con apetitos y pasiones. De esta cooperación proviene
 su mal. De ahí resulta también su impotencia, puesto que todo
12 el poder pertenece a Dios, el bien.


 La Ciencia de la Mente necesita ser comprendida. Hasta
 que no es comprendida, los mortales están más o menos
15 privados de la Verdad. Las teorías humanas
 son incapaces de hacer al hombre armonioso
 o inmortal, puesto que ya lo es, según la Ciencia Cristiana.
18 Nuestra única necesidad es saber esto y llevar a la práctica
 el Amor, el Principio divino del hombre verdadero.


 “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías”.
21 La creencia humana —o el conocimiento que es obtenido
 de los así llamados sentidos materiales— con
 justa lógica, aniquilaría al hombre junto con


24 los elementos disolubles del barro. Las explica-
 ciones científicamente cristianas de la naturaleza y el origen
 del hombre destruyen todo sentido material con el testimo-
27 nio inmortal. Este testimonio inmortal introduce el sentido
 espiritual del ser, el cual no puede ser obtenido de ningún
 otro modo.


30 El sueño y el mesmerismo explican la naturaleza mítica
 del sentido material. El sueño muestra que el sentido mate-
 rial es el olvido, la nada, o una ilusión o sueño. El sueño es
33 Bajo la ilusión mesmérica de una creencia, una una ilusión
 persona pensará que se está helando cuando tiene calor, y que



Página 491



1 está nadando cuando está en tierra seca. Las punzadas de la
 aguja no le dolerán. Un perfume delicioso parecerá intolera-
3 ble. El magnetismo animal pone así al descubierto el sentido
 material, y muestra que es una creencia sin fundamento
 verdadero o validez. Cambia la creencia, y la sensación
6 cambia. Destruye la creencia, y la sensación desaparece.


 El hombre material está formado de error involuntario y
 voluntario, de un bien negativo y un mal positivo, el último
9 llamándose a sí mismo el bien. La individuali-
 dad espiritual del hombre jamás está mal. Es la vinculado con


 semejanza del Hacedor del hombre. La materia
12 no puede relacionar a los mortales con el origen verdadero
 y las realidades del ser, en los cuales todo ha de venir a parar.
 Es sólo reconociendo la supremacía del Espíritu, que anula
15 las pretensiones de la materia, que los mortales pueden
 despojarse de la mortalidad y hallar el indisoluble vínculo
 espiritual que establece al hombre para siempre en la seme-
18 janza divina, inseparable de su creador.


 La creencia de que la materia y la mente son una misma
 cosa —que la materia está despierta en cierto momento y
21 dormida en otro, algunas veces sin presentar
 ninguna apariencia de la mente— esta creencia material es como


 culmina en otra creencia: que el hombre muere.
24 La Ciencia revela que el hombre material jamás es el verda-
 dero ser. El sueño o creencia continúa, estén nuestros ojos
 cerrados o abiertos. Al dormir, el cuerpo pierde la memoria
27 y la consciencia, y estas deambulan a su antojo, aparente-
 mente con su propia incorporación individual. La personali-
 dad no es la individualidad del hombre. Un hombre malvado
30 puede tener una personalidad atractiva.


 Cuando estamos despiertos, soñamos con los dolores
 y placeres de la materia. ¿Quién dirá, aunque
33 no entienda la Ciencia Cristiana, que este sueño espiritual,


 —más bien que el soñador— no puede ser el
 hombre mortal? ¿Quién puede racionalmente decir lo



Página 492



1 contrario, cuando el sueño deja al hombre mortal intacto en
 cuerpo y pensamiento, aunque el así llamado soñador esté
3 inconsciente? Para razonar correctamente debiera haber un
 solo hecho ante el pensamiento, a saber, la existencia espiri-
 tual. En realidad, no hay otra existencia, ya que la Vida no
6 puede estar unida a su desemejanza, la mortalidad.


 El ser es santidad, armonía, inmortalidad. Ya se ha
 comprobado que un conocimiento de esto, aun en pequeño
9 grado, elevará el estándar físico y moral de los
 mortales, aumentará la longevidad, purificará
 y elevará el carácter. Así el progreso destruirá finalmente
12 todo error, y sacará a luz la inmortalidad. Sabemos que una
 declaración que se ha comprobado que es buena tiene que ser
 correcta. Constantemente se hacen oír nuevos pensamientos.
15 Estas dos teorías contradictorias —de que la materia es algo,
 o que todo es la Mente— se disputarán el terreno hasta que una
 sea reconocida como la vencedora. Hablando de su campaña,
18 el General Grant dijo: “Me propongo combatir en esta línea,
 aunque tome todo el verano”. La Ciencia dice: Todo es la
 Mente y la idea de la Mente. Tienes que combatir en esta
21 línea. La materia no te puede proporcionar ayuda alguna.


 La noción de que la mente y la materia se entremezclan
 en la ilusión humana en cuanto al pecado, la enfermedad y
24 la muerte finalmente debe someterse a la Ciencia Ultimátum
 de la Mente, la cual niega esta noción. Dios es
 la Mente, y Dios es infinito; por lo tanto, todo es la Mente.
27 Sobre esta declaración descansa la Ciencia del ser, y el
 Principio de esta Ciencia es divino, demostrando armonía
 e inmortalidad.


30 La teoría conservadora, en la cual se ha creído largo tiempo,
 es que hay dos factores, la materia y la mente, que se unen
 sobre alguna base imposible. Esta teoría mantendría la verdad
33 y el error siempre en guerra. La victoria no se posaría sobre



Página 493



1 ninguna de las dos banderas. Por otra parte, la Ciencia
 Cristiana rápidamente muestra que la Verdad es triunfante.
3 Para el sentido corporal, el sol parece salir y
 ponerse, y la tierra permanecer inmóvil; pero
 la ciencia astronómica contradice esto, y explica que el sis-
6 tema solar funciona de acuerdo con un plan diferente. Toda
 la evidencia del sentido físico y todo el conocimiento obtenido
 por medio del sentido físico tienen que ceder ante la Ciencia,
9 ante la verdad inmortal de todas las cosas.
 Pregunta. — ¿Quiere usted explicar qué es la enfermedad
 y mostrar cómo ha de sanarse?
12 Respuesta. — El método de curación-Mente en la Ciencia
 Cristiana se ha tratado en un capítulo anterior titulado La
 práctica de la Ciencia Cristiana. Una respuesta Preparación
15 completa a la antedicha pregunta entraña ense-
 ñanza, la cual capacita al sanador para demostrar y compro-
 bar por sí mismo el Principio y la regla de la Ciencia Cristiana
18 o curación metafísica.


 Es necesario reconocer que la Mente es superior a todas
 las creencias de los cinco sentidos corporales, y capaz de
21 destruir todos los males. La enfermedad es una La Mente
 creencia, la cual tiene que ser aniquilada por la destruye todos


 Mente divina. La enfermedad es una experien-
24 cia de la así llamada mente mortal. Es el temor puesto de
 manifiesto en el cuerpo. La Ciencia Cristiana quita este sentido
 físico de discordancia, tal como elimina cualquier otro sentido
27 de desarmonía moral o mental. Que el hombre es material,
 y que la materia sufre, son proposiciones que sólo pueden
 parecer reales y naturales en la ilusión. Cualquier sentido de
30 que hay alma en la materia no es la realidad del ser.


 Si Jesús despertó a Lázaro del sueño, la ilusión, de la muerte,
 esto comprobó que el Cristo podía mejorar un sentido falso.
33 ¿Quién se atreve a dudar de esta prueba consumada del poder
 y de la voluntad de la Mente divina de mantener al hombre



Página 494



1 para siempre intacto en su estado perfecto, y de gobernar
 toda la acción del hombre? Jesús dijo: “Destruid este templo
3 [cuerpo], y en tres días [Yo, la Mente] lo levantaré”; y él hizo
 esto para renovar la confianza de la cansada humanidad.


 ¿No es una especie de infidelidad creer que una obra tan
6 grande como la del Mesías fue hecha para sí mismo o para
 Dios, quien no necesitaba la ayuda del ejemplo Inagotable
 de Jesús para preservar la armonía eterna? Pero Amor divino
9 los mortales sí necesitaban esta ayuda, y Jesús les señaló el
 camino. El Amor divino siempre ha respondido y siempre
 responderá a toda necesidad humana. No está bien imagi-
12 narse que Jesús demostró el poder divino de sanar sólo para
 un número selecto o por un limitado período de tiempo,
 puesto que a la humanidad entera y a toda hora, el Amor
15 divino suministra todo el bien.


 El milagro de la gracia no es milagro para el Amor.
 Jesús demostró la incapacidad de la corporalidad, así como
18 la capacidad infinita del Espíritu, ayudando así al La razón
 sentido humano que yerra a huir de sus propias y la Ciencia
 convicciones y a buscar seguridad en la Ciencia divina. La
21 razón, bien dirigida, sirve para corregir los errores del sentido
 corporal; pero el pecado, la enfermedad y la muerte parecerán
 reales (así como las experiencias del sueño mientras dormimos
24 parecen reales) hasta que la Ciencia de la armonía eterna del
 hombre quebrante esas ilusiones con la inquebrantable
 realidad del ser científico.


27 ¿Cuál de estas dos teorías concernientes al hombre estás
 dispuesto a aceptar? Una es el testimonio mortal, mutable,
 perecedero, irreal. La otra es la evidencia eterna y verdadera,
30 que lleva la marca de la Verdad, con su regazo colmado de
 frutos inmortales.


 Nuestro Maestro echaba fuera los demonios (males)
33 y sanaba a los enfermos. También se debiera poder decir
 de sus seguidores que ellos echan fuera el temor y todo
 el mal de sí mismos y de otros y sanan a los enfermos.



Página 495



1 Dios sanará a los enfermos por medio del hombre, siempre que
 el hombre esté gobernado por Dios. La Verdad Los seguidores
3 echa fuera el error ahora tan ciertamente como de Jesús
 lo hacía hace diecinueve siglos. No está comprendida toda
 la Verdad; por lo tanto, su poder sanador no está plenamente
6 demostrado.


 Si la enfermedad es verdadera o la idea de la Verdad, no
 puedes destruir la enfermedad, y sería absurdo intentarlo.
9 Entonces clasifica la enfermedad y el error como La destrucción
 lo hizo nuestro Maestro, cuando habló de la
 enferma “que Satanás había atado”, y encuentra un antídoto
12 soberano contra el error en el poder vivificante de la Verdad
 que actúa sobre la creencia humana, un poder que abre las
 puertas de la cárcel a los presos, y pone al cautivo en libertad,
15 física y moralmente.


 Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente,
 aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada
18 sino Su semejanza more en tu pensamiento. No Confianza
 dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan
 tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento
21 de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede
 destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca
 de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en
24 vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta
 comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la
 mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia
27 con la armonía.
 Pregunta. — ¿Cómo puedo progresar más rápidamente
 en la comprensión de la Ciencia Cristiana?
30 Respuesta. — Estudia a fondo la letra y embebe el espíritu.
 Adhiérete al Principio divino de la Ciencia Cristiana y sigue
 los mandatos de Dios, morando firmemente en
33 la sabiduría, la Verdad y el Amor. En la Ciencia y desarrollo
 de la Mente, pronto constatarás que el error no puede destruir



Página 496



1 el error. Aprenderás también que en la Ciencia no hay
 transferencia de sugestiones malévolas de un mortal a otro,
3 pues hay una sola Mente, y esta Mente siempre presente
 y omnipotente es reflejada por el hombre y gobierna el
 universo entero. Aprenderás que en la Ciencia Cristiana el
6 primer deber es obedecer a Dios, tener una sola Mente, y
 amar al prójimo como a ti mismo.


 Todos tenemos que aprender que la Vida es Dios.
9 Pregúntate: ¿Estoy viviendo la vida que se acerca al bien
 supremo? ¿Estoy demostrando el poder sana-
 dor de la Verdad y el Amor? Si es así, entonces el progreso
12 el camino se iluminará cada vez más “hasta que el día [sea]
 perfecto”. Tus frutos comprobarán lo que la comprensión de
 Dios le trae al hombre. Mantén perpetuamente este pensa-
15 miento: que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y el Cristo,
 lo que te capacita para demostrar, con certeza científica, la
 regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor,
18 que subyace, cobija y envuelve todo el ser verdadero.


 “El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
 pecado, la ley”, la ley de la creencia mortal, en guerra contra
21 las realidades de la Vida inmortal, o sea, contra El triunfo sobre
 la ley espiritual que dice al sepulcro: “¿Dónde
 [está] ..., tu victoria?” Pero “cuando esto corruptible se haya
24 vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
 inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está
 escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.
27 Pregunta. — ¿Tienen los Científicos Cristianos algún credo
 religioso?
 Respuesta. — No lo tienen, si por ese término se quiere decir
30 creencias doctrinales. Lo que sigue es una breve exposición



Página 497



1 de los puntos importantes, o artículos de fe, de la Ciencia
 Cristiana:—


3 1. Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la
 Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente
 hacia la Vida eterna.


6 2. Reconocemos y adoramos a un solo Dios supremo e
 infinito. Reconocemos a Su Hijo, el Cristo único; el Espíritu
 Santo o Consolador divino; y al hombre a imagen y seme-
9 janza de Dios.


 3. Reconocemos el perdón del pecado por Dios en la
 destrucción del pecado y en la comprensión espiritual que
12 echa fuera el mal como irreal. Pero la creencia en el pecado
 es castigada mientras dura la creencia.


 4. Reconocemos la expiación de Jesús como la evidencia
15 del Amor divino y eficaz, que revela la unidad del hombre
 con Dios por medio de Cristo Jesús, el Mostrador del camino;
 y reconocemos que el hombre se salva mediante el Cristo,
18 mediante la Verdad, la Vida y el Amor como fue demostrado
 por el Profeta galileo al sanar a los enfermos y vencer el
 pecado y la muerte.


21 5. Reconocemos que la crucifixión de Jesús y su resurrec-
 ción sirvieron para elevar la fe a la comprensión de la Vida
 eterna, o sea, la totalidad del Alma, el Espíritu, y la nada de la
24 materia.


 6. Y solemnemente prometemos velar, y orar para que
 haya en nosotros aquella Mente que hubo también en Cristo
27 Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos
 hicieran con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros.
La Llave de las Escrituras
 Esto dice el Santo,
 el Verdadero,
 el que tiene la llave de David,
 el que abre y ninguno cierra,
 y cierra y ninguno abre:
 Yo conozco tus obras;
 he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta,
 la cual nadie puede cerrar. — El Apocalipsis.





Página 501


Capítulo 15 — Génesis



Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob
como Dios Omnipotente,
mas en Mi nombre Jehová no Me di a conocer a ellos. — Éxodo.


Todas las cosas por Él fueron hechas,
y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. — Juan.


1 La interpretación científica de las Escrituras empieza
 apropiadamente con el comienzo del Antiguo Testamento,
3 principalmente porque el significado espiritual Interpre­tación
 de la Palabra, en sus articulaciones más primi-
 tivas, a menudo parece tan ahogado por el contexto inme-
6 diato como para requerir una explicación; mientras que las
 narrativas del Nuevo Testamento son más claras y llegan más
 cerca del corazón. Jesús las ilumina, mostrando la pobreza
9 de la existencia mortal, pero recompensando abundantemente
 la miseria y la congoja humanas con ganancias espirituales.
 La encarnación de la Verdad, aquella amplificación de mara-
12 villa y gloria que los ángeles sólo podían susurrar y que Dios
 ilustró por medio de la luz y la armonía, está en consonancia
 con el Amor siempre presente. Los así llamados misterios y
15 milagros, que sirven a los fines del bien natural, son explica-
 dos por ese Amor por cuyo descanso suspiran los agobiados
 cuando necesitan algo más nativo de sus anhelos inmortales
18 que la historia del mal perpetuo.



Página 502



1 La segunda necesidad para empezar con el Génesis es
 que el preludio viviente y real de las Escrituras más antiguas
3 es tan breve que casi parecería, por la prepon-
 derancia de la irrealidad en la narrativa entera, espiritual
 como si la realidad no predominara sobre la irrealidad, la
6 luz sobre las tinieblas, la línea recta del Espíritu sobre las
 desviaciones mortales y las imágenes invertidas del creador
 y Su creación.


9 Tomado espiritualmente, el libro del Génesis es la historia
 de la imagen falsa de Dios, llamada un pecador mortal. Esta
 refracción del ser, vista correctamente, sirve para Refracción
12 sugerir el reflejo verdadero de Dios y la realidad del ser
 espiritual del hombre, como se da en el capítulo primero del
 Génesis. Aun así, las formas crudas del pensamiento humano
15 adquieren símbolos y significados más elevados cuando apare-
 cen las perspectivas científicamente cristianas del universo,
 iluminando el tiempo con la gloria de la eternidad.
18


 En la exégesis siguiente, cada texto es seguido por su
 interpretación espiritual de acuerdo con las enseñanzas de
21 la Ciencia Cristiana.


 Exégesis


 Génesis 1:1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra.


24 Lo infinito no tiene principio. Esta palabra principio es
 empleada para significar lo único, es decir, la eterna verdad
 y unidad de Dios y el hombre, incluyendo el
27 universo. El Principio creativo —la Vida, la
 Verdad y el Amor— es Dios. El universo refleja a Dios.
 No hay más que un creador y una creación. Esta creación



Página 503



1 consiste en el desarrollo de las ideas espirituales y sus
 identidades, las cuales están abrazadas en la Mente infinita
3 y para siempre reflejadas. Estas ideas se extienden desde lo
 infinitesimal hasta lo infinito, y las ideas más elevadas son
 los hijos y las hijas de Dios.


6 Génesis 1:2. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las


 tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios


 se movía sobre la faz de las aguas.


9 El Principio divino y la idea divina constituyen la armo-
 nía espiritual: los cielos y la eternidad. En el universo de la
 Verdad, la materia es desconocida. Ninguna
12 suposición de error entra allí. La Ciencia
 divina, la Palabra de Dios, dice a las tinieblas sobre la faz del
 error: “Dios es Todo‐en‐todo”, y la luz del Amor siempre
15 presente ilumina el universo. De ahí la eterna maravilla, que
 el espacio infinito está poblado con las ideas de Dios, que Lo
 reflejan en incontables formas espirituales.


18 Génesis 1:3. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.


 La Mente inmortal y divina presenta la idea de Dios:
 primero, en luz; segundo, en reflejo; tercero, en formas espiri-
21 tuales e inmortales de belleza y bondad. Pero
 esta Mente no crea ningún elemento ni sím-


 bolo de discordia y decadencia. Dios no crea
24 ni pensamiento que yerra, vida mortal, verdad mutable ni
 amor variable.


 Génesis 1:4. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios


27 la luz de las tinieblas.


 Dios, el Espíritu, que mora en la luz y la armonía infinitas



Página 504



1 de las cuales emana la idea verdadera, nunca es reflejado por
 nada sino por lo bueno.


3 Génesis 1:5. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas


 llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.


 Todas las preguntas sobre si la creación divina es a la vez
6 espiritual y material son respondidas en este pasaje, porque
 aunque los rayos solares no están incluidos aún Luz que pre­cede
 en el registro de la creación, sin embargo hay
9 luz. Esta luz no es del sol ni de llamas volcánicas, sino que
 es la revelación de la Verdad y de las ideas espirituales. Esto
 muestra también que no existe lugar donde la luz de Dios
12 no se vea, puesto que la Verdad, la Vida y el Amor llenan la
 inmensidad y están siempre presentes. ¿No fue esta una
 revelación más bien que una creación?


15 La sucesiva aparición de las ideas de Dios es representada
 como si tuviera lugar en tantas tardes y mañanas, palabras
 que indican, en ausencia del tiempo solar, pers-
18 pectivas espiritualmente más claras de Él, pers-
 pectivas que no son indicadas por las tinieblas y el alba
 materiales. Aquí tenemos la explicación de otro pasaje de las
21 Escrituras, que “para con el Señor un día es como mil años”.
 Los rayos de la Verdad infinita, cuando se juntan en el foco
 de ideas, traen la luz instantáneamente, mientras que mil
24 años de doctrinas, hipótesis y vagas conjeturas humanas no
 emiten tal fulgor.


 ¿Creó la Mente infinita la materia, y la llamó luz?
27 El Espíritu es la luz, y la contradicción del Espíritu es la
 materia, las tinieblas, y las tinieblas oscurecen la El Espíritu versus
 luz. El sentido material no es nada más que una las tinieblas
30 suposición de la ausencia del Espíritu. Ni los rayos solares ni



Página 505



1 las revoluciones planetarias forman el día del Espíritu. La
 Mente inmortal hace su propio registro, pero la mente mortal,
3 el dormir, los sueños, el pecado, la enfermedad y la muerte no
 tienen ningún registro en el primer capítulo del Génesis.


 Génesis 1:6. Luego dijo Dios: Haya expansión en medio


6 de las aguas, y separe las aguas de las aguas.


 La comprensión espiritual, por la cual la concepción
 humana, el sentido material, está separado de la Verdad,
9 es la expansión. La Mente divina, no la materia, Expansión
 crea todas las identidades, y ellas son formas de espiritual
 la Mente, las ideas del Espíritu evidentes sólo como la Mente,
12 nunca como la materia sin mente ni como los así llamados
 sentidos materiales.


 Génesis 1:7. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que


15 estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre


 la expansión. Y fue así.


 El Espíritu imparte la comprensión que eleva la conscien-
18 cia y conduce a toda la verdad. El Salmista dice: “Jehová en
 las alturas es más poderoso que el estruendo
 de las muchas aguas, más que las recias ondas
21 del mar”. El sentido espiritual es el discernimiento del bien
 espiritual. La comprensión es la línea de demarcación entre
 lo real y lo irreal. La comprensión espiritual revela la Mente
24 —la Vida, la Verdad y el Amor— y demuestra el sentido
 divino, dando la prueba espiritual del universo en la Ciencia
 Cristiana.


27 Esta comprensión no es intelectual, no es el resultado
 de logros eruditos; es la realidad de todas las cosas sacada
 a la luz. Las ideas de Dios reflejan lo inmortal, El original
30 lo que no yerra y lo infinito. Lo mortal, lo que
 yerra y lo finito son creencias humanas, que se arrogan



Página 506



1 una tarea imposible para ellas: la de distinguir entre lo falso
 y lo verdadero. Los objetos completamente diferentes del
3 original no reflejan ese original. Por consiguiente, la materia,
 al no ser el reflejo del Espíritu, no tiene entidad real. La
 comprensión es una cualidad de Dios, una cualidad que
6 separa la Ciencia Cristiana de la suposición y hace la Verdad
 definitiva.


 Génesis 1:8. Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde


9 y la mañana el día segundo.


 Por medio de la Ciencia divina, el Espíritu, Dios, une
 la comprensión a la armonía eterna. El pensamiento calmo
12 y exaltado, o la comprensión espiritual, está
 en paz. Así continúa el amanecer de las ideas,
 formando cada etapa sucesiva de progreso.


15 Génesis 1:9. Dijo también Dios: Júntense las aguas que


 están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco.


 Y fue así.


18 El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos informes en sus
 conductos adecuados, y desarrolla estos pensa-
 mientos, tal como abre los pétalos de un propó-
21 sito sagrado con el fin de que el propósito pueda aparecer.


 Génesis 1:10. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión


 de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.


24 Aquí el concepto humano y la idea divina parecen con-
 fundidos por el traductor, pero no lo están en
 el sentido científicamente cristiano del texto.


27 Sobre Adán recayó la agradable tarea de encon-
 trar nombres para todas las cosas materiales, pero Adán no ha



Página 507



1 aparecido aún en la narrativa. En la metáfora, la tierra seca
 ilustra las formaciones absolutas instituidas por la Mente,
3 mientras que el agua simboliza los elementos de la Mente.
 El Espíritu alimenta y viste debidamente todo objeto, a
 medida que aparece en la línea de la creación espiritual, así
6 expresando tiernamente la paternidad y la maternidad de
 Dios. El Espíritu da nombre a todo y lo bendice. Sin natu-
 ralezas particularmente definidas, los objetos y sujetos serían
9 oscuros, y la creación estaría llena de vástagos sin nombre,
 vagando desviados de la Mente progenitora, forasteros en un
 desierto enmarañado.


12 Génesis 1:11. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba


 verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según


 su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así.


15 El universo del Espíritu refleja el poder creativo del
 Principio divino, o la Vida, que reproduce las innumerables
 formas de la Mente y gobierna la multiplicación Propagación
18 de la idea compuesta, el hombre. El árbol y la
 hierba no dan fruto a causa de algún poder propagativo
 propio, sino porque reflejan la Mente que lo incluye todo.
21 Un mundo material implica una mente mortal y un hombre
 creador. La creación divina y científica proclama la Mente
 inmortal y el universo creado por Dios.


24 La Mente infinita crea y gobierna todo, desde la molécula
 mental hasta lo infinito. Este Principio divino de todo expresa
 Ciencia y arte a través de Su creación, y la inmor-
27 talidad del hombre y el universo. La creación


 está siempre apareciendo, y tiene que continuar
 apareciendo siempre debido a la naturaleza de su fuente
30 inagotable. El sentido mortal invierte esta aparición y llama
 materiales las ideas. Así mal interpretada, la idea divina parece



Página 508



1 caer al nivel de una creencia humana o material, llamada
 hombre mortal. Pero la semilla está en sí misma sólo porque
3 la Mente divina es Todo y reproduce todo, porque la Mente es
 la multiplicadora, y la idea infinita de la Mente, el hombre y
 el universo, es el producto. La única inteligencia o sustancia
6 de un pensamiento, una semilla o una flor es Dios, su creador.
 La Mente es el Alma de todo. La Mente es la Vida, la Verdad
 y el Amor que gobierna todo.


9 Génesis 1:12. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba


 que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya


 semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.


12 Dios determina el género de Sus propias ideas. El género
 es mental, no material. La semilla dentro de sí misma es
 el pensamiento puro que emana de la Mente
15 divina. El género femenino no está expresado
 aún en el texto. Género significa simplemente clase o especie,
 y no se refiere necesariamente a la masculinidad o a la femi-
18 neidad. La palabra no está confinada a la sexualidad, y las
 gramáticas siempre reconocen un género neutro, ni mascu-
 lino ni femenino. La Mente o inteligencia de la producción
21 menciona el género femenino por último en el orden ascen-
 dente de la creación. La idea individual inteligente, sea varón
 o hembra, elevándose de lo menor a lo mayor, revela la infini-
24 tud del Amor.


 Génesis 1:13. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.


 La tercera etapa en el orden de la Ciencia Cristiana es una
27 de gran importancia para el pensamiento humano, dejando



Página 509



1 penetrar la luz de la comprensión espiritual. Este período
 corresponde a la resurrección, cuando se discierne que el
3 Espíritu es la Vida de todo, y la Vida imperece-
 dera, o la Mente, no es dependiente de ninguna hacia la luz
 organización material. Nuestro Maestro reapareció a sus
6 discípulos —para la comprensión de ellos se levantó de la
 tumba— al tercer día de su pensamiento ascendente, y así les
 presentó la certeza de la Vida eterna.


9 Génesis 1:14. Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión


 de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales


 para las estaciones, para días y años.


12 El Espíritu no crea otros cuerpos sino los celestes o celes-
 tiales, pero el universo estelar no es más celestial que nuestra
 tierra. Este texto da la idea de la rarefacción del Rarefacción
15 pensamiento a medida que asciende más alto.
 Dios forma y puebla el universo. La luz de la comprensión
 espiritual da sólo destellos de lo infinito, así como las nebulo-
18 sas indican la inmensidad del espacio.


 Las así llamadas sustancias minerales, vegetales y anima-
 les no dependen más del tiempo ni de la organización material
21 ahora que cuando “alababan todas las estrellas La naturaleza
 del alba”. La Mente hizo la “planta del campo
 antes que fuese en la tierra”. Los períodos de la ascensión
24 espiritual son los días y las estaciones de la creación de la
 Mente, en la cual la belleza, la sublimidad, la pureza y la
 santidad —sí, la naturaleza divina— aparecen en el hombre
27 y el universo para no desaparecer jamás.


 Conociendo la Ciencia de la creación, en la cual todo es
 la Mente y sus ideas, Jesús reprendió el pensamiento material
30 de sus conterráneos: “Sabéis distinguir el aspecto del cielo,



Página 510



1 ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” ¡Cuánto más
 deberíamos buscar comprender las ideas espirituales de Dios,
3 que afanarnos por los objetos de los sentidos!
 Para discernir el ritmo del Espíritu y ser santo, comprendidas
 el pensamiento tiene que ser puramente espiritual.


6 Génesis 1:15. Y sean por lumbreras en la expansión de los


 cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.


 La Verdad y el Amor iluminan la comprensión, en cuya
9 “luz veremos la luz”; y esta iluminación es reflejada espiri-
 tualmente por todos los que andan en la luz y se alejan de un
 falso sentido material.


12 Génesis 1:16. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lum-


 brera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor


 para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.


15 El sol es una representación metafórica del Alma fuera
 del cuerpo, dando existencia e inteligencia al universo. Sólo
 el Amor puede impartir la idea ilimitada de la
18 Mente infinita. La geología jamás ha explicado un fracaso
 las formaciones de la tierra; no puede explicarlas. No hay
 ninguna alusión bíblica a la luz solar en las Escrituras hasta
21 que el tiempo ya ha sido dividido en tardes y mañanas; y la
 alusión a los fluidos (Génesis 1:2) indica una supuesta forma-
 ción de la materia por la resolución de fluidos en sólidos,
24 análoga a la supuesta resolución de pensamientos en cosas
 materiales.


 La luz es un símbolo de la Mente, de la Vida, la Verdad
27 y el Amor, y no una propiedad vivificante de
 la materia. La Ciencia revela sólo una Mente,
 y esta brillando por su propia luz y gobernando el universo,



Página 511



1 incluyendo el hombre, en perfecta armonía. Esta Mente
 forma ideas, sus propias imágenes, subdivide e irradia la luz
3 que les es prestada, la inteligencia, y así explica la frase de las
 Escrituras: “cuya semilla está dentro de sí misma”.* De esta
 manera las ideas de Dios “se multiplican y llenan la tierra”.
6 La Mente divina sustenta la sublimidad, la magnitud y la
 infinitud de la creación espiritual.


 Génesis 1:17, 18. Y las puso Dios en la expansión de los cielos


9 para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en


 la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que


 era bueno.


12 En la Ciencia divina, la cual es el sello de la Deidad y tiene
 la estampa del cielo, Dios es revelado como luz Tinieblas
 infinita. En la Mente eterna no hay noche.


15 Génesis 1:19. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.


 El resplandor cambiante y el pleno fulgor de las ideas
 infinitas, las imágenes, de Dios, marcan los períodos de
18 progreso.


 Génesis 1:20. Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes,


 y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de


21 los cielos.


 Para la mente mortal, el universo es líquido, sólido
 y gaseoso. Interpretadas espiritualmente, las rocas y las
24 montañas simbolizan ideas sólidas y grandio-
 sas. Los animales y los mortales presentan
 metafóricamente la gradación del pensamiento mortal,
27 ascendiendo en la escala de la inteligencia, tomando forma
 en los géneros masculino, femenino o neutro. Las aves, que
 vuelan sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos,
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 512



1 corresponden a las aspiraciones que se remontan más allá
 y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del
3 Principio divino e incorpóreo, el Amor.


 Génesis 1:21. Y creó Dios los grandes monstruos marinos,


 y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron


6 según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio


 Dios que era bueno.


 El Espíritu es simbolizado por la fuerza, la presencia
9 y el poder, y también por pensamientos sagrados, alados
 con Amor. Estos ángeles de Su presencia, los
 cuales tienen el cargo más sagrado, abundan
12 en la atmósfera espiritual de la Mente, y por consiguiente,
 reproducen sus propias características. No conocemos sus
 formas individuales, pero sí sabemos que su naturaleza está
15 aliada con la naturaleza de Dios; y las bendiciones espiritua-
 les, así simbolizadas, son los estados exteriorizados, aunque
 subjetivos, de la fe y la comprensión espiritual.


18 Génesis 1:22. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y


 multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense


 las aves en la tierra.


21 El Espíritu bendice la multiplicación de sus propias ideas
 puras y perfectas. De los elementos infinitos de la Mente única
 emanan toda forma, todo color, toda cualidad
24 y cantidad, y estos son mentales, tanto primaria de ideas puras
 como secundariamente. Su naturaleza espiritual es discer-
 nida sólo por medio de los sentidos espirituales. La mente
27 mortal invierte la verdadera semejanza, y confiere nombres
 y naturalezas animales a sus propias concepciones erróneas.
 Ignorante del origen y de las operaciones de la mente mortal
30 —esto es, ignorante de sí misma— esta así llamada mente
 pone de manifiesto sus propias cualidades, y pretende que
 Dios es el autor de ellas; aun cuando Dios ignora la existencia,



Página 513



1 tanto de esta mentalidad mortal, así llamada, como de su
 pretensión, porque la pretensión usurpa las prerrogativas
3 deíficas y es un intento de infringir la infinitud.


 Génesis 1:23. Y fue la tarde y la mañana el día quinto.


 Los pasos espirituales de avance en el prolífico universo de
6 la Mente conducen hacia esferas espirituales y seres exaltados.
 Para el sentido material, este universo divino es Esferas
 opaco y distante, gris en los tonos sombríos del
9 crepúsculo; pero pronto el velo es levantado, y la escena se
 llena de luz. En el registro, el tiempo aún no es medido por
 revoluciones solares, y los movimientos y los reflejos del poder
12 deífico no pueden ser comprendidos hasta que la Ciencia
 divina se convierte en el intérprete.


 Génesis 1:24. Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivien-


15 tes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra


 según su especie. Y fue así.


 El Espíritu diversifica, clasifica e individualiza todos los
18 pensamientos, los cuales son tan eternos como Continuidad de
 la Mente que los concibe; pero la inteligencia,
 la existencia y la continuidad de toda individualidad perma-
21 necen en Dios, quien es su Principio divinamente creativo.


 Génesis 1:25. E hizo Dios animales de la tierra según


 su género, y ganado según su género, y todo animal que se


24 arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que


 era bueno.


 Dios crea todas las formas de la realidad. Sus pensamien-
27 tos son realidades espirituales. La así llamada mente mortal
 —al ser inexistente y por consiguiente no estar dentro del



Página 514



1 alcance de la existencia inmortal— no podría, simulando el
 poder deífico, invertir la creación divina, y después recrear
3 personas o cosas sobre su propio plano, puesto Los pensamientos
 que nada existe más allá del alcance de la infini- de


 tud que incluye todo, en la cual y de la cual Dios espirituales
6 es el único creador. La Mente, gozosa en fuerza, mora en el
 reino de la Mente. Las ideas infinitas de la Mente corren y se
 deleitan. En humildad escalan las alturas de la santidad.


9 El valor moral es “el león de la tribu de Judá”, el rey del
 reino mental. Libre y sin temor recorre la selva. Impertur­
 bable se echa en el campo abierto, o descansa
12 en “lugares de delicados pastos... junto a aguas
 de reposo”. En la transmisión figurativa del pensamiento
 divino al humano, la diligencia, la prontitud y la perseveran-
15 cia son comparadas con “los millares de animales en los
 collados”. Portan el bagaje de la firme resolución, y llevan el
 paso con los más altos propósitos. La ternura acompaña todo
18 el poder impartido por el Espíritu. La individualidad creada
 por Dios no es carnívora, como atestigua el estado milenario
 descrito por Isaías: —


21 Morará el lobo con el cordero,


 y el leopardo con el cabrito se acostará;


 el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos,


24 y un niño los pastoreará.


 Comprendiendo el control que el Amor mantenía
 sobre todo, Daniel se sintió seguro en el foso de los leones,
27 y Pablo comprobó que la víbora era inofensiva. Las criaturas
 Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la
 armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles.
30 Una comprensión de esta verdad grandiosa fue una fuente de



Página 515



1 fortaleza para los ancianos venerables. Ella sustenta la
 curación cristiana, y capacita a su poseedor para emular el
3 ejemplo de Jesús. “Y vio Dios que era bueno”.


 La paciencia es simbolizada por el gusano incansable,
 arrastrándose sobre elevadas cumbres, perseverando en su
6 intento. La serpiente creada por Dios no es ni
 astuta ni venenosa, sino que es una idea sabia,
 encantadora en su destreza, pues las ideas del Amor están
9 sujetas a la Mente que las forma, al poder que cambia a la
 serpiente en una vara.


 Génesis 1:26. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a


12 nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en


 los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en


 toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.


15 El eterno Elohim incluye el universo sempiterno.
 El nombre Elohim está en plural, pero esta pluralidad del
 Espíritu no implica más de un Dios, ni tampoco Pluralidad
18 implica tres personas en una. Se refiere a la
 unidad, la triunidad de la Vida, la Verdad y el Amor.
 “Y señoreen ellos”.* Hombre es el nombre de familia para
21 todas las ideas, los hijos y las hijas de Dios. Todo lo que Dios
 imparte se mueve de acuerdo con Él, reflejando bondad y
 poder.


24 Tu reflejo en el espejo es tu propia imagen o semejanza.
 Si levantas un peso, tu reflejo también hace esto. Si hablas, los
 labios de esta semejanza se mueven de acuerdo Semejanza
27 con los tuyos. Compara ahora al hombre ante
 el espejo con su Principio divino, Dios. Llama al espejo
 Ciencia divina, y llama al hombre el reflejo. Entonces nota
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 516



1 cuán fiel, según la Ciencia Cristiana, es el reflejo a su original.
 Tal como tu reflejo aparece en el espejo, así tú, al ser espiritual,
3 eres el reflejo de Dios. La sustancia, la Vida, la inteligencia, la
 Verdad y el Amor, que constituyen la Deidad, son reflejados
 por Su creación; y cuando subordinemos el falso testimonio de
6 los sentidos corporales a las realidades de la Ciencia, veremos
 esta semejanza y reflejo verdaderos en todas partes.


 Dios modela todas las cosas conforme a Su semejanza.
9 La Vida es reflejada en la existencia, la Verdad en la veracidad,
 Dios en la bondad, las cuales imparten su propia El Amor
 paz y permanencia. El Amor, fragante de gene-
12 rosidad, baña todo en belleza y luz. La hierba bajo nuestros
 pies silenciosamente exclama: “Los mansos heredarán la
 tierra”. El modesto madroño envía su dulce aliento al cielo.
15 La gran roca da sombra y abrigo. La luz del sol destella desde
 la cúpula de la iglesia, atisba en la celda de la prisión, se desliza
 en el aposento del enfermo, ilumina la flor, embellece el paisaje,
18 bendice la tierra. El hombre, hecho a Su semejanza, posee y
 refleja el señorío de Dios sobre toda la tierra. El hombre y la
 mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan para siempre,
21 en cualidad glorificada, al infinito Padre‐Madre Dios.


 Génesis 1:27. Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen


 de Dios lo creó; varón y hembra los creó.


24 Para enfatizar este pensamiento trascendental, se repite
 que Dios creó al hombre a Su propia imagen, para reflejar
 el Espíritu divino. Se deduce que hombre es
27 un término genérico. Los géneros masculino,
 femenino y neutro son conceptos humanos. En una de las



Página 517



1 lenguas antiguas, la palabra que significa hombre es usada
 también como sinónimo de la palabra mente. Esta definición
3 ha sido debilitada por el antropomorfismo, o una humaniza-
 ción de la Deidad. La palabra antropomórfico, en una frase
 como “un Dios antropomórfico”, es derivada de dos palabras
6 griegas, que significan hombre y forma, y puede ser definida
 como un intento mortalmente mental de reducir la Deidad
 a la corporalidad. La cualidad vivificante de la Mente es
9 el Espíritu, no la materia. El hombre ideal corresponde a
 la creación, a la inteligencia y a la Verdad. La mujer ideal
 corresponde a la Vida y al Amor. En la Ciencia divina, no
12 tenemos tanta autoridad para considerar a Dios masculino
 como la tenemos para considerarlo femenino, pues el Amor
 imparte la idea más clara de la Deidad.


15 El mundo cree que hay muchas personas; pero si Dios es
 personal, no hay sino una sola persona, porque no hay sino
 un solo Dios. Su personalidad sólo puede ser
18 reflejada, no transmitida. Dios tiene inconta-
 bles ideas, y todas ellas tienen un solo Principio y progenitor.
 El único símbolo apropiado de Dios como persona es el ideal
21 infinito de la Mente. ¿Qué es este ideal? ¿Quién lo ha de
 contemplar? Este ideal es la propia imagen de Dios, espiri-
 tual e infinita. Ni la misma eternidad puede revelar jamás la
24 totalidad de Dios, puesto que no existe límite para la infini-
 tud o para sus reflejos.


 Génesis 1:28. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y


27 multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los


 peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias


 que se mueven sobre la tierra.


30 El Amor divino bendice sus propias ideas, y hace que se
 multipliquen, que manifiesten Su poder. El hombre no está



Página 518



1 hecho para labrar la tierra. Su derecho inherente es el señorío,
 no la servidumbre. Él es el amo de la creencia
3 de tierra y cielo, él mismo subordinado sólo a


 su Hacedor. Esta es la Ciencia del ser.


 Génesis 1:29, 30. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda


6 planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo


 árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.


 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a


9 todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda


 planta verde les será para comer. Y fue así.


 Dios da la idea menor de Sí mismo como un eslabón para
12 la mayor, y a cambio, la superior siempre protege la inferior.
 Los ricos en espíritu ayudan a los pobres en
 una gran hermandad, teniendo todos el mismo en hermandad
15 Principio, o Padre; y bendito es ese hombre que ve la necesi-
 dad de su hermano y la satisface, buscando su propio bien en
 el ajeno. El Amor da a la menor idea espiritual poder, inmor-
18 talidad y bondad, que brillan a través de todo como la flor
 brilla a través del capullo. Todas las variadas expresiones de
 Dios reflejan salud, santidad, inmortalidad, la Vida, la
21 Verdad y el Amor infinitos.


 Génesis 1:31. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí


 que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana


24 el día sexto.


 El Principio divino, o el Espíritu, comprende y expresa
 todo, y todo tiene por tanto que ser tan perfecto como el
27 Principio divino es perfecto. Nada es nuevo para el Espíritu.



Página 519



1 Nada puede ser novedoso para la Mente eterna, la autora
 de todas las cosas, la que desde toda la eternidad conoce Sus
3 propias ideas. La Deidad estaba satisfecha con
 Su obra. ¿Cómo podría no estarlo, ya que la
 creación espiritual fue el producto, la emanación, del conte-
6 nido infinito de Sí mismo y de Su sabiduría inmortal?


 Génesis 2:1. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra,


 y todo el ejército de ellos.


9 Así las ideas de Dios en el ser universal están completas
 y expresadas para siempre, porque la Ciencia revela la infini-
 tud y la paternidad y maternidad del Amor.
12 La capacidad humana es lenta para discernir
 y comprender la creación de Dios y el poder y la presencia
 divinos que la acompañan, demostrando su origen espiritual.
15 Los mortales jamás pueden conocer lo infinito, hasta que no
 se despojan del viejo hombre y alcanzan la imagen y seme-
 janza espirituales. ¡Qué puede sondar la infinitud! ¿Cómo
18 hemos de declarar a Dios, hasta que, en el lenguaje del
 apóstol, “todos lleguemos a la unidad de la fe y del conoci-
 miento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de
21 la estatura de la plenitud de Cristo”?


 Génesis 2:2. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo;


 y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.


24 Dios descansa en acción. Dar no ha empobrecido, jamás
 puede empobrecer, la Mente divina. Ningún
 agotamiento resulta de la acción de esta Mente, labor sagrada
27 de acuerdo con la comprensión de la Ciencia divina. El



Página 520



1 descanso más elevado y más dulce, aun desde un punto de
 vista humano, está en la labor sagrada.


