Fidelidad |

Fidelidad

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Si la gente limitara su conversación a temas provechosos, aquello que San Juan nos dice que una vez aconteció en el cielo, ocurriría muy frecuentemente en la tierra —silencio por espacio de media hora.

La experiencia es el vencedor, jamás el vencido; y de la derrota surge el secreto de la victoria. Que el día de mañana empieza hoy y será el día siguiente, reviste al futuro con los matices iridiscentes de la esperanza.

En la lucha de la vida, el bien se hace más activo y persistente debido a la supuesta actividad del mal. El contacto con la multitud coloca nuestros pies en tierra más firme. En los choques mentales que experimentan los mortales y en la tirantez de las luchas intelectuales, la tensión moral es puesta a prueba, y, si no cede, se hace más fuerte. El pasado nos amonesta; con severo y frío dedo señala cada error mortal cometido; o sonriente dice: “Sobre poco has sido fiel”.

¿Eres niño y has agregado una arruga al semblante de quien te cuida? ¿Eres esposo y has herido el corazón que ha puesto en tus manos toda su felicidad? ¿Eres esposa y has agobiado la ya abatida cabeza de tu esposo? ¿Tienes un amigo y te olvidas de estar agradecido? Recuerda que todo esto sólo tú puedes y debes expiarlo. Descuidada o despiadadamente puede que hayas lanzado al océano de los acontecimientos una ola que alguna vez ha de inundar tu memoria, retumbar melancólicamente a la puerta de tu conciencia, y hacer que se derrame la lágrima inútil.

Cambio y sepulcro podrán separarnos; la sabiduría que pudo haber bendecido el pasado puede que llegue demasiado tarde. Un paso hacia atrás, una renuncia a lo recto en una mala hora, un desleal vacilar han arrancado el laurel de muchas frentes y quitado a muchos corazones el reposo. El bien jamás es el premio del mal, y viceversa.

No hay excelencia sin trabajo, y la hora de trabajar es ahora. Sólo mediante la labor persistente, ininterrumpida y sincera; sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda, sin perseguir ninguna otra ocupación o placer que no provenga de Dios, puedes ganar y ceñirte la corona de los fieles.

La escuela de derecho que concede título de abogado a quien jamás inicia una demanda, no es culpable de ello. ¿Por qué? Porque el titulado se dedicó a la agricultura en lugar de a la jurisprudencia, abandonó a Blackstone* para dedicarse a la piedra parda, excavó suelos en vez de profundizar en litigios, produjo patatas en lugar de producir pruebas en tribunales, y arrancó raíces en lugar de preparar escrituras de bienes raíces. Él no ha sido fiel en lo que es poco.

¿Es un músico obra de su maestro? Llega a ser músico poniendo en práctica lo que se le enseñó. Los concienzudos triunfan. Son seguidores fieles; sea bueno o malo lo que se diga de ellos, trabajan hasta lograr el bien; mediante la paciencia heredan la promesa. Sé activo y, por tardío que sea, tu buen éxito es seguro: el trabajo asiduo es triunfo; y —sobre poco has sido fiel.

La vida de grandes hombres y mujeres es un milagro de paciencia y perseverancia. Cada astro en la constelación de la grandeza humana, como las estrellas, resalta en la obscuridad para brillar con la luz reflejada de Dios.

La filosofía material, la ética humana, la teología escolástica y la física no han iluminado suficientemente a la humanidad. La injusticia humana, la enfermedad, el pecado y la muerte aun aparecen en la creencia mortal, y jamás ponen de manifiesto la acción correcta de la mente o del cuerpo. ¿Cuándo tendrá toda la raza humana un solo Dios —un afecto indiviso que abandona la base material e irreal de las cosas, para adoptar el cimiento y superestructura espiritual que es real, justo y eterno?

Primeramente purifica el pensamiento, luego convierte el pensamiento en palabras y las palabras en acciones; y después de muchos traspiés y esfuerzos por elevarte, ascenderás en la escala de la Ciencia a la segunda regla, y sobre mucho serás puesto. La fidelidad encuentra su recompensa y su fortaleza en el propósito elevado. El mero buscar no basta para alcanzar resultados en la Ciencia: tienes que esforzarte; y la gloria del esfuerzo proviene de la honestidad y la humildad.

*Blackstone, nombre de un jurista inglés del siglo 18, quiere decir en español “piedra negra”.

