La Navidad de 1900 |

La Navidad de 1900

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Una vez más está aquí la amada Navidad, llena de bendiciones divinas y coronada con los más queridos recuerdos de la historia humana: el advenimiento y la natividad terrenales de nuestro Señor y Maestro. En esta época feliz, el velo del tiempo se descorre al toque del Amor. Contamos nuestras bendiciones y vemos de dónde vinieron y hacia dónde se dirigen. Los padres llaman al hogar a sus seres queridos, arden los leños de Navidad, se tienden las mesas festivas, los regalos brillan entre las ramas verde oscuro del árbol de Navidad. Pero, ¡ay del hogar desunido! Que Dios les dé más de Su precioso amor que sana al corazón herido.

Hoy el pastor vigilante clama su bienvenida sobre la nueva cuna de una antigua verdad. Esta verdad ha atravesado la noche, pasando de la tristeza a la gloria, de la cuna a la corona. Para la consciencia que ha despertado, el niño de Belén ha abandonado sus pañales (el entorno material) por la forma y la gracia del ideal divino, que ha pasado de un sentido corporal al sentido espiritual del Cristo y está conquistando el corazón de la humanidad con ternura inefable. El Cristo está hablando por sí mismo y por su madre, el origen y la finalidad celestiales del Cristo. Hoy el Cristo es, como nunca antes, “el camino, y la verdad, y la vida”, “aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”, sanando toda tristeza, enfermedad y pecado. Ante esta auspiciosa época de Navidad que santifica la finalización del siglo XIX, nuestros corazones se arrodillan humildemente. Es nuestra la gracia del Cristo, que revive y sana. En esta hora inmortal, todo odio, orgullo, codicia y lujuria humanos deberían inclinarse y declarar el poder del Cristo, y el reino de la Verdad y la Vida divinas debería hacer puro y bendito el ser del hombre.