3 La Mente insondable está expresada. La profundidad, la
 anchura, la altura, el poder, la majestad y la gloria del Amor
 infinito llenan todo el espacio. ¡Eso basta! El
6 lenguaje humano puede repetir sólo una parte


 infinitesimal de lo que existe. El ideal absoluto,
 el hombre, no es más visto ni comprendido por los mortales
9 de lo que es el Principio infinito, el Amor. El Principio y su
 idea, el hombre, son coexistentes y eternos. Los numerales
 de la infinitud, llamados siete días, jamás pueden ser contados
12 de acuerdo con el calendario del tiempo. Estos días aparece-
 rán a medida que la mortalidad desaparezca, y revelarán la
 eternidad, la renovación de la Vida, en la cual todo sentido
15 del error desaparece para siempre y el pensamiento acepta el
 divino cálculo infinito.


 Génesis 2:4, 5. Éstos son los orígenes de los cielos y de la tierra


18 cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y


 los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra,


 y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios


21 aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para


 que labrase la tierra.


 He aquí la declaración enfática de que Dios crea todo por
24 medio de la Mente, no por medio de la materia, que la planta
 crece, no debido a la semilla o la tierra, sino
 porque el crecimiento es el eterno mandato de


27 la Mente. El pensamiento mortal cae a la tierra,
 pero el pensamiento creador e inmortal es de lo alto, no de
 abajo. Puesto que la Mente hace todo, nada le queda por
30 hacer a un poder inferior. El Espíritu obra por medio de la
 Ciencia de la Mente, nunca obligando al hombre a que labre



Página 521



1 la tierra, sino haciéndole superior al suelo. El conocimiento
 de esto eleva al hombre por encima del barro, por encima de
3 la tierra y su ambiente, hacia la armonía espiritual consciente
 y el ser eterno.


 Aquí el registro inspirado termina su narrativa del ser
6 que no tiene comienzo ni fin. Todo lo que ha sido hecho es
 la obra de Dios, y todo es bueno. Dejamos esta Narrativa
 historia breve y gloriosa de la creación espiritual espiritual
9 (como está expuesta en el primer capítulo del Génesis) en las
 manos de Dios, no del hombre, al cuidado del Espíritu, no de
 la materia, reconociendo gozosamente ahora y para siempre
12 la supremacía, omnipotencia y omnipresencia de Dios.


 La armonía y la inmortalidad del hombre están intactas.
 Debiéramos apartar la vista de la suposición opuesta de que
15 el hombre es creado materialmente, y volver nuestra mirada
 hacia el registro espiritual de la creación, hacia aquello que
 debería estar grabado en el entendimiento y en el corazón
18 “con punta de diamante” y la pluma de un ángel.


 El lector naturalmente preguntará si no hay nada más
 acerca de la creación en el libro del Génesis. Por cierto que
21 hay, pero el relato que sigue es mortal y material.


 Génesis 2:6. Sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba


 toda la faz de la tierra.


24 La Ciencia y la verdad de la creación divina han sido
 presentadas en los versículos ya considerados, y ahora el error
 opuesto, una perspectiva material de la creación, La historia
27 ha de ser presentado. El segundo capítulo del
 Génesis contiene una declaración de esta perspectiva mate-
 rial de Dios y el universo, una declaración que es diametral-
30 mente opuesta a la verdad científica registrada anteriormente.
 Si la historia del error o la materia fuese verídica, anularía la



Página 522



1 omnipotencia del Espíritu; pero es la historia falsa en contraste
 con la verdadera.


3 La Ciencia del primer registro comprueba la falsedad del
 segundo. Si uno es verdadero, el otro es falso, porque son
 antagónicos. El primer registro asigna todo el
6 poder y gobierno a Dios, y dota al hombre de
 la perfección y el poder de Dios. El segundo registro es
 la crónica del hombre como mutable y mortal, como habién-
9 dose separado de la Deidad y como girando en una órbita
 propia. La existencia, separada de la divinidad, es imposible
 según lo explica la Ciencia.


12 Este segundo registro, sin lugar a dudas, presenta la
 historia del error en sus formas exteriorizadas, llamadas vida
 e inteligencia en la materia. Registra el panteísmo, opuesto
15 a la supremacía del Espíritu divino; pero declara también
 que este estado de cosas es temporario y que este hombre es
 mortal, polvo que vuelve al polvo.


18 En esta teoría errónea, la materia toma el lugar del
 Espíritu. La materia es representada como el principio
 vivificante de la tierra. El Espíritu es represen-
21 tado como si entrara en la materia a fin de crear errónea
 al hombre. Las encendidas denuncias de Dios contra el
 hombre, cuando no es hallado a Su imagen, a la semejanza
24 del Espíritu, convencen la razón y coinciden con la revela-
 ción al declarar falsa esta creación material.


 Esta última parte del segundo capítulo del Génesis,
27 que describe el Espíritu como supuestamente cooperando
 con la materia en la construcción del universo,


 está basada en alguna hipótesis del error, pues
30 el texto de las Escrituras que precede declara
 que la obra de Dios ha sido acabada. ¿La Vida, la Verdad
 y el Amor producen la muerte, el error y el odio? ¿Condena
33 el creador a Su propia creación? ¿Cambia o se arrepiente
 el Principio infalible de la ley divina? No puede ser así.



Página 523



1 Sin embargo, uno podría así juzgarlo al leer superficialmente
 el relato de las Escrituras ahora comentado.


3 Debido a su falsa base, la neblina de la oscuridad desarro-
 llada por el error acentúa la falsa pretensión, y finalmente
 declara que Dios conoce el error y que el error
6 puede mejorar la creación de Dios. Pese a que
 presenta lo diametralmente opuesto a la Verdad, la mentira
 pretende ser verdad. Las creaciones de la materia provienen
9 de una neblina o pretensión falsa, o de la mistificación, y
 no de la expansión, o comprensión, que Dios erige entre lo
 verdadero y lo falso. En el error todo viene de abajo, no de
12 lo alto. Todo es un mito material, en lugar del reflejo del
 Espíritu.


 Tal vez valga la pena comentar aquí que, de acuerdo con
15 los exégetas más doctos, hay claras evidencias de dos docu-
 mentos diferenciados en la primera parte del
 libro del Génesis. Uno es llamado el elohístico, diferenciados
18 porque allí el Ser Supremo es llamado Elohim. El otro
 documento es llamado el jehovístico, porque allí la Deidad
 es siempre llamada Jehová, o Jehová Dios, como lo traduce
21 nuestra versión corriente.


 En todo el primer capítulo del Génesis y en tres versículos
 del segundo —en lo que entendemos que es el relato espiri-
24 tualmente científico de la creación— es Elohim Jehová
 (Dios) quien crea. Desde el cuarto versículo del o Elohim
 capítulo segundo hasta el capítulo quinto, el creador es
27 llamado Jehová, o Jehová Dios. Los distintos relatos se entre-
 mezclan más y más hasta el final del capítulo duodécimo,
 después del cual ya no se puede rastrear en forma definida la
30 diferencia. En las partes históricas del Antiguo Testamento,
 es usualmente Jehová, el peculiar soberano divino del pueblo
 hebreo, a quien se hace referencia.



Página 524



1 La idolatría que resultó de esta mitología material se ve en
 la adoración fenicia a Baal, en el dios Quemos de los moabitas,
3 en el Moloc de los amorreos, en el Visnú hindú, Los dioses
 en la Afrodita griega y en un millar de otras así de los paganos
 llamadas deidades.


6 La idolatría también se encontraba entre los israelitas,
 quienes constantemente servían a “dioses ajenos”. Ellos llama-
 ban al Ser Supremo por el nombre nacional de
9 Jehová. En ese nombre de Jehová, la idea verda-
 dera de Dios parece casi perdida. Dios se convierte en un
 “varón de guerra”, un dios tribal para ser adorado, más bien
12 que en el Amor, el Principio divino para ser vivido y amado.


 Génesis 2:7. Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo


 de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre


15 un ser viviente.


 ¿Se convirtió el Principio divino e infinito en una deidad
 finita, para que ahora debiese ser llamado Jehová? Con un
18 solo mandato, la Mente había hecho al hombre, La creación
 tanto varón como hembra. ¿Cómo pudo enton-
 ces una organización material convertirse en la base del
21 hombre? ¿Cómo pudo lo carente de inteligencia convertirse
 en el medio de la Mente, y el error ser el enunciador de la
 Verdad? La materia no es el reflejo del Espíritu, sin embargo
24 Dios está reflejado en toda Su creación. ¿Es esta adición a Su
 creación real o irreal? ¿Es la verdad, o es una mentira concer-
 niente al hombre y a Dios?


27 Tiene que ser una mentira, pues Dios en seguida maldice
 la tierra. ¿Pudo el Espíritu emitir su opuesto, la materia, y dar
 a la materia la capacidad de pecar y sufrir? ¿Es el Espíritu,
30 Dios, inyectado en el polvo, y finalmente eyectado ante la
 exigencia de la materia? ¿Entra el Espíritu en el polvo, y pierde



Página 525



1 allí la naturaleza y omnipotencia divinas? ¿Entra la Mente,
 Dios, en la materia para convertirse allí en un pecador mortal,
3 animado por el aliento de Dios? En esta narrativa la validez
 de la materia es enfrentada, no la validez del Espíritu o de las
 creaciones del Espíritu. El hombre refleja a Dios; el género
6 humano representa a la raza adánica, y es una creación
 humana, no divina.


 Los siguientes son algunos de los equivalentes del término
9 hombre en distintos idiomas. En sajón, género humano, una
 mujer, cualquier persona; en galés, lo que se
 eleva, siendo el significado primitivo imagen,
12 forma; en hebreo, imagen, similitud; en islandés, mente.
 La traducción siguiente es del islandés:


 Y dijo Dios: Hagamos al hombre conforme a nuestra mente


15 y nuestra semejanza; y Dios formó al hombre conforme a Su


 mente; conforme a la mente de Dios lo formó; y los formó


 varón y hembra.


18 En el Evangelio de Juan, se declara que todas las cosas
 fueron hechas por el Verbo de Dios, “y sin Él [el logos, o verbo]
 nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Todo No hay crea­ción
21 lo bueno o digno, lo hizo Dios. Lo que carece
 de valor o es nocivo, Él no lo hizo, de ahí su irrealidad.
 En la Ciencia del Génesis leemos que Él vio todo lo que había
24 hecho, “y he aquí que era bueno en gran manera”. Los
 sentidos corporales declaran otra cosa; y si damos el mismo
 crédito a la historia del error que a los registros de la verdad,
27 el registro de las Escrituras sobre el pecado y la muerte
 favorece la conclusión falsa de los sentidos materiales. El
 pecado, la enfermedad y la muerte deben ser considerados
30 tan desprovistos de realidad como lo están del bien, Dios.


 Génesis 2:9. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol


 delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol



Página 526



1 de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien


 y del mal.


3 El registro previo y más científico de la creación declara
 que Dios hizo “toda planta del campo antes que fuese en la
 tierra”. Esta declaración opuesta, esta aserción Contradiciendo la
6 de que la vida procede de la materia, contradice primera creación
 la enseñanza del primer capítulo, a saber, que toda Vida es
 Dios. La creencia es menos que la comprensión. La creencia
9 entraña teorías acerca del oído, la vista, el tacto, el gusto
 y el olfato materiales, denominados los cinco sentidos. Los
 apetitos y las pasiones, el pecado, la enfermedad y la muerte,
12 siguen en sucesión a este error de una creencia de que la
 materia es inteligente.


 La primera mención del mal está en el texto legen-
15 dario de las Escrituras en el segundo capítulo del Génesis.
 Dios pronunció bueno todo lo que Él creó, y las Registro
 Escrituras declaran que Él creó todo. El “árbol del error
18 de vida” representa la idea de la Verdad, y la espada que lo
 guarda es el símbolo de la Ciencia divina. El “árbol de la
 ciencia del bien y del mal” representa la doctrina errónea
21 de que el conocimiento del mal es tan real, por lo tanto tan
 concedido por Dios, como el conocimiento del bien. ¿Fue el
 mal instituido por medio de Dios, el Amor? ¿Creó Él este
24 árbol que lleva los frutos del pecado en contradicción a la
 primera creación? Este segundo relato bíblico es un cuadro
 del error desde el comienzo hasta el fin.


27 Génesis 2:15. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en


 el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.


 El nombre Edén, de acuerdo con Cruden, significa placer,
30 deleite. En este texto el Edén representa el cuerpo mortal y



Página 527



1 material. Dios no pudo haber puesto la Mente en la materia
 ni el Espíritu infinito en una forma finita para
3 labrarla y guardarla, para embellecerla o para
 hacerla vivir y crecer. El hombre es el reflejo de Dios, no
 necesita ningún cultivo, sino que es siempre bello y completo.


6 Génesis 2:16, 17. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo:


 De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la


 ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de


9 él comieres, ciertamente morirás.


 Aquí la metáfora representa a Dios, el Amor, como
 tentando al hombre, pero el Apóstol Santiago dice: “Dios
12 no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a
 nadie”. Es cierto que un conocimiento del mal
 haría mortal al hombre. También es claro que la percepción
15 material, obtenida de los sentidos corporales, constituye el
 mal y el conocimiento mortal. Pero ¿será cierto que Dios,
 el bien, hizo “el árbol de vida” para que fuera el árbol de la
18 muerte para Su propia creación? ¿Tiene el mal la realidad del
 bien? El mal es irreal porque es una mentira, falso en todas
 sus declaraciones.


21 Génesis 2:19. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia


 del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que


 viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los


24 animales vivientes, ese es su nombre.


 Aquí la mentira representa a Dios como si repitiera
 la creación, pero haciéndolo materialmente, no Falsificación
27 espiritualmente, y como si pidiera a un posible de la creación
 pecador que Lo ayudara. ¿Está el Ser Supremo retrocediendo,
 y está el hombre abandonando su dignidad? ¿Fue necesario



Página 528



1 para la formación del hombre que el polvo llegara a ser
 sensible, cuando todo el ser es el reflejo de la Mente eterna,
3 y el registro declara que Dios ya ha creado al hombre, tanto
 varón como hembra? Que Adán diera nombre y naturaleza
 a los animales es sólo mitológico y material. No puede ser
6 cierto que el hombre fuera mandado a crear al hombre de
 nuevo en asociación con Dios; esta suposición fue un sueño,
 un mito.


9 Génesis 2:21, 22. Entonces Jehová Dios [Jahveh] hizo caer


 sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó


 una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la


12 costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer,


 y la trajo al hombre.


 Aquí la falsedad, el error, atribuye a la Verdad, Dios, el
15 haber inducido un sueño o estado hipnótico en Adán para
 practicarle una operación quirúrgica y así crear Cirugía
 a la mujer. Este es el primer registro sobre el
18 magnetismo. Al empezar la creación con tinieblas en vez
 de luz —materialmente en vez de espiritualmente— el error
 ahora simula la obra de la Verdad, burlándose del Amor y
21 declarando cuán grandes cosas ha hecho el error. Al con-
 templar las creaciones de su propio sueño y llamarlas reales
 y dadas por Dios, Adán —alias el error— les pone nombres.
24 Más adelante se supone que él llega a ser la base de la crea-
 ción de la mujer y de su propia especie, llamándola especie
 humana, es decir, una especie de hombre.


27 Pero de acuerdo con esta narrativa, la cirugía fue primero
 practicada mentalmente y sin instrumentos;
 y esto puede ser una indicación útil para la
30 facultad médica. Más tarde en la historia humana, cuando



Página 529



1 el fruto prohibido estaba dando fruto de su propia especie, se
 sugirió un cambio en el modus operandi: que el hombre debía
3 nacer de la mujer, no que la mujer fuera tomada nuevamente
 del hombre. Aconteció también que los instrumentos fueron
 necesarios para asistir el nacimiento de los mortales. El
6 primer sistema de obstetricia sugestiva ha cambiado. Vendrá
 otro cambio en cuanto a la naturaleza y el origen del hombre,
 y esta revelación destruirá el sueño de la existencia, restable-
9 cerá la realidad, introducirá la Ciencia y la realidad gloriosa
 de la creación, que tanto el hombre como la mujer proceden
 de Dios y son Sus hijos eternos, y no pertenecen a ningún
12 progenitor menor.


 Génesis 3:1–3. Pero la serpiente era astuta, más que todos los


 animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo


15 a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol


 del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de


 los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol


18 que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni


 le tocaréis, para que no muráis.


 ¿De dónde viene una serpiente que habla y miente para
21 tentar a los hijos del Amor divino? La serpiente entra en la
 metáfora sólo como el mal. No tenemos nada
 en el reino animal que represente la especie
24 descrita —una serpiente que habla— y debiéramos regoci-
 jarnos de que el mal, en cualquier forma que se presente, se
 contradice a sí mismo y no tiene origen ni apoyo en la Verdad
27 y el bien. Comprendiendo esto, debiéramos tener fe para
 combatir todas las pretensiones del mal, porque sabemos que
 no tienen valor y son irreales.


30 Adán, el sinónimo del error, representa una creencia de
 que hay una mente material. Comienza su reinado sobre el



Página 530



1 hombre con cierta suavidad, pero aumenta en falsedad y sus
 días se acortan. En este desarrollo, la ley inmor-
3 tal y espiritual de la Verdad se pone de mani-
 fiesto como opuesta para siempre al sentido mortal y material.


 En la Ciencia divina, el hombre es sostenido por Dios,
6 el Principio divino del ser. La tierra, ante el mandato de
 Dios, produce alimento para el uso del hombre. La providencia
 Sabiendo esto, Jesús una vez dijo: “No os afanéis divina
9 por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber”,
 no arrogándose la prerrogativa de su creador, sino recono-
 ciendo que Dios, el Padre y la Madre de todos, es capaz de
12 alimentar y vestir al hombre como lo hace con los lirios.


 Génesis 3:4, 5. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No


 moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él,


15 serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo


 el bien y el mal.


 Este mito representa el error como imponiendo siempre
18 su superioridad sobre la verdad, acusando a la Ciencia divina
 de mentir y diciendo, por medio de los sentidos La suposición
 materiales: “Yo puedo abrir tus ojos. Yo puedo del error
21 hacer lo que Dios no ha hecho por ti. Inclínate ante mí y ten
 otro dios. Sólo admite que yo soy real, que el pecado y el
 sentido son más agradables a los ojos que la Vida espiritual,
24 más deseables que la Verdad, y yo te conoceré, y serás mío”.
 Así luchan el Espíritu y la carne.


 La historia del error es una narrativa-sueño. El sueño
27 no tiene realidad, ni inteligencia, ni mente; por lo tanto, el
 soñador y el sueño son uno, porque ninguno
 es verdadero ni real. Primero, esta narrativa
30 supone que algo surge de la nada, que la materia precede a
 la mente. Segundo, supone que la mente entra en la materia,



Página 531



1 y que la materia se vuelve viviente, sustancial e inteligente.
 El orden de esta alegoría —la creencia de que todo surge del
3 polvo en lugar de la Deidad— ha sido mantenido en todas
 las formas subsiguientes de la creencia. Este es el error: que
 el hombre mortal empieza materialmente, que lo carente de
6 inteligencia se convierte en inteligencia, y que la mente y el
 alma son tanto buenas como malas.


 Es bueno que las partes superiores del cerebro representen
9 los sentimientos morales más elevados, como si la esperanza
 siempre estuviera profetizando así: La mente
 humana algún día se elevará sobre todo sentido más elevada
12 material y físico, cambiándolo por la percepción espiritual, y
 cambiando los conceptos humanos por la consciencia divina.
 Entonces el hombre reconocerá su señorío y su ser que Dios
15 le ha dado.


 Si, en el comienzo, el cuerpo del hombre se originó
 en el polvo sin inteligencia, y la mente fue puesta después
18 en el cuerpo por el creador, ¿por qué este orden Inventos
 divino no es aún mantenido por Dios al perpe-
 tuar las especies? ¿Quién dirá que los minerales, los vegetales
21 y los animales tienen una propiedad propagadora propia?
 ¿Quién se atreve a decir que Dios está en la materia o que la
 materia existe sin Dios? ¿Ha buscado el hombre otros inven-
24 tos creativos, y cambiado así el método de su Hacedor?


 ¿Cuál instituye la Vida, la materia o la Mente?
 ¿Empieza la Vida con la Mente o con la materia? ¿Está la
27 Vida sostenida por la materia o por el Espíritu? Ciertamente
 no por ambos, puesto que la carne lucha contra el Espíritu
 y los sentidos corporales no pueden tener conocimiento del
30 Espíritu. La teoría mitológica de la vida material en ningún
 punto se asemeja al registro científicamente cristiano del
 hombre como creado por la Mente a imagen y semejanza
33 de Dios, y teniendo señorío sobre toda la tierra. ¿Creó Dios



Página 532



1 al comienzo a un hombre sin ayuda —esto es, a Adán—
 pero requirió después la unión de los dos sexos para crear al
3 resto de la familia humana? ¡No! Dios hace y gobierna todo.


 Todo el conocimiento humano y todo el sentido mate-
 rial tienen que obtenerse de los cinco sentidos corporales.
6 ¿Es seguro este conocimiento, cuando comer
 sus primeros frutos trajo la muerte? “El día que maldecida
 de él comieres, ciertamente morirás”, fue la predicción en
9 el relato que se está considerando. Adán y su progenie
 fueron maldecidos, no bendecidos; y esto indica que el
 Espíritu divino, o Padre, condena al hombre material y lo
12 devuelve al polvo.


 Génesis 3:9, 10. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo:


 ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí Tu voz en el huerto,


15 y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.


 El conocimiento y el placer, desarrollados por medio
 del sentido material, produjeron los frutos inmediatos del
18 temor y la vergüenza. Avergonzado delante de La vergüenza,
 la Verdad, el error huyó confundido ante la voz efecto del pecado
 divina que llamaba a los sentidos corporales. Su llamada
21 puede parafrasearse así: “Hombre, ¿dónde estás? ¿Está la
 Mente en la materia? ¿Es la Mente capaz de manifestar tanto
 el error como la verdad, tanto el mal como el bien, cuando
24 Dios es Todo y Él es la Mente y no hay sino un único Dios,
 y por lo tanto una única Mente?”


 El temor fue la primera manifestación del error del sen-
27 tido material. Así el error empezó y terminará el sueño de
 la materia. En la alegoría el cuerpo había estado El temor pro­viene
 desnudo, y Adán no lo sabía; pero ahora el error del error
30 exige que la mente vea y sienta por medio de la materia, los
 cinco sentidos. La primera impresión que el hombre material



Página 533



1 tuvo de sí mismo fue de desnudez y vergüenza. ¿Había
 perdido la rica herencia del hombre y el mandato de Dios,
3 el señorío sobre toda la tierra? ¡No! Esto jamás le había sido
 concedido a Adán.


 Génesis 3:11, 12. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas


6 desnudo? ¿Has comido del árbol de que Yo te mandé no


 comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por


 compañera me dio del árbol, y yo comí.


9 Aquí hay un intento de atribuir todos los errores huma-
 nos directa o indirectamente a Dios, o el bien, como si Él
 fuera el creador del mal. La alegoría muestra
12 que la serpiente que habla profiere la primera
 mentira voluble, que engaña a la mujer y desmoraliza al
 hombre. Adán, alias el error mortal, culpa a Dios y a la mujer
15 de su propia negligencia, diciendo: “La mujer que me diste es
 responsable”. De acuerdo con esta creencia, la costilla sacada
 del costado de Adán se ha convertido en una mente malvada,
18 llamada mujer, que ayuda al hombre a hacer pecadores más
 rápidamente de lo que él puede hacerlo solo. ¿Es esta una
 ayuda idónea para el hombre?


21 La materialidad, tan repulsiva para Dios, ya se encuentra
 en el rápido deterioro del hueso y de la carne que se tomaron
 de Adán para formar a Eva. La creencia en una vida e inteli-
24 gencia materiales empeora a cada paso, pero el error tiene su
 supuesto día y se multiplica hasta el fin del mismo.


 La Verdad, al interrogar al hombre sobre su conocimiento
27 del error, encuentra que la mujer es la primera en confesar su
 falta. Ella dice: “La serpiente me engañó, y
 comí”, como si en mansa penitencia dijera:
30 “Ni el hombre ni Dios han de cargar con mi culpa”. Ella ya
 ha aprendido que el sentido corporal es la serpiente. Por lo



Página 534



1 tanto es la primera en abandonar la creencia en el origen
 material del hombre y en percibir la creación espiritual.
3 Esto más tarde capacitó a la mujer para ser la madre de Jesús
 y para contemplar junto al sepulcro al Salvador resucitado,
 quien pronto habría de manifestar al hombre imperecedero
6 creado por Dios. Esto capacitó a la mujer para ser la primera
 en interpretar las Escrituras en su verdadero sentido, el cual
 revela el origen espiritual del hombre.


9 Génesis 3:14, 15. Y Jehová Dios dijo a la serpiente:... Pondré


 enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente


 suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.


12 Esta profecía ha sido cumplida. El Hijo de la Virgen-
 madre reveló el remedio para Adán, o el error; y el Apóstol
 Pablo explica esta guerra entre la idea del poder El Espíritu
15 divino, que Jesús presentó, y la mitológica inteli-
 gencia material llamada energía y opuesta al Espíritu.


 Pablo dice en su epístola a los romanos: “Los designios
18 de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan
 a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según
 la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís
21 según la carne, sino según el Espíritu, si es que el espíritu de
 Dios mora en vosotros”.


 Habrá mayor oposición mental al significado espiritual
24 y científico de las Escrituras de la que jamás ha habido desde
 que la era cristiana comenzó. La serpiente,
 el sentido material, morderá el calcañar de


27 la mujer, luchará por destruir la idea espiritual
 del Amor; y la mujer, esta idea, herirá la cabeza de la lujuria.
 La idea espiritual ha dado a la comprensión un punto de



Página 535



1 apoyo en la Ciencia Cristiana. La simiente de la Verdad
 y la simiente del error, de la creencia y de la comprensión
3 —sí, la simiente del Espíritu y la simiente de la materia—
 son el trigo y la cizaña que el tiempo separará, la una para
 ser quemada, el otro para ser recogido en lugares celestiales.


6 Génesis 3:16. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera


 los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos;


 y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.


9 La Ciencia divina asesta su golpe principal a los supuestos
 fundamentos materiales de la vida y la inteligencia. Condena
 la idolatría. Una creencia en otros dioses, otros Juicio sobre
12 creadores y otras creaciones tiene que derrum-
 barse ante la Ciencia Cristiana. Esta quita el velo a los
 resultados del pecado, que se muestran en la enfermedad y
15 la muerte. ¿Cuándo pasará el hombre a través de la puerta
 abierta de la Ciencia Cristiana al cielo del Alma, a la herencia
 del primogénito entre los hombres? La Verdad por cierto es
18 “el camino”.


 Génesis 3:17–19. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la


 voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo:


21 No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor


 comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te


 producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu


24 rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de


 ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.


 En el primer capítulo del Génesis leemos: “Y llamó Dios
27 a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares”.



Página 536



1 En el Apocalipsis está escrito: “Vi un cielo nuevo y una tierra
 nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el
3 mar ya no existía más”. En la visión de San Juan, Una tierra
 el cielo y la tierra representan ideas espiritua-


 les, y el mar, como un símbolo de los conceptos
6 humanos que avanzan y retroceden agitados por la tempestad,
 está representado como habiendo pasado. El entendimiento
 divino reina, es todo, y no hay otra consciencia.


9 El camino del error es horrible de contemplar. La ilusión
 del pecado no tiene esperanza ni Dios. Si se perdieran la
 gravitación y la atracción espirituales del hom-
12 bre hacia el Padre único, en quien “vivimos, y
 nos movemos, y tenemos nuestro ser”*, y si el hombre fuera
 gobernado por la corporalidad en vez de por el Principio
15 divino, por el cuerpo en vez de por el Alma, el hombre sería
 aniquilado. Creado por la carne en vez del Espíritu, comen-
 zando de la materia en vez de Dios, el hombre mortal sería
18 gobernado por sí mismo. Si el ciego guiara al ciego, ambos
 caerían.


 Las pasiones y los apetitos tienen que terminar en dolor.
21 Son “cortos de días, y hastiados de sinsabores”. Sus supuestos
 gozos son defraudadores. Sus estrechos límites disminuyen
 sus satisfacciones, y cercan sus logros con espinas.


24 La mente mortal acepta la concepción errónea y material
 de la vida y del gozo, pero la idea verdadera es ganada del
 lado inmortal. Por medio de trabajos, luchas y El logro
27 pesares, ¿qué logran los mortales? Abandonan verdadero
 su creencia en la vida y la felicidad perecederas; lo mortal y
 lo material vuelven al polvo, y lo inmortal es alcanzado.


30 Génesis 3:22–24. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre


 es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora,
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 537



1 pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la


 vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto


3 del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó,


 pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén


 querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos


6 lados, para guardar el camino del árbol de la vida.


 Un conocimiento del mal nunca fue la esencia de la
 divinidad o del estado completo del hombre. En el primer
9 capítulo del Génesis, el mal no tiene ni morada Justicia y
 local ni nombre. Allí la creación está represen-
 tada como espiritual, entera y buena. “Todo lo que el hombre
12 sembrare, eso también segará”. El error se excluye a sí mismo
 de la armonía. El pecado es su propio castigo. La Verdad
 guarda la puerta hacia la armonía. El error labra su propio
15 árido suelo y se sepulta a sí mismo en la tierra, puesto que la
 tierra y el polvo representan la nada.


 Nadie puede dudar razonablemente de que el propósito
18 de esta alegoría —este segundo relato del Génesis— es
 describir la falsedad del error y los efectos del
 error. La revelación bíblica subsiguiente está
21 coordinada con la Ciencia de la creación registrada en el
 primer capítulo del Génesis. Los escritores inspirados interpre-
 tan la Palabra espiritualmente, mientras que el historiador
24 común la interpreta literalmente. Tomado literalmente, el texto
 parece contradictorio en algunos lugares, y el Amor divino,
 que bendijo la tierra y la dio al hombre como una posesión, es
27 representado como variable. El significado literal implicaría
 que Dios privó al hombre de la oportunidad de reformarse,
 para que el hombre no la aprovechara y se volviera mejor; pero
30 esta no es la naturaleza de Dios, quien siempre es Amor,



Página 538



1 Amor infinitamente sabio y del todo amable, que “no busca
 lo suyo”.


3 La Verdad debiera, y lo hace, expulsar el error de todo el yo.
 La Verdad es una espada de dos filos, que guarda y guía.
 La Verdad ubica al querubín de la sabiduría a
6 la entrada de la comprensión para distinguir
 los huéspedes adecuados. Radiante de misericordia y justicia,
 la espada de la Verdad brilla lejos e indica la infinita distancia
9 entre la Verdad y el error, entre lo material y lo espiritual, lo
 irreal y lo real.


 El sol, que da luz y calor a la tierra, es un símbolo de la
12 Vida y el Amor divinos, que iluminan y sostienen el universo.
 El “árbol de vida” significa la realidad o el ser
 eternos. El “árbol de la ciencia del bien y del
15 mal” simboliza la irrealidad. El testimonio de la serpiente
 significa la ilusión del error, de las falsas pretensiones que
 representan equivocadamente a Dios, el bien. El pecado, la
18 enfermedad y la muerte no tienen registro en la introducción
 elohística del Génesis, en la cual Dios crea los cielos, la tierra
 y al hombre. Hasta que lo que contradice la verdad del ser
21 no entra en la arena, el mal no tiene historia, y el mal es
 puesto ante la vista sólo como lo irreal en contraste con lo
 real y eterno.


24 Génesis 4:1. Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y


 dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido


 varón.


27 Este relato se refiere, no al hombre inmortal, sino al
 hombre mortal, y al pecado, el cual es temporal. Puesto
 que tanto el hombre mortal como el pecado
30 tienen un comienzo, tienen por consiguiente
 que tener un final, en tanto que el hombre verdadero, impe-
 cable, es eterno. La declaración de Eva: “Por voluntad de
33 Jehová he adquirido varón”, supone que Dios es el autor del



Página 539



1 pecado y de la progenie del pecado. Este falso sentido de
 la existencia es fratricida. Según las palabras de Jesús, él
3 (el mal, el diablo) es “homicida desde el principio”. El error
 comienza considerando la vida como separada del Espíritu,
 socavando así los fundamentos de la inmortalidad, como si
6 la vida y la inmortalidad fueran algo que la materia puede
 tanto dar como quitar.


 ¿Cuál puede ser el estándar del bien, del Espíritu, de
9 la Vida o de la Verdad, si ellos producen sus opuestos, tales
 como el mal, la materia, el error y la muerte?
 Dios no podría nunca impartir un elemento del estándar
12 mal, y el hombre no posee nada que él no haya derivado de
 Dios. ¿Cómo, entonces, tiene el hombre una base para obrar
 mal? ¿De dónde obtiene él la propensión a hacer el mal o el
15 poder de hacerlo? ¿Ha cedido el Espíritu a la materia el
 gobierno del universo?


 Las Escrituras declaran que Dios condenó esta mentira
18 acerca del origen y el carácter del hombre al condenar su
 símbolo, la serpiente, a arrastrarse por debajo
 de todas las bestias del campo. Es falso decir
21 que la Verdad y el error se entremezclan en la creación. Con
 parábola y argumento, esta falsedad es expuesta por nuestro
 Maestro como evidentemente errónea de por sí. Al discutir
24 estos puntos con los fariseos y argumentar a favor de la
 Ciencia de la creación, Jesús dijo: “¿Acaso se recogen uvas de
 los espinos?” Pablo preguntó: “¿Qué comunión [tiene] la luz
27 con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?”


 El origen divino de Jesús le dio más que poder humano
 para exponer las realidades de la creación, y demostrar
30 la única Mente que crea y gobierna al hombre
 y el universo. La Ciencia de la creación, tan
 conspicua en el nacimiento de Jesús, inspiró sus dichos
33 más sabios y menos comprendidos, y fue la base de sus



Página 540



1 maravillosas demostraciones. Cristo es linaje del Espíritu,
 y la existencia espiritual muestra que el Espíritu no crea ni a
3 un hombre malvado ni a un hombre mortal, que caiga en el
 pecado, la enfermedad y la muerte.


 En Isaías leemos: “Hago la paz y creo la adversidad.
6 Yo Jehová soy el que hago todo esto”; pero el profeta se refería
 a la ley divina que agita la creencia en el mal al Agitación
 máximo, al traerla a la superficie y reducirla a
9 su denominador común: la nada. El lecho fangoso de un río
 tiene que ser agitado para purificar la corriente. En la quimi-
 calización moral, cuando los síntomas del mal, de la ilusión,
12 se agravan, es posible que pensemos, en nuestra ignorancia,
 que el Señor ha producido un mal; pero debiéramos saber
 que la ley de Dios pone al descubierto el así llamado pecado
15 y sus efectos, sólo para que la Verdad pueda aniquilar todo
 sentido del mal y todo poder de pecar.


 La Ciencia da “a César lo que es de César, y a Dios lo que
18 es de Dios”. Dice al sentido humano de pecado, enfermedad
 y muerte: “Dios nunca te hizo, y eres un sentido Lealtad
 falso que no tiene conocimiento de Dios”. El
21 propósito de la alegoría hebrea, que representa el error como
 si asumiera un carácter divino, es el de enseñar a los morta-
 les a no creer jamás una mentira.


24 Génesis 4:3, 4. Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda


 a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus


 ovejas, de lo más gordo de ellas.


27 Caín es el símbolo del hombre mortal y material, conce-
 bido en pecado y “en maldad... formado”; no es Lo espiritual
 el símbolo de la Verdad y el Amor. Material en y lo material
30 origen y sentido, lleva a Dios una ofrenda material. Abel



Página 541



1 escoge su ofrenda de entre los primogénitos de su rebaño.
 Un cordero es una forma más animada de existencia, y se
3 asemeja más a una ofrenda mental que los frutos de Caín.
 Celoso de la ofrenda de su hermano, Caín busca quitar la
 vida de Abel, en vez de hacer de su propia ofrenda un tributo
6  más elevado al Altísimo.


 Génesis 4:4, 5. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;


 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.


9 ¿Miró Dios con más agrado el homenaje rendido a través
 de un manso animal que la adoración expresada por los
 frutos de Caín? No; pero el cordero era un símbolo más
12 espiritual aun que el concepto humano del Amor de lo que
 podían ser las hierbas de la tierra.


 Génesis 4:8. Caín se levantó contra su hermano Abel,


15 y lo mató.


 La creencia errónea de que la vida, la sustancia y la inteli-
 gencia puedan ser materiales quebranta la vida y la hermandad
18 del hombre desde el mismo comienzo.


 Génesis 4:9. Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu


 hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda


21 de mi hermano?


 Aquí la mentira serpentina inventa nuevas formas.
 Al principio usurpa el poder divino. Se supone Hermandad
24 que en el primer caso dice: “Seréis como Dios”. repudiada
 Ahora repudia hasta el deber humano del hombre hacia su
 hermano.


27 Génesis 4:10, 11. Y Él [Jehová] le dijo:... La voz de la sangre de


 tu hermano clama a Mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito


 seas tú de la tierra.



Página 542



1 La creencia de que hay vida en la materia peca a cada
 paso. Incurre en el desagrado divino, y quisiera matar
3 a Jesús para deshacerse de la Verdad perturba-
 dora. Las creencias materiales quisieran matar su maldición
 la idea espiritual cuando sea y donde sea que aparezca.
6 Aunque el error se esconda detrás de una mentira y excuse
 la culpa, el error no puede ocultarse para siempre. La Verdad,
 por medio de sus leyes eternas, quita el velo del error. La
9 Verdad hace que el pecado se delate a sí mismo, y estampa
 sobre el error la marca de la bestia. Hasta la disposición a
 excusar la culpa o a ocultarla es castigada. Eludir la justicia
12 y negar la verdad tienden a perpetuar el pecado, invocar el
 crimen, poner en peligro el control de uno mismo y burlarse
 de la merced divina.


15 Génesis 4:15. Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera


 que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová


 puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le


18 hallara.


 “Todos los que tomen espada, a espada perecerán”. Deja
 que la Verdad descubra y destruya el error a la propia manera
21 de Dios, y deja que la justicia humana imite
 la divina. El pecado recibirá su pleno castigo,
 tanto por lo que es como por lo que hace. La justicia marca
24 al pecador, y enseña a los mortales a no eliminar las señales
 de Dios que indican el camino. Al mismo infierno de la
 envidia la justicia envía la mentira que, para promoverse a
27 sí misma, quebranta los mandamientos de Dios.


 Génesis 4:16. Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó


 en tierra de Nod.


30 La pecaminosa concepción falsa de que la Vida es algo



Página 543



1 menos que Dios, al no tener verdad que la sustente, se
 derrumba. Este error, después de alcanzar el clímax del sufri-
3 miento, cede ante la Verdad y vuelve al polvo;
 pero es sólo el hombre mortal, y no el hombre
 verdadero, quien muere. La imagen del Espíritu no puede ser
6 borrada, ya que es la idea de la Verdad y no cambia, sino que
 se torna más aparente en una forma bella al morir el error.


 En la Ciencia divina, el hombre material está excluido de
9 la presencia de Dios. Los cinco sentidos corporales no pueden
 tener conocimiento del Espíritu. No pueden
 venir a Su presencia, y tienen que morar en la


12 tierra de los sueños, hasta que los mortales llegan
 a comprender que la vida material, con todo su pecado, enfer-
 medad y muerte, es una ilusión, contra la cual la Ciencia divina
15 está empeñada en una guerra de exterminio. Las grandes
 verdades de la existencia jamás son excluidas por la falsedad.


 Todo error proviene de la evidencia ante los sentidos
18 materiales. Si el hombre es material y se origina en un
 óvulo, ¿quién podrá decir que no es básicamente El hombre surge
 polvo? ¿No tendrá razón Darwin al pensar que de la Mente
21 el mono precedió al hombre mortal? Se encuentra que los
 minerales y los vegetales son, de acuerdo con la Ciencia
 divina, creaciones del pensamiento erróneo, no de la materia.
24 El hombre, a quien creó Dios con una palabra, ¿se originó en
 un óvulo? Cuando el Espíritu lo hizo todo, ¿dejó algo para
 que la materia lo creara? Únicamente las ideas de la Verdad
27 son reflejadas en la miríada de manifestaciones de la Vida,
 y de esta manera se ve que el hombre surge sólo de la Mente.
 La creencia de que la materia sustenta la vida haría la Vida,
30 o Dios, mortal.


 El texto: “El día que Jehová Dios hizo la tierra y los
 cielos”, introduce el registro de una creación material que



Página 544



1 siguió a la espiritual, una creación tan completamente
 aparte de la de Dios, que el Espíritu no tuvo participación en
3 ella. En la creación de Dios las ideas se volvían Comienzo
 productivas, obedientes a la Mente. No había
 lluvia ni “hombre para que labrase la tierra”. Al ser la Mente,
6 en vez de la materia, la productora, la Vida se sostenía a sí
 misma. El nacimiento, la decadencia y la muerte proceden
 del sentido material de las cosas, no del espiritual, pues en
9 este último la Vida no consiste en las cosas que un hombre
 come. La materia no puede cambiar el hecho eterno de que
 el hombre existe porque Dios existe. Nada es nuevo para la
12 Mente infinita.


 En la Ciencia, ni la Mente produce la materia ni la mate-
 ria produce la mente. Ninguna mente mortal tiene el poder
15 o el derecho o la sabiduría para crear o para
 destruir. Todo está bajo el control de la Mente
 única, o sea, Dios. La primera declaración respecto al mal
18 —la primera sugestión de la existencia de más de una Mente—
 está en la fábula de la serpiente. Las realidades de la creación,
 como fueron registradas previamente, no incluyen nada de
21 esa especie.


 Se supone que la serpiente dice: “Seréis como dioses”*,
 pero estos dioses tendrían que desarrollarse de la materiali-
24 dad y ser los antípodas mismos del ser espiri-
 tual e inmortal. El hombre es la semejanza del material
 Espíritu, pero una personalidad material no es esta semejanza.
27 Por lo tanto, el hombre, en esta alegoría, no es ni un dios
 menor ni la imagen y semejanza del único Dios.


 La creencia material y errónea revierte la comprensión
30 y la verdad. Declara que la mente está en la materia y que
 procede de ella, que la así llamada vida mortal es la Vida,
 que la infinitud entra por la nariz del hombre para que
33 la materia se vuelva espiritual. El error empieza con la
 corporalidad como si esta, en vez del Principio divino, fuese
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 545



1 la productora, y explica la Deidad mediante concepciones
 mortales y finitas.


3 “He aquí el hombre es como uno de nosotros”. Esto no
 pudo ser lo enunciado por la Verdad o la Ciencia, pues de
 acuerdo con el registro, el hombre material iba degenerando
6 con rapidez y jamás había sido concebido divinamente.


 La condenación de los mortales a labrar la tierra significa
 esto: que los mortales debieran mejorar la creencia material
9 mediante pensamientos que tiendan a elevarse Cultivo
 espiritualmente tanto como para destruir la
 materialidad. Al hombre, creado por Dios, le fue dado
12 señorío sobre toda la tierra. La noción de un universo material
 es enteramente opuesta a la teoría del hombre como desarro-
 llado por la Mente. Tales errores fundamentales introducen
15 falsedades en todas las doctrinas y conclusiones humanas, y
 no conceden infinitud a la Deidad. El error labra toda la tierra
 en esta teoría material, que es enteramente una perspectiva
18 falsa, destructiva para la existencia y la felicidad. Fuera de la
 Ciencia Cristiana todo es vago e hipotético, lo opuesto de la
 Verdad; sin embargo, este opuesto, en su falsa perspectiva de
21 Dios y el hombre, demanda insolentemente una bendición.