¿Defraudan las esperanzas humanas? ¿Tiembla la alegría? Entonces, fatigado peregrino, desata la correa de tus sandalias; porque el lugar en que estás, tierra santa es. Por ello, sabrás que estás apartándote de un sentido material de la vida y felicidad para alcanzar el sentido espiritual del bien. ¡Oh aprende a perder con Dios! y encuentras la Vida eterna: lo ganas todo. Dudar de esto es implícita traición al decreto divino.

La parábola de las “diez vírgenes” sirve para ilustrar lo malo de la inacción y la dilación. Esta parábola fue inspirada por la triste historia de Vesta —una niña de ocho años, que hace una solemne promesa de celibato por treinta años, y está sujeta a terribles torturas si la lámpara que cuida no es reabastecida de aceite día y noche, para que jamás se apague la llama. La moraleja de la parábola es aguda y el estilo puramente oriental.

De esta parábola aprendemos que ni los afanes de este mundo ni los llamados placeres y dolores del sentido material son adecuados para disculpar la indiferencia por la luz espiritual que tiene que ser atendida para mantener viva la llama de la devoción con la cual se entra al gozo de la Ciencia divina demostrada.

Las vírgenes insensatas no tenían aceite en sus lámparas: su actitud era material; por esto estaban en duda y en tinieblas. No reparaban en su pereza, en que su actividad se iba entibiando; de ahí la continua declinación de luz espiritual, hasta que, envueltas en las tinieblas de medianoche, se vieron obligadas a pedir prestado aceite de las lámparas mejor aderezadas de las vírgenes fieles. Al entrar al cuarto de convidados de la Verdad, y al presenciar el enlace de la Vida y el Amor, se desposarían con una comprensión más elevada de Dios. La hermosa expectativa de cada momento fue la de ver al desposado, al Único “del todo amable”.

Era medianoche: una profunda obscuridad envolvía a los perezosos dormilones de la tierra. Sin aceite en sus lámparas, sin iluminación espiritual para contemplar a quien habían herido, oyeron el clamor: “¡Aquí viene el esposo!” Mas ¿cómo habrían de contemplarle? Oíd este grito humano: “¡Oh, prestadnos de vuestro aceite! nuestras lámparas se han apagado —¡no tenemos luz! las fábulas terrenales huyen y el cielo está lejano”.

La puerta está cerrada. Las vírgenes sensatas no tenían aceite que prestar, y dijeron a las insensatas: “Id a los que venden, y comprad para vosotras mismas”. Buscad la Verdad y seguidla. Deberá costaros algo: estáis dispuestos a pagar por el error y a recibir nada en cambio; mas si pagáis el precio de la Verdad, lo recibiréis todo.

“Los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz”; observan los precios del mercado, se familiarizan con la etiqueta de la Bolsa, y están listos para dar el paso siguiente. ¡Cuánto más fieles debiéramos ser sobre las pocas cosas del Espíritu que pueden hacernos sabios para la salvación! Velemos y oremos para no entrar en la tentación de hallar bienestar en el pecado; y no olvidemos que otros antes que nosotros han colocado sobre el altar todo lo que tenemos que sacrificar, y finalmente recibieron su recompensa. Por muy pronto que dejemos de ver que la enfermedad no está en el cuerpo, sino que la enfermedad está en la mente mortal, y que su cura está en trabajar para Dios, nunca será demasiado pronto. El pensamiento debe ser mejorado, y la vida humana debe ser mejor utilizada, para que la energía divina la impulse hacia lo alto.

Calentados por la luz solar de la Verdad, regados por el rocío celestial del Amor, brotan los frutos de la Ciencia Cristiana y se desprenden del sórdido suelo del yo y de la materia. ¿Estamos limpiando los jardines del pensamiento desarraigando las nocivas malezas de la pasión, malicia, envidia y contienda? ¿Estamos quitando las frías y duras piedrecillas del egoísmo, revelando los secretos del pecado y puliendo nuevamente las ocultas gemas del Amor, para que éstas aparezcan en su pura perfección? ¿Estamos sintiendo la frescura primaveral y la luz solar de la fe esclarecida?

La maleza de la mente mortal no siempre se destruye al desarraigarla la primera vez; reaparece, como la devastadora hierba rastrera, y sofoca el trébol naciente. ¡Oh tonto jardinero! está atento cuando reaparezca, y arráncala de su suelo nativo hasta que no quede el menor brote que pueda propagarse —y pudrirse.

Entre los múltiples suaves repiques que habrán de resonar en el aposento de la memoria que tantos recuerdos conserva, éste es el más dulce: “¡Has sido fiel!”