 Los traductores de este registro de la creación científica
 abrigaban un concepto falso del ser. Creían en la existencia
24 de la materia, su propagación y poder. Desde
 ese punto de vista del error, no podían com-
 prender la naturaleza y el modo de operar del Espíritu. De
27 ahí la aparente contradicción en ese relato de las Escrituras,
 que es tan glorioso en su significación espiritual. La Verdad
 no tiene sino una sola respuesta para todo el error, para el
30 pecado, la enfermedad y la muerte: “Polvo [nada] eres, y al
 polvo [la nada] volverás”.


 “Como en Adán [el error] todos mueren, también en
33 Cristo [la Verdad] todos serán vivificados”. La mortalidad



Página 546



1 del hombre es un mito, pues el hombre es inmortal. La
 creencia falsa de que el espíritu está ahora sumergido en la
3 materia, para ser emancipado de ella en algún
 tiempo futuro, esta creencia sola es mortal. El
 Espíritu, Dios, nunca germina, sino que es “el mismo ayer,
6 y hoy, y por los siglos”. Si la Mente, Dios, crea el error, ese
 error debe de existir en la Mente divina, y esta suposición del
 error destronaría la perfección de la Deidad.


9 ¿Es contradictoria la Ciencia Cristiana? ¿Está el Principio
 divino de la creación expuesto erróneamente? ¿Carece Dios
 de una Ciencia que declare la Mente, mientras
12 la materia es gobernada por una inteligencia


 infalible? “Subía de la tierra un vapor”. Esto
 representa el error como si procediera de una idea del bien
15 sobre una base material. Supone que Dios y el hombre son
 manifestados sólo mediante los sentidos corporales, aun
 cuando los sentidos materiales no pueden tener conocimiento
18 del Espíritu o de la idea espiritual.


 El Génesis y el Apocalipsis parecen más oscuros que otras
 partes de las Escrituras, porque no es posible interpretarlos
21 desde un punto de vista material. Para la autora son transpa-
 rentes, pues contienen la profunda divinidad de la Biblia.


 La Ciencia Cristiana está amaneciendo sobre una
24 época material. Las grandes realidades espirituales del ser,
 como rayos de luz, resplandecen en las tinie-
 blas, aunque las tinieblas, no comprendiéndo-


27 las, tal vez nieguen su realidad. La prueba de
 que el sistema expuesto en este libro es cristianamente
 científico reside en el bien que este sistema logra, pues sana
30 basado en un Principio demostrable y divino que todos
 pueden comprender.


 Si las matemáticas presentaran mil ejemplos distintos
33 de una sola regla, la comprobación de un solo ejemplo



Página 547



1 autenticaría todos los otros. Una simple declaración de
 la Ciencia Cristiana, si es demostrada por la curación, con-
3 tiene la prueba de todo lo que aquí se dice de la La prueba dada
 Ciencia Cristiana. Si una sola de las declaracio-
 nes en este libro es verdadera, todas tienen que ser verdade-
6 ras, pues ninguna se aparta del sistema y la regla expuestos.
 Puedes comprobar por ti mismo, querido lector, la Ciencia
 de la curación, y así cerciorarte si la autora te ha dado la
9 interpretación correcta de las Escrituras.


 El extinto Luis Agassiz, por su examen microscópico
 de un huevo de buitre, refuerza las conclusiones de los pensa-
12 dores sobre la teoría científica de la creación.
 Agassiz pudo ver en el huevo la atmósfera de
 la tierra, las nubes que se acumulan, la luna y las estrellas,
15 mientras que el punto germinante de la así llamada vida
 embrionaria parecía un pequeño sol. En su historia de la
 mortalidad, la teoría de Darwin sobre la evolución desde una
18 base material es más coherente que la mayoría de las teorías.
 Brevemente, la teoría de Darwin es esta: que la Mente pro-
 duce su opuesto, la materia, y dota a la materia de poder para
21 recrear el universo, incluyendo el hombre. La evolución
 material implica que la gran Causa Primaria debe volverse
 material, y después debe retornar a la Mente o reducirse al
24 polvo y a la nada.


 Las Escrituras son muy sagradas. Nuestro objetivo
 debe ser que se las comprenda espiritualmente, porque sólo
27 mediante esta comprensión puede ser obtenida Teoría verdadera
 la verdad. La teoría verdadera del universo,
 incluyendo el hombre, no está en la historia material, sino en
30 el desarrollo espiritual. El pensamiento inspirado renuncia a
 una teoría material, sensual y mortal del universo, y adopta
 la espiritual e inmortal.


33 Es esta percepción espiritual de las Escrituras lo que eleva a
 la humanidad fuera de la enfermedad y la muerte e inspira la fe.



Página 548



1 “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!... y el que quiera, tome
 del agua de la vida gratuitamente”. La Ciencia Cristiana
3 separa el error de la verdad, y alienta a través
 de las páginas sagradas el sentido espiritual de
 la vida, la sustancia y la inteligencia. En esta Ciencia, descu-
6 brimos al hombre a la imagen y semejanza de Dios. Vemos
 que el hombre nunca ha perdido su estado espiritual y su
 eterna armonía.


9 ¡Qué poca luz o calor llega a nuestra tierra cuando las
 nubes cubren la faz del sol! Así la Ciencia Cristiana puede
 verse sólo a medida que las nubes del sentido
12 corporal se alejan. La tierra tiene poca luz o
 gozo para los mortales hasta que la Vida es comprendida
 espiritualmente. Toda agonía del error mortal ayuda al error
15 a destruir el error, y contribuye así a la comprensión de la Verdad
 inmortal. Este es el nuevo nacimiento que continúa hora tras
 hora, por el cual los hombres pueden hospedar ángeles, las
18 ideas verdaderas de Dios, el sentido espiritual del ser.


 Al hablar del origen de los mortales, un famoso naturalista
 dice: “Es muy posible que muchas declaraciones generales
21 ahora en boga, sobre el nacimiento y la gene-
 ración, serán cambiadas con el progreso de la
 información”. Si el naturalista, mediante sus incansables
24 investigaciones, hubiese ganado el concepto más divino en
 la Ciencia Cristiana —tan alejado de su sentido material de
 desarrollo y organización animales— habría bendecido a la
27 raza humana más abundantemente.


 La historia natural es ricamente dotada por el trabajo y
 el genio de grandes hombres. Los descubrimientos modernos
30 han sacado a luz verdades importantes con
 respecto a la así llamada vida embrionaria.
 Agassiz declara (“Métodos de estudio en historia natural”,
33 página 275): “Ciertos animales, además del proceso común
 de generación, también aumentan su número natural y



Página 549



1 constantemente mediante la división de sí mismos”. Este
 descubrimiento corrobora la Ciencia de la Mente, pues este
3 descubrimiento muestra que la multiplicación de ciertos
 animales tiene lugar aparte de las condiciones sexuales. La
 suposición de que la vida germina en óvulos y debe decaer
6 después de haber alcanzado la madurez, si no antes, es una
 equivocación que se muestra por medio de la metafísica
 divina, un desatino que al fin dejará lugar a teorías y demos-
9 traciones más elevadas.


 Se supone que los seres de los organismos inferiores
 tienen, según su clasificación, tres modos distintos de repro-
12 ducción y que multiplican sus especies a veces
 por medio de óvulos, a veces mediante brotes,
 y a veces mediante la división de sí mismos. De acuerdo con
15 las creencias populares recientes, las generaciones sucesivas
 no comienzan con el nacimiento de nuevos individuos, o
 personalidades, sino con la formación del núcleo, u óvulo,
18 del cual una o más individualidades emergen de manera
 subsiguiente; y por lo tanto, tenemos que considerar el simple
 óvulo como el germen, el punto de partida, de las estructuras
21 corporales más complejas, incluyendo aquellas que llamamos
 humanas. Aquí estas investigaciones materiales culminan en
 hipótesis tan vagas como las que acompañan necesariamente
24 los sistemas falsos, los cuales confían en la física y están
 desprovistos de metafísica.


 En cierto caso, un célebre naturalista, Agassiz, descubre
27 la senda que conduce a la Ciencia divina, y desafía al león del
 materialismo en su guarida. En ese punto, sin
 embargo, aun este gran observador se equivoca a la ley material
30 sobre la naturaleza, abandona el Espíritu como el origen
 divino de la Verdad creativa, y permite que la materia y la
 ley material usurpen las prerrogativas de la omnipotencia.
33 Cae él del todo de su cumbre y desciende a una creencia en el
 origen material del hombre, porque afirma virtualmente que



Página 550



1 el germen de la humanidad está en un óvulo circunscrito
 y carente de inteligencia.


3 Si es así, ¿de dónde viene la Vida, o la Mente, a la raza
 humana? La materia por cierto no posee Mente. Dios es
 la Vida, o inteligencia, que forma y preserva
6 la individualidad y la identidad de los animales profundo alcance
 así como de los hombres. Dios no puede volverse finito, y
 estar limitado dentro de confines materiales. El Espíritu no
9 puede convertirse en materia, ni puede el Espíritu ser desarro-
 llado por medio de su opuesto. ¿De qué provecho es investigar
 lo que equivocadamente se llama vida material, que acaba tal
12 como empieza, en la nada sin nombre? El sentido verdadero
 del ser y su perfección eterna debiera aparecer ahora, tal
 como aparecerá posteriormente.


15 Los errores de pensamiento son reflejados en errores
 de acción. La continua contemplación de la existencia como
 material y corporal —como comenzando y finali-
18 zando, y con el nacimiento, la decadencia y la
 disolución como sus etapas componentes— oculta la Vida
 verdadera y espiritual y hace que nuestro estandarte se arrastre
21 por el polvo. Si la Vida tiene algún punto de partida, entonces
 el gran Yo soy es un mito. Si la Vida es Dios, como implican
 las Escrituras, entonces la Vida no es embrionaria, es infinita.
24 Un óvulo es un recinto imposible para la Deidad.


 La embriología no ofrece ningún ejemplo de que una
 especie produzca su opuesto. Una serpiente jamás procrea
27 un pájaro, ni un león engendra un cordero. La amalgama-
 ción se considera monstruosa y raramente es fructífera,
 pero no es tan horrible y absurda como la suposición de
30 que el Espíritu —lo puro y santo, lo inmutable e inmortal—
 pueda originar lo impuro y mortal y morar en ello. Puesto
 que la Ciencia Cristiana repudia las imposibilidades eviden-
33 tes de por sí, los sentidos materiales tienen que ser los autores



Página 551



1 de estos absurdos, porque tanto los sentidos materiales como
 sus informes son innaturales, imposibles e irreales.


3 O bien la Mente produce, o es producida. Si la Mente es la
 primera, no puede producir su opuesto en cualidad y cantidad,
 llamado materia. Si la materia es la primera,
6 no puede producir la Mente. Lo igual produce verdadero
 su igual. En la historia natural, el ave no es el producto de una
 bestia. En la historia espiritual, la materia no es la progenitora
9 de la Mente.


 Un distinguido naturalista arguye que los mortales surgen
 de óvulos y en grupos raciales. El Sr. Darwin admite esto, pero
12 añade que la humanidad ha ascendido a través La progresión
 de todas las etapas inferiores de la existencia. La ascendente


 evolución describe las gradaciones de la creencia
15 humana, pero no reconoce el método de la Mente divina, ni
 comprende que los métodos materiales son imposibles en la
 Ciencia divina y que toda Ciencia es de Dios, no del hombre.


18 Los naturalistas preguntan: “¿Qué puede existir, de una
 naturaleza material, transmitida por medio de estos cuerpos
 llamados óvulos —compuestos ellos mismos de Peculiaridades
21 los elementos materiales más simples— por los transmitidas
 cuales todas las peculiaridades de los ancestros, pertenecien-
 tes a cualquiera de los sexos, son trasmitidas de generación
24 en generación?” La pregunta del naturalista se reduce a esto:
 ¿Cómo puede la materia originar o transmitir la mente?
 Nosotros contestamos que no puede. La oscuridad y la duda
27 envuelven el pensamiento, mientras basa la creación sobre la
 materialidad. Desde un punto de vista material, “¿Descubrirás
 tú los secretos de Dios?” Todo tiene que ser Mente, o de lo
30 contrario, todo tiene que ser materia. Ninguna puede produ-
 cir la otra. La Mente es inmortal; pero el error declara que la
 semilla material tiene que descomponerse para propagar su
33 especie, y el germen resultante está condenado a la misma
 rutina.


 La antigua e hipotética pregunta: ¿Cuál es el primero,



Página 552



1 el huevo o el ave? es respondida, si el huevo produce al proge-
 nitor. Pero no podemos detenernos aquí. Sigue otra pregunta:
3 ¿Quién o qué produce al progenitor del huevo? La causalidad
 Que la tierra había sido incubada del “huevo de no está


 la noche” fue alguna vez una teoría aceptada.
6 La filosofía pagana, la geología moderna y todas las otras
 hipótesis materiales tratan la causalidad como dependiente
 de la materia y como necesariamente aparente a los sentidos
9 corporales, aun cuando la prueba indispensable para sostener
 esta suposición no se haya descubierto. Las teorías mortales se
 hacen amigas del pecado, la enfermedad y la muerte; mientras
12 que las realidades científicas y espirituales de la existencia no
 incluyen ningún miembro de este trío doloroso y fatal.


 La experiencia humana en la vida mortal, que empieza en
15 un óvulo, corresponde a la de Job, cuando dice: “El hombre
 nacido de mujer, corto [es] de días, y hastiado
 de sinsabores”. Los mortales tienen que emer-
18 ger de esta noción de que la vida material es todo‐en‐todo.
 Tienen que romper sus cascarones con la Ciencia Cristiana,
 y mirar hacia afuera y hacia arriba. Pero el pensamiento,
21 desligado de una base material pero aún no instruido por
 la Ciencia, puede que se desenfrene con la libertad y de esa
 manera se contradiga a sí mismo.


24 De una fuente material no fluye ningún remedio para el
 pesar, el pecado y la muerte, porque el poder que redime de
 los males que ellos ocasionan no está ni en el
27 óvulo ni en el polvo. Los matices combinados
 de las hojas y las flores muestran que el orden de la materia
 es el orden de la mente mortal. El cruzamiento de distintas
30 especies, urgido hasta sus límites extremos, resulta en un
 retorno a las especies originales. Así se aprende que la mate-
 ria es una manifestación de la mente mortal, y que la materia
33 siempre renuncia a sus pretensiones cuando la Mente perfecta
 y eterna es comprendida.


 Los naturalistas describen el origen de la existencia mortal



Página 553



1 y material en las diversas formas de la embriología, y acompa-
 ñan sus descripciones con importantes observaciones, que
3 debieran despertar el pensamiento a una con-
 templación más elevada y más pura del origen


 del hombre. Esta consciencia más clara tiene
6 que preceder a una comprensión de la armonía del ser. El
 pensamiento mortal tiene que obtener una base mejor, aproxi-
 marse más a la verdad del ser, o la salud jamás será universal,
9 y la armonía jamás llegará a ser el estándar del hombre.


 Uno de nuestros naturalistas más competentes ha dicho:
 “No tenemos razón para suponer que los individuos hayan
12 evolucionado o se hayan formado bajo circunstancias que
 hicieran esenciales las condiciones materiales para su subsis-
 tencia y reproducción, o importantes para su origen y apa-
15 rición inicial”. ¿Por qué, entonces, es la base del naturalista
 tan materialista, y por qué son sus deducciones generalmente
 materiales?


18 Adán fue creado antes que Eva. En este caso, es evidente
 que el óvulo materno nunca engendró a Adán. Eva fue for-
 mada de la costilla de Adán, no de un óvulo
21 fetal. Cualquiera sea la teoría adoptada por el


 pensamiento mortal general para explicar el
 origen humano, esa teoría se convertirá seguramente en la
24 señal para que aparezca su método en formas y operaciones
 finitas. Si la creencia humana acepta de común acuerdo que
 un óvulo es el punto de partida de la raza humana, esta
27 creencia potente inmediatamente suplantará la superstición
 más antigua de que la creación procede del polvo o de la
 costilla de nuestro padre primitivo.


30 Quizás digas que los mortales son formados antes que pien-
 sen o sepan algo de su origen, y quizás pregun-
 tes también cómo puede la creencia afectar un
33 resultado que precede al desarrollo de esa creencia. Sólo puede



Página 554



1 contestarse que la Ciencia Cristiana revela “cosas que ojo no
 vio” —o sea, la causa de todo lo que existe— pues el uni-
3 verso, incluyendo el hombre, es tan eterno como Dios, quien
 es su Principio inmortal y divino. No existe tal cosa como la
 mortalidad, ni hay propiamente seres mortales, porque el ser
6 es inmortal, como la Deidad o, más bien, el ser y la Deidad
 son inseparables.


 El error es siempre error. Es ninguna cosa. Cualquier
9 declaración sobre la vida, deducida de una concepción equi-
 vocada acerca de la vida, es errónea, porque está Nuestro
 desprovista de todo conocimiento del así llamado desarrollo


12 yo de la vida, desprovista de todo conocimiento
 de su origen o existencia. El mortal no está consciente de su
 existencia fetal e infantil; pero a medida que crece y se con-
15 vierte en otra falsa pretensión, la de materia consciente de sí
 misma, aprende a decir: “Yo soy alguien; pero ¿quién me
 creó?” El error responde: “Dios te creó”. El primer esfuerzo
18 del error ha sido y es imputar a Dios la creación de todo lo
 que es pecaminoso y mortal; pero la Mente infinita anula
 una creencia tan equivocada.


21 Jesús definió este opuesto de Dios y Su creación mejor
 de lo que podemos hacerlo nosotros, cuando dijo: “Es menti-
 roso, y padre de mentira”. Jesús también dijo:
24 “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y
 uno de vosotros es diablo?” Esto lo dijo de Judas, uno de la
 raza de Adán. Jesús jamás dio a entender que Dios hizo un
27 diablo, pero sí dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo”.
 Todos estos dichos fueron para mostrar que la mente en la
 materia es la autora de sí misma, y es simplemente una
30 falsedad y una ilusión.


 Es la creencia general que los animales inferiores son
 menos enfermizos que aquellos que poseen orga-
33 nismos superiores, especialmente aquellos de
 forma humana. Esto indicaría que hay menos enfermedades



Página 555



1 en la proporción en que la fuerza de la mente mortal es menos
 aguda o sensible, y que la salud se presenta cuando la mente
3 mortal está ausente. Una deducción justa de esto podría ser
 que es la creencia humana, y no el arbitrio divino, la que pone
 al organismo físico bajo el yugo de la enfermedad.


6 Un investigador dijo una vez a la descubridora de la
 Ciencia Cristiana: “Me gustan sus explicaciones de la verdad,
 pero no comprendo lo que usted dice acerca del La ignorancia es
9 error”. Esta es la naturaleza del error. La marca la señal del error
 de la ignorancia está sobre su frente, pues ni comprende ni
 puede ser comprendido. El error quisiera ser aceptado como
12 mente, como si fuera tan real y creado por Dios como la
 verdad; pero la Ciencia Cristiana no atribuye al error ni
 entidad ni poder, porque el error no es mente ni el producto
15 de la Mente.


 Buscar el origen del hombre, quien es el reflejo de Dios,
 es como inquirir acerca del origen de Dios, el que existe por
18 Sí mismo y es eterno. Sólo el impotente error
 procuraría unir el Espíritu con la materia, el
 bien con el mal, la inmortalidad con la mortalidad, y llamar a
21 esta falsa unidad hombre, como si el hombre fuera el vástago
 tanto de la Mente como de la materia, tanto de la Deidad como
 de la humanidad. La creación descansa sobre una base espiri-
24 tual. Perdemos nuestro estándar de perfección y desechamos
 la correcta concepción de la Deidad cuando admitimos que lo
 perfecto es el autor de algo que puede volverse imperfecto, que
27 Dios concede el poder de pecar, o que la Verdad confiere la
 capacidad de errar. Nuestro gran ejemplo, Jesús, pudo restau-
 rar la manifestación individualizada de la existencia, que
30 pareció desvanecerse en la muerte. Sabiendo que Dios era
 la Vida del hombre, Jesús pudo presentarse inalterado después
 de la crucifixión. La Verdad fomenta la idea de la Verdad,



Página 556



1 y no la creencia en la ilusión o el error. Aquello que es real
 está sostenido por el Espíritu.


3 Los vertebrados, articulados, moluscos y radiados son
 conceptos mortales y materiales clasificados, y se supone que
 poseen vida y mente. Estas falsas creencias
6 desaparecerán, cuando la radiación del Espíritu de las especies
 destruya para siempre toda creencia de que la materia es
 inteligente. Entonces el cielo nuevo y la tierra nueva apare-
9 cerán, pues las primeras cosas habrán pasado.


 La creencia mortal envuelve las condiciones del pecado.
 La creencia mortal muere para volver a vivir en formas reno-
12 vadas, sólo para al fin extinguirse para siempre; El privilegio
 pues la vida eterna no se gana muriendo. La
 Ciencia Cristiana puede absorber la atención del sabio y del
15 filósofo, pero sólo el cristiano puede comprenderla a fondo.
 Se revela más plenamente a quien comprende mejor la Vida
 divina. ¿Procedieron el origen y la iluminación de la raza
18 humana del sueño profundo que cayó sobre Adán? El sueño
 es oscuridad, pero el mandato creativo de Dios fue: “Sea
 la luz”. En el sueño, la causa y el efecto son meras ilusiones.
21 Parecen ser algo, pero no lo son. El olvido y los sueños, no
 las realidades, vienen al dormir. De igual modo prosigue
 la creencia-Adán, de la cual la vida mortal y material es el
24 sueño.


 La ontología recibe menos atención que la fisiología.
 ¿Por qué? Porque la mente mortal tiene que
27 despertar a la vida espiritual antes que pueda


 interesarse por resolver el problema del ser, de
 ahí la experiencia de la autora; pero cuando venga ese desper-
30 tar, la existencia se fundará sobre un nuevo punto de vista.


 Se cuenta que un padre sumergía a su hijo recién nacido,
 de unas pocas horas de edad solamente, por varios minutos



Página 557



1 en el agua, y repetía esta operación diariamente, hasta que el
 niño pudo permanecer bajo el agua veinte minutos, movién-
3 dose y jugando sin sufrir daños, como un pez. Padres y
 madres debieran recordar esto, y aprender cómo desarrollar
 a sus hijos debidamente en tierra seca.


6 La Mente controla los dolores de parto en los reinos
 inferiores de la naturaleza, donde el alumbramiento es sin
 sufrimiento. Los vegetales, los minerales y
9 muchos animales no sufren dolor al multipli-
 carse; pero la propagación humana tiene sus sufrimientos
 porque es una creencia falsa. La Ciencia Cristiana revela
12 que la armonía aumenta en la proporción en que la línea de
 la creación se eleva hacia el hombre espiritual, hacia mayor
 comprensión e inteligencia; pero en la línea de los sentidos
15 corporales, cuanto menos sabe un mortal acerca del pecado,
 la enfermedad y la mortalidad, tanto mejor para él, tanto
 menos dolor y pesar tiene. Cuando se evapore la neblina de
18 la mente mortal, se eliminará la maldición que dice a la
 mujer: “Con dolor darás a luz los hijos”. La Ciencia divina
 aleja las nubes del error con la luz de la Verdad, y levanta el
21 telón sobre el hombre que nunca ha nacido y nunca muere,
 sino que coexiste con su creador.


 La teología popular comienza la historia del hombre
24 como si él hubiera empezado materialmente bien, pero
 inmediatamente hubiese caído en pecado mental; mientras
 que la religión revelada proclama que la Ciencia de la Mente
27 y sus formaciones están de acuerdo con el primer capítulo
 del Antiguo Testamento, cuando Dios, la Mente, habló y fue
 hecho.





Página 558


Capítulo 16 — El Apocalipsis



Bienaventurado el que lee,
y los que oyen las palabras de esta profecía,
y guardan las cosas en ella escritas;
porque el tiempo está cerca. — El Apocalipsis.


Grande es Jehová,
y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad
de nuestro Dios, en Su monte santo. — Salmos.


1 San Juan escribe, en el capítulo décimo de su libro


 Revelación (El Apocalipsis): —
3 Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una


 nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como


 el sol, y sus pies como columnas de fuego. Tenía en su mano
6 un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el


 izquierdo sobre la tierra.


 Este ángel o mensaje que viene de Dios, envuelto en una
9 nube, prefigura la Ciencia divina. Para el sentido mortal,
 la Ciencia parece al comienzo velada, abstracta El nuevo
 y oscura; pero una promesa luminosa corona


12 su frente. Cuando es comprendida, es prisma
 y alabanza de la Verdad. Cuando la miras abiertamente a
 la cara, puedes sanar por sus medios, y tiene para ti una luz
15 más clara que la del sol, pues Dios es “su lumbrera”. Sus
 pies son columnas de fuego, los fundamentos de la Verdad
 y el Amor. Trae el bautismo del Espíritu Santo, cuyas llamas
18 de la Verdad fueron descritas proféticamente por Juan el
 Bautista como consumiendo el error.



Página 559



1 Este ángel tenía en su mano “un librito”, abierto para
 que todos lo leyeran y comprendieran. ¿Contenía este mismo
3 libro la revelación de la Ciencia divina, cuyo
 “pie derecho” o poder dominante estaba sobre
 el mar, sobre el error elemental y latente, el origen de todas
6 las formas visibles del error? El pie izquierdo del ángel estaba
 sobre la tierra; esto es, un poder secundario era ejercido sobre
 el error visible y el pecado audible. La “voz callada y suave”*
9 del pensamiento científico se extiende sobre continentes y
 océanos hasta los confines más remotos del globo. La voz
 inaudible de la Verdad es, para la mente humana, como
12 cuando “ruge un león”. Se oye en el desierto y en los lugares
 tenebrosos del temor. Despierta los “siete truenos” del mal,
 e incita a sus fuerzas latentes a proferir el diapasón completo
15 de tonos secretos. Entonces el poder de la Verdad es demos-
 trado, manifestándose en la destrucción del error. Entonces
 una voz procedente de la armonía exclamará: “Vé y toma el
18 librito... Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu
 boca será dulce como la miel”. Mortales, obedeced al mensa-
 jero celestial. Tomad la Ciencia divina. Leed este libro desde
21 el comienzo hasta el fin. Estudiadlo, meditadlo. Será de veras
 dulce al saborearlo por vez primera, cuando os sane; pero no
 murmuréis contra la Verdad, si halláis amarga su digestión.
24 Cuando os acerquéis cada vez más a este Principio divino,
 cuando comáis el cuerpo divino de este Principio —partici-
 pando así de la naturaleza, o elementos primarios, de la
27 Verdad y el Amor— no os sorprendáis ni os descontentéis
 porque tenéis que participar de la copa de cicuta y comer las
 hierbas amargas; pues los israelitas de antaño en la cena
30 pascual prefiguraron así este pasaje peligroso de la esclavitud
 a El Dorado de la fe y la esperanza.


 El capítulo duodécimo del Apocalipsis, o Revelación de
 *Según la Versión Moderna de la Biblia



Página 560



1 San Juan, contiene un significado especial en conexión con
 el siglo diecinueve. Al abrir el sexto sello, que simboliza los
3 seis mil años desde Adán, el rasgo distintivo
 hace referencia a la época presente.


 El Apocalipsis 12:1. Apareció en el cielo una gran señal: una


6 mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre


 su cabeza una corona de doce estrellas.


 El cielo representa la armonía, y la Ciencia divina inter-
9 preta el Principio de la armonía celestial. El gran milagro,
 para el sentido humano, es el Amor divino, y


 la gran necesidad de la existencia es ganar la
12 verdadera idea de lo que constituye el reino de
 los cielos en el hombre. Esta meta jamás es alcanzada mien-
 tras odiamos a nuestro prójimo o abrigamos una opinión
15 falsa de alguien a quien Dios ha designado para proclamar
 Su Palabra. Además, sin un sentido correcto de su idea
 visible más elevada, jamás podemos comprender el Principio
18 divino. El botánico tiene que conocer el género y la especie
 de una planta para clasificarla correctamente. Como es con
 las cosas, así es con las personas.


21 El vituperio a los motivos y la religión de San Pablo ocultó
 a la vista el carácter del apóstol, el cual lo capacitó para su
 gran misión. La persecución de todos los que
24 han dicho algo nuevo y mejor acerca de Dios
 no sólo ha oscurecido la luz de las épocas, sino que ha sido
 fatal para los perseguidores. ¿Por qué? Porque les ha ocul-
27 tado la verdadera idea que ha sido presentada. Malentender
 a Pablo era ignorar la idea divina que él enseñaba. La igno-
 rancia acerca de la idea divina delata inmediatamente una
30 mayor ignorancia acerca del Principio divino de la idea,



Página 561



1 ignorancia acerca de la Verdad y el Amor. La comprensión de
 la Verdad y el Amor, el Principio que cumple los objetivos del
3 bien eterno y destruye tanto la fe en el mal como la práctica
 del mal, conduce al discernimiento de la idea divina.


 Agassiz, a través de su microscopio, vio el sol en un huevo,
6 en un punto de la así llamada vida embrionaria. Debido a su
 visión más espiritual, San Juan vio a “un ángel
 que estaba en pie en el sol”. El Revelador (el
9 autor del Apocalipsis) contempló la idea espiritual desde
 el monte de la visión. La pureza era el símbolo de la Vida y
 el Amor. El Revelador (el autor del Apocalipsis) vio también
12 el ideal espiritual como una mujer vestida de luz, una esposa
 que descendía del cielo, desposada con el Cordero del Amor.
 Para Juan, “la esposa” y “el Cordero” representaban la corre-
15 lación entre el Principio divino y la idea espiritual, Dios y Su
 Cristo, trayendo armonía a la tierra.


 Juan vio la coincidencia de lo humano y lo divino,
18 mostrada en el hombre Jesús, como la divinidad abrazando
 a la humanidad en la Vida y su demostración,
 reduciendo a la percepción y comprensión huma-
21 nas la Vida que es Dios. En la revelación divina, el yo material
 y corpóreo desaparece, y la idea espiritual es comprendida.


 La mujer en el Apocalipsis simboliza al hombre genérico,
24 la idea espiritual de Dios; ella ilustra la coincidencia de Dios
 y el hombre como el Principio divino e idea
 divina. El Revelador (el autor del Apocalipsis)
27 simboliza el Espíritu mediante el sol. La idea espiritual está
 revestida con el resplandor de la Verdad espiritual, y la materia
 está puesta debajo de sus pies. La luz descrita no es realmente
30 ni solar ni lunar, sino que es la Vida espiritual, la cual es “la luz
 de los hombres”. En el primer capítulo del Cuarto Evangelio
 está escrito: “Hubo un hombre enviado de Dios... para que
33 diese testimonio de la Luz”.


 Juan el Bautista profetizó la venida del Jesús inmaculado,



Página 562



1 y en aquellos días Juan vio la idea espiritual como el Mesías,
 quien bautizaría con el Espíritu Santo: la Ciencia divina.
3 Así como Elías presentó la idea de la paternidad La idea espiritual
 de Dios, que Jesús manifestó más tarde, así el
 Revelador (el autor del Apocalipsis) completó esta alegoría
6 con la mujer, que simboliza la idea espiritual de la materni-
 dad de Dios. La luna está debajo de sus pies. Esta idea revela
 el universo como secundario y tributario del Espíritu, del
9 cual el universo toma prestadas su luz, sustancia, vida e
 inteligencia reflejadas.


 La idea espiritual está coronada con doce estrellas. Las
12 doce tribus de Israel con todos los mortales —que la creencia
 ha separado del origen divino del hombre y de
 la idea verdadera— a través de grandes tribula-
15 ciones cederán ante las actividades del Principio divino del
 hombre en la armonía de la Ciencia. Estas son las estrellas
 en la corona del regocijo. Son las lumbreras en el cielo espiri-
18 tual de la época, que muestran la acción de la idea espiritual
 sanando a los enfermos y a los pecadores, y manifestando
 la luz que brilla “hasta que el día es perfecto” a medida que
21 la noche del materialismo se desvanece.


 El Apocalipsis 12:2. Y estando encinta, clamaba con dolores


 de parto, en la angustia del alumbramiento.


24 La idea espiritual también es simbolizada por una mujer
 en trabajo de parto, esperando dar a luz su dulce promesa,
 pero sin recordar ya sus dolores por la alegría
27 de que el nacimiento continúa; pues grande es
 la idea, y el parto, portentoso.


 El Apocalipsis 12:3. También apareció otra señal en el cielo:


30 he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y


 diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.



Página 563



1 Bien puede el sentido humano maravillarse ante la
 discordancia, mientras que, para un sentido más divino,
3 la armonía es lo real y la discordancia lo irreal. El dragón como
 Bien podemos asombrarnos ante el pecado, la
 enfermedad y la muerte. Bien podemos estar perplejos ante
6 el temor humano; y aún más consternados ante el odio, que
 levanta su cabeza de hidra, mostrando sus cuernos en los
 muchos engaños del mal. Pero ¿por qué quedarnos horrori-
9 zados ante la nada? El gran dragón escarlata simboliza una
 mentira, la creencia de que la sustancia, la vida y la inteligen-
 cia pueden ser materiales. Este dragón representa la suma
12 total del error humano. Los diez cuernos del dragón simbo-
 lizan la creencia de que la materia tiene poder propio, y que
 por medio de una mente maligna en la materia los Diez
15 Mandamientos pueden ser quebrantados.


 El Revelador (el autor del Apocalipsis) levanta el velo
 de esta encarnación de todo el mal, y contempla su horrible
18 naturaleza; pero también ve la nada del mal y
 la totalidad de Dios. El Revelador (el autor del
 Apocalipsis) ve esa serpiente antigua, cuyo nombre es diablo
21 o mal, manteniendo incansable guardia, para poder morder el
 calcañar de la verdad y aparentemente impedir el vástago de
 la idea espiritual, prolífica en salud, santidad e inmortalidad.


24 El Apocalipsis 12:4. Y su cola arrastraba la tercera parte de


 las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón


 se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de


27 devorar a su hijo tan pronto como naciese.


 La forma serpentina representa la astucia, reptando
 su sinuoso camino en medio de todo el mal, pero haciendo
30 esto en nombre del bien. Su picadura es
 mencionada por Pablo, cuando se refiere a las
 “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Es
33 el instinto animal en los mortales, que trata de impulsarlos a



Página 564



1 devorarse unos a otros y echar fuera los demonios por medio
 de Beelzebú.


3 Como antaño, el mal todavía atribuye a la idea espiritual
 la naturaleza y los métodos propios del error. Este instinto
 animal malicioso, del cual el dragón es el símbolo, incita
6 a los mortales a matar moral y físicamente incluso a sus
 semejantes, y peor aún, a atribuir el crimen a los inocentes.
 Esta última flaqueza del pecado hundirá a su perpetrador en
9 una noche sin estrellas.


 La autora está convencida de que las acusaciones contra
 Jesús de Nazaret y aun su crucifixión fueron instigadas por
12 el instinto criminal aquí descrito. El Revelador Barbarie
 (el autor del Apocalipsis) se refiere a Jesús como maliciosa
 el Cordero de Dios y al dragón como guerreando contra la
15 inocencia. Puesto que Jesús debe haber sido tentado en todo,
 él, el inmaculado, enfrentó y venció el pecado en toda forma.
 La barbarie brutal de sus enemigos no podía emanar de
18 ninguna otra fuente excepto del máximo grado de deprava-
 ción humana. Jesús “no abrió su boca”. Hasta que la majes-
 tad de la Verdad fuera demostrada en la Ciencia divina, la
21 idea espiritual fue acusada ante el tribunal de la así llamada
 mente mortal, que fue desatada para que la falsa pretensión
 de que hay mente en la materia pudiera delatar su propio
24 crimen de desafiar la Mente inmortal.


 Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el pecado, la enfer-
 medad y la muerte, la envidia, el odio y la venganza —todo el
27 mal— están simbolizados por una serpiente, o
 astucia animal. Jesús dijo, citando un versículo del dragón
 de los Salmos: “Sin causa me aborrecieron”. La serpiente
30 sigue de cerca perpetuamente tras el calcañar de la armonía.
 Desde el comienzo hasta el fin, la serpiente persigue con odio
 la idea espiritual. En el Génesis, esta alegórica serpiente que
33 habla simboliza la mente mortal, “astuta, más que todos los



Página 565



1 animales del campo”. En el Apocalipsis, al acercarse a su
 perdición, este mal aumenta y se convierte en el gran dragón
3 escarlata, henchido de pecado, ardiendo en guerra contra la
 espiritualidad y maduro para la destrucción. Está lleno de
 lujuria y odio, y detesta el resplandor de la gloria divina.


6 El Apocalipsis 12:5. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá


 con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arreba-


 tado para Dios y para Su trono.


9 Guiado por el elemento más tosco de la mente mortal,
 Herodes decretó la muerte de todo niño varón a fin de que el
 hombre Jesús, el representante masculino de la El conflicto
12 idea espiritual, no pudiera reinar jamás y privar con la pureza
 a Herodes de su corona. La personificación de la idea espiri-
 tual tuvo una historia breve en la vida terrenal de nuestro
15 Maestro; pero “su reino no tendrá fin”, pues el Cristo, la idea
 de Dios, regirá finalmente todas las naciones y todos los
 pueblos —imperativa, absoluta, definitivamente— con la
18 Ciencia divina. Esta idea inmaculada, representada primero
 mediante el hombre y, según el Revelador (el autor del
 Apocalipsis), por último mediante la mujer, bautizará con
21 fuego; y el bautismo de fuego quemará la paja del error con el
 calor ardiente de la Verdad y el Amor, acrisolando y purifi-
 cando aun el oro del carácter humano. Después que alaba-
24 ron todas las estrellas y todo era armonía prístina, la mentira
 material hizo guerra a la idea espiritual; pero esto sólo impulsó
 la idea a remontarse al cenit de la demostración, destruyendo
27 el pecado, la enfermedad y la muerte, y a ser arrebatada hasta
 Dios, para ser hallada en su Principio divino.


 El Apocalipsis 12:6. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene


30 lugar preparado por Dios.



Página 566



1 Así como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente
 a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo de las mareas
3 del temor humano —así como fueron conduci-
 dos a través del desierto, caminando cansada-
 mente a través del gran yermo de las esperanzas humanas, y
6 anticipando el gozo prometido— así la idea espiritual guiará
 todos los deseos justos en su pasaje del sentido al Alma, de
 un sentido material de la existencia al espiritual, hacia la
9 gloria preparada para los que aman a Dios. La Ciencia
 majestuosa no se detiene, sino que va delante de ellos, una
 columna de nube de día y de fuego de noche, conduciendo
12 hacia las alturas divinas.


 Si recordamos la bella descripción que Sir Walter Scott
 pone en boca de Rebeca la judía en la historia de Ivanhoe: —


15 Cuando Israel, por el Señor amada,


 De la tierra de esclavitud salió,


 El Dios de sus padres delante de ella,


18 En humo y en llama su senda marcó,—
 también podemos ofrecer la oración con que concluye el mismo
 himno:—


21 Y cuando la noche en sombra y tempestad


 Sobre el sendero de Judá aparece,


 Sé Tú, paciente, lento para la ira,


24 ¡Una luz que llamea y resplandece!


 El Apocalipsis 12:7, 8. Después hubo una gran batalla en


 el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y


27 luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni


 se halló ya lugar para ellos en el cielo.


 El Antiguo Testamento asigna a los ángeles, los divinos
30 mensajes de Dios, diferentes cargos. La carac-
 terística de Miguel es la fuerza espiritual. Él
 conduce las huestes del cielo contra el poder del pecado,



Página 567



1 Satanás, y pelea las guerras santas. Gabriel tiene la tarea más
 apacible de impartir un sentido de la eterna presencia del
3 Amor ministrante. Estos ángeles nos libran de los abismos.
 La Verdad y el Amor se acercan más en la hora de congoja,
 cuando la fe firme o la fuerza espiritual lucha y prevalece por
6 medio del entendimiento de Dios. El Gabriel de Su presencia
 no tiene contiendas. Para el Amor infinito, siempre presente,
 todo es Amor, y no hay ningún error, ningún pecado, enfer-
9 medad ni muerte. Contra el Amor el dragón no guerrea largo
 tiempo, pues es muerto por el Principio divino. La Verdad
 y el Amor prevalecen sobre el dragón, porque el dragón no
12 puede guerrear contra ellos. Así termina el conflicto entre
 la carne y el Espíritu.


 El Apocalipsis 12:9. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la


15 serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña


 al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron


 arrojados con él.


18 Esa falsa pretensión —esa vieja creencia, esa serpiente
 antigua cuyo nombre es diablo (el mal), que pretende que hay
 inteligencia en la materia, ya sea para beneficiar El dragón
21 o para dañar a los hombres— es puro engaño, el arrojado


 dragón escarlata; y es echada fuera por el Cristo,
 la Verdad, la idea espiritual, y así se comprueba que es impo-
24 tente. Las palabras “arrojado a la tierra” muestran que el
 dragón es la nada, polvo al polvo; y por tanto, en su pretensión
 de poder hablar, tiene que ser una mentira desde el principio.
27 Sus ángeles, o mensajes, son echados fuera con su autor.
 La bestia y los falsos profetas son la lujuria y la hipocresía.
 Estos lobos vestidos de oveja son detectados y muertos por
30 la inocencia, el Cordero del Amor.


 La Ciencia divina muestra cómo el Cordero mata el lobo.



Página 568



1 La inocencia y la Verdad vencen la culpa y el error. Desde
 la fundación del mundo, desde que el error quiso establecer
3 la creencia material, el mal ha tratado de matar Guerra
 el Cordero; pero la Ciencia es capaz de destruir con el error
 esta mentira, llamada el mal. El capítulo duodécimo del
6 Apocalipsis simboliza el método divino de guerra en la
 Ciencia, y los resultados gloriosos de esta guerra. Los capítu-
 los siguientes describen los efectos fatales de tratar de enfren-
9 tar el error con el error. La narrativa sigue el orden usado en
 el Génesis. En el Génesis, primero se presenta el método
 verdadero de la creación y luego el falso. Aquí, también, el
12 Revelador (el autor del Apocalipsis) primero expone la
 verdadera guerra y luego la falsa.


 El Apocalipsis 12:10–12. Entonces oí una gran voz en el cielo,


15 que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino


 de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo; porque ha sido


 lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los


18 acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han


 vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del


 testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.


21 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los


 moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descen-


 dido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.


24 Por la victoria sobre un solo pecado, damos gracias
 y engrandecemos a Jehová de los Ejércitos. ¿Qué diremos
 de la poderosa conquista de todo el pecado?
27 Una canción más sonora, la más dulce que
 jamás haya llegado a los cielos, se eleva ahora más clara y
 más cercana al gran corazón del Cristo; pues el acusador no
30 está allí, y el Amor irradia su prístina y eterna melodía. La
 abnegación, por la cual renunciamos a todo por la Verdad,
 o el Cristo, en nuestra guerra contra el error, es una regla
33 en la Ciencia Cristiana. Esta regla claramente interpreta a



Página 569



1 Dios como el Principio divino, como la Vida, representada
 por el Padre; como la Verdad, representada por el Hijo; como
3 el Amor, representado por la Madre. Todo mortal en algún
 período, aquí o en el más allá, debe lidiar con la creencia
 mortal en un poder opuesto a Dios y vencerla.


6 El pasaje bíblico: “Sobre poco has sido fiel, sobre mucho
 te pondré”, se cumple literalmente cuando estamos conscien-
 tes de la supremacía de la Verdad, por la cual se El manto
9 ve la nada del error; y sabemos que la nada del
 error está en proporción a su maldad. El que toca el borde
 del manto de Cristo y domina sus creencias mortales, la
12 animalidad y el odio, se regocija en la prueba de la curación,
 en un sentido dulce y seguro de que Dios es Amor. ¡Ay de
 aquellos que no son fieles a la Ciencia divina y no logran
15 estrangular la serpiente del pecado ni la de la enfermedad!
 Moran todavía en las profundas tinieblas de la creencia.
 Están en el embravecido mar del error, y no luchan por
18 levantar sus cabezas sobre la ola que los ahoga.


 ¿Cuál debe ser el final? Tendrán finalmente que expiar
 su pecado por medio del sufrimiento. El pecado, del que
21 uno ha hecho su compañero íntimo, se vuelve
 al final contra uno mismo con fuerza acele-


 rada, pues el diablo sabe que tiene poco tiempo.
24 Aquí las Escrituras declaran que el mal es temporal, no
 eterno. El dragón al fin es herido de muerte por su propia
 malicia; mas cuántos períodos de tortura puede que tome
27 eliminar todo pecado, tiene que depender de la obduración
 del pecado.


 El Apocalipsis 12:13. Y cuando vio el dragón que había sido


30 arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz


 al hijo varón.



Página 570



1 El progreso de la mente y de la investigación honrada
 traerá la hora en que la gente encadenará, con trabas
3 de alguna clase, el creciente ocultismo de esta
 época. La apatía actual en cuanto a la tenden-
 cia de ciertas influencias mentales activas, aunque invisibles,
6 finalmente recibirá un choque tal que se transformará en
 otra disposición mortal extrema: la indignación humana;
 porque un extremo sigue a otro.


9 El Apocalipsis 12:15, 16. Y la serpiente arrojó de su boca, tras


 la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el


 río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca


12 y tragó el río que el dragón había echado de su boca.


 Millones de mentes sin prejuicios —simples buscadores
 de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto—
15 aguardan expectantes descanso y refrigerio.
 Dales un vaso de agua fría en nombre de Cristo, receptivos
 y jamás temas las consecuencias. ¿Qué importaría si el viejo
18 dragón enviase un nuevo río para ahogar la idea‐Cristo? No
 puede ni ahogar tu voz con su rugido, ni volver a hundir el
 mundo en las profundas aguas del caos y la antigua noche.
21 En esta época la tierra ayudará a la mujer; la idea espiritual
 será comprendida. Aquellos que estén preparados para la
 bendición que impartes darán las gracias. Las aguas serán
24 pacificadas, y el Cristo comandará las olas.


 Cuando Dios sana a los enfermos o a los pecadores, ellos
 deberían conocer el gran beneficio que la Mente ha realizado.
27 También deberían conocer el gran engaño de
 la mente mortal, cuando los enferma o los hace de la iniquidad
 pecar. Muchos están dispuestos a abrir los ojos de la gente al
30 poder del bien residente en la Mente divina, pero no están tan



Página 571



1 dispuestos a señalar el mal en el pensamiento humano, y a
 exponer los ocultos métodos mentales del mal para llevar a
3 cabo su iniquidad.


 ¿Por qué esta renuencia, ya que la exposición es necesaria
 para asegurar la elusión del mal? Porque la gente te aprecia
6 más cuando le hablas de sus virtudes que cuando Advertencia
 le hablas de sus vicios. Se requiere el espíritu
 de nuestro bendito Maestro para decirle a un hombre sus
9 defectos, y exponerse así al desagrado humano por querer
 hacer el bien y beneficiar a la humanidad. ¿Quién está infor-
 mando a la humanidad sobre el enemigo emboscado? ¿Es el
12 informante uno que ve el enemigo? Si es así, escucha y sé sabio.
 Escapa del mal, y señala como mayordomos infieles a quienes
 han visto el peligro y, sin embargo, no han dado aviso.


15 En todo momento y bajo todas las circunstancias, vence
 el mal con el bien. Conócete a ti mismo, y Dios proveerá la
 sabiduría y la ocasión para una victoria sobre
18 el mal. Revestido con la panoplia del Amor,
 el odio humano no puede alcanzarte. El cemento de una
 humanidad más elevada unirá todos los intereses en la
21 divinidad única.


 Mediante tropo y metáfora, el Revelador (el autor del
 Apocalipsis), escriba inmortal del Espíritu y de un idealismo
24 verdadero, proporciona el espejo en el cual los
 mortales pueden ver su propia imagen. Con
 símbolos significativos describe los pensamientos que contem-
27 pla en la mente mortal. Así reprende la presunción del pecado,
 y presagia su perdición. Con su fuerza espiritual, ha abierto
 de par en par las puertas de la gloria, e iluminado la noche
30 del paganismo con la grandeza sublime de la Ciencia divina,
 que eclipsa el pecado, la hechicería, la lujuria y la hipocresía.
 Él quita la mitra y el cetro. Entroniza la religión pura y sin



Página 572



1 mácula, y eleva sólo a aquellos que lavaron sus ropas y las
 emblanquecieron en la obediencia y el sufrimiento.


3 Así vemos, tanto en el primero como en el último libro
 de la Biblia —en el Génesis y en el Apocalipsis— que el
 pecado ha de ser reducido cristiana y científica-
6 mente a su nada nativa. “Que... nos amemos
 unos a otros” (1 Juan 3:23) es el consejo más simple y pro-
 fundo del inspirado escritor. En la Ciencia somos hijos de
9 Dios; pero todo lo que sea del sentido material, o que sea
 mortal, no pertenece a Sus hijos, porque la materialidad es
 la imagen invertida de la espiritualidad.


12 El Amor cumple la ley de la Ciencia Cristiana, y nada
 menos que este Principio divino, comprendido y demos-
 trado, puede proporcionar jamás la visión del
15 Apocalipsis, abrir los siete sellos del error con
 la Verdad, o descubrir la miríada de ilusiones del pecado,
 la enfermedad y la muerte. Bajo la supremacía del Espíritu,
18 se verá y se reconocerá que la materia tiene que desaparecer.


 En el Apocalipsis 21:1, leemos: —


 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo


21 y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.


 El Revelador (el autor del Apocalipsis) aún no había
 pasado por la etapa de transición en la experiencia humana
24 llamada muerte, pero ya veía un cielo nuevo y
 una tierra nueva. ¿Mediante qué sentido vino


 esta visión a San Juan? No mediante los órga-
27 nos materiales de la vista, porque la óptica es inadecuada
 para asimilar una escena tan maravillosa. ¿Eran este cielo
 nuevo y esta tierra nueva terrenales o celestiales, materiales



Página 573



1 o espirituales? No podían ser lo primero, pues el sentido
 humano del espacio es incapaz de comprender tal perspectiva.
3 El Revelador (el autor del Apocalipsis) estaba en nuestro plano
 de existencia, aunque ya contemplaba lo que el ojo no puede
 ver, aquello que es invisible para el pensamiento no inspirado.
6 Este testimonio de las Sagradas Escrituras sostiene el hecho
 en la Ciencia de que los cielos y la tierra, para cierta conscien-
 cia humana, esa consciencia que Dios concede, son espiritua-
9 les, mientras que para otra, la mente humana no iluminada,
 la visión es material. Esto muestra inequívocamente que lo
 que la mente humana llama materia y espíritu indica estados
12 y etapas de consciencia.


 Acompañando esta consciencia científica vino otra
 revelación, o sea, la declaración del cielo, la armonía suprema,
15 de que Dios, el Principio divino de la armonía, La proxi­midad
 está siempre con los hombres, y que ellos son
 Su pueblo. Así que el hombre ya no era considerado como un
18 pecador miserable, sino como el hijo bienaventurado de Dios.
 ¿Por qué? Porque el sentido corporal de San Juan acerca de
 los cielos y la tierra se había desvanecido, y en lugar de este
21 sentido falso estaba el sentido espiritual, el estado subjetivo
 mediante el cual pudo ver el cielo nuevo y la tierra nueva, que
 entrañan la idea espiritual y la consciencia de la realidad. Esta
24 es la autoridad de las Escrituras para concluir que tal reconoci-
 miento del ser es, y ha sido, posible a los hombres en este estado
 actual de existencia, que podemos tornarnos conscientes, aquí
27 y ahora, de una cesación de la muerte, del pesar y del dolor.
 Esto es verdaderamente una muestra anticipada de la Ciencia
 Cristiana absoluta. Ten ánimo, querido sufridor, pues esta
30 realidad del ser seguramente aparecerá algún día y de alguna
 manera. No habrá más dolor, y se enjugará toda lágrima.
 Cuando leas esto, recuerda las palabras de Jesús: “El reino de



Página 574



1 Dios dentro de vosotros está”.* Esta consciencia espiritual
 es, por tanto, una posibilidad presente.


3 El Revelador (el autor del Apocalipsis) también percibe
 otra visión, apropiada para consolar al cansado peregrino,
 viajando “siempre cuesta arriba”.


6 Él escribe, en el Apocalipsis 21:9 : —


 Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las


 siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo,


9 diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del


 Cordero.


 Este ministerio de la Verdad, este mensaje del Amor
12 divino, llevó a Juan en espíritu. Lo exaltó hasta que tomó
 consciencia de las realidades espirituales del ser Copas de ira
 y de la “Nueva Jerusalén, [que descendía] del
15 cielo, de Dios”, la efusión espiritual de felicidad y gloria, la
 cual él describe como la ciudad que “se halla establecida en
 cuadro”. La belleza de este texto está en que la suma total de
18 la miseria humana, representada por las siete copas angélicas
 llenas de las siete plagas, tiene plena compensación en la ley
 del Amor. Observa esto: que el mismo mensaje, o pensa-
21 miento alígero, que derramó odio y tormento, trajo también
 la experiencia que por fin elevó al vidente a contemplar la
 gran ciudad, cuyos cuatro costados iguales eran concedidos
24 por el cielo y concedían el cielo.


 Piensa en esto, querido lector, pues levantará el cilicio
 de tus ojos, y contemplarás la paloma de suaves alas descen-
27 diendo sobre ti. La circunstancia misma que tu Matrimonio
 sentido sufridor considera enojosa y aflictiva,
 puede ser convertida por el Amor en un ángel hospedado
30 sin saberlo. Entonces el pensamiento susurra suavemente:
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 575



1 “¡Ven acá! Levántate de tu consciencia falsa hacia el verda-
 dero sentido del Amor, y contempla la esposa del Cordero:
3 el Amor desposado con su propia idea espiritual”. Entonces
 viene la fiesta nupcial, porque esta revelación destruirá para
 siempre las plagas físicas impuestas por el sentido material.


6 Esta ciudad sagrada, descrita en el Apocalipsis (21:16)
 como “establecida en cuadro” y “descendiendo del cielo, de
 Dios”, representa la luz y la gloria de la Ciencia La ciudad
9 divina. El arquitecto y constructor de esta
 Nueva Jerusalén es Dios, según leemos en la epístola a los
 Hebreos; y es una “ciudad que tiene fundamentos”. La
12 descripción es metafórica. La enseñanza espiritual tiene
 que ser siempre por símbolos. ¿No ilustró Jesús las verdades
 que enseñó por medio del el grano de mostaza y del hijo
15 pródigo? Considerada en su sentido alegórico, la descripción
 de la ciudad como establecida en cuadro tiene un significado
 profundo. Los cuatro costados de nuestra ciudad son la
18 Palabra, el Cristo, el cristianismo y la Ciencia divina; y
 “sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá
 noche”. Esta ciudad es enteramente espiritual, como sus
21 cuatro costados lo indican.


 Como dice el Salmista: “Hermosa provincia, el gozo de
 toda la tierra, es el Monte de Sion, a los lados del norte, la
24 ciudad del gran Rey”. Es verdaderamente una
 ciudad del Espíritu, hermosa, regia y cuadrada. regiamente


 Al norte, sus puertas se abren hacia la Estrella
27 Polar, la Palabra, el imán polar de la Revelación; al este, hacia
 la estrella vista por los Magos del Oriente, quienes la siguieron
 hasta el pesebre de Jesús; al sur, hacia los agradables trópicos,
30 con la Cruz del Sur en los cielos, la Cruz del Calvario, que
 enlaza la sociedad humana en solemne unión; al oeste, hacia



Página 576



1 la magna percepción de la Playa Dorada del Amor y el Mar
 Apacible de la Armonía.


3 Esta ciudad celestial, iluminada por el Sol de Justicia
 —esta Nueva Jerusalén, este Todo infinito, que a nosotros
 nos parece oculto en la niebla de la lejanía—
6 llegó a la visión de San Juan mientras él aún
 moraba entre los mortales.


 En el Apocalipsis 21:22, continuando la descripción de
9 esta ciudad sagrada, el Discípulo bienamado escribe: —


 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso


 es el templo de ella, y el Cordero.


12 No había templo, es decir, ninguna estructura material en
 la cual adorar a Dios, porque Él debe ser adorado en espíritu
 y en amor. La palabra templo también significa El altar
15 cuerpo. El Revelador (el autor del Apocalipsis)
 estaba familiarizado con el uso que Jesús hacía de esta palabra,
 como cuando Jesús habló de su cuerpo material como el templo
18 que habría de ser reconstruido temporalmente (Juan 2:21).
 ¿Qué otra indicación necesitamos de la incorporeidad del
 hombre verdadero que esta, que Juan vio el cielo y la tierra
21 pero “no [vio] en ellos templo [cuerpo]”? Este reino de Dios
 está “dentro de vosotros”*, está al alcance de la consciencia
 del hombre aquí, y la idea espiritual lo revela. En la Ciencia
24 divina, el hombre posee conscientemente este reconocimiento
 de la armonía en proporción a su comprensión de Dios.


 El término Señor, como se usa en nuestra versión del
27 Antiguo Testamento, es con frecuencia sinónimo de Jehová,
 y expresa el concepto judaico, no elevado aún
 a la comprensión deífica por medio de la trans-
30 figuración espiritual. Sin embargo, la palabra se aproxima
 gradualmente a un significado más elevado. Este sentido
 * Según la versión King James de la Biblia



Página 577



1 humano sobre la Deidad cede al sentido divino, lo mismo
 que el sentido material de la personalidad cede al sentido
3 incorpóreo acerca de Dios y el hombre como Principio infinito
 e idea infinita, como un solo Padre con Su familia universal,
 sostenidos en el evangelio del Amor. La esposa del Cordero
6 presenta la unión de varón y hembra ya no como dos indi-
 viduos desposados, sino como dos naturalezas individuales
 en una; y esta individualidad espiritual compuesta refleja a
9 Dios como Padre‐Madre, no como un ser corpóreo. En esta
 consciencia espiritual, divinamente unida, no hay impedi-
 mento para la felicidad eterna, para la perfectibilidad de la
12 creación de Dios.


 Esta morada espiritual y sagrada no tiene lindero ni
 límite, pero sus cuatro puntos cardinales son: primero,
15 la Palabra de la Vida, la Verdad y el Amor;
 segundo, el Cristo, la idea espiritual de Dios;
 tercero, el cristianismo, que es el resultado del Principio
18 divino de la idea‐Cristo en la historia cristiana; cuarto,
 la Ciencia Cristiana, que hoy y para siempre interpreta este
 gran ejemplo y al gran Ejemplo. Esta ciudad de nuestro Dios
21 no tiene necesidad de sol ni de satélite, pues el Amor es su
 luz, y la Mente divina es su propio intérprete. Todos los que
 son salvos tienen que andar en esta luz. Poderosos potenta-
24 dos y dinastías entregarán sus honores en la ciudad celestial.
 Sus puertas se abren hacia la luz y la gloria tanto adentro
 como afuera, pues todo es bueno, y en esa ciudad no puede
27 entrar “ninguna cosa inmunda, o que hace... mentira”.


 El tenue sentido que la autora posee actualmente de
 la Ciencia Cristiana concluye con la Revelación de San Juan
30 como está registrada por el gran apóstol, pues la visión de él
 es el pináculo de esta Ciencia como la revela la Biblia.


 En el siguiente Salmo una sola palabra muestra, aunque



Página 578



1 débilmente, la luz que la Ciencia Cristiana proyecta sobre
 las Escrituras, al sustituir el sentido corpóreo por el sentido
3 incorpóreo o espiritual respecto a la Deidad: —


 Salmo 23


 [El amor divino] es mi pastor; nada me faltará.


6 En lugares de delicados pastos [el amor] me hará descansar;
 junto a aguas de reposo [el amor] me pastoreará.


 [El amor] confortará mi alma [sentido espiritual]; [el amor]
9 me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre.


 Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal
 alguno, porque [el amor] estará conmigo; la vara [del amor]
12 y el cayado [del amor] me infundirán aliento.


 [El amor] adereza mesa delante de mí en presencia de mis
 angustiadores; [el amor] unge mi cabeza con aceite; mi copa
15 está rebosando.


 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los
 días de mi vida, y en la casa [la consciencia] del [amor] moraré
18 por largos días.





Página 579


Capítulo 17 — Glosario



Esto dice el Santo,
el Verdadero,
[Aquel] que tiene la llave de David,
[Aquel] que abre y ninguno cierra,
y cierra y ninguno abre:
Yo conozco tus obras;
he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta,
la cual nadie puede cerrar. — El Apocalipsis.


1 E n la Ciencia Cristiana aprendemos que la sustitución de
 la definición material de una palabra de las Escrituras
3 por la definición espiritual a menudo elucida el significado
 del escritor inspirado. Por este motivo se añade este capítulo.
 Contiene la interpretación metafísica de términos de la
6 Biblia, dando su sentido espiritual, que es también su signifi-
 cado original.
 Abel. Vigilancia; ofrenda de uno mismo; entrega al creador
9 de los frutos tempranos de la experiencia.
 Abraham. Fidelidad; fe en la Vida divina y en el eterno
 Principio del ser.
12 Este patriarca ilustró el propósito del Amor de crear
 confianza en el bien, y mostró el poder preservador de la vida
 del entendimiento espiritual.
15 Adán. Error; una falsedad; la creencia en el “pecado origi-
 nal”, la enfermedad y la muerte; el mal; lo opuesto del bien,
 de Dios y Su creación; una maldición; una creencia en que
 *El índice alfabético en español se encuentra en la página 701.



Página 580



1 la materia es inteligente, en lo finito y en la mortalidad; “polvo
 al polvo”; arenisca roja; la nada; el primer dios de la mitología;
3 no el hombre de Dios, quien representa al único Dios y es Su
 propia imagen y semejanza; lo opuesto del Espíritu y Sus crea-
 ciones; aquello que no es la imagen y semejanza del bien, sino
6 una creencia material, opuesta a la Mente única, o el Espíritu;
 una así llamada mente finita, que produce otras mentes, que
 crea así “muchos dioses y muchos señores” (1 Corintios 8:5);
9 un producto de la nada como el remedo de algo; una irreali-
 dad como opuesta a la gran realidad de la existencia y creación
 espirituales; un así llamado hombre, cuyo origen, sustancia y
12 mente se encuentra que son el antípoda de Dios, o el Espíritu;
 una imagen invertida del Espíritu; la imagen y semejanza
 de lo que Dios no ha creado, a saber: la materia, el pecado, la
15 enfermedad y la muerte; el opositor de la Verdad, denominado
 error; la falsificación de la Vida, que acaba en muerte; lo
 opuesto del Amor, llamado odio; la usurpadora de la creación
18 del Espíritu, llamada materia creativa por sí misma; lo opuesto
 de la inmortalidad, la mortalidad; aquello de lo cual dice la
 sabiduría: “Ciertamente morirás”.


21 El nombre Adán representa la suposición falsa de que la
 Vida no es eterna, sino que tiene comienzo y fin; que lo infinito
 entra en lo finito, que la inteligencia se introduce en lo carente
24 de inteligencia, y que el Alma mora en el sentido material; que
 la Mente inmortal resulta en materia, y la materia en mente
 mortal; que el único Dios y creador entró en lo que creó, y
27 después desapareció en el ateísmo de la materia.
 Adversario. Un adversario es uno que se opone, niega,
 disputa, no uno que construye y sostiene la realidad y la
30 Verdad. Jesús dijo del diablo: “Él ha sido homicida desde
 el principio,... es mentiroso, y padre de mentira”.



Página 581



1 Este punto de vista acerca de Satanás es confirmado por el
 nombre que se le da a menudo en las Escrituras: el “adversario”.
3 Todopoderoso. Todo poder; infinitud; omnipotencia.
 Ángeles. Pensamientos de Dios que pasan al hombre;
 intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de
6 la bondad, la pureza y la inmortalidad, contrarrestando todo
 mal, toda sensualidad y mortalidad.
 Arca. Seguridad; la idea, o reflejo, de la Verdad, que se
9 comprueba que es tan inmortal como su Principio; la com-
 prensión del Espíritu, que destruye la creencia en la materia.


 Dios y el hombre, coexistentes y eternos; la Ciencia que
12 muestra que las realidades espirituales de todas las cosas
 son creadas por Él y existen para siempre. El arca indica la
 tentación vencida y seguida de exaltación.
15 Aser (hijo de Jacob). Esperanza y fe; compensación espiri-
 tual; los males de la carne reprendidos.
 Babel. Error que se destruye a sí mismo; un reino dividido
18 contra sí mismo, que no puede permanecer; conocimiento
 material.


 Cuanto más alto edifica el conocimiento falso sobre la
21 base de la evidencia obtenida de los cinco sentidos corporales,
 tanto más confusión sobreviene, y más cierta es la caída de su
 estructura.
24 Bautismo. Purificación por el Espíritu; sumersión en el
 Espíritu.


 “Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes
27 al Señor” (2 Corintios 5:8).



Página 582



1 Creer. Firmeza y constancia; no una fe vacilante o ciega,
 sino la percepción de la Verdad espiritual. Pensamientos
3 mortales, ilusión.
 Benjamín (hijo de Jacob). Una creencia física en cuanto a
 la vida, la sustancia y la mente; conocimiento humano, o la
6 así llamada mente mortal, consagrada a la materia; orgullo;
 envidia; fama; ilusión; una creencia falsa; error que se hace
 pasar por poseedor de vida, fuerza, animación y poder de
9 obrar.


 Renovación de los afectos; ofrenda de uno mismo; un
 estado mejorado de la mente mortal; la introducción de
12 un origen más espiritual; un destello de la idea infinita
 del Principio infinito; un símbolo espiritual; aquello que
 conforta, consuela y apoya.
15 Novia. Pureza e inocencia, que concibe al hombre en la
 idea de Dios; un sentido del Alma, que tiene felicidad espiri-
 tual y goza pero no puede sufrir.
18 Novio. Comprensión espiritual; la consciencia pura de que
 Dios, el Principio divino, crea al hombre como Su propia idea
 espiritual, y que Dios es el único poder creativo.
21 Sepultura. La corporalidad y el sentido físico puestos fuera
 del alcance de la vista y el oído; aniquilación. Sumersión en
 el Espíritu; la inmortalidad sacada a luz.
24 Canaán (hijo de Cam). Una creencia sensoria; el testimo-
 nio de lo que se denomina sentido material; el error que
 quisiera hacer mortal al hombre y quisiera hacer la mente
27 mortal esclava del cuerpo.
 Niños. Los pensamientos y representantes espirituales de
 la Vida, la Verdad y el Amor.



Página 583



1 Creencias sensuales y mortales; falsificaciones de la crea-
 ción, cuyos originales mejores son los pensamientos de Dios,
3 no en embrión, sino en madurez; suposiciones materiales de
 vida, sustancia e inteligencia, opuestas a la Ciencia del ser.
 Hijos de Israel. Los representantes del Alma, no del
6 sentido corporal; los vástagos del Espíritu, quienes, habiendo
 luchado con el error, el pecado y el sentido, están gobernados
 por la Ciencia divina; algunas de las ideas de Dios percibidas
9 como hombres, que echan fuera el error y sanan a los enfer-
 mos; los vástagos del Cristo.
 El Cristo. La divina manifestación de Dios, que viene
12 a la carne para destruir el error encarnado.
 Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que
 descansa sobre el Principio divino y procede de él.


15 La Iglesia es aquella institución que da prueba de su
 utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendi-
 miento dormido de las creencias materiales a la comprensión
18 de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia
 divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando
 a los enfermos.
21 Creador. Espíritu; Mente; inteligencia; el Principio
 divino vivificador de todo lo que es real y bueno; la Vida, la
 Verdad y el Amor existentes de por sí; aquello que es perfecto
24 y eterno; lo opuesto de la materia y el mal, los cuales no tienen
 Principio; Dios, quien hizo todo lo que fue hecho y quien no
 pudo crear un átomo o un elemento opuesto a Él mismo.
27 Dan (hijo de Jacob). Magnetismo animal; la así llamada
 mente mortal que controla la mente mortal; el error, que lleva
 a cabo los designios del error; una creencia que depreda otra.



Página 584



1 Día. La irradiación de la Vida; luz, la idea espiritual de
 la Verdad y el Amor.


3 “Y fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5). Los
 objetos del tiempo y del sentido desaparecen en la iluminación
 de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de
6 acuerdo con el bien que es desarrollado. Este desarrollo es
 el día de Dios, y “no habrá allí más noche”.
 Muerte. Una ilusión, la mentira de que hay vida en la mate-
9 ria; lo irreal y falso; lo opuesto de la Vida.


 La materia no tiene vida, por lo tanto, no tiene existencia
 real. La Mente es inmortal. La carne, que guerrea contra el
12 Espíritu; lo que se libera penosamente de una creencia sólo
 para ser encadenado por otra, hasta que toda creencia de
 que hay vida donde la Vida no está cede ante la Vida eterna.
15 Toda evidencia material de muerte es falsa, pues contradice
 las realidades espirituales del ser.
 Diablo. El mal; una mentira; el error; ni corporalidad ni
18 mente; lo opuesto de la Verdad; una creencia en el pecado,
 la enfermedad y la muerte; magnetismo animal o hipnotismo;
 la lujuria de la carne, la cual dice: “Soy vida e inteligencia en
21 la materia. Hay más de una mente, pues yo soy mente, una
 mente perversa, hecha por sí misma o creada por un dios
 tribal y puesta en lo opuesto de la mente, denominado mate-
24 ria, para de ahí reproducir un universo mortal, incluyendo el
 hombre, no según la imagen y semejanza del Espíritu, sino
 según su propia imagen”.
27 Paloma. Un símbolo de la Ciencia divina; pureza y paz;
 esperanza y fe.
 Polvo. La nada; la ausencia de la sustancia, la vida o la
30 inteligencia.



Página 585



1 Oídos. No los órganos de los así llamados sentidos corpora-
 les, sino la comprensión espiritual.


3 Jesús dijo, refiriéndose a la percepción espiritual: “¿Teniendo
 oídos no oís?” (Marcos 8:18).
 Tierra. Una esfera; un símbolo de la eternidad e inmortali-
6 dad, que tampoco tienen comienzo o fin.


 Para el sentido material, la tierra es materia; para el sentido
 espiritual, es una idea compuesta.
9 Elías. Profecía; evidencia espiritual opuesta al sentido
 material; la Ciencia Cristiana, con la cual puede ser discernida
 la realidad espiritual de todo lo que los sentidos materiales
12 perciben; la base de la inmortalidad.


 “A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las
 cosas” (Mateo 17:11).
15 Error. Véase el capítulo Recapitulación, página 472.
 Éufrates (río). La Ciencia divina envolviendo el universo
 y al hombre; la idea verdadera de Dios; un símbolo de la gloria
18 que ha de venir; la metafísica que toma el lugar de la física; el
 reino de la justicia. La atmósfera de la creencia humana antes
 de que acepte el pecado, la enfermedad o la muerte; un estado
21 del pensamiento mortal, cuyo único error es la limitación; lo
 finito; lo opuesto de lo infinito.
 Eva. Un comienzo; mortalidad; aquello que no dura para
24 siempre; una creencia finita concerniente a la vida, la sustancia
 y la inteligencia en la materia; error; la creencia de que la raza
 humana se originó materialmente en vez de espiritualmente,
27 que el hombre procedió primero del polvo, segundo de una
 costilla y tercero de un óvulo.



Página 586



1 La tarde. Nebulosidad del pensamiento mortal; cansancio
 de la mente mortal; perspectivas oscurecidas; paz y descanso.
3 Ojos. Discernimiento espiritual, no material, sino mental.


 Jesús dijo, pensando en la visión externa: “¿Teniendo ojos
 no veis?” (Marcos 8:18).
6 Aventador. Lo que separa la fábula de la realidad; aquello
 que da acción al pensamiento.
 Padre. La Vida eterna; la Mente única; el Principio divino,
9 comúnmente llamado Dios.
 Temor. Calor; inflamación; ansiedad; ignorancia; error;
 deseo; cautela.
12 Fuego. Temor; remordimiento; lujuria; odio; destrucción;
 aflicción que purifica y eleva al hombre.
 Expansión. Comprensión espiritual; la línea científica de
15 demarcación entre la Verdad y el error, entre el Espíritu y
 la así llamada materia.
 Carne. Un error de la creencia física; una suposición de que
18 la vida, la sustancia y la inteligencia están en la materia; una
 ilusión; una creencia de que la materia tiene sensación.
 Gad (hijo de Jacob). La Ciencia; el ser espiritual compren-
21 dido; apresuramiento hacia la armonía.
 Getsemaní. Congoja paciente; lo humano cediendo ante lo
 divino; amor que no es correspondido, pero que sigue siendo
24 amor.



Página 587



1 Fantasma. Una ilusión; una creencia de que la mente es
 delineada y limitada; una suposición de que el espíritu es finito.
3 Gihón (río). Los derechos de la mujer reconocidos en lo
 moral, civil y social.
 Dios. El gran Yo soy; el que es todo-conocimiento, todo-
6 visión, todo-acción, todo-sabiduría, todo-amor, y es eterno;
 Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor;
 toda la sustancia; inteligencia.
9 Dioses. Mitología; una creencia de que la vida, la sustancia
 y la inteligencia son mentales y materiales a la vez; una
 suposición de que existe corporeidad sensible; la creencia de
12 que la Mente infinita está dentro de formas finitas; las diversas
 teorías que sostienen que la mente es un sentido material, exis-
 tente en el cerebro, los nervios, la materia; supuestas mentes,
15 o almas, erradas y mortales que entran y salen de la materia;
 las serpientes del error, que dicen: “Seréis como dioses”.*


 Dios es un único Dios, infinito y perfecto, y no puede
18 volverse finito e imperfecto.
 El bien. Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omni-
 presencia; omni-acción.
21 Cam (hijo de Noé). Creencia corporal; sensualidad; esclavi-
 tud; tiranía.
 Corazón. Sentimientos, motivos, afectos, gozos y pesares
24 mortales.
 Cielo. Armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Princi-
 pio divino; espiritualidad; felicidad; la atmósfera del Alma.
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 588



1 Infierno. Creencia mortal; error; lujuria; remordimiento;
 odio; venganza; pecado; enfermedad; muerte; sufrimiento
3 y destrucción propia; agonía impuesta por uno mismo; efec-
 tos del pecado; aquello que “hace abominación y mentira”.
 Hidekel (río). La Ciencia divina comprendida y reconocida.
6 Espíritu Santo. La Ciencia divina; el desarrollo de la
 Vida, la Verdad y el Amor eternos.
 Yo, o Ego. El Principio divino; el Espíritu; el Alma; la
9 Mente incorpórea, infalible, inmortal y eterna.


 No hay sino un único Yo, o Nosotros, un único Principio
 divino, o Mente, que gobierna toda existencia; el hombre y
12 la mujer inalterados para siempre en sus caracteres indivi-
 duales, al igual que los números que jamás se mezclan unos
 con otros, aunque están gobernados por un único Principio.
15 Todos los objetos de la creación de Dios reflejan una Mente
 única, y todo lo que no refleje esta Mente única es falso y
 erróneo, incluso la creencia de que la vida, la sustancia y la
18 inteligencia son mentales y materiales a la vez.
 Yo soy. Dios; la Mente incorpórea y eterna; el Principio
 divino; el único Ego.
21 En. Un término obsoleto en la Ciencia si se usa al referirse
 al Espíritu, o Deidad.
 Inteligencia. Sustancia; la Mente existente de por sí y
24 eterna; aquello que nunca está inconsciente ni limitado.


 Véase el capítulo Recapitulación, página 469.



Página 589



1 Isacar (hijo de Jacob). Una creencia corpórea; el vástago
 del error; envidia; odio; egoísmo; voluntad propia; lujuria.
3 Jacob. Un mortal corpóreo que incluye duplicidad, arre-
 pentimiento, sensualismo. Inspiración; la revelación de la
 Ciencia, en la cual los así llamados sentidos materiales ceden
6 ante el sentido espiritual de la Vida y el Amor.
 Jafet (hijo de Noé). Un símbolo de la paz espiritual que
 emana de la comprensión de que Dios es el Principio divino
9 de toda existencia, y que el hombre es Su idea, el hijo de Su
 cuidado.
 Jerusalén. Creencia y conocimiento mortales obtenidos
12 mediante los cinco sentidos corporales; el orgullo del poder
 y el poder del orgullo; sensualidad; envidia; opresión;
 tiranía. Hogar, cielo.
15 Jesús. El más elevado concepto corpóreo y humano de
 la idea divina, que reprende y destruye el error y saca a luz
 la inmortalidad del hombre.
18 José. Un mortal corpóreo; un sentido más elevado de la
 Verdad que reprende la creencia mortal, o error, y muestra
 la inmortalidad y supremacía de la Verdad; afecto puro que
21 bendice a sus enemigos.
 Judá. Una creencia material y corpórea que progresa y
 desaparece; el aparecimiento de la comprensión espiritual
24 de Dios y el hombre.



Página 590



1 Reino de los cielos. El reino de la armonía en la Ciencia
 divina; el reino de la Mente infalible, eterna y omnipotente;
3 la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema.
 Conocimiento. Evidencia obtenida de los cinco sentidos
 corporales; mortalidad; creencias y opiniones; teorías,
6 doctrinas, hipótesis humanas; aquello que no es divino y es
 el origen del pecado, la enfermedad y la muerte; lo opuesto
 de la Verdad y de la comprensión espirituales.
9 Cordero de Dios. La idea espiritual del Amor; inmolación
 del yo; inocencia y pureza; sacrificio.
 Leví (hijo de Jacob). Una creencia corpórea y sensual;
12 el hombre mortal; negación de la plenitud de la creación
 de Dios; despotismo eclesiástico.
 Vida. Véase el capítulo Recapitulación, página 468.
15 Señor. En hebreo, este término es a veces empleado como
 un título, que tiene el sentido inferior de amo, o gobernante.
 En griego, la palabra kirie casi siempre tiene este sentido
18 inferior, a menos que vaya unida especialmente al nombre
 Dios. Su significado más elevado es Gobernante Supremo.
 Jehová Dios. Este término doble no se usa en el primer
21 capítulo del Génesis, el registro de la creación espiritual. Es
 introducido en el segundo capítulo y en los siguientes, cuando
 el sentido espiritual de Dios y de la infinitud va desapare-
24 ciendo del pensamiento del narrador, cuando las verdaderas
 declaraciones científicas de las Escrituras se oscurecen debido



Página 591



1 a un sentido físico acerca de Dios como finito y corpóreo. De
 esto resultan la idolatría y la mitología, la creencia en muchos
3 dioses, o inteligencias materiales, como lo opuesto al Espíritu
 único, o inteligencia, llamado Elohim, o Dios.
 Hombre. La compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen
6 y semejanza espirituales de Dios; la representación plena de
 la Mente.
 Materia. Mitología; mortalidad; otro nombre para la mente
9 mortal; ilusión; inteligencia, sustancia y vida en lo carente de
 inteligencia y en la mortalidad; la vida que resulta en muerte,
 y la muerte que resulta en vida; sensación en lo insensible; la
12 mente que se origina en la materia; lo opuesto de la Verdad;
 lo opuesto del Espíritu; lo opuesto de Dios; aquello de lo
 cual la Mente inmortal no tiene conocimiento; aquello que la
15 mente mortal ve, siente, oye, gusta y huele sólo en creencia.
 Mente. El único Yo, o Nosotros; el Espíritu, el Alma, el
 Principio divino, la sustancia, la Vida, la Verdad, el Amor,
18 únicos; el Dios único; no aquello que está en el hombre, sino el
 Principio divino, o Dios, de quien el hombre es la expresión
 plena y perfecta; la Deidad, que delinea pero no es delineada.
21 Milagro. Lo que es divinamente natural, pero que tiene
 que ser aprendido humanamente; un fenómeno de la Ciencia.
 La mañana. Luz; símbolo de la Verdad; revelación y
24 progreso.
 Mente mortal. La nada que pretende ser algo, pues la
 Mente es inmortal; mitología; error que crea otros errores; un
27 supuesto sentido material, alias la creencia de que la sensación



Página 592



1 está en la materia, la cual es insensible; una creencia de
 que la vida, la sustancia y la inteligencia están en la materia
3 y proceden de ella; lo opuesto del Espíritu, y por tanto, lo
 opuesto de Dios, o el bien; la creencia de que la vida tiene un
 comienzo y por tanto, un fin; la creencia de que el hombre
6 es el vástago de los mortales; la creencia de que puede haber
 más de un creador; idolatría; los estados subjetivos del error;
 los sentidos materiales; aquello que no existe en la Ciencia
9 ni puede ser reconocido por el sentido espiritual; pecado;
 enfermedad; muerte.
 Moisés. Un mortal corpóreo; valor moral; un símbolo de
12 la ley moral y demostración de la misma; la prueba de que
 sin el evangelio —la unión de la justicia y el afecto— hay algo
 que falta espiritualmente, puesto que la justicia exige castigos
15 bajo la ley.
 Madre. Dios; el Principio divino y eterno; la Vida,
 la Verdad y el Amor.
18 La nueva Jerusalén. La Ciencia divina; las realidades
 espirituales y la armonía del universo; el reino de los cielos,
 o reino de la armonía.
21 Noche. Tinieblas; duda; temor.
 Noé. Un mortal corpóreo; conocimiento de la nada de
 las cosas materiales y de la inmortalidad de todo lo que es
24 espiritual.
 Aceite. Consagración; caridad; dulzura; oración; inspira-
 ción celestial.
27 Fariseo. Creencia corpórea y sensoria; justificación propia;
 vanidad; hipocresía.



Página 593



1 Pisón (río). El amor a lo bueno y bello, y la inmortalidad
 de estos.
3 Principio. Véase el capítulo Recapitulación, página 465.
 Profeta. Un vidente espiritual; la desaparición del sentido
 material ante la consciencia de las realidades de la Verdad
6 espiritual.
 Bolsa. Acumulación de tesoros en la materia; error.
 Dragón escarlata. Error; temor; inflamación; sensuali-
9 dad; astucia; magnetismo animal; envidia; venganza.
 Resurrección. Espiritualización del pensamiento; una
 idea nueva y más elevada de la inmortalidad, o existencia
12 espiritual; la creencia material cediendo ante la comprensión
 espiritual.
 Rubén (hijo de Jacob). Corporalidad; sensualidad; engaño;
15 mortalidad; error.
 Río. Conducto del pensamiento.


 Sereno y sin obstrucción, simboliza el curso de la Verdad;
18 pero turbio, revuelto y precipitado, es un símbolo del error.
 Roca. Fundamento espiritual; la Verdad. Frialdad y
 obstinación.
21 Salvación. La Vida, la Verdad y el Amor comprendidos
 y demostrados como supremos sobre todo; el pecado, la
 enfermedad y la muerte destruidos.
24 Sello. La marca del error, revelada por la Verdad.



Página 594



1 Serpiente (ofis, en griego; nacash, en hebreo). Astucia; una
 mentira; lo opuesto a la Verdad, llamado error; la primera
3 declaración de la mitología y la idolatría; la creencia en más de
 un Dios; magnetismo animal; la primera mentira de la limita-
 ción; lo finito; la primera pretensión de que hay un opuesto
6 al Espíritu, o el bien, denominado materia, o mal; el primer
 engaño de que el error existe como una realidad; la primera
 pretensión de que el pecado, la enfermedad y la muerte son las
9 realidades de la vida. La primera pretensión audible de que
 Dios no era omnipotente y de que había otro poder, llamado
 el mal, que era tan real y eterno como Dios, el bien.
12 Ovejas. Inocencia; naturaleza inofensiva; aquellos que
 siguen a su guía.
 Sem (hijo de Noé). Un mortal corpóreo; afecto cariñoso;
15 el amor que reprende el error; reprobación al sensualismo.
 Hijo. El Hijo de Dios, el Mesías o Cristo. El hijo del hom-
 bre, el vástago de la carne. “El hijo de un año”.
18 Almas. Véase el capítulo Recapitulación, página 466.
 Espíritu. La sustancia divina; la Mente; el Principio
 divino; todo lo que es bueno; Dios; sólo aquello que es
21 perfecto, eterno, omnipresente, omnipotente, infinito.
 Espíritus. Creencias mortales; corporalidad; mentes
 malévolas; supuestas inteligencias, o dioses; los opuestos
24 de Dios; errores; alucinaciones. Véase página 466.
 Sustancia. Véase el capítulo Recapitulación, página 468.



Página 595



1 Sol. El símbolo del Alma gobernando al hombre, de
 la Verdad, la Vida y el Amor.
3 Espada. La idea de la Verdad; justicia. Venganza; ira.
 Cizaña. Mortalidad; error; pecado; enfermedad; dolencia;
 muerte.
6 Templo. El cuerpo; la idea de la Vida, la sustancia y la
 inteligencia; la superestructura de la Verdad; el santuario del
 Amor; una superestructura material, donde los mortales se
9 congregan para adorar.
 Tumim. Perfección; la eterna exigencia de la Ciencia divina.


 El Urim y el Tumim, que debían estar sobre el pecho
12 de Aarón cuando él se presentaba delante de Jehová, eran
 la santidad y la purificación del pensamiento y de los actos,
 que es lo único que puede capacitarnos para el oficio de la
15 enseñanza espiritual.
 Tiempo. Medidas mortales; límites, en los cuales están
 comprendidos todos los actos, pensamientos, creencias,
18 opiniones y conocimientos humanos; materia; error; aquello
 que empieza antes, y continúa después, de lo que es denomi-
 nado muerte, hasta que lo mortal desaparece y la perfección
21 espiritual aparece.
 Diezmo. Contribución; décima parte; homenaje; gratitud.
 Un sacrificio a los dioses.
24 Inmundicia. Pensamientos impuros; error; pecado;
 suciedad.
 Impiedad. Oposición al Principio divino y a su idea espiritual.



Página 596



1 Lo desconocido. Aquello que sólo el sentido espiritual
 comprende, y que es desconocido para los sentidos materiales.


3 El paganismo y el agnosticismo pueden definir a la Deidad
 como “el gran incognoscible”; pero la Ciencia Cristiana acerca
 a Dios mucho más al hombre, y hace que se Lo conozca mejor
6 como el Todo‐en‐todo, para siempre cercano.


 Pablo vio en Atenas un altar dedicado “al Dios no cono-
 cido”. Refiriéndose a ese altar, dijo a los atenienses: “Al que
9 vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio”
 (Hechos 17:23).
 Urim. Luz.


12 Los rabinos creían que las piedras preciosas en el pectoral
 del sumo sacerdote tenían una iluminación sobrenatural, pero
 la Ciencia Cristiana revela al Espíritu, no la materia, como el
15 iluminador de todo. Las iluminaciones de la Ciencia nos dan
 un sentido de la nada del error, y muestran que la inspiración
 espiritual del Amor y la Verdad es la única preparación
18 adecuada para ser admitido ante la presencia y el poder del
 Altísimo.
 Valle. Depresión; mansedumbre; tinieblas.


21 “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré
 mal alguno” (Salmos 23:4).


 Aunque el camino sea oscuro en el sentido mortal, la
24 Vida y el Amor divinos lo iluminan, destruyen la inquietud
 del pensamiento mortal, el temor a la muerte, y la supuesta
 realidad del error. La Ciencia Cristiana, contradiciendo el
27 sentido, hace al valle brotar y florecer como la rosa.
 Velo. Una cubierta; encubrimiento; ocultación; hipocresía.


 Las mujeres judías llevaban velos sobre la cara en señal



Página 597



1 de reverencia y sumisión y de acuerdo con nociones fari­
 saicas.


3 La religión judaica consistía mayormente en ritos y
 ceremonias. Los motivos y afectos de un hombre eran de
 poca importancia, con tal de que ante los hombres pareciera
6 ayunar. El gran Nazareno, tan manso como poderoso,
 reprendió la hipocresía que hacía largas peticiones para que
 los métodos materiales fueran bendecidos, pero que encubría
9 el crimen, latente en el pensamiento, que estaba pronto para
 lanzarse a la acción y crucificar al ungido de Dios. El martirio
 de Jesús fue el pecado culminante del fariseísmo. Rasgó el
12 velo del templo. Reveló los fundamentos y superestructuras
 falsos de la religión superficial, arrancó el embozo a la into-
 lerancia y la superstición, y abrió el sepulcro con la Ciencia
15 divina: la inmortalidad y el Amor.
 Desierto. Soledad; duda; tinieblas. Espontaneidad de
 pensamiento e idea; el vestíbulo en que el sentido material de
18 las cosas desaparece, y el sentido espiritual revela las grandes
 realidades de la existencia.
 Voluntad. La fuerza motriz del error; creencia mortal;
21 fuerza animal. El poder y la sabiduría de Dios.


 “Pues esta es la voluntad de Dios”* (1 Tesalonicenses 4:3).


 La voluntad, como una cualidad de la así llamada mente
24 mortal, es un malhechor; por lo tanto, no debe ser confun-
 dida con el término cuando es aplicado a la Mente o a una de
 las cualidades de Dios.
27 Viento. Aquello que indica el poder de la omnipotencia y
 los movimientos del gobierno espiritual de Dios, envolviendo
 todas las cosas. Destrucción; ira; pasiones mortales.
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 598



1 El vocablo griego para viento (pneuma) es utilizado
 también para espíritu, como en el pasaje del Evangelio de
3 Juan, el capítulo tercero, donde leemos: “El viento [pneuma]
 sopla de donde quiere... Así es todo aquel que es nacido del
 Espíritu [pneuma]”. Aquí la palabra original es la misma en
6 ambos casos, sin embargo, ha recibido distintas traducciones,
 como en otros pasajes del mismo capítulo y en otras partes del
 Nuevo Testamento. Esto muestra cómo nuestro Maestro tenía
9 que emplear constantemente palabras de significado material
 a fin de revelar pensamientos espirituales. En el registro de
 la supuesta muerte de Jesús, leemos: “Habiendo inclinado
12 la cabeza, entregó el espíritu”; pero esta palabra espíritu es
 pneuma. Podría ser traducida como viento o aire, y la frase es
 equivalente a nuestra expresión corriente: “Exhaló el último
15 suspiro”. Lo que Jesús realmente exhaló fue aire, una forma
 etérea de la materia, pues nunca entregó el Espíritu, o Alma.
 Vino. Inspiración; comprensión. Error; fornicación;
18 tentación; pasión.
 Año. Una medida solar del tiempo; mortalidad; tiempo
 [espacio]* para el arrepentimiento.


21 “Para con el Señor un día es como mil años” (2 Pedro 3:8).


 Un momento de consciencia divina, o la comprensión
 espiritual de la Vida y el Amor, es una muestra de la eternidad.
24 Esta exaltada visión, obtenida y retenida cuando la Ciencia del
 ser es comprendida, tendería un puente con la vida percibida
 espiritualmente sobre el intervalo de la muerte, y el hombre
27 estaría plenamente consciente de su inmortalidad y armonía
 eterna, donde el pecado, la enfermedad y la muerte son desco-
 nocidos. El tiempo es un pensamiento mortal, cuyo divisor
 *Según la versión King James de la Biblia



Página 599



1 es el año solar. La eternidad es la medida de Dios para los
 años llenos de Alma.
3 Tú. Aplicado a la corporalidad: un mortal; lo finito.
 Celo. La animación reflejada de la Vida, la Verdad y el Amor.
 Entusiasmo ciego; voluntad mortal.
6 Sion. Fundamento y superestructura espirituales; inspira-
 ción; fuerza espiritual. Vacuidad; infidelidad; desolación.





Página 600


Capítulo 18 — Los frutos



Así que, por sus frutos los conoceréis. — Jesús.


Para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo,
llevando fruto en toda buena obra,
y creciendo en el conocimiento de Dios. — Pablo.


Levantémonos de mañana a las viñas;
veamos si brotan las vides, si están en cierne,
si han florecido los granados.
— Cantar de los Cantares de Salomón.


Podrían presentarse miles de cartas como testimonios de la eficacia sanadora de la Ciencia Cristiana y particu- larmente en lo que concierne al gran número de personas que han sido reformadas y sanadas por medio de la lectura cuidadosa o el estudio de este libro.

Para infundir confianza y ánimo al lector, algunas de estas cartas son publicadas nuevamente aquí, tomadas de The Christian Science Journal y Christian Science Sentinel. Los originales están en poder del Redactor, quien puede autenticar los testimonios siguientes.


Curación de reumatismo


Sufría mucho de una forma de reumatismo grave, mis manos estaban afectadas a tal grado que ni siquiera me era posible vestirme sin ayuda. El mal afectó finalmente las rodillas, y me puse tan coja que necesitaba de ayuda para 600



Página 601



acostarme y para levantarme de la cama. Acudí a diversos balnearios en busca de los beneficios que esperaba obtener de los baños y aguas prescritas por los médicos, pero no encon- tré alivio permanente. Fui examinada con rayos X, y se me dijo que las coyunturas se estaban osificando. Entonces consulté a un eminente especialista, el cual me dijo, después de un examen minucioso, que mi estado seguiría empeo- rando hasta que quedara completamente imposibilitada.

En aquella época se me prestó un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy. Lo leí más bien por curiosidad que con la idea de beneficiarme físi- camente. A medida que la verdad me fue siendo revelada, me di cuenta de que la condición mental era lo que necesitaba corregirse, y que el Espíritu de verdad que inspiró este libro era mi médico. Mi curación es completa, y la liberación de mi pensamiento se manifiesta en una vida de activa utilidad, en vez de en la esclavitud de una invalidez y sufrimiento irremediables. Debo a nuestra amada Guía, la Sra. Eddy, una gratitud que las palabras no pueden expresar. Su revelación de la aplicación práctica, más bien que meramente teórica, de las palabras de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” comprobó ser mi redentor. No tuve ni siquiera necesidad de solicitar ayuda a un practicista, pero estoy muy agradecida por las palabras beneficiosas de amigos cariñosos. — E. B. B., Pasadena, California, E.U.A.


Curación de astigmatismo y hernia


Hace casi cinco años que compré mi primer ejemplar de Ciencia y Salud, la lectura del cual me sanó de estreñimiento crónico, jaquecas nerviosas, astigmatismo y hernia en menos de cuatro meses.

Página 602



¿Dónde estaría yo hoy, si esta bendita verdad no me hubiera sido presentada, mediante grandes esfuerzos por persuadirme, por un amigo muy querido? Seguramente estaría sumido en la más profunda desesperación, si no en la tumba. ¿Estoy verdaderamente agradecido por todos los beneficios que hemos recibido, tanto yo como los míos? Procuro que mis obras den testimonio de esto; pero a quienes no puedo conocer personalmente, les digo con toda sinceridad que sí, que estoy efectivamente más agradecido de lo que mis palabras pueden expresar por esta maravillosa curación que he obtenido, tanto en lo físico como en lo mental y moral, y a la vez deseo expresar aquí mi cántico de gratitud a nuestra querida Guía, quien, con su fidelidad a la Verdad, me hizo posible tocar por lo menos el borde del manto de Cristo. — B. S. J., Sioux City, Iowa, E.U.A.

Restauración de la sustancia de los pulmones

Hace cerca de quince años que la Ciencia Cristiana atrajo mi atención por vez primera. Hasta ese momento había sido una inválida crónica por muchos años. Padecía de una enfer- medad intestinal, de bronquitis y de muchas otras dolencias. Un médico me dijo que mis pulmones eran como papel mojado, propensos a desgarrarse en cualquier momento, y esto me llenó de temor, pues mi madre, dos hermanos y una hermana habían sido víctimas de la tuberculosis. Consulté a muchos médicos, y tomé todos los remedios materiales que prometían ayuda, pero ninguna ayuda vino hasta que encon- tré un ejemplar del libro Ciencia y Salud de la Sra. Eddy. El libro fue puesto en mis manos por una persona que en aquel entonces no lo apreciaba, y se me dijo que me iba a ser muy



Página 603



difícil entenderlo. Comencé a leerlo esperando esto, pero muy pronto percibí hermosas vislumbres de la Verdad, que disiparon mis temores y me sanaron de todas esas enferme- dades, las cuales no han vuelto jamás.

Quisiera relatar también cómo fui sanada de la disloca- ción de un tobillo. El accidente ocurrió por la mañana, y durante todo el día y toda la noche me di tratamientos de la Ciencia Cristiana lo mejor que pude. A la mañana siguiente, el tobillo no parecía haber mejorado y estaba muy adolorido, hinchado y amoratado. Sintiendo que había hecho cuanto podía, decidí no pensar más en ello. Tomé mi ejemplar de Ciencia y Salud y comencé a leerlo. Muy pronto quedé tan absorta en el libro, que me olvidé del tobillo; desapareció por completo de mi pensamiento, pues vislumbré que toda la creación de Dios era espiritual, y perdí de vista mi entidad material por el momento. Al cabo de dos horas dejé el libro y me fui a otra habitación. Cuando volví a pensar en el tobillo, encontré que ya no me dolía. La hinchazón había disminuido, lo amoratado casi había desaparecido, y el tobillo estaba perfectamente bien. Había sanado al estar yo “ausente del cuerpo, y presente al Señor”. Esta experiencia fue de mucho valor para mí, pues me enseñó cómo se efectúa la curación. — C. H., Portland, Oregón, E.U.A.

Curación en pocos días de un tumor fibroso

Mi gratitud por la Ciencia Cristiana es ilimitada. Padecí de un tumor fibroso que pesaba unos veinticinco kilogramos, acompañado de hemorragia continua durante once años. El tumor se había estado desarrollando durante dieciocho años.

Vivía en Fort Worth, Texas, y nunca había oído hablar de la Ciencia Cristiana hasta que salí para Chicago en el año



Página 604



1887. Siempre había tratado de vivir cerca de Dios, y estoy segura de que Él guió mis pasos a esta verdad que sana y salva. Después de pasar allí algunas semanas, recibí carta de una señora de Texas que había sido sanada, y me instaba a que probara la Ciencia Cristiana.

Al cambiar de alojamiento, conocí a una señora que poseía un ejemplar de Ciencia y Salud, y al hablar con ella y decirle que había visto el libro, me informó que ella tenía uno, y fue a buscarlo, diciéndome que podía leerlo. La revelación fue maravillosa y me produjo un gran despertar espiritual. Este despertar jamás me dejó, y un día, al andar sola por la calle, me di cuenta repentinamente de que estaba sana. Entonces caminé más de prisa, declarando a cada paso que había sido sanada. Cuando llegué al lugar en que vivía, encontré a la dueña de casa y le dije que había sanado. Se quedó completamente asombrada. El tumor empezó a desaparecer inmediatamente, cesó la hemorragia, y me sentí más fuerte.

Jamás hubo alegría mayor que la mía por esta curación mediante el Cristo, pues me había sentido muy fatigada y agobiada. Me preocupé poco de dormir o comer, y mi cora- zón estaba lleno de gratitud, ya que sabía que había tocado el borde del manto de Cristo.

Debo agregar que la lectura de Ciencia y Salud, y sola- mente eso, fue lo que me sanó, siendo ese ejemplar el segundo de esa obra que hasta entonces había visto. — S. L., Fort Worth, Texas, E.U.A.

Página 605



Curación de una dolencia en la espina dorsal e indigestión

Desde hace muchos años he confiado por completo en la Ciencia Cristiana para la curación; y me complace reconocer la ayuda espiritual y los otros múltiples beneficios que he recibido al seguir sus enseñanzas. Tengo poderosas razones para estar agradecida a Dios y a nuestra venerable Guía, la Sra. Eddy, por estas bendiciones, que su descubrimiento y su amor por la humanidad hicieron posibles. Sólo había leído unas pocas páginas de nuestro libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, cuando vi que era la verdad y que contenía algo que pensé que jamás se podría encontrar en este estado de existencia. Inmediatamente tuve pruebas de la curación, y pude hacer mucho trabajo útil, sin sentir cansancio o fatiga.

A medida que pasaba el tiempo, aprendí la nada del desaliento, y entendí, en cierto grado, que Dios es mi Vida y que toda acción está en la Mente divina. Fui sanada de una dolencia en la columna vertebral; y la nerviosidad y la debilidad se desvanecieron y fueron reemplazadas por la salud y el vigor. Un sentido más amplio de gozo y gratitud contribuyó mucho a vencer la indigestión de la que había sufrido por muchos años. Un tobillo dislocado fue sanado en pocas horas al aplicar lo que había entendido de la Ciencia Cristiana y al aferrarme con firmeza a la declaración que nuestra Guía hace en la página 384 de Ciencia y Salud: “Dios nunca castiga al hombre por obrar bien, por labor honrada o por actos de bondad”. Al día siguiente caminé cerca de tres kilómetros sin molestia. He vencido la creencia de males hereditarios y escasez, y la obstinación, el amor propio y el orgullo están desapareciendo. — Srta. G. W., Brookline, Massachusetts, E.U.A.

Página 606




Un caso de cirugía mental


Hace tiempo que he estado pensando que debía relatar mi experiencia acerca de la cirugía mental. En mayo de 1902, regresaba a mi casa en bicicleta para almorzar, y al descender una colina a gran velocidad, fui arrojado de la bicicleta , y al caer sobre el lado izquierdo con el brazo debajo de la cabeza, me fracturé el hueso entre el hombro y el codo. Puesto que sufría un dolor intenso, permanecí tendido sobre el suelo, declarando la verdad y negando que en el reino del Amor divino pudiera haber fracturas o accidentes, hasta que un señor vino en mi auxilio, diciendo que pensó que yo había perdido el conocimiento. Me encontraba a sólo dos cuadras y media de mi casa, así que monté en mi bicicleta otra vez y logré llegar. Al llegar allí, me acosté y le pedí a mi hijito que me trajera nuestro libro de texto. Inmediatamente me trajo Ciencia y Salud, que leí durante unos diez minutos, al cabo de los cuales todo dolor desapareció.

Nada dije del accidente a mi familia, sino que atendí algunos quehaceres y llegué con media hora de atraso a la oficina, siendo este el único tiempo que falté al trabajo. Mis amigos aseguraban que el brazo no se había fracturado, por- que me hubiera sido imposible seguir trabajando sin ajustarlo y ponerlo en cabestrillo hasta que se hubiera soldado. Su insistencia casi me convenció de que podía haberme equi- vocado, hasta que uno de mis amigos me invitó a visitar la oficina de un médico, donde estaban haciendo experimentos con un aparato de rayos X. Le pedimos que me examinara el brazo izquierdo para ver si notaba algo fuera de lo común. Al examinarlo dijo: “Sí, estuvo fracturado, pero el que lo ajustó hizo un trabajo perfecto, y usted nunca volverá a sufrir por esa fractura”. Entonces mi amigo le pidió que nos dijera



Página 607



cómo podía determinar dónde estaba la fractura. El médico señaló una parte que se veía ligeramente más gruesa, como cuando se suelda un pedazo de acero. Este fue el primero de varios casos de cirugía mental que he conocido, y me ha causado una profunda impresión.

Para beneficiar a otras personas que puedan tener casos parecidos que enfrentar, diré que he vencido jaquecas casi constantes que me habían afectado desde que puedo recordar. — L. C. S., Salt Lake City, Utah, E.U.A.


Curación rápida de cataratas


Deseo agregar mi testimonio a los de otras personas, con la esperanza de que pueda traer salud y felicidad a algún pobre sufridor y acercarlo a Dios. Sané con sólo leer este maravilloso libro, Ciencia y Salud. Por muchos años había sufrido periódicamente de irritación en los ojos, y había consultado a muchos oculistas, que me dijeron que padecía de iritis y cataratas. Me aseguraron que mis ojos seguirían molestándome y que acabaría por perder la vista si conti- nuaba trabajando en una oficina, y me aconsejaron que me operara. Más tarde tuve que usar anteojos en mi trabajo y al estar al aire libre por no poder soportar el viento, y mis ojos empeoraban cada día. No podía leer más que unos minutos a la vez, pues de lo contrario me ardían terriblemente. Tenía que descansar los ojos por la noche para poder usarlos al día siguiente; de hecho, la luz de gas se estaba volviendo insopor- table por el dolor que me producía, e hice desdichado a mi hogar. Un querido hermano me habló de la Ciencia Cristiana y me dijo que si yo leía Ciencia y Salud, me ayudaría. Pidió prestado dicho libro y me lo trajo. La primera noche que lo leí, me interesó tanto que olvidé por completo mis ojos, hasta que



Página 608



mi esposa me advirtió que eran las once de la noche. Me di cuenta de que había estado leyendo este libro por casi cuatro horas, e inmediatamente después comenté: “Creo que mis ojos están sanos”, lo que en realidad fue así. Al día siguiente, al mirarme los ojos, mi esposa notó que las cataratas habían desaparecido. Guardé los anteojos que solía usar al aire libre, los que no he necesitado desde entonces, y por medio de la comprensión que he obtenido estudiando la Ciencia Cristiana, he podido abandonar también los que usaba en casa, sin que jamás me hayan vuelto a doler los ojos. De esto hace ya más de un año y medio. — G. F. S., Liverpool, Inglaterra.


Enfermedad de las válvulas del corazón sanada


Hace catorce años que en mi corazón se despertó la gratitud a Dios y la amada Guía simultáneamente. Después de tres meses de paciente y persistente esfuerzo por obtener un ejemplar de Ciencia y Salud (tiempo durante el cual visité todas las librerías y muchas casas que venden libros usados en la ciudad de St. Paul), y habiendo fracasado en mi búsqueda, al fin recordé que la persona que me dijo que yo podría sanarme había mencionado un nombre y el edificio del Teatro McVicker en Chicago como relacionados de alguna manera con aquella obra. Escribí pidiendo que me informaran sobre un libro titulado Salud y Ciencia, y a vuelta de correo recibí el libro Ciencia y Salud, en el cual encontré inmediatamente una segura promesa de liberación de la enfermedad de las válvulas del corazón, con toda su secuela de malestares: nerviosismo extremo, debilidad, dispepsia e insomnio. Durante toda mi vida los había sufrido sin encontrar alivio permanente, ni



Página 609



siquiera en los remedios materiales y sin esperanza de sanarme jamás. Sólo aquellos que han sufrido semejante esclavitud y han sido liberados por los mismos medios, pueden comprender la anhelante alegría al leer por primera vez ese libro maravilloso.

Medio día de lectura me convenció de que había encon­ trado el camino hacia la santidad y la salud. Continué leyendo, pensando únicamente en la iluminación espiritual, contenta de esperar hasta ser guiada a alguna persona que me sanara; pero las cosas viejas habían pasado, y todas se habían hecho nuevas. Fui sanada completamente, antes de conocer a algún Científico Cristiano, o a alguien que supiese algo acerca de la Ciencia Cristiana, y antes de que hubiese leído ni una sola línea de cualquier otra literatura de la Ciencia Cristiana, excepto una hoja de un folleto. Por lo tanto, es absolutamente cierto que la curación fue enteramente imper- sonal, como lo fue también la enseñanza, que me permitió comenzar a demostrar al instante el poder de la Verdad para destruir toda forma de error. — E. J. W., North Yakima, Washington, E.U.A.


Encuentro del verdadero médico


Es con profundo sentido de gratitud que envío aquí los detalles de mi curación efectuada por la Ciencia Cristiana. Hace unos tres años, mientras visitaba a unos amigos en la parte suroeste de Ontario, me llamó la atención la Ciencia Cristiana y las curaciones maravillosas que estaba realizando. Había vivido en Nueva York durante veinticinco años, pero no recordaba haber oído hablar jamás de la Ciencia Cristiana.

Hasta aquella época, durante diecisiete años, había estado sufriendo de indigestión y gastritis, en las formas más graves,



Página 610



sintiéndome agobiado a menudo por una aparente presión sobre el corazón. Hacía cuatro años que padecía de asma, y también había usado anteojos durante esos años. Me parecía que había ingerido toda clase de medicinas conocidas para aliviar mi indigestión, pero sólo había logrado alivios momentáneos. Compré un ejemplar de Ciencia y Salud, y simplemente con la lectura de ese gran libro sané completa- mente de todas mis dolencias físicas en dos semanas. Desde ese día hasta la fecha no he tomado medicinas y no espero volver a hacerlo nunca, gracias a la ayuda de Dios y a la maravillosa luz que se me ha revelado, leyendo el libro de la Sra. Eddy. Acostumbraba a fumar de ocho a diez cigarros puros al día y también tomaba ocasionalmente alguna bebida alcohólica, pero estos deseos han desaparecido, y creo que para siempre. Soy agente viajero y con frecuencia me invitan a beber, pero no me cuesta trabajo abstenerme, y en muchas ocasiones encuentro que mi negativa ayuda a otros.

Si bien aprecio profundamente la liberación de mis problemas físicos, esto es insignificante si se compara con la elevación espiritual que la Ciencia Cristiana me ha traído. Por más de diez años no había entrado en una iglesia para asistir a los servicios regularmente, hasta que entré en una iglesia de la Ciencia Cristiana. Lo que vi y experimenté allí me pareció tan genuino, que amé la Ciencia Cristiana desde el comienzo. Jamás he recibido tratamiento, cada paso ganado ha sido por medio del estudio y la demostración práctica, y sé que todos pueden hacer lo mismo, si tratan de hacerlo.

Desde que he estado en la Ciencia, he podido vencer en una noche un caso de una muela ulcerada, sólo con leer Ciencia y Salud; también vencí, en treinta y seis horas, un serio ataque de gripe, obedeciendo el precepto bíblico que dice: “¡Médico, cúrate a ti mismo!” — B. H. N., Nueva York, Nueva York, E.U.A.

Página 611




Curación de cáncer y tuberculosis


Por muchos años sufrí intensamente de cáncer y tuber- culosis internos. Fui tratada por los mejores médicos de Nueva York, Minneapolis y Duluth, hasta que finalmente me desahuciaron; y fue entonces que oí de la Ciencia Cristiana. Un vecino que había sido sanado de tuberculosis, amable- mente me prestó Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, el cual leí, y me interesó. En tres meses estaba curada y fue la verdad comunicada por este libro lo que me sanó, y no sólo de estas enfermedades, sino que también me restauró mentalmente. Ni un solo día he estado en cama desde entonces, es decir, desde hace once años. He tenido muy buenas demostracio- nes durante este tiempo; he pasado por más de un “fuego de prueba”, pero esta verdad bendita me ha sostenido cuando, a veces, parecía estar sola, y Dios estaba conmigo.

Mencionaré aquí una demostración de parto sin dolor, que tuve después de venir a Idaho. Esto tal vez pueda ayudar a alguna hermana que esté buscando una demostración de esta clase en el Journal, como lo hice yo antes que naciera mi hijo. No pudiendo conseguir ayuda doméstica satisfactoria, atendí yo misma los quehaceres de la casa hasta el último momento, y me encontraba en perfecto estado de salud. Una mañana desperté a mi esposo a las cinco, y a las cinco y media nació mi hijo, sin que nadie estuviese presente sino mi esposo y yo. Fue una gran sorpresa para el resto de la familia verme sentada cerca del fuego, con un recién nacido en mi regazo. Mi otro hijo preparó el desayuno, del cual participé con mucho apetito; al mediodía me reuní con la familia en el comedor. Al segundo día salí a la terraza, y al tercer día fui al patio; he estado perfectamente bien desde entonces, y de eso hace ya más de tres años. Para mí, que antes había pasado por una agonía indescriptible al dar a luz, con la atención



Página 612



de un médico, esto me pareció maravilloso. Espero que esto interese a alguien que esté buscando la verdad, y deseo expresar mi amor sincero por nuestra amada Guía, que nos ha dado la “Llave de las Escrituras”. — E. C. C., Lewiston, Idaho, E.U.A.


Un caso notable


Hace nueve años mi único hijo estaba entre la vida y la muerte. Algunos de los mejores médicos de Boston lo habían desahuciado, diciendo que si sobrevivía, siempre quedaría inválido y tullido. Una de las enfermedades era catarro gás- trico. Solamente se le permitía comer pocas cosas; y a pesar de tomar toda clase de precauciones, sufría tanto que quedaba postrado, durante medio día, con espasmos. También padecía de raquitismo; los médicos aseguraban que no tenía un solo hueso normal en el cuerpo.

Fue mientras estaba pasando por lo que parecía ser su mayor agonía, y cuando yo estaba verdaderamente desesperada, que oí hablar de la Ciencia Cristiana por primera vez. La portadora de tan gratas nuevas sólo pudo decirme que fuera a escuchar las cosas maravillosas que la Ciencia Cristiana estaba haciendo. Acepté la invitación, porque estaba dispuesta a probar cualquier cosa para salvar a mi hijo, y por la noche del viernes siguiente asistí por vez primera a la reunión que se celebró en La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico. Mucho antes de que comenzara el servicio todos los asientos estaban ocupados, lo cual me maravilló por tratarse de una reunión semanal común, y aquella noche, al escuchar los diversos testimonios comprendí que la Ciencia Cristiana era la religión que yo había estado buscando por muchos años. Al día siguiente



Página 613



fui en busca de un practicista, pero no logré ver al que se me había recomendado, por estar él muy ocupado. Al dirigirme a mi casa, pensé en algunos de los testimonios que había escuchado la noche anterior, de personas que habían sido sanadas simplemente leyendo Ciencia y Salud. Resolví al momento pedir prestado un ejemplar, y sin soñar siquiera del sacrificio tan grande que haría mi amiga al hacerme este favor, fui y le pedí que me prestase su Ciencia y Salud. Jamás he visto a una persona desprenderse de un libro de una manera tan renuente como mi amiga al darme su ejemplar del libro de texto.

En mi casa leí el libro, en silencio y en voz alta, de día y de noche, y a pesar de que parecía no entenderlo, la curación comenzó a efectuarse inmediatamente. La boquita del niño, que había quedado torcida a consecuencia de los espasmos, volvió a su estado natural, y pronto pudo levantarse a jugar y correr por la casa como lo haría cualquier otro niño. En aquella época decidimos mudarnos al Lejano Oeste de los Estados Unidos.

En aquel entonces era principiante en la Ciencia, y mi esposo temía sobremanera que el viaje pudiera ocasionar una recaída al niño, pero en lugar de ser así, continuó mejorando. Durante las dos semanas que viajamos, leí constantemente la Biblia, Ciencia y Salud y Escritos Misceláneos, siendo nosotros los únicos en nuestro vagón que no sufrimos mareos en todo el viaje por tren. Las extremidades del niño se enderezaron perfectamente, comía cuanto deseaba, y por muchos años ha sido un niño normal y de buena salud en todo sentido. Ha estado expuesto a contagios de la peor clase, sin ser tocado ni perjudicado.

Había leído Ciencia y Salud por varios meses, antes de pensar en mí misma y en mis innumerables dolencias.



Página 614



Nunca fui de constitución fuerte, y algunas de mis dolencias se consideraban hereditarias y crónicas; por consiguiente, pasé muchos años agobiada, llevando a cuestas la creencia en las leyes médicas y hereditarias. Poco antes de comenzar la lectura de Ciencia y Salud, uno de los oculistas principales de Boston pasó medio día examinándome la vista. Su dictamen fue que mis ojos estaban en estado lamentable, y que siempre necesitaría usar anteojos. Mientras tanto comencé a leer Ciencia y Salud, y cuando reparé en mis ojos, ya no necesitaba lentes. Desde que he estado en la Ciencia, he utilizado mis ojos incesantemente, día y noche, haciendo toda clase de labores delicadas, sin necesitar la ayuda de los anteojos. Sané de todas mis dolencias mientras buscaba la verdad para mi hijo, y muchas de ellas jamás han vuelto. Las que se presentaron, sólo aparecieron para ser destruidas. Dientes enfermos han sido restablecidos y desaparecieron manchas faciales sin pensar en ello, sólo por medio de la lectura de Ciencia y Salud. Todo esto, sin embargo, nada significa comparado con la elevación espiritual que he reci- bido, y sólo tengo motivos de agradecimiento. — M. T. W., Los Ángeles, California, E.U.A.


Intenso sufrimiento vencido


Durante cerca de cinco años sufrí de reumatismo ciático en forma tan severa que se me desfiguró el cuerpo. Cuando podía levantarme, andaba con la ayuda de un bastón. Los ataques venían periódicamente, sucediéndose con intervalos de dos o tres meses; cualquier exposición a la lluvia o a la humedad ocasionaba un ataque. Una vez estuve once semanas en cama, sufriendo intensamente todo el tiempo, salvo cuando se me aliviaba con inyecciones hipodérmicas.



Página 615



Cuando sufría estos ataques, mi médico de cabecera siempre me atendía. Mi hija consultó a otro médico, quien dijo que sería necesario operar, para poner al descubierto el nervio ciático y rasparlo. Hubo también otro médico, quien, conociendo el caso, examinó mi corazón y pronosticó que era débil, y que estaba expuesta a morir de padecimiento cardíaco en cualquier momento.

Después de sufrir tres años, oí hablar de la Ciencia Cristiana, pero no hice uso de ella por dos años, hasta que decidí abandonar todo otro medio y confiar por completo en ella. No era conveniente llamar a un practicista, y por lo tanto recurrí al libro Ciencia y Salud y apliqué sus enseñanzas lo mejor que pude. En tres días el padecimiento desapareció por completo, y jamás ha habido el más ligero indicio de recaída. He estado bien desde entonces, disfruto ahora de perfecta salud. He sido beneficiada en todo sentido por la Ciencia Cristiana, física, mental y espiritualmente, y por nada del mundo prescindiría del conocimiento que poseo de esta Ciencia. — Sra. E. A. K., Billings, Montana, E.U.A.


Curación de reumatismo y nefritis


Estoy muy agradecido a Dios por todo lo que Él ha hecho por mí. Repentinamente quedé solo, rodeado de dificultades y aflicciones, y empecé el estudio de la Biblia. Trataba de comprenderla antes de afiliarme a alguna iglesia, pues creía que esto se esperaría de mí. Desde mi niñez había asistido a toda clase de iglesias, pero jamás encontré alguna que respondiera a mis necesidades. A medida que pasaba el tiempo, mi condición física se tornó muy alarmante. El reumatismo ciático que me había molestado por algunos años, empeoró de tal manera que casi no podía hacer nada.



Página 616



Entonces aparecieron algunas complicaciones tan molestas que no me permitían caminar largas distancias y tenía que sentarme con frecuencia. Pensé que padecía de nefritis, y no hay palabras para describir los dolores tan intensos que sufría. Con todas estas cosas agobiándome, la muerte parecía muy cercana. Jamás me había afiliado a una iglesia, y ahora me parecía demasiado tarde para hacerlo, puesto que necesitaría esperar seis meses de prueba, y estaría muerto antes de tal espera.

Fue entonces que hice varias preguntas a mi hermana con referencia a la Ciencia Cristiana, puesto que ella ya había abrazado esa fe, y pronto me di cuenta de que era lo que había estado buscando. Inmediatamente percibí que esta Ciencia declaraba la verdad y sólo la verdad. Empecé a leer Ciencia y Salud al igual que el Nuevo Testamento. Quería descubrir lo que Jesús había dicho, ya que en ese momento no esperaba vivir mucho tiempo. No concurrí a las reunio- nes ni leí Ciencia y Salud para sanarme —porque no pensaba en eso— sino para ser salvado del infierno eterno en el más allá. Mi hermana me urgía a que consultase a un practicista, pero yo continuaba leyendo y orando a Dios en silencio, y ¿qué sucedió? ¿A dónde se habían ido mis enfermedades? Persistí en leer Ciencia y Salud, juntamente con la Biblia, sabiendo que Dios, tal como fue revelado por Cristo Jesús, puede hacer todo, que todas las cosas por Él fueron hechas, que Él puede sanar, y que de veras sana, a los enfermos. Él me ha sanado, gracias a Su santísimo nombre. — G. J. H., Charleston, Illinois, E.U.A.

Página 617



Agradecida por múltiples bendiciones

En el año 1901, cuando conocí la Ciencia Cristiana era una inválida sin esperanza. Desde hacía siete años había sufrido dolores de espalda resultantes de una operación. No podía descansar ni dormir de noche, puesto que tenía dificul- tad para permanecer tendida y tenía que estar sentada en un sillón, rodeada de almohadas. Solamente quienes han pade- cido como yo conocen el sufrimiento que experimentaba. Había agotado todos los recursos materiales, y ya no esperaba restablecerme jamás. Pero cierto día, mientras daba un paseo, tuve la fortuna de ir a la casa de un Científico Cristiano, y allí esta enseñanza me fue explicada. Se me aconsejó comprar Ciencia y Salud, lo que hice, y el estudio de este libro me sanó la espalda por completo. La Ciencia Cristiana también me ha sanado de un catarro crónico de la garganta y de una neural- gia que sufría desde mi niñez. Antes de interesarme por esta Ciencia, había sido tratada por tres de los mejores médicos en Seattle, pero ninguno logró aliviarme.

Ya no sufro más, sino que me regocijo infinitamente en la Ciencia Cristiana. La promesa de Dios ha sido cumplida en mí, “A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”. — E. O., Georgetown, Washington, E.U.A.

Curación de neurastenia y otros males

Aunque era yo hijo de un pastor protestante no pude sacar provecho de la enseñanza continua de la teología antigua, y así me encontró la Ciencia Cristiana. Hace algunos años, un profesor de medicina cuyas obras son muy conocidas, me declaró neurasténico. Había estado en esta situación por



Página 618



espacio de más o menos ocho años y hasta hace dos años, cuando la Ciencia Cristiana me fue presentada (gracias a Dios Todopoderoso) por medio de un bondadoso amigo, estuve tomando medicinas casi de continuo, habiendo consultado en total con once médicos quienes indudablemente hicieron todo lo que pudieron, pero sin resultado, a pesar de haberme recetado todos los medicamentos conocidos. Además había probado muchísimos específicos farmacéuticos. También se me sometió a diversas formas de tratamientos higiénicos y a otras cosas que prometían alivio. Cuando empecé a interesarme por la Ciencia Cristiana, estaba tomando tres veces al día cuarenta gotas de aceite de hígado de bacalao y tres de creosota, también tres gotas de solución de arsénico de Fowler, y como un mes antes había comprado dieciocho dólares de específicos farmacéuticos. Me había sometido a una dieta rigurosísima, por espacio de dos años no probé guisados, frituras, dulces, fruta ni tomates.

Empecé a leer Ciencia y Salud, y antes de haber llegado a la mitad del libro por primera vez, comía de todo lo que comen los demás. Leí el libro desde el comienzo hasta el fin once veces, y muchas veces más, párrafos sueltos. El libro ha hecho su obra, y ya estoy completamente bien. — C. E. M., Filadelfia, Pensilvania, E.U.A.


Muchos males vencidos


He recibido mucha ayuda de la Ciencia Cristiana, tanto espiritual como físicamente. Según el diagnóstico de los médicos padecía de reumatismo muscular, hidropesía y, desde hacía treinta años, de estreñimiento. Una amiga muy querida, a quien había conocido como una inválida y que había sido sanada por la Ciencia Cristiana, me aconsejó leer



Página 619



Ciencia y Salud. Así lo hice, con el deseo de conocer la verdad. Una de mis dificultades consistía en no poder dor- mir. Me puse a leer la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, y antes de haber concluido la lectura de Ciencia y Salud, mis varios males desaparecieron. Entonces me vino la idea: ¿Qué hacer con los viejos remedios?, pero la verdad prevaleció, y tiré todos los remedios materiales que tenía. Eso ocurrió hace siete años, y desde entonces no he tenido nece- sidad de volver a utilizarlos. Mi esposo sanó del hábito del tabaco, que había tenido por espacio de cincuenta años, como también de una enfermedad de los riñones, por medio de la lectura de Ciencia y Salud. No tengo palabras para expresar la gratitud que siento hoy por las múltiples bendiciones que hemos recibido en nuestro hogar. — Sra. M. K. O., Seattle, Washington, E.U.A.


Una curación provechosa


Me interesé por la Ciencia Cristiana hace alrededor de once años, y sané de neuralgia estomacal, que había padecido desde niña. A medida que pasaban los años, los ataques se sucedían con mayor frecuencia y eran más graves; los médicos sólo podían mitigar mis sufrimientos por medio de inyecciones hipodérmicas de morfina. Finalmente, después de cada ataque, quedaba postrada por uno o dos días por los efectos de la morfina. Sané completamente de este mal por medio del estudio de Ciencia y Salud. Creo que nunca com- prendí lo que era el miedo hasta que empecé a tratar de poner en práctica mis conocimientos de la Ciencia Cristiana con mis niños. No obstante, he comprobado muchas veces que el miedo no puede ni ayudar ni impedir nuestra demostración de la verdad. Comprendí esto por primera vez al curar a mi



Página 620



hijito de un grave ataque de crup. Desperté una noche por ese sonido que parece infundir terror a todo corazón de madre, y encontré a mi hijito sentado en su cama, ahogán- dose por la falta de aire. Me levanté, lo tomé en mis brazos, y fui con él a la habitación contigua. Mi primer pensamiento fue: “¡Oh, si solamente hubiera en el pueblo otro Científico Cristiano!” Pero no lo había, y el trabajo tenía que hacerse y hacerse pronto. Intenté darle un tratamiento, pero me encontraba tan asustada que no podía pensar; así es que tomé Ciencia y Salud, que se encontraba sobre una mesa junto a mí, y comencé a leer en voz alta. No había leído sino unas cuantas líneas, cuando estas palabras me vinieron, como si una voz las pronunciara: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”. Casi al instante, el pequeño dijo: “Mamá, canta ‘La colina, di, Pastor’ ”, el himno de nuestra Guía, que tanto amamos, grandes y pequeños. Comencé a cantar, y al llegar al segundo verso, su vocecita se unió a la mía. Jamás olvidaré el sentimiento de júbilo y paz que se apoderó de mí al darme cuenta de la rapidez con que la palabra de Dios, por medio de Ciencia y Salud y ese bello himno, había llevado a cabo su obra sana- dora. Este es sólo uno de los muchos casos en que el poder sanador de la palabra de Dios ha sido demostrado en nuestro hogar. — A. J. G., Riverside, California, E.U.A.


Alivio de muchos males


Pablo dijo: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. En mi propio caso la sordera ha sido vencida por una comprensión más amplia de la palabra de Dios, según la explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. Muchas veces he podido acudir a Dios, sabiendo que Su



Página 621



voluntad es ayudarnos en nuestras dificultades, y he obtenido los beneficios que he necesitado. El catarro ha desaparecido; la amigdalitis, que frecuentemente me privaba de cumplir con mis deberes en la escuela y en el hogar, no se manifiesta más. Cuando se presenta alguna tentación (pues la Ciencia Cristiana es tanto preventiva como curativa), me vuelvo hacia ese libro maravilloso Ciencia y Salud y a mi preciosa Biblia, que se me ha hecho más querida desde que la leo bajo la nueva luz de la comprensión espiritual, hasta saber que mi mente ha sido renovada, puesto que la acción del organismo ha cambiado y la inflamación ha disminuido.

Así, en mi experiencia en la Ciencia Cristiana he visto que la transformación ha empezado, y la Verdad es capaz de perfeccionar en mí lo que empezó tan gloriosamente. — Sra. C. A. McL., Brooklyn, Nueva Escocia, Canadá.


Salud y paz logradas


Durante quince años sufrí muchísimo, física y mental- mente. Médicos eminentes me dieron tratamiento para la tuberculosis hereditaria, el entorpecimiento del hígado y muchas otras enfermedades. Busqué alivio en balnearios famosos, en el clima saludable de Florida y en el aire puro de Colorado, pero en vano. Mi vida era una tortura interminable.

No obstante, durante todo ese tiempo fui un fervoroso buscador de la Verdad. Investigué las varias enseñanzas reli- giosas con calmada atención y sin prejuicios. De protestante ortodoxo vine a ser un escéptico y un seguidor de Voltaire, Tomás Paine e Ingersoll; sin embargo, todo el tiempo, retuve mi fe en un Ser supremo e inteligente, creador de todas las cosas. Enfermo, cansado, lleno de dudas y desesperado, entré casualmente en una iglesia de la Ciencia Cristiana en la ciudad



Página 622



de Nueva York, un miércoles por la noche, sin saber qué clase de lugar era. Viendo entrar un gran número de personas en aquel edificio, las seguí, suponiendo que una ceremonia de bodas había atraído la multitud. Al informárseme que se celebraba el servicio de los miércoles por la noche, pregunté de qué denominación se trataba. Concluí que sería alguna nueva moda pasajera, pero después de investigar, adquirí un ejemplar de Ciencia y Salud, prometiendo leerlo deteni- damente. Comencé a leer el libro un martes y lo terminé el viernes de la misma semana. Todavía estaba a oscuras. Puse el libro a un lado; involuntariamente cerré los ojos y en silencio oré a Dios.

Permanecí unos instantes en esa actitud. Me sentí como un marino que por días ha sido arrojado de aquí para allá en un mar agitado, con las nubes muy bajas, las olas muy altas y toda la naturaleza envuelta en tinieblas; en su desesperación se arrodilla y confía su alma a Dios, cuando de pronto contempla la estrella polar atravesando las nubes, permitién- dole guiar su embarcación a playas seguras. Muchas cosas se me hicieron claras. Percibí que hay una sola Paternidad, la de Dios, y una sola fraternidad, la del hombre; que “habiendo yo sido ciego, ahora veo”. Ya no había ni penas, ni dolores, ni temor ni indigestión. Dormí esa noche como un niño, y a la mañana siguiente desperté descansado. No queda vestigio alguno de mi antigua dolencia, y me siento como un ser nuevo. — L. P., Nueva York, Nueva York, E.U.A.


Salud y paz ganadas


Hace como nueve años fui atraído a la Ciencia Cristiana por un pariente mío, cuyas múltiples aflicciones habían dado lugar a la salud y la armonía, y cuya amorosa gratitud se



Página 623



reflejaba en cada una de sus palabras y actos. Me vino la idea de que en efecto Dios sana todas nuestras dolencias.

La primera vez que leí Ciencia y Salud no lo entendí. Me encontraba en tinieblas y lleno de tristeza y lo abandoné por algún tiempo. La buena semilla, sin embargo, había sido sembrada, y en poco tiempo reanudé la lectura con tanto interés que mis aflicciones desaparecieron “como la niebla ante el sol de la mañana”. El asma (que se consideraba hereditaria), la neuralgia en una forma muy grave, y además el hábito de fumar y beber que por muchos años había tenido, desaparecieron. Alabado sea el Señor: “Envió su palabra” y me sanó, pues la lectura de Ciencia y Salud trajo a mi consciencia la verdad que nos hace libres. — S., Shellman, Georgia, E.U.A.


Curación rápida de tuberculosis


Me interesé por la Ciencia hace cerca de cinco años como resultado de la curación de mi esposa, de lo que los médicos habían llamado tuberculosis en sus últimas etapas. Yo había probado todo cuanto ofrecía la medicina para aliviarla, y todos los médicos me dijeron casi lo mismo en relación con su caso. Por fin se limitaron a recomendarle un clima más seco y elevado, con la indicación de que cuando se sintiese peor se le diese algo para calmarla.

Probamos diferentes climas, pero en lugar de mejorar, empeoró. Por último, continuó luchando hasta el primero de marzo de 1899, cuando tuvo que guardar cama nueva- mente. Por dos días y dos noches sufrió muchísimo, y llamé a un médico. Vino, y diagnosticó el caso diciendo que no podía hacer nada en su favor, sino darle unas pastillas de morfina para que descansara. Le di dos, de acuerdo con las



Página 624



instrucciones, y poco antes del momento en que debía darle la tercera ella me llamó a su cama y me dijo: “No me des más eso, porque me hace más daño que bien”, de modo que me volví y arrojé al fuego las pastillas, aunque en ese momento nada sabía de la Ciencia Cristiana. Algo habíamos oído decir sobre ese tema, pero eso era todo. Esa noche le di la última pastilla como a las ocho, y a las nueve de la mañana siguiente, una señora que había sido sanada en la Ciencia Cristiana la visitó y la puso en contacto con esta gran verdad. Mi esposa la aceptó y pensó en probarla, pues la señora le prestó su Ciencia y Salud. Recibió dicho libro como a las diez de la mañana de ese día, y siguió leyéndolo hasta la hora de la comida. Comió abundantemente por primera vez en tres días, y esa misma noche se vistió, fue al comedor y tomó con gusto una cena completa. Durmió bien aquella noche. Pidió prestado a aquella señora su ejemplar de Ciencia y Salud dos horas diarias durante ocho días, y se sanó por completo. El día que empezó a leer Ciencia y Salud pesaba cuarenta y tres kilos; tres meses después su peso había aumentado a sesenta y un kilos. — A. J. D., Houston, Texas, E.U.A.


Un estudio provechoso


Tal vez pueda ser útil a otros saber que alguien realmente ha sanado de una grave enfermedad por medio de la Ciencia Cristiana. Hace más de nueve años que empezamos a interesarnos por la Ciencia, y sería difícil encontrar a una persona más sana de lo que yo soy ahora. Puedo estar activa todo el día, desde la mañana hasta la noche, sostenida por el pensamiento de que “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas”. Con toda veracidad puedo decir que apenas sé ya lo que es cansancio físico. Antes de interesarme por la



Página 625



Ciencia, los médicos dijeron que uno de mis pulmones ya no servía y que el otro se encontraba atacado de tuberculosis, de modo que desde su punto de vista me quedaban muy pocas esperanzas. Habíamos probado todos los medicamentos que me recetaron. Me había ido a las montañas, pero no pude permanecer allí a causa de la altura; y cuando los médicos no sabían qué más hacer, dijeron que sería mejor que fuésemos a Inglaterra, que el aire del mar me haría bien. Así es que pasamos tres meses en las Islas Británicas, y cuando regresé parecía muy mejorada; pero esto sólo duró un corto tiempo. En poco más de un mes me puse peor que antes, y le dijeron a mi madre que solamente me quedaban unas cuantas semanas o, a lo más, unos meses, de vida.

En aquel tiempo, una señora, una desconocida para nosotros, sugirió que probáramos la Ciencia Cristiana. No había ningún prejuicio en contra, ya que ni siquiera sabíamos lo que era. Ni conocíamos ningún Científico Cristiano en la ciudad donde vivíamos, en la parte occidental de los Estados Unidos, y cuando se nos dijo que podíamos pedir a alguien en Kansas City un tratamiento a distancia, pensamos que eso era absurdo. Se nos informó entonces que muchas personas habían sanado por medio de la lectura del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, y esto nos pareció todavía peor que lo del tratamiento a distancia, pero como habíamos probado todo lo que se nos había recomendado hasta enton- ces, mi madre mandó por el libro.

El libro llegó a mediados de octubre, y empezamos a leerlo juntas. Me pareció desde un principio que era algo que yo siempre había creído, pero que no había sabido expresar, parecía una cosa muy natural. Mi restablecimiento fue muy gradual, pero sentía que iba mejorando. Después de las vacaciones de Navidad comencé la escuela y no falté un solo



Página 626



día durante el resto del año escolar, algo que nunca había yo logrado antes. Terminé mi curso sin faltar un solo día, en efecto, desde entonces no he estado en cama un solo día. Me siento absolutamente convencida de que ahora cuento con dos pulmones sanos y fuertes. Las cavidades en el pecho se me han llenado y respiro perfectamente por los dos pulmo- nes; rara vez sufro resfriados y no tengo ni indicios de tos.

La gente suele decir: “Ah, quizás usted nunca padeció de tuberculosis”. Pues bien, he tenido todos los síntomas, y todos ellos han desaparecido por medio de la lectura de Ciencia y Salud. — E. L. B., Chicago, Illinois, E.U.A.


Sanado de incredulidad y de muchas enfermedades físicas


Me siento movido a escribir mi testimonio y confío en que se me acepte como un testigo más de la Verdad tal como se expone en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.

En 1883 oí hablar por vez primera de la Ciencia Cristiana. Estaba sentado en una taberna de Leadville en Colorado, leyendo un diario local, cuando me atrajo un artículo que se refería a algunas personas peculiares en Boston que preten- dían haber descubierto la manera de sanar como lo hacía Jesús. No recuerdo mucho del artículo, pero esas palabras se grabaron en mi memoria.

Había llegado sin pensarlo al Estado de Colorado, proce- dente de la ciudad de Nueva York (mi ciudad natal), donde había recibido tratamiento de muchos médicos notables. El último, que era demasiado honrado para aceptar mi dinero sabiendo que no podría curarme, me aconsejó que me man- tuviera lejos de los médicos y que dejara de tomar medicinas, pues sólo la muerte podía aliviarme. Mi enfermedad era



Página 627



albuminuria, según algunos, y según otros, cálculos en los riñones, con inflamación muy aguda de la vejiga y la próstata.

En la primavera de 1888, mi señora y yo pasamos la velada en la casa de un señor cuya esposa había sanado en la región este de los Estados Unidos mediante la Ciencia Cristiana. El señor tomó un libro del estante, diciendo: “He aquí una obra sobre la Ciencia Cristiana”. Resultó ser Ciencia y Salud. Tan pronto como leí la página del título, me di cuenta de que ese era precisamente el libro que deseábamos. Inmediatamente mandamos por el libro, y cuando llegó, obedecimos al ángel y nos deleitamos con su lectura. Tenía yo grandes prejuicios contra la Biblia, y mi primera demostración sobre mis prejuicios fue consentir en leer los cuatro Evangelios. Mi esposa me compró un Nuevo Testamento, y comencé a leerlo. ¡Qué cambio se operó en mí! ¡En un instante todos mis prejuicios desaparecieron! Cuando leí las palabras del Maestro, comprendí su significado, y la lección que él trataba de transmitir. No me fue difícil aceptar toda la Biblia, no podía menos, pues estaba sencillamente cautivado. La enfermedad, que me había acosado por años, me atormentó más que nunca durante unos seis meses, como si tratase de desviarme; pero perdí todo temor de ella.

Continué mi estudio de Ciencia y Salud, y la enfermedad desapareció. Con toda sinceridad puedo decir que Ciencia y Salud fue mi único sanador y ha sido mi único maestro. — R. A. C., Los Ángeles, California, E.U.A.


Curación de afección a los ojos


Supe de la Ciencia Cristiana cuando estaba yo hecha una ruina, pues mi cuerpo estaba completamente cubierto de llagas. Mis ojos estaban tan enfermos que tenía que estar



Página 628



semanas enteras en un cuarto oscuro, y pasaba la mayor parte del tiempo en cama, bajo la influencia de narcóticos. El médico de la familia y un especialista dijeron que la enfermedad de los ojos no tenía remedio, aunque había la posibilidad de aliviarme por algún tiempo. Me hicieron una operación y el médico dijo que si me resfriaba quedaría completamente ciega. Mi sufrimiento era indescriptible. Un clérigo me visitaba casi a diario, se sentaba junto a mi cama y lloraba, y mi buen y afectuoso médico derramó lágrimas más de una vez. Finalmente, después de un año de ese sufrimiento tan terrible, me enviaron a Indiana, a casa de una hermana que había sanado de los pulmones gracias a la Ciencia Cristiana. El día de mi llegada mi hermana me leyó de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy, y sané. Supe que Dios no hacía acepción de personas, y cuando me di cuenta de lo que la Ciencia Cristiana había hecho por mi hermana, quien había sido transformada de una mera sombra a una mujer fuerte, robusta y sana, de buen semblante y sin tos, yo dije: “Dios tiene lo mismo para mí, si yo lo acepto”. Fui sanada instan- táneamente por la Ciencia Cristiana, y estoy agradecida a Dios por habernos dado esta comprensión por medio de la Sra. Eddy, nuestra amada Guía. Ahora disfruto de perfecta salud. — Sra. F. S., Laurel, Misisipi, E.U.A.


El libro de texto me sanó


Durante doce años antes del otoño de 1897 estuve la mayor parte del tiempo bajo atención médica. Varias opinio- nes se dieron acerca de la naturaleza de mi enfermedad, y algunos diagnósticos fueron de tumor o hinchazón anormal, etc. Sané al leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras



Página 629



por la Sra. Eddy. Fue un caso claro de transformación del cuerpo por medio de la renovación del entendimiento. En la actualidad me encuentro perfectamente bien. — J. M. H., Omaha, Nebraska, E.U.A.

Curación de una persistente enfermedad del estómago

No hay duda de que la mayor parte de las personas vienen a la Ciencia Cristiana gracias a curaciones físicas, pero hay algunas a quienes esto no les llama la atención. Con la esperanza de que tales personas puedan beneficiarse, y con la gratitud que siento por la ayuda recibida, remito mi propia experiencia. Tres años atrás no sabía nada de la Ciencia Cristiana, aparte del conocimiento obtenido de los periódicos y de la literatura común y corriente. Cuando alguna vez pensaba sobre esa materia, era para clasificar la Ciencia Cristiana entre varias teorías humanas con las cuales no podía estar de acuerdo, porque parecían confiar en el bien y en el mal a la vez. Jamás había conocido algún caso de curación, tampoco había leído el libro de texto, ni oído mencionar las revistas Journal o Sentinel, aunque sí había visto a la gente concurrir a la iglesia de la Ciencia Cristiana. Estaba cansada de buscar algo satisfactorio en cuestiones de creencias religiosas, porque parecía como si Dios no pudiera o no quisiera establecer la armonía en las terribles condi- ciones existentes en la sociedad humana. Había dejado de usar toda forma de oración, exceptuando el Padre Nuestro, y aun en esa oración omitía las palabras “no nos metas en tentación”. ¡Cuánto deseaba conocer siquiera algo del “¿por qué?” y el “¿para qué?” de todo!

Así fue como la Ciencia Cristiana me encontró. Fui puesta



Página 630



en contacto con una amiga querida a quien había visto muy poco desde hacía un año o más; una mujer muy educada e inteligente. Me dijo que había sido tratada según la Ciencia Cristiana de una dolencia física y que se interesaba mucho por el estudio de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy. Me preguntó si quería leer el libro y le contesté que me agradaría mucho. El primer capítulo, “La oración”, me gustó muchísimo desde el comienzo, y cuando llegué a la parte en que la Sra. Eddy da el sentido espiritual del Padre Nuestro (en la página 17 de Ciencia y Salud), mi interés fue completo. Me di cuenta vagamente de que estaba aprendiendo lo que significa “orad sin cesar”. Muy pronto compré un ejemplar del libro para mi uso personal, y con la ayuda de nuestra Lección‐Sermón, según aparece en el Cuaderno Trimestral, comencé en serio el estudio de Ciencia y Salud, juntamente con la Biblia.

Necesitaba mucho de una curación física en ese entonces, porque estaba sufriendo desde hacía varios años de una forma de enfermedad persistente del estómago. A mi parecer, no me interesaban los beneficios físicos que pudiera derivar de ese estudio, pero sí creí que esta Ciencia contenía la verdad de las cosas, y tan absorta estaba en comprender claramente lo que es su Principio, que pensaba muy poco en mí misma. A los tres o cuatro meses de estudio, me di cuenta de que la enfermedad del estómago había desaparecido, y se fueron además otros males que jamás han vuelto a aparecer. Logré esa curación mediante la búsqueda seria y concienzuda de la verdad contenida en la Biblia e interpretada por nuestra Guía en nuestro libro de texto Ciencia y Salud. Desde entonces he aprendido más sobre la Ciencia de la curación y he podido, en pequeña escala, ayudar a otros que la necesitan. También he aprendido que las curaciones se realizan amando y viviendo



Página 631



la Verdad, y que, reflejando el Amor divino, tengo “las señales que la siguen”.

Cuando pensamos en la vida pura, afectuosa y desintere- sada que la Sra. Eddy debe de haber vivido para llegar a estar consciente de esta verdad y para revelárnosla, las palabras son inadecuadas para expresar la gratitud que sus seguidores sien- ten por ella. Esta se expresa mejor siguiendo obedientemente sus pasos, así como ella sigue a Cristo. — H. T., Omaha, Nebraska, E.U.A.


Curación rápida de dispepsia


Se me ha ocurrido que he tenido tiempo de sobra para meditar sobre las múltiples bendiciones que he recibido gracias a la Ciencia Cristiana, puesto que hace ahora más de seis años que sané completamente de dispepsia y de estreñimiento en su forma más grave, mediante la lectura de Ciencia y Salud. Mi estado era tan grave que por tres años, o más, no pude tomar un solo vaso de agua fría. Todo lo que tomaba tenía que estar caliente, y el único alivio que podía obtener de la enfermedad de los intestinos, era por medio de enemas de agua caliente, que me pusieron por espacio de más de tres años.

Puedo decir en verdad que sané permanentemente, y diríase también instantáneamente, de esas dos dolencias mediante la lectura de Ciencia y Salud, como ya he declarado, y, de hecho, creo que no había leído más de treinta páginas de este libro cuando abandoné enteramente la más rigurosa de las dietas. Comí y bebí todo lo que deseaba sin el más leve mal efecto desde aquella época hasta hoy. Y por más de seis años no ha habido en mi casa ni una gota de medicina, y somos una familia de cinco personas.

También he visto manifestarse el poder de la Verdad en



Página 632



nuestro hogar, al aliviarse el menor de nuestros hijos de un dolor sumamente agudo, recuperando su carácter juguetón en cuanto lo notificamos a un fiel practicista de esta ciudad. Por todo eso estoy agradecido a Dios y a nuestra Guía fiel, la Sra. Eddy, cuya vida pura y sin mácula le permitió descubrir esta preciosa verdad, para beneficio de toda la humanidad. — M. C. McK., Denver, Colorado, E.U.A.


Después de veinte años de sufrimiento


Desde muy niña se me consideró inválida, por haberme lastimado al caer mientras jugaba. El dolor fue intenso por algún tiempo, y por varias horas no pude andar ni permanecer de pie sola. Más tarde, una creciente debilidad en la espalda, acompañada de dolores agudos, alarmaron a mis padres quienes llamaron a un médico, el que diagnosticó una afección en la espina dorsal. Entonces siguieron veinte años de dolor cada vez más intenso, en algunas ocasiones siendo muy agudo. A medida que pasaron los años, y vine a ser esposa y madre, mi sufrimiento aumentó. Todo lo que la destreza médica pudo hacer, fue hecho, pero sin encontrar algo que me beneficiara de manera permanente, y perdí la esperanza de recuperar la salud.

Cuando la Ciencia Cristiana llegó a mi conocimiento, estaba bajo el dictamen médico de que si sobrevivía esa semana, quedaría completamente inválida, sin poder mover ni pies ni manos. Mi esposo era agente viajero, y al ser llamado urgentemente para que volviese a casa, se encontró en el tren con un antiguo amigo, quien le preguntó por qué no probaba la Ciencia Cristiana. Al contestar mi esposo que nada sabíamos acerca de ella, el amigo le hizo una breve explicación de su poder sanador y de los beneficios que su



Página 633



familia había recibido. Eso le infundió nueva esperanza a mi esposo, y al llegar a casa llamó a un practicista, quien recomendó que consiguiéramos Ciencia y Salud, lo que hicimos en seguida, pero la ignorancia y el prejuicio de una educación anticuada produjeron tal temor que cuando los niños entraban en el cuarto, yo ocultaba el libro debajo de la ropa de cama, temiendo que no fuera de Dios y que pudiera hacerles daño. Sin embargo, el tierno amor de Dios fue más potente que estos temores insensatos, y el primer día que leí esas páginas sagradas me convencí de que sus enseñanzas eran las mismas verdades que Jesucristo había enseñado siglos atrás. Después de leer unas pocas páginas, arrojé la medicina por la ventana que daba a la cabecera de mi cama. Luego volví al libro y comencé a leer otra vez, cuando, he aquí, la idea‐Cristo amaneció sobre mí, y sané instantáneamente.

Primero noté que la parte dolorida de la espalda se ali- viaba, y muy pronto pude levantarme de la cama. Continué leyendo ansiosamente; sentía como si quisiese devorar la verdad sanadora, y la embebía como la planta sedienta absorbe la suave lluvia. A la hora del almuerzo fui a comer con la familia y comí con mucho apetito, para el asombro de todos. Nunca olvidaremos ese almuerzo tan alegre. ¡Cómo dimos gracias a Dios por la Ciencia Cristiana!

A medida que ha pasado el tiempo, hasta transcurrir veinte años, la curación ha sido perfecta y mi gratitud a Dios se ha hecho cada vez más profunda y sincera, por esa valerosa mujer que fue lo suficientemente pura como para poner de manifiesto otra vez la curación mediante el Cristo, a fin de que permaneciera en el mundo para siempre y salvase a la humanidad que sufre de toda enfermedad y pecado. — Sra. P. L. H., Fairmont, Minnesota, E.U.A.

Página 634




De la desesperación a la esperanza y la alegría


Frecuentemente he tenido deseos de dar a conocer lo que la Ciencia Cristiana ha hecho por mí, pero jamás podría rela- tar todas mis bendiciones, pues son muchas. Desde mi niñez estuve siempre enferma, nunca supe lo que era una hora de reposo y la mayor parte del tiempo estaba bajo el cuidado de un médico. En esa época vivía en la parte este de los Estados Unidos, y me aconsejaron que probara un cambio de clima, lo que hice. En la primavera me trasladé al oeste con mi familia, pero en lugar de mejorar empeoré cada vez más hasta que al fin me vi obligada a guardar cama, por casi tres años, con grandes sufrimientos. Parecía como si mis dolencias fueran todas las que puede heredar la carne, y los médicos las llamaban incurables, a saber: nefritis y muchas otras, en sus últimas etapas. Mi caso era considerado extremo entre los médicos, muchos de los cuales eran prominentes especialistas. Muchos, al mirarme, solían mover la cabeza, diciendo: “¿Qué es lo que la mantiene viva?” Los médicos, que habían sido sumamente bondadosos y habían hecho por mí todo lo que podían, perdieron las esperanzas y fui desahuciada por todos los que me atendían.

Fue entonces que comprendí que “la necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios”. El “librito” me fue dado en esa hora de gran necesidad. Lo leí sin pensar que me sanaría, pero como persona que se ahoga, me aferré a él. Lo leí y lo releí y pronto me di cuenta de que me estaba volviendo más fuerte; entonces seguí leyendo y sané por completo de todas aquellas supuestas enfermedades incura- bles. — L. B., Austin, Minnesota, E.U.A.

Página 635




La verdad hace libre


Como hijo de médico, graduado en farmacéutica, y exboticario, sentía un gran desprecio por todo lo que creía que era la Ciencia Cristiana. Sin embargo, hace como seis años y medio, habiendo agotado todos los recursos materiales a mi alcance —medicina, electricidad, gimnasia, ciclismo y demás— y hallándome en un estado desesperado, comencé el estudio de la Ciencia Cristiana. Había sufrido de catarros y dolor de garganta por más de treinta años, y en los últimos cinco fueron agregándose otros muchos males, incluso dispep- sia, bronquitis y la pérdida de veintisiete kilos de peso. Sané completamente y recuperé la salud, las fuerzas y el peso por medio de la comprensión espiritual de la Ciencia Cristiana, como resultado de seis semanas de estudio aproximadamente. Esta buena dádiva, este don perfecto, me vino por el cuida- doso y devoto estudio de la Ciencia Cristiana, tal como es revelada al mundo hoy en día por medio del libro Ciencia y Salud. La promesa de Cristo Jesús: “La verdad os hará libres” se cumplió, y los últimos seis años de salud y armonía se han empleado en el esfuerzo de “retener lo bueno”.

Aun cuando estoy sumamente agradecido por la curación física, mi gratitud por la regeneración mental y espiritual es inexpresable. Cuando comprendí que la misión curativa de Jesús, tanto para las enfermedades como para el pecado, no terminó con su corta estadía en la tierra, sino que es practica- ble en todas las épocas, mi alegría no tuvo límites. Habiendo gastado una fortuna en el antiguo sistema de curación, me pareció maravilloso haber sanado a tan pequeño costo como lo es el precio del “librito” y el estudio de unas cuantas semanas. Todo prejuicio se desvaneció inmediatamente ante las prue- bas de que la Ciencia Cristiana es, en verdad, la elucidación



Página 636



y aplicación práctica de las enseñanzas de Jesús, las cuales son verdad demostrable, “la misma ayer, y hoy, y por los siglos”. — C. N. C., Memphis, Tennessee, E.U.A.


Oídos sordos abiertos


Como madre de familia, mi corazón rebosa de amor y gratitud hacia esa admirable mujer a quien tenemos el privi- legio de llamar nuestra Guía, por todo lo que ella ha hecho en mi beneficio y en el de los míos con su libro.

Hace diez años sané de sordera hereditaria y sinusitis, simplemente leyendo el libro Ciencia y Salud. Desde hacía años había consultado y recibido tratamientos de algunos de los mejores especialistas de oídos y garganta, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, pero empeoraba cada vez más. Una señora que había sanado gracias a la Ciencia Cristiana, me instó a que comprara el libro y lo estudiara. Lo hice de muy mala gana, pero no había leído ni siquiera cincuenta páginas, cuando me di cuenta de que realmente había encontrado la verdad que hace libre, y puedo decir sinceramente que desde entonces no ha vuelto la enfermedad que padecía.

Sin embargo, lo que agradezco más es la ayuda diaria que me proporciona en mi hogar y con mis hijitos. Estoy segura de que si las madres sólo supieran lo que la Ciencia Cristiana realmente significa, darían todo lo que poseen por conocerla. Hemos visto el crup, el sarampión, la fiebre y diversas así llamadas enfermedades de niños, desaparecer como el rocío ante el sol de la mañana, por medio de la aplicación de la Ciencia Cristiana: la comprensión de que Dios siempre está presente y es omnipotente. He podido



Página 637



comprobar, fuera de toda duda, que Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. ¡Qué ayuda tan bendita es esta verdad maravillosa en la educación de nuestros hijos y cuán rápidamente entiende el niño la verdad!

Hace algún tiempo mi hijita, entonces de tres años de edad, se dislocó el hombro. Ocurrió cuando estaba yo sola con ella en casa. El dolor era tan intenso que la niña se desmayó. La ayudé mentalmente lo mejor que pude, pero continué pensando que tan pronto como alguien viniese correría yo a buscar ayuda. La niña parecía empeorar y lloraba mucho. La desvestí y traté de ajustarle el brazo, pero eso le causó tanto dolor que comencé a asustarme. Entonces, como un relámpago me vino el pensamiento: “¿Qué harías si estuvieras fuera del alcance de un practicista? Ahora es tu oportunidad para probar el poder y la presencia de Dios”. Con estos pensamientos me vino tanta calma y confianza que perdí todo temor. Pregunté a la niña si quería que le leyese algo; me contestó: “Sí, mamá, léeme del libro de la verdad”. Comencé a leerle en voz alta de Ciencia y Salud, y en menos de media hora noté que procuró levantar el brazo, pero gritó y se puso muy pálida. Seguí leyendo, y otra vez trató de ponerse un dulce en la boca. Esta vez noté con júbilo que casi alcanzó la boca, antes que sintiera el dolor. Continué leyéndole en voz alta hasta que mi hermana y mis dos niños entraron en el cuarto; a la niña le dio tanta alegría ver a sus hermanos que se olvidó de su brazo y saltó de la cama. Entonces comenzó a contar a su tía que se había fracturado el brazo y que su mamá la había curado con el libro de la verdad. Cuando le ocurrió eso, eran las diez y media de la mañana y a las tres de la tarde jugaba en el jardín, como si nada le hubiese pasado. — Sra. M. G., Winnipeg, Manitoba, Canadá.

Página 638




Salvada de locura y suicidio


Hace algunos años, cuando estaba envuelta en oscuridad y desesperación a causa de la mala salud y de un hogar desdichado, alguien me prestó Ciencia y Salud rogándome que lo leyese.

En esa época, mi hija había sido abandonada por la medicina para morir lentamente de tuberculosis, la cual se suponía que había heredado. Mi propio estado parecía aún más alarmante, puesto que la locura comenzaba a manifes- tarse, y antes que ir a un manicomio, me parecía que lo único que me quedaba era el suicidio. Una afección al corazón, una enfermedad de los riñones y constantes dolores de cabeza causados por males femeninos, eran algunas de las muchas dolencias con las que tenía que luchar. Mi médico procuraba persuadirme de que me dejase operar, como un medio para aliviarme, pero ya me había sometido a una operación muy delicada diez años antes, y solo había hallado más sufri- miento como resultado; así es que no consentí.

Al empezar la lectura de Ciencia y Salud, leí primero el capítulo llamado “La oración” y entonces no creía que me fuese posible recordar nada de lo que leía, pero sentí una dulce impresión de la protección y del poder de Dios, y la esperanza de que al fin había de encontrar en Él lo que tanto necesitaba: nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Antes que yo terminara el capítulo “La oración”, mi hija bajaba al comedor y estaba comiendo tres veces al día y recobrando cada día más fuerzas, y antes que yo hubiese terminado de leer el libro de texto, se encontraba ya bien. Pero no habiendo oído jamás que alguien hubiese sanado simplemente con la lectura de Ciencia y Salud, pasaron varios meses antes que yo diera la gloria a Dios por esa curación.

Una por una desaparecieron mis muchas dolencias,



Página 639



excepto los dolores de cabeza, que se hicieron cada vez menos frecuentes hasta que al cabo de tres años el temor a ellos fue vencido por completo.

Ni mi hija ni yo hemos recibido tratamiento alguno. El estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, nos ha sanado y nos conserva bien.

Cuando la Ciencia Cristiana era muy nueva para mí, asistí a una reunión de testimonios en Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Chicago. Allí un señor refirió el caso de una desdichada mujer que estaba por separarse de su esposo. Cuando ese señor le preguntó si no amaba a su esposo, ella respondió: “No; cuando me casé con él lo amaba, pero ahora ya no”. Él le dijo que Dios había hecho al hombre a Su imagen y semejanza, y que Dios era perfecto. Le acon- sejó: “Vaya a su hogar y vea únicamente al hombre perfecto de Dios; no necesita usted amar a un pecador mortal, como aquel que ha estado viendo”. La señora siguió su consejo, pues él le dijo que no había separación en la Mente divina. Poco tiempo después, la paz y la armonía reinaban en su hogar, y tanto el esposo como la esposa se afiliaron a una iglesia de la Ciencia Cristiana.

Este testimonio fue como un mensaje del cielo para mí. Había ya recibido muchos beneficios gracias al estudio de Ciencia y Salud, pero hasta entonces nunca había alboreado en mi consciencia ensombrecida el pensamiento de cuán maravilloso es nuestro Dios. Yo sabía que lo que había ocurrido en aquel hogar podía ocurrir igualmente en mi desdichado hogar, donde no existía ni paz ni reposo.

Llena de esperanza tomé mi cruz, y paso a paso se hacía más liviana mi carga, mientras avanzaba dándome cuenta de la presencia del Cristo, la Verdad, que por cierto nos hace libres. No fue de repente que se realizó un cambio perceptible, pero



Página 640



al cabo de tres años todo era paz, y todos los miembros de la familia íbamos juntos a la iglesia, comprendiendo que no hay sino una sola Mente. — E. J. B., Superior, Wisconsin, E.U.A.


Enfermedad del estómago sanada


Gracias a la lectura de Ciencia y Salud sané de un mal del estómago que había padecido por muchos años. Mi estado había llegado al punto en que sufría ataques periódicos, que se presentaban cada vez con mayor frecuencia. Era agente viajero, y a menudo tenía que llamar a un médico al hotel para que me diera morfina durante los ataques agudos de dicha enfermedad. Esto se convirtió en una costumbre en ciertos lugares, y estos ataques siempre me dejaban peor que antes. Como resultado del último perdí mucho peso. Había con- sultado con muchos médicos y había empleado los remedios comunes durante estos años de sufrimiento, pero sin buenos resultados. Finalmente, y como último recurso, me decidí a probar la Ciencia Cristiana, y sané gracias a la lectura de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy.

Mi salud ha sido de lo mejor desde que sané, hace ya seis años. Tanto mi familia como yo confiamos ahora por completo en la Ciencia Cristiana para nuestras curaciones, y siempre la hemos encontrado eficaz. Sin embargo, creemos que la curación física sólo es cosa secundaria comparada con la comprensión que hemos logrado acerca de Dios y Su bondad. Esto, junto con nuestro amor cada vez mayor por la Biblia, está resultando de inmenso valor para nosotros. Estamos esforzándonos humildemente por vivir una vida que dé testimonio de nuestra gratitud hacia Dios y hacia nuestra amada Guía, la Sra. Eddy. — Charles E. Peck, St. Johnsbury, Vermont, E.U.A.

Página 641



Liberado de muchos años de sufrimiento

En la primavera de 1880 me atacó una grave enfermedad estomacal, que me tuvo en cama tres meses y me impidió salir por cerca de seis meses. Durante ese tiempo fui atendido por tres buenos médicos. Me fortalecí un poco pero sentí escaso alivio del mal estomacal. Se me recomendó probar con manantiales minerales y así lo hice, pero sólo para sufrir la misma desilusión. Fui a un sanatorio y, sin embargo, el mal del estómago persistía. Algunos amigos me recomendaron específicos farmacéuticos, pero no se efectuó ninguna curación.

Pasé varios años preocupado en esta forma. Por último, estudié medicina durante dos años con un buen médico amigo mío, especialmente para beneficiarme, y durante este tiempo se presentó una grave dolencia en la vejiga, y por espacio de quince años sufrí tanto que a veces me parecía inútil seguir viviendo. Además de estas enfermedades, sufría de reumatismo y gripe todos los inviernos. También apareció en los ojos lo que llaman cataratas, produciendo inflamación casi continua hasta el punto de nublarme la vista para leer. Tenía muchas callosidades en los pies, que me molestaban, y para todos esos males había probado cuantos remedios se me ofrecían y podía conseguir, incluyendo los de especialistas, pero sin alivio alguno.

Gracias a un amigo que me encontró en ese estado de desesperación y desaliento y que me guió a la luz que no conoce tinieblas, adquirí un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y sané en breve tiempo con la lectura de esta obra. — D. W. L., Anderson, Indiana, E.U.A.

Página 642




Alivio de sufrimientos intensos


Comencé a interesarme por la Ciencia Cristiana en 1901. Durante cuatro o cinco años había estado sufriendo de intensos ataques de dolor que nada sino los narcóticos parecían aliviar. Después de uno de esos ataques, que me pareció el peor de todos, consulté con el médico de la familia, quien diagnosticó una peligrosa enfermedad de los riñones, y dijo que ningún medicamento podía aliviarme y que debía someterme a una operación quirúrgica. Seguí empeorando y fui otra vez a ver al médico, y me aconsejó consultar con un doctor del hospital municipal de Augusta. Este me examinó también y diagnosticó algo diferente, pero igualmente grave. Entretanto, una amiga me ofreció un ejemplar de Ciencia y Salud. Le dije que no me interesaba la lectura del libro, pero ella insistió tanto que al fin le prometí leerlo. Recibí el libro un sábado, y el domingo por la mañana empecé su lectura. Cuando llegué al lugar en el cual la Sra. Eddy dice que encontró esta verdad en la Biblia, me puse a comparar los dos libros. Leí pasajes que me parecían sumamente razonables y me dije: Esto se aproxima más a la verdad que todo lo que he conocido hasta la fecha. Seguí leyendo todo el día, interrum- piendo la lectura solamente para comer. A medida que leía, todo se me hacía más claro, y sentí que había sanado. Por la noche llegó una vecina a quien le dije: “Estoy sana, y ese libro me sanó”. Seguí leyendo y efectivamente había sanado. Ocho días después de mi curación hice todo el lavado. Esto ocurrió en febrero de 1901. Alrededor de seis semanas después, fui llamada para cuidar de mi madre, quien estaba bajo el cuidado de mi antiguo médico. Le dejé examinar mi costado otra vez, pues él quería saber si el mal aún estaba allí. Él dijo: “Por cierto que ha desaparecido”, a lo que le repliqué:



Página 643



“Doctor, usted me dijo que nunca quedaría sana sin una operación; ¿qué es lo que me ha sanado?” Él contestó: “Dios la ha sanado”. — S. H. L., North Pittston, Maine, E.U.A.


Agradecida por muchas bendiciones


Es con sincera gratitud por las muchas bendiciones que me ha traído la Ciencia Cristiana, que doy este testimonio. Oí hablar por primera vez de la Ciencia Cristiana hace como quince años. Uno de mis amigos estaba recibiendo tratamiento para ciertas dolencias físicas, y leyendo el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. El título del libro me llamó grandemente la atención y dije a mi amiga: “Si eso es una Llave de las Escrituras, tengo que adquirirlo”.

Por mucho tiempo fui miembro de un curso de estudios bíblicos en una escuela dominical ortodoxa, pero nunca me sentí satisfecha con lo que se enseñaba; algo faltaba, en aquel entonces no podía entender qué era. Compré un ejemplar de Ciencia y Salud y empecé a estudiarlo. Quisiera expresar con palabras lo que ese libro me trajo. Iluminó la Biblia con una luz gloriosa, y comencé a entender algunos de los dichos del Maestro, y traté de ponerlos en práctica.

Durante muchos años había sentido el anhelo de llevar una vida más cristiana, y con frecuencia me preguntaba por qué no había podido comprender la Biblia. Entonces lo supe; era debido a la falta de comprensión espiritual.

Al comienzo no sabía que la gente podía sanar de la enfer- medad y del pecado simplemente leyendo Ciencia y Salud, pero al poco tiempo hallé que esto era así. En aquella época tenía varios problemas físicos, y uno tras otro simplemente desaparecieron, y encontré que estaba sana y perfectamente



Página 644



libre. La elevación espiritual fue igualmente gloriosa, y a medida que continúo en el estudio de esta bendita Ciencia, encuentro que estoy ganando ciertamente una comprensión que me ayuda a vencer tanto el pecado como la enfermedad en mí misma y en los demás. Mi fe en el bien ha aumentado, y sé que estoy perdiendo la creencia de que el mal es un poder igual al bien. La senda no es penosa, porque cada victoria sobre el yo da una fe más grande y un deseo más fervoroso de seguir adelante. — E. J. R., Toledo, Ohio, E.U.A.

Agradecido por el despertar moral y espiritual

Hace aproximadamente cuatro años que, después de haber probado diferentes modos y medios de conseguir alivio de mis sufrimientos corporales, un fiel amigo llamó mi aten- ción hacia las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Después de cierta oposición decidí investigarlas, pensando que si estas enseñanzas eran útiles, deberían serlo para mí así como para otros, y si no prestaban ninguna ayuda podría abandonarlas; pero que tendría que descubrirlo para convencerme.

Después de haber leído la obra de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, durante unos pocos días, encontré que mis dolencias habían desaparecido, y experimenté un descanso que jamás había conocido antes. Había fumado casi incesantemente, aunque con frecuencia había decidido recurrir a la fuerza de voluntad para dejar de fumar, pero siempre fracasaba. Este deseo, igual que el deseo de tomar bebidas alcohólicas, simplemente desapareció, y quisiera expresar aquí que recibí todos estos beneficios antes de haber obtenido una buena comprensión de lo que estaba leyendo. Como un prisionero que hubiera permanecido encadenado por años, de pronto fui puesto en libertad. Entonces no sabía cómo habían caído las cadenas, pero tenía que reconocer que esto ocurrió gracias



Página 645



a la lectura de este libro. Entonces experimenté un ardiente deseo de leer más y conocer qué era ese poder que me había liberado en unos cuantos días de lo que hacía años estaba intentando quitarme de encima sin lograrlo. Luego percibí con claridad que esta era la verdad que Jesucristo enseñó y predicó hace casi dos mil años para libertar a la humanidad. Sin embargo, no se me ocurrió aplicar esas enseñanzas a mis negocios; por el contrario, al principio pensé que si conti- nuaba con mi estudio, tendría que retirarme de los negocios.

Sin embargo, esto no sucedió, pues gradualmente me di cuenta de que la pequeña comprensión de estas maravillosas enseñanzas que había adquirido, vino a ser de gran utilidad en mis negocios. Me hice más amigable, más honrado, más bondadoso para con mis semejantes; también adquirí un criterio más acertado y pude hacer lo correcto en el momento correcto. Como resultado natural, mis negocios mejoraron. Antes que supiera de la Ciencia Cristiana, mis negocios me parecían a menudo una carga, y el temor y las preocupacio- nes me privaban de todo descanso. ¡Cuán distinto es ahora! Por medio del estudio de la Biblia, la cual posee ahora incon- mensurables tesoros para mí, y de nuestro libro de texto, Ciencia y Salud, y de las demás obras de nuestra Guía, recibo paz y confianza en Dios, como también el discernimiento de carácter que es necesario para el manejo correcto de cual- quier negocio. — W. H. H., Bloomfield, Nebraska, E.U.A.

Curación de una enfermedad hereditaria de los pulmones

Por mucho tiempo me he sentido impulsada a dar un testimonio sobre el poder sanador de la Verdad. Así como yo leo otros testimonios y me regocijo con ellos, alguien puede regocijarse con el mío. Sané leyendo Ciencia y Salud.



Página 646



Poniendo en práctica lo leído, encontré que es la verdad que Jesús enseñó, la verdad que hace libre.

Desde mi infancia no había conocido un solo día de buena salud. Sané de un mal pulmonar de larga data. La tubercu- losis era hereditaria en nuestra familia; mi madre y tres de mis hermanos fallecieron por esa causa. La ley médica dijo que yo tenía que seguirlos en poco tiempo. También sufrí de una enfermedad estomacal por más de ocho años, durante los cuales siempre me acosté sin cenar, pues el temor a sufrir a causa de la comida era tan grande que me privaba de comer aunque tuviese hambre. Por más de veinte años sufrí de los ovarios, a veces en una forma casi insoportable. Esa enfer- medad comenzó al nacer mi primer hijo, y en una ocasión fue necesaria una operación. Sufrí casi todos los males de que es heredera la carne. Desde mi niñez padecí de la vista; usé anteojos durante catorce años. Varios oculistas afirmaron que quedaría ciega; uno de ellos dijo que eso ocurriría en menos de un año si no me operaban, a lo cual me negué.

Pero gracias sean dadas a Dios, cuya Verdad me llegó por el estudio de nuestro libro de texto. Las palabras me faltan para expresar lo que, de múltiples maneras, la Ciencia Cristiana ha hecho por mí, por mis hijos, mi hogar, todo lo mío. La curación física es sólo una pequeña parte; la revela- ción y la elevación espirituales son “la perla preciosa”, y esto es la mitad que nunca se ha dicho. — Sra. J. P. M., Kansas City, Misuri, E.U.A.


El libro de texto apreciado


Ha sido mi privilegio celebrar entrevistas con representan- tes de más del sesenta por ciento de las naciones del mundo en sus propios países. Nunca había oído de un principio tan



Página 647



avanzado de manera comprensiva que capacitara a la huma- nidad para obedecer el mandato apostólico: “Examinadlo [probadlo] todo”, hasta que el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras fue puesto en mis manos. Creo que el estudio sincero de este libro conjuntamente con la Biblia capacitaría a uno para probarlo todo.

Hago esta declaración sin reservas, por lo que mis ojos han visto y mis oídos han escuchado de aquellos de mis seme- jantes de integridad incuestionable, y también por las pruebas positivas que yo mismo he obtenido mediante el estudio de esos libros. Muchas supuestas leyes materiales que estaban arraigadas en mi mentalidad desde mi juventud fueron anuladas. Se requirió algún tiempo para que yo despertara a las palabras de nuestra Guía en Escritos Misceláneos, página 206: “Las etapas progresivas de la Ciencia Cristiana se adquie- ren mediante desarrollo, no por acrecentamiento”. Sufrí muchas decepciones y caídas antes de estar dispuesto a hacer el trabajo científico requerido para comprobar esta declara- ción; a pesar de lo que nos cueste, estoy convencido de que no podemos hacer honor a la causa que profesamos amar hasta que estamos en condiciones de comprobar lo que realmente es Dios para cada uno de nosotros individualmente, así como nuestra relación con Él, por medio del trabajo científico.

Deseo expresar mi agradecimiento cariñoso a nuestra Guía por la nueva edición de Ciencia y Salud. Al estudiar esta nueva edición, no puede uno menos que observar la sabiduría, el amor, y el pensamiento cuidadoso y consagrado expresado en la revisión. Muchas veces el cambio de una sola palabra en una frase hace más lúcido el pensamiento científico, no sólo para aquellos familiarizados con el libro, sino también para aquellos que apenas están llegando a su luz bendita. Toda la honra sea dada a esa mujer, Mary Baker G. Eddy, que ama y



Página 648



teme a Dios, cuya obra única es una obra de amor ayudando a la humanidad a ayudarse a sí misma, mostrando a sus semejantes en forma comprensible lo que son los derechos divinos del hombre y lo que Dios realmente es. — H. W. B., Hartford, Connecticut, E.U.A.


Curación de hernia y otras enfermedades graves


Al comenzar el estudio de la Ciencia Cristiana, hace casi tres años, tenía una hernia muy grave, de la que había padecido durante treinta y dos años. A veces el dolor era tan intenso que parecía que no podía soportarlo. Esos ataques duraban entre cuatro y cinco horas, y a pesar de que se hacía por mí todo lo que era posible hacer, no experimenté ningún alivio permanente hasta que comencé a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Después de verlo por primera vez, quería leerlo todo el tiempo. Quedaba tan absorta en el estudio del “librito” que apenas si me di cuenta del momento en que se efectuó la curación. Pero sí sané, y no solamente de la hernia, sino de otros males también: reumatismo inflama- torio, catarro, callos y juanetes.

Jamás me desprendería del libro, si no pudiese obtener otro. Tengo setenta y siete años de edad, y gozo de muy buena salud. — Sra. M. E. P., St. Johnsbury, Vermont, E.U.A.


Madre e hija sanadas


Cuando encontré la Ciencia Cristiana había estado tomando medicamentos diariamente durante veinte años, debido al estreñimiento. Me habían atendido médicos y especialistas; había recibido tratamientos magnéticos y



Página 649



osteopáticos; había probado cambios de clima; había sido operada en un hospital, y al salir de él estaba peor que antes. Estaba tan desalentada, después de haber probado todo lo que conocía y no haber mejorado, sino que me iba peor, que me parecía que tendría que renunciar a estar sana, cuando una amiga me sugirió que probara la Ciencia Cristiana. Yo había oído que los Científicos Cristianos sanaban por medio de la oración, y me parecía que esta tenía que ser la manera en que Jesús sanaba. Sentí que esto era lo único que me faltaba probar. Mandé comprar el libro Ciencia y Salud y comencé a leerlo por curiosidad, sin pensar ni saber que me podía sanar con su lectura, sino que creía que tendría que seguir tomando medicinas y someterme además a tratamiento por algún Científico Cristiano. Sin embargo, dejé la medicina y leí durante tres días; entonces comenzó a resplandecer una luz en las tinieblas. Sané del problema y no he tenido que tomar ninguna medicina desde entonces. He estudiado fielmente Ciencia y Salud desde entonces, y otros males han desaparecido. Mi hijita también ha sido sanada y ha aprendido a usar este conocimiento en su trabajo escolar. — Sra. O. R., Leadville, Colorado, E.U.A.


Curación de enfermedad del hígado


Al recordar la época en que creía que no tenía nada por qué vivir, y cuando al despertar cada mañana me sentía decepcionada por encontrarme aún entre los vivos (porque esperaba cada noche al cerrar los ojos, que sería por última vez), mi corazón rebosa de amor y gratitud hacia Dios por nuestra querida Guía, quien descubrió esta verdad bendita, y hacia los seres queridos que me han ayudado tan amorosa y pacientemente a través de escabrosos caminos.

Página 650



Hace doce años, consulté con un médico porque había notado algunas manchas raras en uno de mis brazos. Me dijo que eran manchas hepáticas y que no valía la pena recetarme algo por tan poca cosa, que debía esperar hasta que estuviese cubierta de ellas. Como tres meses después, estaba efectiva- mente cubierta de manchas, con excepción de la cara y las manos. Entonces me alarmé y consulté con otro médico, quien me recetó algunos remedios, pero al fin dijo que no podía hacer más por mí. Consulté con otros médicos, sin mejores resultados. Hace seis años unos amigos me aconse- jaron consultar con su médico de familia, y cuando lo visité me dijo que estaba seguro de poder curarme de manera que le pedí que me recetara algo. Al cabo de dos años, después de recetarme remedios continuamente, me dijo que estaba yo tan llena de medicinas que temía recetarme más, y reco- mendó reposo. Después de haber desembolsado una pequeña fortuna, no había mejorado, y estaba muy desalentada.

Hace dos años, después de haber fracasado en los nego- cios, solicité a uno de mis clientes que me permitiese usar una habitación amueblada, donde pudiera recibir a los pocos clientes que aún me quedaban. Esa señora, que es Científica Cristiana, me prestó Ciencia y Salud, y debido a las muchas veces que me preguntaba cómo iba con mi lectura del libro, empecé a leerlo. También concurrí a los servicios de los miércoles por la noche, los que encontré muy interesantes. Después de oír los testimonios en dichas reuniones, decidí hablar con algún practicista acerca de las manchas; pero no hasta que yo dispusiera de por lo menos unos cien dólares, porque creía que necesitaría de esa cantidad para los trata- mientos, pues estaba acostumbrada a pagar honorarios altos. No había preguntado acerca de los honorarios ni hablado con nadie sobre mis intenciones porque era muy susceptible sobre



Página 651



este tema. Después de haber leído cerca de la mitad de Ciencia y Salud, noté que no tenía las manchas, y al buscarlas no encontré ni vestigios de ellas. Habían desaparecido completa- mente, sin tratamiento alguno. En pocas semanas la lectura de aquel libro había logrado lo que la medicina no había logrado en diez años. Es imposible expresar la sensación de alivio y felicidad que experimenté entonces. — C. K., Astoria, New York, E.U.A.


Una investigación convincente


Si bien ya he dado testimonio entre las personas a quienes trato y en muchos lugares respecto a mi curación en la Ciencia Cristiana, siento que ya es tiempo de poner “la luz” en el candelero para que todos la puedan ver. Mis recuerdos más remotos eran de una época de sufrimientos, una heren- cia física de mi madre, que si bien producía interés simple al comienzo, al cabo de los años se agregaron los intereses compuestos. Mi padre era médico, y se habían ensayado infructuosamente remedios materiales con mi madre; por tanto, mi padre había perdido la confianza en que me pudiesen curar, de hecho, me decía que era mejor sufrir sin medicinas que volverse un adicto a ellas, y no sentir dolor.

Fui maestra desde mi juventud y enseñé por más de veinte años. Durante ese tiempo no pasé un solo día sin padecer dolor o sin temor al dolor, y si no hubiera sido por mi innato amor a la vida, esta se hubiera vuelto una carga intolerable. Durante cinco años mi principal alimento fue la avena y llegué a acostumbrarme a ella casi tanto como Kaspar Hauser se acostumbró a su pan negro. A temprana edad se me enseñó a tener fe en Dios, y muchas veces el dolor desapareció, pero sólo para volver en forma más grave.

Página 652



Al fin, mi corazón clamó al Dios vivo, y la respuesta llegó por uno de Sus mensajeros, que me habló de la Ciencia Cristiana. Le respondí que yo creía que Dios podía sanar, pero que no tenía fe en la curación por la Ciencia Cristiana, pero que me gustaría investigar su teología, ya que podría ayudarme a conocer el significado de la vida. Durante tres años había escudriñado las obras de los escritores más científicos en busca del origen de la vida; muchas veces creía haberla rastreado hasta su origen, pero siempre eludía mi comprensión. Un día en que conversaba con mi amiga, me dijo que le gustaría prestarme el libro de texto Ciencia y Salud, lo cual acepté con agrado. Poco tiempo después tuve una crisis muy dolorosa. Por primera vez abrí el libro, y un párrafo que estaba por la mitad atrajo mi atención. Lo leí una y otra vez, durante cerca de dos horas. Cuando sonó la campana anunciando la hora del té, cerré el libro y nunca podré olvidar la forma en que percibí el cielo nuevo y la tierra nueva, todas las cosas de la naturaleza que podía ver parecían haberse lavado y limpiado. Las flores, que tanto he amado siempre, y que solían contarme tantas historias dulces desde mi niñez, me hablaban ahora del Todo‐en‐todo; los corazo- nes de mis amigos parecían más amables, había tocado el borde del manto de la curación.

Esa noche, cené olvidándome de los preparativos que solía hacer para el sufrimiento, y al día siguiente me sentí más que nunca con voluntad de trabajar. Desde que cerré Ciencia y Salud, después de leerlo por primera vez, nunca he podido volver a encontrar el párrafo que tantas veces había leído; las palabras parecían haberse desvanecido, pero mi gozo no conocía límites por haber hallado la perla preciosa. La lectura constante del libro me sanó por completo, y durante catorce años no he tenido un solo día de sufrimiento físico. — Srta. L. M., Rome, Nueva York, E.U.A.

Página 653




Curación de sordera e hidropesía


Había sido sorda desde mi niñez. Sufría intensamente después de las comidas, y la hidropesía era otra de mis enfer- medades. Esto, junto con la tuberculosis, hizo que un médico dijera: “Estoy perplejo; hasta ahora nunca había visto un caso como el suyo”.

Me encontré con una amiga que había sanado mediante la Ciencia Cristiana, y me dijo: “Prueba la Ciencia Cristiana”. Obtuve un ejemplar de Ciencia y Salud, y en tres semanas sané por completo. Me sentí elevada. Parecía como si los brazos de Dios me rodearan. Sentí como si el cielo hubiese descendido a la tierra. Después de cinco años de sufrimiento, ¿quién podrá dudar de mi indecible gratitud? — A. B., Pittsburgh, Pensilvania, E.U.A.


Agradecida por muchas bendiciones


En 1894, empecé a estudiar la Ciencia Cristiana. En esa época tenía gran necesidad de su verdad sanadora. Durante muchos años había sido casi una inválida sin esperanza de volver a estar bien y fuerte. Años atrás me había sometido a una operación que resultó en peritonitis. Durante tres años antes de estudiar Ciencia y Salud, por la Sra. Eddy, casi nunca estuve libre de dolor de cabeza, ocasionado por la debilidad y el estado enfermizo de mis órganos internos. Cuando empecé a estudiar la Ciencia Cristiana, estaba tomando cinco clases de medicamentos.

Comencé a leer Ciencia y Salud y no recibí tratamientos, porque pensé: “Si esto es la verdad, sanaré; si no lo es, me daré cuenta de ello y no tendré nada que ver con esto”. Me transformé en una estudiante devota, y gradualmente mis enfermedades me abandonaron, estaba libre. Desde entonces,



Página 654



hace cerca de diez años, ni mis dos niños ni yo hemos tomado ninguna medicina; y nuestra comprensión de la verdad ha sido capaz de enfrentar y vencer toda sugestión de enfermedad.

Yo era miembro devoto de una iglesia ortodoxa, pero a medida que crecía, empecé a cuestionar mis creencias, y no pude encontrar respuestas satisfactorias a mis preguntas. Me desilusioné y por fin dejé de asistir a la iglesia. No podía aceptar el concepto que allí se enseñaba acerca de Dios, y finalmente, con tristeza mis amigos me consideraron atea. Así me quedé hasta que aprendí a conocer a Dios tal como es revelado en Ciencia y Salud, y entonces fueron contestadas todas mis interrogantes. De niña, siempre había orado a Dios, como yo Lo concebía, y cuando las sombras de la enfermedad, del dolor y de la muerte envolvían a mi familia, yo oraba como sólo oran aquellos que saben que si Él no ayuda, no hay otro que ayude; pero mis oraciones no hallaron respuesta. Entonces cerré mi Biblia, diciendo: “En alguna parte ha de haber una falla, quizá algún día la descubra”.

Sólo aquellos que conocen cuál era la actitud mental en que me encontraba, pueden comprender la alegría que experimenté cuando empecé a conocer a Dios en la Ciencia Cristiana y mi relación con Él.

Muchas pruebas del poder sanador de la Verdad y del cuidado protector de Dios llenan mi pensamiento. Hace siete años, encontrándonos en un país lejano, donde entonces no se conocía la Ciencia Cristiana, mi hijita volvió una mañana de la escuela y me dijo: “Mamá, tengo sarampión; veinte niñas están en cama y temo que me pase lo mismo a mí”. Su cara, sus manos y su pecho estaban cubiertos con una oscura erupción roja; tenía dolor de garganta e inflamados los ojos. Inmediatamente empezamos a hacer nuestro trabajo en la Ciencia, y por la noche, cuando la dejé en el colegio, su cara



Página 655



estaba limpia, sus ojos brillantes, y se había destruido todo el temor. Ese fue el final de la dolencia. — F. M. P., Boston, Massachusetts, E.U.A.


Una experiencia feliz


Por amor y gratitud a Dios y a la Sra. Eddy, la intérprete de las hermosas enseñanzas de Jesús, quiero relatar algunos de los beneficios que he recibido de la Ciencia Cristiana. Hace poco más de un año que la Ciencia Cristiana me encontró en condiciones deplorables, tanto físicas como mentales. Tenía dolencias desde hacía muchos años: una enfermedad crónica del estómago, un padecimiento agudo de los ojos, el cual se hacía insoportable a causa del constante temor de perder la vista (como ya le había sucedido a mi madre), también una dolorosa hernia que había tenido por espacio de veinticinco años. Estas dolencias, sumadas a una situación poco feliz en mi hogar, me habían desalentado mucho. Había perdido totalmente la creencia en un Dios todo misericordioso, y no sabía hacia dónde dirigirme en busca de ayuda. En ese momento llegué a conocer la Ciencia Cristiana y nunca olvidaré el sublime instante en que percibí que un Padre que es todo amor siempre está conmigo. Las penas y la ansiedad pasaron al olvido, y después de cuatro semanas de leer Ciencia y Salud, todos mis padecimientos desaparecieron. Hoy en día soy una mujer saludable y contenta.

Todo esto ha pasado en el transcurso de un corto año, y mi fervoroso deseo es ser cada vez más digna de ser llamada hija de Dios. Con esto quiero expresar mi amor y gratitud por haber comprendido esta gloriosa verdad. — Sra. R. J., Chicago, Illinois, E.U.A.

Página 656




Un socorro siempre presente


Ha pasado un año desde que empecé a leer Ciencia y Salud, y ahora intentaré describir lo que el conocimiento de sus enseñanzas ha hecho por mí.

Mi situación era entonces muy angustiosa; los ojos, que me habían ocasionado gran malestar desde mi niñez, me dolían mucho. Fui tratado de la vista por algunos de los mejo- res especialistas de mi país de origen, y al llegar a los Estados Unidos me había medicinado mucho, y usado anteojos durante cuatro años. También padecía de catarro, para el cual había tomado muchas medicinas, sin experimentar alivio. Además de eso, fumaba excesivamente, y usaba el tabaco en alguna forma casi sin interrupción. Había contraído una enfermedad al corazón por causa del tabaco, y tomaba bebidas alcohólicas en abundancia.

La persona que me trajo lo que ahora tiene un valor tan alto para mí, fue un vendedor de libros. Le dije que me iba a ver obligado a dejar mi trabajo a causa de mi mala vista. Entonces me relató que él había sanado de cáncer por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana. Me enseñó un ejem- plar de Ciencia y Salud, que se veía muy usado, asegurándome que si yo hacía mi parte sanaría de todas mis enfermedades. Encargué un ejemplar del libro.

Mi curación fue muy rápida, pues después de leer el libro sólo tres semanas, sané por completo del vicio del tabaco. Con respecto a esta curación, diré que no requirió ni siquiera una resolución de mi parte. Estaba fumando un puro mientras leía Ciencia y Salud, cuando perdí todo deseo de seguir fumando, y desde entonces nunca me ha vuelto el deseo de usar el tabaco en ninguna forma. Mis ojos fueron los próximos en manifestar la influencia del nuevo conocimiento ganado;



Página 657



y pronto estaba tan bien que pude ocuparme de mi trabajo con facilidad y ya no he tenido que utilizar anteojos. Hoy en día mi corazón está normal, el catarro ha desaparecido totalmente, y ya no soy adicto al uso de bebidas alcohólicas.

La Ciencia Cristiana ha comprobado ser un socorro siempre presente, no sólo para vencer los males físicos, sino en los negocios y en la vida diaria. También ha vencido una fuerte sensación de temor. La Biblia, a la que miraba con recelo, ha venido a ser mi guía y el cristianismo se ha convertido en una dulce realidad, porque el libro de texto de la Ciencia Cristiana ha sido verdaderamente una “Llave de las Escrituras”, y ha alentado a través de las páginas sagradas un dulce sentido de armonía. — A. F., Sioux City, Iowa, E.U.A.


Grave afección de los ojos vencida


Después de haber oído hablar con indiferencia acerca de la Ciencia Cristiana desde un púlpito cristiano, resolví asistir a uno de sus servicios y escuchar por mí misma. Desde mi infancia había sido muy devota de mi iglesia, y tan pronto como tuve la edad suficiente empecé a participar activamente en las tareas. Sintiendo que era un deber concurrir a todos los servicios que se celebraban en mi propia iglesia, aproveché las reuniones de los miércoles. Con gratitud digo que mi primera visita no fue la última, pues vi inmediatamente que esas personas no sólo predicaban el cristianismo, sino que lo practicaban y lo vivían. En esa época usaba anteojos, y los había usado durante dieciséis años. A veces sufría dolores intensísimos, y debido a eso había consultado a un especia- lista tras otro. Todos ellos me dieron casi el mismo consejo; cada uno me urgió a que tuviera mucho cuidado y me recetaron anteojos, que parecieron aliviarme por un tiempo.



Página 658



Ninguno de ellos abrigaba esperanzas de que jamás pudiera recuperarme de la vista, diciendo que el defecto había existido desde mi infancia, y que con el tiempo quedaría ciega.

La idea de la ceguera me afligía mucho, pero traté de sobrellevarla con resignación cristiana, pensando que Dios había considerado conveniente imponerme esa aflicción; pero desde que aprendí que Él es un Padre amoroso, que sólo da el bien, lamento haberlo culpado de mis aflicciones. No recibí tratamiento alguno, sino que leí Ciencia y Salud y mis ojos sanaron, y dejé de usar los anteojos. Nunca puedo encontrar palabras suficientes para expresar mi gratitud hacia nuestra amada Guía, cuyas enseñanzas hicieron posible que reco- brara la vista. Puedo decir verdaderamente que “habiendo yo sido ciega, ahora veo”; por medio de un entendimiento de la Verdad he encontrado mi vista perfecta, tal como Dios me la dio. — Srta. B. S., Wilmington, Carolina del Norte, E.U.A.


Testimonio procedente de Irlanda


Es con el corazón lleno de amor y gratitud hacia Dios y nuestra querida Guía, que envío este testimonio al Movimiento. Nunca fui una niña fuerte; siempre había padecido de catarros y resfriados y había sufrido toda la vida de la garganta. Hace siete años sufrí un fuerte ataque de fiebre reumática y después otros dos menos intensos. Estos dejaron todo tipo de males detrás de sí —debilidad, estreñimiento crónico y varias otras cosas— de tal manera que a menudo con estos padecimientos la vida era una carga para mí y pensé que nunca encontraría alivio o recuperaría la salud. También había perdido todo amor a Dios y la fe en Él. No podía aceptar a un Dios que, según creía entonces, mandaba enfermedades y penas a Sus hijos, como un medio de atraerlos a Él. Mi mente y mi cuerpo estaban en este



Página 659



estado cuando la Ciencia Cristiana me encontró. Una amiga muy querida, viendo mis sufrimientos, me presentó la verdad, y aun cuando al comienzo creí que no podría haber curación para mí, me pareció que el Dios de los Científicos Cristianos era el mismo a quien había buscado durante toda mi vida. Empecé a leer Ciencia y Salud, y nunca olvidaré la alegría que sentí al darme cuenta de que podía amar a Dios y confiar en Él. Me dediqué a estudiar la Biblia, y durante un año no leí más que Ciencia y Salud y otras publicaciones de la Ciencia Cristiana. Después de estudiar el “librito” cerca de seis semanas, me di cuenta un día de que había sanado, que no había tomado medicinas en tres semanas y que mi cuerpo estaba perfectamente armonioso. La lectura de Ciencia y Salud me había sanado. El gozo y la elevación espiritual maravillosos que experimenté no pueden describirse con mis palabras. También había sufrido de astigmatismo y durante varios años me había visto obligada a usar anteojos especiales para leer o trabajar y jamás podía usar los ojos por más de media hora. Pero desde mi primera lectura de Ciencia y Salud vi que podía leer con cualquier clase de luz, y por cualquier espacio de tiempo sin molestia alguna. Estoy agradecida no sólo por la curación física, sino por la regene- ración mental. Me regocijo porque ahora puedo ayudar a otros que estén enfermos y apenados. — E. E. L., Curragh Camp, Condado de Kildare, Irlanda.


El libro de texto hace innecesaria una operación


A principios de 1895, mi médico dijo que yo necesitaba someterme a una operación quirúrgica para gozar de salud. Estando yo presa de gran miedo por la operación, una bonda- dosa vecina me visitó y, después de hablarme de la Ciencia



Página 660



Cristiana, me dio un ejemplar de Ciencia y Salud. Me dijo que tendría que dejar todas las medicinas y que ella estaba segura de que yo podría sanar leyendo aquel libro fielmente. El libro se convirtió en mi constante compañero y en poco tiempo sané. Además de librarme de una operación, me curó por completo de los severos dolores de cabeza y de problemas del estómago. Los médicos no habían podido aliviarme de ninguna de estas dolencias. Hace diez años que no tomo medi- cinas de ninguna especie, y en el mismo período no he dejado de concurrir a los servicios de la Ciencia Cristiana por causa de enfermedad. Estoy perfectamente bien. Decir que estoy agradecida a Dios por todo esto no expresa mis sentimientos. Fue maravillosa la curación física, pero la comprensión de Dios que he alcanzado y la capacidad de ayudar a los demás sobrepasan a todo. Siento, además, amor por nuestra querida Guía. — Sra. V. I. B., Concord, New Hampshire, E.U.A.


Curación de los riñones y de la vista


A principios de 1904, trabajaba como profesora en un internado particular. Era yo una mujer triste y descontenta; padecía de una enfermedad de los riñones y también de los ojos, y mi salud en general era muy mala. El médico dijo que el clima no me sentaba y que necesitaba un cambio. Lo mejor, dijo él, era volver a Francia (mi propio país). Pero no quería abandonar el colegio, de manera que seguí luchando hasta julio, cuando salimos de viaje por un mes, pero volví a casa peor que nunca. Tenía muchas preocupaciones, una desilusión tras otra, y frecuentemente pensaba que no valía la pena vivir. En septiembre de 1904 oímos hablar por primera vez de la Ciencia Cristiana por medio de una niña que estaba en nuestro internado y que había sanado por medio del



Página 661



tratamiento de la Ciencia Cristiana. Adquirimos el libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy, y ¡qué revelación fue y es para nosotros! Sin duda es la fuente de la Verdad. Hacía muy poco tiempo que estaba leyendo Ciencia y Salud, cuando abandoné los anteojos, empecé a dormir bien y pronto sané mental y físicamente. Además de esto, ha traído armonía a nuestra escuela, donde había existido discordia y todo ha cambiado favorablemente. No puedo describir la felicidad que me ha proporcionado la Ciencia Cristiana; sólo puedo exclamar con el salmista: “¡Bendice, alma mía, a Jehová!” y que Dios bendiga a la Sra. Eddy.

Mi único objetivo ahora es vivir la Ciencia Cristiana, no sólo en palabras, sino en obras, amar más a Dios y al prójimo como a mí misma y seguir mansa y obedientemente todas las enseñanzas de nuestra Guía. Las palabras no pueden expre- sar mi gratitud hacia la Sra. Eddy por la Ciencia Cristiana. — S. A. K., Vancouver, British Columbia, Canadá.

Curación de una enfermedad intestinal

Cuando oí hablar por primera vez de la Ciencia Cristiana, llevaba nueve años padeciendo de una enfermedad intestinal muy dolorosa, la cual cuatro médicos ni siquiera pudieron diagnosticar, y cada uno de ellos atribuía a distintas causas los tremendos sufrimientos que me aquejaban. El último médico que consulté me aconsejó que no tomara más medi- cinas para estos ataques, ya que los medicamentos no podían llegar a la causa de la enfermedad, ni hacer ningún bien. En esa época supe de la Ciencia Cristiana y tuve la oportunidad de leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy durante unos cuantos minutos cada día por espacio de una semana, y como resultado sané. Al mirar hacia atrás,



Página 662



me doy cuenta de no haber sufrido en lo más mínimo, desde que empecé a leer este libro. Han transcurrido más o menos diecisiete años desde esta maravillosa curación, y no ha vuelto la enfermedad. Mi gratitud no tiene fin, y la mejor manera de expresarla es luchando con todas mis fuerzas por recorrer el sendero que tan amorosamente nos ha mostrado nuestra Guía en Ciencia y Salud. — Sra. J. W. C., Scranton, Pensilvania, E.U.A.


Sanada al leer el libro de texto


Después de tomar medicinas por cerca de un año, me vi obligada a dejar la escuela y ponerme bajo el cuidado de un médico por dos años, pero empeoré en vez de mejorar, mi estado se agravaba. Entonces me llevaron a especialistas, quienes declararon que mi caso era incurable, agregando que estaba en las últimas etapas de una enfermedad de los riñones y que no me quedaba mucho tiempo de vida. Poco después, mi tío me dio un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras y me pidió que lo estudiara. Al poco tiempo de estudiarlo, pude caminar varios kilómetros, lo que no había podido hacer durante tres años. También dejé de usar anteojos, que había usado por espacio de siete años, porque se me dijo que quedaría ciega si mis ojos no recibían el cuidado adecuado. Hace más de un año recibí la bendición de Dios y estoy disfrutando ahora de perfecta salud y felici- dad. Desde que empecé a leer Ciencia y Salud no he vuelto a usar anteojos, ni he tomado medicina alguna. — L. R., Spring Valley, Minnesota, E.U.A.

Página 663




Testimonio desde Escocia


Vine a la Ciencia Cristiana simplemente para obtener una curación física. Me sentía muy enferma y desdichada, y muy cínica e incrédula en cuanto a lo que oía de Dios y la religión. Traté de llevar mi vida a mi manera y dejé la religión a un lado. Era una gran creyente en el destino y en la fuerza de voluntad, y pensé ponerlos en lugar de Dios; como consecuen- cia de lo cual hice muchas cosas imprudentes y tontas. Ahora estoy muy agradecida de poder decir que mi perspectiva de la vida ha cambiado por completo; he comprobado tantas veces la sabiduría y la bondad de Dios, que gustosa y agradecida reconozco que mi porvenir está en Sus manos, y que todas las cosas deben resolverse para bien. He hallado a un Dios a quien puedo amar y adorar con todo mi corazón, y ahora leo la Biblia con interés y comprensión.

Sané de un reumatismo muy grave, simplemente leyendo Ciencia y Salud. Había probado muchas medicinas y también masajes, pero sin resultado, y los médicos me dijeron que siempre sufriría de esta enfermedad, porque era hereditaria y también porque había tenido fiebre reumática de niña. Sufría día y noche, y nada me aliviaba, hasta que la Ciencia Cristiana comprobó la falsedad de esta creencia eliminán- dola. Abandoné todas las medicinas que estaba tomando y desde entonces no he vuelto a tocarlas; de eso hace más de dos años. Anteriormente, había intentado a menudo pasarme sin una determinada medicina que había estado tomando todos los días durante diez años, pero siempre estaba enferma y tenía que volver a tomarla, hasta que descubrí que la Mente única es la única medicina, y entonces fui librada de todo sufrimiento.

También había padecido constantemente de ataques



Página 664



biliares, catarros y de un pecho débil; me habían aconsejado que no saliera en tiempo húmedo, etc., pero ahora me alegro de poder decir que me encuentro completamente libre de todas esas leyes materiales y salgo con cualquier estado del tiempo. — R. D. F., Edimburgo, Escocia.


Más vale sanarse que sufrir


Durante ocho años sufrí grandemente de debilidad pulmonar y después de recibir tratamiento de diez distintos médicos en los Estados de Illinois, Misuri y Colorado, se me dijo que no tenía esperanza de recuperarme de lo que ellos diagnosticaron como tuberculosis, que era hereditaria, pues mi padre también la había padecido. Estaba sumamente extenuada y apenas podía andar. Mi estado general se agravó con lo que los médicos llamaron parálisis intestinal. Tres médicos así lo diagnosticaron en diferentes ocasiones, y le aseguraron a mi esposo que solamente podría obtener alivio temporal. Y aun esto me era difícil conseguir, a pesar de mis desesperados esfuerzos. A veces el sufrimiento casi me enloquecía; después de ocho años de medicinarme, encontré que estaba empeorando. Durante cuatro años no había tenido acción normal de los intestinos, y sólo debido a supremos esfuerzos y recurriendo a medicamentos poderosos o medios mecánicos, con el sufrimiento resultante, podía producirse algún movimiento intestinal.

Nunca había oído hablar del poder curativo de la Ciencia Cristiana, y sólo por complacer a una amiga fui una noche, hace como tres años, a una de las reuniones de testimonios, en Boulder, Colorado. Mucho me impresionó lo que oí allí, y en seguida me propuse investigar esta extraña religión, con la esperanza de que pudiera hacerme algún bien. Compré el



Página 665



libro de texto, Ciencia y Salud, y desde el primer momento comencé a sentirme mejor y más fuerte, tanto física como mentalmente, a medida que adquiría mayor comprensión y procuraba poner en práctica lo que aprendía. En una semana me sentí mejor, sin medicinas, de lo que me había sentido durante muchos años con ellas, y antes que hubieran pasado tres meses, estaba mejor de salud de lo que había estado en toda mi vida, pues siempre había sufrido de los intestinos en una u otra forma. Desde esa época no he tomado ningún medicamento, y confío enteramente en la Ciencia Cristiana. Mis pulmones están ahora sanos, mis intestinos funcionan normalmente, mi salud en general es excelente, y puedo resistir sin fatiga tareas que antes me hubiesen postrado. El estudio de nuestro libro de texto fue el único medio que se empleó para lograr mi curación. — L. M. St. C., Matachín, Zona del Canal de Panamá.


Caso grave de eczema sanado


No hace más de dos años que pasé de la oscuridad a la luz de la Ciencia Cristiana, y para mí, la elevación espiritual ha sido maravillosa, sin mencionar la curación física. Las palabras no pueden expresar mi gratitud por los beneficios que recibí en ese tiempo. Durante cinco años había sufrido de esa terrible enfermedad, eczema, sobre todo mi cuerpo. Cinco médicos dijeron que no tenía remedio. El sufrimiento me parecía tan terrible como el infierno de fuego en que me habían enseñado a creer. Cuando conocí la Ciencia Cristiana, hace dos años, gracias a una querida amiga, esta me dio un ejemplar de Ciencia y Salud, y me pidió que lo leyera. Le dije que lo haría, porque yo era como alguien que se ahoga y que se aferra a una paja. Había estudiado la Biblia



Página 666



durante veintiocho años, pero cuando comencé a leer Ciencia y Salud junto con la Biblia, sané en menos de una semana. Nunca recibí tratamiento. Un caso de sarampión también sanó, veinticuatro horas después de su aparición. — Sra. M. B. G., Vermilion, Ohio, E.U.A.


Ciencia y Salud es una bendición inapreciable


Soy una testigo bien dispuesta del poder sanador de la Ciencia Cristiana, habiendo batallado durante toda mi vida contra la enfermedad y los experimentos médicos. Varios doctores admitieron al fin que habían agotado sus recursos y únicamente podían ofrecerme paliativos, diciendo que una curación era imposible. Padecía de parálisis intestinal, frecuentes jaquecas con indescriptible agonía, y mi existencia mortal casi llega a su fin por un tipo maligno de fiebre amarilla. Muchos eran los males que acompañaban esa desarmonía física; pero Dios avergüenza la sabiduría de los hombres, pues hace dos años, mientras estudiaba Ciencia y Salud, se levantó el velo de la ignorancia, y me fue mostrado que la salud perfecta era mi estado verdadero, en el cual no hay recaída. El uso constante de anteojos, que durante muchos años había parecido indispensable, resultó innecesa- rio y dejé de usarlos. La Sra. Eddy ha hecho que la lectura de las Escrituras sea para mí una fuente inagotable de consuelo. Por medio de su interpretación, “el camino del Señor” se ha iluminado para mí y los míos. Nos ayuda en nuestra tarea diaria de vencer la tiranía de la carne y su rebelión contra la dirección bendita del Cristo, la Verdad. El estudio diario de la Biblia y de nuestro libro de texto, trae a nuestra conscien- cia, cada vez más, el poder de Dios para la salvación. — J. C., Manatee, Florida, E.U.A.

Página 667




Un crítico convencido


Con gratitud hacia Dios reconozco mi deuda eterna con la Ciencia Cristiana. En 1895 asistí a mi primera reunión de la Ciencia Cristiana y quedé profundamente impresionado por el fervor de las personas y el amor que reflejaban, pero en cuanto a la curación espiritual del cuerpo físico, no creía que semejante cosa fuese posible. Compré Ciencia y Salud y lo estudié para poder debatir inteligentemente con los supuestamente engañados seguidores de la Ciencia Cristiana. Continué mi estudio cuidadosamente y a fondo, y desde entonces he tenido abundantes razones para alegrarme de haberlo hecho, pues, por medio de este estudio y el consi- guiente entendimiento de mi relación con Dios, sané de una enfermedad que me había afligido desde mi niñez y para la cual no se conocía remedio. Seguramente mi experiencia ha sido el cumplimiento, en parte, de las Escrituras: “Envió Su Palabra, y los sanó, y los libró de su ruina”. Creo que Ciencia y Salud revela la Palabra a la que se refiere David. — C. A. B. B., Kansas City, Misuri, E.U.A.


Nacida de nuevo


Fue en abril de 1904, que por primera vez oí la “voz callada y suave”* del Cristo y sané gracias a la Ciencia Cristiana. Desde entonces mis bendiciones han sido tantas, que ocuparía demasiado espacio mencionarlas. Educada desde mi niñez en una atmósfera intelectual, habiendo sido mi abuelo paterno ministro ortodoxo de la vieja escuela por espacio de cuarenta años, y mi padre un estudioso consagrado, siempre buscando la verdad de todas las cosas, comencé muy temprano a investigar y a meditar sobre el significado de la vida, y antes de cumplir veinte años, llegué a la conclusión de que, aunque *Según la Versión Moderna de la Biblia



Página 668



Dios probablemente existía en algún lugar remoto, era imposible relacionarlo con mi vida presente. Por tanto, mi más elevado credo era: “Haz lo que es justo, porque es justo, y no por temor al castigo”. Entonces comenzó el sufrimiento. Pena tras pena se manifestaba en rápida sucesión; por diez largos años no hubo reposo, el camino era en verdad largo y escabroso y no podía volver atrás, hasta que al fin mi salud, lo único que no había variado durante mis aflicciones, se quebrantó, y con ello se disipó mi última esperanza. Pero había llegado la última hora de la noche, y la aurora se estaba acercando. Una amiga muy querida dejó Ciencia y Salud sobre mi piano, diciendo que me beneficiaría mucho leerlo.

Alegre de alejarme de mis pobres pensamientos, abrí el “librito” y comencé a leer. Había leído por muy poco tiempo cuando se efectuó una maravillosa transformación. Fui renovada, nací de nuevo. Las meras palabras no pueden relatar la historia de la maravillosa elevación que me condujo a las puertas mismas del cielo. Cuando comencé a leer el libro, la vida era una carga, pero antes que hubiese terminado de leerlo por primera vez, ya estaba haciendo todo el trabajo doméstico y haciéndolo con facilidad; y desde ese día glorioso he sido una mujer sana. Mi salud es espléndida, y estoy procurando que mi luz alumbre de tal manera que otros puedan ser guiados hacia la verdad. He tenido algunas fuertes luchas con el error, y he aprendido que no se puede llegar al cielo de un solo salto, ni introducirse fácilmente dentro de sus puertas, sino que “pedir” y “buscar” y “llamar” deben hacerse con fervor y persistencia.

Por mucho tiempo estuve mirando hacia atrás, para ver si el error se había desvanecido, hasta que un día me di cuenta de que, para vislumbrar lo que el sentido espiritual significa, debía volver la espalda al sentido corpóreo. Entonces me puse a trabajar con fervor para encontrar el verdadero camino.



Página 669



Abrí Ciencia y Salud, y estas palabras estaban ante mi: “Si comprendiésemos a Dios en vez de meramente creer en Él, esta comprensión establecería la salud” (pág. 203). Vi que debía obtener la comprensión correcta de Dios. Cerré el libro y, con la cabeza inclinada en oración, esperé con anhelo alguna respuesta. Cuánto tiempo esperé, no lo sé, pero de repente, como un maravilloso estallido de luz solar después de una tormenta, me vino claramente este pensamiento: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Contuve la respiración, en lo profundo de mi pensamiento hambriento penetró el infi- nito significado de este “Yo”. Toda mi presunción, egotismo, egoísmo, todo lo que constituye el “yo” mortal, se desvaneció avergonzado. Caminaba como si fuera sobre tierra santa. Las palabras son inadecuadas para expresar en toda su amplitud esa elevación espiritual, pero lo comprenderán quienes hayan tenido experiencias semejantes.

Desde aquel momento he mantenido una consciencia comprensiva de la eterna presencia de un Dios infinito, que sólo es bueno. — C. B. G., Hudson, Massachusetts, E.U.A.


Se destruye una inquietud en cuanto a la existencia


Mediante la lectura de Ciencia y Salud y la consiguiente iluminación, sané de úlcera estomacal y otras dolencias similares, de una inquietud en cuanto a la existencia, de agnosticismo, etc. No intentaré describir la tortura que la enfermedad del estómago me hizo sufrir. El médico que me atendía dijo que podría vivir muy poco tiempo, y pensé que tenía que haber algún límite para mis sufrimientos; pero la enfermedad se desvaneció en la nada gracias a la Ciencia Cristiana, que me trajo paz.

Página 670



Como muchos otros, había estado aparentemente perdido en el mar del error, sin una brújula, aun cuando buscaba un refugio fervorosa y honradamente. Había investigado todas las religiones y filosofías que se me habían presentado, con excepción de la Ciencia Cristiana, que entonces no me había parecido digna de investigarse y que, no obstante, contenía la verdad misma que yo estaba buscando, la luz que “en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”. Siguieron tres años de obstinada resistencia a la Verdad, causándome cada vez más sufrimiento, hasta que llegó la luz y con ella una nueva experiencia. Ahora, después de nueve años de experiencia en la Ciencia Cristiana bajo pruebas severas, puedo verdaderamente decir que nunca me ha fallado en ningún momento de necesidad. — J. F. J., Cincinnati, Ohio, E.U.A.


Sanado moral y físicamente


No acepté la Ciencia Cristiana a causa de una curación propia, sino después que vi a mi madre que estaba siendo rápidamente arrastrada hacia la invalidez por el reumatismo, con la salud perfectamente restablecida, con sólo unos pocos tratamientos de la Ciencia Cristiana. Pensé que seguramente esta tenía que ser la verdad tal como la enseñó y practicó Jesús, y si era así, eso era lo que yo había estado anhelando.

Esto pasó hace como diez años y fue lo primero que jamás había oído acerca de la Ciencia Cristiana. Pronto obtuvimos un ejemplar de Ciencia y Salud, y comencé a averiguar, debi- damente, si la Ciencia Cristiana era la verdad. No pensaba estudiarla para sanar el cuerpo, pues, en realidad, no creía necesitarla para eso; pero mi alma ansiaba algo que no había podido encontrar aún. Este libro era, en verdad, una llave de las Escrituras.

Página 671



No hacía mucho que había estado leyendo cuando descubrí que mis ojos estaban sanos y fuertes. Podía leer cuanto quería y a cualquier hora, lo que no había podido hacer antes, pues mis ojos siempre habían sido débiles. Los doctores dijeron que nunca serían muy fuertes y que si no usaba anteojos podría quedar completamente ciego. Nunca me resigné a usar anteojos, y ahora, gracias a la Ciencia Cristiana, ya no los necesito. Mi trabajo durante los últimos dos años como empleado de correos del ferrocarril es una buena prueba. Al mismo tiempo que sanaron mis ojos, noté también que había sanado por completo de otra enfermedad de la que había padecido toda mi vida y que se consideraba hereditaria. Desde entonces mi crecimiento me ha parecido lento; sin embargo, cuando miro hacia atrás y contemplo cómo era yo antes de conocer la Ciencia Cristiana, compa- rando mi vida de entonces con la de ahora, sólo puedo cerrar los ojos ante el cuadro y regocijarme por haber “nacido de nuevo” y de que diariamente haya estado despojándome del “viejo hombre con sus hechos” y revistiéndome del “nuevo”.

Algunas de las muchas cosas que han sido vencidas con el estudio de Ciencia y Salud, y por medio de la comprensión y la práctica de la verdad que enseña, son el uso de malas palabras, el del tabaco, un carácter irritable, que a veces me causaba desdicha, tanto a mí como a quienes me rodeaban, y pensamientos tales como la malicia, la venganza, etc. — O. L. R., Fort Worth, Texas, E.U.A.


Salud y comprensión logradas


Pasé la mayor parte de mi niñez en manos de médicos. Desde mi nacimiento fui considerado un niño muy débil, pero mi madre era valiente, y como se dedicaba mucho a mí,



Página 672



empleó todos sus conocimientos y fuerzas en mi bienestar. La enfermedad y los medicamentos estaban continuamente delante de mí, y cuando llegué a la adolescencia pensaba que conocía un remedio material para cada enfermedad. Seguí en mi error, porque nunca me dijeron la verdadera causa de mi dolencia. Además de estar bajo el cuidado de un eminente especialista durante dos años, también era paciente externo de un hospital muy renombrado, pero no sané. Es maravilloso como los “pequeños” son cuidados ante todas estas aparentes dificultades. Siempre acostumbraba a orar las oraciones que me habían enseñado, y a medida que crecía empecé a anhelar sabiduría. Poco a poco nació en mí el deseo de libertad, y mis oraciones me condujeron finalmente a la verdad. La primera semana que supe de la Ciencia Cristiana visité la casa de unos amigos Científicos Cristianos muy queridos, y al instante me sentí vivificado por la pureza de sus pensamientos y su ejemplo. Compré un ejemplar de Ciencia y Salud, y después de estudiarlo un rato con la Biblia, me di cuenta de que si la Biblia era verdad, Ciencia y Salud también tenía que ser verdad. Comencé a hacer demostraciones sobre mi estado físico y mental, y tan pronto como el temor y el dolor empezaron a abandonarme, me sentí animado a seguir adelante. Sané, y dejé de quejarme. Seguí estudiando nuestro libro de texto, y cuando comprendí algo acerca de la Ciencia de la Mente, mi primer pensamiento fue ayudar a otros. Fui guiado a donde podía progresar en la Ciencia, y ya no fui “llevado por doquiera de todo viento de doctrina”, sino que me adherí al Principio tan firmemente como me fue posible. Desde el momento en que estuve consciente de haber sido sanado, me abandonó el deseo de usar remedios materiales, porque al instante la Ciencia Cristiana me señaló el camino para atacar la causa de la



Página 673



discordia y la enfermedad. Lo único que tuve que abandonar fueron las falsas creencias de la mente mortal. La Ciencia Cristiana me enseñó entonces a amar la iglesia y a apreciar lo que ya había hecho por la humanidad. Me acordé a menudo del viejo refrán: “La caridad empieza por casa”, y después de tres años de preparación, me sentí capaz de llevar la Ciencia Cristiana a mi hogar, donde encontró, a su debido tiempo, cordial acogida y discípulos dispuestos. Eso me causó aún más alegría que mi propia curación. Cuanto más se manifestaba el bien, tanto mayor era mi amor por la verdad. La Ciencia Cristiana cambió el curso de mi vida desde el comienzo y dio a mi vida dirección y propósitos más nobles. Ya no me dejé influenciar tan fácilmente por los defectos de otras personas, cuando aprendí que el mal no era ni personalidad ni lugar. Tampoco me sentía ofendido tan fácilmente cuando descubrí la manera de trabajar de forma desinteresada por la edificación de la Causa. — A. E. J., Toledo, Ohio, E.U.A.

Un socorro siempre presente encontrado

El 23 de marzo de 1900, cuando cumplí setenta y un años de edad, recibí de una de mis hijas un ejemplar de Ciencia y Salud. Aunque era un lector constante de toda clase de perió- dicos y libros, nunca había oído decir nada acerca de la Ciencia Cristiana, con excepción de aquella primavera en que había leído una breve nota en un periódico de San Francisco, escrita por un clérigo ortodoxo, en que se refería a los Científicos Cristianos de manera no muy favorable.

En el libro de la Sra. Eddy me encontré con muchos pensamientos que no entendí en mi primera lectura, pero, con mi continuo y cuidadoso estudio y la mucha ayuda que me



Página 674



proporcionaron mis conocimientos de química y filosofía natural, pronto abandoné la creencia de sensación en la materia, la así llamada sustancia elemental. Una tarde puse la correa de transmisión a la sierra circular, a fin de cortar leña para el fuego y también para partir en dos un pequeño madero de construcción. Al hacer esto, el madero se cerró y se trabó la sierra. Tomé una pequeña cuña de madera y traté de meterla en la hendidura que había hecho la sierra, pero un pedacito de hielo impulsó el madero hacia atrás y me saltó a la cara con tanta fuerza que al rebotar en la mejilla izquierda cayó sobre la nieve como a seis metros de distancia. La sangre salpicó la nieve junto a la mesa de aserrar, y al tocarme la cara me di cuenta de que tenía dos heridas, una sobre la mandíbula y la otra más arriba, en el pómulo, del tamaño de una moneda de un dólar. “Bueno”, me dije. “¡He aquí un caso de cirugía!” y sin más ceremonias, comencé a tratar el caso lo mejor que sabía, con el resultado de que se contuvo la sangre casi instantáneamente y también se me quitó el punzante dolor que comenzaba a sentir. No presté más atención al incidente, sino que terminé mi trabajo y después me fui a cenar. Cuando me lavé la cara, sentí una gran hinchazón sobre la mandíbula, donde me había golpeado el trozo de madera, pero después de mi lectura acostumbrada me acosté y dormí toda la noche hasta cerca del amanecer, cuando un dolor en el lado derecho me des- pertó. Al tocar con la mano sentí que había otra hinchazón en el mismo lado, pero lo traté y me volví a dormir. Aunque luego supe que la mandíbula se me había fracturado, nunca perdí ni una hora de trabajo después del accidente. No hay cicatriz, solamente una pequeña mancha roja sobre la mejilla, y las protuberancias sobre el hueso hace mucho que han desaparecido.

Página 675



Resumiendo los beneficios que he recibido con la lectura de Ciencia y Salud, no puedo menos que referirme a una enfermedad que tenía desde la guerra (1862), cuando una diarrea crónica y maligna estuvo a punto de terminar con mi existencia material. El oído también estaba seriamente dañado, por los efectos del estampido de los cañones en Shiloh, pero lo he recuperado, y yo, que antes no me atrevía a comer ni siquiera una naranja o unas uvas, puedo comer ahora de todo sin que me haga daño. Mi paz mental me está dando un reposo que jamás había experimentado antes en mi vida, y he cesado de buscar lejos la presencia divina que siempre estuvo cerca, aun cuando yo no lo sabía. — L. B., Baldy, Nuevo México, E.U.A.


Muchos problemas físicos y mentales vencidos


Hace menos de un año, cuando nada más que problemas parecían rodearme, fui guiada a la Ciencia Cristiana. Un ejemplar de Ciencia y Salud, propiedad de mi madre, se hallaba siempre sobre la mesa, pero yo rara vez lo leía. Sin embargo, un día era tan grande el conflicto mental, que comencé a leer con la esperanza de encontrar paz. Desde entonces, todos los días la Biblia y Ciencia y Salud han sido mis compañeros. En aquella época sufría de una grave erupción en la cara, que ya había durado dos años. Habíamos consultado a varios médicos y empleado todos los remedios que nos fueron aconsejados para curar el mal, pero comprobaron ser inútiles. Había abandonado toda esperanza de ser sanada, ya que el último médico que consultamos declaró que lo que tenía era tuberculosis de la piel y que era incurable. Pocas semanas después que empecé a leer, me



Página 676



sorprendió ver que tenía la cara casi sana y ahora mi mejilla está perfectamente suave y las cicatrices van desapareciendo.

En abril nació mi hijo, estando presentes sólo la practi- cista y una amiga mía. Sufrí muy poco, y al tercer día pude bajar las escaleras. Puedo amamantarlo, un privilegio que no tuve cuando nació mi primer hijo. El niño es la imagen de la salud, no habiendo estado enfermo ni un solo día desde su nacimiento. — K. E. W. L., Mt. Dora, Florida, E.U.A.


Obtención de una nueva vida


Al abandonar mi hogar, de joven, llevaba conmigo una protección contra las tentaciones de toda gran ciudad: las oraciones de una madre y una pequeña Biblia. Por algún tiempo leí la Biblia y oré, aunque sin ninguna comprensión. Esto no bastaba, y el mal parecía lograr la victoria. Pronto dejé de leer la Biblia; olvidé recurrir a Dios en oración y pedir Su dirección y ayuda, y busqué en el mundo lo que nunca ha tenido ni jamás puede dar: salud, paz y alegría.

Por consiguiente, cuando la Ciencia Cristiana llegó a mi hogar, años después, me encontró sin la costumbre de orar, de ir a la iglesia y sin Dios; vivía en un hogar discordante y sin idea o conocimiento de las cosas espirituales. Hasta entonces, hacía años que mi esposa había estado buscando la salud por medio de los médicos, pero sin éxito, y, como último recurso, fue enviada a la Ciencia Cristiana. El auxilio recibido fue tan maravilloso que me hizo comenzar el estudio de Ciencia y Salud. El primer efecto que experimenté de la lectura de nuestro libro de texto fue un gran amor por la Biblia y un deseo de leerla, algo que no había hecho por años. Me dirigí a Dios en oración silenciosa, a fin de poder encontrar la luz y la verdad que me capacitarían para ser un hombre mejor.



Página 677



“Os es necesario nacer de nuevo”. De esa manera, y como un niño, fui enseñado a orar “la oración eficaz del justo” que “puede mucho”. En unas cuantas semanas de estudio de Ciencia y Salud, juntamente con la Biblia, y sin otra ayuda, sané del deseo de tomar bebidas alcohólicas, que por tantos años había cultivado, y del uso del tabaco. Diez años han transcurrido, y esos vicios ya no han vuelto a tentarme. Nunca he vuelto a beber o usar el tabaco en forma alguna, desde entonces hasta la fecha. Seguramente el siguiente pasaje de las Escrituras se ha cumplido en nuestro hogar: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” ¿Cómo podremos apreciar el valor de un libro cuya lectura trae tal transformación y regeneración? Solamente a medida que nos esforzamos por vivir lo que enseña, haciendo lo posible por llevarlo a la práctica, podemos comenzar a pagar nuestra deuda con Dios, y con ella, a quien Él ha enviado para aclarar al entendimiento humano la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús. — W. H. P., Boston, Massachusetts, E.U.A.


Una voz desde Inglaterra


Por varios años me sentí muy agobiada, sin estar lo sufi- cientemente enferma como para ser considerada una inválida, pero sufriendo de fatiga y debilidad más de lo que las palabras pueden describir. Creyendo que ésta era la voluntad de Dios, no pedí ser sanada, aun cuando me medicinaba constante- mente. Sufría de dispepsia, congestión del hígado y muchas otras cosas, incluyendo debilidad de la vista. Con todas las medicinas y con los diferentes cambios en busca de descanso, no recuperaba la salud, y pensé que nunca lo lograría; así es que pedí en oración la fortaleza necesaria para llevar mi



Página 678



cruz pacientemente, en consideración a los demás. Un día, mientras estaba exhausta, recostada sobre mi diván, cosa que era común en mí, me vinieron estas palabras: “Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Me levanté, y de rodillas oré: “Dios mío, sáname”. Estaba contando esto a una amiga, y amablemente me dio un Sentinel. ¡Imaginen mi gozo al ver los testimonios de curaciones! Creí en ellos, recordando las palabras de nuestro Señor: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Obtuve un ejemplar de Ciencia y Salud, y antes que hubiese transcurrido una semana, me di cuenta de que si Dios era mi todo, yo no necesitaba lentes. Mis ojos sanaron en pocos días, y desde entonces jamás he vuelto a pensar en los lentes. También sané de dispepsia, y, desde entonces, nada de lo que como me hace daño. Después fue destruida la creencia en las leyes de salud sabiendo que nuestro Padre celestial no las hizo, y de esto resultó la hermosa experiencia de poder vencer la fatiga.

Esto solo me llena de gratitud sin límites. Sin duda alguna son verdaderas las palabras: “Correrán, y no se can- sarán”. Esto sucedió hace más de un año, y puedo asegurar que ni una sola vez he sentido deseos de recostarme en mi diván, ni he tenido dolor de cabeza, aun cuando trabajo más que nunca. El temor también ha sido vencido de muchas maneras. — A. L., Chelmsford, Inglaterra.


Apetitos depravados vencidos


Cuando la Ciencia Cristiana vino a mí por primera vez, o mejor dicho, cuando yo vine a la Ciencia Cristiana, no tenía una opinión muy mala de mí mismo, pues pensaba que era yo una persona bastante buena. No tenía opiniones religio- sas. Me parecía que vivía tan bien, si no mejor, que algunos



Página 679



que profesaban el cristianismo. Así me dejé llevar sin rumbo fijo hasta que fui guiado a investigar la Ciencia Cristiana.

A medida que progresaba en la comprensión obtenida del estudio, tanto de Ciencia y Salud como de la Biblia, y comen- zaba a conocerme a mí mismo, encontré que un gran cambio se había operado en mí. Por quince años había usado tabaco, lo mascaba y lo fumaba; por diez años había sido esclavo del alcoholismo; también estaba acostumbrado a usar malas palabras. La Ciencia Cristiana me quitó todos estos vicios. Una enfermedad del estómago y otros males menores, tales como dolores de cabeza, mal genio, un amor exagerado al dinero, etc., desaparecieron bajo la misma influencia benigna. Aquellas cosas que parecían ser placenteras ahora no me proporcionan placer. No eran placeres verdaderos. Nada he perdido ni sacrificado, pero mucho he ganado, aunque me doy cuenta de que todavía me falta mucho.

El estado mental de uno antes de investigar la Ciencia y después de haberla investigado es tan diferente como lo blanco de lo negro. Como dice la Sra. Eddy: “No la materia, sino la Mente, satisface”. — G. B. P., Henry, Dakota del Sur, E.U.A.


Catarro estomacal sanado


Desearía expresar mi gratitud por los muchos beneficios que he recibido por medio de la Ciencia Cristiana, y mencio- nar el gran gozo que me produjo el pensamiento de que el hombre no es víctima indefensa del pecado, la enfermedad y la muerte. Mediante sus enseñanzas me ha sido posible vencer muchos errores.

Cuando me fue presentada la Ciencia Cristiana, en Chicago, hace un año en abril, sufría de catarro estomacal en forma muy persistente y había sido un esclavo del hábito



Página 680



del cigarrillo durante dieciocho años. El dolor y la debilidad me habían privado de todo cuanto uno más estima. Los primeros síntomas de la enfermedad aparecieron hace aproxi- madamente cinco años en la forma de calambres muy agudos en el estómago, y, finalmente, se desarrollaron otros síntomas de esa dolorosa enfermedad. Me mediciné continuamente, haciendo cada día más rigurosa mi dieta, hasta que mi alimen- tación diaria llegó a consistir de tres rebanadas de pan tostado.

En estas condiciones partí del este de los Estados Unidos para radicarme en Chicago, esperando que un cambio de clima me beneficiara. Después de permanecer allí por seis semanas, sin encontrar alivio, decidí regresar al este. El domingo por la mañana, antes de partir, compré una edición dominical de un periódico, y al leer los avisos religiosos, me fijé en los anuncios de los servicios de las iglesias de la Ciencia Cristiana. La curiosidad me condujo a uno de esos servicios, y jamás olvidaré aquella mañana como tampoco la sorpresa y la alegría que me causó encontrar aquella hermosa iglesia, y saber que un número tan crecido de personas creía verda- deramente que Dios sana a los enfermos hoy en día. Esto me trajo el primer rayo de esperanza. El servicio vespertino me encontró presente otra vez. Entre los avisos que se leyeron aparecía el de la Sala de Lectura, dando su dirección y hora de apertura. El lunes por la mañana fui puntualmente a dicha dirección, y el primer libro que tomé fue Ciencia y Salud, el cual me abrió un nuevo mundo.

Había estado a dieta por tanto tiempo y sufrido tanto, que sentía un miedo morboso al alimento. Cuando leí el pasaje que decía: “Ni los alimentos ni el estómago, sin el consen- timiento de la mente mortal, pueden hacerlo sufrir a uno” (Ciencia y Salud, pág. 221), salí de la Sala de Lectura para comer algo. Encontré una panadería cerca de allí y compré



Página 681



una bolsa de pasteles que me comí, y poco después disfruté de una comida completa, sin el menor malestar en el estómago.

Desde entonces hasta ahora he comido cuanto he deseado y el deseo intenso de fumar que tuve por tantos años ha desaparecido totalmente. La comprensión de la Verdad, que me sanó por completo del estómago enfermo, también me sanó del vicio morboso del cigarro. Después de regresar al este, compré un ejemplar de Ciencia y Salud, el cual he leído diariamente, y encuentro que es una ayuda constante en todos los asuntos de la vida.

En mi hogar y en el trabajo hallo que esta Ciencia es un consuelo y una fuente de fortaleza. He encontrado muchas dificultades en el camino, pero ella me ha ayudado a vencer- las todas. — W. E. B., New Britain, Connecticut, E.U.A.


Curación de la espina dorsal


Cuando por primera vez oí hablar de la Ciencia Cristiana, hace siete años, supuse que sería una vieja moda pasajera bajo un nuevo nombre. En la pequeña ciudad del estado de Texas donde vivíamos entonces, había dos o tres Científicos Cristianos que se reunían en la casa de uno de ellos para leer la Lección‐Sermón. Un día, al encontrarme con uno de ellos, le pregunté si los que no eran creyentes podían asistir a sus reuniones; me contestó que si querían podían hacerlo. Fui allí esperando que hicieran algo que pudiera provocar risa al contárselo a mis amigos. Cuánto me sorprendí al ver que lo único que hacían era leer de la Biblia y de otro libro, que llamaban Ciencia y Salud. Todavía pensé que todo aquello era una tontería, pero resolví seguir yendo a las reuniones hasta que descubriera todo lo que creían. Y así lo hice, hasta que comencé a entender algo de lo que sabían, no de lo que



Página 682



creían; y en vez de desperdiciar el tiempo contándoles a otros qué cosa tan tonta era la Ciencia Cristiana, estoy ahora procurando encontrar palabras para decir qué cosa tan grande y maravillosa es. Mediante el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud he sanado de una enfermedad de la espina dorsal considerada incurable, de la que había padecido desde hacía diez años. Ciencia y Salud ha sido mi único maestro, y deseo dar las gracias a nuestra querida Guía.

No hay ningún otro Científico Cristiano cerca de donde vivimos ahora, pero tengo mi Cuaderno Trimestral, y estudio sola las lecciones. Tengo cinco hijos pequeños, y la Ciencia Cristiana me es de gran valor para controlarlos y para vencer las enfermedades corrientes que se les presenten. A menudo se ayudan unos a otros para vencer sus pequeñas lastimaduras y temores. — Sra. M. H., Oleta, Oklahoma, E.U.A.


Muchos problemas vencidos


En el segundo capítulo de la Primera Epístola de Pedro, versículo noveno, leo: “que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Las publi- caciones, tan sabiamente establecidas por nuestra Guía, nos proporcionan un medio de expresar alabanzas a la Verdad.

Llevarme de la oscuridad del dolor y el cansancio físicos a la luz de la salud y la alegría en el trabajo y en la vida —de las tinieblas de una vista nublada a la luz de una visión más clara, de la oscuridad de la duda y de la discordia a la mara- villosa luz de la realidad del bien— esto es lo que la lectura del libro de texto de la Ciencia Cristiana ha hecho por mí.

Cuando me facilitaron el libro, enseñaba en las escuelas públicas de Chicago y mis ausencias del trabajo, a causa de enfermedad, ocurrían con frecuencia. Por espacio de cinco



Página 683



semanas había estado bajo el cuidado de un especialista, debido a una enfermedad orgánica, y me dijo que tendría que seguir viniendo durante cinco meses antes que pudiera efectuarse una curación. Fue entonces que se me informó de Ciencia y Salud. Nunca creí que la lectura de ese libro pudiera sanarme, pero mi pensamiento cambió tanto que sané, no sólo del padecimiento orgánico, sino de la vista borrosa, de fatiga y de una serie de otras manifestaciones discordantes. No volví a ver al especialista sino cuatro meses después, cuando fui a pagar mi cuenta (que dicho sea de paso era cinco veces más de lo que pagué por Ciencia y Salud). Desde que empecé a leer el libro, di mis clases con regulari- dad, sin perder un solo día de trabajo. También fui ayudada en mi trabajo de muchas otras maneras.

Leyendo el libro de texto aprendí que Dios nos ha dado fuerzas para hacer todo lo que tenemos que hacer y que lo que no debemos hacer (envidiar, contender, rivalizar, vanagloriarnos, etc.) es lo que deja en su camino una estela de fatiga y discordia.

La gratitud que siento hacia nuestra amada Guía, la Sra. Eddy, y sus fieles alumnos, con quienes entablé relaciones amistosas más tarde, puede expresarse solamente por los esfuerzos diarios para poner en práctica lo que se ha ense- ñado. — T. H. A., Madison, Wisconsin, E.U.A.


Prejuicios vencidos


Comencé a interesarme por la Ciencia Cristiana hace algo más de tres años, cuando tenía gran necesidad de ayuda. Nunca había sido robusta, y al crecer me puse más débil, hasta que al fin me sentí tan mal, que la vida vino a ser una carga para mí. Me enviaron Ciencia y Salud, por la Sra. Eddy,



Página 684



según me parece, en respuesta a mis oraciones. Tenía un poco de temor de todas estas modas pasajeras, como yo las suponía, pero no había leído mucho cuando sentí que había encontrado la verdad que nos hace libres. Sané de la enferme- dad del estómago, de debilidad interna y de ataques biliares.

Un médico me había dicho que tal vez tendría que someterme a una operación para recuperar la salud; pero gracias a esta Verdad, he encontrado que la única operación necesaria es la regeneración de la así llamada mente humana al aprender a conocer a Dios. En muchos casos me ha sido posible ayudarme a mí misma y a otros.

Las palabras no pueden expresar mi gratitud hacia la Sra. Eddy y hacia todos los que ayudan a dar a conocer estas gran- des verdades para beneficio del mundo entero. — E. E. M., Huntington, Virginia del Oeste, E.U.A.


Un testimonio convincente


Llegué a interesarme por la Ciencia Cristiana hace cerca de cinco años, habiéndome atraído la naturaleza práctica de sus declaraciones, y tengo que decir desde el comienzo que, a pesar de mi poca experiencia, he encontrado en ella todo y más de lo que había soñado que podría realizarse sobre este plano de existencia. Estoy convencida de haber encontrado la Verdad. Dios es para mí, por cierto, un socorro siempre presente.

Mi hijita, que tenía alrededor de diez meses de edad, sufría de estreñimiento. El mal era tan grave que temía salir con ella, no sabiendo nunca cuándo iba a tener una convul- sión. Había probado todos los remedios acostumbrados para tales casos, pero el mal parecía hacerse cada día más tenaz. En nuestra casa vivía una Científica Cristiana que dejaba que su luz alumbrara y, aunque hablaba poco, yo sentía el reflejo



Página 685



del Amor. Yo no tenía conocimiento de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, excepto que Dios es el médico en todo momento. A mi modo, creía que Él era todopoderoso, así es que un día dije a mi marido: “Estoy harta de medicinar a la niña, y voy a ponerla en manos de Dios, para ver qué hará Él. Ya he hecho todo lo que he podido”. Hice lo que había dicho, deposité mi carga a los pies de Dios y la dejé ahí. A los dos días la niña estaba completamente bien, y desde entonces ha estado libre del mal. Tiene ahora seis años de edad. Algunos meses después, se presentó una segunda prueba. Despertó una noche, como a las nueve, llorando y cubriéndose con la mano un oído. Para el sentido humano se estaba formando un absceso. Estaba a solas con ella. Tomé Ciencia y Salud y la Biblia, pero mientras más trabajaba, más gritaba la niña. El error seguía aconsejándome remedios materiales, pero yo dije con firmeza: “No; no volveré al error. Dios me ayudará”. En ese momento mismo pensé en mi propio temor, cuán excesivo era, y recordé una conversación que tuve con la Científica Cristiana que me habló de la verdad por primera vez. Me dijo que siempre había encontrado provechoso darse un tratamiento a sí misma, expulsando sus propios temores, antes de tratar a sus pacientes. Recosté a la niña y nuevamente tomé el libro Ciencia y Salud, y leí las siguientes palabras:

“Cada desafío a nuestra fe en Dios nos hace más fuertes. Cuanto más difícil parezca la circunstancia material a ser vencida por el Espíritu, tanto más fuerte debiera ser nuestra fe y tanto más puro nuestro amor. El Apóstol Juan dice: ‘En el Amor no hay temor, sino que el perfecto Amor echa fuera el temor’ ” (Ciencia y Salud, pág. 410). Levanté los ojos, el llanto había cesado, la niña sonreía, y en pocos minutos me pidió que la pusiera en la cama. No ha habido más dificultad de esa naturaleza.

Página 686



Desde entonces he visto el poder de la Verdad vencer el error en muchas formas, entre otras el crup, la tos ferina, amigdalitis, etc. Estoy agradecida por todas esas pruebas, pero mucho más por la enseñanza espiritual de amar, de perdonar, de dominar mi lengua y acabar con la crítica. — M. A. H., Brockton, Massachusetts, E.U.A.


Sanada física y espiritualmente


Había estado yo tomando remedios continuamente por muchos años. Por último caí enferma repentinamente sin poder abandonar mi habitación por cerca de dos meses. Después salí de viaje por tres meses, suponiendo que podría volver en condiciones de continuar mi trabajo. Mejoré mucho, pero el temor a la tuberculosis aguda se había apoderado de mi médico, mi familia y mis amigos, quienes me pusieron en guardia contra el invierno venidero. Muy pronto los resul- tados de aquel temor se manifestaron. Había trabajado sólo tres semanas cuando volvieron todos los dolores y achaques, y tenía que acostarme tan pronto como llegaba a casa, de modo que mi vida no ofrecía placer alguno. Mi jefe me aconsejó ver al médico y dijo que tal vez no debería trabajar ese invierno. Entonces recurrí a la Ciencia Cristiana. Me era imposible dejar de trabajar y vivir lejos de mi hogar, tampoco quería depender de doctores y medicinas por más tiempo. Tomé el libro y lo leí de camino al trabajo; al mediodía me acosté en un diván, en vez de salir a almorzar, y me quedé dormida. Cuando desperté me sentía como una persona diferente, habiendo desaparecido todos los dolores y achaques; estaba libre. Estaba tan feliz que casi no podía contenerme; para el sentido material aquello era maravilloso. Mientras cami- naba, iba diciendo: “Maravilloso, maravilloso, maravilloso”,



Página 687



y trataba de comprender “la declaración científica del ser”, repitiendo de vez en cuando partes de ella y meditando. Leí el libro cuatro veces seguidas y cada vez encontraba algo más para ayudarme en mi comprensión.

Esta curación ocurrió en octubre de 1901, sin otra ayuda que Ciencia y Salud; poco después sané de otros males cró- nicos. En febrero pude deshacerme de los anteojos que había usado por diez años y medio por padecer de astigmatismo. Los oculistas me habían dicho que siempre tendría que usar lentes. Al mes siguiente mi padre me pidió que lo ayudara, pues sufría mucho de estreñimiento, dispepsia y neuralgia. Había estado subsistiendo con salvado, casi muriéndose de hambre hasta verse en el más lamentable estado, y siempre tenía las piernas tan frías que debía tenerlas envueltas en frazadas. Me sentí muy humilde cuando me pidió ayuda, y le dije que sería mejor que llamara a un practicista, pues yo jamás había dado tratamientos a nadie, pero él no consintió en tener a nadie más que a mí. Por fin le dije que trataría, pero que no debía culpar a la Ciencia si no sentía alivio, pues mi falta de comprensión, y no la Ciencia, sería la culpable. A petición mía leyó Ciencia y Salud, comió cuanto quiso y no empleó medicinas en forma alguna. Después de dos tratamientos me informó que había sanado de esa esclavitud de treinta años. En vista de todas estas señales que siguieron a mi aceptación de la Ciencia Cristiana, supe que esta tenía que ser verdad. — R. L. A., Chicago, Illinois, E.U.A.


Una voz desde el sur


Fui delicada desde mi niñez y mis padres no creían que me fuera posible vivir más de unos cuantos años. Sin embargo, seguí viviendo aun cuando no experimenté mucha mejoría



Página 688



en mi salud. Los viajes y el cambio de clima me trajeron solamente alivio pasajero y los médicos no me dieron nin- guna esperanza de poder restablecerme por completo.

Como último recurso comencé a leer el libro Ciencia y Salud, y antes de acabar de leerlo me di cuenta de que su autora estaba divinamente autorizada para traer este mensaje espiritual a un mundo expectante. Mediante esta sola lectura se restableció mi salud, y sané de una enfermedad que todos los médicos habían considerado incurable.

Por esto, junto con la bendición más grande y más elevada por habérseme revelado la realidad espiritual del ser, estoy sumamente agradecida.

¿Qué podemos dar a cambio de tales beneficios recibidos y posibilitados gracias a la vida consagrada de nuestra amada Guía? Solamente siguiendo las enseñanzas de nuestro libro de texto y, mediante nuestra afectuosa obediencia a sus admoniciones oportunas y tiernas, podemos demostrar nuestra verdadera gratitud. — F. H. D., De Funiak Springs, Florida, E.U.A.


Sanado después de mucho sufrimiento


Un testimonio publicado en el Journal me indujo a investigar la Ciencia Cristiana, y espero, a la vez, ser el medio para guiar a alguien a ver la belleza de esta verdad salvadora y conocer correctamente a Dios y la relación del hombre con Él. Sé por experiencia que el prejuicio y la equivocación en cuanto a lo que es la Ciencia Cristiana impiden a muchos gozar de las bendiciones que concede.

Había estado tomando específicos farmacéuticos durante varios años y también estuve en uno de los mejores sanato- rios de los Estados Unidos, pero no sané; no obstante, recibí



Página 689



algún beneficio, por lo cual siempre estaré agradecido a los médicos, que hicieron por mí todo lo que les fue posible. A veces pensaba que había agotado todos los remedios, pero no me desanimé, pues sentía que alguna cosa tenía que sanarme, si sólo me fuera posible encontrarla.

En ese estado de ánimo conocí la Ciencia Cristiana, y des- pués de leer varios números del Journal compré un ejemplar de Ciencia y Salud. Leí a ratos durante varios días. Empecé a mejorar, y en una semana más o menos había sanado de la mayor parte de mis males, entre los cuales se encontraban la dispepsia y una debilidad nerviosa.

Aunque ya había oído hablar de la Ciencia Cristiana, nunca oí decir que la simple lectura del libro de texto de la Ciencia Cristiana hubiera sanado a alguien. Empecé a leer para indagar lo que era la Ciencia Cristiana, pero me sorprendí al encontrar que estaba mejorando, y pronto tuve la certeza de que la teología de Ciencia y Salud era lo que me sanaba, tal como fue la teología de Jesús lo que sanaba a los enfermos.

Me ha comprobado también que no puede haber una Iglesia de la Ciencia Cristiana que no sane a los enfermos y a los pecadores, porque la curación viene como resultado natural de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. La Biblia ha llegado a ser una nueva revelación para mí, y la puedo leer con mucho más comprensión por la luz que recibo al leer Ciencia y Salud. — A. F. M., Fairmont, Minnesota, E.U.A.


A través de grandes tribulaciones


Cuando intento explicar lo que la Ciencia Cristiana ha hecho por mí, me faltan las palabras. Por espacio de veinte años padecí continuamente de la espina dorsal, que me había lastimado siendo pequeña. De niña sufría tanto, que miraba



Página 690



las estrellas y rogaba a Dios, quien yo creía estaba allá arriba, que me quitara de la tierra, porque estaba tan cansada. Una gran muralla de dolor parecía separarme de los placeres que los demás disfrutaban, y no podía explicar lo que sentía, porque nadie me podía entender. Pasaban los años, y vi des- aparecer mi felicidad terrenal; mi corazón estaba quebrantado y no sabía qué hacer. Imploraba socorro día tras día y noche tras noche, aunque no estaba segura de lo que era Dios ni dónde estaba Él. Únicamente sabía que yo sufría y necesitaba ayuda, y que no había ayuda terrenal para mi mente ni para mi cuerpo. Siempre amé la pureza, la verdad y la rectitud, y el mal me parecía una terrible realidad. Era incapaz de conten- der con ello y estaba desesperada. Este era mi estado cuando comencé a leer Ciencia y Salud. Estaba en condiciones de recibir su mensaje, y en aproximadamente diez días logré una maravillosa vislumbre de la verdad que sana a los enfermos y consuela a los quebrantados de corazón. Todo dolor se desvaneció, y tuve una vislumbre del cielo nuevo y la tierra nueva y empecé a ser alimentada por el Amor divino.

Durante muchos años había sufrido de insomnio. Aquella noche descansé como una criatura y me desperté a la mañana siguiente sana y feliz. Un torrente de luz iluminaba diaria- mente las páginas del “librito”, y la revelación que tiene para todos vino a mi corazón expectante. “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” se posó sobre mí, y un gozo demasiado profundo para ser expresado en palabras trans- formó mi vida. Mis oraciones fueron respondidas, porque había encontrado a Dios en la Ciencia Cristiana.

La Biblia, de la que sabía muy poco, llegó a ser mi estudio constante, mi gozo y mi guía. El ejemplar que compré en la época en que sané, está marcado desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Tan continuamente estuvo en mis manos durante



Página 691



tres años, que se gastaron las tapas y se aflojaron las hojas, de manera que he tenido que sustituirlo por uno nuevo. Entre las dos y las tres de la mañana frecuentemente me encontraba absorta en sus páginas, y se me hacían más sagradas cada día, y la ayuda que recibí, en consecuencia, fue maravillosa, por lo que no encuentro palabras para expresar mi gratitud. — I. L., Los Ángeles, California, E.U.A.


Testimonio útil


Las palabras no pueden expresar mi gratitud a Dios por la Ciencia Cristiana. Cuando leí Ciencia y Salud por primera vez, ya había probado todos los remedios que conocía. Pero no recuerdo haber sentido cambio alguno en la mente o en el cuerpo, hasta que leí la página 16 del capítulo llamado “La ora- ción” en Ciencia y Salud. Las primeras palabras del “sentido espiritual del Padre Nuestro”, que hablan de nuestro Padre- Madre Dios, me dieron una vislumbre de la luz celestial. Me detuve y razoné, y recordé las enseñanzas de Jesús. La verdad del ser espiritual del hombre alboreó en mi consciencia. Comprendí que no estaba sujeto a leyes mortales, tal como se me había enseñado toda mi vida. No sabía explicar cómo lo supe, pero ciertamente lo supe. Por medio de la Ciencia Cristiana la Sra. Eddy me había dado lo que había anhelado toda mi vida: una Madre, un “Padre‐Madre Dios” perfecto. Me había dado cuenta de que había una gran carencia, y en aquel entonces creía que el mundo ortodoxo poseía sólo la mitad de la verdad que Jesús vino a establecer. Al leer las palabras: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” y su interpretación espiritual, mis lágrimas empezaron a correr; todos los años de amargura, odio y temor se desvanecieron. Supe entonces, como también lo sé ahora, que nada satisface



Página 692



sino el Amor. Aquel día comenzó la curación consciente, exte- rior e interior, tanto mental como física. ¡Jamás tuve dudas! En la forma más absoluta sabía que la Ciencia Cristiana era y es la verdad. El dinero, los amigos y la materialidad, nada son al lado del conocimiento consciente de Dios, del hombre y del universo.

No necesité que se me diese tratamiento, Ciencia y Salud era tan claro y bello. Antes no podía comprender la Biblia, pero ahora que tenía una pequeña comprensión de la Ciencia Cristiana, se me iluminó. Por diez años, no he tenido que acostarme una sola vez de día, a causa de alguna enfermedad. Soy ahora, y he sido todos estos años, la imagen de la salud perfecta. Cuando empecé a leer Ciencia y Salud, pesaba cuarenta y siete kilos, y ahora peso más de sesenta y dos. Esta salud física no se puede comparar con mi felicidad —mi armonía que nadie me puede quitar— puesto que es el don de Dios. Nada me ha mostrado con más claridad la perversidad de la mente humana que sus conclusiones sobre mi curación. Aun cuando yo sentía y sabía que había sanado, la gente constantemente decía, porque yo era delgada y delicada: “Usted no está bien. Cualquiera que la mire se dará cuenta”. Ahora que he engordado, me dice: “Parece como si usted nunca hubiera tenido un solo dolor en toda su vida. No pudo haber tenido tuberculosis”.

Cuando pienso en lo que era mi vida antes de conocer la Ciencia Cristiana, en los seis años de resfriados, sufri- mientos y tos, sin mencionar mi desesperación, quiero “trabajar, vigilar y orar” para tener la Mente de Cristo, para poder trabajar debidamente en la viña del Señor, y saber que, en realidad, lo que pertenece a uno pertenece a todos, que un solo Dios, una sola Vida, Verdad y Amor, es todo. — A. C. L., Kansas City, Kansas, E.U.A.

Página 693



Desaparece el deseo de licor y de tabaco

Hace cuatro años que oí hablar por primera vez de la Ciencia Cristiana. En aquel entonces beber y fumar eran mi consuelo. No tenía otra compañía. Había vivido casi desde mi niñez en una atmósfera malévola. Aun cuando distaba mucho de estar contento con mi estado, no se me ocurría cómo mejorarlo, hasta que leí Ciencia y Salud. De vez en cuando solía escuchar algún sermón, pero los sermones no me daban más consuelo que el que me daba mi pipa, por lo cual concluí que concurrir a la iglesia no me satisfacía y que prefería seguir bebiendo y fumando. Cuando comencé a leer Ciencia y Salud, vi que ofrecía algo sustancial. Después de algunos meses de estudio, desapareció todo deseo de beber y de fumar. Yo no renuncié a ellos; no hice sacrificios, simplemente encontré algo mejor. Cabe mencionar que había fumado desde que tengo memoria. Fumaba desde mucho antes de terminar el colegio y, como la mayoría de los ingleses, amaba mi pipa, y casi prefería quedar sin comer una de las comidas a quedar sin fumar. Solía creer que me traía consuelo.

Durante mis cuatro años de estudio de la Ciencia Cristiana no he gastado un solo centavo en médicos ni en medicinas, ni tampoco he perdido un solo día de trabajo por estar enfermo, lo que es una maravilla comparado con los cuatro años anteriores. Tengo gran interés y placer en leer la Biblia y estudiar las lecciones en el Cuaderno Trimestral. La Biblia solía ser un libro muy misterioso para mí, pero Ciencia y Salud la ha convertido en algo muy apreciado, haciéndola más comprensible, clara y sencilla.

Aprovecho esta oportunidad para expresar mi gratitud a la Sra. Eddy, y al amigo que me invitó a concurrir al servicio



Página 694



llevado a cabo en el Auditorio hace años. También deseo reconocer los beneficios del Journal y el Sentinel. Ellos me han ayudado notablemente. Si se estimara el valor de Ciencia y Salud y el de esas publicaciones como los hombres de negocios estiman las cosas, es decir, por los resultados o beneficios que traen, ciertamente serían inapreciables para mí. Sería imposible medir su valor, puesto que he recibido algo de Ciencia y Salud que todo el dinero del mundo no podría comprar. — H. P. H., Chicago, Illinois, E.U.A.


Una expresión de gratitud amorosa


En la primavera de 1893, mientras cursaba estudios teológicos, Ciencia y Salud llegó a mis manos, y la verdad que contiene vino a ser para mí, al instante, la perla preciosa. Literalmente devoré el libro, leyéndolo durante unas dieciocho horas diarias. Su originalidad era asombrosa, trastornando mis opiniones preconcebidas acerca de Dios, del hombre y de la creación. Llamaron mi atención especialmente las dos frases siguientes: “El fundamento de la discordia mortal es un sentido falso del origen del hombre” (pág. 262), y “Para razonar correctamente debiera haber un solo hecho ante el pensamiento, a saber, la existencia espiritual” (pág. 492). Había encontrado la clave de la Ciencia del ser según se enseña en este maravilloso libro, y persistí hasta vislumbrar el cielo nuevo y la tierra nueva, porque los viejos conceptos iban desapareciendo. Con esa elevación espiritual, vino también el bienestar físico.

Había pasado toda mi vida medio inválido, y parecía estar destinado a una vida de sufrimientos. Tres semanas después de haber comenzado Ciencia y Salud, con gran alegría y sorpresa me encontré enteramente bien, en perfecto estado físico y espiritualmente elevado. Había aprendido a vivir sobre una base nueva; las cosas viejas del sentido personal estaban



Página 695



pasando y todas las cosas fueron hechas nuevas. Aprendí que el bien infinito es el único Amigo con quien podemos contar en todo momento, un socorro siempre presente en todas las tribulaciones, y que Sus hijos verdaderamente están gobernados en paz y armonía por la ley espiritual. A medida que se comprende correctamente dicha ley, las demás cosas pronto vienen y traen una paz que el concepto humano jamás puede conocer.

Durante los últimos doce años he dedicado todo mi tiempo a la práctica de la Ciencia Cristiana, y he visto sanar por su influencia benéfica casi todas las enfermedades con- sideradas incurables. ¡Dios bendiga a nuestra querida Guía! Ella ha puesto delante de nosotros una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; y es sólo cuestión de tiempo para que el mundo conozca mejor y ame más a la Sra. Eddy. — E. E. N., Washington, Distrito de Columbia, E.U.A.


Sanado de nefritis


El 18 de agosto de 1902, fui atacado por lo que tres médicos diagnosticaron como nefritis, diciendo que no llegaría a vivir un año más, o que, en el caso de que llegara a vivir más tiempo, quedaría mentalmente desequilibrado. El 6 de diciembre de 1902, mi esposa me dio Ciencia y Salud como regalo de cumpleaños, y por cierto que fue el mejor obsequio que jamás he recibido. Desde entonces lo he estado leyendo y estoy asistiendo a Segunda Iglesia de esta ciudad. Ni yo ni nadie en nuestra casa ha utilizado medicinas desde entonces. Me encuentro en perfecto estado de salud y he dejado todos mis malos hábitos. Esta verdad nos ha elevado a todos espiritualmente, y las palabras no pueden expresar mi gratitud hacia la Sra. Eddy y todos los que me han ayu- dado en el camino. — T. V., Chicago, Illinois, E.U.A.

Página 696




Fibroma destruido


Desde muy joven, me impresionó que los predicadores no interpretaran la Biblia correctamente, puesto que yo no podía concebir a un Dios de ira que fuera tan injusto como para permitir que Sus pequeños sufrieran dolor, miseria y muerte. Sin embargo, tenía la esperanza de que algún día la verdad sería revelada a un mundo que despertaría, mas no soñaba que aun en ese mismo momento ya existía una noble mujer de Dios que reflejaba suficiente pureza y santidad como para hospedar al “ángel de su faz” y tener comunión con el Dios verdadero.

Se suponía que yo tenía propensión a la escrófula, de manera que nunca fui una niña fuerte o atractiva, y durante mi niñez y adolescencia rara vez estuve libre del temor a leyes de la materia y la debilidad. Se produjo la crisis cuando un médico me informó, después de semanas de tratamientos, que tenía un fibroma y que requería una operación. La situa- ción era de lo más angustiosa, y yo estaba descorazonada y desanimada, cuando en enero de 1893, supe de la Ciencia Cristiana por una carta de una hermana muy querida que había experimentado grandes beneficios por su intermedio. Sin demora resolví visitar a un practicista, convencida de que esta era la verdad por tanto tiempo perdida, que podría hacerme libre. Significaba un esfuerzo y un sacrificio muy grandes ir a Chicago en ese momento, pero el Amor divino me abrió el camino y llegué allí en marzo. No había estado más que unos pocos días en la casa de mi hermana, leyendo Ciencia y Salud, casi de continuo, cuando le pregunté si no convendría que me dieran un tratamiento para el tumor que tanto me había molestado. Ella me contestó: “¿Tú te sientes bien, verdad?” Le aseguré que nunca me había sentido tan



Página 697



bien como desde que había llegado allí. “Bien”, me contestó con énfasis, “el tumor ha desaparecido, porque Dios nunca lo hizo”, y sus declaraciones eran ciertas, pues desde aquel día no hubo más síntomas. Desde entonces he sanado de una afección crónica de la garganta, de fiebre del heno y otros males, y sé que la Ciencia Cristiana es la verdad. — B. W. S., Coldwater, Michigan, E.U.A.


Luz en las tinieblas


He recibido tantos beneficios de los testimonios en el Sentinel y el Journal, que aquí envío el mío, esperando que aliente a algún corazón afligido. Me criaron unos padres buenos y cristianos amorosos, y fui miembro de una iglesia ortodoxa durante más de veinte años, pero nunca me sentí satisfecha. Estaba llena de temores y atada por los falsos dioses de este mundo: el pecado, la enfermedad y la pobreza; de manera que en cada dirección que tomaba y en cada cosa que intentaba hacer, era enfrentada con la desilusión y el fra- caso; pero Dios me estaba guiando hacia una vida diferente. Mi interés por la Ciencia Cristiana se despertó por primera vez hace unos trece años, y desde entonces he sido una discípula bien dispuesta. La lectura de Ciencia y Salud me sanó de catarro y laringitis crónicos; además me hizo posible abandonar los anteojos. No sólo me ha ayudado la Ciencia Cristiana mental, moral y físicamente, sino que la bendición mayor es la elevación espiritual que me ha hecho comprender que Dios es capaz de cuidar de Sus hijos, y está dispuesto a hacerlo, si estamos nosotros dispuestos a hacer nuestra parte y tomar la cruz, que, aun cuando a veces parezca pesada, trae siempre galardón firme. La Ciencia Cristiana no solamente me ha ayudado, sino que me ha capacitado para ayudar a otras personas.



Página 698



La Biblia me parece un libro nuevo. Ahora comprendo el significado de lo que dijo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.

Mi corazón rebosa de gratitud hacia la Sra. Eddy por lo que ha hecho y aún está haciendo por el mundo, y estoy muy agradecida a Dios porque me ha guiado a la verdad para que tenga vida, y para que la tenga en abundancia. — Sra. M. M., Chicago, Illinois, E.U.A.


Testimonio de gratitud


“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.

Esto me ha sido comprobado de todas las maneras. Cuando conocí la Ciencia Cristiana, yo era una ruina física, mental y desde el punto de vista financiero, pero desde que la lectura de Ciencia y Salud volvió mi pensamiento hacia la luz, he encontrado que en la medida en que yo esté dispuesta a recibir la palabra y vivirla, todos los beneficios me son proporcionados. Me siento especialmente agradecida por la ayuda espiritual. Sé que las cosas que hice y pensé el año pasado ya no las haría o pensaría este año, y estoy satisfecha. Gracias al cuidadoso y consagrado estudio de Ciencia y Salud, me he elevado de la enfermedad a la salud, del pesar a la paz, de la escasez a la abundancia y, lo más hermoso de todo, de las tinieblas a la luz. — Sra. H. S. C., Seattle, Washington, E.U.A.



Página 699




Sanado de tuberculosis y asma


Es un placer reconocer los grandes beneficios que he recibido por medio de la Ciencia Cristiana. Hace casi diez años que empecé a investigar este tema pidiendo prestado un ejemplar de Ciencia y Salud. Sufría de asma, sin esperanza de curación, y la enfermedad a veces se agravaba tanto que me era casi imposible respirar. También fui víctima de esa temible enfermedad, la tuberculosis, que era hereditaria y de la cual habían fallecido casi todos los miembros de mi familia por ambos lados. Recurrí a la Ciencia Cristiana como un hombre que cuando se está ahogando se aferra a una paja. Sin embargo, me interesó mucho tan pronto como empecé a entenderla; y habiendo leído el libro en casi todas las horas disponibles durante unas pocas semanas, mejoré tanto y me convencí tanto de su verdad, que mi esposa y yo destruimos todas las medicinas que había en casa, y desde entonces no hemos empleado ningún remedio excepto la Ciencia Cristiana. Continué estudiando y poniendo en práctica sus enseñanzas lo mejor que pude, y en unos cuantos meses recuperé la salud.

Antes de investigar la Ciencia Cristiana, había sido un incrédulo declarado desde mi juventud; había leído exten- samente esa clase de literatura y no sentía atracción alguna por nada que fuese de índole religiosa, no habiéndome llamado nunca la atención las enseñanzas ortodoxas como una exposición racional de un Dios que era todo sabiduría. Actualmente no dudo más de la verdad de las enseñanzas del gran Mostrador del camino, Jesús de Nazaret, de lo que dudo de la exactitud de la ley básica de la matemática o de la música. No tengo duda alguna de que la Ciencia Cristiana me salvó de la tumba, y así ha comprobado ser un auxilio



Página 700



muy práctico y eficiente en una época de gran necesidad. A pesar del gran sufrimiento físico que pasé, no puedo menos que alegrarme de que por medio de él se abriera la puerta de mi consciencia para que penetrara la luz de la Verdad. De esa manera he progresado un poco en el conocimiento de Dios, el bien, según se revela en la Ciencia Cristiana. — C. B., Webb City, Misuri, E.U.A.

████████████████████████████████████████████████████████████████████████